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RELATO - Mi Destino Eres Tú.

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#0
MarGonz
MarGonz
25/08/2012 19:47
Hola chicas... cuanto tiempo.

Haber os traigo la continuación de mi relato ( un pelín extenso) jajjajajaja las dos primeras partes son idénticas a las anteriores pero con alguna modificación.. así que lo siento para las que hayáis leido el anterior, he ampliado un poco los diálogos..si os lo queréis saltar pues eso... intento resolver alguna cuestión que nos trae de cabeza..,la carta, Flandes antes o después, la boda con la hermana, la otra carta...jajajja vamos como a mi me hubiera gustado que sucediera.. AINSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS...

Ahí va.

**************
relato-midestinoerestu

Como es muy extenso y no puedo colgarlo todo creo que mejor os dejo el link.



capi 1 Mi DESTINO ERES TÚ


capi 2 recuerdos de Margarita


capi 3MArgarita se confiesa con el águila


capi 4 Gonzalo descubre un secreto


capi 5 Sátur descubre la verdad de la declaración de la carta de amor de Gonzalo.

Bueno ahí queda eso..

Nos vemos. Con Dios
#21
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:07
CAP 3- MARGARITA SE CONFIESA AL ÁGUILA ROJA


El Águila desmontó de su caballo y cogiendo a Margarita por la cintura la bajó también; la cargó sobre sus brazos y la llevó junto a una gran roca cerca del lago. La vista era preciosa, el cielo repleto de estrellas llenaban el infinito con sus destellantes brillos. Se sentó junto a ella reposando su espalda en la misma piedra donde reposaba la de Margarita.

—Pues tú dirás— dijo ella distendida.

— ¿Ves la inmensidad del cielo?

Margarita recordó esas mismas palabras que años atrás le había dicho Gonzalo y una tristeza asomó a su rostro. Permaneció unos instantes perdida en su , con su mirada fija en los astros. El Águila(Gonzalo) se dio cuenta de su tristeza.

— ¿Te pasa algo Margarita?

Ella tímidamente le miró.

—Me has recordado a una persona que una vez hace ya mucho tiempo en este mismo lugar me hizo la misma pregunta.

Él recordó y comprendió el sentimiento que reinaba en su interior y compartió aquella misma sensación en silencio.

—Te refieres a…

—Si, a esa persona que no puedo olvidar.

—Tu cuñado.

Ella asintió en silencio.

— ¿Has hablado con él?

— ¿Con él? —Se alteró— ¿y sobre qué? ¿Sobre su indiferencia?
¿Sobre su rechazo? ¿Sobre su traición?

—Lo siento, yo no quería…

Margarita comprendió que aquella agresividad que afloraba a su boca no podía dirigirla hacia aquella persona que siempre le había ayudado.

—Perdona… no puedo evitar irritarme cuando recuerdo lo ocurrido.

— ¿Quieres hablar de ello? ¿Quizá te haga bien y te sientas mejor? A veces, cuando explicamos nuestras preocupaciones a un amigo, estas se vuelven más livianas.

Ella le miró, suspiró

—Es imposible.

— ¿Qué es imposible? ¿Hablar con un amigo?

—Nada que tenga que ver con él— se arrebujó con su mantilla y preguntó— ¿Que es lo que querías que viera en este firmamento?
El Águila volvió al inicio de la conversación.

—Margarita, ¿que ves?

— ¿Cómo que qué veo?, veo estrellas, miles y miles de estrellas.

—Bien, esas miles y miles de estrellas, ahora mismo se ven muy pequeñas, casi insignificantes, parece que pudieras coger en tu mano un montón de ellas ¿verdad?

Margarita le miró, no entendía a que venía aquello.

—No me mires a mí, y sigue observándolas, hazme caso.

Margarita volvió a contemplar el infinito diciéndole.

— ¿A dónde quieres llegar? No entiendo lo que quieres decirme.

—Es muy fácil. A veces, las cosas que vemos tan claramente, tan tangibles, no son reales.

Margarita volvió a mirarle.

— ¿Me estás diciendo que las estrellas no existen, que no las estoy viendo?

—No—sonrió—claro que no. Te quiero decir que esas estrellas en realidad no son tan pequeñas como tú las ves — la miró a los ojos—. A veces, las cosas que vivimos, que incluso vemos con nuestros propios ojos, no son tales, el destino es muy caprichoso pero todo tiene su explicación.

Margarita sin dejar de mirar sus ojos, musitó.

—Ojalá fuera cierto eso que dices.

—Y lo es, Margarita.
#22
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:07
En el interior de Margarita una chispa le llegó al estómago, aquellos ojos, le recordaban tanto a Gonzalo, él seguía perdido en su mirada, ella rompió el momento.

— ¿Te puedo preguntar una cosa?

—Lo que quieras—respondió con temor ante la seguridad de la voz de Margarita—si puedo te contestaré.

— ¿Porque me besaste la última vez que nos vimos?

Él se quedó petrificado, no sabía que responder. No esperaba que Margarita fuera tan directa, tenía que reaccionar ante esa situación.

—Porque me recordaste a una persona y me deje llevar.
Ella le miró curiosa.

—Recuerda que yo también soy una persona con sentimientos igual que el resto de los humanos.

Ella sonrió.

— ¿Te molestó quizá?

Se ruborizó, pero el reflejo de la escasa luna no le dejó ver el color rojizo de sus mejillas.

—No, claro que no. Me sorprendió.

—A mi también, normalmente no me dejo llevar por impulsos.

Quizá sentí que lo necesitabas, estabas muy triste y…

—Sí, lo estaba y por su puesto por la misma razón. Por Gonzalo. Siempre Gonzalo.

Él calló.

—No puedes imaginar el dolor que me causa ese hombre y su recuerdo. El dolor, es igual de profundo al amor que todavía siento por él y que me desgarra el alma.

Sintió miles de punzadas en su pecho.

—No digas eso, un amor no puede causar tanto dolor.

—El mío, sí. ¡Está maldito!— Margarita empezó a llorar.
Sin saber qué hacer para consolarla solo supo preguntar.

— ¿Te encuentras bien?

—Sí, gracias—contestó dejando escapar de su corazón las lágrimas que caían sigilosas por sus mejillas.

La rodeo en sus brazos y dejo que se desahogara en su pecho, sabía que lo necesitaba habían sufrido demasiado. Él cerró los ojos queriendo compartir con ella aquel amor y aliviar aquel dolor. Dulcemente le acarició el negro cabello que brillaba a la luz de la luna, y levantando su rostro hacia él le dijo.
—Desahógate Margarita, saca ese dolor que llevas dentro, explícame, vacíate y te sentirás mejor.

Ella se separó de su pecho y se acomodó en el mismo lugar que antes.

—Todo empezó por ella. Y terminó con ella.

Él, no entendía nada.

— ¿Quién es ella?

—La señora, la gran Marquesa de Santillana. Lucrecia para los amigos, pues entonces era plebeya como nosotros y se suponía que éramos todos amigos.

— ¿Lucrecia de Santillana era plebeya?— debía fingir sorpresa.

—Sí, su padre tenía una cuchillería, junto a la casa de Catalina.

Él lo recordó como si hubiera sido ayer.

— ¿Y que tiene que ver ella con vosotros?—preguntó con aparente extrañeza.

— ¡Todo!, ¡lo tiene que ver todo! Gonzalo y yo…— se hizo un pausa—, éramos novios, éramos felices, nos queríamos muchísimo y nos prometimos amor eterno—un sollozo rompió sus palabras.

Gonzalo tras su embozo, permanecía en silencio, sentado junto a ella, repitiendo mentalmente aquellas palabras que había dicho Margarita «amor eterno» y recordando todo lo ocurrido. Suspiró esperando escuchar por primera vez en su vida la explicación de Margarita, la que nunca antes había querido escuchar. La voz desgarrada de Margarita le volvió a la realidad.
#23
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:08
— ¡Pero tuvo que ser ella! —y volvió el silencio tras un gemido—Yo era muy inocente y me deje convencer por ella, tenía que darle celos a Gonzalo, ya que últimamente estaba más por las espadas que por mí, más tarde comprendí que había sido una estrategia de Lucrecia, ella siempre ha estado enamorada de Gonzalo, pero entonces yo no sabía nada, y me dejé convencer. Iba a ser como un juego, Lucrecia había organizado el encuentro con un noble que se había encaprichado de mí. Así que fui a un pajar que había a las afueras de la villa y esperé a que aquel noble viniera. Estuvimos charlando un buen rato, yo tenía ganas de marcharme de allí para estar con Gonzalo, pero tenía que esperar a que llegara Lucrecia con él y entonces dejar que el noble me besara, ¡era un juego!... un maldito juego de niños.
—Por un momento Gonzalo estuvo tentado de huir de allí, de no seguir escuchando lo que Margarita estaba a punto de revelar, pero debía permanecer junto a ella, ahora le tocaba escuchar. —Lo que yo no sabía, era que Lucrecia había llenado la cabeza y el corazón de a Gonzalo de mentiras, diciéndole que estaba con el noble en el pajar de la manera más desalmada, le di o a entender que habíamos mantenido relaciones…—los sollozos le ahogaban las palabras que salían entrecortadas por el dolor de aquel recuerdo. Gonzalo con las mandíbulas doloridas por la presión de la ira contenida, continuó mudo, junto a ella — ¡y no había hecho nada! ¡Nada!

—Tranquila, tranquila…te creo.

—Tan solo le di un ligero beso en los labios. Pero ya era tarde, las palabras de Lucrecia habían hecho mella en él y sin escucharme ni dejarme hablar retó a duelo al noble y salió como una exhalación hacia la villa.

Gonzalo continuaba con la mirada fija en el húmedo suelo del lago. Lo recordaba todo, recordaba las palabras que como puñales le clavó Lucrecia en el corazón. Sentía una furia en su interior— «Maldita Lucrecia»—. Esas palabras que ella le incrustó en su cabeza llegando hasta su alma, serían las que le guiaran por muchos años más, pero ahora no podía hacer nada al respecto simplemente escuchar. Temeroso por la respuesta, le preguntó.

— ¿Y qué ocurrió?

Margarita le volvió a mirar.

—Le mató. Gonzalo mató al noble. Él nunca dejo que le explicara, no me escuchó, yo podía haber evitado aquella muerte y podíamos haber sido felices…. —lloró— Gonzalo y yo, nos íbamos a casar. ¡Dios mío! Porque no me hizo caso, porque no me escuchó. Si hubiera tenido a alguien como tú.

La miró sorprendido.

—Alguien como yo, ¿para qué? ¿Que podía haber hecho yo?

— Ahora mismo tú has dicho lo de las estrellas, si hubiera habido alguien que hubiera hecho ver el error, lo que tú me acabas de decir. Que nada es lo que parece….Haberle convencido para que hablara conmigo, para que recapacitara... Pero no, nadie intervino, y Gonzalo nunca me perdonó.

Margarita, suspiró y miro al infinito.

—La única y última vez que hable con él fue al día siguiente, el mismo día del duelo. Yo no sabía donde había quedado con aquel muchacho para el reto, ni a qué hora, así que hice guardia toda la noche frente a su casa, por si le veía y podía disuadirle, pero salió muy sigiloso al alba y cuando me di cuenta y averigüe al lugar de la cita, ya era demasiado tarde. —Gonzalo seguía recordando lo ocurrido, escuchaba el sonido de las espadas cuando unían su acero, al chocar entre ellas para reclamar justicia. Sintió como su espada penetraba en el pecho de aquel joven que cayó fulminado a sus pies. Recordó cuando llegó Margarita junto a él. Volvió a cerrar los ojos y siguió mordiendo su furia en silencio. Ella siguió explicando.

— No llegué a tiempo—se lamentó entre sollozos—.Tan solo pude abrazarle y repetirle hasta que me desgasté de tanto llorar, que huyera, y que siempre le querría,… toda la vida. Prefería que siguiera vivo, a tenerlo conmigo. Nunca más le vi. Hasta que volví a la villa, tras la muerte de mi hermana.

Gonzalo camuflado en su capuz permanecía con los ojos cerrados, nublados por las lágrimas que luchaban por salir, por escapar igual que hizo él, tiempo atrás. Cuantos recuerdos volvían a su mente, pero en aquel instante recordó la carta que le envió y armándose de valor le preguntó.

