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RELATO - Mi Destino Eres Tú.

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#0
MarGonz
MarGonz
25/08/2012 19:47
Hola chicas... cuanto tiempo.

Haber os traigo la continuación de mi relato ( un pelín extenso) jajjajajaja las dos primeras partes son idénticas a las anteriores pero con alguna modificación.. así que lo siento para las que hayáis leido el anterior, he ampliado un poco los diálogos..si os lo queréis saltar pues eso... intento resolver alguna cuestión que nos trae de cabeza..,la carta, Flandes antes o después, la boda con la hermana, la otra carta...jajajja vamos como a mi me hubiera gustado que sucediera.. AINSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS...

Ahí va.

**************
relato-midestinoerestu

Como es muy extenso y no puedo colgarlo todo creo que mejor os dejo el link.



capi 1 Mi DESTINO ERES TÚ


capi 2 recuerdos de Margarita


capi 3MArgarita se confiesa con el águila


capi 4 Gonzalo descubre un secreto


capi 5 Sátur descubre la verdad de la declaración de la carta de amor de Gonzalo.

Bueno ahí queda eso..

Nos vemos. Con Dios
#41
MarGonz
MarGonz
05/09/2012 23:26
—No amo, no. Cansado no puede estar, que lo diga yo, pues vale, pero usted, usted está hecho usted de otra pasta. ¡Es el héroe de la villa!, la gente le quiere y le necesita. Así que se me va levantando de ahí y nos vamos pa casa, se como unas gachas y como nuevo. Luego…—levantó la mano sobre su cabeza y la movió queriendo alejar las penas—. Dios dirá. No puede haber sido tan grave lo que ha leído pa que esté usted así. Además, siempre soy yo el que se fatiga, usted es el águila y un águila siempre está alerta, atenta, y nunca descansa.

Gonzalo sin dejar de mirar el lago, le tendió la mano con la que sujetaba el libro, sus dedos eran presos de una página en concreto. Sátur lo cogió y lo abrió por esa misma página. Leyó muy lentamente las palabras que había dejado grabadas Cristina.

— ¡Me cago en la madre que la parió! Y discúlpeme, pero aunque su madre…, la de ella digo, sea la misma que la de su cuñá y esta fuera una santa, su santa esposa no era tal—Gonzalo dejó de mirar el horizonte y le miró. Por primera vez en su vida no le molestó lo que su postillón estaba diciendo de Cristina, Sátur tenía razón, su difunta esposa se había compotado de una manera egoísta y mezquina, por lo que no le dijo nada, dejó que siguiera hablando y volvió a mirar al infinito.

— Amo, no se preocupe usted, que esto ya pasó y lo pasao, pasao está. Ahora Margarita está libre y usted también, ya no le debe nada a nadie, y puede actuar con normalidad, la deuda con su esposa ya se ha saldado con creces, así que vaya hablar con Margarita y asunto arreglao.

—No es tan fácil Sátur—se lamentó.

— ¡A no! ¿Por qué no? Si puede saberse.

— ¿Tu sabes porque Margarita no volvió a casa?

— ¡Pues no! Nunca me lo ha querido explicar y créame que no les entiendo, pues pensaba que después de lo que pasó en su alcoba entre la señora y usted…. —Gonzalo le miró de nuevo—Bueno que todo iría como la seda. Pero no, no sé qué les pasó, ni me lo puedo llegar a imaginar.

Gonzalo le miró con profunda melancolía, se sentía insignificante.

—Sátur, un error muy difícil de reparar.

—Bueno, se acabó ya—Saturno se incorporó y obligó a Gonzalo a levantarse—.Ya es hora de que volvamos a casa, y de que se espabile, ¡que está ennortáo!, ¡que si un error, que si otro error! ¡Qué tiene que reaccionar! Que el pasado no puede condicionarle su presente ni el futuro de usted, ni de su familia. Porque le recuerdo, que usted tiene una familia que tiene que cuidar, y mantener unida. Así que se acabó. —Cogió el retal de algodón que permanecía en el suelo junto al maestro y envolvió con rapidez el diario de la difunta, intentando que desapareciera de su vista, lo guardó bajo el brazo y se puso a caminar hacia la villa tirando del maestro— Venga que a este paso llegaremos al anochecer.

Gonzalo siguió a su postillón. Por primera vez los papeles se habían intercambiado, el postillón iba delante dirigiendo los pasos de su amo, que cabizbajo le seguía sin ningún tipo de interés.
#42
MarGonz
MarGonz
05/09/2012 23:26
No llevarían mucho tiempo caminado cuando escucharon unos gritos que provenían de una de las casas que había junto al camino.

— ¡Amo! Ha oído usted.

Los gritos de aquella mujer despertaron de inmediato al maestro de la abulia de la que era preso. Gonzalo se detuvo, como un felino agudizó sus sentidos que volvieron a revitalizarle. Tiró de su postillón hacia unos matorrales y agazapados prestaron toda su atención hacia el lugar de donde provenían los lamentos.

— ¡Es el comisario!—profirió Sátur.

—No. Esos hombres no son del comisario—se arrastró por entre las ramas, hasta que pudo ver a unos embozados sacar de aquella casa a toda la familia. Del interior de la vivienda sacaron un saco con algo dentro. Cuando los embozados se disponían a partir, el padre de familia se armó de valor, se incorporó y les reclamó lo que se llevaban, uno de los hombres le golpeó tirándolo sobre el carro donde había más sacos, entonces el hombre tiró con fuerza de uno de ellos esparciendo todo el interior sobre el suelo. Un sonido hueco llegó hasta ellos. Amo y criado se miraron sin comprender y volvieron a mirar hacia aquella casa agudizando más la vista, pero desde aquel lugar no pudieron ver nada claro. La mujer pidió clemencia sobre su marido, y los niños lloraban aferrados a las faldas de su madre. Uno de los hombres gritó.

— ¡Dejadlos!, ¡recoged lo que ha caído y vámonos! Tenemos mucho trabajo que hacer, hay que peinar la zona y el tiempo apremia.

—Ha oído usted eso. Van a peinar la zona.

—No, si se lo impedimos—contestó Gonzalo poniéndose en pie y dirigiéndose veloz hacia la villa.

—Así me gusta amo. Ya ha vuelto en sí. Hemos de ayudar al pueblo. Pero…. ¿Qué es lo que buscan?

