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Confía en mí (segunda parte)

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#0
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:21
¡Hola, chicas!

¿Qué tal? Publico a partir de hoy la segunda parte de "Confía en mí". Os agradezco vuestro apoyo y espero que os siga gustando. Besosssssssssssssssssssssssssss a todas. MJ.
#1
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:22
CONFÍA EN MÍ

Gonzalo y Satur dejaron atrás el pueblo de Parla y atravesaron el cauce del arroyo Humanejos con precaución. Nevaba con intensidad y los chopos, fresnos, álamos y sauces parecían espectros silenciosos vigilando el sendero. La abundante vegetación autóctona estaba cubierta por un manto blanquecino, el viento arreciaba y los lobos aullaban en la lejanía. Gonzalo señaló el poste de piedra que les indicaría por dónde debían proseguir. A escasos metros vieron el Camino Real. Los ollares de Viento y Roble se dilataron por el frío. Satur le habló:
-Amo, ¿cuántas leguas hemos recorrido ya?
Gonzalo le miró.
-Cuatro más o menos.
-¿Y cuándo llegaremos a Illescas?
-Todavía nos queda un trecho.
Gonzalo se encontraba absorto en sus pensamientos y contestaba a su postillón con palabras escuetas. Saturno García decidió no molestarle. Se encogió de hombros, acarició a Roble y permaneció silencioso hasta que llegaron a aquel pueblo que pertenecía a la Sagra toledana. Se detuvieron en la plaza de la villa junto a un árbol. La iglesia se encontraba enfrente. Gonzalo desmontó y dio las riendas a su escudero.
-Quédate aquí, Satur. Yo voy a preguntar si vamos bien a Olías…-y señaló la iglesia-, no quiero que anochezca y nos perdamos por una de esas veredas.
-Pero, ¿usted no lo ha visto en el mapa?
-Sí, pero no estoy seguro. En éste se señala un atajo que conduce hasta Cabañas de la Sagra sin pasar por Juncos y…
-Pues vaya usted y pregunte al párroco, así nos quedaremos más tranquilos –le respondió Satur echándose hacia atrás la capucha del capote- porque yo no estoy dispuesto a pasar la noche a la interperie con la que está cayendo. –Se quitó los copos de nieve de un manotazo.
-Intemperie, se dice intemperie… -musitó el maestro.

-La legua es una antigua medida de longitud española que corresponde a 6,687 km. (N. de la A).
#2
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:23
-Pues eso, amo. –Saturno García carraspeó y luego prosiguió-. Que le digo que uno ya no es tan joven y que se le congela tó y después no hay forma de que el soldadito funcione como tiene que funcionar…
-Siempre pensando en lo mismo, Satur… -dijo Gonzalo poniendo los ojos en blanco.
-¿Y en qué voy a pensar, amo? -comentó en voz alta, pero Gonzalo ya caminaba hasta el templo-. Claro, como él desde que se casó está bien servío con ese pedazo de mujer que tiene… -le habló a los caballos que relincharon como si le entendieran- ¡Qué egoísmo, Señor, qué egoísmo!
Satur escupió y el esputo se estampó en el Olmo de la Plaza de las Cadenas. Un grito le sobresaltó.
-¿Qué hace?
Satur miró hacia atrás y al no ver a nadie dijo:
-¿Yo…?
-Sí. ¿Hay alguien más junto al Olmo del Milagro?
-¿Olmo del qué…?
Varios lugareños se le acercaron con caras de pocos amigos. Uno de ellos habló:
-Usted ha mancillado al Árbol Sagrado y…
-Pero si yo no le he hecho ná… -comenzó a decir Satur.
-¿Cómo se llama?
-Saturno García pa servirle a usted y a todos los…
-Déjese de tantas gentilezas, Saturnino…
-Saturnino, no. Mi nombre es Saturno, Satur pa los amigos –le dijo, sonriéndole.
-¡Saturnino, cállese! –le gritó, autoritario-. Usted ha cometido un delito en Illescas.
-¿Un delito? Pero si yo no…
-¡Cállese! –le volvió a gritar.
-¿Y usted quién es pa callarme a mí? –le increpó, envalentonándose.

