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Confía en mí

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MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
05/06/2012 21:17
¡Hola, Aguiluchas!

Vuelvo a colgar este mensaje, porque no sé qué ha pasado. Se ha perdido en el ciberespacio... Je,je,je... Bueno, os decía en el anterior que estoy escribiendo esta historia de Gonzalo y Margarita, que he titulado Confía en mí. Una frase que el Amo dice habitualmente. Al principio pensé en centrarme sólo en el CR, pero después me he picado y como le dije a Mar, iré introduciendo personajes para dar más intensidad a la trama. ¡Jó parezco una guionista de la serie! Je,je,je... Iré colgándola poco a poco. Espero que os guste y que disfrutéis tanto como yo al escribirla. Me he basado en algunas imágenes que nos pusieron de la ansiada 5ª temporada, pero el resto es todo, todito de mi imaginación. A ver si los lionistas se pasan por aquí y cogen algunas ideas... Je,je,je. Bueno, allá va... Besitos y con Dios. MJ.

Ya sé lo que pasó. Hay mucho texto y no lo podía colgar... Bueno, aquí os dejo las primeras líneas. Besitos a tod@s. MJ.
#461
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
03/12/2012 20:04
Laura de Montignac se hallaba en el cuarto de los estudios recogiendo sus libros cuando Mariana de Austria entró en la habitación. La reina la miró con su habitual altivez. Desde aquel día en el que ella había recitado en los jardines de palacio el poema “Amor constante más allá de la muerte” de Quevedo, no la había vuelto a ver; sin embargo, sabía por otra institutriz del príncipe Carlos, que la esposa de Felipe no la soportaba. Laura se sorprendió, pero no hizo ningún comentario. En su cabeza pululaban otros problemas y aquel no tenía ninguna importancia para ella.
-Buenos días, mademoiselle Gaudet.
-Majestad… -Laura le hizo una reverencia-. Es para mí un honor contar con vuestra presencia en esta estancia.
-Sólo he venido a comentaros que mañana el príncipe heredero y yo nos iremos de viaje. Estaremos fuera de Madrid cuatro semanas, así que podéis hacer lo que os plazca durante todo ese tiempo.
-Os agradezco, majestad, que me lo hayáis referido, pero no teníais que haberos molestado, cualquier lacayo me lo…
-Quería decíroslo personalmente, mademoiselle –la interrumpió con gesto brusco-. Mi esposo os tiene en estima y yo también.
El “también” sonó áspero y desafiante. Laura arqueó las cejas, pero después comprendió la actitud de Mariana de Habsburgo y el porqué de su brusquedad: estaba celosa.
-Ser estimada por sus majestades es un orgullo para mí.
Mariana acarició el anverso de uno de los libros que se encontraba encima de la mesa, luego la miró fijamente.
-¿Nunca os habéis enamorado, mademoiselle? –le interpeló.
-¿Por qué lo queréis saber, majestad? –le respondió Laura sin contestar a su pregunta.
-Os lo pregunto porque no concibo que una mujer tan inteligente como vos haya perdido la oportunidad de ser feliz junto a un hombre.
-Mis alumnos me han proporcionado esa felicidad, majestad.
-Sí, pero habéis y estáis educando a los hijos de otros. ¿No os hubiese gustado tener los vuestros?
Laura parpadeó.
-Una vez me enamoré y creí que podría tenerlos, pero el destino no lo quiso así, majestad.
Mariana de Habsburgo suspiró y luego dijo:
-Es horrible perder a un hijo, lo sé por experiencia propia.
-Os comprendo.
Laura miró a la reina. Ambas habían sufrido pérdidas dolorosas durante aquellos años; no obstante, Mariana había estado junto a sus hijos, a ella no le habían ofrecido aquella posibilidad. Felipe IV, Mendoza y Agustín de Yeste la convirtieron en una sombra, enterraron su nombre y su cuerpo en las profundidades del olvido y a sus hijos les condenaron a la oscuridad más absoluta. Un suspiro escapó de sus labios. En ese instante, un sirviente se presentó en el cuarto de estudios. Hizo una reverencia a la soberana española y después se dirigió a Laura.
-Dejaron, mademoiselle Gaudet, esta misiva para vos… -Y se la entregó.
-Gracias.
El joven se marchó poco después. La reina tomó de nuevo la palabra:
-Leedla, mademoiselle Gaudet.
Ella asintió. Laura rompió el sello que lacraba la carta y luego leyó el contenido de ésta. Mariana de Austria la observaba con detenimiento. Cuando sus miradas se encontraron, los ojos de Laura de Montignac no exteriorizaron ninguna emoción; sin embargo, el corazón le latía desbocado dentro del pecho y las piernas le temblaban.
-¿Malas noticias?
-No, majestad. El librero me confirma que los libros que le solicité, ya han llegado de París.
-¡Estupendo! Os dejo entonces con vuestra tarea, mademoiselle Gaudet.
-Espero que disfrutéis del viaje, majestad.
-Gracias –le respondió con su mirada de escarcha.
La esposa de Felipe se giró y salió del cuarto con paso solemne y elegante. Laura exhaló el aire que contenía en sus pulmones. Se tuvo que sentar y esperar unos minutos hasta que sus manos dejaron de temblar. Los ojos se le nublaron por las lágrimas. Rozó con delicadeza las letras escritas en el papel.

