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RELATO - Mi Destino Eres Tú.

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#0
MarGonz
MarGonz
25/08/2012 19:47
Hola chicas... cuanto tiempo.

Haber os traigo la continuación de mi relato ( un pelín extenso) jajjajajaja las dos primeras partes son idénticas a las anteriores pero con alguna modificación.. así que lo siento para las que hayáis leido el anterior, he ampliado un poco los diálogos..si os lo queréis saltar pues eso... intento resolver alguna cuestión que nos trae de cabeza..,la carta, Flandes antes o después, la boda con la hermana, la otra carta...jajajja vamos como a mi me hubiera gustado que sucediera.. AINSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS...

Ahí va.

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relato-midestinoerestu

Como es muy extenso y no puedo colgarlo todo creo que mejor os dejo el link.



capi 1 Mi DESTINO ERES TÚ


capi 2 recuerdos de Margarita


capi 3MArgarita se confiesa con el águila


capi 4 Gonzalo descubre un secreto


capi 5 Sátur descubre la verdad de la declaración de la carta de amor de Gonzalo.

Bueno ahí queda eso..

Nos vemos. Con Dios
#81
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:05
—Y porque tendría que decírselo.

—Escúcheme, esa mujer, Margarita, puede estar en grave peligro, y yo he venido a prevenirla, a salvarla, si la encuentran esos hombres puede que sea demasiado tarde.

Laura al sentir la angustia del guerrero comprendió que debía explicarle lo que sabía.

—Está bien, está bien. Margarita ha ido a palacio en busca de Marta y de algo de comer. Ya habrá visto que esos hombres no nos han dejado nada.

— ¿Ha palacio, a estas horas y sola?—se inquietó.

—Pues sí. ¿Está muy lejos el palacio donde ella trabaja?

Él héroe la miro arqueando las cejas.

— ¿No sabe donde está palacio?

—Es que…No soy de aquí.

Sentía que estaba perdiendo el tiempo con aquella mujer, que Margarita podría estar en grave peligro, por lo que decidió finalizar la conversación y marchar en su busca.
#82
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:06
—Bueno verá está un poco lejos. Así que voy a buscarla—Dio media vuelta y caminó hacia la puerta de la habitación.

— ¿Usted va a ir a buscar a Margarita a palacio?—gritó la mujer.
Él se giró, y observó que ella le miraba sentada en su cama.

—Sí. Ya le he dicho que creo que puede estar en grave peligro. Lleva consigo un objeto que…

Se quedó en silencio, pensativo, no podía decir que llevaba el Santo Grial, al fin y al cabo acababa de conocer aquella mujer y no sabía quién era, ni que intenciones tenía. Solo sabía que la inquisición y el poder, tenían los tentáculos muy largos y que Margarita podía estar en el punto de mira de uno de ellos.

— Bueno mire me tengo que ir. Usted por favor, no salga sola por el bosque. Esta noche está repleto de maleantes.

—Lo sé. De aquí no me moveré. Pero dígame, ¿qué objeto lleva Margarita para que esté en peligro?

Él Águila, recordó el Santo Grial, pero no dijo nada. Laura lo comprendió enseguida.

—No me lo quiere decir, ¿no es eso?—prosiguió la dama. El tiempo corría, y no sabía que había sido de Margarita. La miró.

—Señora, lo siento, de verdad, pero me tengo que ir.

Había algo en aquella mujer que le decía que no era tan débil como parecía, además de transmitirle una gran serenidad y paz interior. Laura giró sobre sí misma y sacó el Grial de entre sus ropas a la vez que decía.
#83
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:07
—Está bien, pero…— cuando Laura volvió a mirar para mostrarle la copa, el héroe ya se había ido—… ¡oiga!— Laura dejó lentamente el cáliz en su regazo y musitó—, lo que tanto busca está aquí—. Levantó su mirada tras la estela del héroe y formulo una pregunta.

— ¿O no es el cáliz lo que con tanta desesperación ansía, el Águila Roja?

Al decir aquellas palabras, a su memoria llegó como un destello el blasón de su familia. El Blasón de los Montignac. Laura se quedó absorta en aquel recuerdo. En su escudo había ¡un águila Roja! Claro, ¿cómo no se había dado cuenta antes?, ¿sería aquello una señal? ¿Tendría algo que ver ese gran guerrero, con su linaje?

