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FORONOVELA: Cerrado

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Campanillanj
Campanillanj
25/04/2011 20:11
Hola a todas las foreras !!!
Ha sido un laargo fin de semana sin bandolera. Lo que nos quedaba para sobrellevarlo era la historia conjunta de maki, pero nos ha tenido a pan y agua, así que se me ocurrió escribir una yo misma. Ahi os va un trozo, y si os gusta me lo decís y continúo subiendo trozos.
Gracias de antemano a todo aquel que se tome la molestia de leerlo.


Habían pasado ya varios días desde que Roberto saliera de prisión. Gracias a Miguel, que como siempre había ejercido su labor con rectitud y llevando siempre por bandera la presunción de inocencia, Roberto fue puesto en libertad. Él, Miguel fue desmontando una a una las pruebas que inculpaban al jornalero. Algunos, como Olmedo, se burlaban de él y le decían que era tonto; que Roberto era su rival por el amor de Sara; que mientras estuviera preso no sería un problema en su relación y que como se enfrentaba a la pena mayor, ya sería definitivamente historia. Pero Miguel no había podido permitirlo. Roberto no era santo de su devoción, pero sabía que era inocente; no le creía capaz de cometer semejante atrocidad. Además de todo, jamás podría ser feliz junto a Sara si no hubiera hecho nada por demostrar la inocencia de Roberto.
Después de que Roberto saliera en libertad, se había puesto en marcha una fiesta que se celebraría en la taberna en honor a Roberto. Todo el pueblo estaba contento con su puesta en libertad, pues todo el pueblo lo apreciaba a él mucho, y también a su familia. Y todo el mundo estaba ese día en la taberna festejando. También estaba Sara. Pero no estaba Miguel. El joven teniente había pensado que al no ser amigos, y al haber tenido todos los enfrentamientos que habían tenido, no era adecuado presentarse en esa fiesta. A pesar de la insistencia de Sara en que tenía que acudir, lo había pensado bien, y decidió no ir. No le preocupaba que Sara y Roberto se encontraran allí. Ya no tenía dudas de Sara. Sabía que lo amaba a él. Sabía también que quería a Roberto, pero como un amigo nada más. Él había decidido confiar en Sara y disfrutar de su amor sin temores ni preocupaciones. Había hecho caso a Morales y disfrutaba del amor.
Sara vio a Morales y se acercó a él.
- Morales ! ¿ Dónde está Miguel ? Me dijo que igual venía. Aunque no lo noté muy convencido.
- No milady. Al final ha decidido que no era apropiado y se ha quedado en el cuartel. Y eso que esta tarde tenía libre.
- Muy bien. Gracias Morales.
Y Sara se dirigió donde estaba Roberto y le dijo algo. El le contestó y Sara salió a toda prisa de la taberna. Se dirigió al cuartel y preguntó por el teniente Romero. Allí lo encontró Sara, sentado en su mesa mirando unos papeles.
- Sara ! ¿ Qué haces aquí ? Te hacía en la fiesta de Roberto.
- Si, allí estaba, pero para mí no era lo mismo sin ti. He venido a buscarte. Todo el mundo está allí. Menos tú, que eres el artífice de que él esté libre. Si hay alguien que tenga que estar en esa fiesta, además de Roberto, ése eres tú, Miguel.
- No Sara. yo sólo hice mi trabajo. Aún así, no estaría cómodo.
- Vamos miguel. Hasta Roberto ha preguntado por ti. Todo el mundo esperaba verte allá. Anímate.
- Bueno, pero voy sólo un rato. Sobre todo porque quiero estar contigo. Además esta noche tengo libre, así que me vendrá bien salir un rato. Espérame que voy a cambiarme y enseguida estoy contigo.
- Si quiere usted, teniente, puedo ayudarle a quitarse la ropa- dijo Sara picarona.
- Como le haga caso, señorita Reeves, no vamos a la fiesta ni a ningún otro sitio, se lo aseguro- Y le guiñó un ojo en un gesto que volvía loca a Sara.
- Ahora creo que la que no quiere ir a la fiesta soy yo, Miguel. Me iría contigo directamente a la posada de la Maña, a la cama, y no precisamente a dormir.
- Ufff, Sara. Mejor voy a cambiarme. Espérame – dijo dándole un pequeño beso en los labios.
#2881
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:16
Una pequeña introducción para que os situeis.
Miguel, tras la detención de Olmedo y el indulto a Sara y su banda va a Oxford para recuperar su amor y traerla de vuelta para por fin casarse. Tras descubrir que SAra está embarazada, regresan. El día antes de desembarcar, conocen a Catalina, la Marquesa de Benalmonte. REsulta ser la madre de Victoria. Es la abuela de Sara. Tras descubrirlo y hablar durante mucho rato, Sara decide perdonarla y dejarla formar parte de su vida. al día siguiente, cuando Abel va a buscarlos, le cuentan que está allí y que desea hablar con el. Abel acaba perdonándole y deciden comer todos juntos, para que así Sara pueda conocer a su tía Mercedes, a quien, sin saberlo, Sara y Miguel conocerán después en la consulta del medico al que acuden para que examine a Sara tras el viaje. Cuando están todos comiendo en armonía, Mercedes dice que ha conocido a alguien y que es muy importante para ella. Resulta ser Juan, que ha heredado el titulo de Marques de Benamazahara, puesto que el auténtico y él fueron amigos. Juan le había salvado la vida y gracias a él, pudo abandonar el país y volver a hacer fortuna. Tras morir, Juan se convierte en Marqués. Tras la sorpresa, todos deciden viajar a Arazana al día siguiente.
Ahora, la historia.
#2882
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:17
El viaje iba transcurriendo con normalidad. Habían decidido que el coche en el que viajaban Miguel y Sara iría el primero, por si en algún momento, la joven se sentía mal y había que parar. Detrás de ellos, iban la Marquesa y el Gobernador con su esposa. Cerrando la comitiva, el Marqués y sus prometida. El viaje discurriría al ritmo que Sara marcara. Y en cada coche, había una cesta con comida y bebida, que Mercedes había mandado preparar a Ángela, a quien había dado, además, unos días de vacaciones.
- Ya llevamos un buen rato viajando, Sara. ¿ No crees que te vendría bien que parásemos un rato ?
- ¿ Parar ? No, Miguel. Por mí, no pararemos. Me encuentro perfectamente. Estoy ansiosa por llegar, y no me importa llegar agotada. Quiero llegar cuanto antes. Ya tendré tiempo de descansar y de estirar las piernas.
- Bien, como quieras. Pero ya sabes que si te encuentras mal, debes decírmelo. No tenemos prisa. Hemos salido de viaje un día antes de lo que esperábamos.
- Te prometo que te lo diré, Miguel. Pero por el momento, estoy bien. Recostada en tu hombro se viaja muy bien. Te diría que siento que se me cierran los ojos.
- Pues entonces duerme, mi amor. El viaje se te hará menos largo si duermes un rato. Yo voy a ver qué cosas tan ricas ha traído tu tía.
Ante la sonrisa de Sara, que le miraba porque no se explicaba cómo su prometido lucía ese cuerpo escultural, con todo lo que comía, Miguel destapó la cesta que había puesto hacía un momento sobre sus rodillas. Poco después, lo veía comerse un trozo de bizcocho. Cuando terminó, volvió a apoyar su espalda en la pared del carro y Sara volvió a recostar su cabeza en su hombro. Y se durmió.
Más tarde, cuando despertó, se di cuenta de que Miguel estaba tomando notas. Se desperezó. Pensó al abrir los ojos que le dolería el cuello, pero se dio cuenta de que su amado se había ocupado de que eso no ocurriera. Le había colocado un pequeño cojín. Sara se incorporó. Al ver que ella estaba ya despierta, Miguel cerró su cuaderno y la miró sonriente.
- Al final sí que me he dormido.
- Si, lo has hecho. Dentro de un rato mandare parar. Tendremos que comer.
- Me parece bien- dijo Sara frotándose los ojos- ¿ Qué hacías ?
- Estaba tomando unas notas. Tengo muchas cosas que hacer una vez me incorpore al trabajo.
- Puedes seguir haciéndolo.
- No, mi vida. Ahora prefiero admirarte. Pronto pararemos a comer. Le dije al cochero dónde quería que parásemos a comer. Hay una venta muy agradable y si no recuerdo mal, no estaremos lejos
- ¿ La venta en la que paramos la otra vez que regresamos a Arazana ?
- La misma- respondió Miguel- Pensé que no la recordarías. Estuvimos apenas una hora. Ese día, como hoy, también estabas ansiosa por llegar. Pensé que no habías prestado atención a nada de lo que te rodeaba.
Estaba emocionada porque regresaba a Arazana para contar a todos que habíamos vuelto y que nos íbamos a casar. Pero la venta la recuerdo. Como recuerdo también las sabrosas lentejas que me comí. Estaban deliciosas. Espero que hoy tenga también lentejas- Sara miró por la ventana del coche- ¿ No es esa ?
Efectivamente- dijo Miguel después de mirar. Entonces sintió cómo el coche tomaba el desvío hacia la venta de la que hablaban.
Una vez alli, fueron recibidos amablemente por los dueños de la venta. Ya conocían a Miguel, y por supuesto, conocían al Gobernador. Ambos habían parado a comer allí en alguna ocasión. La dueña de la venta se alegró mucho de ver a Sara y a Elvira, a quienes también recordaba, y también al Marqués. Les presentaron a Catalina y a Mercedes y enseguida, les llevaron al mejor sitio para comer en esa epoca del año. Era un patio exterior, pero la amplia mesa en la que se sentaron estaba a la sombra. Desde allí, se podía admirar el bello paraje que les rodeaba.
- Sabíamos que llegarían más viajeros. Hace unas horas han pasado por aquí unos viajeros que creo que eran ingleses, y nos han dicho que vendrían más. Lo que no imaginábamos es que serían visitantes tan ilustres- dijo el propietario.
- Tampoco imaginábamos que serían viajeros a los que ya conocemos- dijo la propietaria mientras preparaba la mesa ayudada por una empleada- Es una alegría volver a verles. Ahora mismo les traigo la comida- Y se retiró.
- Este sitio es muy bonito- dijo Mercedes.
- Sí que lo es- dijo Catalina.
- Eso no es lo mejor- dijo Juan- Lo mejor es lo bien que cocina la señora Dolores.
En ese momento, aparecieron Dolores y la muchacha con los pucheros, provocando el regocijo de Sara cuando descubrió que había lentejas. Se sirvió un generoso plato que comió entero.
Una vez todos hubieron terminado de comer, permanecieron un rato sentados en la mesa, charlando. Decidieron que era hora de proseguir el viaje. Elvira, siempre en todo, preguntó a Sara si prefería pasar allí la noche. También se lo preguntó a Catalina y a Abel. Pero todos parecían tener la misma prisa por llegar. Ninguno quiso quedarse. Reanudaron el viaje. Eran casi las siete de la tarde cuando llegaron a la entrada del pueblo. Miguel miraba a Sara, que admiraba el paisaje que veía a través de la ventana del coche. En su rostro, podía ver la emoción que su mujer sentía al estar de nuevo en esa tierra que la había conquistado desde el momento que puso sus pies en ella.
- Necesitaba respirar este aire- dijo Sara
Miguel dio orden al cochero para que parara.
- Ahora vuelvo- dijo mientras bajaba del coche. Se dirigió al coche en el que iba su suegro. A mitad de camino, se giró y vió que Sara también se había apeado. Sonrió.
- ¿ Os importaría mucho adelantaros ? A Sara le apetece pasear.
- Lo haremos- dijo Abel- Os esperaremos en casa- dijo Abel comprensivo. Sabía del amor que sentía su hija por esa tierra y de las ganas que tenía de regresar- Pero no tardéis, por favor.
- No lo haremos- respondió Miguel agradecido. Regresó junto a Sara
El coche de la Marquesa se puso de nuevo en marcha, seguido del coche del Marqués. Al pasar por al lado de la pareja, éstos saludaron con la mano. Abel vio a su hija tan feliz que sonrió satisfecho.
Sara respiró hondo y sonrió.
- Ya estamos en casa- dijo feliz
- Es maravilloso regresar- dijo Miguel rodeando a Sara con sus brazos. Su pecho se apoyaba en la espalda de la joven y le dio un pequeño beso en la coronilla mientras miraba tan maravillado como Sara el paisaje que les rodeaba.
- Será mejor que vayamos a casa de tu padre- dijo Miguel después de un rato- Si no llegamos pronto, se pondrán nerviosos.
- Si. Será lo mejor- dijo Sara.
Y juntos, de la mano, regresaron al coche. Justo antes de ayudar a Sara a subir en él, Miguel sonrió.
- ¡ Mira !
Y cuando Sara miró hacia donde Miguel le señalaba, también sonrió.
#2883
fezmarta
fezmarta
10/10/2012 16:18
ains...que bonito.............
#2884
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:18
Manuel y Julieta paseaban juntos por el campo. Lo hacían despacio mientras hablaban y Julieta recogía flores, que iba depositando en la cesta que el muchacho sujetaba. Algo dijo Manuel que la muchacha se echó a reír, y él rió con ella. Miguel y Sara eran testigos, desde lejos, de esta escena. Se miraron y sonrieron.
- Eso sí me gusta- dijo Sara- Es una buena señal.
- No saquemos conclusiones precipitadas- dijo Miguel. Pero en ese momento, Manuel le ponía una flor en el pelo a la hija del Alcalde y ella le daba un beso en la mejilla. Miguel sonrió ante el arqueo de cejas de Sara, que había visto lo mismo que él- Mejor me callo.
- Supongo que serán amigos, pero algo me dice que, para ninguno de los dos, esto es una mera amistad. Sea lo que sea, el tiempo lo dirá, pero quiero ver con mis propios ojos qué está pasando.