Gonzalo ya no estaba junto a él. Había volado hacia su guarida.
#43
MarGonz
MarGonz
10/09/2012 17:40
CAP 10- LA COPA QUE ENVENENA


Margarita llegó a la villa, corrió hasta llegar al barrio de San Felipe, y recorrió las callejuelas hasta llegar a casa del maestro. Subió rápidamente las escaleras y sin pensarlo ni un instante abrió la puerta y entró con precipitación.

— ¡Alonso!..., ¡Gonzalo!..., ¡Sátur!...— uno a uno los fue llamando, mientras miraba por todos los rincones de la casa. Pero allí no había nadie. Se dirigió con paso firme hacia la cocina y buscó entre los estantes la copa. Pero no la encontró. Buscó por todas partes y no vió nada. Su corazón se aceleró, se dejó caer en una de las sillas que circundaban la mesa. Pensó « ¿y si alguno de ellos ha bebido de la copa y por eso no hay nadie en casa...?» «Dios mío...» suspiró. «¿Y si han ido a buscar a Juan». Se incorporó de nuevo, su corazón latía descontrolado, comenzó a transpirar por todo su cuerpo y una sensación de mareo la desequilibró. Margarita se sujetó a la mesa, y se sentó unos instantes. Sabía lo que le sucedía, sabía que con el tiempo aquellos mareos desaparecerían, acarició su vientre y respiró profundamente, pero su mente no dejaba de pensar. «Margarita no seas tonta, si hubiera pasado algo estarían en casa, no hubieran ido todos a buscar a Juan» esos pensamientos la tranquilizaron, y por un instante se relajó, cuando estuvo más recuperada se incorporó y caminó hacia la puerta. En ese preciso momento, Alonso entro en casa y la vio.

— ¡Tía Margarita!—corrió a sus brazos. Ella lo recibió con todo su cariño, se fundieron en un breve pero intenso abrazo. Se sintió más tranquila a ver que Alonso estaba bien, le beso los cabellos alborotados y él le regaló una amplia sonrisa.

—Que contento estoy de que hayas venido tía. ¿Te vas a quedar?
Margarita se agachó a la altura de su sobrino, le cogió por los hombros mientras le decía.

—Alonso, cariño, solo he venido a verte y de paso, a buscar un objeto que me deje y que necesito.

— ¿Qué es ese objeto tía?

—Alonso, ¿tú te acuerdas de una copa de madera vieja que había en los estantes?

—No. ¿Qué copa?

Margarita llevó al niño hacia la mesa y se sentó junto a él.

—Alonso, ¿tu recuerdas la copa de madera que trajiste a casa hace algún tiempo? Una que encontraste en la calle, cuando jugabas a la peonza.

Alonso pensó un momento y enseguida recordó.

—A, si tía, la copa de madera. Estaba ahí en el estante— se acercó al lugar que había señalado y miró.

Margarita intervino.

—Alonso ahí no está, ya he mirado yo antes—le habló con dulzura. El niño la miró haciendo un mohín.

— ¿Qué no está?—se quedó callado un instante y al momento dijo— ¡Ha, ya! Posiblemente…—recordó—, está en el arcón.

— ¿En un arcón?, ¡normalmente esas cosas se guardan en la alacena!

—Sí, pero Cipri guardó varias cosas del estante en el arcón.
Dice que así está todo más recogido. Ya sabes que Sátur y él, siempre se pelean, cada uno quiere dejar las cosas en sitios diferentes y Cipri se quiere encargar de la cocina, le gusta tenerlo todo muy recogido, como hacía en la posada, así que guardo algunas cosas de menos uso ahí, para que Sátur no las toque —se dirigió hacia la viejo arcón que quedaba cerca de la mesa. Junto a la puerta de salida de la cocina.

—Son como niños—comentó Margarita mirando al cielo—. Ya os imagino yo, cuatro hombres solos en casa, debéis estar muy divertidos. ¿He, Alonso?— bromeó con aparente tranquilidad.

—Bueno, tía, no te diré que no, porque a veces parece que estoy en el colegio—rió—. Padre está todo el día poniendo paz entre ellos. Suerte que Catalina viene mucho por aquí y también les abronca.

— ¿Cata, viene mucho?—preguntó sorprendida.

—Sí, viene a ayudar con alguna que otra tarea, algunas veces ella y Murillo cenan con nosotros. Lo hace desde que te fuiste, para animarnos.

Margarita miró a su sobrino con cariño. Pero curiosa preguntó por aquella nueva situación que no acababa de comprender.

— ¿Catalina cena con vosotros algunas veces?

—Si tía—dijo Alonso buscando en el interior del arcón—.Mira tía aquí están.

—Vamos a ver Alonso, sácala de ahí—comentó mientras se aproximaba al arca.

—Esta és.
#44
MarGonz
MarGonz
10/09/2012 17:42
Margarita miró la copa y recordó lo que Laura le había contado, las líneas onduladas se perfilaban alrededor del cáliz. Un escalofrío le recorrió toda su espalda, esa era la descripción de la copa que hizo Laura. Y ese era el recipiente que causó su envenenamiento. Inmediatamente se la pidió con nerviosismo.

—Gracias cariño. Dámela.

El muchacho obedeció. Margarita no dejaba de mirar la copa como si la hechizara. Alonso preguntó curioso.

— ¿Te pasa algo tía?

—No, no pasa nada.

— ¿Y para que quieres esa copa? ¿y porque la miras así?

Margarita no sabía que decir. Optó por la verdad.

—Es que verás—pensó con rapidez—. He conocido una señora que dice que hace algún tiempo, perdió una copa como esta, en esta misma calle, se sentía muy apenada, y entonces recordé cuando me explicaste que tú encontraste una tirada en la calle y la trajiste a casa. Así que le prometí que se la llevaría y si no era la suya, la devolvería. Es una pobre mendiga que solo tiene esa copa, y como te he dicho esta muy apenada, es el único recuerdo que tiene de su familia.

Alonso se quedó pensativo unos instantes.

—Tía, déjame ver la copa de nuevo.

Margarita se la dejó ver pero sin antes decirle.

—Mírala pero no la toques que está muy sucia— tenía miedo de que a Alonso le ocurriera algo, aquella copa era mortal y no quería que se le acercara.

—Pero tía, que no pasa nada.

—Alonso haz lo que te digo.

—Está bien. Lo haré—contestó resignado, no quería contradecir a su tía. Alonso contemplo la copa con detenimiento, y entonces recordó.