“He encontrado a tu hija. Te espero donde siempre.
L.C”.
Laura de Montignac lloró y al hacerlo su alma dejó de sangrar.
#462
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
03/12/2012 20:06
Alonso se levantó del lecho con la sensación de que algo pasaba a su alrededor. Buscó a su tía por la casa de Catalina, pero no la halló en ninguna habitación ni tampoco en el patio. La madre de Murillo se encontraba en la cocina preparando el desayuno.
-Buenos días, Cata…
Ella cerró los ojos unos segundos antes de mirarle. Sonrió.
-Buenos días, Alonso. Siéntate a la mesa que enseguida te sirvo unas gachas riquísimas…
-Vale.
El hijo de Gonzalo se sentó en una de las sillas. Catalina le llenó la escudilla y le dijo:
-Comételo todo, ¡eh!
Le acarició los revueltos cabellos y el niño le devolvió la sonrisa.
-¿Y Murillo?
-En la escuela. A partir de mañana tú también te vas para allá…
-Yo no pienso ir más.
-¿Y eso? –le preguntó Catalina con los brazos en jarra.
-No quiero ver a mi padre.
-Pues eso va a ser complicado porque esta noche te vas derechito a tu casa.
Alonso frunció el ceño.
-No puedes hacernos eso, Cata. Mi tía y yo no…
-¡Tu tía quiere que te vayas a tu casa y eso es lo que se va a hacer!
-Pero… ¿Y ella? ¿Va a volver con mi padre después de lo que le ha hecho?
-Estamos hablando de ti, jovencito.
Alonso dejó la cuchara encima de la mesa.
-Que me lo diga ella, ¿dónde está?
Catalina suspiró. El momento que tanto temía había llegado.
-Se fue a trabajar muy temprano y…
-¿Al palacio de la marquesa? –le interrumpió.
-Sí.
-Pero no…
-Una no vive del aire, Alonso. Y tu tía necesita su jornal.
-Lo sé, aunque no comprendo el porqué tiene que volver a ese lugar… Bueno, después iré a recogerla y…
-¡No, no puedes!
-¿Por qué? –le interpeló con gesto huraño.
-Porque Margarita va a salir muy tarde de palacio y a esas horas tú ya estarás durmiendo.
-No lo entiendo…
-¿Y qué tienes que entender, Alonso? A veces, la marquesa nos pide ciertas cosas y no tenemos más remedio que quedarnos hasta tarde. Hoy, precisamente, Lucrecia de Santillana tiene un baile en su palacio y…
-¿Y tú por qué no estás allí?
-Porque tengo el día libre.
-Siempre pensé que el ama de llaves lo organizaba todo y…
-¡Pues fíjate que no! Tu tía está capacitada para sustituirme y eso va a hacer.
Alonso la miró y se encogió de hombros.
-¡Venga, termínate el desayuno que me vas a ayudar a cambiar la paja de los colchones, a barrer la casa, a limpiar el patio, a…!
-Pero…
-Si no quieres ir a la escuela algo tienes que hacer, ¿no? A mí los vagos no me gustan.
Alonso resopló al oírla y después se volvió a llevar la cuchara a la boca. Catalina se giró y se anudó el lazo del delantal a la cintura. “¡Este niño mañana regresa a la escuela como me llamo Catalina!”, se dijo totalmente convencida de sus palabras.


Continuará... Niñas os he puesto ración doble porque no me fío del ordenador. Espero que os guste. Besossssssssssssssssssssssssssss... MJ.
#463
littlenanai
littlenanai
04/12/2012 21:48
Uoooh, uoooh! ya tenía ganas de leerte y me alegro de que haya sido un buen trozo! jajaja ai ai ai que Margarita se ha ido...a ver que pasa al final...danos alguna alegría que las cosas están muy tensas! jajaaj sigue pronto, un beso!
#464
Kaley
Kaley
05/12/2012 10:57
ya pensé que nos habías abandonado, jajajaja

Gracias por la lectura, preciosa y muy interesante ... cuando gustes, puedas y quieras te esperamos ....
#465
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
12/12/2012 15:54
¡Hola, chicas!

¿Qué tal? ¿Abandonaros, Kaley? Para nada, preciosa. Es que el ordenador me está dando muchos problemas y también últimamente estoy un pelín liada, pero aquí tenéis ración de "Confía en mí".
Littlenanai, muchas gracias, cielo. Pues a ver si te gusta lo que publico en unos minutillos.

Besosssssssssssssssssssssssssssss para las dos y también para las otras chicas del foro. MJ. A más ver.
#466
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
12/12/2012 15:55
CONFÍA EN MÍ