Ante la sorpresa de Miguel, Sara se llevó los dedos a la boca y emitió un sonoro silbido. El Chato estaba tan absorto en la conversación que mantenía con Julieta, que se sobresaltó al oír el silbido. Miró en la dirección de la que provenía y tanto Miguel como Sara pudieron ver que sonreía y pronunciaba unas palabras que no pudieron entender, pero que hicieron que la joven que le acompañaba también mirara y sonriera. Manuel dejó la cesta en el suelo y corrió hacia ellos, como también lo hizo la muchacha, que corría tanto como él.
- ¡ Sara !- exclamó el Chato cuando llegó hasta ellos. Abrazó a su amiga y ex jefa y la levantó en volandas mientras reía, realmente contento de verles.
- Hola Manuel- Sara también estaba feliz y no podía dejar de sonreír- No me des vueltas, por favor
- ¡ Pero qué alegría !- Julieta abrazó a Miguel, que recibió y devolvió el abrazo agradecido, a la par que emocionado. La hija del Alcalde le dio un sonoro beso en la mejilla. Después se separó para saludar a Sara, que ya había conseguido que Manuel la bajara al suelo.
- ¡ Sara ! Me alegro de verte- Julieta tenía lágrimas en los ojos. Abrazó a Sara- ¡ Te he echado tanto de menos !
- Y yo a ti- respondió Sara también emocionada, estrechándola entre sus brazos. Tenían una relación muy estrecha. Sara era como una hermana para Julieta. Y así se sentían las dos cuando estaban juntas. Desde el primer momento que la inglesa puso un pie en la posada, se había ganado el aprecio y la admiración de la hija del tabernero. Y esa relación había ido haciéndose más importante cada día para ellas.
- Miguel, me alegro mucho de verte- Manuel sonreía- Sabía que conseguirías traer de nuevo a la jefa- dio un abrazo a Miguel- Lo sabía- Lo miró de arriba abajo- ¿ Pero qué te han hecho en Inglaterra ? Pareces el estirado que estaba prometido con Sara.
Todos rieron ante la alusión a Albert. Realmente, el joven capitán parecía, aunque en absoluto estirado, un lord inglés.
- No le hagas caso, Miguel. Estás muy guapo. Pareces un inglés, pero estás muy guapo. Los dos estáis muy guapos.
- Jefa, nadie diría que has estado enferma. Diría que has ganado peso en el tiempo que has estado en Inglaterra. Poco peso, pero estás… no sé. Más rellena.
Julieta puso cara de susto cuando escuchó las palabras de Manuel.
- ¿ Pero cómo se te ocurre decirle eso a una mujer, Manuel ?
- No te preocupes, Julieta. Manuel tiene razón. Desde luego, estoy más rellena, como dice él- Sara miró a Miguel esperando que no estuviera molesto por el comentario del Chato. No lo estaba. Miguel sonreía, sabiendo que Sara se moría de ganas de ver la cara de Manuel, y también la de Julieta cuando supieran la noticia- Ahora tengo que alimentarme bien…- los miró- hasta que nazca el bebé.
El grito de alegría de Julieta debió de oírse por toda la sierra.
#2885
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:19
- ¡ Un bebé !- exclamó la joven loca de contenta- Es maravilloso. Enhorabuena a los dos- Abrazó a Sara y después a Miguel- Me alegro mucho por vosotros.
- Enhorabuena, Sara- dijo Manuel dándole un abrazo- Me alegro mucho por vosotros.
- Gracias, Manuel- dijo Sara.
- En cuanto a ti, capitán, muy bien hecho. No sólo has conseguido traer a Sara contigo. Te has asegurado de que esté unida a ti para siempre. Enhorabuena- y le dio un abrazo y le palmeó la espalda.
- Gracias, Manuel- A Miguel le hacía gracia la forma de decir las cosas del ex bandolero. Siempre decía lo que pensaba y como lo pensaba, sin rodeos. Aceptó de buen agrado el abrazo de aquel a quien un día había considerado su enemigo, pero que le había demostrado que tenía buen corazón y se merecía una oportunidad. Y Miguel se la había dado, confiándole la seguridad de la persona a quien amaba con toda el alma. Y Manuel se había ganado su confianza y su aprecio, además de su gratitud.
- No hacía falta que me embarazara para que yo me sienta unida a él para siempre, Chato- dijo Sara.
- Lo sé, jefa. Sé desde hace mucho tiempo cuánto amas a este hombre.
- Bueno, antes de que Miguel se sonroje, contadnos qué hacéis aquí- dijo Sara. Vio que el que se sonrojaba entonces era Manuel. La joven no daba crédito a lo que veía. Sus sospechas iban a resultar ciertas.
- Yo, coger flores- dijo Julieta precipitadamente. Se dio cuenta de que no tenía la cesta y giró la cabeza hacia donde Manuel la había dejado- Ahora vengo- Y se alejó corriendo, como si quisiera postergar ese momento un tanto incómodo para ella.
- Bien, ella cogía flores- repitió Sara- ¿ Y tú, Chato, qué hacías por aquí ?
- Yo… había quedado con Rafalín, pero me ha dejado plantao. Me he encontrado con Julieta que venía a coger flores y he decidido acompañarla. No tenía nada mejor que hacer.
- Ahh- Sara sonrió mirando a su amigo
- No me mires así, Sara- el Chato estaba empezando a sentirse incómodo. Sara le conocía bien y él también a ella. Sabía lo que estaba pensando- No es nada de lo que estás pensando
- ¿ Ahora lees el pensamiento, Manuel ?- Al ver la cara de éste, sonrió- Ya hablaremos. Ahora disimula, que viene- Entonces, ¿ os acercamos al pueblo ?
Julieta y Manuel se miraron sin saber bien qué contestar. La joven miró la cesta. Estaba casi llena.
- De acuerdo- dijo
Miguel ayudó a subir al coche a las dos jóvenes. Oyó murmurar a Manuel y lo miró riendo.
- ¡ Mujeres !- había exclamado el joven.
A la orden de Miguel, el cochero arreó los caballos. El corto trayecto hasta el pueblo lo pasaron contestando a las numerosas preguntas de Julieta, que parecía querer saberlo todo. Mientras, Manuel miraba a la joven y a la ventana alternativamente. Sara se dio cuenta de que Manuel se sentía incómodo porque ella se había dado cuenta de lo que escondía su corazón y eso no le gustaba. Y eso hizo pensar a Sara que Julieta debía de ser muy importante para él.
#2886
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:20
Llegaron a la residencia de los Hermida. Se apearon del coche y Julieta se despidió diciendo que tenía que ir a la taberna.
- ¿ No entras ?- preguntó Sara- Hay alguien a quien te quiero presentar
- No, Sara. Lo haría con gusto, pero mi padre estará esperándome. Ya sabes cómo se impacienta. Puedo venir más tarde, si no tenéis inconveniente.
- Claro, serás bienvenida. Ya lo sabes. Y sabes que no necesitas invitación. Pero no tardes mucho porque nos retiraremos a la posada pronto.
- ¿ A la posada ?- preguntó la joven extrañada. Entonces se dio cuenta de que Manuel hacía un gesto negativo con la cabeza- Pensé que os quedaríais aquí.
- Tenemos invitados, así que nosotros nos quedaremos en la posada. Está decidido.
- Bien- dijo Julieta- Entonces después vendré. Hasta luego.
Y tras marcharse Julieta, Sara, Miguel y Manuel entraron en la casa.
- ¿ Estás bien ?- preguntó Miguel a Manuel mientras Sara se dirigía al grupo de mujeres que estaban sentadas tomando un té.
- No estoy seguro- respondió el joven- ¡ Madre mía cuánta gente !
- ¡ Pero qué ven mis ojos !- oyó que decían a su espalda- ¡ El mismísimo Chato !
- ¡ El mismísimo Juan Caballero !- exclamó Manuel mientras se giraba para mirar a su gran y viejo amigo.
Ambos se fundieron en un fuerte y sincero abrazo. Charlaron un rato en el que el Marqués le puso al día de todo lo que le había pasado y quiso presentarle a su prometida.
Miguel, por su parte, se dirigió hacia donde estaba su suegro, acompañado de los oficiales Fuentes, Martín y Gómez. Se cuadró ante ellos. Fue el coronel Fuentes quien, como siempre, fue el primero en tomar la palabra.
- Me alegro mucho de verle, capitán. Y me alegro de que esté feliz y de regreso con ella- posó su mirada en Sara.
- Gracias, capitán- Miguel también había mirado a Sara y justo en ese momento, ella había fijado la vista en el grupo en el que estaba su prometido. Sonrió con una sonrisa que iluminaba su bello rostro, haciéndola aún más hermosa a los ojos del capitán. Se dirigió hacia ellos.
- Señores- dijo Miguel una vez Sara estuvo junto a ellos- Tengo el placer de presentarles a mi prometida, Sara. Sara, te presento al Coronel Fuentes, al Teniente Coronel Martín y al Comandante Gómez.
Conforme Miguel le presentaba a sus oficiales, Sara iba tendiéndoles la mano.
- Es un honor conocerles, caballeros. Tenía muchas ganas de hacerlo. Miguel me ha hablado muy bien de ustedes, y mi padre también.
- Nosotros también teníamos ganas de conocer a la muchacha que ha conquistado, no sólo el corazón del Capitán Romero, sino de todos los habitantes de este pueblo- dijo el coronel- En el tiempo que llevamos aquí, no hemos oído sino alabanzas hacia su persona.
- Estoy segura de que no es para tanto, coronel- dijo Sara turbada- Tengo muy buenos amigos aquí y sé que me quieren bien. Pero seguro que muchos de ellos han exagerado.
- Lo que no es exagerado es el cariño que despierta usted, además de la admiración. Ha hecho usted muchas cosas buenas por este pueblo.
- Espero hacer muchas cosas más por él- dijo Sara.
- Pues yo espero que las haga usted por el camino legal, señorita- el coronel sentía mucha simpatía por la muchacha, pero quería dejar claro que no estaba en absoluto de acuerdo con su faceta de bandolera.
- No se preocupe por eso, coronel. Con un capitán noble y honrado, no daré ningún problema- dijo Sara mirando a Miguel- Al contrario. Seré la esposa que el capitán de Arazana se merece.
- Entonces, con eso me dice todo y me deja más tranquilo. Su prometido se merece lo mejor.
- Pues sí. Seré la mejor esposa que jamás pudiera soñar- dijo Sara- Por cierto, me gustaría hablar con usted a solas, coronel, si no tiene inconveniente.
- Como guste- respondió el coronel.
- Podéis usar mi despacho- dijo Abel.
- Gracias, padre- dijo Sara antes de ir al despacho seguida por el coronel Fuentes.
- Discúlpenme a mí también, caballeros- dijo el Gobernador- Tengo que comentar una cosa con mi esposa.
- No se preocupe, señor Gobernador- dijo Martín- Haga lo que tenga que hacer. Mientras, el capitán Romero nos puede contar cosas de su viaje a Inglaterra.
#2887
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:21
Abel se alejó para hablar con Elvira. Ella, que vio que su esposo se apartaba del grupo, se disculpó y dejando su té sobre la mesa, se acercó a su esposo. Ambos se alejaron de la estancia, buscando un rincón donde no pudieran escucharles ni verles.
- Cuando tú quieras, Elvira- dijo Abel
- ¿ Te parece que es el momento ?
- Si, lo es. En cuanto Sara salga del despacho, podemos irnos.
- ¿ Sara está en el despacho ?- preguntó Elvira.
- Si. Está hablando con Gonzalo.
- Ahhh. Seguro que está dándole las gracias por la carta que envió al Rey- afirmó Elvira
- Eso mismo he pensado yo. Pero quería hablar con él a solas.
- ¿ Sin Miguel ?- Elvira estaba extrañada
- Si. Le ha dicho que quería hablar con él a solas. A mí también me ha extrañado, pero imagino que Sara habrá pensado que Miguel debía quedarse con los otros oficiales. No sé. Por cortesía
- Bien. Seguro que ha sido por eso. Por cierto, mi amor. He pensado que podemos cenar todos aquí. Podemos invitar también al Alcalde y a su hija, a la Maña, que estará deseando ver a Sara y a Miguel. Que venga Morales con su esposa y también Marcial con Flor. Tenemos que celebrar que nuestra hija está de nuevo en casa.
- ¡ Nuestra hija !- Abel se emocionó al escuchar esas palabras de boca de su esposa- Suena maravillosamente bien, Elvira. Me alegro de que sientas a Sara como hija tuya. Me alegro mucho y me siento muy feliz.
- Sara es muy importante para mí, Abel. Tú sabes cuánto la quiero y sabes que haría cualquier cosa por ella. Siempre soñé con tener hijos, ya lo sabes, pero no fue posible. Ahora tengo una hija, Sara, y también considero como un hijo a Miguel. Ellos son nuestra familia. No pude ser madre, pero la vida me da la oportunidad de ser ahora madre y abuela. Y me siento feliz- lágrimas de emoción querían escapar de los ojos de Elvira, pero ella fue más rápida. Con un pañuelo, las atrapó- Entonces, ¿ qué te parece lo de la cena ? ¿ Ordeno que lo preparen todo mientras nosotros nos vamos con los chicos ?
- Me parece una idea perfecta- dijo Abel besando a su esposa en los labios- Ve a dar órdenes mientras yo voy a buscar a nuestra hija al despacho. Si no lo hago ahora, se hará tarde.
- Muy bien. Os esperaré en la sala- dijo Elvira mientras se dirigía a la cocina.