— ¡Tía, yo conozco a esa mujer que dices!

— ¿Cómo? Alonso, ¿cómo vas a conocer tú a esa mujer? Si vive a las afueras de la villa.

—Sí tía, te digo que sí. No recordé la copa cuando la traje, no caí, pero cuando me has explicado lo de esa mujer, me ha venido a la memoria y ahora lo recuerdo todo.

— ¿ Qué es lo que recuerdas?
#45
MarGonz
MarGonz
10/09/2012 17:42
—Una noche que volvía a casa me tropecé con una mujer mayor, que deambulaba por la calle, al chocar con ella, se le calló algo al suelo que yo mismo recogí, y era esa misma copa, ahora lo recuerdo con claridad; días después la encontré por casualidad tirada en la calle cuando buscaba mi peonza.

— ¡Alonso!—dijo sorprendida, recordando que Laura le explicó que había estado en la villa—¿no estarás equivocado?

—No, no lo estoy. Me acuerdo perfectamente de ella. Esa mujer era casi una anciana y a mí también me sorprendió su reacción pues cuando se la di la guardó con rapidez y se fue sin apenas hablar. Era como si la sobreprotegiera. Tía llévasela. Si a mí me sucediera lo que me has contado, yo también querría proteger el único recuerdo que me quedaría de mi familia.

—Muy bien Alonso— le alentó—. Se la llevaré—Margarita comprendió que aquella copa era la que le había contado Laura, ahora no tenía ninguna duda. Asió la copa y la envolvió en un retazo y se despidió de Alonso.

—Tía, ¿ya te tienes que ir?

—Sí mi amor—le acarició el rostro con su mano—me tengo que marchar. Se está haciendo tarde y debo volver a casa.

—Tu casa está aquí— dijo tajante.

Margarita le miró desconcertada.

—No me mires así tía. Es verdad. Esta es tu casa. Aún no entiendo que es lo que ha pasado para que no vuelvas aquí.

—Alonso, creí que ya lo habías entendido. Estoy cuidando a una vieja amiga.

Alonso la miró con tristeza.

—Es que… —se echó sobre ella rodeándola con sus brazos—.Te hecho mucho de menos tía. No quiero que me dejes solo.

A Margarita se le humedecieron los ojos.

—Alonso, me vas a hacer llorar. Ya te lo explique. No te estoy dejando solo mi amor, está tu padre, Sátur, incluso ahora tienes a Murillo y Catalina—le cogió el mentón y le miró a sus ojos color miel, esos ojos tan parecidos a los de Gonzalo—. Cuando mi amiga se encuentre mejor. Volveré. Te lo prometo, de verdad. Créeme.

El niño se soltó de su cintura y la miró con lágrimas en los ojos. Margarita dejó la copa sobre la mesa y le secó aquellas lágrimas con sus pulgares. Le dio un tierno beso en las mejillas y le hablo sujetando su rostro con ambas manos.
#46
MarGonz
MarGonz
10/09/2012 17:43
—Antes de que te des cuenta, estaré de nuevo en casa.

Él asintió.

—Ahora me tengo que marchar— cogió de nuevo la copa y caminó hacia la puerta de la casa.

—Me lo prometes—le gritó Alonso.

—Te lo prometo—contestó Margarita y caminó con paso firme, hasta llegar a la salida. Antes de franquear la puerta y envolverse entre el bullicio de los vecinos, no pudo contener las ganas de mirar hacia la alcoba de Gonzalo, donde días atrás se había entregado en cuerpo y alma al amor de su vida, la alcoba donde habían compartido, mucho más que amor. Cerró los ojos y masticó su tristeza y su dolor sabiendo que Alonso la estaba observando.

Miró de nuevo a su sobrino que permanecía estático junto a la mesa, le sonrió con toda la serenidad de la que pudo hacer acopio, abrió la puerta y salió. Al Igual que salieron de sus grandes ojos negros, las lágrimas que había retenido minutos antes frente a su sobrino y que la acompañarían todo el camino hasta la casa donde la esperaba Laura.
#47
MarGonz
MarGonz
24/09/2012 00:25
CAP 11- IRENE

Llevaba tanto tiempo hincada de rodillas que ya no podía sentir sus piernas. El entumecimiento y el dolor que sentía en sus articulaciones le recordaban su pecado y calmaban su penitencia, reconfortando su fe y aliviando el sentimiento de culpa que albergaba en su alma.

Como cada atardecer desde hacía varios meses, se encontraba en la capilla de palacio; pero aquel día era distinto, permanecía quieta, fija, postrada en el reclinatorio sin mover un ápice de su cuerpo. La oscuridad iba ganando terreno a la luz, y como en el final de una gran batalla, una fina capa de plomo y fuego iba copando el interior del oratorio. Irene, apenas podía leer su misal, permanecía con los ojos pegados a él y girando una a una las cuentas de aquel rosario que le regaló sor Lucía cuando era una niña.

—«¡Sor Lucía, si todavía permanecieras aquí, junto a mí, como antaño, te preguntaría tantas cosas!»—pensó.

Miró nuevamente al retablo, implorando perdón y siguió rezando. Ella sabía que todo lo ocurrido últimamente, era castigo del señor y bien merecido que lo tenía. Dios la había abandonado a su suerte, por pecadora, había quebrantado tres de los diez mandamientos de Dios. Se había entregado a los placeres de la carne sin pensar en nada más, además de mentir a su esposo por esconder el hijo del pecado; y a su querido tío que siempre confió en ella, y en su pureza. Ahora le recomía la culpa por todo aquello, había perdido el amor de su vida, había perdido a su hijo, y su marido había tenido aquel fatal accidente de caballo que le había dejado prácticamente ciego. Pero aquel atardecer otras preocupaciones inundaban su pensamiento, la mordedura de una víbora había abierto una brecha en su mente, en su memoria, y ahora reflexionaba sobre lo que Lucrecia le había insinuado, el veneno estaba causando su efecto, la había envenenado tal y como era su propósito, y ahora ella tenía dudas, preguntas sin respuesta y se culpaba por no saber nada de su pasado. Se daba cuenta de que había vivido toda la vida entre algodones, rodeada de mujeres espirituales que siempre le habían dado la paz y el amor que necesitaba, y nunca sintió la curiosidad de conocer el pasado, ni preguntar por nada, ni por nadie. Pero ahora sí, ahora quería saber, quien, cómo y por qué ni su tío ni nadie, nunca le había hablado de sus padres. Porque las monjitas nunca les nombraron y contestaban con evasivas sus escasas e inocentes preguntas ¿Y si toda su vida, hubiera sido una farsa, tal como dio a entender Lucrecia?, ¿Quien era ella en realidad?