De pronto Laura sintió un estallido en su corazón. Saltó de la cama y corrió hacia la puerta por donde había salido el héroe. Se apoyo sobre ella y miró al horizonte. Ya era tarde, ni rastro del héroe.

Sintió el reflejo de la luna en su rostro, que ahora respiraba en libertad. El canto de los grillos chirriaba con fuerza acompañándola en aquel momento. Miró hacia el universo, un pensamiento le había llenado su ser de agitación y un presentimiento llenó su espíritu de contenida excitación. Respiró profundamente, y presionó su puño sobre su cansado pecho queriendo sujetar su palpitar. Una leve lágrima afloró a sus tristes pupilas, dejando brotar aquel sentimiento que había perturbado durante tantos años su alma. Recordó el calor de los ojos del águila, cuando momentos antes, alumbrados por el suave resplandor de aquella luna que ahora la cubría, le había dejado contemplar. Aquellos ojos… Junto aquel recuerdo, una pregunta afloró de sus labios como un susurro.

—Dios mío. ¿Y si el héroe de la villa, es uno de mis hijos?

Laura, lloró en silencio, rezando para que ese presentimiento, se convirtiera en realidad.



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#84
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:08
CAP 15 -LUCRECIA, ESPIA EN PALACIO[/u]


—Inquisidor—Saludo Hernán, tras entrar en el salón—. Lucrecia, Cardenal—se dirigió a ellos inclinando su cabeza.

A Lucrecia se le iluminó el rostro, siempre que tenía cerca al comisario algo en ella revivía. Había sufrido mucho durante su ceguera, había removido Roma con Santiago para que Hernán volviera a ser lo que era, y lo había conseguido. Lo había conseguido todo menos su perdón.

—Hernán, toma asiento—Lucrecia miró tras el comisario buscando a su cándida esposa y agregó irónicamente—¿Irene? ¿A caso está otra vez indispuesta, que no ha venido a recibir al inquisidor, como él se merece?

El inquisidor la miró de soslayo, y Hernán justificó su ausencia ante los presentes.

—Debe disculparla inquisidor, ahora mismo vendrá, se entretuvo rezando por vos en la capilla.

—No hay mejor entretenimiento para una mujer que rezar, para pedir a Dios por los suyos y esperar para cumplir los deseos de su marido—replicó.

Lucrecia miró con fingida sonrisa al inquisidor, suspiró profundamente, y respondió con sorna.

—Por supuesto inquisidor, es una bendición tener una mujer con esas cualidades tan devotas. Irene es un amor.

Hernán molesto por el comentario, buscó los ojos de Lucrecia, que le sonreía desde su lugar insidiosamente, intentando desprestigiar ante el inquisidor a su esposa. Con rabia contenida por aquella actitud salió en defensa de la joven.
#85
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:09
—Es cierto, mi joven esposa, es única en todo.

—Me alegra que opinéis así, comisario—respondió el Cardenal—esa niña, es la niña de mis ojos, lo mejor que Dios me ha dado en esta vida—elevó la mirada dando gracias a Dios por ello.

—Comisario, es usted un hombre con suerte, ha sido bendecido por nuestro señor con una joya sin igual—contestó el inquisidor—, es una joven, buena, dulce y honesta y además, con una gran fortuna, una de las más sustanciosas del reino de las Españas—dirigió su mirada a Lucrecia—, Irene, es un cúmulo de virtudes, de las pocas que quedan en el reino—, inquirió.

—Sin lugar a dudas, inquisidor—dijo Hernán, mirando a Lucrecia—, he sido bendecido con esa dicha.

Lucrecia molesta por tanta devoción hacia Irene, se alzó y con estudiados movimientos se dirigió hacia el Inquisidor, rompiendo aquella conversación.

—Ha sido una suerte que el Cardenal pensara en mí para preparar a Irene a comportarse en las relaciones sociales de la corte—al llegar a la altura de Don Diego, extendió su brazo y con delicadeza movió su mano para indicarle el camino hacia el comedor—.Pero bueno, si me permitís, dejémonos de Irene y pasemos a la mesa.

—Buenas noches, y disculpen el retraso—dijo Irene entrando en la sala y acercándose como un rayo al inquisidor para besarle el anillo.

—Buenas noches Irene. No te preocupes jovencita, eres a la única a la que le permito este retraso.

Irene sonrió azorada y le ofreció benévola reverencia. Hernán se aproximó y le ofreció su brazo para acompañarla al salón.