Poco después, salió de ella y regresó al salón. Habló con Catalina y Mercedes. Miguel vio a la Marquesa haciendo un gesto negativo con la cabeza, mientras sonreía agradecida a Elvira. Por lo que el capitán entendió por los gestos, la Marquesa quería hablar con su hija y con Juan. Elvira se dirigió entonces a Manuel y le dijo algo. Después de eso, el muchacho se despidió y salió de la casa. Elvira sonreía satisfecha y miraba su reloj. Miguel centró su atención en lo que el comandante Gómez le contaba sobre Olmedo.
- El coronel le pondrá al tanto, pero tengo que decirle que, personalmente, jamás pensé que la lista de delitos de Olmedo fuera tan extensa. Es una vergüenza.
- Sí que lo es, señor- afirmó Miguel.
- Afortunadamente, Olmedo se topó con usted que es un hombre noble y de principios- dijo Martín- Y pudo frenarle. De lo contrario, habría logrado ascender. Si cometió todos esos delitos en el cuartel de un pueblo pequeño, no quiero imaginar de qué habría sido capaz en uno grande.
- ¡ Uff !- Miguel no pudo evitar esa exclamación- Afortunadamente, eso nunca pasará.
Todos sonrieron aliviados, porque, efectivamente, nunca pasaría.
- Caballeros- dijo Elvira acercándose- Vamos a celebrar una pequeña cena de bienvenida. Manuel ha ido a avisar a algunos amigos.
Entonces Miguel comprendió que era eso lo que tramaba Elvira y sonrió.
#2888
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:32
En el despacho, el Coronel comenzó a hablar.
- Usted dirá, señorita
- Llámeme Sara, por favor. Puede tutearme. Me sentiría más cómoda si lo hiciera.
- Pues tú dirás, Sara.
- Quería darle las gracias por la carta que envió a Su Majestad, el Rey. Sé que fue de gran ayuda para que yo recibiera el indulto y le estaré eternamente agradecida. Sé que usted, como Miguel, no aprueba mi vida como bandolera, pero quiero explicarle que las circunstancias me empujaron a ello. Créame que no ví otra salida para ayudar a la gente de este pueblo. No vi otra forma de enfrentarme a Olmedo.
- Lo sé, Sara. No lo apruebo, es la verdad. Pero después de conocer todas las atrocidades que cometió Olmedo, puedo entenderte. Sé que tienes principios y muy buenos sentimientos e intenciones. Por eso me decidí a escribir esa carta al Rey. Podrías haber luchado contra Olmedo de otra manera, pero estoy seguro de que Olmedo habría intentado acabar con tu vida, y quién sabe si no lo hubiera conseguido.
- Lo intenté de otras maneras, Coronel. Buscar a los bandoleros fue mi último y desesperado intento por salvar la vida de un hombre.
- Lo consiguió. Esa es una de las muchas cosas buenas que has hecho, Sara. Otra de esas cosas buenas fue la cuantiosa donación que hiciste para las viudas y huérfanos del cuerpo. No sé si sabrás que pudimos hacer muchas cosas con ese dinero. Ayudamos a muchas familias con ese dinero.
- No lo sabía, pero siempre tuve la certeza de que lo utilizarían bien. Esa era la idea. Cuando hice esa donación, yo pensaba que no vería nunca más a Miguel. Le había hecho mucho daño y esa donación era mi forma de agradecerle, aunque él no lo supiera, que me hubiera amado tanto y me hubiera hecho tan feliz. En cierto modo, sentía que de esa forma, del dolor de ambos saldría algo bueno para alguien. Y quién mejor que las viudas y huérfanos del cuerpo. Familias que, como la de Miguel, vieron truncada su felicidad y sus sueños. Jamás pensé que la vida me recompensaría por esa donación, poniendo de nuevo a mi teniente en mi vida. Por eso y porque estoy muy agradecida y porque la causa lo merece, tengo que decirle que habrá más donaciones.
- Me alegra oír eso, Sara- dijo el Coronel orgulloso de la muchacha que se hallaba frente a él- Supongo que se refiere usted a la Beca Romero.
Sara miró al Coronel extrañada.
- Pensaba que eso era un secreto hasta que termine la promoción.
- Y lo es, Sara. Pero evidentemente, no lo sabe sólo una persona.
- Lo imagino- dijo Sara. Entonces se dio cuenta- Y una de las personas que se ha ocupado de ese asunto, es usted.
- Pues sí- afirmó el coronel- Es algo muy grande. Es importante que nuestros mejores estudiantes de Valdemoro tengan una ayuda en sus comienzos. ¿ Su prometido lo sabe ya ?
- No- dijo Sara- Aún no.
- ¿ Cuándo se lo dirá ? Estoy seguro de que le gustará saberlo y de que se sentirá muy orgulloso de usted.
- Pronto, coronel. Se lo diré muy pronto- dijo Sara sonriendo.
Y Gonzalo Fuentes, Coronel de la Guardia Civil, se dio cuenta de que no era extraño que todo el mundo quisiera y admirara a esa joven. Entendió por qué el Capitán Romero era capaz de cualquier cosa por esa mujer. Había puesto en riesgo su vida, su amor, e incluso una profesión para la que había nacido, por ella. Ahora lo comprendía todo, como comprendía que su viejo amigo Abel Hermida le hubiera dicho que ni en sus mejores sueños había tenido una hija mejor que Sara. Ella era única. Sentía una inmensa simpatía por ella incluso antes de conocerla. Pero, ahora que la conocía, tenía que admitir que la había cautivado, no sólo por su sonrisa, sino también por su gran corazón. Porque a Sara se le notaba que le gustaba que quienes estaban a su alrededor estuvieran felices, y que hacía todo lo posible para conseguirlo.
- Veo que usted no es mujer de dejar cabos sueltos, Sara.
- Tiene razón, coronel. Me gusta dejar todo bien atado. Y por eso me gustaría pedirle un gran favor.
- Tú dirás.
En ese momento, llamaron a la puerta. Era Abel.
- Disculpadme. Sólo quería deciros que Elvira ha pensado que podemos hacer una pequeña celebración. Ha enviado a Manuel a buscar al Alcalde, a Morales y a algunos amigos más.
- ¡ Es una idea fabulosa !- exclamó Sara
- Pues aprovechando tan genial idea, se me ocurre que también podemos entregarle al capitán sus galones y hacer oficial que se hará cargo del cuartel de Arazana.
- ¿ De verdad ?- Sara estaba sorprendida- Pensaba que esas cosas se hacían en el cuartel, que era todo… no sé… más riguroso.
- Siempre se pueden hacer excepciones, muchacha- dijo al coronel con una sonrisa- Y esta será una de ellas. De lo único que tienes que encargarte, Sara, es de hacer que venga con su traje. ¿ Podrás ?
- Délo por hecho, coronel. Mientras preparan la cena, nosotros podemos ir a la posada a por su traje. Ya me las ingeniaré para que quiera ir- Sara se quedó pensando- Aunque el traje debería estar aquí. Ya lo trajo de la posada el día que detuvieron a Olmedo.
- Le diremos que vamos a dar un paseo porque te apetece ver el pueblo- dijo Abel- No se negará. Eso sí, lo haremos en coche para que no se haga muy tarde para regresar. Mientras no estamos, encargaré que lo preparen. Estará guardado en la habitación que ocupó. No te preocupes, hija. El traje estará preparado.
- Bien- dijo Sara- Entonces ya está todo pensado. Daremos ese paseo para hacer tiempo.
- Muy bien- dijo Abel dándose la vuelta para ir hacia la puerta.
- Coronel- dijo Sara- Tenemos un asunto pendiente.
- Bien, Sara- el coronel tenía curiosidad por saber qué gran favor quería pedirle la muchacha- Tú dirás.
Pero parecía que la joven no quería hablar delante de su padre.
- Lo siento, os dejo solos- dijo Abel. ¿ Qué sería lo que Sara quería hablar con Gonzalo ?
- No hace falta, padre- dijo Sara- Lo que tengo que decirle al coronel puede esperar.
- No pasa nada, Sara. Os he interrumpido y supongo que será algo importante. Mientras habláis, iré a decirle a Elvira que se prepare para ir a dar un paseo.
Y Abel salió, dejando a Sara y al coronel solos. Fue al encuentro de Elvira, a quien hizo señas para que se acercara. Le comentó la idea de Gonzalo y su esposa sonrió contenta.
- Es estupendo. No se me ocurre mejor momento para hacer oficial que Miguel aceptó el cargo. Yo ya he comentado lo de la cena y he enviado a Manuel a avisar a los invitados. Catalina se quedará en casa con Mercedes y Juan, mientras nosotros salimos con los chicos.
- Bien- dijo Abel- Gonzalo, Gómez y Martín también se quedarán aquí.
- En cuanto salga Sara, podremos irnos. Estoy ansiosa por ver la cara que ponen cuando vean la sorpresa.
En ese momento, Sara y el coronel Fuentes salían del despacho. A Abel le pareció que su hija salía satisfecha, pero su amigo el coronel tenía el semblante serio. Más que cuando él les había interrumpido.
-Ya estoy aqui- dijo Sara. Miguel se había acercado hasta ella y la rodeaba con su brazo- Me gustaría dar un paseo por el pueblo antes de cenar. Quisiera ver a Rosa y asegurarme de que el servicio ha llegado bien.
-Es una buena idea- dijo Miguel- Podemos acercarnos a la posada. Me muero por ver a la Maña.
-¿ Os importa que os acompañemos ?- dijo Elvira- Podemos ir en coche. Tardaremos menos.
-Si, claro- respondió Sara- Vámonos entonces. Cuanto antes nos vayamos, antes estaremos de regreso para la cena.
#2889
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:34
Abel, Elvira, Sara y Miguel salieron de la casa y montaron en el coche. Iban tan distraídos hablando que los jóvenes no se dieron cuenta de que el camino que tomaban no llevaba a la posada. Cuando el coche paró, Abel bajó primero y ayudó a bajar a su esposa. Ambos esperaron a que Miguel bajara y ayudara a Sara a hacerlo. Cuando los dos vieron que se encontraban ante la casa en la que ellos habían soñado vivir pero que no habían podido comprar, miraron al matrimonio Hermida interrogantes.
-¿ Qué hacemos aquí ?- preguntó Sara- ¿ Conoces a los propietarios de la casa ?
-Si- respondió Abel- Los conocemos
-Deben de estar en casa- dijo Miguel- Se ve luz a través de las cortinas.
-Comprobémoslo- dijo Elvira empezando a caminar- Vamos
Miguel y Sara siguieron a Abel y Elvira hacia la entrada de la gran casa. Cuando llegaron a la puerta, Abel sacó unas llaves del bolsillo y se las entregó a Miguel. Le dio también otras llaves a Sara.
-Bienvenidos a vuestra casa- dijo Abel sonriendo
-¿ Nuestra … casa ?- Sara no podía decir nada más. Estaba sorprendida y las palabras no salían de su boca. Miraba a su padre y a Elvira y por último miró a Miguel, pidiéndole que dijera algo.
-Abel y yo decidimos comprarla para vosotros. Es nuestro regalo de boda.
-Pero no podemos aceptarla- dijo Miguel
-Pues es vuestra- terció el Gobernador- Podéis ocuparla o no, es vuestra decisión. Pero es vuestra. Y vuestras cosas ya están aquí. También está el servicio y en un cajón del despacho, el título de propiedad.
-Para nosotros, pero sobre todo para Abel, es importante que aceptéis este regalo- dijo Elvira.
-Pero esta casa vale mucho dinero- dijo Sara.
-Lo que vale o ha valido esta casa no es nada comparado con lo que me hubiera gustado darte durante toda la vida, hija. En cuanto a ti, Miguel, sé lo que estás pensando en estos momentos. Te conozco y sé que tus principios te impiden aceptar este regalo, pero tienes que hacerlo. Es sólo una casa, mientras que tú has hecho algo más importante por mí. Tú has salvado la vida de mi hija y eso no tiene precio. Ni comprándote mil casas consideraría mi deuda saldada, porque no habría dinero para pagar lo que tú has hecho por mí. En esta casa podréis formar vuestra familia y criar a vuestros hijos. No podéis rechazarla. Necesitáis un sitio para vivir.
-Yo te agradezco, os agradezco el regalo- dijo Miguel- Y sé que tenéis razón. Necesitamos una casa para vivir y esta es perfecta, pero …
-Pero nada- terció Elvira- No vamos a estar aquí discutiendo si os quedáis la casa o no o si vais a decidir vivir en ella. Es vuestra y vosotros tendréis que decidirlo. ¿ Entramos o no ?
Sara miró a Miguel y él la miró a ella. Y vio la ilusión reflejada en su hermoso rostro. Sara había deseado esa casa con todo el corazón. Miguel lo sabía, como sabía de la desilusión que había sido para ella saber que no podrían formar una familia en esa casa. Ahora la ilusión y los sueños de ver crecer por esa casa a sus hijos había vuelto a anidar en ella y él no quería desilusionarla por nada del mundo. Si una vez pensó que podía llegar a un acuerdo con Sara para comprar la casa entre los dos, quizás podría llegar a un acuerdo con su suegro para pagársela. Se lo propondría. De momento, les iba a hacer sonreír a todos, que esperaban con ansia su respuesta.
-Entremos- dijo por fin Miguel abriendo la puerta con la llave que Abel le había dado. Dejó pasar a sus suegros- Espera- dijo cuando Sara fue a entrar- No voy a dejar que entres así en nuestra casa- diciendo esto, tomó en brazos a su prometida y ante la mirada divertida del Gobernador y su esposa, cruzó el umbral, mientras Sara rodeaba su cuello con los brazos. Una vez dentro, el joven capitán dejó a su amada en el suelo, muy cerca de su cuerpo.