Laura entró en la iglesia del barrio de San Felipe y se arrodilló frente al altar. Miró al Crucificado y le agradeció, en aquellos minutos de soledad, seguir con vida y estar cerca de sus hijos. Luis llegó momentos después. El duque de Villalba se persignó y luego se apoyó en el reclinatorio. Su voz sonó emocionada al decirle:
-¡La he encontrado, Laura! Ya sé quién es tu hija…
Los ojos color miel no parpadearon al mirarle. Ella le dio una mano y Luis de Ceballos la besó con ternura.
-¿Quién de las dos es, Luis? –le preguntó con ansiedad.
-Anabel.
Un sollozo escapó de la garganta femenina. Ansiaba oír aquel nombre porque su corazón se lo había revelado mucho antes de que Luis lo descubriese. Sí. Los lazos de sangre son tan poderosos como los latidos de ese órgano que ahora brincaba de alegría dentro de su pecho. Irene y el prendedor de la mariposa la habían confundido, pero algo le decía que Anabel era su hija. Aquella sensación también la sintió cuando conoció a Hernán y a Gonzalo.
-¿Cómo lo has sabido, Luis?
Él le explicó su viaje a Valladolid, sus pesquisas en aquella ciudad y su posterior conversación con sor Teresa María en el convento de la Misericordia.
-Entonces, ¿Anabel tiene mi medalla?
-Sí. La madre abadesa se la entregó hace poco tiempo.
-Agustín la dejó a su cuidado y la protegió… -murmuró con los ojos brillantes.
-Sí. Hizo lo mismo con Hernán y con Gonzalo.
Laura lloró.
-Ayudó a mi estirpe y yo le juzgué mal, Luis.
-Cálmate, Laura. –Asió su mano y la apretó con cariño-. Agustín veló por la seguridad de tus hijos; es cierto, pero también te impidió saber cómo estaban ellos y te dejó encerrada en aquel lugar… No sé qué pensar de él.
-Ahora eso no me importa, Luis. Tengo a mis hijos tan cerca… -Sonrió, enjugándose las lágrimas-, sólo espero el momento adecuado para poder decirles que soy su madre y que sepan el porqué tuve que dejarles…
-¿Por qué no lo haces ya?
-Aún no, Luis. Dios me ha enseñado a ser paciente. –Le miró-. Antes tengo que asegurarme de que no les harán daño. Hernán, Gonzalo y Anabel estarían en peligro si Mendoza supiese que ellos son descendientes de la Magdalena y de Jesús de Nazaret.
-Por Mendoza no te preocupes, Laura, trataré de hallar en Francia el rastro de Jonás López. Ese maldito no les hará daño, te lo prometo.
-Anabel… -musitó emocionada-. Mi pequeña… ¿Podrá perdonarme lo que tuve que hacer? ¿Y Hernán? ¿Y Gonzalo?
-Ellos te adorarán, Laura, cuando sepan que eres su madre. Ya te respetan y te tienen en estima sin saber el parentesco que os une.
Laura de Montignac suspiró. Miró a su amigo y le dijo:
-La madre Teresa tiene en su privado una Biblia abierta por una página… -Luis arqueó las cejas-. ¿Cómo no me di cuenta aquel día?
-No te comprendo…
-Sor Teresa reza una plegaria que mi padre me enseñó cuando yo era pequeña. Ésta habla sobre el amor verdadero, el único, el sublime, aquel que convierte a dos seres en uno solo cuando sus almas se fusionan. –Suspiró-. San Pablo la escribió a los Corintios y… -Se calló durante unos segundos, luego prosiguió-. Agustín sabía que era mi oración favorita y debió decirle a la madre abadesa que se la enseñara a mi hija… ¿Lo entiendes, Luis? Agustín intuyó que Anabel y yo nos encontraríamos algún día, por eso la dejó en la Misericordia.
-¿Qué relación tendría con sor Teresa para confiarle el cuidado de Anabel? –le preguntó, Luis.
-No lo sé. Agustín siempre fue un hombre muy reservado. Jamás me contó nada referente a su vida privada.
-Estoy seguro de que Agustín de Yeste y la madre abadesa se conocían, si no él nunca le hubiese entregado a tu hija.
-Mi pequeña… -murmuró con una sonrisa en los labios-. ¿Cómo puedo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí?
Luis le sonrió y besó sus manos con afecto.
-Siendo “mon petit rossignol”.
-Siempre lo seré, Luis, siempre…
El duque de Villalba le acarició con ternura la mejilla izquierda. Aquel gesto conmovió a la dama francesa que, emocionada, susurró:
-Gracias, “mon aigle”, gracias…
#467
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
12/12/2012 15:56
Álvaro de Osuna llamó a la puerta de los Montalvo. Satur le abrió.
-Buenos días, doctor. –Le sonrió.
-Buenos días, Satur. ¿Anabel se encuentra en la casa?
-Sí, pase usted. La señorita está en…
Anabel apareció en la sala. Había estado tendiendo sus enaguas y varias prendas que había lavado en el patio. Los dos se quedaron sin habla y se miraron. Ella se ruborizó. Satur carraspeó antes de decir:
-Bueno, voy a la cuadra que aún no le he dao las raciones de heno a Viento y a Roble y… -Señaló la habitación de su amo-. Salgo por allí…
Álvaro movió su cabeza y Anabel le sonrió. Ambos vieron cómo el criado entraba en el cuarto de Gonzalo y cómo cerraba la puerta con una sonrisita en los labios. El médico se aclaró la garganta antes de decir:
-Ayer te dejaste la cesta con las hogazas y los dulces que… -Se la entregó nervioso.
-Gracias… -murmuró ella sin atreverse a mirarle a los ojos.
-Anabel…. Lo que pasó, yo… -Tocó suavemente la barbilla femenina para que ella le mirara a los ojos-. No pienses que quise aprovecharme de ti, te besé porque lo deseaba.
-Lo sé.
Él resopló y sintió que la angustia huía por las rendijas de las ventanas.
-Me estoy enamorando de ti, Anabel… -murmuró-. Nunca me había pasado nada parecido, te lo aseguro. Cuando me miras siento que he encontrado a la mujer con la que deseo tener un hogar, hijos…
Anabel suspiró.
-Álvaro… Yo no tengo apellidos nobles, no sé quienes fueron mis padres… ¿Crees que tu familia aceptaría a alguien como yo?
-A mí eso no me importa –dijo él arrastrando con las yemas de sus dedos las lágrimas que se deslizaban por las mejillas femeninas-. Sólo sé que quiero amarte y protegerte. Lo demás no me interesa.
Ella acarició el rostro masculino. Después Álvaro se arrodilló y muy solemne, dijo:
-Anabel, ¿me aceptas como al hombre que te amará todos los días de su vida?
-Sí… -susurró Anabel sonriente.
Álvaro se irguió y luego la atrajo hacia él. La besó con dulzura, conteniendo toda la pasión que sentía por ella. Se sonrieron cuando sus miradas se encontraron. Satur carraspeó desde el vano de la puerta y ambos se separaron. Anabel se sonrojó y Álvaro de Osuna habló:
-He traído unos dulces y unas hogazas que seguro les gustarán y...