—Irene.
#86
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:10
—Hernán—, ella volvió a sonreír, iluminaba la estancia con tan solo su presencia, la porte de Irene, y su saber estar, eclipsaba todo lo demás. Lucrecia les miró llena de envidia, por las atenciones que volcaban todos los presentes sobre Irene, en especial Hernán. Hernán era suyo, y aunque siempre había jugado con los nobles sentimientos que Hernán le había demostrado una y otra vez, lo sentía suyo. Y ahora la había abandonado, por aquella mujercita, que día a día iba ganado terreno frente a ella. Ahora Lucrecia se sentía sola, nadie calentaba su cama como su apasionado Comisario. El simple hecho de no ser el centro de atención de aquella velada, hacía que todo su ser se retorciese de celos. Ella era la Marquesa de Santillana, e Irene no era nadie.

—Bien—dijo con simulado entusiasmo— , pues dejémonos de elogios y vayamos a cenar, ¿no creen caballeros?

Irene, asió el fornido brazo del comisario y pasó delante de ella.

—Con permiso. Lucrecia.

—Irene—respondió con orgullo, maldiciéndola por dentro.

La cena transcurrió sin contratiempos. Al finalizar, los comensales se retiraron a descansar; el inquisidor había llegado de un viaje agotador y el Cardenal Mendoza al día siguiente, tenía asuntos de estado que resolver, por otro lado Hernán todavía convaleciente se sentía cansado y Irene quería rezar un rato antes de retirarse, así que la fascinante Lucrecia se encontró en la estancia completamente sola, ante la calidez del hogar que le proporcionaba aquel tronco de madera devorado por el intenso fuego que chisporroteaba frente a ella. Se sirvió la última copa de vino, y se dejó caer en el butacón frente al hogar, esperando en silencio la llegada del alba.
Hernán acompañó a Irene a sus aposentos, al llegar allí la muchacha le comentó.

—Hernán, mañana iré al convento de las Carmelitas, si me das tu consentimiento, claro está.

Él la miró y dijo sonriente.

—Claro, no veo por qué no puedas ir.

—Muchas gracias Hernán, pues con tu permiso me retiro a descansar que mañana saldré temprano—sin dar pie a que su esposo dijese nada más, se puso de puntillas y le besó en la mejilla cerrando la puerta tras ella. Desde que había vuelto de Salamanca dormían separados cada uno en una alcoba diferente, el médico le había dicho que tenía que guardar reposo absoluto, cosa por otro lado que agradó inmensamente a Irene, ya que no tendría que pasar más noches junto a él.

—Que descanses Irene—respondió con voz queda, frente a la puerta ya cerrada.
#87
MarGonz
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22/10/2012 16:11
Ya en su alcoba recordó los momentos de pasión que había vivido con Lucrecia, todavía estaba profundamente enamorado de ella y no sabía cómo arrancarla de su corazón. De pronto afloró en su mente el dulce rostro de Irene, era bella, angelical, pero el sentimiento que reinaba en su corazón era totalmente diferente al que seguía sintiendo por la Marquesa. Varios golpes acompasados sobre su puerta le llamaron la atención, Hernán se dirigió hacia ella y la abrió con premura.

Pedro estaba frente a él con cara de preocupación.

—Espero que tengas una razón poderosa para venir a estas horas de la noche a interrumpir mi descanso.

—Señor—le respondió con apresurada incomodidad—varios hombres embozados están destrozando y quemando las casas que circundan el rio, además se están llevando a las mujeres de la villa.

— ¿Cómo dices? Varios hombres embozados, ¿y, por qué? ¿Quién los envía? ¿Abras detenido alguno de ellos no?
Pedro contestó con nerviosismo ante tanta pregunta.

—Yo, señor, no sabía qué hacer. Hemos seguido a esos hombres y hemos visto que junto a ellos había varios frailes.

De pronto pensó en Mendoza.

—Está bien, está bien, ve, ahora mismo voy yo.
#88
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:11
Entró de nuevo en su alcoba se acomodó su casaca, cogió su espada para dirigirse hacia los calabozos donde le esperaban sus soldados, pero antes, tenía que hacer una visita forzada para saber algo sobre aquella situación.

