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Confía en mí

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#0
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
05/06/2012 21:17
¡Hola, Aguiluchas!

Vuelvo a colgar este mensaje, porque no sé qué ha pasado. Se ha perdido en el ciberespacio... Je,je,je... Bueno, os decía en el anterior que estoy escribiendo esta historia de Gonzalo y Margarita, que he titulado Confía en mí. Una frase que el Amo dice habitualmente. Al principio pensé en centrarme sólo en el CR, pero después me he picado y como le dije a Mar, iré introduciendo personajes para dar más intensidad a la trama. ¡Jó parezco una guionista de la serie! Je,je,je... Iré colgándola poco a poco. Espero que os guste y que disfrutéis tanto como yo al escribirla. Me he basado en algunas imágenes que nos pusieron de la ansiada 5ª temporada, pero el resto es todo, todito de mi imaginación. A ver si los lionistas se pasan por aquí y cogen algunas ideas... Je,je,je. Bueno, allá va... Besitos y con Dios. MJ.

Ya sé lo que pasó. Hay mucho texto y no lo podía colgar... Bueno, aquí os dejo las primeras líneas. Besitos a tod@s. MJ.
#61
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
16/06/2012 17:29
Por unos segundos, la mujer que un día se creyó la reina de las Españas, se vio reflejada en la figura y dulzura de aquella joven criada. Anabel salió del cuarto. Laura suspiró y a su mente acudieron palabras e imágenes del pasado. Un pasado que no podía olvidar…

“Su hija acababa de nacer. Agustín estaba a su lado, y también el carcelero. El monje le hizo una señal para que les dejara a solas.
-Tienes que hacerlo, Laura. Por tu bien y por el de la niña.
-¿Por mi bien, Agustín?... -Su rostro estaba desencajado por el sufrimiento. La desesperación se masticaba en el ambiente cuando ella volvió a hablar-. ¿También me la queréis quitar a ella? –gritó-. ¡No, no lo voy a permitir! –Abrazó a su pequeña, que la miró con sus grandes y expresivos ojos, tan hermosos como los de su abuela Regina, la madre de Laura de Montignac.
-Laura, yo…
-Me habéis quitado a mis hijos, mi vida, mi posición… ¡Todo! Y tú, Agustín, me engañaste. Sabías la verdad y me engañaste…
El monje bajó, compungido, la cabeza.
-Cumplía órdenes…
-¡Tú servias a mi padre, a mi estirpe, y te vendiste a él! Tu es un traître!
Agustín no pudo contestarle porque verdaderamente se sentía un traidor.
-Mi niña es lo único que tengo… -gimió, besando su cabecita.
-Te prometo que estará bien.
La hija de Philippe de Montignac le miró con dureza.
-¡Igual que Hernán y Gonzalo! –exclamó, alzando la cabeza con orgullo.
-Tus hijos, Laura, están vivos y ya se han convertido en unos hombres. Hernán tiene diecinueve años y vive por y para la milicia. Gonzalo ha cumplido trece años y sueña con viajar y convertirse en un defensor de los desdichados. Si la Logia supiera que viven, te aseguro, Laura, que irían a por ellos. ¿Quieres que ocurra eso?
La dama francesa negó con un movimiento de su cabeza.
-Pero tú me dijiste que mis hijos vendrían conmigo a Francia. Que la separación sería temporal, por eso acepté mi falsa muerte y…
-Lo siento, Laura. ¿Por qué tuviste que volver y presentarte ante él? ¿Por qué intentaste acabar con su vida? Te podría haber matado, ¿sabes?