—Y durante todo este tiempo, ¿no recibiste ninguna carta, ni noticia de él?

—Gonzalo nunca me escribió, él nunca me perdonó. Unos días después los hombres del comisario vinieron a buscarle para apresarle, pero él ya no se encontraba en la villa, así que apresaron a sus padres, y los torturaron hasta su muerte. Toda la villa me culpó por ello. Lucrecia se encargó de decir que todo había sido por mi culpa. Hasta mi gran amiga Catalina me dio la espalda, tan solo mi hermana Cristina sabía la verdad. Pasaron los días y no recibía ninguna noticia de Gonzalo, no sabía nada de él. ¡Una carta, tan solo una carta! y hubiera cambiado el rumbo de mi vida, de nuestras vidas. Pero no, no llegaba nada. Pasaron los meses y ya no podía más. Veía el sufrimiento y la vergüenza de mi familia cada vez que iban al mercado, o paseaban por la villa, así que decidí marcharme de allí, porque comprendí que solo les causaba dolor y que Gonzalo nunca vendría a buscarme, le había hecho mucho daño.

—Pero tú no tuviste la culpa de la muerte de sus padres.—le dijo con suavidad.

—¡Yo tuve la culpa de la muerte de sus padres y de la de aquel muchacho!

—No digas eso. Tan solo el destino es el responsable de lo que ocurrió. Tenía que pasar.

— ¡Y porque tenía que pasar!—gritó angustiada—. No sabes lo difícil que ha sido mi vida. Primero por tener que dejar a mi familia, y dejar la villa, ya que si me iba sabía que tarde o temprano cuando el volviera no me encontraría allí, si me iba, le habría perdido para siempre. ¿Pero qué podía hacer yo?, todo el mundo me señalaba, me miraban como si fuera una cualquiera, y sentía el peso de la muerte de sus padre, así que me despedí de mi familia y marché a Sevilla a casa de unos conocidos donde trabajé de costurera, al menos los rumores y los chismorreos dejarían de marcar a mi familia y yo empezaría una nueva vida. Pero no fue así…cada día y cada noche pensaba en Gonzalo, durante los siguientes años escribí a mi hermana con la ilusión de recibir noticias de él, pero el tiempo y los años iban pasando y las cartas eran cada vez más vacías y más espaciadas hasta que dejó de escribir. Mi hermana nunca me dijo que Gonzalo había vuelto a la villa, pues hubiera regresado al instante. Hasta que un día, llegó una carta, recuerdo que abrí con toda ilusión, esperaba ansiosa alguna noticia, pero la noticia que recibí fue el final de mi esperanza y el principio de mi desdicha. En la carta me decía que se casaba con Gonzalo —Un desgarró salió de su pecho convertido en llanto— ¡el hombre de mi vida, mi futuro marido, mi amor eterno, se iba a casar con mi hermana!, sin decirme nada, sin dejar que me explicara, sin apenas preguntar por mí.

—Margarita—La abrazó con fuerza, intentó consolarla y así calmarse a si mismo su aflicción.

—Llora Margarita, llora, desahógate de todo ese pesar—. Sentía el mismo dolor que ella, pero no podía demostrarlo, no podía hacer nada al respecto. Depronto le asaltó una duda ¿Y la carta que envió junto con su prenda de amor, para que llegara a ella? ¿Nunca le había llegado? ¿Quien la interceptó? Comprendió que el destino había vuelto a jugar con ellos.
#24
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:09
CAP 4- GONZALO DESCUBRE UN SECRETO


Permanecieron abrazados en silencio, como si uno formara parte del otro. Los corazones palpitaban a la misma velocidad. Él acababa de descubrir cosas que no llegaba a comprender, y ella se sentía descorazonada aunque algo más aliviada.

— ¿Te encuentras mejor?

—Sí, no te preocupes. No se porque te estoy explicando todo esto.

—Quizá lo necesitabas, ¿habías hablado de lo ocurrido con alguien alguna vez?

—No, con quien querías que lo hablara, la única persona que me escuchaba y comprendía mis sentimientos era Cristina, era la única que podía haber convencido a Gonzalo de mi inocencia y no fue así, ella ahora ocupaba mi puesto, ella estaba con él. ¿Cómo iba a decirle nada, si apenas yo lo entendía? —de su interior emergió un sollozo—. Ella siempre me había dicho que le hubiera gustado tener un novio como él, que quería encontrar en su vida a otro Gonzalo. Pero ese Gonzalo era mi amor. Ella iba a ser la madrina de mi boda, y fue la novia y además lució mi vestido el vestido que mi madre me entregó para casarme con él—Margarita ya no lloraba, las lágrimas resbalaban con fuerza y libres por sus delicadas mejillas— Yo mientras tanto estaba sola, en una villa que no era la mía, con una familia que no me pertenecía y rota por el dolor de aquella culpa, y sintiéndome traicionada por Gonzalo y mi hermana. Pero me consolé pensando que era mi castigo, que tenía que enmendar mi error y lo tenía que pagar viendo a las dos personas que más quería en este mundo, unidas y felices mientras yo era desdichada.

— ¿Por qué volviste?—preguntó compungido.

—Volví por mi sobrino, a pesar del dolor que me produjo la boda de mi hermana con él, yo la quería, la quería mucho. Y aunque nunca comprendí como pudo casarse con ella, mi sobrino me necesitaba.

— ¿Tú no te habías casado ya?

—No, pero tenía que dar un paso adelante, ya no podía hacer nada, se iban a casar, así que le envié mi felicitación por el enlace y me excusé para no asistir diciendo que yo también me iba a casar con un hombre muy rico.
Un día, la familia que me daba cobijo comentó que ya no podía quedarme allí por más tiempo, que sintiéndolo en el alma debía dejar la casa. Así que si no hacía algo al respecto, me encontraría en Sevilla, sola y sin poder volver a la villa. Un hombre que frecuentaba la posada de al lado de casa hacía tiempo que me estaba cortejando, se veía un buen hombre, y en breve no tendría a donde ir. Me dijo que si me casaba con él viviría como una reina. A mí ya todo me daba igual, Gonzalo se había casado. Y ya sabes, una mujer sola no es nadie, así que me casé con él intentando olvidarme de todo, dispuesta a empezar una nueva vida.

—Pero resultó que no era rico, ni era bueno.

—Pues sí. Eso mismo. Era un rufián y un ladrón, después de varios años huyendo se enroló en ejército, o al menos eso me dijo, quizá para huir de sus deudas y me quedé sola. Muy poco tiempo después murió mi hermana y mi sobrino me escribió una carta pidiéndome que fuera a verle, y me trasladé a la villa.

—Pero ahora vivías con ellos, estabais bien ¿No?

—Sí, le costó mucho perdonarme. Pero lo hizo, y me sentí feliz por ello— Hubo un silencio— a veces me daba la sensación que me quería, y otras veces que nunca lo había hecho.

—Porque dices eso, si él te quiso alguna vez…—se quedó en silencio pensando en lo que iba a decir—quizá todavía te quiera.

—Eso creía yo. Que quizá sentía algo por mí, pero ahora creo que siempre he vivido un sueño, una fantasía de adolescente, creo que él nunca me quiso, ni me querrá.

—No puedes estar segura de eso, si se batió por ti debería quererte mucho.

—No, eso fue una herida en su ego. Los hombres sois así, la mujer es una posesión más y claro está se sintió humillado.

Quiso defenderse.

—No conozco mucho al maestro, pero por lo que explican por la villa, debe ser un hombre de principios, y no creo que sea así.

—Pues yo ahora desde la distancia, no le reconozco, siempre creí que tenía unas fuertes convicciones, y unos valores muy profundos, respecto a la familia, a los amigos, y a las mujeres pero ahora tengo mis dudas. Creo que es como todos los hombres.

Gonzalo se sintió molesto, pero como podía defender al maestro sin levantar sospechas, simplemente contestó.

—Todos los hombres no somos iguales. Puede que esté confundido al verte tras la muerte de su esposa y…

—No está confundido—interrumpió—, él nunca me quiso, siempre quiso a mi hermana, lo que no entiendo es porque nunca me lo dijo y me dejó soñar —Margarita le miró buscando respuestas, él la observaba escondido tras su disfraz, sin entender porque decía eso—. Lo sé porque el bueno de Sátur manipuló una carta en la que se declaraba a mi hermana, le cambió el nombre por el mío, en esa carta ¡le decía las mismas cosas que me había dicho a mí! Explicaba detalle a detalle lo que creí que sentíamos los dos. Entonces comprendí que siempre me había mentido— él no podía dejar de mirar sus grandes ojos negros bañados en lágrimas.

— ¿Fue aquel día que te encontré en el tejado, verdad?

—Sí, yo creí…— reinó el silencio— Una vez le besé, pero me rechazó recordándome a mi hermana y meses después lo encontré en la cama con otra mujer, ¡en casa!, pared con pared con la habitación de Alonso, él me dijo que era una amiga que tenía problemas y que tenía que ayudar. Le creí de nuevo, incluso le ayudé. Y ahora esto.

— ¿A que te refieres con esto?

Hace unos días estaba desolada, Juan me había dejado por otra mujer, me había engañado, y él, Gonzalo, lo sabía, no me había dicho el más mínimo comentario, dejó que pasara, al igual que todo… siempre deja que pase; me sentía sola, triste y me cobije en su alcoba y allí me encontró, no sé ni cómo ni porque, pero sucedió lo que tanto tiempo había estado deseando, y me declaró su amor, incluso íbamos a decirle a todo el mundo que nos queríamos. O al menos eso creí, volví a creer como una tonta. Me engañó, me volvió a romper el corazón.
#25
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:10
—Pero si te declaró su amor, porque dices que te engañó. A caso le sentiste frio, no había pasión en sus palabras.

—En aquel momento si, así lo sentí, pero horas después…. Ahora ya sé porque sale casi todas las noches. Ahora ya se a quien frecuenta a escondidas.

— ¿Sale casi todas las noches, y sabes a dónde va?—continuó

—Sí, ahora lo sé. Va a ver a la misma mujer que nos cambió el destino de nuestras vidas.

— ¿Cómo? Quieres decir que va a ver a…—se sorprendió ante aquella respuesta.

—Sí, hace tiempo que va a ver a Lucrecia, desde que se quedó viudo ha visitado su alcoba, noche sí, noche también.

Una inmensa ira se apoderaba de él de pies a cabeza, como podía haber sido capaz, otra vez Lucrecia, como había podido manipular tan sutilmente su vida y sin que él se diera cuenta.

— ¿Pero como puedes estar segura de ello?— increpó.

—Porque les vi, les vi con mis propios ojos, y Lucrecia me confirmó que llevaban meses viéndose a escondidas para no llamar la atención. Entonces empecé a unir detalles que me habían pasado por alto, piezas sueltas que revoloteaban por mi cabeza y entendí el porqué de lo que había encontrado al poco de entrar a trabajar en palacio.

— ¿Qué encontraste?

Le miró con un profundo pesar, recordando aquel momento.

—La prenda de amor que teníamos los dos.

— ¿Una prenda de amor?

—Sí, se la regalé a Gonzalo cuando nos conocimos, la hice yo misma era una flor de lis grabada en un trocito de madera. Y estaba allí en el suelo de la alcoba de Lucrecia.

Gonzalo se revolvía dentro de su alter ego, tenía ganas de matar a Lucrecia, ¿si ella tenía la flor de lis, tendría también la carta que escribió para Margarita? Pero… ¿quien se la había hecho llegar? ¿Por qué no se la había entregado a Margarita?

El cielo se había cubierto de nubes. Un estruendo rompió la conversación.

—Creo que debemos irnos, empieza a chispear y tengo que llegar a casa de Marta o pensará que me ha pasado algo.

Él estaba ensimismado pensando en lo que había acabado de escuchar de boca de Margarita, ella extrañada le miró.

—Águila, ¿te pasa algo?.

— ¡He! sí, sí, disculpa— contestó con rapidez— estaba pensando en el destino, que nos marca un camino a veces difícil de entender. Pero tienes razón— dijo a la vez que se incorporaba—, te he entretenido mucho, vamos te llevo.

—No, no importa, no te preocupes, puedo sola— respondió sacudiéndose la falda.