-Olmo del Milagro. En Illescas, provincia de Toledo, se encuentra un árbol que es apreciado porque según la tradición popular fue testigo de una curación milagrosa en el siglo XVI. Dice la leyenda que una mujer tullida de ambas piernas acudió a la iglesia de la Virgen de la Caridad (el árbol se sitúa justo enfrente) para rezar a la imagen del templo. Pretendía implorarle que o bien la sanara o se la llevara de este mundo. La señora, que viajaba en un asno, lo ató al olmo centenario y al llegar a la iglesia se produjo el milagro. Más allá de su protagonismo en el imaginario popular de Illescas, el Olmo del Milagro es representativo porque es uno de los pocos ejemplares vivos. No en vano, se trata de una especie en extinción. (N. de la A).
#3
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:23
-¡Me llamo Rodrigo de Santaella y soy la máxima autoridad en Illescas! -El rostro de Satur se puso lívido al oírle. El gobernante siguió hablando-: Escupir al Olmo del Milagro es una infracción muy grave en este pueblo, ¿sabe? –Le sonrió con gesto petulante.
Los otros dos hombres miraban a Satur con expresión huraña. Saturno García se aclaró la garganta antes de hablar:
-Señor Santaella, es cierto que escupí, pero la culpa de que el salivazo se estampara en el árbol fue del viento, que fíjese usted cómo sopla… -Levantó una de las manos por encima de su cabeza y sintió cómo se le helaba el dedo índice-. Mi amo, que por ahí viene, le podrá decir que yo soy una persona muy respetuosa y con los milagros todavía más…
Santaella y los vecinos miraron a Gonzalo, que les observó con curiosidad.
-¿Qué pasa, Satur? –le preguntó, echándose la capucha sobre los hombros.
-Pues ná, amo, que estos señores dicen que he cometío un delito sobre este árbol que es milagroso…
-¿Cómo?
-Su criado, señor…
-Montalvo. Me llamo Gonzalo de Montalvo, ¿y usted quién es?
-Rodrigo Santaella, la autoridad de Illescas.
Gonzalo le miró con gesto prudente.
-Entiendo.
-Como le decía, señor Montalvo, su criado ha cometido un acto muy grave, que se paga con veinte azotes y tres días de calabozo.
A Satur se le heló la sangre al escucharle. Miró a Gonzalo con desesperación. Él habló de nuevo:
-¿Me puede decir qué ha hecho este hombre para que tenga que cumplir una pena tan desproporcionada?
-Escupió al Olmo y eso no…
-Yo le he dicho al señor Santaella que es cierto, pero que el viento fue el culpable de que…
Gonzalo le hizo una señal para que se callara y Satur le obedeció.
-Señor Santaella, le aseguro que Saturno García es la persona más respetuosa que conozco y sé que jamás haría nada en contra de un símbolo religioso. ¿No podemos solucionar este problema de alguna otra forma?
Rodrigo Santaella y los otros dos hombres se miraron y se sonrieron con picardía.
-Sí, hay una forma…
#4
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:24
Satur volvió a pedirle perdón a Gonzalo mientras se dirigían hacia Olías.
-Siento, amo, que haya tenido que pagar a esos desalmados esa cantidad de maravedíes y que sus principios se hayan tambaleao por mi culpa.
-No iba a dejarte en Illescas, Satur. No me agrada lo que he hecho, está en contra de todo lo que yo pienso, pero eras tú o intervenir como Águila Roja y eso tampoco nos conviene por estos lugares. Además, le dije a Santaella mi nombre y podrían relacionarme con el héroe si actúo igual que él. –Miró a su amigo-. La próxima vez fíjate dónde escupes.
-Con la que caía del cielo, ¿cómo me iba a fijar en el dichoso cartelito? Pues yo discrepo con usted, amo. Águila Roja debería visitar a esos tipos y cabalgar por la Sagra de vez en cuando.
Gonzalo le sonrió.
-Con todo lo que sucede en la Villa tengo suficiente, ¿no crees, Satur?
-Si lo dice así… Pues tiene razón, que además de héroe es maestro, padre y esposo…
Al mencionar la última palabra Satur se calló y Gonzalo se puso serio. Minutos después, el escudero volvió a hablar:
-¿Piensa usted entonces que la señora viaja en un carromato con otros viajeros?
-Sí. Ya oíste al tabernero de Cabañas. Por el pueblo pasó una carreta con dos mujeres jóvenes, una pareja de ancianos y un matrimonio con tres niños pequeños. Margarita tiene que ser una de ellas.
-Catalina debería de haberle…
-No quiero hablar de Catalina… -murmuró, frunciendo el ceño.
-Le comprendo, amo, pero ya sabe que ellas son amigas y…
-También lo es mía y tendría que habérmelo dicho. Yo jamás hubiese permitido esta locura.
-Cuando las mujeres comparten secretos… difícil lo tenemos nosotros, amo.
-Esto no se puede justificar de ninguna manera, Satur. ¿Y si le ocurre algo a Margarita por estos caminos?
-Ella sabe cuidarse muy bien, amo. Recuerde que regresó sola a la Villa cuando pasó lo de su hermana…
-El tiempo era otro, Satur. Ahora anochece antes, los lobos están al acecho y los malhechores, también. Es muy peligroso.
#5
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:24
-No me asuste, amo, no me asuste… que me entran los nervios y veo lobos y bandidos por todos los laos. Aunque si le soy sincero, tranquiliza viajar junto al Águila Roja… -musitó, bajando la voz.
Gonzalo sonrió.
-Pronto llegaremos a la venta de Olías. Viento y Roble se merecen un buen descanso, agua y una buena ración de heno.
-Y nosotros también, amo –le sonrió-, me refiero a comer una buena cena, calentarnos junto al fuego y dormir en una cama confortable que tengo las posaderas acartonás…
-No será para tanto.
-¿Qué no…? ¡Claro, pa usted ocho o nueve leguas al día no son ná, como las suyas están musculás! –Gonzalo le miró, conteniendo la risa. Satur siguió hablando-: ¿Pues sabe lo que le digo…? Que a partir de mañana voy a hacer los ejercicios chineses con usted y ya veremos quien tiene más músculos de los dos.
-¿Me estás retando, Satur? –le preguntó serio, pero con la risa flotando en sus ojos.
-Pues sí, que me he cansao de ser un españolito medio… Pa eso soy su postillón, su escudero, su hombre de confianza…
Gonzalo rió y Satur le emuló. Luego el héroe de la Villa acarició a Viento que, nervioso, alzó las orejas hacia delante y abrió los ollares.
-¡Ssshhh, ya sé que lo has advertido!
-¿Qué pasa, amo? –le inquirió Satur.
El maestro señaló una colina.
-Detrás de esa loma se halla la venta de Olías.
-Por fin descansaremos, Roble.
El animal bufó. Gonzalo y Satur olieron el humo de la chimenea, oyeron relinchos de caballos, risas y el sonido rasgado de una guitarra. Tras cruzar un bosque de enebros y quejigos se encontraron de frente con una fachada de cincuenta varas y trece de fondo con un cobertizo de madera de roble, pozo y un establo donde se hallaban cinco jamelgos. Allí pernoctarían aquella noche.