- ¿ Estás seguro de tu decisión ?- susurró Sara
-No. Sólo sé que tú quieres vivir en esta casa y yo también soñé con formar aquí una familia. Del resto, hablaré con tu padre. Ahora, disfrutemos de este momento- le dio un pequeño beso en los labios.
Después, ambos se dieron la vuelta y admiraron su casa. Fueron recorriendo las estancias, uno junto a otro. Miguel y Sara abrían y cerraban puertas. Regresaron a la sala
-¡ Esto es precioso !- exclamó Sara una vez estuvieron frente a Abel y Elvira, que les esperaban sentados en la sala- ¡ Y enorme !
-Disfrutad de la visita- dijo Elvira con una sonrisa que delataba las muchas sorpresas que les esperaban por la casa- Hay muchas cosas para ver. Nosotros os esperaremos aquí.
#2890
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:36
Sara y Miguel fueron recorriendo la casa, invadidos por la emoción. Era enorme. Subieron por la amplia escalera y llegaron a la planta de arriba, donde siguieron abriendo puertas. Entraron en cada habitación que iban descubriendo.
-¡ La habitación del bebé !- Sara estaba emocionada. Entró en la habitación y contempló que todas las cosas que habían comprado para el bebé estaban allí- Aquí pondremos la cunita, Miguel. Es maravillosa. Mira cuánta luz entrará por estas ventanas. ¡Y mira cuánto espacio tendrá para jugar !- Sara caminaba por la habitación, seguida con la mirada por Miguel, que no podía dejar de sonreír al verla tan feliz. Sara abrió una puerta, y sonrió con satisfacción- Y se comunica con nuestra habitación.
Miguel ya estaba detrás de ella. Ambos miraban la habitación principal. Era muy amplia. Presidiendo la estancia, vieron una gran cama. Sobre ella, pulcramente planchado y listo, el uniforme de Miguel.
- ¡ Tu uniforme !- exclamó Sara acariciándolo- ¡ Cómo echo de menos verte con él !
-Mañana me verás con él, mi amor.
-¿ Y no sería posible verte ahora ? Me muero de ganas. Quiero ser la primera persona que te vea como capitán de Arazana. Por favor…- Sara se había acercado a él y le susurraba mimosa.
-Sabes que no puedo ni quiero resistirme a tus deseos, Sara, pero ¿ tiene que ser ahora ? Nos están esperando. Puedo ponérmelo después, cuando volvamos de cenar.
-¿ Sigues de vacaciones ?- preguntó Sara.
-Como ya acepté el cargo, desde el mismo momento en que he pisado este pueblo de nuevo, estoy al servicio del cuerpo.
-Entonces, tienes que ponértelo, Miguel. Los oficiales lo llevaban puesto. Tú mismo te sentirás mejor en esa cena con el uniforme. Póntelo.
-Está bien, Sara. Tú ganas. Me lo pondré- Y bajo la mirada satisfecha de Sara, Miguel comenzó a quitarse la ropa. Sara no podía apartar su mirada de él. Era perfecto. Sabiendo lo que pasaba en esos instantes por la mente de su prometida, Miguel sonrió y procedió a ponerse el uniforme. Sara se acercó para atarle los botones de la camisa y él se dejó hacer, mientras se ataba los botones de las mangas. Después, Sara le ayudó a ponerse la guerrera y ató también los botones, con mucho cariño y esmero.
-Me gusta verte con el uniforme, Miguel. Estás increíblemente atractivo. Tengo que decir que estás guapo con cualquier prenda que te pongas, aunque te prefiero sin ropa. Tienes un cuerpo admirable y me vuelves loca. Aún así, tengo que reconocer que has nacido para llevar este uniforme. Estás perfecto.
-Tú me verías perfecto con cualquier cosa, Sara
-La verdad, si. Tengo la inmensa suerte de que mi marido es perfecto.
-No lo soy, Sara. No obstante, me gusta que me veas así. Me gusta ser perfecto para ti. Ahora, antes de que me sienta ganas de quitarme este uniforme y te quite a ti ese vestido, sigamos viendo la casa o volvamos con tu padre y Elvira, que nos están esperando.
-Casi mejor, bajemos- dijo Sara divertida- Aunque aún nos queda casa por ver.
Miguel siguió a Sara hasta una puerta que se encontraba en un lateral de su habitación. Al abrirla, vieron que era el cuarto de baño, pero una vez dentro, la sorpresa fue mayúscula para ambos. Allí, ante sus ojos, había una inmensa bañera, muy parecida a la que Sara tenía en Oxford.
-¡ Mira qué bañera, Sara !- Miguel estaba absolutamente emocionado- ¡ Es una auténtica maravilla !- Se había acercado a la bañera y giraba los grifos. Al ver caer agua por ellos, rió.
Sara lo miraba divertida, aunque para ella también había sido una sorpresa encontrarse esa bañera.
-¡ Tú lo sabías !- oyó que le decía Miguel- Tenías que saberlo. Tú sabías que tu padre había comprado esta casa. De otro modo, no habría mandado construir esta maravilla.
-No, Miguel- se defendió Sara- Yo no tenía ni idea. Esto ha sido también una auténtica sorpresa para mí.
-Ahora entiendo qué le enviaste a Juan Pérez. Eran los planos que tenía tu tío de la bañera.
-Sí. Envié los planos de la bañera a Juanito- dijo Sara- Pero en ese mismo envío le decíamos a mi padre que queríamos comprar esta casa. Le envié una carta pidiéndole que entregara los planos a Juan Pérez. Sabía que él podría construir esta bañera. Pero cuando recibimos la noticia de que la casa había sido vendida, todos mis planes y mi sorpresa para ti se fueron a pique. Nunca se me pasó por la cabeza que mi padre y Elvira la comprarían para nosotros. La bañera era una sorpresa que quería darte. Fue decepcionante saber que no podría darte ese capricho, pero veo que te lo han dado por mí. Nos lo han dado a los dos. Te aseguro que ha sido tanta sorpresa para mí como para ti, pero me alegro de que te guste. Estoy encantada. Para ser sincera, yo también iba a echar de menos la bañera de Oxford, pero sobre todo, los baños contigo. Nunca te lo dije porque conservaba la ilusión de poder encargarla un día para ti.
-Gracias Sara. Eres maravillosa.
-¿ Lo dices por la bañera ?- bromeó Sara- No he tenido nada que ver.
-No lo digo por la bañera, Sara. Lo digo porque de verdad pienso que eres maravillosa. Nunca dejaré de repetirlo. Eres la mujer más maravillosa y perfecta del mundo. La única y la mejor. Y te amor profundamente.
-Y yo te amo a ti y me alegro de que seas feliz a mi lado. Es mi propósito en la vida: hacerte feliz y ser feliz a tu lado- Sara le besó y Miguel rodeó su cintura con sus brazos.
-Sara- dijo mientras ella le besaba- Nos están esperando.
-Si- Sara se apartó y miró a Miguel- Será mejor que nos vayamos- y entrelazó su mano con la de Miguel.
Así, juntos, abandonaron el cuarto de baño y la habitación. Regresaron al salón, donde Mary y Doris se ofrecían para ayudar en la cena en casa del Gobernador. Al final, Elvira resolvió que irían a echar una mano y que, dado que aún no conocían el pueblo, su cochero les acercaría mientras ellos esperaban allí. Doris, que había estado preparando la cena, ofreció llevarla. La idea fue acogida con entusiasmo. Doris era una estupenda cocinera y su fama le precedía. Una vez los empleados salieron del salón, Abel tomó la palabra.
-¿ Qué os ha parecido la sorpresa ?- preguntó
-Dirás las sorpresas, padre- dijo Sara- Maravillosas, pero no tenías que haberte tomado tantas molestias. Es demasiado.
-No vamos a volver otra vez con lo mismo, hija. Yo quería haceros un gran regalo. Cuando recibí tu carta, se me ocurrió que la casa era el regalo perfecto. Y cuando leí que querías construir una bañera para darle una sorpresa a Miguel, pensé que era una idea extraordinaria. De este modo, si la bañera estaba construida para cuando recibierais vuestro regalo, no tendríais que meteros en obras. Sería bastante incómodo, mucho más estando embarazada. Pero todo tenía que ser una sorpresa. Siento haberos hecho creer que no podríais vivir aquí y que os desilusionarais. Ahora sólo tenéis que disfrutar.
-Yo te doy gracias infinitas, Abel. Esa bañera es maravillosa. Es algo que todo el mundo debería poder tener. Un baño con agua caliente es lo mejor para terminar un día agotador- sentenció Miguel.
-A Elvira también le ha llamado la atención y tiene intenciones de pedirle a Juan Pérez que construya una en nuestra casa.
-Hacedlo- aconsejó Sara- Es una auténtica delicia
-Prefiero esperar un poco hasta que Juan me diga que puede hacerlo. Está estudiando la forma de conseguir que podamos disfrutar de agua caliente directamente del grifo. Sólo tenemos que esperar.
-Pues si alguien puede conseguirlo, es Juan Pérez- dijo Miguel- Ese muchacho tiene mucho talento.
-Me consta que se esta informando ya de cómo hacerlo. Estoy seguro de que lo logrará- dijo Abel
#2891
CHECHE
CHECHE
10/10/2012 16:41
Gracias Campa....me lo llevo, esta noche me lo leo......

bravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravo
#2892
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:44
En ese momento, oyeron que el coche regresaba para recogerles y llevarles a casa. Salieron y montaron en él. A mitad de camino entre su casa y la de su padre, Sara ordenó parar al cochero. Miguel se dio cuenta de dónde estaban y sonrió. Sara le miró también sonriente. El joven capitán bajó del coche y ayudó a Sara a bajar de él. Juntos, fueron hacia la vivienda que estaba frente a ellos. Miguel llamó y los dos esperaron con una sonrisa a que les abrieran. Cuando Paca abrió la puerta, su cara fue de sorpresa absoluta.
-Pero…- la mujer de Morales no acertaba a articular palabra- Pero… ¡ Qué sorpresa !- abrazó a Miguel. Una vez que lo estrujó entre sus brazos y le decía cuánto se alegraba de verle y cuánto le había echado de menos, Paca , con los ojos llorosos, se separó de él y fijó su mirada en Sara- ¡ Estás preciosa, Sara ! Ven aquí y deja que te abrace, pequeña.
Sara se dejó abrazar por Paca, por quien sentía gran aprecio. No sólo la apreciaba por ser la esposa del mejor amigo de Miguel. La apreciaba porque ella, con su cariño y atenciones para con Miguel y también para con ella, se había ganado un lugar en su corazón.
-Tenía entendido que llegabais mañana- dijo Paca- Pasad, chicos. Iba a preparar la cena. Alfonso llegará pronto. Se llevará una gran alegría cuando os vea. Estuvo muy preocupado cuando viajaste, Miguel. No me contaba nada, pero yo le veía. No podía ocultar su preocupación. Tuve que insistir mucho para que me lo contara, y cuando lo hizo, yo también me preocupé, aunque traté de que no pensara que Sara tardaría en perdonarte. Repetía y repetía que había sido una mentira muy cruel y que Sara se enfadaría mucho. Aunque estaba seguro de que entendería por qué la alejaste de ti. Ahora estáis de vuelta y se os ve muy felices. Y os vais a casar, por fin.
-Tú lo has dicho, Paca- dijo Sara- Por fin.
-Y nada ni nadie va a impedir que convierta a Sara en mi esposa, Paca.
-Estoy muy contenta de veros, de verdad. ¿ Os quedaréis a cenar ?
-Pues no- dijo Miguel- Pero tampoco hace falta que hagas la cena. Hemos venido a llevarte a cenar con nosotros.
-¿ A cenar con vosotros ?
-Si, Paca. Vamos a celebrar que hemos vuelto con una cena en casa del Gobernador y queremos que vengas- dijo Sara.
-¿ Del Gobernador ? ¿ Y qué hago yo en casa del Gobernador ? No, chicos. Os lo agradezco, pero no puedo ir.
-Si puedes, Paca- dijo Miguel cariñoso- Es más, no puedes faltar. Sara y yo deseamos celebrar nuestra vuelta con todas las personas a las que queremos.
El comentario de Miguel hizo que Paca los mirara a los dos emocionada, pero sin decidirse aún a acompañarles.
-Miguel- Sara se había dado cuenta de las dudas de la mujer del sargento y se dispuso a convencerla. Sabía de una noticia que le haría decidirse. El cariño que le tenía a Miguel era más fuerte que la sensación de sentirse extraña o su propia timidez- ¿ Podrías dejarnos solas un momento ?
-Claro- y Miguel salió de la casa dejando a Sara y a Paca solas.
-Paca- comenzó a decir Sara- Tengo que decirte algo que muy poca gente sabe en el pueblo. El Gobernador es mi padre. Es una historia larga que un día te contaré. Pero quiero que lo sepas porque eres una persona importante para nosotros, tanto para Miguel como para mí. Tú y Alfonso sois la familia que Miguel tiene en Arazana y sé que se sentirá triste si no estás allí. Mi padre también sabe lo importantes que sois tú y Alfonso para nosotros. Sabe que os queremos y estoy segura de que si salgo de aquí sin ti, él mismo y su mujer vendrán a buscarte. Pero no es eso lo que quiero decirte. No es ese el motivo por el que he hecho salir a Miguel. Quiero que sepas que van a hacer oficial el nombramiento de Miguel como capitán. Él no lo sabe. Va a ser una sorpresa. Por eso tienes que venir. Hazme ese favor, Paca. Hazlo por Miguel.
-Está bien, Sara- dijo al fin Paca- Iré. Por vosotros. Sabes que Miguel es mi debilidad y lo quiero mucho, pero…
-Pero, ¿ qué ?- preguntó Sara.
-Que no puedo ir vestida así a casa del Gobernador. ¿ Me das unos minutos para que me arregle ?