-¡Tú eres un traidor! (N. de la A)
#62
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
16/06/2012 17:30
-Solamente volví por Hernán y Gonzalo. Por eso me entregué de nuevo a él y me convertí, yo que soy su esposa, en una de sus amantes… Por eso soporté sus caricias y sus besos…
-Laura…
-¡Regresé por mis hijos, Agustín! –gimió-. ¡Los hijos que él me arrebató y a los que ha convertido en nada! –manifestó con rabia-. Por las venas de Hernán, de Gonzalo y de Ana –miró a su bebé-, corre la sangre real de las Españas, pero si se supiera el linaje al que pertenecen…, los cimientos de vuestra Iglesia se resquebrajarían. -El monje bajó la cabeza al rocoso suelo-. ¿Sabes por qué no se ha atrevido a matarme, Agustín? Porque el miedo le atenaza. –Él volvió a mirarla-. El miedo siempre le acompañará y será su sombra, su enemigo, su maldición…
-¿Quieres que Ana crezca en este lugar? –le preguntó.
Laura miró a su alrededor. Las paredes de la cueva supuraban el frío de todos los tiempos, la oscuridad hacía temblar a los pabilos de las velas, el aire contaminaba a sus pulmones, el óxido de las cadenas torturaba a sus muñecas… “¡No, no quería esa existencia para su hija!”, se dijo. Besó a la niña y le cantó una antigua nana. Luego se quitó la medalla que había pertenecido a Regina de Montignac, su madre, y se la puso a su hija. Cuando se la entregó a Agustín, Laura dijo:
-Sólo te pido una cosa…
Él asintió.
-Prométeme, por mi padre, al que le debías todo lo que eres, que él no sabrá nunca que Ana es su hija.
-Laura no puedes pedirme eso.
-¡Prométemelo, Agustín! Ya tuve un hijo que murió pocos días después de su nacimiento… Ana también debe morir, igual que yo.
Agustín tragó saliva. Segundos después, dijo:
-Te lo prometo, Laura. Nunca lo sabrá.
El carcelero se acercó hasta donde ellos se encontraban. Unos sonidos guturales escaparon de su desdentada boca. Agustín movió su cabeza, y luego habló al mudo.
-El bebé ha muerto, ella lo ha matado. Está loca…
El hombre la contempló con sus ojos saltones, y luego se santiguó.
-Ten cuidado, yo vendré en cuanto pueda. Tu misión será protegerla con tu propia vida.
Laura giró la cabeza y miró fijamente al carcelero, que la observó con el miedo danzando a su alrededor. Mientras el guardián de sus hijos abandonaba el Pozo del Infierno con Ana en sus brazos, las lágrimas surcaron el macilento rostro de Laura de Montignac…”

-Señora, el baño ya está listo… -dijo Anabel tras entrar de nuevo en la habitación.
Laura suspiró al volver al presente. Miró a la criada y le sonrió.
-Gracias.
La joven le correspondió, y se prestó a ayudarla.


Continuará...

Besitos a todas. Disfrutad del finde. A más ver. MJ.
#63
Selene2
Selene2
18/06/2012 08:52
maaaaaaaaaaaaaadrrrrrrrrreeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

sin palabras me quedo.... eres brillante
#64
Kaley
Kaley
18/06/2012 10:53
Que interesante y que bien expresado, yo también quiero más ...
#65
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
18/06/2012 16:15
Besitos a las dos. Muakkkk.

Vuestros deseos son órdenes para mí... Je,je,je. Os cuelgo otro poquito. Besos y a más ver. MJ.
#66
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
18/06/2012 16:16
CONFÍA EN MÍ