-El quejigo es un árbol semejante a la encina. (N. de la A).

-La vara cuadrada es una antigua medida de superficie española que tiene como valor 0,6987 metros cuadrados. (N. de la A).
#6
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:25
Catalina se levantó con las primeras luces del día y antes de irse a trabajar al palacio de la marquesa, se acercó hasta la Cañada. La señora Manuela lavaba en el patio varias sábanas y Margarita desgranaba unos guisantes junto al hogar. Oyó los golpes en la puerta y se levantó a abrir.
-¡Cata! –exclamó, abrazándose a su amiga.
Ésta la apretó fuertemente y luego soltó un sollozo.
-¡Ay, Margarita, qué penita más grande siento dentro de mí! Tu… y tu sobrino… -No pudo continuar.
Margarita comprendió que Alonso había leído la carta y Gonzalo también. Sus oscuros ojos se humedecieron. Se sentó en el estrado y se fijó en el llar y en el caldero que estaba puesto en el trébede. La señora Manuela entró en la casa. Sonrió al ver a la hija de Remedios.
-Catalina… No te esperábamos hasta la tarde.
-Sí, lo sé. Pero luego me iba a ser imposible venir y antes de trabajar…
-Gonzalo y Alonso ya saben que me he ido… -murmuró Margarita conteniendo las lágrimas.
Manuela y Catalina se miraron.
-Bueno, hija, antes o después lo iban a saber –le contestó la anciana con dulzura-. Es mejor así, ¿verdad, Catalina?
La madre de Murillo suspiró. Margarita la miró fijamente.
-¿Cómo están?
-No he visto a Alonso en estos dos días, pero cuando leyó la carta se puso muy nervioso. El niño está al cuidado de la señora francesa que…
-¿Lorelle? –le preguntó, sorprendida.
-Sí.
-¿Y Gonzalo?
Catalina carraspeó antes de volver a hablar:
-Gonzalo y Satur han ido a buscarte a Sevilla…
Margarita parpadeó sin poder articular palabra alguna. Sintió que su corazón latía desbocado dentro de su pecho. “No se ha marchado con esa mujer... Va a Sevilla a…”, pensó temblándole el labio inferior. Sin embargo, Catalina hipó y le dio una mano a su amiga.
-Que me ha dicho que nunca me va a perdonar por dejarte ir… Me miró de una forma que tengo clavao sus ojos en el alma… Llevo dos noches sin dormir.
-Cata, no sabes cuanto siento que te encuentres en medio de los dos… -le acarició las húmedas mejillas, pero… ¿por qué no le impediste que se fuera?
-¿Cómo se lo iba a impedir? Si tú no quieres que él sepa dónde estás. –Le reprochó. Margarita entornó los párpados durante unos segundos. Catalina prosiguió-. Además, ya sabes como es de tozudo. Lo preparó todo y se marchó con Satur. Ya deben de estar cerca de Toledo…
-Él sólo tenía que creer que yo…
Manuela López intervino en la conversación.
-Tu esposo está muy enamorado de ti, Margarita… -Ella la miró, sintiéndose culpable por haber suscitado aquel viaje sin sentido. Manuela siguió hablando-: Un hombre que no quiere a una mujer no va en su busca.
Margarita se llevó una mano a la frente. Tembló pero no de frío. Una náusea le impidió hablar. Se levantó rápidamente y fue al corral. Catalina la siguió y la ayudó hasta que se recuperó. Después la abrazó. Margarita lloró amargamente.

-El estrado era una silla de mujer que estaba relacionada con las actividades tradicionalmente mujeriles: acunar niños, coser o cocinar agachada junto al fuego. Incluso se la consideraba un asiento para dar a luz a horcajadas. Hasta el siglo XVII se encontraba este tipo de silla en medios urbanos privilegiados, pero después quedó relegada a ámbitos rurales, esta silla en algunos lugares la reconocen como silla paridera. (N. de la A).

-El llar era una cadena que colgaba en la chimenea para colgar la caldera o caldero y que hacía posible bajarla o subirla. (N. de la A).

