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Foro El secreto de Puente Viejo

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#0
FermariaRules
FermariaRules
17/08/2011 13:26
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EL RINCÓN DE AHA
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El destino.

EL RINCÓN DE ÁLEX
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El Secreto de Puente Viejo, El Origen.

EL RINCÓN DE ABRIL
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El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.

EL RINCÓN DE ALFEMI
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De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.

EL RINCÓN DE ANTOJEP
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Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.

EL RINCÓN DE ARICIA
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Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.

EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
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Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos

EL RINCÓN DE CAROLINA
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Mi historia.

EL RINCÓN DE CINDERELLA
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Cierra los ojos.

EL RINCÓN DE COLGADA
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Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III

EL RINCÓN DE CUQUINA
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Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.

EL RINCÓN DE EIZA
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En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos

EL RINCÓN DE FERMARÍA
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Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.

EL RINCÓN DE FRANRAI
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Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.

EL RINCÓN DE GESPA
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La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.

EL RINCÓN DE INMILLA
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Rain Over Me I, II, III.

EL RINCÓN DE JAJIJU
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Diálogos que nos encantaría que pasaran.

EL RINCÓN DE KERALA
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Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#961
colgada
colgada
26/10/2011 23:34
Curando heridas
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Parte 4.-

Blanca apoyaba la mano en su brazo, sonriéndole mientras hablaba y él escuchaba atento sus palabras. Al acercarme se han quedado callados y hemos partido al paseo de cada día.

No consigo conciliar el sueño.

Conozco de memoria cada grieta y mancha de humedad de estas cuatro paredes. He puesto nombre a las sombras que me acompañan cada noche y que bailan a mi alrededor con el transcurso de las horas.

Desde que está aquí Blanca los recuerdos no me atormentan como solían. Pensé que las noches en vela habían terminado, pero esta noche los recuerdos han vuelto. Y da comienzo de nuevo el ritual.

Mi padre me enseñó a pensar por mí misma.
A no dejarme avasallar.
A no subestimar mi propio razonamiento frente a otro por el simple hecho de que provenga de un hombre.
A tomar mis propias decisiones.

Mi madre me enseñó a amar,
a cuidar a quien se ama,
a serle fiel,
a defenderlo a capa y espada,
a perdonar,
a dar sin pensar en recibir.

Pero me equivoqué. Hay cosas que son a pesar del amor.

Ahora... ahora sólo siento vacío.
#962
eiza
eiza
27/10/2011 00:56
anita divino, precioso, k bonito!! mi colacao me espera, ahora soñare a medias con el de pepa, a medias con el tuyo!
#963
martileo
martileo
27/10/2011 11:34
Me encanta colgada, espero mas
#964
colgada
colgada
27/10/2011 22:02
Curando heridas
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Parte 5.-

Hoy volvía a lucir la carita de los primeros días, pálida y apagada. No quiso venir con nosotros de paseo, ni oir hablar de que pasáramos la tarde con ella en la casa de comidas. Prácticamente me ha hecho resposable de la recuperación de Blanca y nos ha empujado hasta la puerta, cerrándola tras de nosotros.

Hemos vuelto a pasear por la ribera del lago. Hoy ha sido un día caluroso y a pesar de que el paseo fuera pasadas las horas más sofocantes del día, se agradecía un poco de frescor. Es extraño con qué facilidad me he acostumbrado a charlar con Blanca. Hoy le relaté la historia del admirador secreto, y al terminar he recibido una buena regañina por su parte. Entre enfadada y divertida, me ha afeado que no hubiera dado la cara y mostrado mis sentimientos a Emilia. He debido de poner tal expresión, que al final me ha pedido perdón por reprenderme. Pero razón no le falta.