Irene intentó lentamente mover sus piernas para sentir alivio, pero al hacerlo sintió varias punzadas clavarse en su delicada piel, el cilicio que ella misma se había impuesto estaba haciendo su función. Un castigo habitual que practicaba cada atardecer desde que había perdido a su hijo.
#48
MarGonz
MarGonz
24/09/2012 00:25
De pronto la puerta se abrió. Irene se incorporó por el sobresalto.

— ¡Señorita Irene!, le estaba buscando por todas partes.

— ¡Por Dios Catalina, que susto me has dado!

La muchacha le contestó enojada, intentando disimular el dolor que sentía en aquel preciso momento. Al ponerse en pié, la presión sobre su pierna fue mucho más intensa, y el dolor se había agudizado. Catalina lo advirtió.

— ¿Le sucede algo señorita?— preguntó preocupada.

—No Catalina, no pasa nada. ¿Por qué me buscabas?

—Su esposo la anda buscando.

— ¿Hernán? ¿Ha ocurrido algo?

—No, tranquila quiere verla, simplemente.

—Bien pues dile que ahora voy de inmediato.

—Como diga la señora.

Catalina la miró de soslayo mientras hacía una reverencia para disponerse a salir de allí. Pudo observar que Irene no se comportaba de un modo habitual, estaba esquiva y extraña.

—Discúlpeme señorita Irene…. —se atrevió a preguntar—¿está segura que no le ocurre algo?

— ¡Que no Catalina!, puedes retirarte—insistió.

—Está bien, señorita— saludo bajando su cabeza y se retiró.

Irene quiso salir inmediatamente hacia su alcoba, se había entretenido ahondando en sus pensamientos, en sus vagos recuerdos de infancia y el tiempo había seguido su curso, se había hecho tarde y ahora su esposo la reclamaba, tenía que acudir rápidamente a sus aposentos para quitarse su penitencia, y acudir a la llamada del comisario de la villa, pero el dolor era muy intenso, por lo que tuvo que esperar unos minutos sentada en la capilla. Catalina a escondidas, aguardó pacientemente a que Irene saliera del oratorio, sabía que nada bueno estaba pasando, así que en cuanto Irene salió del oratorio, la siguió a sus aposentos comprobando que andaba de una manera inusual.

— ¡Si te digo yo que a esta, le pasa algo!—musitó.
#49
MarGonz
MarGonz
24/09/2012 00:26
Irene por fin entró en su habitación. Y rápidamente se sentó en la cama conteniéndose el fuerte dolor. No habrían pasado ni dos minutos cuando Catalina entro precipitadamente sin llamar. En aquel momento la doncella se quedó perpleja, viendo a Irene como se había arremangado la falda y estaba intentando retirar el cilicio de su pierna.

— ¡Señorita Irene!, Por Dios!—rápidamente cerró la puerta tras de sí, y se dirigió hacia la afligida muchacha. Irene la miró con lágrimas en los ojos. Implorando silencio ante aquel descuido por su parte. Catalina se aproximó. La vio tan vulnerable que la abrazó como si fuera su propia hija.

— ¡Dios Mío. Señorita Irene!, ¿que pretende hacer con eso?, ¿y si hubiera sido el señor comisario el que hubiera entrado en su alcoba?

Irene arropada entre los brazos de la doncella, lloraba desconsoladamente. Catalina se separó unos centímetros de la muchacha y le sujetó el mentón obligándola a mirar a sus ojos.

— ¿Quién le ha dado el cilicio?, ¿por qué se castiga así? ¿Qué le ocurre señorita Irene?

La muchacha entre sollozos le comentó.

—Catalina me siento sucia, todo lo que ocurre a mi alrededor es por mi culpa. La huída de Martín—cerró los ojos y suspiró profundamente— ¡yo le quiero!, sabes Catalina.

—Lo sé señorita Irene—contestó acariciándole las mejillas.

—La pérdida de mi bebé, la indiferencia de mi marido, el menosprecio de Lucrecia…

—Pare, pare señorita...—dijo la mujer, intentando tranquilizar a la muchacha. —Eso no es así, pero lo primero que vamos a hacer es quitar la cosa esa de su pierna, antes de que alguien pueda entrar en la habitación, luego hablamos con tranquilidad de todas esas cosas que usted ha dicho.

—Tienes razón Catalina—dijo limpiándose las lágrimas.

—Señorita Irene, déjeme que yo le ayudaré.

La mujer se agachó y empezó a aflojar el cilicio lentamente intentando causar el menor daño posible. Las púas estaban profundamente marcadas en su fina piel, no había perforaciones, tan solo alguna laceración.

— ¡Madre mía!, ¡madre mía! Pero,… en que estaba pensando usted—decía mientras dejaba el cilicio sobre la cama junto a Irene—, ahora mismo tiro esto lejos de palacio.

Irene sintió un gran alivio y le sonrió.

—Gracias Catalina.

— ¿Quiere que le traiga alcohol de romero para calmar el dolor?

—No, no te preocupes, y ayúdame tengo que ir a ver a Hernán.
#50
MarGonz
MarGonz
24/09/2012 00:26
Catalina sacó un vestido del arcón. Llegó junto a la muchacha y dejó el vestido sobre la cama, y la cogió por los hombros empujándola con delicadeza sobre la cama, la doncella se puso frente a ella y mirándola dulcemente comentó.

—Esto no se puede quedar así—Irene la miró extrañada— Señorita Irene, quiero que se saque todas esas cosas de la cabeza, solo le traerán dolor, y creo que ya ha sufrido bastante con las perdidas, así que olvídese de todo eso y ¡nunca más!… ¡prométame que nunca más!… se castigará de esa manera. Usted no es Dios, para hacer tal cosa, si a caso él ya lo hará en su momento, si es que no lo ha hecho ya. La vida misma es la que hace que el dolor nos llegue y se vaya de la misma manera. No creo que el señor nos haga tanto mal. Y menos a usted que es un ángel.