Pero antes de que continuara hablando ya iba en brazos del héroe de la villa, que la dejó sobre su caballo e inmediatamente empezaron a galopar. Llegaron hasta la puerta de Marta. Una tenue luz asomaba desde el interior, el Águila desmontó del caballo ayudando a Margarita a bajar también, ella ya en el suelo le sonrió.

—Gracias por tu tiempo.

—Ha sido un placer Margarita.

—Volveré a verte alguna vez.

—Cuando quieras verme o necesites hablar conmigo, cuelga un trapo rojo en una de las ventanas de palacio y yo vendré al lago — de un salto subió al caballo, agarró con fuerza las riendas su corcel blanco levantándolo a dos patas frente a ella y partió velozmente perdiéndose en el horizonte.
#26
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:12
CAP 5— SATUR DESCUBRE LA VERDAD DE LA DECLARACIÓN DE LA CARTA DE AMOR DE GONZALO


Por Dios amo, me tenía usted preocupado. ¿Cómo está la señora?

—Sátur, baja la voz—le reprendió el maestro que entraba a pasos agigantados— ¿Y Alonso?

—El niño ya duerme, y menuda una que me ha liao. Quería hablar con usted de su tía y ná, he tenido que inventar no se qué cosa para que dejara de preguntarme por usted.

—Está bien Sátur, está bien.

Gonzalo se dirigió hacia el estante cogió un vaso y se sirvió agua.
—Pero me va a contestar o va hacer como siempre, escurrir el bulto.

El maestro le miró con desagrado, Margarita también le había dicho que siempre dejaba pasar el tiempo esperando que se arreglara todo sin intervenir.

—Amo, perdóneme usted pero no me mire así. Es que siempre que le hablo de su cuñá me sale por la tangente.

—Está bien, Sátur, Margarita está bien.

— ¡Así que la ha visto!, que pájaro es usted — le giñó un ojo.

Él movió la cabeza a ambos lados en señal de reprobación y se dirigió a su habitación con el vaso en la mano. Sátur iba tras él.

—Bueno, es que no me va a explicar ná, ¿qué le ha dicho la señora?, si no es mucha discreción y tiene a bien contármelo.

Gonzalo le volvió a mirar.

—Ahora no, Sátur, ahora tengo que pensar.

— ¿Pensar?, ¿pero pensar en qué?

—Ya, Sátur, mañana te cuento.

—Bueno pues como veo que no le voy a sacar ná de la cuestión yo si tengo que contarle.

Gonzalo se había sentado junto a su mesa de trabajo y ya no escuchaba a Sátur, solo pensaba en lo que le había contado Margarita, y en cómo iba a arreglar aquella situación en la que estaban envueltos; lo que más le dolía era que le habían manipulado como a un muñeco de trapo jugando con sus sentimientos y su futuro. Recordaba a Margarita, no se podía sacar de la cabeza aquella imagen que minutos antes contempló, veía esos hermosos ojos llenos de dolor, derramando lágrimas y más lágrimas por su culpa. Por no escucharla, por haber sido tan irreflexivo e impetuoso. Se maldijo por ello y cerró con fuerza su mano casi hasta sangrar. Cuánto dolor se hubiera evitado tan solo con escuchar sus ruegos. Eso que ahora él mismo aconsejaba y hacía con asiduidad, escuchar, escuchar dentro de sí mismo y analizar, comprobar y saber, meditar y medir las consecuencias antes de actuar. De pronto su puño cerrado dio un soberano golpe sobre la mesa. Sátur que se encontraba hablando junto a él se sorprendió.

—Por Dios Santo amo, que susto me ha dado ¿Qué le pasa? ¿Por que da esos porrazos? , si no quiere no le cuento ná y me voy al jergón que no estoy pá broncas a estas horas de la noche, mañana le cuento— Y con paso ligero se dirigió hacia la puerta. Gonzalo no le escuchaba, estaba fuera de sí, murmuró.

—Tengo que averiguarlo. Tengo que saber la verdad. Voy a ir a verla.

Sátur al oír la voz del maestro se detuvo.

— ¿Cómo?... ¿A verla?, pero vamos a ver, ¡es que no me ha dicho usted que ya la ha visto! Este hombre que no sabe si está o no está. ¿A quién quiere ir a ver a estas horas de la noche?

—A Lucrecia. Prepara los caballos—dijo alzándose de la silla y dirigiéndose hacia la salida.

—Pero hombre de Dios, como va a ir a estas horas a palacio, si estará tó Dios durmiendo—le barró el paso—. Además, si no recuerdo mal Catalina dijo el otro día, que la señora Marquesa andaba en Salamanca. ¿A dónde quiere usted ir? ¿A Salamanca?

Gonzalo le miró con los ojos humedecidos de la rabia y el dolor. Sátur inmediatamente cogió a Gonzalo por los brazos y le empujó hacia la cama, rápidamente se sentó junto a él.

—Amo, ¿qué sucede?, ¿porque está usted así?

—Sátur,…toda mi vida ha sido un error, toda mi vida es una mentira, nada es lo que parece, ni mis padres son mis padres, ni nada es verdad.

—Pero… porque dice eso amo, me está asustando, nunca le he visto así. Bueno si, cuando me habló de la muerte de sus padres…, los de antes…, claro, porque los de ahora no los conoce, — se santiguo—Dios los tenga en su Gloria. ¿Pero, que le ha dicho Margarita para que usted venga así?

Gonzalo le volvió a mirar, quería saber la verdad de lo ocurrido, se sentía hundido, y ahora podía desahogar su dolor, ya no estaba junto a ella, ya no hacía falta fingir, de un tiempo a esta parte Sátur se había convertido en su confidente, sabía lo que pensaba y lo que sentía sin apenas decirle nada, Gonzalo con su fiel escudero se mostraba tal y como era, Sátur se había ganado su confianza con creces y a él no le podía engañar.
#27
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:13
— ¡Le he hecho tanto daño! —musito y ahora tengo que descubrir la verdad. Se lo debo.

— ¿Daño?, ¿a quién ha hecho usted daño?, si es incapaz de matar a una mosca —esbozó una sonrisa pícara—. Bueno, cuando es maestro claro, porque cuando se vuelve pájaro…

Gonzalo continuó.

—Sátur, sin saberlo he destrozado la vida de Margarita —miró al suelo afligido—y la mía. Ella nunca recibió mi carta.

— ¿Su carta? Pero la carta no era para su difunta esposa— volvió a persignarse.

—Esa carta no, la primera carta que escribí para ella, al poco tiempo de marchar, después del duelo con el noble.

—Y si no es mucho preguntar—se acercó curioso— ¿qué es lo que le decía en la carta?

Cerrando los ojos y dejando escapar en silencio su llanto Gonzalo contestó.

—Que la quería desde que era un niño y que jamás podría olvidarla, que me dijera que sentía lo mismo que yo. Que si ella me decía que aún me amaba y que estaba equivocado, la perdonaría en ese mismo instante, y le envié nuestra prenda de amor junto a la carta— Gonzalo se quedó en silencio abatido, frotándose las mejillas con la mano para secar su llanto.

— ¿Entonces?—observó Sátur—¡ usted a quien quería de verdad …era a Margarita! ¡Si ya lo sabía yo!, que eso se nota, lo noté ná más llegar la señora. Amo, ¡si usted todavía la quiere…! —Sátur se quedó un instante pensando— ¿Pero amo, ella nunca le contestó? Es de todos conocido, que la señora nunca le ha dejado de querer, ¿pero, no le dijo que le quería también?

Gonzalo contestó alterado, levantando la voz.

— ¿Te crees que si me hubiera dicho eso, yo me habría casado?

Gonzalo había contestado con rabia, y con el corazón, sin medir las palabras. Sátur le miró de soslayo, y arqueó las cejas , sorprendido por aquella revelación.

— ¡Hay madre!—masculló— que esto es peor de lo que me imaginaba.

—Si ella me hubiera contestado, todo habría sido diferente. Pero ella nunca recibió la carta.

— ¿Cómo?, ¡hijos de mala madre!—musitó mordiéndose el labio inferior—Entonces, ¿la señora nunca supo que usted la amaba? Y por eso nunca le dijo… Pobre señora, ¿no?...—hubo otro silencio— Pero amo y si tanto la quería. ¿Por qué no la buscó? ¿Por qué no fue tras ella?

—Porque cuando volví a la villa, me dijeron que se había ido a Sevilla, y al no recibir respuesta comprendí que ya no me amaba y me enrolé en el ejército hacia Flandes.

—Pero eso fue… ¿antes… o después de Agustín y los chinos?, porque lo de usted es un no parar.

—Después, Sátur después. Cuando volví la primera vez me encontré con mis padres muertos, y que Margarita se había ido.

—Entonces fue cuando se hizo el “irakiri” ese del que le salvó Agustín—Gonzalo le miró de golpe—Y no me mire así amo, que se lo oí comentar con el monje, ya sabe que por naturaleza soy curioso. ¿Y por qué hizo eso amo?¿ Por qué se quería matar?

—Estaba desesperado, entiendes, mis padres muertos y sin ella…¿Cómo iba a sobrevivir sin Margarita?, por eso me enrolé hacia la guerra de Flandes, buscaba la muerte, pero escapé…

—No me diga más…no me diga más que yo ya se me lo que viene a continuación. Cuando escapó se enroló en un barco que resultó ser el de Richard Blake, donde conoció a la pirata, y ese barco le llevó a Barbados y de allí a la villa,… que sepa yo hasta ahora. Amo, usted es un saco de sorpresas.

—Escapé solo por verla, no podía morir allí debía volver, debía hablar con ella.

—Haber, amo haber. Entonces soy yo el que no entiende nada.

Gonzalo le miró interrogándole.

—Se enroló a Flandes para morir, pero escapó de Flandes porqué no quería morir sin volver a verla, y cuando llega… Y discúlpeme usted por lo que le voy a decir, con todos mis respetos pero es que no lo entiendo, se casa con la hermana ¿Por qué se casó con ella amo?

En el rostro de Gonzalo un rictus de consternación afloró al tiempo que susurraba.

—Porque se había casado, Sátur, cuando volví me dijeron que Margarita se había casado, y me llené de odio hacia ella, había sufrido lo indecible por volver, venía dispuesto a perdonarla, a buscarla si ella todavía me estaba esperando, pero cuando volví…— volvió a recordar y la rabia volvió a sus sentidos— ¡me mintieron! ¡Me mintieron Sátur! Y yo me lo creí.

Sátur se llevó su mano a la boca enmudeciendo sus palabras.

— ¡Hay Dios!, ¡le mintieron!… —hubo un silencio—amo… discúlpeme otra vez, pero… ¿quien le dijo a usted que Margarita se había casado?

Gonzalo elevó su cabeza y recordó, recordaba muy bien a la persona que le había dicho que Margarita se había casado, pero no podía ser, ella no podía haberle engañado.

—Amo, le he hecho una pregunta, o ¿es que no recuerda quien fue?

—Sí, claro que lo recuerdo. Lo recuerdo como si fuera hoy.
#28
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:13
El tono de su voz se asemejaba más a la voz del Águila que a la suya propia, sonaba grave y dura. Sátur continuó.

— Si bien, muy bien pero ¿puedo saber quien fue? O no me lo piensa decir.

Gonzalo le miró con la incomprensión en su mirada.

— Pero… ¿Qué le pasa otra vez? ¿Por que se queda así? Ido.

—Cristina, fue Cristina.

— ¿La difunta? Hay Dios— volvió a persignarse abriendo los ojos de par en par, ambos se quedaron en silencio, pensando en aquellos acontecimientos pasados. La curiosidad de Sátur rompió el silencio.

—Amo, ya que estamos puestos, ¿puedo hacerle una última pregunta?

—Dime Sátur— contestó resignado.

—Usted antes ha dicho, que si la señora Margarita le hubiera dicho que le quería no se habría casado con la hermana. —Gonzalo se arrepintió inmediatamente de haber dicho aquello— entonces una duda que me salta a la mente. ¡La carta…!

— ¿Qué carta Sátur?

—La segunda carta, ya sabe… la de su declaración, esa carta… ¿para quién iba dirigida? Tengo curiosidad y creo que ya lo sé, pero sáqueme de dudas por favor, amo.