Se está bien aquí sentado a la fresca. Madre y Mariana están dentro, preparando no sé qué atavíos para la Casona. Las oigo trajinar. No hacían más que encontrarme en medio, así que me han mandado fuera a tomar el aire. Antes de salir he ido hasta mi catre y he cogido la figurita que guardo bajo el colchón. Me gusta acariciarla en la oscuridad. Quizá porque no es muy proporcionada, pero es muy suave. Quizá porque me hace recordar cada hora que pasamos tallándola. Quizá porque está hecha por Emilia.

La recuerdo como si fuera ayer, sentada en esta esquina, concentrada con el taco de madera entre sus manos. No debía tener más de quince años. Había llegado corriendo poco antes, acalorada y amohinada. Su madre la había castigado siete días sin pisar la cocina porque casi quema la casa con uno de sus experimentos culinarios. Venia renegando de ollas y pucheros, y del agua que se evaporó antes de tiempo. Yo estaba tallando un animalito para Ramiro. Se sentó a mi lado y empezó a observar como lo hacía. Me puse muy nervioso y no se me ocurrió otra cosa que alcanzarle un taco de madera y una navaja. "¿Y qué tallo?" "Lo que veas dentro del taco." Lo miró fijamente durante un rato. Yo me eché a reír. "Talla un borrico." Le dije mirándola con sorna. Me dió un empujón, pero como no reaccioné, se puso a ello. Yo vigilaba sus movimientos, torpes e inexpertos, y la guiaba para darle forma a la figura. Pero era tan tozuda que no me dejó tocarla ni una vez. Más de uno y más de dos cortes se hizo en las manos aquella tarde. Ni una queja salió de sus labios. Finalmente el pobre borrico acabó con una pata más corta que las otras tres, pero Emilia se negó a retocarlo. Cogió la lija y dijo que aquel sería el borrico cojo más suave que imaginarme pudiera. Y así fue. Aunque a decir verdad para conseguirlo lo dejó bastante escuálido. Anochecía cuando lo dió por terminado. Madre nos llamó desde la puerta, invitando a Emilia a cenar, pero ella respondió que sus padres la estarían esperando, me dió un beso en la mejilla y, dejando el borrico en mis manos, echó a correr hacia su casa.
#965
eiza
eiza
27/10/2011 22:18
ana que bonito!!! me encanta!!
#966
lapuebla
lapuebla
27/10/2011 22:41
Muchas gracias Ana. Hoy ha sido un día de perros y el capítulo en modo salón no ayuda mucho a levantar el ánimo. Pero tu fic ha logrado arrancarme una sonrisa. Es como un caramelo que ayuda a quitarse tantos sinsabores.
#967
olsi
olsi
27/10/2011 23:32
Ana.... me gusta mucho tu historia!! graciassss bravo
#968
yolanada
yolanada
27/10/2011 23:45
Gracias, Colgada, nos alegras la noche.
#969
martileo
martileo
28/10/2011 00:21
Ay.... muchas gracias guapa, es precioso
#970
susivo
susivo
28/10/2011 10:50
Colgada, sabes que sigo siendo tu fan! me encanta! continua, por favor!
#971
Aricia
Aricia
28/10/2011 11:15
Precioso, colgada ;-)

Nos lo das en pildoritas, pero menudas pildoritas!!!!!!! Siempre dejándonos con ganas de más
#972
Aricia
Aricia
28/10/2011 12:17
~~LA HISTORIA DE ANA CASTAÑEDA. FINAL~~

Tres meses más tarde.
**Ana**
Estoy de pie en mi dormitorio con sólo una camisola de fina batista cubriendo mi desnudez. A mi alrededor mi madre y mi tía Mariana se mueven como gallinas cluecas sacando prendas de armarios y cajones. Mi abuela Rosario, que no ha querido perderse ningún detalle de este maravilloso día, me mira desde una butaca dispuesta en la esquina de mi habitación con una sonrisa de compresión.