—Catalina yo…

—Señorita Irene, escúcheme por favor. Todas esas cosas que dice usted, no son por su culpa, ni mucho menos. Mire, yo a Lucrecia la conozco desde chiquitilla, y siempre ha sido así, soberbia, altiva, déspota, incluso cuando era plebeya. El señor comisario ya sabe usted que es un hombre sin escrúpulos, y perdóneme pero aunque sea su esposo, todo el mundo sabe a qué se dedica cada día, a torturar a los que dice que son maleantes y usted sabe igual que yo, que la mayoría de las veces, no es cierto, y pagan justos por pecadores.

—Lo sé Catalina —dijo apenada—pero yo no he obrado bien, he pecado y…

—Pare, pare, pare… Usted ha luchado por su amor, se enamoró y ya está, era un amor imposible. ¡Y que conste que yo ya les advertí!, pero na, ustedes dale perico al torno. Y pasó lo que pasó. Pero eso, no es pecado, usted se le entregó porque le quería, es al único que ama, así que no se atormente por ello.

— ¿Y mi hijo?, él tuvo que pagar mi cobardía.

—Pero vamos a ver. ¿En qué mundo vive usted?, que quería, ir diciendo a todo el mundo que el niño era de Martín, que era fruto del amor. No, usted hizo lo que haría cualquier madre para proteger a su hijo. Y con eso, no hacía mal a nadie. Y Dios sabe que es verdad—se persignó—. ¿Cuánta gente hay que no dice la verdad sobre sus hijos y mienten por protegerlos, por darles una vida mejor que la que ellas llevan? Donde menos se lo piense ahí hay un bastardo.
#51
MarGonz
MarGonz
24/09/2012 00:27
Irene le lanzó una mirada torva.

—No me mire así señorita Irene. Es la pura verdad. Y me disculpará de nuevo, pero entre la nobleza se dice que hay cientos. Sin ir más lejos. ¿Usted pondría la mano en el fuego por la señora Marquesa?

—¡Catalina!—censuró.

—Con las veces que la señora Marquesa se ha encamao, tanto hombre que ha pasado por su alcoba, incluso su marido, el comisario… ¡a saber de quién es hijo Nuño!

En aquel momento recordó la carta que Hernán le dio, para entregársela a Nuño si a él le ocurría algo alguna vez. Irene había leído la carta pero sin saber por qué razón había enterrado su contenido en lo más profundo de su alma, tan profundamente que casi había olvidado su gran secreto, quizá porque sentía algo especial por el comisario de la villa, y no era amor de mujer, era un sentimiento más limpio, más desinteresado, más altruista, era como si le conociera desde hacía mucho tiempo, pero a la vez como si no le conociera de nada. Hernán con ella siempre había sido gentil, protector, benefactor, hasta que perdió a su hijo, en aquel momento el comisario le dio la espalda completamente y ahora anidaba en ella un nuevo sentimiento, que crecía poco a poco y le iba minando el corazón.

— ¡señorita!, se ha quedado ahí pensativa, ¡venga que tiene que vestirse!

—Tienes razón Catalina.

Mientras la doncella la vestía siguió con la conversación.

—Señorita Irene, usted está muy rara hoy ¿Es por lo que le ha dicho la marquesa verdad?

Irene guió sus ojos hasta encontrar las cristalinas y honestas pupilas de su criada. Le sonrió.

—Sí, Catalina. Lo que ha dicho la marquesa me ha hecho reflexionar sobre mi vida, y me he dado cuenta de que nunca me he preocupado ni de mi pasado, ni de nada. ¿Quién es verdaderamente mi familia?—Irene no sabía si seguir hablando, pero Catalina era lo más parecido a un pariente, que tenía en aquel lugar del mundo. Catalina la trataba como parte de su familia, quizá por la relación vivida con su sobrino, pero siempre estaba ahí, junto a ella, en todo momento, y en los peores momentos nunca dejó de velar por su persona. Ella y Margarita eran las dos únicas personas en las que podía confiar. Necesitaba hablar con alguien, necesitaba abrir su alma y prosiguió—Mi tío me contó que mi madre murió junto a él, pero algo me dice que no es cierto. ¡Casi se ofendió cuando le pregunté!

—Pero señorita, ¿cómo no se va a ofender, si le encasquetó la pregunta de que si le había mentido?

—No, nada de eso Catalina. Fui muy cuidadosa con mis palabras, además estuve mirándole en todo momento mientras le preguntaba, al principio él no supo que contestar, pero rápidamente me dio una respuesta, pero no me convenció. Debo saber algo más. Tengo que averiguar quién soy.

—Y ¿cómo piensa saberlo? Si no recuerdo mal usted estuvo desde muy pequeña en un convento en Italia.
#52
MarGonz
MarGonz
24/09/2012 00:28
—No, Catalina, el que estuvo en Italia fue mi tío, yo estuve en el convento de las Carmelitas Descalzas en Valladolid.

—No sabía, yo… no

—Y allí es donde iré, iré a ver a sor Lucía. Ella me dará respuesta a mis preguntas.

—Pero cree usted que es prudente.

— ¿Y por qué no? Quien va a sospechar mi verdadera motivación para ir a ver a mi vieja educadora. Ya le he comentado a mi tío que me sentía sola, así que no creo que tenga ningún perjuicio para que me acerque a verlas.

— ¿Está usted segura?, mire que su tío, sabe más que los ratones coloraos.

—Sí, Catalina, estoy completamente segura— Los ojos de Irene volvieron a tener esa chispa de ilusión, dulzura y bondad que había perdido hacia algún tiempo. Ahora brillaban ante la idea de saber realmente cual era su verdad— mi tío no sospechará nada.

—Y si su educadora….esa…

— ¿Sor Lucía?—intervino.

—Sí, esa misma, ¿y si ya no continua allí?

—Ya lo veré, pero, no sé por qué no tendría que continuar allí. Si le hubiera pasado algo, yo lo sabría.

—Puede que tenga usted razón. Bueno, usted verá. Ahora déjeme que termine de curarle esas heridas, para que no le roce la enagua y menos mal que su marido duerme en otra alcoba mientras se recupera de la operación, porque si no, no sé qué excusa le daría para explicarle estos verdugones.

—No te preocupes, algo se me ocurriría. Eso no me preocupa. Lo importante es que ya se lo que voy a hacer para saber sobre mi pasado. Y no voy a descansar hasta averiguarlo. Además la idea de ver a sor Lucía, me hace feliz. ¡Tengo tantas ganas de verla!
En aquel momento un golpe de aire llegó hasta ellas seguido de una voz inconfundible grave y profunda, que paralizó a las dos mujeres.