Gonzalo se quedó mudo, pensando en el día que escribió la carta.

—Esa carta la escribí para Margarita, a la vuelta de Barbados, pensaba dársela cuando llegara a la villa y la encontrara aunque hubiera tenido que ir a Sevilla, quería buscarla, y pasar con ella el resto de mis días. Pero cuando me enteré de su boda todo se me vino abajo. Quise romper la carta, pero no pude, la dejé para alimentar mi rencor y la guardé en lo más profundo del arcón, cuando la veía y la leía, más odio le tenía, y así fui alentando ese sentimiento que tan profundamente anidó en mi corazón.
Cristina venía a veces a ayudarme en las tareas de la casa, era buena, dulce, cariñosa. Un día estaba recogiendo mis cosas y la encontró. La carta no estaba terminada, así que cuando la encontré fuera de su lugar supe que la había leído— Sátur le miró con desconcierto— Si, Sátur no me mires así, obré mal, tiempo después aproveche aquel escrito para entregársela a ella. Por eso cuando tu se la hiciste llegar a Margarita…

—Claro amo, le entiendo. En realidad usted buscaba en su esposa lo que no pudo conseguir con Margarita. Usted quería a la señora y se quedó con su hermana. Al fin y al cabo eran sangre de la misma sangre y seguía de alguna manera unido a ella.

—No lo digas así, yo la quise— replicó.

—Sí, claro, no diré que no, pero como quiere que se lo diga… No hay otra manera, usted la quiso porque no había otra cosa, y no me diga que no— Gonzalo le lanzó una mirada de reproche—porque bien me ha dicho que si Margarita le hubiera contestado o no le hubieran mentido no se habría casado con su esposa. La hermana de la señora. Ya sabemos que en el matrimonio no tienen por qué ser pasión. Esa pasión que nos pellizca en lo más hondo. Con amor ya vale, pero amor también se lo tenemos a los familiares, a los amigos, incluso a los vecinos.

— ¡Basta ya, Sátur! Yo amaba a Cristina. Fue una buena esposa, y una amorosa madre.

—Si vasta, vasta… Y yo no digo que no quisiera a la difunta, pero ¿y la pasión?, esa que nos vuelve locos, la que bulle la sangre y anima los bajos instintos, ya sabe usted que le digo, no hablo de obligación, hablo de pasión. ¿Dónde estaba?, pues ya se lo digo yo… volando pá Sevilla— Gonzalo le lanzó una mirada de reproche.

— ¿Qué sabrás tu de mi matrimonio?

—Saber, sabré lo mismo que sabía que iba a ocurrir con el matrimonio de la señora con el doctorcito. Ella iba a casarse con él porque usted se empecinó en no decirle ná. Si usted hubiera hablado con ella, o le hubiera dicho que la pirata era una amiga, y muchas cosas más. Margarita no se hubiera comprometido con Juan. Ella necesitaba estar con alguien, estaba falta de cariño y buscaba la felicidad que usted le negaba cada vez que ella se le acercaba, usted no se decidía y dejaba pasar el tiempo, pero amo, ustedes dos están hechos el uno para el otro y todavía les queda mucho por vivir. Lo que pasa, es que el destino les ha jugao una mala pasada. Y Dios no ha estado donde tenía que estar.

—No metas a Dios es esto, él no tienen nada que ver, somos los hombres los que hacemos y deshacemos a nuestro antojo.

—Eso, eso. Usted, niegue, niegue la evidencia. Quizá por eso le ha tratado tan mal, porque reniega de él a cada paso que da.

—Sátur, ¿de verdad que tú crees que Dios hizo que me mintieran con la boda de Margarita, como castigo?

—No, amo, claro que no. Eso fue por una cochinada que salió de la boca de su difunta esposa… a saber por qué.

Ambos se quedaron de nuevo en silencio, Gonzalo le miró con enojo y Sátur le miró pidiéndole disculpas.

— ¿Has terminado?.

—Pues no señor, y le pido perdón por lo que le he dicho, pero es la pura verdad y aunque le duela porque ella compartió su vida, y es la madre de su hijo, no me diga que no le gustaría saber… ¿Por qué hizo eso su mujer?

—Eso es lo que trataré de averiguar Sátur. ¿Por qué Cristina me mintió?
#29
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:14
CAP 6- LAURA DE MONTIGNAC


Durante toda la noche Margarita estuvo pensando en la conversación que había mantenido con el héroe de la villa. No llegaba a entender como podía haberle explicado todos aquellos secretos, sentimientos y vivencias tan guardados en su recuerdo. Por no contar, no se los había contado ni a Catalina. Aquel personaje le transmitía tanta paz, tanta protección y a la vez tanta curiosidad. Él había dicho que era un hombre, y era obvio, pero ella hasta ese momento, nunca había prestado atención a aquella apreciación que parecía carente de importancia. ¿Quién sería el héroe de la villa?, se preguntó, sacudió la cabeza para sacarse aquella pregunta de su interior, se arrebujó entre las sábanas y se dispuso a dormir, no sin antes pensar en Gonzalo.
Los golpes apresurados contra su puerta la hicieron despertar sobresaltada.

— ¿Que pasa?

—Margarita vamos tarde. Me dijiste que hoy vendrías a palacio.

—Disculpa Marta me he dormido. Esta noche no he descansado bien y ahora se me han pegado las sábanas.

—Pues date prisa que antes de irnos a palacio tenemos que ir a por agua.

—Está bien, ahora mismo voy.

Se vistió con rapidez y salió junto a Marta a buscar el agua al rio. No llevarían ni cinco minutos andando cuando de repente se escuchó el galope de varios caballos y el crujir de un carruaje. Las dos mujeres tuvieron que dar un salto hacia el lado del camino por la velocidad que llevaba la comitiva. Unos metros delante de ellas, una mujer llevaba dos cantaros de agua, y fue arrollada por la carreta, sin ni tan siquiera parar para ver como se encontraba aquella mujer continuó su marcha hacia quien sabe donde.

—Por Dios santo Marta, la mujer, han atropellado a la mujer. ¡Vamos corre!

Ambas corrieron hacia ella, era una mujer de edad avanzada, estaba tendida boca abajo Margarita la asistió.

—Señora, señora, contésteme por favor. ¿Está usted bien?

Margarita le daba palmadas suaves en las mejillas, y Marta recogía el destrozo de sus tinajas. La mujer poco a poco fue abriendo los ojos.

— ¿Se encuentra bien?

—Si, joven, me encuentro bien. Gracias por recogerme.

—Esa gente… que porque tiene dinero nos trata como animales. Tendrían que tratarlos a ellos igual que nos hacen a nosotros—dijo enojada Margarita— todas estas personas adineradas son iguales, no tienen sentimientos, mira que ni pararse para ver como se encontraba.

—Muchacha, no te preocupes—comentó la mujer más recuperada— Y no todos los adinerados, son iguales.

Marta se acercó nerviosa

— ¿Viste quienes eran?

—Pues no, no me di cuenta de nada, solo tuve tiempo de apartarme— contestó Margarita ayudando a incorporarse a la mujer.

—Yo si— contestó Marta acercándose mucho más a ellas— yo conozco el carruaje.

—Y de quien es si puede saberse.

—Del inquisidor.

—Dios mio —dijo Margarita preocupada— nada menos que del inquisidor.

—Shhh, no digas nada más— inquirió la mujer— los arboles tienen oídos, y la inquisición y el poder los tentáculos muy largos.

Las dos jóvenes se miraron con turbación.

— ¿Porque dice eso señora?

—Porque lo se de buena tinta, —susurró— nunca te puedes esconder lo suficiente si la inquisición te persigue, si te señala porque has dicho o vas en contra de sus ideas. Debemos ir con cuidado, en lo que decimos, en lo que hacemos, incluso en lo que pensamos.

—Margarita— interrumpió Marta más nerviosa si cabía— debemos irnos, llegaremos tarde a palacio y ya ves hacia allí va el inquisidor, me imagino que la Marquesa ya está de vuelta y no quiero llegar tarde para no tener que aguantar sus impertinencias. Anda vamos por favor.

La mujer se sorprendió.

— ¿Trabajáis en palacio?

—Si, señora.

— ¿En el palacio real?

Sonrieron.

—No, señora, no. En el palacio de La Marquesa de Santillana cerca de la Villa.

—Pues id, no os entretengáis más por mí.

— ¿Seguro que ya se encuentra bien?—volvió a preguntar Margarita.

—Si, y gracias por todo — respondió.

Al dejar a la mujer sola frente a ellas, esta se tambaleó.

— ¡Señora!—gritó Margarita evitando que su castigado cuerpo cayera de nuevo al camino— Marta no la podemos dejar aquí.

—Tan solo ha sido un vahído— interrumpió con voz trémula.

—Nada, le acompaño a su casa. ¡Marta vete tú a palacio!

—Pero Margarita si no vas, la Marquesa…

—Dile a Cata que yo iré más tarde que le dé una excusa, que invente algo. Además no creo que la Marquesa me encuentre a faltar. Y descuida que después a la tarde cuando volvamos de palacio, ya iremos a por agua.

—Está bien como quieras. Con Dios.

—Con Dios.
#30
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:15
Margarita cargó en su costado el peso de la mujer que a duras penas andaba, y se encamino hacia su morada.

—Vive usted muy lejos.

—No, estoy en una cabaña aquí al lado del rio.

—Y, ¿está usted sola? ¿Tiene familia?

—Estoy sola, pero tengo tres hijos.

— ¿Viven con usted?

—No.

La respuesta fue tan contundente como el silencio que acompañó a las dos mujeres hasta la cabaña. Al llegar al lugar Margarita lo reconoció enseguida. Era la antigua casa de la madre de Matilde, la niña que vivió algunos meses con Inés y Cipri en la Villa. La pregunta era esencial.

— ¿Conoce a la mujer que vivía aquí antes de que llegara usted?

—No, hija no. La encontré por casualidad. Yo me hospedaba en la villa, en una mísera pensión, pero me quedé sin maravedís, y me echaron de allí, así que tuve que buscar otro lugar. Por suerte encontré esta cabaña.

—Pues aquí corre peligro— le dijo agitada— Aquí vivía una mujer que fue condenada a la hoguera por la inquisición, la acusaron de brujería, y la pobre tan solo conocía las hierbas y su poder curativo. Debe de tener cuidado con permanecer mucho tiempo aquí, ya que ahora no es un lugar seguro.

—Lo tendré jovencita, lo tendré, aunque te tengo que decir que de peores lugares he salido—la mujer le palmeo la mano que tenía Margarita apoyada en su brazo.

— Se le ve muy fuerte a pesar de su edad.

—Soy muy fuerte. He tenido que arreglármelas sola durante mucho tiempo. Pero he aprendido mucho en mi soledad. He aprendido que las personas no son lo que aparentan, que las cosas no son como parecen ser, que no debes de fiarte de nadie pues el más cercano al que más ames, te traicionará. Tan solo los recuerdos, la venganza y la paciencia, han sido mi sostén para salir del agujero al que estaba sujeta mi vida.

— ¿la venganza, la paciencia?, ¿ha estado esperando algo?

—He estado esperando a que pasara el tiempo y pudiera de nuevo volver a vivir, he vuelto a renacer, he salido de la tumba en la que he permanecido durante treinta largos años. Y ahora tengo que seguir. Debo vengarme.

La mirada de aquella mujer le dejó la sangre helada, hablaba con tanta fuerza como la presión que ejercía su mano sobre la de Margarita. Esta se dio cuenta de que estaba con una mujer a la que no conocía, y en un lugar del bosque donde nadie sabia que se encontraba, miró a su alrededor y sintió miedo.

—Señora, ¿Por qué ha dicho eso de la tumba y de su venganza?, me está asustando, y me está haciendo daño.

La mujer miró hacia su mano y dejó de presionar a Margarita.
—Disculpa jovencita no era mi intención. No me hagas caso, son cosas de la edad.

Margarita cambió de tema. Se sentía incómoda y quería salir de allí.

— Señora ¿y sus hijos?, ¿viven por aquí cerca? ¿Quiere que vaya a buscarles?

—Mis hijos… —La mujer se sentó en una banqueta cerca de la entrada y respondió con desánimo—No sé donde están. Ni que aspecto tienen, ni si viven todavía.