Lucrecia de Santillana, su hijo Nuño e Irene esperaban al doctor en una de las salas del hospital universitario de Salamanca. Hoy era el día en el que se sabría si Hernán había recuperado la vista o, por el contrario, se quedaría ciego para siempre. Irene rezaba pasando las cuentas de su rosario. La marquesa contemplaba la ciudad a través de uno de los ventanales y Nuño se mantenía cabizbajo, pensando en el Comisario.
El galeno entró en la sala. Las tres miradas buscaron la suya.
-Doctor… -comenzó a decir Lucrecia.
-Marquesa, todo está preparado. ¿Si ustedes quieren acompañarme?
-Sí, iremos con usted. –Lucrecia se alisó la falda de su elegante vestido. Miró a su hijo y a la esposa de Hernán-. Nuño, Irene…
Los dos asintieron y se levantaron de las sillas de tijeras en las que se sentaban. Los ojos de la marquesa de Santillana se oscurecieron por la preocupación al caminar por los largos pasillos. Los rayos del sol se filtraban por las ventanas creando una atmósfera de irrealidad; el olor de la sangre, el de los orines y el de la podredumbre flotaban alrededor de ellos. Lucrecia se tapó la nariz con su pañuelo de seda para contener las arcadas y Nuño la imitó. Poco después, irrumpieron en la habitación donde Hernán Mejías esperaba, impaciente, que le desvendaran los ojos.
-Comisario… -comenzó a decir Nuño de Santillana.
-Nuño… -Sonrió al oír la voz de su hijo.
-Señor Mejías, vamos a empezar… ¿Está preparado?
Hernán movió su cabeza. Irene asió la mano que Lucrecia le ofreció. Las dos mujeres, cada una con sus propios intereses, deseaban que el Comisario se recuperase pronto. La sobrina del cardenal Mendoza no le quería, pero sabía que el poder que su esposo atesoraba le abriría las puertas de cualquier sitio. Los hombres como su tío y como Hernán manejaban los hilos de la corte; sin embargo, si ella jugaba bien sus cartas, todo cambiaría. La pérdida de su hijo la había convertido en una mujer más decidida y valiente. Aquel nefasto día Irene se prometió que lucharía por conseguir su libertad. En cambio, Lucrecia de Santillana amaba a Hernán, pero jamás lo reconocería delante de él. Su título, el apellido de su hijo, su riqueza, sus tierras… eran más importantes que el sentimiento que hacía latir a su corazón.
El médico empezó a quitar la venda que cubría la parte superior de la cabeza de Hernán. El silencio se personó en la habitación escoltado por el miedo y la inquietud. La brisa renunció a mecer las hojas de los árboles que le susurraban al amanecer; los pájaros, que gorjeaban en el antepecho de la ventana, elevaron el vuelo y hasta las campanas de la catedral enmudecieron en aquel instante. Poco a poco la gasa fue dejando al descubierto el semblante del Comisario, que mantenía los párpados cerrados con fuerza. El corazón de Lucrecia palpitó, desbocado, en su pecho.
-Abra los ojos, señor Mejías –habló el galeno.
Pero Hernán no le oyó. Su mente se hallaba muy lejos del hospital…
#67
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
18/06/2012 16:18
“Su madre le abrazaba y le cantaba una canción para consolarle. Mientras su hermano les observaba con sus grandes y expresivos ojos de color miel jugando en el suelo con sus caballitos de madera.
- Le Petit cheval blanc, porte-moi d'ici porte m'à mon peuple, où je suis né.
J'ai, ai, ai, tu n'as rien.
J'ai trois brebis dans une cabane.
L'une me donne du lait, l'autre me donne de la laine, un autre beurre pour la semaine.
Lève-toi Hernán et saisis la bougie que des petits anges parcourent, dans le chevet.
Hernán lloró y Laura le besó dulcemente.
-No pasa nada, mi amor. Eres muy valiente, el más valiente de todos los niños.
-¿Por qué estamos encerrados aquí, madre? Yo quiero salir afuera…
Laura acarició las llorosas mejillas de su primogénito. Luego hizo una señal a Gonzalo y el niño acudió hasta donde ellos estaban.
-Algún día, Hernán, podremos vivir junto a él.
-¡Le odio, madre!...
-¡No, Hernán, no digas eso! Vuestro padre nos quiere, pero unos hombres malvados quieren hacernos daño. Por eso nos oculta aquí.
-¿Por qué? –le preguntó Gonzalo.
Laura besó a su pequeño.
-No puedo decíroslo, hijos míos… Pero cuando seáis adultos comprenderéis cuanto os quiero, y el sacrificio que haré por vosotros.
Hernán la miró sin entender sus palabras. Gonzalo se bajó del diván y siguió jugando con sus juguetes.
-Madre…
-Prométeme, Hernán, que siempre protegerás a tu hermano y que le querrás tanto como yo os quiero a vosotros.
-Te lo prometo, madre, pero…
-Agustín nos ayudará, hijo. Confía en él.
El niño asintió.
-¿Quiénes son esos hombres que nos quieren matar, madre?
Laura suspiró. Hernán era un niño muy inteligente para su edad. No podía decirle la verdad, pero tampoco mentirle. Su voz sonó como los sonidos que emitía el arpa que ella punteaba cada día.
-Son discípulos del mal, hijo. Por eso tenemos que escondernos. Su guía nos desprecia y nos teme porque si se supieran algunas cosas, su mundo se tambalearía y dejarían de ser importantes para el pueblo.
-No te entiendo…
-Lo sé, mi amor. Pero no puedo decirte nada más.
Laura le sonrió y besó su frente. Se puso de pie y acarició con ternura su abultado vientre. Hernán la contempló, ensimismado, mientras ella se arrodillaba al lado de su hermano y jugaba con él…”


