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ENTREVISTA ACADEMIATV

Chicho Ibáñez Serrador: "El 'Un, dos, tres...' sería hoy un éxito si no lo hubiésemos hecho antes"

Chicho fue el responsable del concurso por excelencia de la televisión en España: 'Un, dos, tres... responda otra vez'. El programa se convertió en una escuela para actores, humoristas, presentadores. De su plató salieron figuras tan queridas por la audiencia como Kiko Ledgard, Mayra Gómez Kemp, Ruperta, Botilde, las tacañonas o las azafatas.

Por RedacciónPublicado: Martes 24 Marzo 2009 00:00

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Un, dos, tres...

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1974 - 2023

España

Entretenimiento Concursos

4,4

1 crítica

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El último número de AcademiaTV, la revista de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión, publica una interesante y completa entrevista realizada por Sara Pulido al actor, guionista y realizador Narciso Ibáñez Serrador, el gran Chicho.

Maestro del suspense y referente de la televisión de autor en España, cuenta en sus archivos con más de ochocientos guiones televisivos. Narciso Ibáñez Serrador es un pionero en la realización y un contador de historias compulsivo y de su factoría han surgido programas y series que permanecen grabadas en la nostalgia televisiva colectiva como 'Un, dos, tres' o 'Historias para no dormir'.

La enfermedad le ha mantenido inactivo durante un año y ahora, ya recuperado, habla para AcademiaTV de su trayectoria y de la televisión de ayer y de hoy. (Fotos: archivo de TVE)

En la década de los 50, con apenas veinte años, te formaste en la televisión. ¿Cómo recuerdas esa etapa?

Con muchos nervios. Mucho antes de pisar un plató recuerdo haber visto televisión y me fascinaba. En el barco a Argentina ya encontraba defectos a los programas que se emitían por televisión. Empecé a pensar en lo que se podía hacer en el medio y advertía lo que no se debía hacer.

Una vez en Argentina fue Luis Peñafiel –pseudónimo con el que Ibáñez ha firmado su obra literaria–, el que me cogió de la mano y me dio la oportunidad de entrar en un medio en el que no había guionistas y los que ejercían como tal hacían pequeñas piezas de teatro. A mí me parecía absurdo desaprovechar un medio como aquel para hacer teatro. No es que valore poco el teatro pero echaba de menos en la televisión argentina que las cámaras se moviesen, los travelling, había demasiado plano fijo...

Más tarde, en 1963, con siete años de vida de nuestra televisión, regresas a España. En el Paseo de la Habana comienza una larga relación con Televisión Española.

Me pasa un poco lo mismo que en Argentina. En ese año la televisión en España era muy encorsetada, no se le sacaba todo lo que se le podía sacar. Entonces llegué yo con la práctica grande que fue hacer televisión en Argentina. Una televisión un poco rara porque escribía los guiones y según los iba escribiendo visualizaba lo que sería el producto final. En teatro lo llamamos "acotaciones". Es decir, escribía "plano general, la cámara avanza sobre fulano hasta un gran primer plano" y lógicamente mis guiones estaban llenos de "acotaciones" según se pasaba de un plano a otro.

Esta savia nueva debió causar sorpresa.

Sí, pero siempre he tenido buena suerte así que cogí un par de cintas con el trabajo que había hecho en Argentina y me presenté sin estar respaldado por nadie en TVE. Allí le pedí al entonces director, José Luis Colina, que viese mi trabajo por si lo que yo hacía tenía cabida. Al día siguiente me dijo: "Empiezas la semana que viene". "¿Con qué?" dije. "Con lo que quieras" respondió.

Unos años después de su llegada a TVE se estrena con éxito "Mañana puede ser verdad", la primera serie de ciencia-ficción española. ¿Cómo nace la idea?

Nace por amor al género y porque una de las cosas que no se habían hecho hasta ese momento en televisión era ciencia-ficción. Tenía los guiones escritos y había imaginado como tenían que ser en pantalla, me resultó muy fácil. Sin duda, lo más complicado era el montaje. Se aproximaba muchísimo más a las series americanas que al teatro que se hacía por aquel entonces.

A partir de este momento da rienda suelta a su pasión por el suspense y el terror, inspirándose en grandes maestros de la escuela inglesa: Edgar Allan Poe, Alfred Hitchcock, O'Henry... ¿Qué aprendiste ellos?

Sobre todo una cosa: que los finales de cada historia deben ser sorpresivos. También la síntesis de Poe. Por ejemplo, "El gato negro" es un cuento que se desarrolla en sólo dos páginas pero con un final sorpresa que lo hace importante. De Hitchcock me quedo con una frase: "Por lo menos debe existir una sorpresa cada tres o cuatro minutos". Golpes de efecto.

En 1966 se anuncia en Tele Radio, la revista de TVE, el estreno de uno de los programas con mayúsculas de la Televisión en España: 'Historias para no dormir'.

Pongo en marcha ese proyecto con una finalidad que todo programa de televisión debería tener, sea del género que sea: entretener. No que distraiga al espectador porque haya un diálogo importante, literario o pesado, tiene que enganchar desde el primer momento.

Otra iniciativa pionera de 'Historias para no dormir' es que utilizabas cámara de cine.

En esa época nadie te permitía sacar una cámara de televisión a la calle para grabar exteriores. En cambio, una de cine sí. Y mezclabas cine con vídeo. Hasta ese momento no se había hecho algo así.