— ¿A quién tienes tantas ganas de ver? —El ruido de las espuelas chocando contra el mosaico encerado de palacio las estremeció como si fueran las mismas cadenas del infierno—. No será a mí desde luego, hace tiempo que te estoy buscando y no te has dignado a venir.

Irene reaccionó

— ¡Hernán!
#53
MarGonz
MarGonz
24/09/2012 00:29
El saber que mientras estuvo enferma al borde de la muerte nadie la acompañó, nadie preguntó por ella, el dolor que sintió tras la pérdida de su hijo le daba fuerza y la mantenía firme, en su propósito, poco a poco, les haría pagar por aquel comportamiento, por no rezar por la salvación de su pequeño, por su indiferencia, por eso su penitencia y su dolor, le habían hecho cambiar su candidez por una fuerza mayor, mucho más recia, Irene había urdido un plan. Se dirigió hacia el comisario con fingida alegría en su rostro

— Ahora mismo estaba terminando para ir a tu encuentro. ¿Te gusta?

Hernán la miró.

—No está mal, pero ya te lo puedes estar quitando, tienes que ponerte uno más discreto, ponte lo más recatada posible, se celebra una cena en honor al inquisidor y tienes que estar a la altura. Por algo eres la esposa del comisario de la Villa—Hernán se aproximó a su mujer y le cogió su mano, la besó sin dejar de mirarla a los ojos. Todavía se sentía débil, pero desde que había vuelto de Salamanca tras la operación de ceguera, algo en él había cambiado, el sentir la presencia de Irene, en la cabecera de su lecho día tras día, noche tras noche, le había hecho experimentar una transformación excepcional hacia ella. Nunca antes, nadie había estado tan pendiente de él. Irene lo sabía, había estado trabajando esa nueva relación durante las últimas semanas, solo con un propósito, ¡la venganza!... Irene miró con coquetería a los ojos de Hernán y le sonrió.

—Está bien Hernán, como dispongas—y dio media vuelta para que Catalina siguiera vistiéndola.

Hernán dio media vuelta y salió acompañado del chirriar de sus espuelas.

Una sonrisa pérfida asomó a la comisura de sus delicados labios, mientras se dirigía hacia Catalina que permanecía en segundo plano en la alcoba. Ahora las cosas iban a ser diferentes. Había aprendido a ser una mujer, una fuerte mujer que ya no le importaba nada. Irene había sujetado fuertemente las riendas de su vida y no se dejaría manipular, ni por él, ni por Lucrecia ni por el mismísimo Cardenal Mendoza. Su tío.
#54
MarGonz
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28/09/2012 22:48
CAP 12 - DIEGO DE ARCE Y REINOSO

Cabalgaban a gran velocidad. Águila Roja, y su fiel postillón llegaron hasta el lugar que momentos antes había estado observando tras los matorrales. Los campesinos todavía desconcertados, recogían los pocos enseres que les habían quedado enteros y acondicionaban su morada. Héroe y escudero vieron desde la ventana de la vivienda que la familia se encontraba bien.

—Mire amo, parece que se encuentran bien—dijo Sátur sonriendo—. ¿Qué será lo que andan buscando aquellos hombres?

—No lo sé. Vamos, miraremos alrededor de la casa.

Sin ser vistos se acercaron al lugar donde momentos antes el padre de familia, había derribado uno de los sacos que transportaban los asaltantes. Buscaron por todas partes, pero en aquel lugar no había restos de nada que les pudiera aclarar lo que buscaban aquellos hombres. Gonzalo miró a Sátur.

—Aquí no encontraremos nada— dijo con voz queda.

Sátur con un trozo de vasija en la mano comentó.

—Solo hay restos de loza, no se ve na más. ¿Para qué querrán la loza?

— Vamos Sátur, seguiremos buscando.

Montó de un salto su caballo y le indicó a su escudero que debían seguir buscando cerca del rio. Los dos amigos cabalgaban uno junto al otro mirando por todas partes para poder distinguir cualquier cosa que les pudiera llevar a aquellos hombres. Sátur preguntó.

— ¿Que es lo que estamos buscando? Si puede saberse —silencio—. Podíamos haberles preguntao a esos pobres desgraciaos que es lo que se les han llevado.

—No, Sátur. No podíamos dejarnos ver.

—Pero no lo entiendo, muchas veces se deja ver y no pasa na.

—¡Ahora no! Venga deja de hablar y vamos, algo me dice que nada bueno nos vamos a encontrar.

Sátur se encogió de hombros y comentó.

—Bueno, me parece bien, pero si no preguntamos, no sabemos. Así que vamos a ir de un lao pa el otro, sin ton ni son.

Gonzalo no le prestaba atención, Iba cabalgando delante de él, lentamente, intentando agudizar todos los sentidos, por si podía escuchar algún sonido, o algo que les indicara que iban en buena dirección. De pronto se escucharon unos gritos, y un olor intenso a fuego les alertó.

— ¡Amo! ¿A escuchao eso?

—Sí, ¡vamos!—gritó.

Águila tiró fuertemente de sus riendas, dio un brusco giro al caballo y rápidamente se adentro en el bosque. A pocos metros se veía un intenso humo, desmontó del caballo y se internó en la maleza. Sátur, después de anudar a los animales hizo lo propio. Pero al llegar al lugar donde se suponía estaba Gonzalo, él ya no estaba. Mirando entre las ramas se dio cuenta que su amo estaba en medio de una fuerte batalla, cuatro de hombres intentaban acabar con él.
#55
MarGonz
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28/09/2012 22:49
El atardecer vistió de sangre aquel lugar. Uno a uno águila fue acabando con ellos, la Katana relucía con el resplandor del fuego, sonando entre el chisporroteo de la hoguera que iba engullendo aquella aldea. Saltos, patadas, y sables se mezclaron entre las sombras, bailando al ritmo de las llamas, hasta que los venció, Aguila Roja dejó a todos los hombres esparcidos por los suelos. Él héroe miró a su alrededor, guardó su Katana y se dirigió hacia los pobres aldeanos que lloraban desconsolados la pérdida de sus posesiones.

— ¿Os encontráis bien? —preguntó agravando su voz.

—Sí, águila muchas gracias—respondieron con agradecimiento—pero nuestras casas, nuestras cosas…

El héroe gritó.

—Los hombres que estéis bien, id corriendo al rio a por agua, y sofocar el fuego. ¡Vamos!