-Por supuesto, Paca. Estaré fuera con Miguel y con mi padre y Elvira. Nos esperan en el coche.
#2893
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:46
Y así, una vez Paca salió de su casa vestida con el traje de los domingos y tras saludar al Gobernador y a Elvira, todos subieron al coche y pusieron rumbo a la residencia de los Hermida.
Cuando llegaron, ya todos los invitados estaban allí, a excepción de Morales, que estaba en el cuartel y que acudiría a casa del Gobernador en cuanto terminara algo que tenía que hacer. Salvo él, los demás invitados estaban todos. Allí se reencontraron con Flor y Marcial, a quien les habían hecho llegar la invitación a través de Manuel, que también estaba allí. También estaba la Maña, que cuando los vio a los dos, no pudo evitar ponerse a llorar. Los abrazó a los dos con fuerza, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas sin control. Una vez Rosa les hubo abrazado y les dijo cuánto les había echado de menos y cuánto les quería, los dejó para que saludaran a los demás amigos que se habían reunido para dar la bienvenida a la pareja. La maestra y el médico fueron los siguientes en saludar a Sara y Miguel. Los abrazos entre Flor y Sara emocionaron a todos. A Flor se le notaba mucho el embarazo y, como Sara, tenía los sentimientos a flor de piel. Cuando Sara, después de interesarse por su estado, le susurró que ella también estaba esperando un hijo, la maestra dio un grito de alegría y volvió a abrazar a su amiga. Mientras, Miguel y Marcial se saludaban con verdadero aprecio. Como dos grandes amigos. Al oír el grito de alegría de Flor, ambos supieron qué le había susurrado Sara a su amiga, que le había provocado tanta alegría. Ambos sonrieron. Flor y Sara se separaron y la maestra abrazó al capitán, mientras Sara abrazaba a su amigo Marcial.
- Me alegro mucho de verte, Sara- dijo el médico- Estoy muy feliz de que hayáis vuelto juntos y felices.
- Lo sé, amigo. Sé que te alegras de verdad- dijo Sara dándole un cariñoso beso en la mejilla. Después, Marcial se hizo a un lado para que otros amigos fueran saludando a la pareja recién llegada.
El padre Damián y el Alcalde fueron los últimos en saludarles. Tanto uno como otro, estaban realmente contentos de ver a la pareja a la que tanto habían extrañado. El Alcalde, porque sabía que, una vez llegaran, Miguel Romero ocuparía su puesto y sería el capitán que todos, absolutamente todos los habitantes de Arazana deseaban. Se alegraba también de verlos porque tanto el capitán como su prometida se habían ganado el cariño sincero de todos los arazanenses. Sara y Miguel agradecieron las palabras de bienvenida de Pepe que, tras saludarles, se colocó al lado de Rosa y entrelazó su mano con la de ella. Tanto Miguel como Sara se fijaron en ese gesto y ambos sonrieron. Después, prestaron atención a las palabras del sacerdote, que como siempre, les hablaba de lo importante que era sellar un gran amor, como el suyo, ante los ojos de Dios. Les decía que estaba orgulloso de que volvieran al pueblo para casarse y establecerse allí. Por supuesto, como tenía una copa en la mano, brindó por la felicidad de la pareja. Y comenzó la lluvia de preguntas. Sara, siempre al lado de Miguel intentaba contestarlas todas, pero sus ojos se encontraron con los de Rosa, que los miraba a ambos con el orgullo reflejado en sus ojos.
-Nos vais a disculpar- dijo Sara- pero tenemos que tratar un asunto con la Maña. Enseguida regresamos. Rosa, ¿ serías tan amable de acompañarnos ?- Sara , seguida por Miguel y por Rosa, se dirigió al despacho de su padre. Una vez entraron los tres, Miguel cerró la puerta. La Maña aprovechó para estrechar de nuevo entre sus brazos a Sara. De nuevo lloraba, no lo podía evitar.
-¡ Ay muchacha ! No imaginas cuánto me he acordado de ti. Se me partía el alma cuando pensaba en lo que estarías sufriendo lejos de tu teniente. Siempre pensé que volveríais a estar juntos.
-Verás Rosa. Tenemos que contarte algo importante. Tarde o temprano todo el mundo lo sabrá, pero nosotros queremos contártelo personalmente. Eres muy importante para nosotros.
-Me hace muy feliz que queráis ser vosotros quien me dé la noticia, pero no hace falta. Tengo mucha vida a la espalda y sé lo que está pasando. Estás embarazada, Sara. Y es una noticia maravillosa que me hace muy feliz. Enhorabuena a los dos- La Maña abrazó a Sara con delicadeza y después a Miguel.
-Gracias, Rosa- Sara estaba asombrada- ¿ Cómo lo has sabido ?
-Esto es algo que tarde o temprano tenía que pasar, hija. Sois jóvenes y os amáis. Lo raro es que no haya pasado antes.
-Pero por eso no puedes deducir que estoy embarazada, Maña.
-No- respondió la Maña- Por eso no. Lo he sabido por tus pechos. Los tienes más grandes, pero el resto del cuerpo sigue igual de delgado. Eso sólo puede significar eso: que estás embarazada. Y estoy segura de que tendrás un bebé precioso, como vosotros. Y ese niño, o niña, nos llenará de alegría a todos. Me alegra mucho veros tan felices. Os lo merecéis. Habéis sufrido mucho para poder estar juntos. Habéis luchado contra viento y marea por este amor y es justo que podáis disfrutar de él. Ahora que sé la verdad del bandolero del rifle, he comprendido muchas cosas.
-No nos pongamos tristes, y disfrutemos del momento. Parece que no sólo nosotros vamos a poder disfrutar del amor, Rosa- dijo Miguel divertido- He podido observar que entre tú y el alcalde hay algo más que una mera amistad.
-Veo que no se te escapa una, capitán- dijo Rosa haciéndose la enfadada. De forma inmediata sonrió- Sí. Tienes razón. Cuando ya había perdido las esperanzas , Pepe me confesó sus sentimientos. Tengo que decir que de no ser por Julieta, no se habría atrevido, pero la muchacha lo animó. Y somos muy felices. Y tenemos grandes planes para nuestros negocios.
-Es una buena noticia, Maña. Me alegro mucho por ti. Ya era hora de que Pepe se diera cuenta de que estáis hechos el uno para el otro- Sara abrazó a Rosa- Estoy segura de que seréis muy felices.
-Gracias hija- dijo la Maña- Pero cuéntame qué tal te encuentras tú. Supongo que estarás cansada después de tanto viaje.
-Sólo un poco, pero me estoy cuidando bien. Y Miguel se está desviviendo por mí. Me suelo encontrar mal por las mañanas, pero con él a mi lado, cualquier malestar se me pasa enseguida.
-Qué bueno oír eso, chicos. Pero ya sabes que puedes contar conmigo para cualquier cosa y a cualquier hora, Sara. Quiero que lo sepáis los dos. Aquí tenéis a la Maña para lo que sea. Ese niño va a ser como un nieto para mí.
-No se nos olvida, suegra- dijo Miguel con una sonrisa, recordando la primera vez que llamó así a la Maña.
-¡ Que no me llames así, Miguel !- dijo la Maña aparentando estar enfadada, pero no pudo aparentarlo mucho. Enseguida sonrió- Puedes llamarme como quieras. Te lo has ganado por valiente, y por un montón de cosas más. Y sobre todo, por querer a mi niña tanto- Otra vez la Maña se emocionó y sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Anda, no llores más, Rosa- dijo Miguel acercándose para abrazarla al mismo tiempo que lo hacía también Sara. Ambos abrazaron a Rosa. Y así, abrazados, permanecieron un rato.
-Bueno, chicos- dijo la Maña intentando recomponerse- Ahí fuera hay un montón de gente esperándoos que se preguntarán qué hacemos aquí tanto rato. Será mejor que salgamos. Hablaremos más despacio otro día, después de la boda. Tenéis muchas cosas que contarme.
-De acuerdo- dijo Sara- Hablaremos. Ahora, tienes razón. Tenemos invitados que atender y un amigo que no tardará en llegar- Sara miró a Miguel, que sonreía. Estaba deseando ver a Morales.
-Pues andando- dijo la Maña. Y los tres salieron del despacho.
#2894
Campanillanj
Campanillanj
10/10/2012 16:48
Justo cuando aparecían en la sala, llegó Morales. Al ver a tanta gente allí se sorprendió, pero la sorpresa fue mayor cuando vio a su gran y añorado amigo, Miguel Romero. Su capitán. Y una sonrisa iluminó su rostro cuando vio, al lado de su amigo, a milady, como siempre había llamado a Sara. Y los vio a ambos mirarse, sonreírse y juntos dirigirse hacia él, que se había quedado paralizado por la sorpresa. Reaccionó y fue hacia ellos.
- ¡ Capitán !- exclamó Morales una vez estuvieron juntos- Tenía entendido que llegabais mañana. ¡ Me alegro tanto de volver a veros !- Se dieron un abrazo cariñoso- ¡ Lo sabía !- exclamó el sargento- Sabía que conseguiría el perdón de Sara y que la traería de vuelta. Estoy orgulloso de usted, capitán.
- Gracias Morales. Me alegro mucho de verte. Sí. conseguí que me perdonara y volviera conmigo. No habría vuelto sin ella.
- Lo sé- respondió Morales- Y por eso, porque estáis aquí, voy a darle las gracias a ella, con su permiso- Y Morales dirigió a Sara su mirada- Milady, me siento muy feliz de volver a verle. Estás tan hermosa como siempre. Diría que incluso más. Gracias. Muchas gracias por volver. Muchas gracias por perdonar al capitán y volver. Yo no sé qué sería de este hombre sin usted. Gracias
- Gracias, Morales- Sara estaba emocionada. Ver a Morales y a Miguel de nuevo juntos le había hecho recordar muchos de los consejos que el sargento había dado siempre a su amigo y superior y el gran apoyo que siempre había sido para él. Sara y todos los presentes podían ver el profundo cariño y respeto que sentía Morales por Miguel y éste por el sargento. Sintió el abrazo sincero y amistoso de Alfonso y le devolvió el abrazo- Tenemos que contarte algo que te va a alegrar mucho- le susurró al oído antes de que dejara de abrazarle- Pero después.
Morales fue a protestar. Era demasiado curioso para esperar aquello que Sara le había dicho que iba a alegrarle tanto, pero justo en el momento en que iba a abrir la boca, oyó la voz potente del Coronel Fuentes y, como todo el mundo, centró en él su atención.
- Buenas noches a todos- comenzó diciendo Gonzalo Fuentes- Antes de ir a cenar, tengo el permiso de los señores Hermida para anunciar varias cosas. No es algo usual que hagamos ciertos actos de este modo, pero en este caso, es así como queremos hacerlo. Todos ustedes saben que Miguel Romero fue ascendido a capitán. Pues bien, antes de irse de viaje, se le comunicó el deseo, por parte de Comandancia, de que se ocupara del cuartel de Arazana. En ese momento, él no se pronunció, ya que nos dijo que era una decisión que tenía que tomar con su prometida Sara. No sé hasta qué punto tienen ustedes conocimiento de estos hechos, pero tengo que informarles de que el capitán Romero nos comunicó, y esperamos que no haya cambiado de opinión, que acepta el cargo. De este modo, hacemos oficial, desde este mismo instante, que el Capitán Miguel Romero se hará cargo del cuartel de Arazana.
Un aplauso y una ovación general inundó el salón de los Hermida. Todos, absolutamente todos, celebraban la decisión de Comandancia y por supuesto, la de Miguel. El coronel Fuentes se acercó al joven capitán y le colocó los galones que no pudo ponerle el día que le ascendieron.
- Enhorabuena, capitán- dijo orgulloso- Estamos convencidos de que dejamos el cuartel en las mejores manos. Me complace sobremanera que usted forme parte del cuerpo al que pertenezco con orgullo. Jóvenes como usted, con sus valores y su sentido del deber y la justicia son los que necesita este cuerpo y, por qué no decirlo, este país.
- Gracias, señor- dijo Miguel- Haré todo lo que esté en mi mano para que sigan teniendo esa opinión de mí.
- No me cabe duda, capitán. Sé que lo hará. Permítame darle la enhorabuena. Me consta también que sabe usted que era el candidato para ocupar el puesto de capitán en el cuartel de Cádiz, y que podría haber elegido cualquier otro destino. Cualquier cuartel estaría orgulloso de tener un capitán como usted. Pero eligió quedarse en Arazana, y alabamos su decisión.
- Gracias, coronel- dijo Miguel- Y gracias también por ofrecerme este puesto. No podría ser más feliz en ningún otro sitio.
- Me alegra oír eso. Sé que lo hará usted muy bien. Le reitero mi enhorabuena.
Miguel fue recibiendo las felicitaciones del resto de oficiales. Después, se volvió a oír la potente voz del coronel.
- Ahora- continuó Gonzalo- pensarán que el cuartel de Arazana se queda sin teniente, pero no será así. En este tiempo en el que nos hemos hecho cargo del cuartel, hemos podido comprobar que hay agentes con mucha valía y las mismas ganas de hacer las cosas bien que el capitán Romero. Por estas mismas ganas, por su trabajo, por su sentido del deber y la justicia y por su enorme respeto por el cuerpo al que pertenece, otorgamos el rango de teniente a Alfonso Morales.