Otra característica de su trayectoria han sido sus apariciones en pequeños sketches irónicos antes de dar comienzo al programa o serie. El público le pone cara al realizador. ¿Qué pretendías conseguir con estos prólogos?

Una cosa tan simple como que el público sonriera conmigo antes de ver la historia. Recurría al humor para introducir al espectador en un relato del que no iba a poder reírse. Eso, te lo reconozco, lo hacía Hitchcock. Se lo robé, no lo que él hacía, sino el hecho de salir en pantalla.

Existía entonces la figura del censor residente. ¿Cómo lo recuerdas?

Se llamaba Francisco Ortiz Muñoz. Todo lo que se emitía tenía que pasar por la censura. Era algo absurdo. Don Paco –así le llamaba yo– era un hombre tan particular que cuando salía una chica en un plano medio con un poquito de escote, dejaba la silla y se acercaba a la pantalla para ver si se le veía algo más y después volvía a la silla. Hasta que un día le dije. "Don Paco, usted perdonará, pero da igual si se pone de frente o en horizontal a la pantalla, es lo mismo, porque no hay relieve". "Tiene usted razón", me contestó. Una figura entrañable.

Más tarde llegaría el 'Un, dos, tres...' (1972). Un antes y un después en su vida. 25 años de dedicación al concurso por excelencia de la televisión en España. Fue un programa por encargo que terminó exportándose a otros países y convirtiéndose en el referente de la televisión familiar. ¿Con qué etapa te quedas?

Hubo diez etapas en total. A partir de la segunda me dio tiempo a corregir aquello que no me gustaba. Fue cuando se reestructuró el concurso y se empezaron a hacer las cosas que antes no me había atrevido a hacer. Los números musicales, el espectáculo, las mascotas... Fue la etapa de esplendor. Recuerdo 'Un, dos, tres...' con mucho cariño y creo que hoy sería un éxito si no lo hubiésemos hecho antes. Lo que te ha impactado o te ha gustado mucho lo magnificas con el paso del tiempo.

¿Por qué ese concepto negativo de la televisión?

Porque tengo un concepto muy malo de la televisión. Nos hace ser dependientes de ella y, además, nos aparta muchas veces de cosas más importantes. No es que la tele no sea importante es que dejamos de lado otras cosas.

En 1974 aceptaste el cargo de Director de Emisión y lo primero que haces es destituir al censor. Después dimites, ¿Por qué?

Con la Transición ya no era necesaria esa figura. Adolfo Suárez nos dijo que ahí no había más censura que la autocensura. No iba a hacer un reglamento, no nos iba a cortar nada pero que no nos excediésemos. Me pareció tan lógico que yo lo acepté. Por otro lado, no me gustan los cargos burocráticos. Estuve sólo dos meses y me aburría horrores, no hacía otra cosa que contestar cartas. Lo mío eran el plató y el control.

Ya en los noventa también realizas programas pioneros como 'Hablemos de sexo'. Uno de los primeros programas de ayuda y divulgación...

Salía de una mina a la que yo he recurrido mucho: buscar lo que no se había hecho en televisión y hacerlo. Hasta ese momento no se había hecho un programa sobre sexo. 'Hablemos de sexo', tenía la elegancia suficiente como para no molestar a nadie.

Tu último trabajo hasta el momento ha sido la dirección de la TV movie "La culpa" (2005). Formaba parte del ciclo de 'Películas para no dormir' y no llegó a emitirse en Telecinco. ¿Por qué?

No lo sé, pero es una pena que no se haya emitido porque está muy bien hecha. Se grabaron seis películas de directores diferentes y se emitieron sólo dos en 2007 una de Álex de la Iglesia ("La habitación del niño") y otra de Jaume Balagueró ("Para entrar a vivir"). Tuvieron poca audiencia. El resto no se emitió, gran error.

¿Cómo ves el actual panorama televisivo?

Tibio. No hay nada que me hiele la sangre, hablamos de programas argumentales y, además es tanto lo que pasa en el mundo, que hoy en día ya no nos asustamos ni nos horrorizamos ante nada. Lo cual es una barbaridad.

¿Es posible una televisión de calidad y digna?

Siempre es posible una televisión de calidad. La calidad para mí es algo que a los telespectadores, les quede, les sirva, les enseñe. La televisión debe entretener y debe formar. Sobre esos dos pilares deberían caminar los programas de calidad. Por otro lado es muy difícil esto de la calidad sin aburrir.

¿Qué programas de la televisión de hoy ves y por qué?

Ante todo los nuevos, los que salen que a lo mejor duran uno, o dos, o tres y adiós muy buenas. O aquellos que tienen mucho éxito. Los veo para tratar de adivinar por qué tienen éxito. Por los guiones me gustan más las series, sobre todo por los diálogos que tienen más o menos humor. Por ejemplo, 'Escenas de matrimonio'.

¿Qué echas de menos del medio?

Hacerlo. Ten en cuenta que hace más de un año que no hago nada porque he estado enfermo. Echo de menos el control de televisión.

¿Cómo miras al futuro?

Con ganas de seguir en el medio y con lo que venga. Si es alguien que me dice queremos contar contigo, partir de ahí y crear. Las cosas que me gustaría hacer las tengo todas en la cabeza.

¿Algún consejo para los profesionales del medio?

Humildad. No creer jamás que lo que uno ha hecho es magnífico.

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