— ¿Que no sabe donde están sus hijos, ni si están vivos? ¿Ni el aspecto que tienen?

—Sí, aunque te parezca extraño, no lo sé, por desgracia los perdí cuando eran unos niños.

— ¿Los perdió? Discúlpeme señora pero a tres niños no se pierden sin más, si usted me ha dicho antes que ha estado encerrada durante treinta años. ¿No será que…se los quitaron? Puede confiar en mí.

La mujer la miró con los ojos llenos de tristeza. Margarita comprendió su silencio.

—Dios mío cuanto habrá sufrido. ¿Porque no se viene usted conmigo a casa de Marta? Luego, si usted quiere, yo misma le puedo ayudar a buscar a sus hijos.

La mujer la miró con gratitud, y observó la mirada noble de Margarita, ella le hablaba con dulzura.

—Señora. ¿Por qué me mira así?

—Hace tanto tiempo que nadie me hablaba como tú lo has hecho, que nadie se preocupaba por mí de esta manera tan desinteresada. Te lo agradezco de corazón. Pero no puedo aceptarlo. Debo encontrar algo muy importante que me robaron hace algunos días en la villa, es muy importante que lo recupere y que nadie lo encuentre.

Margarita miraba a la mujer, no podía dejar de pensar en su madre, en lo que le hubiera gustado tenerla junto a ella en aquellos momentos, pero por desgracia murió poco tiempo después de que su padre lo hiciera, por una maldita gripe. Margarita también había estado sola mucho tiempo, y no encerrada en una tumba como comentaba la mujer, pero encerrada en su corazón viviendo una vida vacía, sin familia, sin amor, al igual que ella. Sintió lástima por aquella pobre mujer, la cogió con ambas manos y la levantó de la banqueta animándola a seguirla.

—Pues ahora lo que vamos a hacer es ir a casa de Marta, le preparo unas gachas y luego vamos a buscar eso que le han robado, pero primero tiene que recuperarse, piense que ha recibido un gran golpe. Mañana ya vendré yo a buscar sus cosas, pero ahora nos vamos.
#31
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:16
La mujer no dejaba de mirarla, con su mano trémula le acarició el rostro, y le sonrió.

— ¿Como te llamas muchacha?

—Margarita, Margarita Hernando.

—Yo me llamo Laura, Laura de Montingnac.

— ¡Es usted extranjera¡

—Sí, Soy francesa, “ma cherè demoiselle” ¹, soy francesa. Pero recuerda que debes llamarme Laura sin más, — le susurró—, nadie puede saber mi apellido, ¿me prometes guardar el secreto?

—Se lo prometo señora, ya le he dicho que puede confiar en mí.

Le guardaré su secreto y todos los que usted quiera.

—Muy bien, Margarita, muchas gracias. Cuando todo esto haya pasado te compensaré con creces.

Margarita asintió, pero dudaba de la cordura de aquella mujer, hablaba de unos hijos que no conocía, de una tumba, y ahora de una compensación. Como la iba a compensarla con creces si era una mendiga. De todas maneras estuviera cuerda o no, no podía dejarla allí. Le apenaba el pensar que en su estado y después del accidente tenía que dejarla sola a su suerte, por eso prefirió llevarle la corriente y llevarla a casa.

—Bueno pues cuando todo pase, yo se lo recordaré, descuide.
Caminaron durante un rato hasta llegar a casa de Marta.

Margarita la instaló, le ayudó a asearse, le ofreció ropa de la difunta madre de Marta que todavía guardaba en el arcón, le dio de comer las migas que le prometió y estuvo con ella durante todo la mañana, después de recoger se dispuso a salir para ir a palacio. Cuando iba a salir dio media vuelta y le preguntó.

—Laura ¿Qué es lo que me dijo que quería ir a buscar a la villa? ¿Qué le robaron?

—No te lo he dicho hija. Ven, acércate—bisbiseo la mujer.

Ella obedeció sin decir palabra y se acercó curiosa.

—Tengo que encontrar…—Laura miró de un lado al otro, temiendo que alguien la escuchara —, una copa.

— ¿Una copa?—preguntó extrañada.

—Shhh. sí, es una copa de madera, vieja, con unos grabados como el de las olas del mar—Laura dibujó en el aire unas líneas onduladas. Margarita escuchaba asombrada sus explicaciones.

— ¿Pero una copa es tan importante para usted?

La mujer, volvió a mirar a todos lados.

—Esa copa es muy peligrosa—silencio—, no se puede usar. Nadie puede beber de ella, solo los de sangre real, pero no los reyes mortales, es otro tipo de realeza, una realeza superior, divina.

Margarita escuchaba como si se tratara de una fábula, como podía hablar de realeza inmortal, divina. Al ver la expresión de la muchacha Laura le explicó.

—Es cierto, debes creerme. Es una copa que pertenece a mis antepasados, la tengo que proteger con mi vida si es necesario, y tengo que encontrarla porque si alguien la encuentra antes que yo, si cae en malas manos, puede hacer mucho daño, tiene un grandísimo poder. Todo lo que se vierte en ella se trasforma en veneno.

De pronto varias imágenes se amontonaron en su mente. No podía ser, era una solemne tontería, pero…

— ¿Cómo dice? Una copa que envenena.

—Sí, no te asustes Margarita. Debemos encontrarla lo antes posible, si alguien bebe de esa copa, morirá. De verdad Margarita. Necesito que me creas.

A Margarita inmediatamente le volvieron a venir las imágenes a la mente, y preguntó inquieta.

—Señora, por favor. Que síntomas tiene ese veneno que produce la copa.

—Es un veneno letal. Empieza con unos dolores estomacales muy fuertes y va entumeciendo los músculos lentamente, empieza por las manos, no las puedes mover, las paraliza, hasta que llega al corazón y lo detiene.

Un suspiro de angustia salió del pecho de Margarita, en aquel momento recordó el día que ella estuvo a punto de morir, esos eran sus síntomas. Se sentó junto a la mujer y se sujetó la frente a la vez que recordaba las palabras de Juan «la sopa está envenenada». ¿Cómo podía haber sucedido?,¿ cómo llegó la copa allí?. Cuando ella se recuperó todos intentaron buscar una explicación a lo que había sucedido, pero nadie dio con una explicación. Pero ahora todo era diferente, Margarita lo veía de otra manera, recordó que Alonso vertió con una copa de madera muy parecida a la que decía la mujer el agua en la sopa que ella luego probó, la sopa que la envenenó y que casi le quita la vida. Y empezó a ponerse nerviosa.

—Señora—dijo, levantándose de la silla y dirigiéndose a la mesa donde había dejado su toquilla. Creo que ya sé donde está la copa.

Laura de Montignac se irguió sobre su silla y la miró implorando una respuesta.

— ¿Donde?

—En mi casa. En la villa, tengo que ir a por ella, antes de que sea demasiado tarde.

Se cubrió sus hombros con el mantón. Laura la llamó.

— ¡Margarita¡

— ¿señora?

—Ten cuidado, y gracias. Eres muy valiente.

—Lo tendré, descuide. Usted no se mueva de aquí. Vuelvo enseguida.

Margarita salió por la puerta con celeridad, debía llegar lo antes posible a casa, no podía ni imaginar que Gonzalo, su sobrino o Sátur pudieran correr la misma suerte que había corrido ella, tiempo atrás. Se había olvidado de la traición, del dolor que sentía por lo que hizo Gonzalo. Solo quería protegerlos. Que no les ocurriera nada. El amor volvió a activar su corazón guiándola hasta la casa de su cuñado.


¹ ”mi querida jovencita”
#32
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:17
CAP 7- SOSPECHAS


— ¡Que pasa, en esta casa que no hay nadie del servicio!—gritó con furia Lucrecia, entrando en la cocina como una exhalación—.Es que tengo que bajar hasta aquí para que acudáis a mi llamada. ¿Para eso os pago?, ¿para hacer yo las tareas?

Todos los criados y doncellas se pusieron firmes alrededor de la mesa de la cocina.

— ¡Señora!—se sorprendió Catalina dándose la vuelta y realizando una genuflexión—disculpe si no la hemos recibido, nadie nos dijo que volvía de Salamanca…

— ¡Nadie os tiene que decir nada! Vosotros tenéis que estar listos para cuando yo quiera. Sois mis criados, y me pertenecéis.

—Lucrecia miró a todos y a cada uno de los allí presentes con altanería—, pues venga, que estáis haciendo ahí como unos pasmarotes, ¿os he dicho que dejéis de trabajar? Que suba alguien enseguida y arreglar mis baúles.

—Vamos, vamos, ya habéis oído. A trabajar—Gritó Catalina palmeando ambas manos.

— ¡Catalina!

—Señora.

—Prepara una habitación, tenemos invitados.

—Como ordene la señora.

— ¡Ha! Y dile a Margarita que quiero verla en mi alcoba. Enseguida.

Catalina se quedó blanca, no sabía que decirle a la Marquesa.

—Señora, verá. Margarita estaba indispuesta, se ha tenido que ir a casa.

— ¿A casa?, ¿a casa de quien?—Lucrecia clavo sus ojos en los de la pobre Catalina que no sabía cómo reaccionar—, que yo sepa ya no vive con su cuñado. Y no está por la villa, ¿a casa de quien ha ido si puede saberse?

—A mi casa señora, está allí conmigo.

Lucrecia arqueó las cejas con desdén, no le gustaba nada la idea de que Margarita hubiera vuelto a la Villa, y menos frente a la casa de Gonzalo.

— ¿A tu casa? ¿Y quien le ha dado permiso para irse de palacio?
—Señora como usted no estaba…

— ¡Yo!, fui yo, la que le di el día libre.

Lucrecia volteó, y encontró frente a ella a la dulce e inocente Irene.

—¡Cómo no!, ¿y quien podía haber dado día libre a esa infeliz, si no otra infeliz? Dios las cría y ellas se juntan—se aproximó lentamente a Irene mientras le miraba fijamente a los ojos, — No sabía que ahora eras la dueña de mi palacio y andabas dando órdenes a mi servicio, ni tampoco creí que te llevaras tan bien con los plebeyos querida. Aunque mirándolo bien, no es de extrañar, siempre estás aquí metida— Su mano se movió con repugnancia—. No sé cómo no se te pega algo de todos ellos.

—Yo me llevo bien con todo el mundo Lucrecia, aun habiendo nacido noble, a diferencia de ti, que tratáis a todo el mundo con desprecio, parece que no recuerdes de donde procedes.

Lucrecia la miró con odio y displicencia. Irene había experimentado un cambio desde que Hernán tuvo el accidente, ahora se sentía fuerte y se lo iba a demostrar a cada paso, era la esposa de Hernán Mejías, el comisario de la Villa. Pero Lucrecia no lo iba a permitir, no iba a consentir que una mocosa la pusiera en evidencia frente a su servicio, ni frente a nadie, ella era la única dueña de su palacio, y así lo debía de entender.

—Eso de que naciste noble querida…habría que verse—dio media vuelta y se dirigió hacia las escaleras que la conducirían al salón.

— ¿Qué quieres decir con eso Lucrecia? — respondió altiva esperando una respuesta. Catalina la miró en silencio, sabía que Lucrecia era mucha mujer para aquella jovencita, y se la iba a comer al mínimo descuido.

—Pregúntale a tu tío, querida… o a las monjas…sí, mejor… pregúntales a las monjitas de donde saliste tú—se volvió a mirar de nuevo a Irene, esta vez con fuego en sus ojos— Nadie sabe de dónde has venido, ni quiénes fueron tus padres —Irene la miró con interrogación— ¿A caso no sabes que tu tío el Cardenal nunca tuvo hermanos niña? —Vio como Irene se quedaba en silencio, pensativa, se sintió triunfante, había vuelto a ganar, pero debía rematar su faena con una mortal estocada—¿Entonces? ¿Cómo vas a ser su sobrina?—Irene estaba petrificada junto a Catalina que todavía permanecía a su lado, miró a la malvada Lucrecia como subía despacio las escaleras mientras decía con burla— Hay Irene. Para ser una serpiente, primero tienes que dejar de ser un ratón.

En cuanto desapareció Catalina se dirigió a Irene.

—Señorita, no le haga caso. Ya sabe como es la Marquesa.

Irene permanecía inmóvil. Catalina intentó cambiar de conversación.