Una exclamación de sorpresa se escuchó por el salón, seguido de otro gran aplauso. Morales no podía moverse. Estaba absolutamente sorprendido. Que le ascendieran era algo que no había pensado que ocurriera nunca. Pero había aprendido muchas cosas de su compañero Miguel. Trabajando a su lado se había dado cuenta de cuán importante era su trabajo para él y de cuánto podía hacer para que las cosas fueran mejor. Y el respeto al cuerpo, el sentido del deber y todo el orgullo que Miguel Romero siempre había transmitido habían calado hondo en su persona. Habían calado tanto que incluso cuando él no estaba, el propio Morales siempre pensaba en lo que él haría. Y de esa forma, había conseguido en más de una ocasión la felicitación de sus superiores. Pero nunca había pensado que llegaran a ascenderle. Morales miró a Paca, su mujer, que lo contemplaba orgullosa mientras sonreía. Al mirarla se dio cuenta de que el orgullo se reflejaba en sus ojos negros y por un momento, el tiempo se paró para él. Sólo tenía ojos para su esposa. Estaba hermosa, con su traje de los domingos y se había puesto un poco de rubor en las mejillas, además de un poco de brillo en los labios. Paca nunca se maquillaba porque estaba casi todo el día trabajando. Y los domingos se arreglaba para ir a misa, y no le parecía adecuado pintarse. Pero esa tarde estaba francamente hermosa. Y Morales se sintió orgulloso de que fuera su mujer. Vio que el coronel se dirigía a Miguel.
- Capitán- le oyó decir- Haga usted los honores- Y le dio los galones de Morales.
- Será un placer- dijo Miguel tomándolos en sus manos. Se dirigió a Morales, que se cuadró ante él. Miguel le puso los galones a su fiel amigo- Estoy muy orgulloso de ti, teniente- le dijo mientras lo engalanaba- Enhorabuena.
- Gracias, capitán- dijo Morales emocionado y nervioso- Será un honor servir a su lado.
- Haremos un buen trabajo- dijo Miguel- Juntos conseguiremos que el pueblo recupere las confianza en la Guardia Civil.
- Así será, capitán- dijo Morales
- Bien, señores- el coronel alzó su copa. Habían acabado los anuncios por su parte- Es hora de brindar por el nuevo capitán y el nuevo teniente de Arazana. ¡ Por ellos !
Y todos brindaron con él. Acto seguido, tanto Miguel como Morales fueron recibiendo felicitaciones por parte de todos los presentes. Primero de Sara y de Paca respectivamente. Después, de todos los demás.
- Espero que no estés arrepentida de haber venido, Paca- dijo Sara sonriendo
- En absoluto, Sara- respondió Paca- Gracias por haberme convencido para venir. No me habría perdonado jamás perderme este momento tan importante. Muchas gracias- y Paca abrazó a Sara, que le devolvió feliz el abrazo.
Poco después, cuando las felicitaciones habían terminado, Elvira anunció que la cena estaba lista e invitó a todos a pasar al comedor.
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10/10/2012 16:50
La cena resultó de los más entretenida y animada. Eran como una gran familia. Todos se llevaban bien y se divertían. Sara estaba pletórica y Miguel, a su lado, no podía dejar de pensar, cada vez que la miraba y la veía sonreír, que era la mujer más perfecta del mundo. Cada vez que sonreía, el joven sentía su pecho henchirse de orgullo. Y se prometió a sí mismo que siempre sería así. Que se esforzaría por hacer a Sara la mujer más feliz del mundo. La cena transcurría con normalidad. Todos les hacían un montón de preguntas. Querían saber cómo era Oxford y la vida allí. Miguel y Sara contestaban todas las preguntas que les hacían. Pepe preguntó por Albert y se alegraron mucho de saber que estaba felizmente casado y que en unos meses iba a ser padre. Y hablando de Albert, acabaron hablando de los amigos de Oxford, del nacimiento del pequeño Michael, a quien habían decidido poner ese nombre en honor al capitán Miguel Romero y todos, especialmente las mujeres presentes en esa cena, se emocionaron cuando Sara les contó la preciosa ceremonia que Miguel, ayudado por sus amigos, había preparado para Sara y para aquellos que no iban a estar presentes en su boda.
- ¡ Qué sorpresa tan bonita !- exclamó Julieta
- Sí que lo fue- respondió Sara emocionada mirando a Miguel y entrelazando su mano con la de él- Miguel se había encargado de todo, hasta del más mínimo detalle. Incluso del vestido. Y resultó una celebración maravillosa.
- ¡ Cuánto me habría gustado estar allí para veros !- la Maña estaba emocionada.
- No te preocupes, Maña- dijo Sara- Aquello fue una boda simbólica, aunque no por eso deja de ser preciosa e inolvidable. Tú estarás en la boda de verdad, en la religiosa.
- En la importante- intervino el padre Damián.
Manuel fue a contestar al sacerdote, pero Sara le hizo una seña para que no lo hiciera. Sabía que para Julieta era importante el matrimonio por la iglesia y, por la relación que podía nacer, o que ya había nacido entre ellos, Sara prefirió que su amigo no se metiera en discusiones con el sacerdote. Manuel hizo caso a Sara. Y la muchacha decidió llevar la conversación por otros derroteros.
- Ustedes también se quedarán a la boda, supongo- Más que una pregunta a los oficiales, era una afirmación.
Gonzalo Fuentes miró a sus compañeros, a Abel, a Miguel y finalmente a Sara.
- Abel y el capitán Romero nos han expresado su deseo de que asistamos y hemos hablado de ello. La boda es el sábado, así que sí. Asistiremos. Y el lunes emprenderemos el viaje de vuelta a nuestros puestos. Y lo haremos con la satisfacción y la plena convicción de que no tendremos que preocuparnos más por el cuartel de este pueblo y de cómo se hacen las cosas. El capitán Romero lo hará de forma inmejorable.
- Yo estoy seguro de ello- intervino el Gobernador mirando a su yerno con orgullo.
- Y yo, como Alcalde de Arazana que soy, le puedo asegurar que el pueblo no podría desear un capitán mejor. Y estoy convencido de que se esforzará por hacer lo mejor para todos.
- Propongo un brindis- dijo el sacerdote- Por Miguel Romero, capitán de Arazana.
- Yo os agradezco el gesto- dijo Miguel turbado. No le gustaba en absoluto ser el centro de atención- Pero si tenemos que brindar por alguien, es por Sara. Ella decidió que quería vivir aquí, junto a todos vosotros. Si hubiera decidido establecerse en otro sitio, yo no habría sido nunca capitán de Arazana.
- Eso me consta- dijo el coronel sonriendo- Pero nunca dudé de que volvieran. Sara tenía aquí demasiada gente querida como para no querer volver.
- Mejor, brindemos por los dos, entonces- dijo Elvira.
- ¡ Por Miguel y Sara !- dijo el Marqués alzando su copa
- ¡ Por Miguel y Sara !- corearon los demás mientras levantaban también sus copas. Y todos brindaron.
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10/10/2012 16:52
Después de la cena y tras saborear los deliciosos postres que Doris había preparado, se dirigieron a la sala, donde tomarían las copas.
- ¡ Por fin puedo hablar un rato contigo !- Flor se había acercado a Sara- Tienes tantas cosas que contarme, que como no sé si sabrás por dónde empezar, yo te haré las preguntas.
Sara rió. En efecto, tenía un montón de cosas que contarle a su amiga.
- ¿ Tú crees que entre tanta gente tendremos oportunidad ?
- Aprovechemos el tiempo, entonces- se sentó e hizo un gesto para que Sara se sentara a su lado. Una vez lo hizo, la maestra comenzó a hablar- Lo primero, por supuesto, es darte la enhorabuena por tu embarazo. ¡ Estoy tan feliz por vosotros ! Cuando se entere Marcial se va a alegrar mucho.
- Marcial lo sabe, Flor- dijo Sara- Le enviamos un cable el mismo día que nos enteramos. Queríamos saber su opinión respecto a si debía viajar o no. Seguramente no te lo dijo porque como médico, tiene que guardar el secreto. Pero además, estoy segura de que pensó que me gustaría darte la noticia en persona y en eso tenía razón. Pero no pensé que la primera vez que te viera fuera delante de tanta gente. Aún así, no he podido evitar contártelo en cuanto me has abrazado.
- Y cuéntame, ¿ cómo te sientes ? ¿ Lo estás pasando muy mal ? Espero que tus mañanas sean mejores que las mías.
- Tengo días. Por lo general, las mañanas están siendo malas, pero con los mimos y cuidados de Miguel, enseguida me encuentro mejor. Y me siento tan, pero tan feliz y le veo a él tan feliz y orgulloso, que los malestares merecen la pena. Los pasaría mil veces.
- Te entiendo perfectamente, Sara. Afortunadamente, los malestares pasarán. ¿ De cuánto estás ?
- De poco más de un mes.
- Pues si que se dio prisa nuestro capitán- dijo Flor con picardía- Afortunadamente, no estabas embarazada antes de irte de viaje. Habría sido muy doloroso para ti y para él. Además de que Miguel se habría perdido un momento muy importante en vuestras vidas: descubrir a tu lado que vuestro amor va a dar sus frutos.
- Eso sí. Tenías que haber visto cuando Arthur, el médico que nos dio la noticia, nos dijo que lo que me pasaba era que estoy embarazada. Fue un momento mágico que no olvidaré mientras viva.
- Y él tampoco, estoy segura.
Ambas miraron a Miguel, que en esos momentos hablaba con Morales y reía. Era la viva imagen de la felicidad. Sintiendo que le miraban, Miguel buscó a Sara con la mirada y cuando la encontró, le regaló una sonrisa que llenó el corazón de la joven de dicha. Morales, que se dio cuenta de que su amigo no le prestaba atención, siguió la mirada de Miguel y sonrió al ver que, como siempre, Sara era la causa de la felicidad de Miguel. Jamás había visto a dos personas decirse tantas cosas con una sola mirada como a ellos dos. Y se sintió tremendamente afortunado de ser testigo de un amor tan inmenso.
En esos momentos, Catalina se acercó a Sara, rompiendo sin querer ese precioso momento.
- Sara, hija, me voy a retirar. Ha sido un día maravilloso Y estoy muy contenta de haber conocido a tus maravillosos amigos y de ver cuánto te quieren. Pero también ha sido un día agotador. Espero que me disculpes.
- No te preocupes, abuela. Sube a descansar. Tu habitación está preparada.
- Sí. Elvira me la ha enseñado. Está todo perfecto. Estáis siendo todos tan amables que me estoy sintiendo como en casa. Mejor que en casa.
- Me alegro de que te sientas así.
- Os dejo que habléis. Mañana será otro día. Muy buenas noches- dio un beso a Sara y después se despidió de Flor- Ha sido un placer conocerte, Flor. Hasta mañana.
- Igualmente, señora- dijo Flor- Hasta mañana. Que descanse
Catalina se despidió de los presentes y se retiró a su habitación.
- Yo también debería retirarme- dijo la maestra levantándose- Sé que mañana estarás muy ocupada a la par que nerviosa por la boda, pero me gustaría estar contigo un rato. Tienes que seguir contándome.
- ¿ Qué te parece si vienes a mi casa y tomamos un té ?- Sara se levantó.
- Me encantaría. Me muero por ver vuestra gran casa nueva y esa famosa bañera de la que tanto he oído hablar.
- Pues te espero en mi casa a la hora del té- dijo Sara.
- ¿ Nos vamos, Flor ?- dijo Marcial apareciendo junto a su esposa y su amiga. En cuanto había visto a su mujer levantarse se había dado cuenta de que ya se despedía.- Debes de estar agotada.
- Si, mi amor. Ya nos estábamos despidiendo. La verdad, estoy cansada.
- Sara, me alegro mucho de que estéis de vuelta- abrazó a Sara- Y de nuevo enhorabuena. Tendrás que pasarte por la consulta para que te revise, a no ser que quieras que sea tu tía quien se ocupe de vigilar tu embarazo.
- Tú eres nuestro médico, Marcial. Y a pesar de que mi tía es médico también, me gustaría que fueras tú. Para mí será un honor que me ayudes a traer a mi primer hijo al mundo.
- El honor será mío. Un honor y un placer asistir al nacimiento del primer bebé Romero Reeves. Cuando puedas, pásate por la consulta para que te revise.
- Lo haré, pero tendrá que ser después de la boda- dijo Sara.
- Bien. Sé por tu tía que todo está bien. Procura no ponerte muy nerviosa y si me permites otro consejo, deberías retirarte a descansar.
- Eso es exactamente lo que yo venía a decirte también, Sara- Miguel se había acercado a ellos y había oído lo que decía Marcial- Creo que es hora de que nos vayamos también.
- Si- dijo Sara- Se ha hecho tarde.
- Juan se ha ofrecido a llevarnos a casa de camino a la posada- dijo Marcial.
- Perfecto, pero no hace falta que se quede en la posada- dijo Flor- Podría quedarse en casa con nosotros.
- Ya se lo he dicho, pero dice que no quiere ser una molestia. Ya ha hablado con la Maña y tiene una habitación para él. Ella irá en el coche con nosotros.
- Ya hemos repartido los coches y los invitados- dijo Miguel- Nosotros iremos en el coche de tu padre y llevaremos a Paca y a Morales. Juan irá en el coche de tu abuela con la Maña, Flor y Marcial. Manuel, Julieta, Pepe y el Padre Damián irán en el coche de Juan. Después de dejar a cada uno en su casa, Manuel regresará a la posada.
- Bien- dijo Sara- Veo que lo tenéis todo planeado. Vayámonos entonces.
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10/10/2012 16:54
Se reunieron con los demás. Morales y Paca hablaban con Abel, Elvira y Mercedes. El alcalde y el cura con los oficiales y Juan hablaba con Manuel y Julieta, aunque era el Marqués quien, viendo lo turbado que se sentía su amigo ante la muchacha, llevaba el peso de la conversación. Una vez que Miguel, Sara, Marcial y Flor se reunieron con ellos, comenzaron las despedidas. Los que se iban agradecían al matrimonio Hermida su invitación y la agradable velada y se despidieron de ellos y de los oficiales, que seguían alojados en casa del Gobernador.