-Muchas gracias, doctor.
Álvaro asintió.
-Me marcho. Después nos vemos… -musitó, dirigiéndose a Anabel.
Anabel movió su cabeza, feliz. Satur les contempló sin perder detalle de sus miradas. A pesar de todo lo que estaban pasando en aquella casa, el amor afloraba entre la amargura y el dolor. Saturno García sonrió.
-A más ver, Satur.
-A más ver, doctor.
Álvaro de Osuna se fue. El postillón del Águila Roja se giró y observó a la muchacha. Anabel parecía estar flotando en una nube. Volvió a sonreír. Luego le habló:
-Señorita Anabel, tengo que salir a hacer unos recados. Si a usted no le importa, ¿podría quedarse vigilando el guiso?
Ella parpadeó y volvió a la Tierra.
-Claro que sí, Satur. Me quedaré aquí.
-Gracias.
El hombre salió poco después a la calle. La joven suspiró enamorada y se puso un delantal. Fue hasta el hogar y removió con un cucharón las legumbres estofadas con conejo. El olor impregnó sus fosas nasales. Sonrió. Luego cogió un cuchillo y comenzó a cortar las zanahorias. Empezó a canturrear una vieja canción, pero se calló al oír que llamaban a la puerta.
-Ya voy…
Su rostro se iluminó al ver a la persona que se encontraba frente a ella.
-¡Mademoiselle! ¿Qué hace a estas horas por San Felipe? –le preguntó, haciendo ademán para que pasara al interior.
Laura se contuvo para no abrazarla en aquel mismo instante. Le sonrió con dulzura y luego le contestó:
-Tengo unos días libres y quise pasarme por aquí para ver qué tal iban las cosas.
-Siéntese, mademoiselle.
#468
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
12/12/2012 15:57
Ella le obedeció.
-Pues las cosas van mal. Margarita sigue en casa de Catalina y Alonso también. -Laura suspiró-. Gonzalo no sabe qué hacer para que su mujer le perdone. Me da una lástima ver cómo está sufriendo…
Laura de Montignac miró a su hija.
-Hay personas malas, Anabel, que disfrutan haciendo daño a sus semejantes. Lucrecia de Santillana es una de esas.
-Y no se olvide usted tampoco de la inglesa. Satur no la puede ver, si por él fuera la hubiese desterrado de la Villa y todo.
-Me lo imagino. Satur es un buen hombre y aprecia a Gonzalo y a su familia.
-Sí.
-¿No está en la casa?
-No. Salió a hacer unos recados y yo me quedé al cuidado del almuerzo.
-¿Hoy no trabajas en el hospital?
-Sí, pero no iré hasta la tarde. ¿Quiere usted tomar algo, mademoiselle?
-No, te lo agradezco, Anabel. Lo que sí me gustaría es que te sentaras a mi lado y que conversáramos como hacíamos en el Real Alcázar.
Anabel le sonrió. Se quitó el delantal y se sentó junto a ella. Laura la contempló con gesto maternal. Se emocionó y no pudo contener las lágrimas.
-¿Le ocurre algo?
-No, hija. Es que recordé algo que mi madre me dijo antes de morir y no sé el porqué me ha venido a la memoria.
-¿Me lo puede contar?
Laura le cogió la mano y Anabel se la apretó con afecto. La dama asintió.
-Mi madre fue una mujer hermosísima y muy dulce. Tú me recuerdas a ella… -Anabel le volvió a sonreír-. Mi padre la amaba tanto… -Suspiró-. Pero tuvo un parto muy complicado y tras estar varios días luchando por su vida; al final la muerte se la llevó, dejándome huérfana de su cariño y de su dulzura…
-Lo siento, mademoiselle.
Laura asintió y luego siguió hablando:
-Pero antes de morir me dijo unas palabras que nunca podré olvidar… -Anabel parpadeó. Laura suspiró y prosiguió-. “Si te enamoras, hija, entrégate en alma y cuerpo a esa persona. Nunca dejes de amarle porque si lo haces el viento se llevará su nombre a un lugar donde nunca podrás volverlo a encontrar…”
-¿Le ocurrió eso que le mencionó su madre?
-Sí. Me enamoré, pero él me traicionó y el amor que sentía se transformó en resentimiento. El viento se llevó su nombre y lo tiene custodiado en ese lugar al que aludió mi madre.
-¿Qué le hizo ese hombre para que le tenga tanto rencor?
Laura miró a su hija.
-Me abandonó y olvidó todas sus promesas…
-¿Le prometió casamiento y luego se deshizo de su palabra?
-Algo parecido… Pero no quiero seguir hablando de él. –Le acarició las mejillas-. Prefiero seguir recordando a mi madre.
-¿Cómo se llamaba?
-Regina.
-Igual que la oración que se reza a la Santísima Virgen en las completas del Sábado Santo hasta la hora nona del sábado posterior al de Pentecostés.
-Sí. La Regina Caeli.
-Siempre me ha gustado esa plegaria a la Virgen María.
-¿Te la sabes?
-Sí. Sor Teresa siempre fue muy estricta con referencia a mi educación. Tuve que aprenderme todas las oraciones y plegarias que las hermanas rezaban diariamente en los oficios de laudes, tercia, sexta, nona, en vísperas y en completas.
-¿Y cuál te gusta más? –le preguntó Laura expectante.
-Uno de los versículos que San Pablo escribió a los Corintios y que habla sobre el amor. –La miró-. ¿Lo conoce, mademoiselle?
Laura de Montignac no pudo hablar, sólo asintió con un leve movimiento de su cabeza. Oyó la voz de su hija y sintió que todo su sufrimiento se desvanecía en aquel preciso instante.
-“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece. No hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. No se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser… Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres. Pero el mayor de ellos es el amor”.
-Es preciosa… -musitó Laura.
#469
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
12/12/2012 15:57
-Sí, lo es. Mi madrina me dijo que nunca me olvidara de rezarla. Lo hago todas las noches antes de dormir. Esta oración y una medalla son lo único que tengo de mi madre…
Laura tragó saliva.
-¿Una medalla…?
-El hombre que me dejó en el convento se la dio a mi madrina y le hizo prometer que me la entregaría cuando me convirtiera en mujer. ¿Quiere verla, mademoiselle?
Laura asintió. Anabel se puso de pie y subió hasta su habitación. La institutriz la esperó junto al fuego. El frío se había apoderado de todo su cuerpo y no podía dejar de temblar. La joven bajó los peldaños con su habitual templanza. Le sonrió al entregarle una cajita. Mademoiselle Lorelle se sentó en una de las sillas. Las piernas no la sostenían. Cuando abrió la caja miles de recuerdos se agolparon en su mente. Rozó con ternura el anverso de la medalla. Le pareció oír la voz de Regina y creyó que sus maternales brazos la arropaban en aquel instante. Anabel la observaba sin saber que en esos segundos el pasado y el presente se abrazaban como dos amantes que llevaban un tiempo sin verse. Laura cogió la medalla y le dio la vuelta. Oyó la voz de su hija.