—¡Ha! Y por cierto, gracias por lo de Margarita.

—Gracias Catalina. Pero ¿Qué habrá querido decir con eso? Mis padres murieron, mi tío me lo dijo… —hubo otro silencio—pero, también es cierto que no he conocido hermano alguno de mi tío, ¿será cierto que no tiene hermanos? ¿Por qué no lo he pensado antes?¿ Y si realmente no es quien dice ser?¿Entonces…?

—Señorita Irene, siéntese por favor, y no piense más en eso—la acompañó hacia una silla mientras le servía un vaso de agua—.Tome esto señorita. ¿Quien se pone a cuestionar si su tío tiene o no hermanos? De toda la vida si a una le dicen que ese es su tío, es su tío y ya está—Irene continuaba sumida en sus pensamientos, miles de preguntas revoloteaban por su cabeza, Catalina se sentó junto a ella—La señora Marquesa es muy lista y lo ha dicho por despecho, lo que usted le ha dicho le ha dolido y mucho y claro ella…pues le ha lanzao su veneno. Pero no piense más y dígame que la trae por la cocina.

—Ahora no recuerdo bien lo que he venido a hacer Catalina. Tengo que ir a ver a mi tío.

—Señorita Irene, déjelo estar, que las cosas contra más se remueven…

— ¿Tu sabes algo Catalina?— Preguntó inquieta.

—Vamos a ver señorita. ¿Qué voy a saber yo que no sepa usted?
Irene se incorporó y se dirigió hacia las escaleras.

—Debo irme, voy a hablar con mi tío.

—Señorita Irene— pero Irene ya había subido velozmente las escaleras—vaya con Dios señorita y que Dios le proteja, porque si esta harpía ha dicho eso… por algo será—susurró.
#33
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:18
Catalina volvió a sus quehaceres, en ese momento entró Marta por la puerta.

—¡Catalina!

—Ya era hora muchacha… Pensaba que ya no veníais, que os habíais ido a comer al campo. ¿Dónde está Margarita?, la marquesa la ha llamao, y he tenido que decirle que está en mi casa y que se ha marchado indispuesta.

—Gracias Catalina. Es que antes de venir a palacio, cuando íbamos a por agua…

—Marta apremia hija... que no tengo to el día.

—Pues que casi nos tira del camino una carroza.

— ¿Y?, ¿qué pasa con eso... ¿Te ha tiráo?, no, pues ala, a trabajar. Vaya excusa más tonta.

—Catalina, que lo que te quiero decir es que hemos visto el carruaje del inquisidor.

Catalina le tapó rápidamente la boca con su mano.

—Marta baja la voz, que la señora marquesa está en casa y bonica que ha venio. ¿Estás segura que es el carruaje del inquisidor?

—Sí, Catalina, era él, yo le he visto con mis propios ojos.

—Esa debe ser la visita que ha hecho mención la señora Marquesa.
Así que ya nos estamos subiendo el escote. Dios nos tenga confesáos — y se santiguo. ¿Y a todo eso Margarita?

—El carruaje del inqui…

—Sí, Marta dime…

—Han atropellado a una mujer que estaba a unos metros de nosotras y Margarita se ha quedado ayudándola.

Catalina volvió a santiguarse.

—Por Dios bendito ¿Y le ha pasado algo, a Margarita?

—No ella está bien, está con la mujer.

—Bueno gracias a Dios— se santiguo.

—Anda pues tira pa arriba, que la señora está que trina. Y sácale los trajes de los baules que ha traído del viaje. No sé yo pa que habrá vuelto aquí el inquisidor. Pa que habrá vuelto.
#34
MarGonz
MarGonz
31/08/2012 12:20
La puerta se abrió de golpe.

—¿Es que no sabéis picar antes de entrar?— gruño malhumorado el Cardenal Mendoza sin levantar la vista.

—Hola tío.

El Cardenal alzó los ojos de la cuartilla que estaba sobre la mesa sorprendido al oír aquella dulce voz.

— ¿Qué haces aquí Irene?

—Sentí añoranza y quise venir a verte. Hace mucho que no hablamos y hoy precisamente me siento un poco nostálgica.

El Cardenal se sintió alagado y se levantó de su butaca.

—Ven, acércate—ella obedeció, al llegar a su lado el Cardenal le besó en la frente—, siéntate aquí y dime lo que quieras decirme.
Irene le miró fijamente, quería estar pendiente de su reacción cuando le preguntara sobre sus padres, sobre su nacimiento, sobre su vida. Quería ver si encontraba dentro de él algún indicio de lo que le acababa de contar la Marquesa. El Cardenal se había sentado junto a ella, y le sujetaba una de sus manos en su regazo.

—Tío, ¿le puedo hacer una pregunta?

—Pues claro hija, ¿desde cuándo te he prohibido hacer preguntas?— Ella le sonrió dulcemente. La luz que penetraba por los grandes ventanales de su despacho, acariciaban el dulce rostro de Irene dándole un aspecto celestial. El Cardenal la miró con cariño, era tan pura, y tan bella como su madre—. Dime pues niña.

—Verás tío. Me gustaría saber algo más de mis padres. Como eran, como se llamaban, donde vivieron, si tuve hermanos, si....

El Cardenal no la dejó terminar de hablar y se levantó rápidamente.

— ¿A qué viene esa pregunta?

—No se enoje, tío. Tan solo me he acordado de ellos. Desde que perdí a mi hijo, me acuerdo mucho de mi madre. Me hubiera gustado conocerla, saber cómo era, que me decía de pequeña, si me cantaba alguna canción de cuna, si…

—Irene—se dirigió a ella, debía tranquilizarla, sabía que una mala respuesta la podría dejar más preocupada por saber quien fue su familia—Es cierto que te he tenido abandonada tras el fatal infortunio. Pero comprenderás que no soy mujer y no se me da muy bien esas cosas.

—Lo sé tío y no quiero que piense que le estoy reclamando mi atención, sé que hay cosas mucho más importantes y que usted es un hombre muy importante y no puede desatender sus obligaciones. Pero tan solo quiero saber…—El Cardenal la interrumpió de nuevo.

—Tus padres murieron cuando tú eras muy niña, eso ya lo sabes— Irene le miraba fijamente. El no tuvo más remedio que continuar. Se volvió a sentar junto a ella, y de nuevo le cogió las manos entre las suyas—. Yo estuve presente en el lecho de muerte de tu madre y fue entonces cuando me pidió que te llevara conmigo. Creo que siempre se lo agradeceré, porque me has hecho muy feliz, hija mía, y tu deberías hacerlo también.

— ¡Ho, si claro tío!, claro que se lo agradezco. Yo también he sido muy feliz con usted, pero dígame. ¿Quién era de su sangre, mi madre o mi padre? ¿Cómo era mi madre? ¿Tuve algún hermano?

Varios golpes en la puerta libraron al Cardenal a contestar las preguntas de Irene.

—Adelante—ordenó.

—Señor, tiene una visita muy importante.

—De quien se trata.

—Buenas tardes, Cardenal—La voz le resultó familiar y cuando miró tras su lacayo vio como hacía acto de presencia su viejo amigo el inquisidor.

— ¡Padrino¡—clamó Irene, acercándose de un salto para besarle la mano en señal de respeto y devoción.

—¿Os importuno con mi visita?

—De ninguna manera—dio media vuelta y extendiendo la mano hacia Irene le dijo—. Irene ya se iba. Querida, seguiremos en otra ocasión, ahora mismo tengo asuntos importantes que atender.

—No te preocupes tío, lo primero es lo primero—se acercó a ellos y con una reverencia saludó—Tío. Padrino.

—Con Dios Irene.

—Que Dios te bendiga hija.

Los dos hombres esperaron a que Irene franqueara la puerta y una vez solos el Cardenal fue quien rompió el silencio.

— ¿A qué debo el honor de vuestra visita?— dijo ofreciéndole asiento— Motivo de placer no parece ser—ironizó.

—Seguís con el mismo sarcasmo de siempre querido Cardenal. Como bien decís, no vengo por placer, vengo por motivos de trabajo. Por lo visto,tengo que hacer el trabajo de los que no lo saben hacer—El Cardenal le miró airado.

— ¿Acaso me estáis acusando de algo?

— ¿Acaso hay algo de lo que os tenga que acusar?

— ¿Entonces cual es el problema eminencia?

—El problema no. Los problemas, diría yo.

— ¿Los problemas? ¿De qué problemas me estáis hablando inquisidor?

— ¿Y sois vos quien me lo pregunta? Si tan seguro estáis de que no tenéis problema alguno, ¿podríais explicarme donde está el padre Alejandro?

El Cardenal le miró con sorpresa.

—No me mires así Cardenal ¿Cuando me ibais a decir que se os escapó? ¿Y que todavía tiene en sus manos el quinto evangelio?—el inquisidor se puso en pié mientras le gritaba ¿Sabéis lo que ocurriría si la gente descubriera ese maldito evangelio?

—No debéis alteraros, inquisidor. Estoy en ello, pronto tendrá noticias del padre Alejandro, que ya no es tan padre, yo mismo lo descomulgué. Así que descuide en cuanto tengamos al tal Alejandro, tendremos el evangelio.

—Otro lamentable error. El padre Alejandro no tiene el evangelio.
El Cardenal le miró molesto.

— ¿Quien ha dicho semejante estupidez?

—Uno de los hombres que mandasteis al convento para forzar al padre Alejandro a entregaros el evangelio matando a su madre y que se salvó milagrosamente. Él fue el que me comentó que el padre Alejandro entregó el libro al Águila Roja.

—Eso son habladurías para que no le matáramos a él por hacer mal su trabajo. En cuanto consigamos a Alejandro, confesará. Déjelo en mis manos.
#35
MarGonz
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31/08/2012 12:21
— ¿Cómo os dejé el asunto de Laura de Montignac?

El Cardenal le miró de sopetón y contestó colérico.

—Lo de Laura fue diferente, estaba involucrado el Rey, y se nos escapó de las manos, y aún así todo salió a la perfección.

— ¿Todo?, ¿estás seguro de ello? ¿Realmente Laura y todos sus descendientes están muertos? Tengo ciertas dudas de ello, y por eso estoy también aquí. Esta vez voy a supervisarlo todo. Te doy dos días para que me entregues al hereje y al evangelio. Después hablaremos de Laura.

—Está bien, en dos días lo tendrá. Y… ¿A qué viene ahora remover el pasado? ¿Qué hay de nuevo para que volváis a interesaros por Laura de Montignac?

—Se han encontrado indicios de que Laura de Montignac sabía dónde estaba escondido el Santo Grial.

— ¿Y como habéis sabido semejante cosa?

—Sabéis que a mí no se me puede mentir. Así que torturamos a varios de los antiguos lacayos de los Montignac, se les acusó de herejía, pero en realidad íbamos tras la pista de un escrito que llegó a mis manos con información de relevante importancia que cambiaba el curso de las cosas. Fue fácil uno de los lacayos, un hombre de avanzada edad, cuando vio lo que le hacíamos a sus hijos confesó.

El Cardenal miró con desaprobación al inquisidor. Este continuó con una pérfida sonrisa.

—No me miréis así Cardenal, vos también habríais hecho lo mismo. No debemos olvidar, que según el escrito ellos son los descendientes directos de María Magdalena y por ello los guardianes del Santo Grial.

— ¿Cómo? ¿Eso decía el escrito? ¿Y os lo creéis?

— ¿Y por qué no? No pierdo nada por investigar esa pista. Ya tengo cierta edad y he decidido centrarme en esto último, además tengo todo el tiempo y el poder del mundo para ello.

—Discúlpeme excelencia, pero de ser cierto eso que dice, nunca podremos encontrarlo porque Laura murió y con ella se llevó su secreto. Yo mismo lo vi muerta con mis propios ojos.

—Nunca aprenderás Cardenal, la mayoría de las veces las cosas no son como las vemos. Debiste comprobarlo tú mismo con tu espada. Deberías hacer como yo. Interrogar e interrogar hasta sacar la verdad aunque sea con sangre. Según aquel anciano, les habían llegado noticias de que posiblemente Laura no estaba muerta, que estaba encerrada en algún lugar de España.

—Habladurías, chismes del pueblo.

El inquisidor prosiguió sin prestar atención al comentario del Cardenal.

