Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)

No hay nada que disculpar.................Gracias Roberta por tu esfuerzo

Cada vez me gusta mas tu historia. Siguela cuando puedas. Un besito.

Capítulo 165

David había permanecido dormido en brazos de sus padres hasta el momento en que el carruaje se detuvo para dejar bajar a la familia. Tan inquieto estaba que Natalia no fue capaz de hacer que volviera a dormirse por lo que pensó que lo más conveniente sería alimentarlo y cambiarlo para que se sintiera cómodo. Con ayuda de uno de los conductores, Roberto bajó el equipaje del pescante, lo llevó bajo unos árboles que se encontraban ligeramente alejados del camino y Natalia lo siguió con su hijo en brazos. El muchacho extendió una manta en el suelo y la joven se sentó sobre ella para atender a su hijo.
- ¿Por qué estás tan sonriente? – preguntó Natalia sonriendo a su vez.
- ¿Porqué no habría de estarlo? – respondió Roberto.
- ¡Cómo eres! – exclamó ella mientras se abotonaba de nuevo el vestido. David descansaba en su regazo, limpio y harto de alimento.
- ¿Qué? – preguntó él - ¿Te molesta que te mire?
- No, bien sabes que no me molesta lo más mínimo… Tan solo es que…
- ¿Qué?
- Que aún me parece mentira que estemos de nuevo aquí, que estemos juntos, que… - Natalia no pudo seguir hablando, Roberto se acercó a ella y la besó.
- ¿Sabes porqué sonreía? – preguntó contra sus labios.
- ¿Porqué? – preguntó ella sin separarse de él.
- Porque recordaba los momentos que pasamos en el terruño, cuando robábamos minutos a nuestras obligaciones para estar juntos. ¿Lo recuerdas?
- Claro que sí.
- Cuando compartíamos lo que nos habían preparado doña Rosa y mi madre…
- Generalmente acompañado de queso… - interrumpió ella fingiendo asco.
- Y te vestías como una moza de pueblo. – la mano de Roberto se movió hacia la blusa de Natalia y trató de soltar los botones que la joven acababa de cerrar. Ella sonrió y tomó la mano de él entre las suyas y la bajó hasta colocarla sobre el cuerpo de su bebé.
-¿Y te gusta más cómo me vestía entonces o cómo lo hago ahora?
- Me gusta mucho más cómo te desvistes… - Roberto volvió a besarla mientras ella trataba de moverse lo menos posible para no molestar a su hijo.

- ¿Has oído eso? – Natalia se echó hacia atrás mientras sujetaba a su bebé con una mano.
- ¿Estás tratando de distraerme?
- Roberto, por favor, hablo en serio… - el muchacho se puso serio y se apartó ligeramente de su amada, se mantuvo en silencio y sonrió al reconocer la voz.