-Creo que las iniciales que están grabadas son su nombre y apellido, pero mi madrina no supo decirme cómo se llamaba…
Los ojos color miel se encontraron con los azules de Anabel. Laura se aclaró la garganta antes de hablar:
-Yo también lo creo… -La emoción la embargaba.
Anabel se sentó a su lado.
-¿Por qué me abandonaría?
Laura hizo un gran esfuerzo para contener las lágrimas.
-Seguro que no lo hizo a propósito, Anabel. A veces la vida nos pone en una encrucijada y debemos hacer cosas que nos duelen… -Suspiró-. Una madre que se sacrifica por un hijo, merece todo mi respeto.
-Pero, ¿podrá vivir sin saber nada de mí?
Laura acarició la mejilla derecha de su hija.
-Estoy segura de que ella ansía abrazarte y ofrecerte todo el amor que guarda en su corazón…
La abrazó y Anabel cerró los ojos conmovida por sus palabras. Minutos después, cuando ambas se habían recuperado de la emoción que habían sentido, Laura le dijo:
-Si quieres, hija, yo podré ofrecerte ese cariño que necesitas, puedes confiarme todo lo que desees.
Anabel le sonrió y la besó con afecto.
-Usted para mí es como una madre, mademoiselle.
Laura dejó escapar un sollozo. Volvieron a abrazarse. Luego, Anabel habló:
-Sabe, mademoiselle…
-Me gustaría que me llamaras Lorelle…
-Pero…
-Por favor… -musitó Laura apretándole las manos.
-Está bien, Lorelle. –Le sonrió-. Hoy, Álvaro… -Carraspeó-. El doctor Osuna… -Laura hizo ademán para que prosiguiera-. Me ha dicho que me ama… -Se ruborizó-. Y yo le he aceptado, pero tengo miedo de que su familia no me…
-Me alegra mucho saber que Álvaro y tú os queréis porque él me parece una persona íntegra y honorable –acarició el rostro de su hija-, cuando ellos te conozcan, te adorarán.
-Pero yo no soy nadie, Lorelle.
-Eres Anabel y si él te quiere luchará por vuestro amor. No te sientas nunca inferior a nadie, hija. Nunca.
-Le haré caso, Lorelle.
Laura le sonrió y la joven le devolvió la sonrisa. Anabel le preguntó:
-¿Va a mediar para que Gonzalo y Margarita se reconcilien?
-Sí. Voy a hablar con ella. No es justo que sigan separados por culpa de esas dos mujeres.
Anabel asintió. La acompañó hasta la puerta. Laura se giró y volvió a hablarle:
-Me encantaría que conversáramos más a menudo y que me confiaras tus ilusiones, tus sueños, tus preocupaciones… Todo. Yo trataré de ayudarte, siempre.
-Gracias, Lorelle. No sé el porqué, pero cuando estoy a tu lado desaparecen todos mis miedos.
Laura la abrazó.
-Siempre estaré a tu lado.
Se miraron con los ojos brillantes.
-¿Quieres que lleve la medalla al joyero para que repare el cordón?
-No se moleste, Lorelle, pero estoy ahorrando algunas monedas para llevarla yo. Así me siento más cerca de mi madre. ¿Me comprende?
-Te comprendo, hija. Se hará cómo tú lo has decidido.
-Gracias.
Laura se despidió de Anabel con un abrazo afectuoso y después se dirigió a la casa de Catalina…
#470
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
12/12/2012 15:58
Satur se acercó a la escuela, ya que Gonzalo se había marchado de la casa antes de que él se levantara de su cama. Los niños jugaban en el callejón. Sus risas y sus juegos le hicieron sonreír, pero la sonrisa desapareció de sus labios al entrar en el aula. Su amo se encontraba sentado en su silla con un libro abierto por una página; sin embargo, la mente de Gonzalo se hallaba en otro lugar… Dos surcos violáceos se marcaban debajo de sus ojos, la tristeza anidaba en éstos. “Otra noche que ha pasao sin dormir…”, se dijo el criado con gesto preocupado.
-Amo… -musitó para llamarle la atención.
Gonzalo le miró y suspiró.
-Satur, ¿has hecho los recados que te comenté anoche?
-Sí. Le compré la tinta, los pergaminos esos que me pidió y le encargué al librero los libros que usted quiere.
-Gracias.
Saturno García asintió y, acto seguido, se sentó en uno de los escabeles que utilizaban los alumnos.
-¿Adónde fue tan temprano?
-Al lago.
-¿Al lago con el frío que hace?
-Estuve practicando mis ejercicios allí, y después me acerqué a la casa de Catalina.
-¿Y…?
-Nadie me abrió.
-¿Qué nadie…? Qué extraño, ¿no?
Gonzalo cerró el libro que, presuntamente, había estado leyendo y se puso de pie. Se giró y borró con un lienzo las frases que había escrito en la pizarra. Satur bajó la cabeza unos segundos al suelo. Le dolía verle así. Le habló de nuevo:
-Estuvo el doctor Álvaro en la casa… -Gonzalo le miró. Satur continuó-. Me parece a mí que la señorita Anabel y él… -Hizo un gesto como si se deslizara un imaginario anillo en uno de sus dedos-, que están enamoraos…
-Me alegro por ellos. Álvaro es una buena persona y Anabel también.
El silencio se personó durante unos minutos en la estancia. Saturno García lo rompió al preguntarle:
-Entonces, ¿no ha podio ver a la señora?
-No, ni a Alonso tampoco.
-Su chiquillo está en un plan que…
Gonzalo volvió a sentarse en su silla y contestó a su amigo:
-Comprendo la actitud de Alonso.
-¿Qué le comprende? Pues permítame que le diga que yo no. El comportamiento de su hijo con usted es egoísta.
-Alonso quiere mucho a Margarita…
-Todos la queremos, amo. -Gonzalo le miró, arqueando las cejas. Satur carraspeó y le dijo-: Usted más que nadie. El afecto que yo le tengo es familiar, no vaya a creerse otra cosa…
El maestro sonrió y le golpeó, afectuoso, el brazo izquierdo.
-Lo sé, Satur.
-Alonsillo no se está portando bien y a mí me duele verle así, con esa cara de angustia.
-Alonso está en una edad complicada, Satur.
-Ya… Usted que no quiere saber ná de la Iglesia y al final lo harán santo y todo.
Gonzalo volvió a sonreír. Luego se llevó las manos a la cara y suspiró. Satur le preguntó:
-¿Qué va a hacer?
-Insistir hasta que Margarita y mi hijo me crean.
-Pues aquí me tiene pá lo que sea. Si tengo que dormir junto a la puerta de Catalina, lo haré.
Gonzalo le dio varias palmaditas en la espalda.
-Gracias, amigo. Sé que puedo contar contigo.
Satur y el héroe de la Villa se sonrieron. En aquellos difíciles momentos que estaban pasando en la casa de los Montalvo, ambos sabían que la lealtad y el cariño nunca les abandonarían.