-Caballito blanco, llévame de aquí, llévame a mi pueblo, donde yo nací. Tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada. Tengo tres ovejas en una cabaña. Una me da leche, otra me da lana, otra mantequilla para la semana. Levántate, Hernán, y prende la vela que andan angelitos en la cabecera. Canción infantil francesa. Me he permitido una licencia literaria, he cambiado el nombre original de Juana por Hernán. (N. de la A).
#68
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
18/06/2012 16:19
-Doctor… -comenzó a decir Lucrecia al ver que Hernán no reaccionaba.
Nuño e Irene se miraron, inquietos.
-Cálmese, señora marquesa. Algunas veces los pacientes tienen estas ausencias…
-Pero…
-Señor Mejías, ¿me oye?
El Comisario sintió que alguien le tocaba el hombro izquierdo. Su respiración se aceleró. Los recuerdos se agolparon en el túnel del olvido, y aunque él intentó aferrarse a los resquicios del pasado, éstos se borraron de su mente. Un sollozo escapó de la garganta masculina.
-Madre… -musitó en un susurro.
Lucrecia aferró el mentón del hombre que siempre había estado a su lado.
-¡Hernán, abre lo ojos! –le gritó.
Él oyó la voz femenina y tragó saliva. Lentamente entreabrió los párpados. La luz, deslumbradora, le obligó a cerrarlos de nuevo. Sin embargo, Hernán Mejías había derrotado muchas veces a la muerte, a la desesperación, a la soledad… Ahora también vencería a la ceguera. Al principio, sólo vio cuatro figuras difuminadas en la habitación y sombras, pero después la vista se le aclaró. Los rostros de Lucrecia, de Nuño y de Irene le observaban con expectación.
-Os veo… -dijo, sonriente.
Lucrecia hizo ademán de abrazarle, mas Irene se le adelantó y ella tuvo que quedarse de pie, junto a la cama. Nuño se unió al abrazo.
-Comisario, yo sabía que te recuperarías.
-Nuño… -Le besó, emocionado.
El médico habló a la marquesa de Santillana:
-Si me lo permite, señora, el paciente necesita reposo. Demasiadas emociones pueden ser perjudiciales para él.
-Claro, doctor. –Lucrecia se dirigió a Irene y a Nuño-. Nos tenemos que ir. Hernán tiene que descansar.
#69
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
18/06/2012 16:20
El Comisario y ella se miraron. En ese instante el tiempo pareció detenerse. Lucrecia le sonrió y él le dijo con la mirada todo lo que sentía.
-Pronto estarás en casa, Hernán… -musitó, apretando una de las manos masculinas entre las suyas.
-Sí. Gracias por todo, Lucrecia.
La marquesa asintió y después retiró la mano.
-¡Vámonos! –articuló, tras aclararse la garganta.
-A mí me gustaría quedarme con mi esposo –dijo Irene, desafiándola.
-Ya has oídos al doctor, Irene. Hernán necesita…
-En el convento yo cuidaba a los enfermos, y según decía la madre superiora lo hacía muy bien. –La sobrina del cardenal Mendoza sonrió al médico-. Me encantaría, doctor, quedarme con mi esposo, si usted me lo permite.
-Por mí no hay ningún inconveniente, señora Mejías.
-Gracias.
Lucrecia sintió como si le clavaran un estilete en el corazón. Tuvo deseos de abofetearla, de arañar su dulce rostro hasta convertirlo en una grotesca máscara de sangre, pero se contuvo. ¡Ella era la marquesa de Santillana! Una noble jamás se humillaba ante otra. Irene nunca vería la decepción que sintió al oír las palabras del galeno. Alzó la barbilla con orgullo y luego manifestó:
-Como quieras, querida. ¡Vámonos, Nuño! Los esposos quieren intimidad… -Les sonrió histriónica.
Hernán vio cómo salía de la habitación: hermosa, desafiante, sin volver la cabeza… Irene suspiró sintiéndose vencedora de aquella invisible batalla.


Continuará...

Besitos, guapas, y a más ver. MJ.
#70
mitchie
mitchie
18/06/2012 23:50
por fin puedooo leerlaa ya he terminado los exámeneessss :D!! (Si no es hora) sigue en cuanto puedasss,que emotivo el momento de Hernannnn !!!
#71
Selene2
Selene2
19/06/2012 08:53
me alegro por tí Mitchie...