Sátur había llegado hasta ellos, con la cara cubierta por su capa preguntó a una de las mujeres.

—Señora… ¿Que andaban buscando, lo saben ustedes?

—No, no sabemos nada—dijo la mujer llorando—solo sabemos que nos han roto todas nuestras cosas, y nos han quemado las casas.

— ¿Había más hombres?, ¿hacia dónde iban?—siguió preguntando el postillón.

—Si había muchos más. Entre ellos decían que iban a bordear el rio, que tenían que buscar en cada rincón del bosque.

En ese momento llegó un hombre ensangrentado. Varias mujeres se acercaron rápido para socorrerle.

—¡Darle agua!—gritó una de ellas. Un niño, trajo de uno de los cántaros que habían sobrevivido al expolio un poco de agua entre las manos.

Águila miró a Sátur y sin decir palabra se marcharon apresuradamente. Al llegar junto a los caballos Gonzalo musitó inquieto.

—Rio arriba. ¡Sátur!—gritó a su postillón—, debemos bordear el rio.

Gonzalo había montado a Talibán, su caballo, y empezó a galopar. Sátur como siempre todavía no había montado a Minero, el suyo.

—¡Eso!, ¡no me espere! Que yo ya llegaré—dijo moviendo la mano como alejándole más de su amo.
#56
MarGonz
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28/09/2012 22:50
El héroe galopaba por el camino que circunvalaba el rio. De pronto escuchó galopar varios caballos que se aproximaban a él, tuvo que virar y esconderse tras unos arbustos a esperar, dejo pasar aquellos hombres que cabalgaban a gran velocidad. Cuando pasaron frente a él se dio cuenta que entre ellos había varios hombres con una vestimenta diferente, no eran hombres del comisario, pero « ¿donde había visto esos trajes?».

Estaba sumido en sus pensamientos cuando una mano le sujetó fuertemente por el hombro sorprendiéndole. Rápidamente sacó su tantô¹ y agarro aquel brazo retorciéndolo hasta quedarse justo tras la cabeza de su agresor con a punto de seccionar parte de su cuello. Una voz conocida hizo que desistiera de aquel impulso.

—¡Amo por Dios!, ¡Soy Sátur!

—¡Sátur!—soltó a su amigo con impresión—, ¡cuántas veces te tengo dicho, que cuando estemos de misión no me sujetes por la espalda!—gritó amenazante.

Sátur se manoseaba el cuello, una y otra vez intentando sosegarse y tomar aliento.

—¡Por Dios santo amo! Casi me deja sin pescuezo.

—Lo siento. Pero cualquier día no voy a poder detenerme. Así que no vuelvas a hacerlo nunca más.

—¡Y entonces como le aviso! Le he visto que se escondía aquí, y le he seguido. Simplemente me acerque para comentarle que un poco más atrás he visto a unos hombres como se separaban del grupo.

—Bueno y que, habrán ido para otro lado.

—Me parece muy raro amo.

—Que te parece raro Sátur. Que se dividan para poder peinar mejor y más rápido la zona.

—No, claro eso no. Si me deja que le explique.
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MarGonz
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28/09/2012 22:50
Con resignación por la retórica de las explicaciones de Sátur dijo mientras se encaminaba hacia su caballo.

—Explícate, anda. Explícate.

—Pues vera. Lo raro de la cuestión, es que yo venía detrás de usted, bueno detrás, detrás, pues no, porque realmente no le veía, porque usted no cabalga, no, usted vuela—movió ambos brazos imitando el vuelo de un ave—, claro por eso es un águila…
—le sonrió.

—Bueno Sátur, apremia, que tenemos mucho que hacer. Anda acaba por favor.

—Está bien, está bien. El caso es que ha pasao un grupo de hombres al parecer con mucha prisa, pero al llegar al desvío…, ese desvío que hay ahí atrás, el que…

—Si, Sátur el desvío que va a la villa.

—Ese, pues bien, ahí se han separado unos pocos.

—¿y?

—Pues que algunos de esos pocos…¡iban vestidos de frailes!

Gonzalo le miró de reojo arqueando sus cejas.

—Sí, amo, no me mire así, que sé lo que he visto, se han separado unos frailes con varios hombres embozados, y no los llevaban presos, no. Ellos eran los que daban las instrucciones. Los demás han tomado este camino. ¿No le parece extraño?

—Pues sí Sátur. Me parece extraño. Yo también me he dado cuenta de que varios de los hombres que me han adelantado vestían de una manera distinta al resto….—En aquel momento lo entendió.

—¡Amo! Quiere hacer el favor de terminar, siempre se queda así, pasmao. Vamos acabe, vestían de una manera…

—Sátur, claro... Creo que ya sé a quién corresponde esa vestimenta. Son los hombres del Cardenal Mendoza.

Sátur se movió de un lado al otro tocándose el mentón con nerviosismo, mientras repetía.

—Bueno, bueno, bueno. ¡Los hombres del Cardenal van con unos embozados quemando casas! Creo que usted está algo mal, amo. ¿Se ha dao algún golpe mientras yo no estaba?

Gonzalo le miró frunciendo el ceño.

—Sátur, creo que ya se lo que deben andar buscando.

— ¿Y porque van unos frailes con ellos?

—Porque así no levantan sospechas cuando llegan a las aldeas y las personas les dejan entrar en las casas sin oponer resistencia. Piensa que no son los hombres del comisario, esos entran sin más. A estos les tienen que dejar entrar y la única manera es que un fraile toque a tu puerta.
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MarGonz
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28/09/2012 22:51
—Dios mío, qué mala leche. ¿Y todo eso dice que lo ha preparado el Cardenal?

—No lo sé, lo único que digo es que los otros hombres, los que han pasado por aquí vestían como los hombres del Cardenal Mendoza.

—Entonces. ¿Hacia dónde vamos ahora? y ¿Qué es lo que van buscando?

—Muy fácil—le golpeó varias veces en el hombro—Vamos a ir tras los frailes, tengo que comprobar una última cosa.

—Bien, pues ala, tras los frailes.

Subieron a sus caballos y volvieron tras sus pasos. Al llegar al lugar donde le indicó Sátur giraron hacia la villa, a pocos minutos de allí, escucharon unos gritos. Al llegar al lugar de donde provenían se dieron cuenta que habían llegado tarde. Aquella familia estaba herida, y la casa destrozada. Bajaron rápidamente del caballo y se acercaron a ellos.