Continuará... Besos a todas. MJ.
#471
littlenanai
littlenanai
12/12/2012 20:03
Me encanta!!! Me he emocionado hasta yo con la conversación de Laura y Anabel :) espero que Anabel pueda confesar pronto a sus hijos la verdad :) sigue así, un beso!
#472
Kaley
Kaley
14/12/2012 18:23
bravo como te echaba yo de menos ...

Huy me da que la medallita la va a liar parda, jajaja, si quien yo se la ve va a atar algunos cabos guiño

Gracias por el relato, aquí te seguimos con cariño e impaciencia ...
#473
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
17/12/2012 22:06
¡¡¡Buenas noches, guapas!!!

Littlenanai, Kaley... muchas gracias a las dos. Sois unos soletes, amigas. Me alegro de verdad que os guste "Confía en mí". Os cuelgo ahora mismo la continuación. Besossssssssssssssssssssssssss, MJ.
#474
MJdeMontalvo
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17/12/2012 22:07
CONFÍA EN MÍ

Laura de Montignac suspiró antes de llamar a la puerta de Catalina. Gonzalo era un hombre centrado y poseía unos nervios de acero, pero ella temía que las desavenencias con Margarita le originaran problemas en su papel de héroe. Por eso tenía que hablar con su nuera y convencerla de que nada de lo que había visto era cierto. Sin embargo, fue Alonso el que la recibió. El niño dejó el rastrillo de barrer en un rincón del salón.
-¡Mademoiselle! ¡Qué alegría verla por aquí!
-Alonso…
Abrazó a su nieto. Luego le miró a los ojos. Esos ojos color miel que había heredado de los Montignac. Le besó y después le dijo con dulzura:
-Alonso, te estás comportando como un niño malcriado. Tu padre no merece que le trates así, ¿no crees?
La expresión alegre abandonó su rostro. Alonso frunció el ceño y la miró con fijeza.
-Ha engañado a mi tía. Ella es como mi madre, si la pierdo… me muero.
Laura le acarició con ternura.
-Nadie se muere por perder a otra persona, Alonso. Sientes tristeza, lloras, piensas que no podrás soportarlo, pero luego la vida te regala otras cosas… El tiempo lo cura todo.
-Pero…
-Tu padre y Margarita lo están pasando muy mal y no es justo que tú siembres ortigas entre los dos, ¿no crees?
-Él dijo que siempre la amaría…
-Y así es.
-¿La quiere y se acuesta con otra?
-¿Tú les has visto? –Alonso parpadeó-. No, ¿verdad? Te lo han contado como a mí, pero yo no lo creo. Tu padre es un hombre de principios y ama a tu tía tanto como a ti. –Su nieto movió los labios con intención de decirle algo, pero las palabras murieron en su boca. Laura prosiguió-. En este mundo, hijo, existe la maldad y hay hombres y mujeres que disfrutan haciendo daño. A tu padre le han puesto una trampa, no sé el porqué ni con qué intención, pero han conseguido lo que se proponían: separarle de Margarita. Nosotros, que les apreciamos y les queremos, tenemos que ayudarles para que vuelvan a estar juntos, ¿entiendes?
Alonso se aclaró la garganta antes de responder:
-Mi tía no está… Catalina me dijo que llegaría tarde porque está trabajando en palacio…
-¿En palacio?
-Sí.
Laura arrugó el entrecejo. “¿Por qué había vuelto a aquel lugar?”, se preguntó extrañada. Alonso siguió hablando:
-Mi tía quiere que regrese a mi casa…
-Estoy de acuerdo con Margarita.
Su nieto suspiró.
-Pero ella no va a regresar, la conozco. No va a perdonarle…
-Bueno, trataremos de que eso no ocurra. –Le sonrió-. Te prometo, Alonso, que mediaré entre ambos. Tú les necesitas, pero ellos también a ti. Sois una familia y eso es lo más importante.
Alonso carraspeó antes de preguntarle:
-¿Y qué le digo a mi padre?
-¿Tú que sientes por él?
-Yo… Yo le quiero.
-Pues díselo.
Laura le volvió a sonreír y después le acarició las mejillas tiznadas de ceniza.
#475
MJdeMontalvo
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17/12/2012 22:08
Gonzalo llegó a la casa y se sorprendió al ver a su hijo. Satur arqueó la ceja izquierda, a modo de advertencia, pero él se sentó junto a Alonso, que se calentaba las manos cerca del fuego.
-Hijo…
Alonso le miró con gesto serio.
-Me han obligado a volver, no lo hago por gusto.
-Este niño es de ideas fijas y mollera dura… -dijo Satur tocándose la cabeza varias veces.
Gonzalo le hizo una señal para que se callara y el postillón le obedeció.
-Entiendo tu postura.
Alonso le miró sorprendido.
-¿La entiendes?
-Sí. Pero yo te juro, Alonso, que soy inocente. La marquesa y esa otra mujer lo han planeado todo. Tu tía vio lo que ellas querían que viera y por culpa de ese malentendido ahora estamos así. Tú y ella sois lo más importante que tengo en mi vida… Os quiero muchísimo a los dos.
Satur volvió a intervenir:
-Y yo reafirmo lo dicho por tu padre.
Gonzalo le miró y le sonrió. Saturno García le correspondió. Luego se acercó hasta donde se hallaban Gonzalo y su hijo.
-Alonsillo, ¿tú crees de verdad que tu padre ha engañado a tu tía? –Él parpadeó. Satur prosiguió, tras posar sus manos en los hombros del niño-. Eres aún muy joven, pero cuando te enamores comprenderás lo que ahora te estoy diciendo. Ese día sabrás que esa mujer será la única a la que podrás amar, ninguna otra tendrá ningún significado para ti; aunque te ofrezcan un reino, oro, poder… –Gonzalo sonrió a su escudero-. Eso le pasa a tu padre, Alonso, que sólo ve por los ojos de Margarita… Ella lo es todo para él.
Alonso miró a su progenitor, que asintió.
-Nunca la traicionaría, hijo.
Alonso dejó escapar un sollozo. Luego se abrazó a Gonzalo, que le besó emocionado.
-Lo siento, padre, lo siento…
-Te quiero, Alonso.
-Y yo a ti.
Satur alborotó los cabellos del niño con los ojos humedecidos.
-Bueno, voy a poner el caldito en el fogón que si no hoy no cenamos…
Alonso y Gonzalo le sonrieron.
#476
MJdeMontalvo
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17/12/2012 22:08
Hernán observó desde una de las tapias del cementerio cómo sus hombres desenterraban las cajas de los sepulcros. No le agradaba aquel escabroso trabajo que le había encomendado el cardenal Mendoza, pero tenía que seguir actuando como siempre para que él no sospechara y le confiara sus próximos planes. En cuanto a la duquesa de Cornwall… Sonrió. Había comprobado que Beatriz se sentía atraída por él. Se aprovecharía de aquello para descubrir lo que realmente le interesaba: la relación de los Lancaster con Laura de Montignac.
Miró hacia el azabachado firmamento. La luna se ocultaba entre jirones de nubes, el frío helaba las hojas y el viento transportaba entre sus gélidos suspiros los aullidos de los perros que parecían intuir lo que estaba sucediendo en el camposanto. El Comisario se frotó las manos. Pedro se acercó hasta donde se hallaba su jefe.