Uaoooooooooooooooooooo cada día que pasa y leo una nueva entrega, más me gusta.... me encantó la forma en que resolviste el tema de la diferencia de edad entre Irene y Gonzalo... un cuarto hijo... fantástica... y los recuerdos de Hernán, que afloran tras la operación... sigue, sigue... que estamos ansiosas...
#72
Kaley
Kaley
19/06/2012 09:33
confiaenmi
#73
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
19/06/2012 23:57
Mitchie, guapa, qué bien. Me alegro que ya terminaras y espero que pronto nos digas que has sacado unas notas fabulosas. Besitos y ya verás como continúa la historia... Je,je,je.

Selene, cielo. Me alegra que te esté gustando "Confía en mí". Lo del cuarto hijo es para mí la única forma de que la diferencia de edad entre Gonzalo y su supuesta hermana, Irene, no chirríe tanto. Por lo menos es lo que yo pienso, lo que hagan los guionistas de Águila Roja... Bueno, ahora os cuelgo otro poquito. Besos, guapa.

Kaley, preciosa. Miles de besos para ti desde la tierra de Juan Ramón Jiménez.

Os deseo felices sueños y que soñéis con cosas bonitas. Si una de ellas es el Amo, pues mejor... Je,je,je. A más ver. MJ.
#74
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
19/06/2012 23:58
CONFÍA EN MÍ