Al llegar a los aposentos del Cardenal, entró como un relámpago, sin previo aviso. El Cardenal se entretenía entre las sábanas, con una jovencita de apenas dieciséis años, de aterciopelado rostro, y una larga cabellera dorada. Él, de lado, junto aquel joven cuerpo, acariciaba libidinosamente el virginal seno que sobresalía sobre aquella piel desnuda que yacía junto a su grasienta panza y que le avocaba sin impunidad a la concupiscencia del placer sexual. Por la diferencia de edad que había entre los dos y si el Cardenal hubiera sido un hombre vulgar, bien había podido ser su hija. En realidad, pensó, podría serlo, ya que el Cardenal era de lo más promiscuo que había en el reino de las Españas, mucho más que él mismo, pero a diferencia de su eminencia, Hernán nunca había estado con una niña, por eso en aquel momento el comisario sintió nauseas.

—¡¡Como osas entrar en mis aposentos de esta manera, sin ni tan siquiera anunciarte!!—gritó indignado.

—Eminencia—bajó su mirada al suelo—, lo que tengo que decirle es muy importante— levantó de nuevo su cabeza y miró hacia el lecho donde la joven se cubría el rostro con la sábana de encaje. Mendoza, se incorporó de la cama y se cubrió con su bata de seda.

—Está bien, tú dirás.

—Señor, insisto, es un problema de estado. Debemos hablar a solas.

El Cardenal giró la cabeza y ordenó a la jovencita que se vistiera y se marchara lo antes posible. La joven obedeció rápidamente, su rostro reflejó alivio, y en su interior agradeció aquella improvisada visita, aunque sabía que tarde o temprano tendría que volver a aquella alcoba.

Una vez solos, Hernán continuó hablando.

—Eminencia, unos embozados están destrozando las casas junto al rio. ¿Qué sabe de eso?
#89
MarGonz
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22/10/2012 16:12
— ¿Y por esa simpleza, tengo que dejar lo que estaba haciendo?—espetó—.Pero, ¿es que tú no te bastas solo, para solucionar los problemas del pueblo?, ¿acaso no eres la autoridad en la villa?, se supone que tú debes averiguar todo lo que pasa en ella, deberías ser tú, quien tendría que contestar a esa pregunta, y no al revés.

—Lo haría con mucho gusto, Cardenal, pero, es que la mayoría de esos hombres son frailes franciscanos. Y se supone que los frailes son cosa suya.

Mendoza cambió el rictus de su rostro.

—¡¡Maldición!!—gritó colérico.

Hernán le miró sin comprender nada, agudizando más su sarcasmo.

—Por su ira, comprendo que sabe algo al respecto. Algo se le ha ido de las manos, ¿verdad eminencia?

El Cardenal le miró airado, situación que aprovechó Hernán para ahondar en el problema.

—Mi intuición de comisario no me engaña. ¿Quiénes son esos hombres y que es lo que andan buscando? ¿De quién reciben órdenes? Si no es de usted.

El Cardenal se dirigió hacia el gran ventanal que dominaba su alcoba y por la que podía ver el exterior de palacio.

—Eso es cosa del inquisidor—habló contrariado—, se nos ha adelantado. Ha vendió a por el Grial y no parará hasta encontrarlo.

Hernán comprendió. El Cardenal continúo dando órdenes.
#90
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:12
—Hernán, tienes que encontrarlo antes que él, de lo contrario todos nuestros planes y esfuerzos habrán sido inútiles. El Grial es mi salvoconducto para llegar al Vaticano—Hernán esperaba en silencio sus indicaciones—. Apresúrate, que haces ahí como un pasmarote.

—Y que gano yo en todo esto. Yo no tengo prisa alguna.

El Cardenal le miró con indignación.

— ¿Qué es lo que quieres comisario?

—La mitad de lo que consigáis eminencia, como somos familia debemos compartirlo todo.

Sus pupilas se clavaron en las del comisario, hundiéndose en su interior como si fueran dos dagas.

—¿Te parece poco lo que te he dado?—reprochó—¿Acaso Irene no es suficiente premio? ¿Hasta dónde llega tu ambición?

—No me llega ni a la mitad que la suya, eminencia.

El Cardenal Mendoza se frotaba las manos y daba vueltas continuamente a su anillo. Respiró profundamente.

—Está bien, Comisario. Está bien. Si conseguís el Grial antes que el inquisidor, os daré la mitad de lo que yo consiga.

—Ahora sí, eminencia, ahora sí que esta cuestión es mía también, iré a por el Grial, y mataré a quien se interponga.