-El trébede era un soporte de hierro para poner los cacharros al fuego. (N. de la A).
#7
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:27
Hernán llevaba tres días sin aparecer por los calabozos ni por el palacio de Santillana. El dolor que le había causado saber que su madre no había muerto en aquella casa de campo donde se ocultaban y las posteriores noticias que Beatriz de Villamediana le había revelado, le causaron una hecatombe emocional. Su primera intención fue ir al Real Alcázar y matar al rey de las Españas, pero cuando se tranquilizó se dio cuenta de que aquello era imposible. La Guardia Real se lo impediría, así que atenuó su sufrimiento bebiendo en tabernas de mala muerte donde se juntó con borrachos, ladrones, pícaros y rameras. Sus hombres le estaban buscando por toda la Villa.
El Comisario abrió los ojos con pesadez. Parpadeó y se sorprendió al hallarse en un lecho que no era ni el de la marquesa ni el suyo. Varias mujeres dormían abrazadas a su cuerpo. El olor dulzón de un perfume barato y el de la miseria se adherían a sus jóvenes pieles. Hernán sintió la boca pastosa. Quiso incorporarse, pero la habitación giró bruscamente y tuvo que apoyar la cabeza de nuevo en la almohada. Las meretrices se despertaron. Le sonrieron. Una se puso encima de él y comenzó a besarle impúdicamente, la otra le habló con su voz de niña:
-¿Quieres que fumemos otra vez…?
Hernán pareció despertar de aquella pesadilla en la que se había sumergido durante varios días.
-¡No quiero nada de vosotras, marchaos! –les gritó, apartándolas con desdén-. ¡Marchaos!
Las prostitutas se levantaron de la cama y salieron del cuarto con rapidez. Hernán miró las sábanas revueltas, la pipa del opio, su vestimenta tirada en el suelo, sus armas colocadas en un viejo arcón apolillado.
-¡Idiota! -se dijo, llevándose las manos a la cara.
Hernán Mejías se levantó a trompicones del lecho. Se agarró al dosel porque toda la habitación le daba vueltas. Sintió unas arcadas y vomitó.
Minutos después, alguien abrió de par en par la puerta del pestilente cuarto.
-¿Quién demonios…? –comenzó a decir tras erguir la espalda.
Pedro y otro de sus hombres bajaron las miradas al suelo para no incomodar a su jefe, pero a Hernán no le importó que le vieran desnudo. Cogió los calzones y se los puso.
-Señor… -habló Pedro con su brazo derecho en cabestrillo- estábamos preocupados por usted y…
-¿Por qué? –Se giró, abrochándose los botones de su camisola de color negro.
-Porque no le encontrábamos y la marquesa pensó que le había pasado algo.
-Pues ya ves que no –le contestó agriamente. Hernán se ajustó las espuelas a las botas, se abrigó con su chaqueta de cuero y comprobó que sus armas estaban en perfecto estado-. ¡Vámonos de aquí! –pronunció con el ceño fruncido.
Su lugarteniente y el guardia se miraron y después bajaron las escaleras del burdel. Hernán había salido de la casa y caminaba con paso firme por la plaza del Alamillo.

-En la plaza del Alamillo, en la antigua morería, se encontraba la mancebía popular, la más barata, a la que solían acudir los militares sin graduación y los menos pudientes. (N. de la A).
#8
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
15/01/2013 15:28
Lucrecia entró en el aposento que Hernán compartía con Irene. El Comisario se había bañado y cambiado de ropa. La marquesa le miró con gesto adusto.
-¿Dónde has estado estos tres días? Nadie sabía dónde encontrarte…
La marquesa vestía un corpiño de color azul y falda con forma de campana. Él se fijó en las mangas que estaban ribeteadas con hilos de oro y plata.
-¡No soy un niño para que tengas que cuidarme, Lucrecia!-le respondió con desdén.
Ella arqueó las cejas.
-He estado muy preocupada por ti, Hernán.
-No tienes porqué.
La marquesa le miró con detenimiento. La arrogancia y el dolor se reflejaban a la vez en sus oscuros ojos. Estaba demacrado y sus modales eran bruscos, insensibles como si quisiera borrar todo lo que había vivido aquellos días.
-¿Qué te ha ocurrido?
-¿Quieres saberlo, Lucrecia? –le inquirió, sujetándola por los hombros-. Pues te lo voy a decir: estoy hastiado de soportar la hipocresía, de vivir sufriendo humillaciones y que todos los malnacidos perpetren sus planes sin que nadie pueda impedírselo. ¡Eso me pasa!
Ella frunció el ceño.
-No te entiendo…
-No hace falta que me entiendas, nunca lo has hecho. –Le increpó-. Siempre he estado apoyándote con Nuño, con tus antojos y hasta con tus miserias… Pero no lo voy a hacer más, Lucrecia. Necesito escapar de todo esto que me amarga y que me endurece el corazón…
La marquesa no sabía de qué estaba hablando el Comisario. Él hizo ademán de marcharse del cuarto.
-Hernán… ¿Qué te han dicho o hecho para que tu alma se oscurezca de esta manera?
-Si te lo digo, Lucrecia, te convertirás en mi cómplice y aunque no lo creas te respeto por ser la madre de mi hijo.
-Por favor, dime qué te ocurre… Me entristece verte así…
Hernán la miró fijamente, después se aclaró la garganta y habló:
-Sólo te diré que algún día ejecutaré a aquellos que provocaron la muerte de mi madre. Les mataré, aunque sea lo último que haga en mi vida. ¡Lo juro!
Ella parpadeó.
-¿La muerte de tu madre? ¿Quiénes la mataron y por qué?
El Comisario negó con un ligero gesto de su cabeza.
-Es demasiado doloroso para mí recordarlo, Lucrecia. Tengo que irme.
-¿A dónde vas? –le preguntó con la intención de detenerle.
-Al cuartel. –Suspiró-. Me esperan allí.
-Hernán…
Él asió el pomo de la puerta y la abrió. Se giró y le dijo:
-No te preocupes, Lucrecia, aún no voy a cumplir mi promesa… -dijo enigmáticamente.
Hernán salió de la alcoba. La marquesa le siguió. El rostro de ella expresaba inquietud y miedo. “¿A quiénes quería matar?”, se preguntó. El Comisario se encontró en el pasillo a Nuño, que venía acompañado por Irene. Ella tuvo intención de saludarle, pero su marido, sin mediar palabra, estrechó fuertemente al hijo de Lucrecia entre sus brazos y la sobrina de Mendoza se resignó. Nuño se dejó abrazar, aunque sus ojos expresaban extrañeza. Miró a su madre, que asintió.
-Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Nuño. Lo mejor.
El joven marqués de Santillana parpadeó. Hernán le acarició con ternura las mejillas. Después se marchó con paso firme del palacio.