Es el día de mi boda y me estoy vistiendo para casarme con el hombre de mi vida.
Los meses que han pasado desde el regreso de Martín a Puente Viejo hasta hoy han pasado casi como un sueño para los dos. Tras convencerme que lo ocurrido con Martín es real, que ambos nos amamos con locura, no hemos podido ocultar nuestros sentimientos al resto del mundo. Tampoco ha hecho falta, pues tanto sus padres como los míos estaban al tanto de nuestro amor y sólo estaban dándonos tiempo a que nosotros lo descubriésemos.

Así que un par de semanas más tarde de hacer pública nuestra relación, Martín me pidió matrimonio y yo acepté llena de emoción y de alegría. Y un par de meses más tarde me hallo en mi habitación preparándome para nuestra boda.

Mi madre se acerca a mí llevando consigo el ligero corsé que ata con primoroso cuidado a mi espalda, mientras mi tía Mariana desenvuelve mi hermoso vestido de novia. Sé que ha debido costar una pequeña fortuna, pero mi abuelo Raimundo ha querido que yo vistiese como una princesa en este día tan especial.

Entre mi madre y mi tía pasan con cuidados los delicados pliegues de seda y encaje que componen las faldas y el corpiño de mi vestido, y siento deslizarse sobre mi piel la fina tela. Sus manos vuelan con precisión casi de cirujano abrochando botones de perla y anudando lazos, terminando de colocar hasta el último pliegue del vestido. Cuando finalizan se separan para analizar con ojo crítico su obra y oigo suspirar a mi abuela.

- Estás preciosa, niña mía—dice mi abuela con la voz temblando de emoción. –Eres la novia más bonita que he visto en mi vida.

- Pues aún falta lo mejor, querida Rosario—sonríe mi madre abriendo la caja que tan misteriosamente había traído mi padre unos días atrás. De ella sale una bella pieza de encaje marfil que extiende con delicadeza sobre mi cabello y mi espalda.

- Es… es hermoso—digo incapaz de contener la emoción.

- Tu padre lo encargó a una tienda en Madrid el mismo día que anunciasteis vuestra boda. Quería que lucieras como la novia más bella que jamás se haya casado en Puente Viejo.

- Este muchacho mío, siempre tan detallista y encantador.

- Si, madre, detrás de esa apariencia de asilvestrado que siempre ha gastado, Alfonso nunca ha podido esconder su corazón romántico—asiente mi tía ayudando a mi madre a colocar el casquete de encaje que ajustará el velo sobre mi cabeza.

- Ya está—dice mi madre un par de minutos más tarde. Da un pequeño paso hacia atrás y veo como sus ojos se empañan de la emoción.

- No llore, madre, o entonces también yo empezaré a llorar y no creo que pudiera parar.

- Ay, mi niña… Mi Ana, estás preciosa—me dice besándome cuidadosamente para no desorganizar mi vestido que tanto les ha costado arreglar.

Un tímido golpe en la puerta nos saca a las cuatro de ese estado embobado. La puerta se abre lentamente mostrando a mi padre tímido e inseguro, sin saber muy bien qué hacer. Ese día está realmente guapo con su elegante traje negro en el que ha sustituido su habitual pañuelo por una corbata oscura. Mi madre se acerca a él y lo besa con ternura a la vez que sacude con sus manos invisibles motas de polvo en su traje.

- Entra, mi amor—le dice tirando de su brazo. –Mira a nuestra pequeña. ¿A que está hermosa?

- Mi ángel siempre ha sido hermoso—pronuncia casi en un murmullo mi padre mirándome con adoración antes de acercarse a mí y ofrecerme un precioso ramo de tulipanes. –Esto es para ti, Ana. Lo envía Pepa.

Cojo con manos temblorosas el ramo que tan maravillosamente me ha preparado tía Pepa y lo apreto con cuidado contra mi pecho, muda por la emoción.

- Es la hora—comunica mi tía Mariana ayudando a su madre a levantarse. –Nos esperan en la iglesia.