—Id con Dios.
—Eminencia—con una reverencia el comisario de la villa abandonó la alcoba.
#91
MarGonz
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22/10/2012 16:13
En la estancia contigua a la habitación del Cardenal, permanecía en silencio, la perversa Lucrecia. Minutos antes, cuando saboreaba el buen vino que quedaba en su copa, escuchó pasos presurosos por los pasillos de palacio, se asomó intrigada al ventanal del salón y vio salir de palacio a Pedro, el lugarteniente de Hernán, que partía con rapidez junto a varios de sus hombres. Momentos después escuchó el chirriar de las espuelas del comisario y curiosa le siguió hasta la alcoba del Cardenal. Sigilosa entró en la habitación contigua y tras el cuadro que regía la sobria habitación, escuchó con atención toda la conversación.

—¡El Santo Grial!—musitó—, están buscando El Santo Grial aquí, en la villa.

Su cabeza maquinó rápidamente para poder obtener parte de semejante botín. Eso sí que era un gran triunfo. Rápidamente salió de su escondite, hacia su alcoba para poder pensar con tranquilidad el paso siguiente para lograr aquel gran triunfo que le abriría todas las puertas que últimamente se le estaban cerrando. Si conseguía aquel éxito, volvería a ganar la confianza del Rey, y volvería a ser sin duda su más admirada concubina. Volvería a lucir con luz propia en todos los rincones de la corte y del reino de las Españas y volvería a ser la más deseada. Una maliciosa sonrisa, iluminó su rostro como hacía tiempo no lo había hecho. Salió velozmente hacia las cocheras para encontrarse con Hernán, tenía que hablar con él antes de que partiera de palacio.


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#92
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:16
CAP 16 - EL QUINTO EVANGELIO[/u]

Margarita andaba con rapidez por el sendero que la conducía a Palacio. Llevaba varios minutos caminando absorta en sus pensamientos, la conversación que había mantenido con Laura, todas aquellas explicaciones que había escuchado la habían puesto muy nerviosa, además de suponer que la mujer se había percatado de su estado. ¿Cómo lo iba a disimular? De momento tan solo eran dos faltas, quizá fuera un retraso sin más. Recordó la conversación que mantuvo tiempo atrás con Catalina.

—¿Margarita, estás segura de que estás preñada?

—Sí, Catalina, tengo todos los síntomas.

—Pero alma de Dios. Tienes que hacerte la prueba.

—¿Que prueba?

—Pues, ¿cuál va a ser?, ¿la de admisión en la corte como costurera del Rey?

—Hay Cata, siempre estás igual. ¿Qué prueba es esa?

—Pues la del embarazo. Es que no sabes que se tiene que hacer pa saberlo seguro. ¿Mira que si es solo un retraso?

—Déjate de pruebas que lo yo lo sé seguro.

—Seguro, seguro, solo se sabe que una se ha de morir algún día.

Así que ahora mismo me vas a escuchar. Porque he tenido más experiencia que tú, ya que yo he tenido dos hijos y tu ninguno.
#93
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:17
Margarita la miró.

—No me mires así. Y esta noche coges un ajo y lo pones debajo de tu almohada.

—¿Y para qué?

—Te quieres esperar a que termine.

—Venga, tira.

—Si por la mañana te levantas con sabor a ajo. No estás preña. Pero si tienes su sabor estará confirmado, y solo nos quedará esperar.

—Hay Cata, tú y tus cosas.

—Que no mujer, que no. Que lo que te digo es así de toda la vida. Lo hacía mi abuela, mi madre y todas las mujeres de mi familia. Anda Margarita, así sales de dudas y vamos pensando que es lo que vamos a hacer. Que yo sigo creyendo que se lo debes decir a Gonzalo.

Margarita la volvió a mirar.

—No quiero bajo ningún concepto que digas nada a Gonzalo, me lo juraste un día. Ni se te ocurra, Cata, ni se te ocurra.

—Punto en boca— respondió Catalina pasando sus dedos por sus labios cerrados—yo no digo na.

Una triste sonrisa se dibujo en el rostro de Margarita al recordar aquella conversación. Nunca llegó hacerse la prueba del ajo, que tanto le insistió Catalina. Pero sabía en el fondo de su alma que estaba esperando un hijo de Gonzalo. Un hijo fruto de su amor.