Continuará... Besosssssssssssssssssssssssssssssss a todas. MJ.
#9
littlenanai
littlenanai
15/01/2013 21:44
Me encanta!! todos los días me metía en el foro a ver si empezabas esta segunda parte...que ganas tenía y con que gusto lo he leído! espero la continuación, un beso!
#10
Kaley
Kaley
16/01/2013 18:14
bravo, me he quedado "pallá" con la reacción de Hernán .... que bonito ese abrazo al hijo ... aquí leyendote siempre que tu nos deleites guiño
#11
gedeon068
gedeon068
17/01/2013 20:03
Muy buenas tardes, después de tanto tiempo sin entrar, me he decidido hoy que tenía un ratejo libre para seguir leyendo el maravilloso relato de nuestra MJ Montalvo y resulta que me encuentro con la segunda parte de "Confía en mí", aunque no he terminado la primera parte que es a lo que he entrado al foro, no he podido resistir la tentación de leer éste antes, y es sencillamente delicioso, como conozco todos los pueblos que menciona es como si lo estuviese viendo en primera persona aparte de las N.A. que son de los más didácticas y con las que se aprende muchísimo.

No me gusta repetirme, pero es un gusto leerte, me he encontrado con la grata sorpresa de que Gonzalo y Margarita están casados, con lo que entre esta noche y mañana me pondré al día.

confiaenmisegundaparte
#12
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
20/01/2013 13:24
¡Hola, chicas!

¿Qué tal? Muchísimas gracias a las tres. Littlenanai, Kaley y Gede. Me alegro de verdad que os guste la continuación de "Confía en mí". Me emocionan vuestras palabras. Espero que os siga gustando el devenir de la historia, prometo emoción, romanticismo, mucho amor, aventura, luchas, descubrimientos... En fin, todo lo que tengo en mi mente y que a mí me encantaría ver reflejado en la serie, pero bueno ya sabemos como son los guios... Je,je,je,je. Muchos besosssssssssssssssssssssssss a las tres y a las demás chicas. El lunes o el martes publico de nuevo. Buen domingo para todas. MJ.

A más ver.
#13
Kaley
Kaley
21/01/2013 12:49
confiaenmisegundaparte
#14
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
21/01/2013 16:30
¡Hola, guapas!

Pues aquí estoy con la continuación de "Confía en mí". Besossssssssssssssssssssssssss a todas y feliz tarde. MJ. A más ver.