-Ahí no hay nada, señor… -Señaló las tumbas que sus hombres volvían a cubrir con la tierra-. El cáliz no aparece por ningún lado.
-¿Estás seguro?
-En las fosas de los mendigos no se encuentra, señor.
Hernán se alzó el cuello de la casaca.
-¿Y si la mujer se marchó de la Villa? –le preguntó Pedro a su superior.
-Reza para que no lo haya hecho. Si está viva, como parece, debe estar oculta en algún sitio. ¿Dónde se escondería una pordiosera?
-En los arrabales de la ciudad.
Hernán le sonrió.
-Bien, Pedro. Mañana haremos una visita a esos lugares.
-¿También a la Cañada?
-¿No se encuentra ese barrio en extramuros?
-Sí, señor.
-Entonces, ¿para qué me preguntas algo tan simple?
Pedro bajó la mirada al suelo. Hernán acarició a su caballo, que bufó nervioso. Lo tranquilizó con palabras cariñosas y después se montó en la imponente cabalgadura.
-Diles que terminen rápido. El sepulturero comienza su jornada dentro de media hora.
-Sí, señor. Así lo haré.
El Comisario se marchó del cementerio. Su lugarteniente instó a los soldados para que éstos acabaran pronto con aquel encargo.
#477
MJdeMontalvo
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17/12/2012 22:09
Lucrecia oyó los pasos de Hernán. Se levantó del lecho. Se puso una bata y salió de su alcoba para encontrarse con él.
-¿De dónde vienes tan tarde?
-Soy el Comisario de la Villa, Lucrecia, y como comprenderás tengo muchas responsabilidades.
-Siempre arrastrando ese pésimo humor por los salones de mi palacio.
Hernán entró en el salón principal y se sirvió una copa de Borgoña. Tomó un sorbo y exclamó, brindando al aire:
-¡Excelente!
La marquesa de Santillana cruzó los brazos enfadada y luego le preguntó:
-¿No vas a decirme en qué negocios estás metido ahora?
-¿Tú me comentaste algo de lo que planeaste con la duquesa de Cornwall?
-No sé a qué te refieres…
-¡Claro que lo sabes, Lucrecia! Esa maquinación para acabar con el matrimonio de tu querido Gonzalo. –Chasqueó la lengua antes de proseguir-. Lo que no entiendo es qué tiene que ver en todo ese asunto la ahijada de Mendoza, ¿se enamoró también del maestro? –le inquirió con sarcasmo.
-¿Te molestaría eso, Hernán?
-¿A mí? ¿Por qué tendría que molestarme?
-Porque siempre le has tenido unos celos terribles a Gonzalo de Montalvo… -Le sonrió, acercándose hasta él-. No le soportas y si tuvieras la oportunidad de cortarle el cuello lo harías, ¿verdad?
-Ese imbécil a mí no me quita el sueño, pero veo que a ti Margarita Hernando te sigue ocasionando dolores de cabeza y pesadillas… ¿Estoy en lo cierto, querida?
Lucrecia le miró con dureza; sin embargo, su expresión cambió al susurrarle al oído:
-Margarita no volverá a incomodarme con su presencia, Hernán. –Suspiró-. Siempre consigo lo que me propongo, querido, ya deberías saberlo… -Le rozó, provocativa, el labio inferior con el dedo anular de la mano derecha.
Él asió la muñeca.
-Espero que no hayas cometido ninguna locura, Lucrecia. No me gustaría tener que llevarte al patíbulo…
-¿Lo harías, Hernán? –Le sonrió maquiavélica-. Recuerda que soy la madre de tu hijo… -murmuró y luego le besó con fiereza.
Hernán se separó de ella.
-Esta noche no me apetece dormir con una loba en celo, prefiero descansar junto a mi mujer.
Lucrecia le quitó la copa y se la arrojó a la cara.
-¡Eres un estúpido!
Hernán Mejías no movió ni un solo músculo de su rostro. La marquesa se giró y con paso arrogante se marchó del salón.
#478
MJdeMontalvo
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17/12/2012 22:09
Margarita sonrió a la señora Manuela, que atizaba con un espetón el fuego.
-Buenos días…
-Buenos días, hija. ¿Cómo has dormido?
-He dormido a ratos, señora Manuela.
-Bueno, seguro que esta noche descansarás mejor.
-Sí, puede ser.
-¿Te apetecen unas gachas recién hechas?
Margarita asintió.
-Lo crea o no hoy me he levantado con pocas náuseas y tengo apetito.
-¡Eso es una buena señal, ya están de paso!
-¡Dios le oiga, señora Manuela! No sabe usted lo mal que lo he pasado últimamente.
-Me lo imagino, hija. ¿De cuánto tiempo estás?
-De dos meses.
Manuela sonrió.
-¿Así que le alumbrarás en el mes de julio?
-Sí, con las calores del verano.
Margarita se acarició el vientre y sonrió.
-Ya verás cuando tu abdomen comience a crecer y le sientas. El vínculo que habrá entre tu hijo y tú será indestructible, pase lo que pase.
-Ya le amo, señora Manuela.
-Lo sé, pero cuando le tengas en tus brazos, le acaricies, le des de mamar… Todo eso es maravilloso.
El rostro de Margarita se entristeció.
-Mi bebé es fruto del amor, señora Manuela… Su padre y yo… -No pudo continuar.
La anciana se arrimó a la mesa y le dijo con ternura:
-Catalina se acercará el viernes… Si no quieres seguir ocultándote, díselo. Ella acudirá a tu marido y él vendrá a por ti.
-No. Ahora no me siento con fuerzas para enfrentarme a Gonzalo… No puedo… -musitó, llevándose las manos a la cara.
-Entonces piensa que estos meses pasarán rápido y que tienes que estar fuerte para traerle al mundo –le dijo con una sonrisa en los labios-. Tu hijo te lo agradecerá.
Margarita suspiró. Manuela se acercó hasta el mueble que utilizaba como aparador. Cogió un cesto grande y luego otro más pequeño.
-¿Adónde va usted?
-Al bosque. Necesitamos leña y también voy a buscar hierbas medicinales, bayas y nueces.
Margarita se puso de pie tras terminar de desayunar.
-La acompaño.
-Hace mucho frío, hija, y en tu estado…
-No estoy enferma, sólo voy a ser madre.
Manuela López rió.
-Tienes razón, Margarita. Estar encinta no es una enfermedad; al contrario, es una gran alegría.
-Sí. –Le sonrió ella.
-Abrígate bien y coge la cesta más pequeña. He recordado que por el camino de la vereda hay unos hongos comestibles que son exquisitos. Los guisaremos esta noche y los comeremos con un poco de queso.
-Se me hace la boca agua…
Las dos mujeres se sonrieron. Luego salieron al exterior y se encaminaron hacia el bosque.
#479
MJdeMontalvo
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17/12/2012 22:10
Gonzalo acababa de desayunar cuando Satur irrumpió atropelladamente y con la cara desencajada en la casa. Alonso y Anabel le miraron extrañados. El maestro arqueó las cejas.
-¿Qué te pasa, Satur? –le preguntó el niño con la cuchara suspendida en el aire.