Por fin, llegó a Palacio con la respiración entrecortada, había estado corriendo desde el último sendero que dividía el camino, tuvo que esconderse y cambiar de dirección varias veces, para poder sortear aquellos hombres que no cesaban de buscar por todas partes. Entró como una exhalación en la cocina buscando a Marta. Pero en la cocina no ya había nadie.
#94
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:18
—Me lo temía, deberá estar en la habitación del servicio.

Cuando se disponía a subir por las escaleras que daban al piso superior, escuchó como alguien bajaba por ellas. Un sexto sentido hizo que Margarita se escondiera en la alacena. Desde allí escuchó un sonido inconfundible de las espuelas del comisario de la Villa. Hernán había bajado a las cocheras por la cocina, cogió un vaso y se sirvió agua de una de las jarras que descansaban sobre la gran mesa de madera. Cuando se disponía a salir, escuchó una voz que le paralizó.

—Dónde vas tan presuroso—Lucrecia de Santillana, había bajado tras él.

Margarita se sorprendió. ¿Qué hacía la Marquesa y el Comisario en la cocina cuando se suponía que deberían estar descansando en sus alcobas? Siguió agazapada.

—Lucrecia—contestó sorprendido, dándose la vuelta para mirarla—que haces a estas horas despierta.

Estaba hermosa, el resplandor del hogar pintaba su tez de color dorado, el fulgor del fuego coloreaba su cabello, tiñendo sus mechones de rojo pasión, sus labios entreabiertos, humedecidos por su viperina lengua, se le ofrecían con intrépida osadía, para transportarlo a su mundo, un mundo de amor, de pasión y de voraz frenesí, que el comisario conocía perfectamente. Ella no dejaba de mirarle, lo conocía muy bien. Sabía que la sangre del hombre que tenía frente a ella, le bullía en su interior, y sabía que Hernán estaba luchando entre lanzarse sobre ella o salir corriendo. Lucrecia coqueteó, era su hombre, era su juego y le encantaba jugar con él.
#95
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:18
—Ya sabes que soy ave nocturna—se aproximó contorneándose hasta que llegó a tan solo unos centímetros de su boca—Y como tal, estoy pendiente de todo lo que acontece en mi Palacio—rozó sus labios con los suyos y siguió hablando— Te he escuchado y he venido detrás de ti—mordió el aliento entrecortado que salía del excitado comisario y se separó bruscamente para tomar un vaso de la mesa que estaba junto a ellos.

Hernán cerró los ojos con fuerza para no caer de nuevo en sus encantos. La lucha interior que sostenía cada vez que esa mujer se le acercaba le debilitaba por momentos, pero tenía que ser fuerte, no podía caer en la tentación diabólica de aquella pérfida mujer.

—Lo siento Lucrecia, pero no tengo tiempo para tus jueguecitos. Llama a cualquier lacayo que te sirva de juguete, yo ya no tengo nada que ver contigo. Ya te lo dije. ¿Recuerdas?

Lucrecia le miró de reojo y una carcajada salió de su boca.

—Hay, Hernán, mi querido Hernán. Parece que no me conocieras. Tú sabes que a mí, no se me puede esconder nada, y menos si se urde en mi Palacio.

Hernán se quedó sorprendido.

— ¿Que me estás queriendo decir?
#96
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:19
Lucrecia se llevó el vaso a sus labios, y antes de absorber su contenido dijo mirándole por encima de él.

—El Santo Grial.

Margarita, palideció. ¡El Santo Grial! Como era posible que ese mismo día, todas las personas que se había encontrado hablaran de lo mismo. « ¿Qué sabía la Marquesa y el comisario del sagrado cáliz?» Empezó a transpirar por todos los poros de su piel, nerviosa continuó allí oculta.

Hernán abrió los ojos de par en par. «¿Cómo sabía lo del Grial?»

—¿Es que no puedes dejar de espiar ni en tu propia casa?—le reprochó.

—Hernán, no te alteres que te va a perjudicar tu recuperación. Te necesito con la vista de un Águila, no sea que el mismo Águila Roja, vuele y lo encuentre antes que tu.

—Eso no va a pasar.

—Claro que no querido. Tú lo encontrarás antes, igual que encontrarás el evangelio de San Judas.

Hernán volvió a mirarla extrañado.

— ¿De qué evangelio me hablas? ¿Que sabes tú de ese evangelio?