CONFÍA EN MÍ

El cardenal Mendoza arrastró su odio por los míseros calabozos del cuartel. Las súplicas de los reos y los gritos de los torturados no le causaron ninguna lástima. Subió, impasible, los peldaños que le conducirían al privado del Comisario. Entró en el cuarto. Hernán firmaba unos documentos que su lugarteniente le entregaba. Ambos le miraron. El Comisario apretó los nudillos conteniendo todo el rencor que la presencia del prelado le causaba. “No me delataré delante de este bastardo. No, todavía no…”, se dijo, poniéndose de pie. Mendoza miró fijamente a Pedro, que sin que nadie le dijera nada abandonó el despacho de su jefe.
-Eminencia, ¿a qué debo el honor de vuestra visita…? –le preguntó con cierta ironía.
-¿Dónde habéis estado durante estos días? –le inquirió sin contestar a su pregunta.
Hernán soportó la iracunda mirada del cardenal sin pestañear.
-Asuntos privados me han mantenido fuera de la Villa, eminencia –le respondió con frialdad.
-¿Asuntos privados…? –Gruñó Mendoza irascible-. ¿No os han informado de los últimos acontecimientos?
-Sí. Vuestra ahijada resultó ser una espía de los ingleses… -musitó Hernán mascando cada sílaba con énfasis-. No comprendo cómo habéis caído en una trampa tan absurda, eminencia. Os creía más inteligente.
El prelado le miró con desprecio.
-¡No sabéis nada de lo que ha ocurrido! Esa víbora me engañó y me hizo creer que… -Mendoza se calló súbitamente. El esposo de su sobrina sólo debía saber lo que a él le convenía-. ¡Esa hija de mil rameras se ha ocultado en algún lugar de la Villa y tenéis que encontrarla!
Hernán alzó el mentón con orgullo.
-¿El rey ha puesto precio a su cabeza?
-Sí. La dorada cabeza de la duquesa de Cornwall está valorada en quinientos escudos de oro.
-¡Una pequeña fortuna! –exclamó Hernán dejando una de sus armas encima de la mesa-. ¿Qué sabe Beatriz de Lancaster que tanto le preocupa a su majestad? –preguntó de forma inocente.
-¡Eso no es de vuestra incumbencia, Comisario! Vuestro único deber es apresarla y traerla ante mí, aunque últimamente la ineficacia que mostráis es patente. ¡No habéis hallado ni el Cáliz ni a la pordiosera que lo robó! -habló Mendoza con gesto enojado.
-Debo recordaros que mis hombres y yo hemos buscado por toda la Villa a esa mujer y que ésta no aparece por ningún sitio. Se han abierto tumbas profanando el descanso de los muertos, hemos recorrido los bosques colindantes, los barrios más míseros de Madrid… ¿No habéis llegado a pensar, eminencia, que vuestro ansiado Cáliz ya no está en la Villa?
El cardenal parpadeó. Luego su rostro enrojeció por la ira.
-¡Sé que se encuentra aquí! –le gritó, golpeando la mesa.
Varios documentos cayeron al suelo junto a un abrecartas de plata, una jarra que contenía agua fresca se hizo trizas y el tintero derramó su oscuro líquido en la madera, adentrándose entre las grietas como un torrente de aguas salvajes. Hernán se agachó y cogió el utensilio cortante. Miró a Mendoza con acritud. El cardenal se llevó una temblorosa mano hasta el cuello y respiró profundamente. Su voz sonó algo más calmada al decir:
-Buscad a esa inglesa y el rey y yo os recompensaremos… -carraspeó- el Cáliz tiene que aparecer porque gracias a él me podré convertir en el próximo Papa, Comisario. Ya no tengo nada más… -musitó misterioso.
#15
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
21/01/2013 16:30
Hernán arqueó las cejas. “¿Qué insinúa? ¿Qué ha chantajeado a Felipe IV con algo que ahora ya no posee?”, se preguntó. De repente recordó que Beatriz le había hablado de una carta que Mendoza enseñó a Lope de Villamediana. Una carta que había escrito su madre y en la que, aparentemente, implicaba al monarca español en la desaparición de sus hijos y en la ocultación de aquel casamiento que había sido consagrado ante la ley de Dios. “¿Será eso?”, se dijo tras mirarle fijamente.
-Lo haré, eminencia. Os la traeré. La buscaré en los infiernos, ¡os lo juro!
Mendoza curvó sus labios en una media sonrisa.
-Eso es lo que quería oír, Comisario. Necesito que volváis a ser eficaz y competente. La familia debe ayudarse, siempre.
-Sí, estáis en lo cierto. La familia es lo único que importa en esta vida. Lo único.
-Tengo que ir al Real Alcázar. Espero tener buenas noticias, pronto.
El Comisario asintió. Mendoza se giró y salió del despacho. Hernán entornó los párpados. Aquellos últimos días había estado a punto de hundirse en el abismo de la desesperación. Se había sentido impotente, frustrado, inútil… Sin embargo, en ese instante se juró que descubriría por qué aquellos miserables le habían robado su niñez, a su madre, a su hermano… Dejó de apretar el abrecartas. Sus ojos se fijaron en las baldosas. Vio las gotas de sangre, las mismas que habían recorrido las venas de Laura de Montignac. A ellas les prometió que descubriría la verdad y que vengaría la muerte de la mujer que le había dado el ser.
#16
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
21/01/2013 16:31
Gonzalo y Satur entraron en Toledo por la Puerta Nueva de la Bisagra . Saturno García contempló el arco de sillares almohadillados en el que se apoyaba el escudo de la Ciudad Imperial y su inconfundible águila bicéfala. El escudero del Águila Roja sonrió. La entrada estaba flanqueada por dos grandes torreones con almenas. La parte que daba a la ciudad estaba formada por un arco de medio punto cercado por torreones cuadrados y rematados por tejados. El escudo de Carlos V brillaba con el tenue sol del mediodía, que batallaba contra las nubes que intentaban envolverle.
-¿Ha visto, amo? En la puerta se encuentra una amiga suya…
Gonzalo sonrió.
-El águila bicéfala es un símbolo heráldico. Representa la unión del Sacro Imperio Romano Germánico con la monarquía hispánica. El emblema de los Habsburgo en Madrid y en Viena es el mismo.
-Mire que son raritos, ¡eh! ¿Pa qué tener el mismo símbolo? Lo lógico sería que cada uno tuviese el suyo, ¿no?
-Las monarquías son así, Satur. Además los Habsburgo se casan entre ellos.
-Y así les va… Les nacen niños enfermizos que se mueren en ná de tiempo y otros atontolinaos. ¿Ya me dirá pa qué les sirve casarse entre primos, tíos y sobrinas?
-Tienes razón. La sangre se debilita y ocurre eso que tú estás diciendo.
-Si es que… No tienen sesera –musitó, tocándose la cabeza.
Gonzalo asintió.
-Esta villa es magnífica, amo… -murmuró Satur tras suspirar.
-Sí –le contestó el maestro- Aquí convivieron judíos, musulmanes y cristianos durante dos siglos en un ambiente de tolerancia hasta que gradualmente aquella alianza se desvaneció en el tiempo…
-¿Por qué? –le interrumpió su postillón.
-Porque Isabel la Católica tomó dos decisiones que afectaron a la convivencia común. La reina propuso que el Tribunal de la Santa Inquisición se estableciera en 1485 en Toledo y después rubricó el Decreto de Expulsión de lo judíos en el año 1492.
-¿Qué hicieron pa que les echaran?
-A los judíos se les consideró los culpables de las desgracias que sucedieron en esta ciudad.
-¿Y fueron los causantes de aquellas penurias?
-No, Satur. Hubo graves crisis económicas y sociales, pero los judíos no tuvieron nada que ver. La intransigencia y el odio hicieron el resto.
-Y los moriscos, ¿fueron expulsados a la misma vez?
Gonzalo miró hacia el Alcázar que, majestuoso, dominaba desde la roca en la que se asentaba toda la ciudad. Habló:
-No. En 1609 el rey Felipe III decretó la definitiva expulsión de los musulmanes del reino de España, aunque el responsable fue su valido: el duque de Lerma. Ya sabes, la limpieza de sangre…
-Sí. Lo sé, amo. –Suspiró Satur al recordar a su familia morisca.
Gonzalo le dio un golpecito cariñoso en el brazo al adivinar los pensamientos de su amigo.
-Vamos, Satur. Tenemos que continuar…
-Sí.
Gonzalo tocó con suavidad el cuello de Viento y el animal comprendió lo que su dueño le quería decir. El caballo avanzó. Roble le siguió.
-¿Y adónde vamos, amo?