Mi madre me abraza una última vez antes de desaparecer para recoger su mantilla mientras mi padre me ofrece galantemente su brazo. Se inclina hacia mí y deposita un suave beso en mi
mejilla.
- Espero que estés lista, ángel.
Yo asiento con mi cabeza. Siempre estaré lista para ir junto a Martín.
#973
Aricia
Aricia
28/10/2011 12:18
**Martín**
La impaciencia está acabando conmigo. A penas llevo diez minutos esperando de pie frente al altar y ya no puedo esperar más por ver a Ana entrar en la iglesia. Camino de un lado a otro, nervioso, bajo la comprensiva mirada de Don Anselmo. El viejo cura ha hecho un gran esfuerzo por estar presente en esa boda, aunque ya hace varios años que dejó la iglesia en manos de un sacerdote más joven. Pero él ha querido estar aquí, no sólo como parte más de nuestra familia, sino como testigo de primera mano de los votos que Ana y yo pronunciaremos en ese altar.

Don Anselmo nos ha visto crecer a ambos desde pequeños hasta convertirnos en el hombre y la mujer que somos ahora y, como él dijo, no había nada que le hiciera más ilusión que oficiar nuestra boda. El viejo sacerdote coloca una de sus viejas manos sobre mi hombro.

- Tranquilo, Martín. Es menester de las novias hacerse esperar—me dice con una sonrisa cómplice en su arrugado rostro. –Y tarea del novio esperarla.

Agradezco las palabras de Don Anselmo, pero sé que hasta que Ana no esté a mi lado mi inquietud no se calmará. Desde aquella maravillosa noche en la casona en la que ambos declaramos nuestro amor no ha habido día que no hayamos pasado horas juntos. Todas las mañanas, antes de ir a la fábrica, voy a recogerla a su casa y la acompaño a la consulta. Y por la tarde, cuando terminamos nuestro trabajo, ella me espera en la plaza del pueblo y juntos damos un largo paseo con nuestras manos entrelazadas en busca de algo de soledad.

Pero a partir de hoy no habrá más días ni noches separados. A partir de hoy comenzaremos nuestra vida como marido y mujer. Y es por eso que no puedo contener mi impaciencia.

Oigo un pequeño revuelo en la entrada de la iglesia. Mi madre aparece abrazando por la cintura a su mejor amiga, a su casi hermana Emilia. Ambas parecen estar compartiendo confidencias con una sonrisa que ilumina sus maduros y bellos rostros.

Ya está aquí, me digo cuando veo a Emilia sentarse en el primer banco de la derecha y a mi madre caminar hacia mí. Echando sus manos a mi nudo de corbata, me mira y susurra.

- Está aquí, Martín. ¿Preparado?

- Siempre—digo con tal convicción que arranco una risita a mi madre que ocupa su sitio al lado de mi padre.

Todo el mundo ha ocupado ya sus sitios. Las filas de bancos ocupadas por la gente que más quiero, mi familia y mis amigos. Mis padres y mis hermanas junto a mí, tan incapaces como yo de ocultar su ilusión y nerviosismo. Detrás de ellos mi tía Soledad, recién llegada de Oviedo, que me observa con cariño y melancolía en sus ojos.

También está Raimundo Ulloa sentado entre Sebastián y Gregoria quienes pacientemente le relatan todo lo que está ocurriendo a su alrededor. Rosario, la mujer que siempre me ha tratado con tanto cariño como si fuera sangre suya, ocupa también uno de los primeros bancos acompañada por sus hijos, Mariana y Ramiro y la progenie de ambos.

El silencio se hace entre los bancos. La gente gira sus cabezas hacia la puerta principal y yo con ellos. Una niña pequeña que reconozco como Ruth, la hermana de Ana, entra en la iglesia portando una cesta llena de pétalos de flores que lanza alegremente a su paso, tal vez con demasiada energía, porque a mitad del pasillo la cesta parece estar ya prácticamente vacía.