—¡Águila, nos lo han destrozado todo, y se han llevado a mi hija!— le gritó un buen hombre.

—¿Quiénes eran? ¿A dónde han ido?, ¿qué querían?

—No sé quiénes eran ni donde se la han llevado… —dijo entre lágrimas. Un niño se le acercó.

—Han llegado unos frailes, y nos han pedido agua, mi madre les ha dado de beber, y entonces han entrado más hombres que nos han amenazado con matarnos si no les dábamos todos nuestros vasos, tinajas y jarras—la madre se le acercó y la rodeó con sus brazos. Prosiguió.

—Nosotros solo teníamos cuatro vasos uno para cada miembro de la familia, no teníamos nada más, han seguido buscado por todas partes, ¡lo han destrozado todo!—se lamentaba—. Y como no encontraban lo que buscaban, nos han golpeado hasta que le hemos dicho donde teníamos guardados los pocos maravedís que nos quedaban, y cuando se iban han cogido a mi hija y se la han llevado.

—A nosotros nos ha pasado lo mismo—explicó otra mujer que se encontraba junto a ellos—también se las ha llevado, ¡por favor ayúdanos!

—Tranquilos—les dijo.

La furia por la impotencia ante aquella salvajada iba minando el espíritu del héroe, habían manipulado los sentimientos nobles de aquellas personas, fingiendo ser monjes para poder tener acceso a la casa, como él temía. Lo más curioso era que cada vez sus sospechas sobre lo que andaban buscando se iban diluyendo. Si era cierta su intuición, aquellos hombres no pararían hasta encontrarlo y lo peligroso era que esos supuestos frailes iban camino de la Villa. Sátur se acercó corriendo hacia él. Con su rostro tapado le gritó.
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MarGonz
MarGonz
28/09/2012 22:52
— ¡Águila!, en el poblado de al lado están haciendo lo mismo.

El volteó de golpe. Y se incorporó.

— ¡Cuidaros! ¡Tengo que irme! Vosotros tenéis que avisar a vuestros vecinos que se vayan de las casas, dirigiros en grupos a la villa y avisad al comisario.

—Gracias Águila— le gritaron.

Él volvió a subir sobre su caballo y antes de partir les dijo.

—Encontraré a vuestras hijas.

Tomó rumbo al siguiente poblado, mientras, sobre los campesinos, caía lentamente una pluma roja. Aquella gente le sonrió, sabían que aunque en aquella ocasión no había llegado a tiempo, ahora podrían estar tranquilos, confiaban en él.



Durante las siguientes horas la lucha fue encarnizada, el héroe tuvo que lidiar con todos y cada uno de los hombres que habían tomado esa senda, casa por casa, fue ayudando a todas las familias que encontró a su paso, intentando evitar la crueldad de aquellos hombres.

En la última lucha uno de los frailes quedó mal herido, el héroe se aproximó a él, le cogió por el pecho y le gritó.

—¿Para quién trabajáis?

—Somos siervos del señor..—dijo apenas sin voz.

El Águila le zarandeó enfurecido por la respuesta.

—Que sepa yo tu Dios no da órdenes de matar a sus fieles, ni de quemar las casas y menos aún de llevarse a sus hijas. Dime pues, ¿para quien trabajáis? ¡Dímelo! —le gritaba con toda su furia. El monje le contestó con su último aliento.

—Diego…de A..arce..y ..reino..so.

El héroe dejo lentamente el cuerpo de aquel fraile sobre la tierra. Y comprendió. Era mucho pero de lo que había estado pensando. Debía poner sus ideas en orden, debía llegar a su guarida y comprobar sus dudas. Sátur que estaba junto a él le miró al tiempo que decía sin entender nada.

—¿Qué le ha dicho amo?

—¡Vamos! debemos llegar pronto a casa—dijo levantándose y corriendo hacia su caballo. Sátur le siguió aprisa, sin saber porque su amo había cambiado totalmente la expresión al oír lo que aquel monje la había dicho.

Cuando llegaron a la guarida, Sátur siguió preguntando mientras recogía sus armas.

— ¿Entonces usted ya sabe quiénes son esos hombres y que es lo que andan buscando?

—Creo que sí. Sátur. Y creo que no nos va a gustar nada. Sabemos como se llama quien ha organizado todo esto, y sabemos que se llevan son vasijas, jarrones, vasos, tinajas creo que lo tengo claro.

Sátur le miró incrédulo y le sonrió.

—Lo sabrá usted que es más listo que el hambre. Pero a mí, me lo explica. Además yo no he oído ningún nombre.

—Después Sátur después, ahora vamos a bajo y veamos que tal está Alonso. ¡En cuanto se duerma nos vamos!

—¡Otra vez, amo! Tengo la entrepierna hecha un…

El maestro ya no estaba junto a él, había bajado a su habitación. Sátur terminó de recoger sus ropas y bajó a la cocina.
#60
MarGonz
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28/09/2012 22:52
Momentos después entró Alonso como un torbellino, venía acalorado y agitado.

— ¡Padre! ¡Padre!—gritó tras traspasar la puerta. El maestro salió a su encuentro. Sátur dejo de hacer la cena y siguió a su amo.

—¡Alonso!, ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?—preguntó Gonzalo.

—Padre, la gente dice que están incendiando las casas y aldeas que hay cerca del rio.

Con fingida preocupación le sujetó por los hombros y preguntó.

—¿Quien dice eso?

—Familias enteras que están llegando a la villa. Dicen que les han arrasado sus casas, que buscan algo, se llevan tinajas o vasos y algunas mujeres. El águila Roja les ha dicho que vengan a la villa. ¡Padre!

—Bueno tranquilo, Alonso, tranquilo, nosotros estamos todos bien. No creo que lleguen a la villa. Para eso está el comisario.

—¡Pero padre! —gritó alzando la mano en señal de reproche—no estamos todos bien.

— ¿Ha no?—curvó sus cejas.

—¡No! ¿Y tía Margarita? ¿¡Acaso sabes dónde está!? Tienes que ir a buscar a la tía.

—Hijo, pues claro que lo sé. Tía Margarita está en palacio—contestó con calma aparente. Gonzalo empezaba a sentir inquietud ante el nerviosismo de Alonso. Sátur asintió con la cabeza y corroboró las palabras de su amo.

—Ya deberías saberlo Alonsillo, tu tía todos los días está allí, en palacio, y allí está protegida de todo altercado—apoyó el postillón.
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