-Ná que el Nicasio se ha caío y se ha partío la cara… Tiene toda la camisa manchá de sangre y… Vamos, que está hecho un Cristo –dijo, santiguándose.
-¿Y por eso te pones así? –le volvió a preguntar Alonso.
-Es que yo no puedo ver tanta sangre junta…
El hijo de Gonzalo soltó una carcajada. Anabel le reprendió:
-No debes reírte de la desgracia de ese pobre hombre, Alonso.
-No, si yo no me río de Nicasio… Es que me ha hecho gracia cómo lo ha dicho Satur.
-Este niño… -murmuró el criado tras asir el brazo de Gonzalo, que le miró fijamente-. Amo, que tengo que comentarle algo en privao… -Le señaló la habitación con un gesto apremiante.
-¿Le ha pasado algo a mi tía? –inquirió Alonso poniéndose de pie.
-No, tu tía está bien. Lo que le tengo que decir a tu padre son cosas de hombres.
Gonzalo le acompañó al cuarto y cerró la puerta.
-¿Qué pasa, Satur?
-Amo, que he estao en la Plaza de la Paja pa encargársela al Demetrio y resulta que me he enterao que los hombres del Comisario están en los barrios más humildes de la Villa buscando algo o a alguien. Imagínese lo que harán en las casas de esos pobrecillos…
-¿Por qué?
-Pues nadie sabe ná. Sólo que se llevan a algunos arrestaos y a otros les dejan más pobres que antes. Esos desgraciaos… -farfulló con enojo.
-Tengo que ir…
-¡Lo mismo he pensao yo! Águila Roja tiene que ayudarles.
Gonzalo asintió.
-¿Dónde están ahora?
-Demetrio me dijo que iban hacia la Cañada.
-Prepara a Viento y llévalo al lugar de siempre.
-¿Qué le digo a su hijo? Porque con lo preguntón que es…
-Dile que he tenido que hacer un recado urgente.
Satur salió de la habitación e hizo lo que Gonzalo le había sugerido. Él subió rápidamente a la guarida y se cambió de ropa.
#480
MJdeMontalvo
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17/12/2012 22:11
Los gritos en la Cañada se mezclaban con la incomprensión de los vecinos, las pocas pertenencias esparcidas por los suelos y el enfurecimiento de los guardias del Comisario que, impertérrito y desde su corcel, observaba cómo sus hombres apaleaban a los que querían impedir aquella tropelía. “¿Por qué nos hacen esto?”, preguntaron algunos ancianos asustados. “¡Nosotros no tenemos nada!”, gritaban otros. Nadie les respondió. Pedro empujó a Pascual, que trató de proteger a su esposa, pero ésta se cayó y se hizo una brecha en la cabeza. La sangre manó abundantemente de la herida.
-¡Malditos! –masculló el amigo de Manuela con rabia. El lugarteniente de Hernán Mejías le asestó un puñetazo en el estómago. Pascual se encogió, dolorido, mientras María lloraba desconsolada.
-¡Viene el Águila! –gritó un niño señalando la vereda.
Hernán miró hacia aquel lugar y su expresión demudó. Verle, aunque fuera en aquel instante para enfrentarse a sus hombres y a él mismo, le provocaba una emoción que no podía definir. Águila Roja era su hermano y ahora todo era distinto. El Comisario bajó de su caballo y vio cómo el héroe de la Villa saltaba desde la grupa de su cabalgadura y corría hacia los dos soldados que le salían al encuentro. Con un impulso giró la cintura y proyectó el golpe del pie de forma lateral en el torso de uno de sus contrincantes. Éste mordió el barro. El otro joven siguió la misma suerte del primero. Águila Roja desenvainó la katana. Cuatro hombres le rodearon. Él les observó con detenimiento. Movió el arma con su habitual destreza. El sonido de la hoja rasgó el aire. Acto seguido, tres guardias gemían, heridos, en el suelo. El individuo que estaba a su izquierda le miró con gesto medroso. El enmascarado le sostuvo la mirada, luego el guardia sintió que su cuerpo contactaba con la abrupta tierra. En ningún momento vio cómo el héroe de la Villa doblaba su pierna derecha como un resorte ni tampoco percibió el ligero movimiento de la cadera con el que proyectó el golpe del pie. Sus gemidos de dolor se mezclaron con los de sus compañeros. Los vecinos de la Cañada le aclamaron. Hernán se adelantó unos pasos. Quería hablar con él, preguntarle dónde podían verse… Ambos tenían que conversar sobre su madre, Agustín, aquel padre que les había negado el afecto… Sin embargo, otros soldados se le adelantaron y atacaron al Águila. Hernán se quedó junto a un grupo de habitantes del humilde barrio que, tan fascinados como él, contemplaban la velocidad con la que éste se movía entre los contendientes parando los golpes y lanzando a su vez aquellas patadas increíbles que les desestabilizaban. Pedro bramó, encolerizado, asió su espada y deseó acabar con la vida de aquel ídolo de masas que tantas veces le había derrotado y humillado. Águila Roja paró su envite con la katana. El héroe y el subalterno de Hernán Mejías lucharon cuerpo a cuerpo durante varios minutos. Los hierros chirriaron. Pedro dio un traspié, recuperó el equilibrio, pero segundos después sintió que su brazo derecho crujía. Su grito estremeció al viento. El lugarteniente del Comisario perdió el sentido. El héroe envainó su arma y, con sus manos en posición de ataque, observó a los dos únicos soldados que quedaban frente a él, éstos le miraban con el miedo asomándose a los ojos.
-¡Marchaos! –gritó el Águila. Y estos huyeron.
Hernán no les reprochó nada cuando pasaron por su lado. El Comisario encaminó sus pasos hacia el lugar donde se hallaba su hermano. Se miraron.
-¿Por qué atacáis a estas personas? ¿Qué os han hecho? –le preguntó enojado.
-Alguien muy poderoso busca algo…
-¿En este barrio? -Frunció el ceño-. Los pobres no tienen nada que ofrecer a los nobles. La mayoría de las veces se humillan ante éstos.
-Te equivocas… En los lugares más insospechados se pueden encontrar tesoros…
Águila Roja parpadeó.
-¿Has preparado esto para hablar conmigo?
-No. Pero es cierto que tenemos muchas cosas que…
-No es el momento.
-Lo sé. ¿Dónde podría verte? Yo necesito…
En ese instante, Pedro recuperó la conciencia. Soltó un grito al intentar mover el brazo roto. El Comisario y el Águila le miraron. Hernán musitó:
-Golpéame…
-¿Qué…?
-Pedro tiene que ver que me…
Hernán no advirtió el movimiento de manos. Cuando quiso darse cuenta se encontró en la polvorienta superficie y su ojo izquierdo palpitaba y comenzaba a hincharse. El héroe cabalgaba ya por la vereda cuando el Comisario se irguió. Una pluma roja se posó en su mano.


Continuará... Espero que os siga gustando "Confía en mí". Besosssssssssssssssssssssssssssss, MJ.
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