Miguel, Sara, Paca y un Morales pletórico hablaban en el coche animadamente de lo bien que lo habían pasado y de la gran sorpresa que había sido el nombramiento de Morales como teniente. Algo que a Morales seguía pareciéndole un sueño.
- Te lo mereces, amigo- dijo Miguel- Yo, personalmente, no desearía otra persona para trabajar a mi lado.
- Gracias, capitán. Para mí es un honor que piense así de mí.
- Te lo has ganado a pulso, teniente. Y estoy muy orgulloso de ti. Has debido hacer un buen trabajo en mi ausencia para que el coronel tomara esa decisión.
- Seguro que también habrán tenido en cuenta la opinión de mi capitán.
- Te equivocas, Morales. No he tenido nada que ver. Ni siquiera sabía que harían oficial mi nombramiento, y menos el tuyo. Ha sido una sorpresa. Y muy grata, a decir verdad.
- Tu nombramiento ha sido una sorpresa para todos- dijo Sara- Nadie lo sabía salvo los oficiales. Y eso ha hecho que el momento fuera más especial aún.
- Sí que lo ha sido. Muy especial. Estoy muy orgullosa de ti- dijo Paca mirando con los ojos brillantes a su marido y apretando su mano entre las suyas. Miguel y Sara, frente a ellos, sonreían al verlos tan felices. Poco a poco, el coche frenó.
- Ya estáis en casa- dijo Miguel
- Sé que es muy tarde, chicos- dijo Paca- Pero, ¿ queréis pasar ?
- Si- dijo Sara decidida y sonriendo- Entraremos un rato.
Y los cuatro entraron en casa de sus amigos.
- Sentaos- ofreció Paca una vez estaban en la acogedora cocina del matrimonio. El lugar favorito de Miguel- ¿ Queréis tomar algo ?
- No, Paca. Muchas gracias. No vamos a quedarnos mucho rato- dijo Sara- He aceptado tu invitación a entrar porque queremos contaros una cosa.
- ¿ Ocurre algo, Sara ?- Paca estaba extrañada. No entendía qué podría ser lo que querían contarles. Ella había estado esa tarde hablando con los dos y también con Sara a solas y no le había dicho nada. Ni la había notado preocupada. Entonces se relajó. Debía ser una buena noticia, porque Sara estaba feliz y radiante tanto en ese momento, como cuando habían ido a buscarla para que fuera a cenar.
- No, Paca, no te preocupes. No ocurre nada. Bueno, si. Pero es algo bueno que queremos compartir con vosotros- Sara miró a Miguel y él entendió que Sara quería que fuese él quien les diera la noticia. Sonrió.
- Lo que queremos contaros es algo que de momento, poca gente sabe. Sólo los más allegados.
- Capitán- dijo Morales. Llevaba toda la velada intrigado por las palabras de Sara. “Algo que les iba a hacer felices “, había dicho. Y seguramente era lo que les iba a contar- Vaya al grano que estoy impaciente desde que Sara me ha dicho que nos tenían que contar algo.
- Bien- comenzó Miguel- Lo que queremos contaros es ...- hizo una pausa durante la cual cogió él y Sara entrelazaron sus manos mientras miraban a sus amigos- Que vamos a ser padres.
Una exclamación de júbilo inundó la estancia. Paca y Morales estaban verdaderamente felices con la noticia.
- ¡ Santo Dios !- exclamó Morales- Es una noticia maravillosa. Enhorabuena a los dos. Capitán, milady, me siento muy pero que muy feliz. Muy feliz- abrazó primero a Miguel y después a Sara. Y volvió a abrazarlos a los dos.
A continuación fue Paca quien, con lágrimas en los ojos, los felicitó. Con las lágrimas ya resbalando por sus mejillas, abrazó a Sara.
- Me alegro mucho, pequeña- le dijo cariñosa una vez terminó el abrazo- Es una gran noticia. Se nota lo feliz que te hace este bebé que tienes en el vientre. Estás más hermosa y radiante que nunca. Esté bebé es un regalo maravilloso. Enhorabuena.
- Muchas gracias, Paca- dijo Sara emocionada.
- Miguel- Paca miró al joven capitán al que quería como a un hijo- Sé cuánto deseas tener hijos y sé también que Sara es la única mujer con la que siempre has querido cumplir ese sueño. Sé cuánto habéis luchado ambos por este amor y cuánto habéis sufrido. Este niño es vuestra recompensa y os colmará de felicidad. Enhorabuena- abrazó a Miguel bajo la emocionada mirada de Sara y del propio Morales que, escuchando las palabras de su mujer, también se había emocionado. Miguel, por su parte, sintió en ese abrazo todo el cariño que Paca sentía por él. Siempre, desde la primera vez que Morales consiguió que aceptara la invitación para comer en su casa, el joven capitán había sentido el aprecio de Paca. Con el tiempo, ese cariño que sentía por ellos se había hecho más fuerte. Morales y su mujer se habían convertido en dos personas muy importantes para él. Se habían convertido en su familia. Y con el mismo cariño con el que ambos le habían tratado siempre, habían tratado también a Sara. Y por eso, y porque eran dos personas entrañables, tanto Miguel como Sara, adoraban al matrimonio.
- Eso no es todo lo que queremos deciros- dijo Sara.
- ¿ Aún hay más buenas noticias ?- preguntó Morales.
- En realidad, lo que queremos es pediros algo- dijo Miguel.
- Lo que sea- dijo Morales- Podéis pedirnos lo que sea.
- Queríamos pediros que seáis los padrinos de Irene o Daniel Romero Reeves- dijo Sara- ¿ Os gustaría ?
- ¿ Que si nos gustaría ?- Morales estaba más que pletórico- Para nosotros sería un gran honor. Pero…
- Pero, ¿ qué ?- preguntó Miguel
- ¿ Estáis seguros de que queréis que seamos nosotros ?- preguntó Morales.
- Segurísimos- dijo Sara- ¿ Aceptáis ?
- ¡ Si !- exclamaron Paca y Morales al mismo tiempo.
Y volvieron a repetirse los abrazos y las muestras de cariño y felicidad.
Después de un rato en el que Sara y Miguel contaron a Paca y a Morales de cuánto estaba Sara embarazada, cómo habían recibido la noticia y un sinfín de preguntas más, Sara y Miguel se despidieron del matrimonio. Subieron al coche que les esperaba y se dirigieron a su nueva casa, felices por el día tan maravilloso que habían pasado.
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Campanillanj
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10/10/2012 16:56
- ¡ Qué contentos se han puesto con la noticia !- exclamó Sara con una sonrisa.
- Si- contestó Miguel- Sabía que les haría muy felices saber que vamos a ser padres. Estoy seguro de que mañana mismo Paca empezará a tejer ropas para nuestro hijo, si no lo empieza a hacer esta noche.
- Nuestro hijo va a ser muy feliz y muy querido- dijo Sara.
- Lo sé- contestó Miguel- No le va a faltar gente que lo quiera
- ¿ Tú crees que si le pido a Paca que me enseñe a tejer como lo hace ella, me enseñará ?
- Estoy seguro de que lo hará encantada.
- Pues se lo pediré mañana mismo- dijo Sara con decisión.
Miguel sonrió tras el comentario de Sara. Estaba recordando la primera vez que Sara le pidió a alguien de ese pueblo que le enseñara a hacer algo.
- ¿ De que se ríe, capitán Romero ?
- De que por lo menos, ni la lana, ni la tela, ni los hilos, ni las agujas manchan.
- ¿ Lo dices por mis clases de cocina ?- Sara se hizo la ofendida.
- Sí. Me estaba acordando del día que la Maña te enseñó a hacer bizcochos.
- Mejor no recordarlo- dijo Sara riendo, recordando avergonzada los gritos de la Maña y el estado en el que dejó la cocina.
- Pues a pesar de todo, es un recuerdo entrañable.
- Estoy segura de que para la Maña también lo es- Sara aguantaba la risa, pero al ver reír a Miguel, ella también rió. Riendo estaban cuando el coche frenó. Habían llegado a casa. Miguel se apeó y ayudó a hacerlo a Sara.
Mary abrió la puerta. Les esperaba desde que había oído llegar el coche.
- Buenas noches, señores- dijo Mary.
- Buenas noches, Mary- dijeron Miguel y Sara a la vez.
- ¿ Desean algo los señores ?- preguntó la muchacha.
- No, Mary. Gracias- respondió Miguel- Puedes retirarte a descansar. Ha sido un día agotador para todos.
- Muy bien, señores. Entonces, me retiro, con su permiso. Hasta mañana.
- Hasta mañana- dijo Sara.
- Que descanses- dijo Miguel.
- Gracias- dijo Mary antes de retirarse. Efectivamente, había sido un día agotador, pero ella estaba emocionada. No se arrepentía de haber decidido viajar con Sara y su futuro esposo. Le había gustado ese pueblo en cuanto habían llegado y la gente parecía amable. Y le gustaba trabajar para Sara y el señor Miguel. No podría tener unos jefes mejores.
Miguel y Sara esperaron a que Mary se retirara y una vez lo hizo, ambos se dirigieron hacia las escaleras que les llevarían al piso de arriba. A su habitación.
Miguel y Sara llegaron a su habitación. Ninguno de los dos lo decía, pero ambos estaban deseando llegar y disfrutar de la compañía del otro. Habían tenido muy poco tiempo para estar solos desde que habían llegado a Arazana y se necesitaban. Necesitaban sentirse. Poder abrazarse y besarse sin que nadie los mirara ocultando una sonrisa. Nada más cerrar la puerta, Miguel tomó a Sara por la cintura y la retuvo contra su pecho. Ella apoyó su espalda contra el pecho de su amado y suspiró mientras posaba sus brazos, cruzados, sobre los de él.
- Me ha encantado estar con la familia y los amigos- dijo la joven- Pero ya tenía ganas de estar entre tus brazos.
- Ah, ¿ si ?- Miguel sonreía. Las mismas palabras que acababa de pronunciar Sara eran las palabras que él tenía en mente, pero le gustaba oírselo decir. Le gustaba escuchar por boca de su amada que ansiaba estar entre sus brazos.
- Si, mi amor- Sara se giró de manera que su rostro quedó frente al de Miguel, aunque dejó que las manos masculinas siguieran rodeando su cintura. Cualquier contacto de sus cuerpos hacía que su cuerpo se estremeciera- No sólo tenía ganas, sino que lo deseaba profundamente. He estado a punto de decirte que tenía que comentar contigo algo importante y llevarte al despacho de mi padre para besarte y dejar que me estrecharas en tus brazos mientras respondías a mis besos. He tenido que hacer un enorme esfuerzo para no hacerlo. Te quiero y te deseo tanto que no habría sido capaz de conformarme con unos besos. Y no era el momento.
- Efectivamente, no lo era- Miguel desataba despacio pero con habilidad los botones del vestido de Sara, que pronto cayó al suelo- Pero ahora estamos solos. Tú y yo, en esta habitación. Nuestra habitación. Y nada ni nadie va a impedir que convierta tus anhelos en realidad. Nada ni nadie, salvo tú, va a impedir que te desnude , te estreche entre mis brazos y te haga el amor.
- ¿ Yo ? ¿ Impedirlo ? Jamás lo haría- Sara fue desabotonando la guerrera de Miguel- Estoy deseando sentir tu piel desnuda contra la mía. Estoy deseando perderme en tus brazos y saber que no existe nada ni nadie, salvo tú y yo- Una vez hubo despojado a Miguel de la chaqueta, procedió a soltarle la camisa. Lo hacía despacio, aunque de lo que tenía ganas era de hacerlo lo más rápido posible. Pero decidió tomarlo con calma. No tenía prisa porque sabía que lo que le esperaba sería maravilloso. Cuando los botones sueltos dejaron ver el pecho desnudo de Miguel, se dedicó a darle pequeños y sensuales besos por cada centímetro de su piel. Dejó caer la camisa por los hombros y siguió repartiendo besos. Giró alrededor de él y continuó besándole, a la vez que rodeaba su cintura con los brazos desde atrás, y le soltaba el pantalón.
- Sara- gimió Miguel cuando ella rozó deliberadamente su entrepierna- Me estás volviendo loco.
- Lo sé- respondió Sara con picardía- Y me gusta hacerlo. Me gusta saber que produzco en ti el mismo efecto que tú produces en mí.
Miguel ya no pudo aguantar más. Llevaba demasiado tiempo esperando ese momento. Todo el día. Se giró y cogió a Sara en brazos y con paso seguro y decidido, se encaminó con ella hacia la cama. La depositó en ella suavemente y se inclinó sobre ella para besarla con toda la pasión que bullía dentro de él. Para su sorpresa, Sara se apartó con rapidez y él se dio de bruces con la almohada. Se giró para mirarla.
- Lo siento, mi amor- se disculpó Sara- Permíteme que antes vaya al baño. Necesito ir. No tardo nada.
- Ve, mi vida. Te espero aquí- Se incorporó y se puso a quitarse las botas mientras Sara desaparecía en el cuarto de baño. Se quito también los pantalones pero se dejó los calzoncillos puestos. Le encantaba y le divertía la premura con la que Sara se los quitaba cuando estaba presa del deseo. Le encantaba sentirse tan deseado por la mujer que amaba con todas sus fuerzas. Su mujer. Respiró profundo. Se sentía enormemente afortunado y feliz de tener a Sara a su lado. De que Sara le amara tanto como él a ella. Pensando en su mujer, se dio cuenta de que estaba tardando más de lo habitual.
- ¿ Sara ?- Llamó- ¿ Estás bien ?
- Si, Miguel- se oyó desde el otro lado de la puerta- Ahora salgo.