Gonzalo de Montalvo y su ayudante regresaban de una de sus incursiones en el Pozo del Infierno. Ambos habían estado buscando alguna pista que les condujese a Laura de Montignac o a sus orígenes, pero no habían hallado nada fiable.
-Entonces… ¿Qué va a hacer usted, amo cuando se case con Margarita? ¿Le dirá a la señora que usted es el héroe de la Villa? Le recuerdo que la guarida está encima de su alcoba, y ya que va a compartir el lecho con ella…
Gonzalo se desembozó y le interrumpió diciéndole:
-No sé aún lo que haré, Sátur. No quiero poner en peligro ni a mi hijo ni a Margarita. Cuanto menos sepan del Águila, mejor para ellos.
-Yo le entiendo, amo; aunque si usted sale todas las noches de misión, a Margarita no le hará ni pizca de gracia. La recién casada ya sabe usted lo que quiere… -Rió, provocando la sonrisa en el maestro.
-¿Crees que a mí me gusta vivir de esta manera?
-¡Pues no! Pero un malentendido lleva a otro y ese a otro y así sucesivamente, y ya sabe lo que pasó con la bucanera… -Como Gonzalo no dijo nada, Saturno García prosiguió-. ¡Que Margarita casi se fue a Viena! ¿Recuerda, amo?
-Sátur no empieces…
-Además, ¿cómo entraremos y bajaremos a la guarida?
-Por el tejado.
Saturno García soltó una risita nerviosa.
-¿Por el…? Para usted eso es muy sencillo, ya que vuela como un pájaro… Pero yo… Yo no tengo alas, amo, y no quiero abrirme la cabeza.
-No te preocupes, Sátur, ya lo solucionaremos. Ahora lo que más me preocupa es que no tenemos ninguna pista del paradero de mi madre… Ya han pasado varios meses desde que tú la viste, y nada. ¡No sabemos nada!
-Amo, ya verá que la encontraremos…
-No sé, Sátur. Cada día que pasa pierdo un poco más la esperanza, ¿y si sigue enferma o por el contrario ha…?
-¡Ni lo miente, amo! –profirió el fiel escudero del Águila Roja, santiguándose-. ¡Su señora madre está viva y cuando menos lo espere, la tendrá en sus brazos!
-Ojalá, Sátur. –Gonzalo miró hacia el horizonte y vio que empezaba a clarear-. Bueno, vámonos para la casa. Dentro de poco amanecerá. Quisiera desayunar con Alonso y Margarita.
Saturno García asintió y poco después todos compartían las gachas que el criado había preparado.
#75
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
19/06/2012 23:59
Luis de Ceballos sonrió a Laura cuando ésta irrumpió en el salón donde él desayunaba. El duque de Villalba se puso de pie y besó la mano de su amiga.
-Buenos días, Luis –dijo ella.
-Buenos días, Laura –le respondió el caballero ayudándola a sentarse en una de las altas sillas del comedor.
-¿Cómo te encuentras hoy, querida?
-Mejor. –Le sonrió.
-Discúlpame si ayer no pude estar contigo, pero tuve que ir a la Villa y tratar algunos asuntos importantes allí.
-Sé que eres un hombre muy ocupado, Luis. Es lógico que atiendas tus obligaciones. Además, una de las criadas fue muy amable conmigo, y no se separó de mi lado en todo el día.
Luis de Ceballos le sonrió.
-Anabel es una criatura muy dulce. Pensé que te agradaría su compañía. No sé porqué, pero me recuerda a ti.
Una sonrisa triste apareció en la comisura de los labios femeninos.
-Mi belleza se marchitó…
-Nunca dejarás de ser bella, Laura. Nunca.
Los criados sirvieron a la invitada del duque de Villalba el desayuno y luego salieron del comedor. Laura suspiró y le dijo:
-Quisiera pedirte un favor, Luis… -El hombre arqueó las cejas-. Necesito que me ayudes a cambiar de identidad.
El duque de Villalba la miró, sorprendido. El tenedor quedó suspendido en el aire a pocos centímetros de su boca.
-¿Una nueva…?
Su amiga de la infancia asintió.
-Para entrar en la corte y ser niñera del príncipe heredero no puedo llamarme Laura de Montignac. Mi nombre, Luis, es maldecido en algunas altas esferas del reino de las Españas.
-¿Por qué? Yo no lo entiendo. Tu padre siempre fue respetado en la corte y tu apellido es Grande de Francia.
-Lo sé, pero los tiempos cambiaron. Ya nadie recuerda a los Montignac.
-¿Quién fue el hombre que te hizo esto, Laura? –le preguntó a bocajarro-. ¿Quién osó hacerte tanto daño y…? –No pudo terminar la frase.
-Y convertirme en una sombra… -dijo ella-. No puedo decírtelo, Luis. Pondría en peligro tu vida.
-¿Tanto poder tiene ese malnacido? ¡Dime su nombre, Laura, y pediré audiencia al rey! Su majestad castigará su insolencia y su maldad.
-Luis… Sólo quiero tener una nueva identidad, sólo eso.
El caballero golpeó con rabia la mesa con los nudillos. Laura se echó hacia atrás asustada. Segundos después, el duque se había calmado y la miró con su habitual dulzura.
#76
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
20/06/2012 00:00
-Lo siento, Laura. Discúlpame, yo no suelo perder los nervios, pero tu situación, los sufrimientos que han mermado la calidad de tu vida…
Ella le sonrió y le apretó con cariño la mano que él le dio.
-Mi vida fue muy feliz hasta que le conocí. No sabes cuánto lamento haberme enamorado de él. Mis hijos son lo único que me mantienen con vida, Luis.
-¿Tus hijos? ¿Dónde están?
-No lo sé, Luis. Él me los quitó y luego renunció a darles el nombre y apellido que les correspondía por nacimiento.
-¿Me estás diciendo que ese hombre es casado, Laura? –le preguntó, asombrado.
-Se casó conmigo. Pero ahora no estoy segura de que la ceremonia fuera válida.
-¡Dios mío! El duque de Villalba se llevó las manos al rostro y suspiró. Laura asió el brazo de su amigo.
-Tuve dos hijos varones: Hernán y Gonzalo y una niña, Ana, a la que tuve que entregar nada más nacer… -Los ojos color miel de Laura de Montignac se humedecieron-. Mis hijos eran muy pequeños, Luis. Me presté a fingir mi muerte para salvar sus vidas. Ellos me prometieron que la separación sería corta, pero me engañaron.
-¿Ellos…?
-Él y alguien en el que yo confiaba… -Sollozó.
Luis de Ceballos dejó que ella ser recuperara y después le preguntó:
-¿Dónde estuviste todo estos años, Laura?
-Cuando me separé de Hernán y de Gonzalo volví a Francia, al château de mi madre. Allí esperé noticias; sin embargo, nunca llegaron. Pasaron los meses, los años y yo estaba desesperada. Un día decidí regresar y me presenté ante el padre de mis hijos. –Laura gimió-. Volvió a engañarme y nació mi pequeña. Luego… He estado encerrada en varios lugares, enfermé y el carcelero que me custodiaba se apiadó de mí y decidió liberarme.
-¡Es horrible! –La abrazó y ella se dejó acunar en sus fuertes brazos-. ¿Cómo pudieron hacerte eso, petit rossignol? ¿Por qué…?
Laura le miró fijamente.
-Mi familia tiene secretos, Luis. Secretos por los que algunos hombres matarían.
-Laura…
-No puedo decirte nada más, Luis. No quiero que tu vida corra peligro. Eres mi amigo, mi hermano, mon aigle…
Luis de Ceballos suspiró.
-¿Por qué quieres entrar en la corte?
Laura se enjuagó las lágrimas que surcaban sus macilentas mejillas.
-Quiero vengarme y sólo lo conseguiré si entro en el palacio real.
El duque frunció el ceño.
-¿El padre de tus hijos vive en la corte?
-Sí. Yo tengo una ventaja sobre él: nunca me reconocerá.
-Pero… ¿Es un ministro del rey? ¿Un familiar de su majestad?
-Él es el hombre que odio con todo mi ser. Le odio tanto que estoy viva gracias a ese sentimiento. Te juro, Luis, que le haré pagar cada uno de los años de encierro, cada día en el que me consumía en esa mazmorra, cada hora en la que no estuve con mis hijos. Por Hernán, por Gonzalo y por Ana me vengaré, aunque sea lo último que haga en mi vida.
Luis de Ceballos vio cómo Laura se llevaba el tenedor a la boca y cómo masticaba sin sentir temor por las palabras que acababa de pronunciar. La brisa de la mañana entró en la espaciosa estancia y movió los cortinajes de color escarlata.