- ¡Vé! Vamo a llegá taaade. Y todo po tu culpa, Mantecao. – Natalia reconoció la voz de Rafaelín y sonrió. Roberto se puso en pie y extendió los brazos para que Natalia le pasara a David; sujetando a su hijo con un brazo, Roberto extendió la otra mano para ayudar a Natalia a que se incorporase y, juntos, esperaron a que su amigo apareciera por el camino – Zi e que no te tenía que habé dejaú que tardaze taanto. ¡Claro! Te para a comé hierbecica y florecilla… Ya verá, ya verá como s’enfade la sita Sara… ¿Peo naide ta dicho que e de mala educació llegá tade a lo zitio? Y a ete pazo vamo a llegá mu tardísísimo. ¡Pero Mantecao, no te pare otra vé! – la voz del joven sonó desesperada. Roberto tendió a Natalia el pequeño bulto que protegía entre su brazos y, sonriente, anduvo hasta el camino - ¡Vé, Mantecao! ¡Zi hata Roberto ha llegau ante que…! ¿Roberto? – el muchacho se frotó los ojos con incredulidad y pestañeó varias veces, después volvió a fijar los ojos en el joven que estaba plantado de pie en el medio del camino - ¡Roberto! – Rafaelín echó a correr olvidándose de su pollino y se echó en brazos de su amigo - ¡Roberto, has vinío!
- Sí, Rafaelín, estoy aquí. – Roberto abrazó al muchacho durante unos segundos, pero después trató de soltarse – Rafaelín, por favor, suéltame, me estás ahogando.
- Peo etás aquí. ¡Mía, Mantecao, é e Roberto! – el burrito rebuznó como si realmente entendiera que Roberto había vuelto al pueblo - L’estaba yo diciendo al Mantecao que ibamo a llegá mu tade a la boa de la sita Sara zi zigue parándoce a comé. Yo creo que é poque tá namorao. Zí, Zi… ta namorao de la burrita del Nemesio, una burrita mu bonica, con la anca mu larga, blanquita. Pero un poco… ¿cómo lo diría yo? Un poco dezcocá… - Rafaelín se acercó a Roberto y habló bajando la voz – La he vizto mu cariñozona con el mulo que tié Satur en la herrería, pero ezo el Mantecao no lo zabe. Ha oío po ahí que de una boa zale otra boa… y ya vez tú, ta emocionao.
- Hola Rafaelín. – Natalia optó por salir de entre los árboles antes de que la carcajada que estaba a punto de escapársele, la delatara.
- ¿Sita Natalia? ¡Sita Natalia! - gritó el muchacho. Roberto lo cogió por un brazo antes de que el muchacho corriese por el camino y se echase en brazos de la joven - ¡Roberto! ¿Ha vito? ¡E la sita Natalia! – gritó abrazándolo de nuevo.
- Si, Rafaelín, es Natalia, que está de nuevo en Arazana. Está de nuevo con nosotros. – dijo Roberto emocionado.
- Hola Rafaelín, te he echado de menos. – Natalia caminó lentamente hasta donde estaban los muchachos.
- Y yo a usté sita Natalia. Y que zepa que no he zido el único, ¡eh! – exclamó dando un codazo en las costillas a Roberto.
- Lo sé. – respondió en tono confidencial – Ya sé que no eres el único que me ha echado de menos.

RAFALIN¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

- Sita Natalia…
- ¿Sí? – tanto ella como Roberto se habían dado cuenta de que Rafaelín no apartaba la vista del bulto que la joven llevaba en los brazos.
- Sita Natalia, ¿pueo hacele una pregunta mu preguntoza?
- Adelante, ¿qué quieres saber? – Natalia miró a Roberto muy sonriente y éste se preparó para sujetar a Rafaelín de nuevo por si se abalanzaba sobre la joven.
- ¿Qué e ezo que lleva uté ahí? – preguntó señalando los brazos de la joven.
- ¿Esto? – Rafaelín asintió sin apartar la mirada - ¿Quieres ver lo que es? – el muchacho volvió a asentir – Mira. – Natalia retiró la toquilla que cubría el rostro de su hijo y se lo mostró a su amigo.
- ¡Ay, Dio! – Rafaelín se cubrió la cara con las manos mostrando de ese modo su sorpresa – ¡Peo zi é un cachorrillo!
- ¿Un cacho…? – dijo Roberto en voz baja.
- Sita Natalia, sita Natalia… ¿E zu cachorrillo? ¿Ha tinío uzté un cachorrillo? – Rafaelín se acercó lentamente hasta Natalia y su hijo.
- Sí, Rafaelín, es mi hijo… mi cachorrillo. – respondió ella sonriente y orgullosa.
- ¡Peo qué rebonico que é! – Rafaelín calló y miró al bebé y después a su padre - Ze paece mucho a Roberto, ¿por qué zerá? – dijo en tono cantarín mirando alternativamente a Roberto y Natalia.
- ¿Será porque también es mi cachorrillo? – preguntó Roberto.
- Zi ya lo zabía yo… ya lo zabía yo… - Rafaelín comenzó a dar saltos de alegría. Roberto se acercó a Natalia y la tomó por la cintura - ¡Qué bien, qué bien, que ya etán uztede dó juntito, juntico!
- Sí, Rafaelín. Por fin abrí los ojos y me di cuenta de que tenías razón. Gracias. – le dijo Roberto tendiéndole la mano.
- ¡Ay no diga ezo! – exclamó avergonzado.
- ¿Qué le dijiste Rafaelín? – Natalia miró a Roberto y vio cómo éste se sonrojaba ligeramente.
- Po… no m’acuedo…. – respondió el muchacho.
- Vamos, Rafaelín, anda, dímelo…No seas malo… - insistió ella en tono zalamero.
- No sita, no… no pueo dicíselo. E un sicreto entre hombre. – el muchacho retorcía su zurrón entre las manos.
- Me dijo que sin ti me moriría de pena. – le susurró Roberto a Natalia al oído, después la besó y caminó hasta donde se encontraba Rafaelín, lo tomó de un brazo y continuó hablando – Rafaelín, es una suerte que nos hayamos encontrado, no tenemos mucho equipaje pero yo solo no puedo con él.
- Ji, ji, ji. ¡Roberto, que Mantecao se va a zonrojá si te porta azí…! Vaya beso, vaya beso…