Y Miguel se quedó recostado en la cama, sin quitar la vista de la puerta por la que, de un momento a otro, vería aparecer a su amada. La puerta se entreabrió y de ella asomó una pierna. Una pierna perfecta y desnuda, desde el pie hasta la parte superior del muslo, donde la puerta ya no dejaba ver más. Una pierna que se estiraba y doblaba insinuante atrayendo su mirada y toda su atención y multiplicaba su deseo hasta lo indecible. Sara escondió la pierna y asomó la cabeza y su mano. Con el dedo índice, hizo una señal a Miguel mientras silenciosamente pronunciaba una sola palabra que hizo sonreír al capitán: “ Ven “
#2899
Campanillanj
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10/10/2012 16:56
Miguel sonrió y se levantó de la cama para reunirse con ella. Al entrar, se llevó una sorpresa que no esperaba. El baño estaba iluminado por un montón de velas distribuidas por toda la estancia, proporcionando un ambiente absolutamente romántico. La bañera estaba llena de agua y espuma y desprendía un delicioso aroma. Entonces vio a Sara, completamente desnuda, con el pelo recogido, que estaba reclinada, encendiendo la última vela. Cuando Sara sintió su piel erizarse, supo que Miguel estaba ya en el baño y que la miraba con esa mirada intensa que le hacía sentirse la mujer más especial del mundo. Se giró despacio, sonriendo sensualmente.
- Espero que todo sea de tu agrado, amor mío
En lugar de contestarle, Miguel se acercó a ella, posó suavemente el dorso de su mano por la mejilla de la joven y después la bajó hasta su cuello, donde reposaba su otra mano. Con el rostro de Sara entre sus manos, sonrió.
- No sólo es de mi agrado, mi vida. Es perfecto. Y lo es porque lo has preparado tú, deduzco que para los dos.
- Sabia deducción- dijo Sara con picardía- ¿ Deformación profesional ?
- Puede- Miguel estaba feliz- Pero no. Sentido común. Si quisieras bañarte sola, no me habrías hecho venir.
- ¿ Por qué querría bañarme yo sola cuando puedo hacerlo con la persona que me enseñó a disfrutar de una bañera como yo nunca hubiera imaginado ?- Sara introdujo sus manos por la cintura de los calzoncillos de Miguel y agarró sus glúteos.
- Miguel besó a Sara apasionadamente y ella respondió a ese beso con la misma pasión.
En un momento, él estaba completamente desnudo, como ella. Sin dejar de besarla, tomó a Sara entre sus brazos y la llevó hasta la bañera. La ayudó a introducirse en ella y cuando estuvo acomodada, fue él quien se metió. En cuanto lo hizo, Sara se acercó a él y rodeó su cuerpo con sus piernas y su cuello con sus brazos. Lentamente, disfrutando del momento, acercó sus labios a los labios tiernos y sensuales del hombre al que amaba con toda su alma y su corazón. Mientras sus bocas se saboreaban ávidamente, sus manos recorrían cada parte de sus cuerpos. Paseaban por cada centímetro de la piel del otro. Miguel se entretuvo acariciando, moldeando con sus manos los pechos de Sara y besándolos, provocando en ella estremecimientos de placer.
Sara sentía un calor que la abrasaba por dentro, fruto de las caricias que Miguel le estaba prodigando. Necesitaba sofocar ese calor que la estaba volviendo loca. Miguel disfrutaba con el placer de Sara. Estar con ella allí y así era lo que había deseado desde el primer momento que había visto la bañera, y no había podido alejar esa imagen de su cabeza en toda la velada. Y ahora Sara, le estaba volviendo loco. No paraba de besarle y de acariciarle por debajo del agua cálida. Conocía bien su cuerpo y sabía también cómo hacerle perder el control. Ambos se sentían atrapados en un delicioso torrente de pasión y deseo. Un deseo tan inmenso como su amor. Y sólo había una forma de mitigarlo. En el mismo momento en que Miguel decidió que no podía esperar más, Sara se apretó contra su pecho y acercó sus labios ardientes a su oído.
- Hazme tuya, amor- susurró.
Y Miguel no necesitó nada más. Entró dentro de Sara y ella lo recibió con un gemido de placer. Ambos se fundieron en uno y se sumergieron en un suave vaivén. Miguel rodeaba a Sara por la cintura con sus fuertes brazos y la apretaba contra él. Le gustaba sentir los pechos desnudos de Sara contra su pecho. Sara, sobre Miguel, rodeaba a éste con sus piernas mientras sus brazos se aferraban fuertemente a su espalda. Sólo se oían sus gemidos, sus respiraciones agitadas y el chapoteo del agua en la bañera. Allí, en ese baño de ensueño, iluminados por un montón de velas, Sara y Miguel se amaron apasionadamente. Sus movimientos se fueron haciendo más y más intensos y frenéticos hasta que ambos llegaron a la cima del placer y una sensación ya conocida invadía sus cuerpos y un gemido al unísono indicaba que ambos habían quedado plenamente satisfechos. Ya no se oía el chapoteo del agua. Sólo sus respiraciones intentando recuperar su ritmo habitual. Sara y Miguel, quietos, con sus cuerpos entrelazados, disfrutaban en silencio del momento maravilloso que acababan de vivir. Despacio, Miguel salió de Sara, pero después la atrajo de nuevo hacia él y la rodeó con todo su cuerpo. Se miraron profundamente. Satisfechos, felices. Los perfectos amantes.
- Te quiero, Sara- dijo Miguel acariciándole la mejilla- Y te querré y te desearé siempre.
- ¿ Siempre ?- preguntó Sara feliz- Me alegro de que pienses así, porque no voy a dejar que te alejes de mí nunca. Te amaré hasta la saciedad y te haré feliz. Muy, muy feliz.
- Lo sé, mi vida- dijo Miguel- Como yo a ti- A continuación, tomó el rostro de Sara entre sus manos y la besó en los labios.

- Ha sido una idea maravillosa que le pidieras a Mary que preparara agua caliente para cuando llegáramos, pero no sé cuándo lo has hecho- dijo Miguel con curiosidad.
#2900
Campanillanj
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10/10/2012 16:59
Ya habían salido del baño. Después de hacer el amor, se habían bañado y habían salido del agua. Miguel, como siempre, había secado a Sara con suavidad y la había abrazado, haciéndole sentirse, como siempre, una mujer afortunada por tenerle a su lado. Después, habían salido a la habitación. En ese momento, estaban acostados juntos. Miguel abrazándola y Sara con su cabeza sobre el pecho masculino. A pesar de estar ambos agotados por el largo día, ninguno de los dos podía dormir. Habían sido muchas emociones juntas. Miguel acariciaba el sedoso cabello de Sara y jugaba con un mechón entre sus dedos.
- En la cena- respondió Sara- Tú hablabas con el coronel y ella se ha acercado a mí para decirme que ella y Doris se venían ya para casa. Se me ha ocurrido que tú estarías cansado también y que te apetecería tomar un baño antes de dormir. Sé que te relaja y a mí también. Podíamos haberlo dejado para mañana, porque imaginaba que se nos haría tarde en casa de mi padre, pero no he podido evitarlo. Y no me arrepiento en absoluto de habérselo pedido. Ha sido maravilloso. Como siempre-Sara levantó su cabeza para mirar a los ojos a Miguel, quien a su vez, inclinó la suya para juntar suavemente sus labios con los de Sara. Se dieron un suave beso.
- Pues me alegro de que lo hayas hecho hoy- dijo Miguel- Porque hacerlo mañana sería imposible.
- ¿ Por qué ?- preguntó Sara.
- Porque mañana no dormiremos juntos, mi amor.
- ¿ Por qué no ?- Sara no entendía nada.
- Porque da mala suerte ver a la novia el día de la boda, y yo no quiero tentar a la suerte. Quiero que sea una boda perfecta y que seamos felices toda la vida. Mañana dormiré en la posada o en casa de Morales y Paca, no sé dónde. Lo único que sé es que no dormiré aquí.
- Si dormirás aquí- sentenció Sara- Yo dormiré en casa de mi padre y Elvira. Total, tengo que salir de allí para ir a la iglesia. No creo que les importe.
- Seguramente tu padre estará encantado de tenerte en su casa, no lo dudes. Y Elvira, tu abuela y tu tía estarán encantadas también.
- Pues entonces, no hablemos más de ello. Yo pasaré mi última noche de soltera en casa de mis padres y tú la pasarás aquí. No sé si podré dormir sin ti, pero tendré que hacer un esfuerzo- Sara vio a Miguel sonreír- ¿ Por qué sonríes ?
- Porque es una pena que Elvira no haya estado aquí para escucharte hablar. Has dicho que pasarás tu última noche de soltera en casa de tus padres. A ella le habría encantado oírtelo decir, estoy seguro.
- No me había dado cuenta de que lo he dicho así, pero es así como lo siento. Yo no conocí a mi madre biológica y a mi madre adoptiva la perdí siendo pequeña. A Elvira la quiero, lo mismo que quiero a mi padre. Siento como si fuera ella la madre que tenía que encontrar. Soy consciente de que no lo es, pero me gusta verlo así, me gusta sentirlo así. Sé que ella me quiere a mí, no sé si como su hija, pero me quiere.
- Estoy segura de que Elvira habrá deseado más de una vez que fueras su hija de verdad. Ella no ha tenido hijos, pero tú eres lo más parecido a un hijo que puede tener y así te ve. Como una hija. Por eso te digo que, si te hubiera escuchado decir “ mis padres “, se habría emocionado mucho.
- Tendré que tener una charla con ella- sentenció Sara- Quiero que sepa cuánto la quiero y cuánto me alegro de tenerla a mi lado.
- Me encantaría presenciar ese momento, pero me temo que no podrá ser. Es un momento que debéis vivir solas- dijo Miguel- Eso si, me lo tendrás que contar después con todo lujo de detalles.
- Lo haré, mi amor- dijo Sara- No dudes que lo haré. Ahora duerme, mi vida. Mañana tienes que madrugar para ir al cuartel.
- Si, pero no quiero estar dormido si tú estás despierta, Sara. Esta es nuestra última noche de solteros juntos. Es tanta la emoción que me embarga que no podré conciliar el sueño. La próxima vez que durmamos juntos, ya serás mi esposa. Es como un sueño.
- Cierto, Miguel. Pero no es un sueño. Es real. El sábado serás mi esposo y yo tu esposa. Y nada ni nadie podrá impedirlo. Ya luchamos contra todo lo que nos podía separar. Ahora sólo nos queda ser felices. Y lo seremos. Por cierto, ¿ mañana estarás muy ocupado ?
- Seguramente si- respondió Miguel- Tengo que hacer muchas cosas en el cuartel. Y después de comer tendré que regresar y no sé si podré verte antes de que vayas a dormir a casa de tus padres.
- Así que posiblemente, este sea el último momento que tengamos de intimidad hasta después de la boda.
- Posiblemente si, aunque no es seguro. Intentaré escaparme un rato para verte. Sabes que no puedo pasar un día sin verte. No puedo pasar un día sin besarte ni estrecharte entre mis brazos. Y si no puedo estar contigo antes, vendré para acompañarte a casa de tus padres. Tendrás que llevar el vestido para casarte y unas cuantas cosas más. Te acompañaré y después de cenar me volveré aquí, me daré un baño y me vendré a dormir.
- Bueno, ya veremos cómo se va desarrollando el día. En cualquier caso, aunque yo tampoco puedo pasar un día sin verte, es un esfuerzo que ambos tendremos que hacer. Porque merece la pena.
- Claro que la merece- dijo Miguel.
- Entonces, como existe la posibilidad de que mañana no podamos estar solos y yo no sabía que ésta era nuestra última noche solos, sino que pensaba que habría otra más, tengo que decirle, mi capitán, que va a tener que esperar usted un rato más para dormirse. Su prometida, que le ama profundamente, tiene intenciones de hacerle a usted el amor porque no lo va a poder hacer mañana. No sé si estará de acuerdo usted o no, pero más le vale que se vaya haciendo a la ide…
Miguel no le dejó terminar de hablar. Atrapó a Sara entre sus brazos y la besó apasionadamente. Sara se entregó a sus brazos ansiosa. Sus cuerpos se entrelazaron y comenzaron las caricias. Sara sintió la dimensión del deseo de Miguel y se sintió invadida por una necesidad imperiosa de satisfacer su deseo y de dejar que él apagara con su cuerpo el fuego que las caricias que le prodigaba habían provocado en ella. Lentamente, y perdiéndose en el azul de sus ojos, en ese momento oscurecidos por el deseo que le invadía, Sara se colocó sobre él e hizo que la llenara. Y le hizo el amor, como le había avisado que haría. Miguel se dejó hacer. Sara llevaba las riendas y a él le gustaba. Le encantaba. Juntos volvieron a disfrutar del momento maravilloso y de la sensación maravillosa de llegar a las más altas cimas del placer. Intentando que su corazón y su respiración volvieran a recuperar su ritmo habitual, Sara se dejó caer suavemente sobre el cuerpo de Miguel, que la rodeó con sus brazos y la cubrió con las sábanas.
- Te amo- dijo el capitán acariciándole la mejilla
- Y yo a ti- respondió Sara mirando a sus ojos.
Ya no eran un solo cuerpo. Cuando hacían el amor, ambos sentían que cada uno era lo que el otro más deseaba del mundo. Pero era ese momento, tras el acto sexual, cuando sus corazones y sus almas hablaban a través de sus ojos y sus suaves caricias, el momento en el que ambos se daban cuenta de que no podrían vivir el uno sin el otro. Cuando se daban cuenta de que cada uno era la otra mitad del otro. Y que sólo juntos podían ser felices. Poco a poco, ambos se vieron vencidos por el sueño. Y durmieron uno en brazos del otro. Ni siquiera dormidos eran capaces de separarse.
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