—Por lo que deduzco, mi querido Mendoza, que si es así, posiblemente sus hijos tampoco estén muertos. Y hemos de exterminar a todos los Montignac. Así que he venido a buscar a Laura, a sus descendientes y el Santo Grial.
#36
MarGonz
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01/09/2012 01:24
CAP 8 -EL SECRETO DE CRISTINA

Sátur seguía junto al maestro, los dos permanecían sumidos en sus pensamientos buscando una manera de averiguar el porqué de todo aquello. Pero siempre llegaban a la misma conclusión. Fuera lo que fuera que sucediera, se lo había llevado Cristina a la tumba. Sátur rompió el silencio.

—Amo, ¿cómo vamos a hacer para saber lo que su santa esposa pensaba y lo que pasó hace tanto tiempo, si además la persona que nos lo tendría que decir está muerta?

—No lo sé Sátur, no lo sé.

La derrota había arropado su voz. Sátur se frotaba el mentón sin parar, miraba a su amo y miraba de un lado al otro sin saber cómo podría ayudarle. El maestro siempre sabía qué hacer, siempre sabía que decir, encontraba cómo salir de los embrollos, hasta en los más difíciles momentos. Y ahora, estaba ahí tan apático.

—Amo, ¿no le explicaría la difunta a Catalina algo de lo sucedido? Ya sabe que las mujeres se lo cuentan tó.

—No lo creo Sátur. Catalina se enteró el mismo día que yo. Estábamos todos en la taberna de Cipri, cuando llegó Cristina con la noticia de que había recibido una carta de Margarita, y de que se había casado con un joven acaudalado. Cristina estaba muy contenta por haber recibido noticias suyas.

— ¡Claro que estaba contenta amo…! ¿Cómo no iba a estarlo?, si se lo había inventado todo— movió ambos brazos y dejó caer de canto una de sus manos sobre la otra—. De un plumazo se sacó del medio a su hermana y tenía vía libre pa enamorarlo a usted—Gonzalo levantó la vista y le miró con disgusto. Inmediatamente Sátur, bajó la mirada al suelo, sabía que había traspasado la raya, una cosa era que su amo le tratara como de la familia y otra que le dijera tan crudamente lo que pensaba. Gonzalo saltó inmediatamente en defensa de su difunta esposa.

— ¡No vuelvas nunca más, hablar así de Cristina! Hasta que no sepamos que pasó no quiero que tengas la menor duda de su honestidad, ni de su cariño hacia Margarita.

—Como quiera amo… pero las cosas son como son.

—Sátur, no creo que lo hiciera, quizá la engañaron a ella también —dijo buscando en sus palabras su deseo. Miró a Sátur que seguía fijo en su posición, observando como el maestro eludía lo evidente. Prosiguió

— Y si lo hizo fue por algo.

— ¡Sí, algo!, ya se puede imaginar usted por lo que fue.

El maestro volvió a mirarle indignado.

—Sátur. Me vas a obligar a que te eche de aquí.

—Pues perdóneme usted pero tengo que decir lo que siento. Yo puedo ser más objetivo que usted, ya que usted se negará a ver cosas que no le interesen ver, entiendo que por respetar la memoria de su difunta esposa no quiera entender... Pero lo que es… pues és— dijo meneando los brazos con su forma habitual.

—Sátur…. —vituperó el maestro.

—Pues, digo yo; si al menos, su señora esposa hubiera dejado escrito algo al respecto. Algunas memorias como hacen los escribanos con la nobleza o algo así, quizá…, sabríamos algo de ella y de lo que pasó. Si tan buena era y cometió alguna falta, tendría que haber dejado su conciencia tranquila escribiendo en algún lugar sus culpas—miro a Gonzalo—¿no?

A Gonzalo se le iluminó el rostro y le cambió el semblante.

— ¡Eso es¡—exclamó mientras se incorporaba de un salto—¡Eso es Sátur!

— ¿Eso es? ¿El qué, es?, ya está corriendo de un lao pa otro como tigre enjaulao. ¿Me quiere decir lo que es y lo que está buscando?

Gonzalo se dirigió con rapidez hacia su plúteo y miró uno a uno todos sus libros. Sátur andaba tras el sin entender nada.

—Amo, ¿que buscamos entre los libros?, ¿alguna historia relacionada con lo que pasó?

— ¡Sátur, busco el diario de Cristina!; el que encontró Alonso por casualidad, quizá ahí pudo haber escrito algo sobre lo que ocurrió y el porqué dijo que Margarita se había casado.

—Amo, pero que cabeza tiene usted—se señaló la frente con una mano—. Como no se me pueden ocurrir a mi todas esas cosas. Mira tú que simple, el diario. Pues claro, ahí normalmente se apunta todo lo que se hace, se dice y se piensa… ¿no es así amo?
Gonzalo seguía buscando con la yema del dedo índice todos los libros uno por uno. No recordaba donde lo había dejado, nunca le había dado importancia, ya que siempre pensó que eran intimidades y nunca quiso ahondar en él. Quizá su sensibilidad, su sexto sentido o su intuición le habían hecho desistir de leer el diario para que no encontrara lo que no debía encontrar.

—No está Sátur, estoy seguro que lo dejé ahí…, pero no está.

— ¿Y si el niño lo ha cogido para leer cosas de su madre? Quizá el chiquillo le ha dao añoranza.

—No, Alonso me lo habría dicho—de pronto recordó— ¡Espera!
Sátur se quedó inmóvil.

— ¡Pero si yo estoy esperao! Que no ve que no se qué hacer.
Gonzalo cruzó la habitación y se dirigió hacia el arcón. Lo abrió y buscó entra las ropas, y allí estaba, junto al vestido de novia, envuelto en un fino retal de tela de algodón blanco amarilleado por el paso de los años. Lo cogió y cerró la tapa. Se dirigió lentamente hacia la mesa, lo dejó con sumo cuidado sobre ella y se sentó en su silla. Sátur le imitó. Cogió una silla y se sentó en ella como si montara a su caballo, cruzó los brazos sobre el respaldo esperando que Gonzalo diera el siguiente paso. Debía de leer el diario de Cristina.
#37
MarGonz
MarGonz
01/09/2012 01:26
Gonzalo desanudó con delicadeza aquel paquete de tela y dejó al descubierto el manuscrito de su difunta mujer. El libro raido por el paso del tiempo había adquirido un color amarillento por el oxido de sus hojas y desprendió un suave olor a lignina.

—Amo. Va a tardar mucho usted en abrirlo. Por Dios amo, que ya es muy entrada la noche— replicaba.

Gonzalo le miró lentamente. Parecía no estar allí. Tenía temor. Por primera vez en su vida, temía saber. Sentimientos encontrados se mezclaban en su recuerdo, lo que había sido, era y podría haber sido su vida, todo podía aclararse en ese libro. Pero… ¿Y si lo que encontraba en él le hacía cambiar la imagen angelical de Cristina?

—Amo, ¿va a abrirlo o no?

—Ya voy Sátur.

—Aunque tarde en leerlo, lo que está, ya está. Ya no puede hacer na. Solo saber, como usted me dice a mí, siempre es mejor saber que vivir en la inorancia.

—Se dice ignorancia, Sátur.

—Si usted lo dice—le miró y señaló el diario que permanecía en la mesa esperando ser observado—. Abra amo, ¡abra ya! Que me tiene en ascuas.

El maestro miró a Sátur respiró profundamente y se armó de valor, abrió el libro por una página cualquiera.

«….Padre nos ha castigado por marear y jugar con las gallinas…»

«…Hoy hemos ido a lavar al rio, Margarita iba cantando todo el camino, Gonzalo he ha hecho llegar una carta donde le dice cosas preciosas, se la ve tan feliz...»


Gonzalo suspiró, recordó lo feliz que era con Margarita, lo bien que se sentían los dos, ajenos a todo lo que el destino tenía preparado para ellos.

—Amo, no se quede ido otra vez, y dígame por Dios, que dice. No me explica ná—el postillón cogió la silla y se sentó a su lado, Gonzalo siguió pasando páginas.

«…Hoy estoy contenta, Gonzalo le ha pedido a Margarita que sea su esposa. Padre aún no lo sabe y me han dicho que no diga nada. Se ven tan enamorados. A veces me pregunto si yo encontraré a alguien como Gonzalo….»

Continuó leyendo hojas sueltas, pasaba las páginas con ansiedad por encontrar algo que le diera una explicación.

«… Hoy Margarita se ha escapado como cada noche para encontrarse con Gonzalo y les he seguido hasta el lago. Han estado hablando durante mucho rato, abrazados y tumbados sobre la cálida hierba mirando las estrellas, el acariciaba sus cabellos y ella le miraba con amor, se han dado un largo beso….Como me gustaría ser Margarita. Gonzalo la quiere tanto… ¡Ojalá pueda tener un novio como Gonzalo!»

Gonzalo recordó aquellos días. Cerró el diario, no podía continuar. Se incorporó de la silla y dio varios pasos por la alcoba.

—Amo, porque cierra el libro ese. Ahora que se estaba poniendo interesante.

Gonzalo le miró súbitamente. Señalando el libro y dijo con rabia.

— ¡Ahí no vamos a encontrar nada!

— ¿Cómo que nada?—Sátur se levantó de su silla y se sentó en la que había ocupado Gonzalo. Abrió el diario y continuó por donde se había quedado el maestro—Aquí queda claro algo que usted y perdóneme no quiere ni ver.

—Sátur no empieces ¿Qué queda tan claro?

—Pues verá, tendríamos que seguir leyendo un poco más para comprobar, verdad, pero hasta ahora, cada vez que su esposa—se santiguo—Dios la tenga en la gloria, escribía una frase, le mentaba a usted—Gonzalo le miró

— ¿Y qué?

— ¿Cómo que y qué?, Usted será mu listo pa unas cosas pera pa otras…— hizo una mueca—. Pa las mujeres amo es un desastre, y perdóneme pero…. ¿Es que no se da cuenta? Su mujer quería ser su cuñá. Estaba enamorá de usted. Pero claro…, estaba su hermana.

Gonzalo cerró de un manotazo el diario que tenía en las manos su fiel postillón.

—¡Pues ya!, ¿ya te has despachado a gusto verdad?

—Pues sí, me he despacháo, pero no me niegue lo que hemos leido—Gonzalo con el ceño fruncido le volvió a mirar— y no me mire usted así, está bien, de acuerdo, si usted no quiere ver, pues ala, quédese ciego. Yo ya he visto un poco de luz en to este entuerto.

—Por favor Sátur, ¡basta ya! Anda ve a preparar los caballos tenemos trabajo—dijo envolviendo el libro en el trozo de tela.

— ¿Ahora?—protestó el postillón— ¿Dejando a la difunta encima de la mesa?

— ¡Sátur!

—Está bien, está bien… ya voy pero esto no lo puede dejar así. Es muy grave y puede que ahí esté la llave de su felicidad, la de su hijo y la de su cuñá Margarita.

—Anda por favor—levantó la mano indicándole la salida de la alcoba—. Date prisa hemos de ir al puente de Briñas.

— ¿Otra vez ahí, amo?

—Sí, allí encontraste la cruz de mi madre, ¿no? Pues tenemos que volver a ver si encontramos alguna pista más. O quizá si la perdió allí, haya vuelto a buscarla.

—Pero… y si lo dejamos pá mañana…, estoy mu cansao y… —Saturno se dio la vuelta y Gonzalo ya no se encontraba en la habitación.—Pues ná, Saturno, pal puente de Briñas.
#38
MarGonz
MarGonz
01/09/2012 01:33
— ¡Buenos días Sátur!—Gritó Alonso al cerrar tras de sí la puerta de su habitación.

—Buenos días Alonsillo, ¿que animado te veo hoy?

—Sí, ya estoy más tranquilo, he soñado con que mi tía Margarita regresa a vivir con nosotros. Y tengo un hambre que me muero—dijo sentándose en la mesa para almorzar.

—Pues claro Alonsillo, como hablaste ayer con ella, se te ha abierto el apetito.

—Pues será eso.

—Pues ala, toma unas gachas que me han quedáo de vicio—Sátur, sirvió al muchacho.

— ¿Y mi padre?