Ya estan mas cerca de Arazana¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

gracias Roberta

Natalia se quedó mirando cómo los dos jóvenes se acercaban a los árboles bajo los cuales habían acomodado el equipaje. Estaban de vuelta en Arazana, Roberto la había besado frente a Rafaelín y le había dicho que sin ella se moriría de pena. Además, por lo que habían hablado, había llegado a la conclusión de que Rafaelín estaba al tanto de su relación. Cosme, Sara, Miguel y el Chato también conocían su relación y Roberto le había contado que Eugenia y Margarita Guerra también los habían descubierto, ¿cuánta gente estaría al tanto de que se amaban?
- ¡Ven Mantecao! – exclamó Rafaelín – Ya ha comío dimaziau y te va a poné gordito zi no hace algo dijircicio. ¡Tiene que bajá la panzita! Y la mejó manera de hacelo e… llevando la maleta de la sita Natalia y Roberto.
- No Rafaelín, no es necesario, entre los dos podemos hacerlo. – aseguró Roberto.
- Quita, quita… e Mantecao tié cacé ijircicio. – replicó Rafaelín acomodando las maletas en el lomo del animal y sujetándolas con unas cuerdas que sacó de su zurrón – E muy güeno e tener cuerda pa’cer lazo de cazá o… o lo que ze tercie.
- ¿Vamos? – Roberto se acercó a Natalia y le tendió la mano. Ella había estado mirando cómo colocaban el equipaje mientras David seguía dormido entre sus brazos.
- Zí, zí, vamo, que la sita Sara se va a casá con el tiniente y no vamo a velo… Sita Natalia… - Rafaelín se acercó tirando del ronzal de su pollino.
- ¿Sí, Rafaelín? ¿Qué es lo que sucede? – preguntó ella.
- Etaba yo pensando… sita Natalia… ¿Puedo llevá a su cachorrillo?
- Rafaelín…
- De vedá que tendré muchisísimo cuidao. De vedá… se lo pometo, solo un ratico chiquitico. – interrumpió el joven.
- Está bien. – dijo ella mirando a Roberto – Pero sujétalo bien fuerte.
- Sí, sita Natalia. Se lo pometo. – el joven tendió las riendas del burrito a Roberto y extendió los brazos. Natalia le colocó el bebé y el muchacho cerró los brazos despacio hasta acomodar al pequeño contra su cuerpo – E… E como cogé un animalico chico, como un pajarillo. – Rafaelín comenzó a andar por el camino que los llevaría a Arazana – Hay que cogelo fuete pa que no ze caiga, pero con cuidao pa que no s’espachurre. Sita Natalia… - dijo deteniéndose de improviso.
- ¿Sí?
- Sita Natalia, ¿cómo se llama e cachorrillo?
- David, se llama David. – respondió la joven mientras caminaba tras él, abrazada a Roberto.
- Daví. – repitió Rafaelín en voz baja - ¿Zabe que una vé el padre Damiá me contó una hiztoria de un muchachillo que ze llamaba Daví? – Rafaelín comenzó de nuevo a andar mientras miraba atentamente al bebé – Era l’hiztoria d’un muchachillo chiquirritillo, azí como tú… Bueno… un poco má grande…peo no l’importó zé chiquitillo. Era paztó y defendió a zu ovejita de un gigante mú grandote y mú malozo…Y zoltaba piedra con zu honda… cuando crezca un poquillo yo t’enseñaré a tirá piedra… Ya verá qué bien no lo pazamo po la zierra con el Mantecao…

GRACIAS¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Roberta

Se que esto esta abandonado, pero de todas formas tambien lo dejo aqui.
estoy escribieno una nobela y me gustaria que la leyeseis, comentaseis, votaseis,... o simplemente difundais por las redes sociales
Os dejo por aqui la direccion, muchas gracias de todos modos www.wattpad.com/51202891-prlogo-ltima-noche

Roberta72 no nos dejes sin final.

Hola, si Roberta no nos dejes sin final que queremos saber el desenlace, saludos.