-La Puerta Nueva de la Bisagra es una de las entradas de acceso a la ciudad de Toledo. (N. de la A).
#17
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
21/01/2013 16:31
El maestro suspiró antes de contestarle:
-En Olías me dijeron que el dueño del carromato que se dirige a Andalucía es de aquí. Se llama Abelardo Martín y tiene un hermano que se llama Justo. Me dijeron que vive por la Plaza del Zocodover. Él nos podrá decir dónde se aloja Abelardo cuando va a Sevilla.
-¿Y cuándo se enteró de todo eso? –le preguntó Satur con asombro.
-No podía dormir y estuve conversando con el posadero y varios clientes mientras tú roncabas en el cuarto.
-Me tenía que haber despertao, amo.
-¿Para qué, Satur? Estabas profundamente dormido, además sólo estuve una hora y después me acosté.
-Pues no sé, a lo mejor usted me necesitaba pa cualquier cosa.
-Gracias, Satur, pero yo respeto tu sueño. –El escudero le sonrió. Gonzalo continuó hablando-: Buscaremos una posada que tenga cuadras para los caballos y nos quedaremos un día en esta ciudad.
-Lo que usted diga, amo.
Gonzalo y Satur encontraron una hospedería cerca de la Plaza del Zocodover donde alquilaron un cuarto. Dejaron los caballos al cuidado de un mozalbete al que pagarían un ochavo. Luego se adentraron en la plaza donde se compraban y vendían las bestias de carga, se celebraban festejos y la Inquisición oficiaba los Autos de Fe y la ejecución pública de los reos.
-¿Dónde vivirá Justo Martín?
-Entremos en esa taberna. –Gonzalo señaló la puerta por la que acababan de salir varios borrachos-. Seguro que ahí le conocen, pero déjame hablar a mí.
-Lo que usted ordene, amo.
Ambos irrumpieron en aquel antro donde algunos vecinos perdían las buenas costumbres y hasta el jornal. Los hachones que prendían en los muros trataban de dar luz a la cuadrada estancia, sin apenas conseguirlo. Aun así, Satur vio las telarañas y la mugre que se adhería a todos los rincones. El olor del vino añejo, el del sudor, el de los orines y el de la manteca de cerdo flotaban en el ambiente, advirtiéndoles que los dueños de aquel lugar eran poco amigos de la limpieza. Todos los que se hallaban en la cantina se callaron al verles. Gonzalo y Satur vislumbraron una mesa libre en el fondo y hasta allí se dirigieron. Se sentaron. Una mujer entrada en carnes, con una verruga en el labio superior y semblante adusto se les acercó.