—Siéntate Hernán, primero me cuentas tú y luego te cuento yo, seamos socios como hemos sido siempre.
#97
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:19
El comisario sabía que tenía que ceder, aquella mujer era capaz de cualquier cosa por obtener el poder y la gloria, y él no sabía nada referente al evangelio. Posiblemente el Cardenal estaba tramando algo a sus espaldas, tenía que unir fuerzas con ella, tenía que averiguar que sabía sobre el evangelio. Hernán tomó asiento frente a ella y le explicó todo lo que sabía referente al Grial. Ella le explicó lo que el inquisidor había conversado con el Cardenal sobre aquel misterioso evangelio. Pero lo que les llamó la atención a ambos, fue lo que el Inquisidor había recalcado al Cardenal, un nombre de mujer que nadie conocía y que inquisidor la relacionaba con la descendencia del mismo Dios. Laura de Montignac.

En aquel momento Margarita se tuvo que tapar la boca con su mano, debilitando el grito que salía por su garganta. Estaban hablando de Laura, la mujer que ella encontró en el camino. Y lo peor es que la relacionaban con el inquisidor, el Santo Grial y el evangelio de San Judas. Pero ¿quién sería aquella harapienta? ¿Sería una noble dama? ¿Por eso la encerrarían? ¿Sabrían algo de sus hijos? Las preguntas se amontonaban en su cabeza.

Los dos conspiradores analizaron la situación y firmaron un pacto de honor. Por un tiempo dejarían las afrentas y trabajarían a la par, codo con codo como habían hecho tiempo atrás.

Hernán se incorporó de la mesa, Lucrecia imitó al comisario, y le barró el paso tendiéndole su mano para que la besara, él la sujetó entre las suyas con delicadeza, y sin dejar de mirar su bello rostro la besó con suavidad, en aquel preciso momento el mundo se detuvo frente a ellos. Lucrecia sintió un escalofrío que le subió de los pies a la cabeza, le añoraba; el comisario levantó su rostro de la mano de la Marquesa, ella se aproximó más a él esperando que Hernán la besara, sus ojos se volvieron a encontrar, por un momento, toda su excitación subía y bajaba por sus cuerpos que arropados por el calor del hogar desprendían un calor inusual. Hernán no pudo resistirse a sus encantos, cuando la Marquesa comenzó a mordisquear sus carnosos labios, intentando abrirse paso con su lengua, a través de su apetitosa boca. El comisario volvió su rostro, pero ella le agarró con ambas manos y le besó con ferviente pasión. Hernán se dejo hacer.
#98
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:20
Margarita desde su escondite, presenciaba aquella escena sin saber hacia dónde mirar, los jadeos y las respiraciones llenaron la estancia, ella se sentía incómoda ante aquella situación que cada vez se volvía más tórrida. Rezaba para que terminara de una vez por todas y poder salir de allí. Intentaba evadirse de aquel lugar, tratando de recordar, y de pronto recordó. Recordó que una vez escuchó a Sátur comentar algo de un evangelio mientras tendía la ropa en el patio. Sátur estaba en la habitación de Gonzalo cuando gritó algo sobre el quinto evangelio. No recordaba muy bien aquella conversación ya que ella no estaba pendiente de su charla, pero si recordó la exclamación de Sátur en referencia a aquel evangelio, el del traidor.

La mente de Margarita empezó a analizar. Un pellizco de ansiedad, alertó sus sentidos. « ¿Y si Gonzalo, que tenía cientos de libros, tenía entre ellos ese evangelio?» «Si la inquisición entraba en su casa y lo encontraba, peligraba la vida de todos y cada uno de sus miembros» Tenía que salir de allí lo antes posible, como fuera, pero no podía hasta que Lucrecia dejara de liarse con el comisario. En aquel momento las prioridades habían cambiado, ya no le importaba Marta, ni Laura, ahora solo le importaban los suyos, Alonso, Gonzalo y Sátur. Tenía que llegar a su casa, tenía que alertarles del peligro que suponía tener entre sus cosas el quinto evangelio. Nerviosa esperó impaciente a que finalizara aquella ardiente situación, tan desagradable para ella. Pero ante su sorpresa, no tardó mucho en finalizar. El comisario había caído en las redes de Lucrecia, pero antes de que ella llegara a despojar al comisario de sus ropas, él la apartó con fuerza.

—¡No, Lucrecia! No me busques, sabes que no voy a ceder. Te lo dije hace tiempo. ¡Estás sola! Tú elegiste este camino, no me busques más.

Dolida en lo más profundo de su ser contestó altiva.