—Pues no sé, se ha levantado temprano, no sé dónde ha ido. Pero tú a comer y después a remover la paja del establo.

— ¡Pero si es domingo!

— ¿Y qué pasa los domingos?, No se come y se hace lo mismo que los otros días, pues ya. Almorzar y al pajar.

—Está bien— dijo con resignación— pero después tengo que ir a casa de Murillo.

—Bueno, eso será cuando termines las tareas de la casa.

—¡Uf, Sátur pareces mi padre!

— ¡Sshhhh! Chitón. Y a comer.

Alonso terminó de almorzar y se fue a arreglar el pajar. Sátur no sabía donde había ido Gonzalo. Estaba preocupado.

— ¿Dónde estará este hombre?—se dirigió a su habitación. Una vez allí la curiosidad hizo presa de su razón, y se acercó al arcón donde sabía que Gonzalo había guardado el libro de la difunta. Una vez frente a él, empezó hablar para sus adentros.

—Saturno, no debes—movió la cabeza repetidas veces—. Pero si es solo un momentillo de ná. Que no, que no está bien que leas esas cosas, deja que tu amo se encargue de eso. Bueno Saturno tienes razón, me voy— no había dado ni dos pasos cuando se dio la vuelta rápidamente—. Pues yo no estoy hecho pa esto, soy curioso por naturaleza así que ahora no voy a hacer una excepción, no creo que le sepa mal a mi amo que lea algo del libro, a lo mejor yo encuentro algo que él no pueda o no quiera ver; vamos Saturno que no tenemos todo el día— se agachó sobre el arcón y lo abrió, buscó entre la ropa, pero no encontró nada.

—No hay na de ná—se incorporó cerró el arcón y se sentó sobre él—Se lo ha llevao. Se ha ido pa leerlo. Ya sé dónde ha ido el amo. Ya lo sé.

Todavía no había amanecido, Gonzalo contemplaba el alba desde su rincón. Donde años atrás estuvo con Margarita tantas y tantas noches. Se sentía roto, derrotado por los últimos acontecimientos. La suave luz del amanecer, el trinar de los pájaros revoloteando entre las ramas de los árboles que le daban cobijo, el olor a hierba mojada del rocío le llenó de sensaciones. Unas sensaciones que no sentía desde hacía muchos años. Miró hacia sus manos, en ellas llevaba el diario de Cristina. No había tenido el valor de seguir leyendo, tenía temor a que lo único que creía bueno, lo único que creía noble y puro en su vida se viera truncado, marcado por la mentira.
Abrió el diario y continuó leyendo. Hasta que lo encontró. Asió el libro con las dos manos y se lo aproximó a sus atribulados ojos.

«… Margarita me ha contado que Lucrecia ha preparado un encuentro con un noble que está prendado de ella, para darle celos a Gonzalo. A Margarita no le hacía mucha gracia pero al final cedió. Lucrecia nos ha dicho que es mejor que Gonzalo encele y así estará más por ella. Últimamente está muy apegado a un monje que va con él y todo el día está con la espada… yo creo que Lucrecia está enamorada de Gonzalo….»

Pasó páginas y páginas.

«…Hoy a sucedido algo terrible. Gonzalo ha matado a un noble y Margarita le ha dicho que tiene que huir de la villa, incluso de las Españas para que no le ejecuten. Ella lo prefiere a que se quede. No voy a volver a verle nunca más. Nunca voy a perdonar a Margarita por ello. Nunca la voy a perdonar...»

Gonzalo cerró con tristeza el libro, quedando sus dedos presos de él, como si el mismo libro no le dejara escapar de aquella realidad. El corazón le latía con fuerza, empezó a transpirar. Comprendió lo que Sátur le había dicho la noche anterior, lo imaginaba desde que explicó a su fiel criado e la conversación que mantuvo con Margarita, pero no podía pensar que Cristina, la dulce y bondadosa Cristina…

Cabizbajo meditó, analizaba cada momento, cada vez que había hablado con ella de Margarita, cada vez que preguntó por ella. Margarita nunca supo que regresó, ni que preguntó por ella, nadie le avisó. Ahora las imágenes bailaban en su cabeza desmontando su vida como un castillo de naipes, situaciones vividas con su difunta mujer ahora tenían otro color.

Afligido miró al cielo. El sol salía por oriente iluminando el lago y todo su alrededor. Las aguas reflejaban aquella luz que daba color y vida a todo lo que permanecía en aquel lugar. Menos a Gonzalo, que permanecía vacío y profundamente solo.

—Debo continuar. Debo saber que pasó—se repetía una y otra vez. De pronto escuchó risas y miró a su alrededor. Pero no vio a nadie. Permaneció inmóvil unos instantes, hasta que pudo entender que las risas eran sus recuerdos, vivían en su memoria. Corría con Margarita junto al lago, corrían uno tras otro hasta darse alcance, entonces él la rodeaba con sus brazos y se fundían en un dulce y largo beso, ella escapaba y volvían a correr. El solo quería besarla, y sentirla muy cerca —sonrió—. Debo continuar por ella— siguió leyendo.
#39
MarGonz
MarGonz
01/09/2012 01:34
«… Hoy he visto a Gonzalo ha venido a la villa después de seis largos años. Está más encantador que nunca, su mirada es más dulce, se ha vuelto un hombre muy atractivo. Me ha preguntado por Margarita, no sé lo que hacer, le he dicho que no tenía noticias de ella desde hacía mucho tiempo. Me da miedo que quiera ir a buscarla y le vuelva a perder. Ella no se lo merece, le ha hecho mucho daño, por su culpa mataron a sus padres. En cambio yo… he permanecido esperándolo todos estos largos años. Todas mis amigas se han casado Lucrecia con un noble, el Marqués de Santillana, y se marchó por las Españas, Dios sabe donde andará. Catalina se casó con Floro y Inés con Cipri. Yo le he estado esperando pacientemente a que volviera. Y él solo ha preguntado por Margarita. Dios mío ¿Qué debo hacer?...»

El corazón le latía como un caballo desbocado. Cristina se preguntaba, ¿que debía hacer? Aún sabiendo el amor que sentía por su hermana, no le dio cuentas de ella. ¿Por qué? Todo hubiera sido tan fácil. La verdad, la justicia, la honestidad, y el amor. Todas las virtudes que él tanto valoraba huían de su vida jugando con sus sentimientos y llevándolo a una vida paralela a su voluntad. Su mirada continuó hambrienta de aquellas palabras. Debía seguir.

«…Hoy he encontrado una carta de amor. Creo que se me va a declarar. Aunque lo que decía pudiera ser que en principio no hubiera sido escrito para mí, sé que me la entregará, llegará a quererme de la misma forma que quería a mi hermana, y esas palabras serán mías, igual que él solo mío… ¡Se expresa tan bien! Me gustaría besarle como hacía Margarita y que me mirara de la misma manera….»

«…… Desde que le dije a Gonzalo que Margarita se había casado, siento que ha cambiado, me frecuenta más. Catalina me dice que ha notado que me habla y me mira de otra manera. ¿Se estará enamorando de mí…?»

«….Gonzalo quiere ser maestro, le he dicho que puedo ayudarle con las tareas, yo solo quiero estar con él, pasamos muchas horas juntos»

«… Hoy ha llegado carta de Margarita, pregunta por nosotros y por Gonzalo. He decidido que no le voy a decir nada de él, no merece que le haga sufrir de nuevo. Es mejor que se quede en Sevilla…»


Pasaba las páginas con desazón. Ya no sentía temor, ni tan siquiera rabia. Tan solo sentía tristeza y un hondo pesar.

Siguió.

«…Hoy soy la mujer más feliz de la tierra, por fin lo conseguí. Gonzalo me ha pedido que sea su esposa. La carta que encontré en su arcón, me la ha entregado. Es tan tierno...»

«…Hoy madre y me ha dado el vestido de novia con el que se iba a casar Margarita, estaba llorando, no sé bien si por tristeza o por mi felicidad, me ha dicho que lo lleve yo, que me sentará bien igual que el collar que tiempo atrás me dio, me ha dicho que siempre lo ilumino todo y que seré una novia preciosa. Me he sentido muy feliz. Ya no me siento la segunda en todo, ahora todos están por mí...»

«…Hoy he escrito a Margarita, después de tanto tiempo, no sabía cómo hacerlo, le he dicho que Gonzalo y yo nos vamos a casar. Espero que me sepa perdonar por mentirle pero tenía que hacerlo, Gonzalo tenía que ser mío, ella no se lo merecía, yo le quiero con toda mi alma, siempre le quise y le daré todo el amor que pueda darle, será feliz…y la olvidará»


Gonzalo dejó de leer. Las lágrimas no dejaron que siguiera viendo el trazado del carbón que dibujaban aquellas palabras con las que Cristina acababa de romperle en mil pedazos su alma. Lloró como un niño, retorciéndose por dentro, por descubrir la cruda realidad.

—Margarita—Su nombre afloró a su boca, como dejándola escapar de aquella angustia que cubría su cuerpo, su mente, y su corazón. Su mundo se hizo añicos, ahora ya sabía la verdad, entre Lucrecia y Cristina tejieron su futuro, sin tiempo, ni oportunidad de poder hacer nada al respecto. Y todo por la envidia de una y los celos de la otra. Se cubrió el rostro con sus manos, no quería ver nada ni nadie, la única mujer que había amado en la faz de la tierra, la única ajena a todo lo acontecido y era a la única que le había dado la espalda causándole un gran dolor. Se maldijo por ello. En aquel momento Gonzalo supo que Margarita había sido victima al igual que él, de una conspiración contra sus destinos.
#40
MarGonz
MarGonz
05/09/2012 23:25
CAP 9 - EL FIEL POSTILLÓN


Sátur llegó casi sin aliento, subió a la gran roca donde su amo solía practicar algún atardecer con la Katana y desde allí observó la orilla. No vio a nadie. Recorrió todos los rincones de la zona. «¿Dónde podría estar el maestro?», se preguntaba. Cuando ya había desistido en su búsqueda y volvía hacia casa, se dio cuenta que bajo un árbol y detrás de unos arbustos sobresalían unas botas. Enseguida las conoció, eran las de Gonzalo. Corrió hacia él.

— ¡Amo!—gritó, pero el maestro ni se inmutó. Seguía lejos del lago, lejos de aquel lugar,en aquel momento Gonzalo de Montalvo se encontraba quince años atrás, perdido en sus recuerdos, reviviendo momentos pasados que tenía escondidos en un rincón de su memoria. El postillón siguió hablando mientras caminaba hacia él— ¿Por qué no me ha dicho que venía hasta aquí?, ya me estaba preocupando yo. No sabía si se había ido a una misión o ¿qué? Como no ha dicho na—Gonzalo no contestó.

Sátur se detuvo un instante—Amo, ¿qué me escucha?— hubo un silencio de respuesta y Sátur dejó de hablar. Las botas de su amo permanecían inmóviles en la misma posición que había visto desde lejos, no era normal, preocupado aceleró el paso con la inquietud reflejada en su rostro.

Cuando por fin llegó junto a él, se quedó fijo, mirando el semblante taciturno de su amo, por eso no dijo ni preguntó nada, el fiel criado se dio cuenta de que el maestro lloraba y que en sus manos sujetaba el diario de Cristina. Comprendió que Gonzalo había descubierto la verdad de todo aquello y que esa verdad le estaba causando un profundo dolor. Se acercó y se sentó junto a él ofreciéndole su apoyo con tan solo su presencia. Los dos hombres continuaron en silencio unos minutos más, pero Sátur que no estaba acostumbrado al mutismo ni a la meditación, miró al maestro y hablo.

— ¡Amo!—le movió el brazo con cuidado—despierte amo, vuelva aquí conmigo, que yo estoy pa ayudarle—le sonrió tímidamente.
Gonzalo al escuchar aquellas palabras, miró a su criado con afecto y gratitud. Le devolvió la sonrisa.

— Supongo que ya sabe lo que pasó. Por eso está así, ¿no?
Gonzalo movió la cabeza asintiendo.

—Sí—suspiró—ya lo sé. Se lo que ocurrió y el porqué ocurrió—su voz sonaba débil, fatigada.

—No se me venga abajo amo, no se me venga abajo. Que no hay nada que no pueda arreglar usted.

—Estoy cansado. Sátur, muy cansado.
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