-El Ochavo era una antigua moneda española que equivalía a dos maravedíes. (N. de la A).
#18
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
21/01/2013 16:32
-¿Qué van a tomar? –les preguntó con desgana.
-Un vinito, ¿verdad, amo?
Gonzalo asintió. La tabernera hizo ademán de girarse; sin embargo, Satur la asió por un brazo y guiñándole el ojo izquierdo, le dijo:
-Tráenos un buen tinto de la Sagra y no el peleón que guardas por ahí…
La mujer gruñó y Saturno García dio un salto en el asiento.
-¡Qué carácter, si hasta la verruga se le ha movío y tó!
Gonzalo sonrió. Su escudero echó una rápida mirada a aquel atestado salón y luego volvió a hablar:
-Amo, ¿usted está seguro de que nos dirán dónde vive el tal Justo?
-Sí. En estos lugares se conoce todo el mundo.
La bodeguera regresó con su malhumor y una bandeja.
-Aquí tiene el señor el tinto de la Sagra que pidió… -le dijo irónica, dejando la jarra y los vasos encima de la mesa.
-Gracias. ¿Y no tendrá unas aceitunitas pa acompañar?
-No hay.
-¿Y unos choricitos?
-Se terminaron.
-Pues, ¿qué hay pa llevarse a la boca?
-Vino –musitó, imperturbable.
Satur la miró con gesto enfadado. Gonzalo intervino en la conversación:
-Disculpe, señora. Mi amigo y yo estamos buscando a una persona… ¿Podría usted ayudarnos?
La mujer le miró y la arruga que surcaba su frente se disipó al instante. Amelia, que así se llamaba la hermana de Basilio, el dueño de la taberna, suspiró. Irguió la espalda y sus enormes senos se movieron a la misma vez con total descaro.
-¡Madre mía! –exclamó Satur llevándose el recipiente de barro a la boca.
Amelia se tocó uno de sus grasientos rizos y sonrió al atractivo acompañante del insolente hombrecillo que bebía, con una mueca de desagrado, el vino que ella le había traído.
-¿En qué puedo ayudarle? –le preguntó Amelia a Gonzalo rozando con descaro el muslo derecho de él.
#19
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
21/01/2013 16:32
El maestro arqueó la ceja izquierda y se movió en el asiento.
-Verá, señora…
-Señorita… -musitó ella pasándose la punta de la lengua por el labio inferior.
Satur puso los ojos en blanco. Gonzalo se aclaró la garganta antes de volver a hablar:
-Nos urge encontrar a un hombre que se llama Justo Martín. Tiene un hermano que se llama Abelardo, que lleva viajeros de Madrid a Sevilla en su carromato.
-Yo no les conozco. Llevo pocos meses viviendo en Toledo, pero seguro que mi hermano sí. Espere un momento…
Amelia le guiñó el ojo a Gonzalo, que carraspeó. Luego la mujer contoneando sus prominentes caderas fue hasta el mostrador donde su hermano servía a unos parroquianos. Satur estalló:
-Será… ¡Que le ha estao tirando los tejos, amo! Y encima el vino que nos ha traío está aguao… ¡La madre que la parió! A que se lo digo al hermano y ya verá…
-Déjalo, Satur. No nos interesa que se fijen en nosotros.
-No, claro que no, pero me molesta que nos engañen y…
El postillón enmudeció al sentir una mano en su hombro derecho. Miró hacia atrás y se encontró con un hombre alto, robusto y con una gran cantidad de vellos en sus brazos. Basilio habló:
-Mi hermana me ha dicho que ustedes quieren saber dónde vive Justo Martín, ¿cierto?
Gonzalo le contestó:
-Así es.
-¿Por qué le buscan? –le preguntó desconfiado.
-Necesito hablar con él. Su hermano Abelardo salió hace unos días de Madrid y sé que se dirige a Sevilla.
-Abelardo hace tiempo que se instaló en la Villa y Corte. Yo no sé nada de su vida ni…
-Una persona muy importante para mí viaja en su carromato, por eso quiero localizarle. No me importa ninguna otra cosa.
Basilio le miró y luego se llevó su peluda mano derecha al mentón.
-Está bien, le diré dónde está su casa.
-Gracias. –Le sonrió.
#20
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
21/01/2013 16:33
Gonzalo y Satur se hallaron en el corazón de la antigua Aljama de la ciudad toledana. Llamó a una puerta de color rojo que se ubicaba enfrente de Santa María la Blanca . Una joven con un bebé en su regazo y una niña de corta edad agarrada a su falda, le miró.
-Buenos días, ¿esta es la casa de Justo Martín? –le preguntó el maestro.
-¿Le debe dinero? –le inquirió ella frunciendo el ceño.
-No.
-¡A ese malnacido le importa poco que sus hijos pasen hambre…! –exclamó enojada. Gonzalo miró a los pequeños, que hicieron pucheros-. Todo se lo gasta en los malditos dardos, ¿sabe?
-Lo siento, señora.
El bebé comenzó a llorar. La madre lo acunó en sus brazos para que se callara.
-Necesito hablar con él.
-Hace tres días que no aparece por aquí…
Satur preguntó:
-¿Y no sabe usted a qué casa de juegos va normalmente?
La mujer le interrumpió:
-Si lo supiera, le aseguro que me presentaría allí y le molería a palos.
Satur carraspeó y no se atrevió a decir nada más. Gonzalo volvió a hablar:
-Gracias, señora.
El maestro acarició la carita del pequeño y sonrió a la niña. La mujer de Justo Martín manifestó:
-No se deje embaucar por sus palabras, señor. Yo me dejé convencer y mire cómo me encuentro ahora. Ya me lo dijo mi madre y no le hice caso…
Gonzalo asintió y ella cerró la puerta.
-¿Y ahora qué hacemos, amo?
-Esperarle…
-Menos mal que trajimos los capotes con nosotros porque el tal Justo nos va a dar la noche, ya verá…


-Santa María la Blanca fue una sinagoga que se convirtió en iglesia cristiana a principios del siglo XV. (N. de la A).
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