—Olvidas que hemos hecho un trato, y que somos socios.
#99
MarGonz
MarGonz
22/10/2012 16:20
—Ser mi socia, no te da derecho a nada más—contestó Hernán recogiendo su espada—. Mi cuerpo pertenece a otra mujer, tú nunca me quisiste, ahora no me busques porque no me encontrarás.

Lucrecia le miraba con rabia.

—Es cierto Hernán. ¡Tu cuerpo! ¡Pero tu corazón y tu alma, me pertenecen! —Le gritó—Y por más que luches y que disimules, ¡siempre me pertenecerán!

—Adiós Marquesa. Los negocios me llaman.

—¡Eres odioso Hernán! Y sé que tarde o temprano volverás
.
—Buenas noches—Hernán dio media vuelta y salió hacia las cocheras dejando sola a Lucrecia, dolida en su orgullo femenino y con sus ganas a flor de piel. Lucrecia no tuvo más remedio que retirarse a sus aposentos donde ella misma calmaría su apetito sexual.



Por fin Margarita pudo salir de su escondite. Debía llegar a la villa lo antes posible, pero antes debía hacer algo, debía avisar al Águila Roja, él le había dicho que si necesitaba su ayuda colgara un trapo rojo en la ventana de servicio, y así lo hizo, corrió hacia aquel lugar y dejó colgando un retal de color rojo ondeando al viento. Después corrió hacia el barrio de San Felipe, rezando porque el evangelio no estuviera entre las pertenencias de su familia.
#100
MarGonz
MarGonz
05/12/2012 01:20
CAP 17- MARGARITA BUSCA EL QUINTO EVANGELIO

Llegó a la Villa, ya era noche cerrada. Subió los escalones y entró en su casa, miró en la cocina, todo estaba en silencio, abrió con suavidad la puerta de la habitación de su sobrino Alonso, se aproximó a su cama, cogió de entre sus manos un libro que habría estado leyendo antes de rendirse en un profundo sueño, y le arropó con la sábana de algodón, el niño se estremeció y se acurrucó entre las ropas. Ella le miró con dulzura, y salió lentamente de espaldas a la puerta sin dejar de mirarlo en ningún momento.

Al salir de la habitación una voz a su espalda la sorprendió.

—¡Señora!, ¿qué hace usted aquí?

—¡Por Dios, Sátur!, que susto me has dado.

—Disculpe señora, pero pa susto el que me he llevao yo, no me esperaba encontrarme a nadie por aquí paseando.

—Sátur, no estaba paseando, salía de la habitación del niño.

—Ya, ya lo he visto—señaló con su dedo uno de sus ojos—. Pero no esperaba que nadie saliera de la habitación. De haber sabido que usted estaba no me hubiera asustado, comprende señora.

—Bueno Sátur, no pasa nada—Margarita se dirigió hacia la habitación de Gonzalo.

Sátur que sabía que él no estaba impidió que siguiera su camino.

—¡A donde va!, seguro que no ha cenao nada, siéntese Margarita que le sirvo un caldito.

La mujer le miró.

—Necesito hablar ahora mismo con Gonzalo.

—¿Su cuñao?

—Sátur, haber, ¿cuántos Gonzalos conoces que vivan en esta casa?

Satur se miró la mano y subió lentamente el dedo índice.

—Uno..—Margarita miró al cielo con resignación y siguió hacia la habitación de Gonzalo—Sí, claro, su cuñao—continuaba diciendo Sátur tras ella sujetándola del brazo.

—Sátur por Dios, cuanta tontería—suéltame anda tengo que hablar con él, creerme es importante.

—Señora—volvió a interponerse en su paso—su cuñao…,su cuñao se ha ido… a donde Catalina, con Cipri, tenían que arreglarle no se qué.

—¿A estas horas?—dijo arqueando las cejas sin creer nada de lo que había dicho el criado. Sátur movió rápidamente la cabeza de arriba abajo varias veces sin decir nada más. Margarita indignada por aquella excusa le dijo.

—¡Ah, claro!, no está, como no me había acordado, él nunca está por las noches. Tenía que haberlo supuesto. Habrá ido como cada noche a ver a Lucrecia.

—Señora, ¿por qué dice usted eso? ¿El amo con la Marquesa?, pero que cosas tiene. Es que no me escucha. ¡No le digo que ha tenido que ir a ayudar Catalina! Venga siéntese y cómase algo calentito.

—Sátur, ¡no quiero nada calentito!—espetó.

—Pero señora...
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