Continuará...

Besitos a todas y con Dios. MJ.
#77
Selene2
Selene2
20/06/2012 08:36
De verdad que ya no sé qué decir....

Me ha parecido fantástica la idea del cuarto hijo... así como dices, sería posible...
#78
Kaley
Kaley
20/06/2012 11:15
Maravilloso MJ, magistral ...
#79
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
20/06/2012 23:35
¡Buenas noches, guapas!

Selene, Kaley, besossssssssssssssssssssssssssssssssssss a las dos. Os cuelgo otro poquito. Esto es un sinvivir no paro... Je,je,je.
#80
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
20/06/2012 23:37
CONFÍA EN MÍ

Margarita y Catalina recogían las mantelerías de palacio en uno de los muebles del salón comedor.
-¡Fíjate, Margarita, qué tejido! –exclamó el ama de llaves rozando con sus dedos la fina tela-. Hilos de plata y de oro han utilizado para éste y mira los bordados… ¡Ay, qué maravilla! Enamoraíca perdía estoy de estos manteles de Flandes… -musitó, tras suspirar.
La prometida de Gonzalo de Montalvo le sonrió mientras cerraba uno de los cajones del aparador donde se exhibía la vajilla y se guardaban los manteles.
-A nosotras nos toca lavarlos, plancharlos y guardarlos en los armarios. Si la marquesa viera alguna mancha o una quemadura de cera en éstos, se nos caería el pelo.
Catalina esperó a que el jardinero terminara de adornar los jarrones de cristal de Bohemia. La fragancia de las rosas pronto les embriagó. Ella inclinó levemente la cabeza para saludarle y el hombre le correspondió; luego salió del salón. Cata, pícara, golpeó el hombro derecho de su amiga, y le dijo:
-Sí, hija, la marquesa tendrá su palacio, su riqueza, sus tierras… Pero nunca va a tener algo que tú sí que vas a disfrutar...
Margarita arqueó las cejas.
-¡A Gonzalo, mujer! –profirió con la risa danzando en sus oscuras pupilas.
-Cata… -susurró la costurera con los brazos en jarra.
Catalina prosiguió:
-Gonzalo no tendrá muchos maravedíes, pero buena percha sí que tiene y eso a la marquesa le da más que rabia. Seguro que del coraje aún no se ha repuesto, y al ver lo enamoraícos que estáis el uno del otro… ¡Vamos, que el día de vuestra boda se la llevarán los demonios! –Rió.
-Mujer, que te van a oír…
-¡Pues que me oigan!
-¿Qué te ocurre, Catalina?
Lucrecia e Irene habían entrado en el comedor sin que ellas se dieran cuenta. La madre de Murillo se quedó sin saber qué decir. Fue Margarita la que habló:
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