Mi mirada sigue fija en la puerta de la iglesia. La silueta de dos figuras se recorta contra la luz que entra por la puerta. Parpadeo un par de veces, enfocando mis ojos hasta que la veo. Está más hermosa de lo que jamás haya podido imaginar con ese vestido blanco y, sin embargo, mis ojos no pueden despegarse de los suyos. Al llegar a mi lado, su padre me entrega la mano de Ana mientras yo sigo sin apartar mi mirada de ella, embobado y feliz por tenerla junto a mí.

Don Anselmo carraspea ligeramente y conteniendo la emoción en su voz comienza a hablar, sus palabras fluyendo por la vieja iglesia. Pero yo apenas puedo hacer caso a su sermón, pues la emoción parece haber embotado casi todos mis sentidos.

Ana me da un ligero apretón a mi mano que sostiene la suya. La miro de soslayo y ella me sonríe. Puedo leer en sus labios las palabras que tanto nos hemos regalado entre nosotros estos meses. “Te amo”.
#974
Aricia
Aricia
28/10/2011 12:20
**Ana**

El día ha pasado como en un sueño para mí. Sé que Don Anselmo ha pronunciado el sermón más bonito que yo jamás haya escuchado, pero yo sólo tengo recuerdos del contacto de la mano de Martín sobre la mía, de su amorosa mirada, de sus labios pronunciando los votos que nos has convertido en marido y mujer y del beso que los ha sellado.

Después nos hemos visto envueltos en un aluvión de besos y abrazos de toda la gente que nos quiere. Y hemos escuchado mil y una felicitaciones por nuestra nueva vida que comienza juntos.

Ya es casi de noche, pero la fiesta sigue estando en pleno apogeo. Tío Tristán insistió en organizarlo todo en la casona y, tras una copiosa comida y unas cuantas horas de bailes y risas, la gente se prepara para dar buena cuenta de la cena. Martín está al otro lado de la sala conversando con un par de amigos, pero yo sé que él está pendiente en todo momento de mí pues puedo sentir como sus ojos siguen mis pasos.

Camino por la sala, saludando a todos esos rostros familiares y amados hasta que una desgarbada figura coronada por un sombrero de copa encasquetado casi hasta las cejas se interpone en mi camino.

- Una fiesta grandiosa, bella Ana.

Yo no puedo evitar la risa que sube hasta mi garganta al encontrarme a mi tío Hipólito, hombre siempre tan halagador. Y más cuando me saluda como tantas veces saludó en su juventud a mi madre y después a mi tía Mariana.

- Magnífica, tío.

- Don Tristán y doña Pepa se han superado así mismos—continúa mi tío gesticulando con sus manos con tan mala suerte que golpea a un camarero que lleva una bandeja de bebidas. El estropicio organizado llama la atención sobre nosotros y yo me echo a reír quitándole importancia. De todas formas, nadie parece sorprendido que el causante del estrago haya sido el ilustre alcalde de Puente Viejo.

- Venga aquí, tío—le digo apartándolo del camino de dos doncellas que vienen a recoger las vidrios antes de que continúe con su destrucción. –Me alegra mucho que estén disfrutando de este día con nosotros—continúo intentando ganarme su atención.

- Por supuesto, bella Ana. Sería impropio del alcalde de este gran pueblo no asistir a la boda de tan ilustres puentevejeros, su doctora y su internacional ingeniero. Además, como tío tuyo jamás podría perderme tu boda… Tu tía me mataría.

- Y nosotros estamos orgullosos de que el insigne alcalde de Puente Viejo haya asistido a la celebración—respondo halagándolo un poquito. Es mi tío, al que quiero, y a pesar de sus rarezas ha demostrado ser un gran alcalde.

- Gracias, gracias… Se merecen—dice con total falta de humildad por su parte. –Querría haber esperado a otro momento, quizás tal vez hacer una gran declaración en el pueblo, pero siendo el día de tu boda…

Yo miro intrigada a mi tío sin saber qué es lo que se dispone a revelarme en primicia.

- Esta misma mañana he recibido una carta del gobernador portando noticias del ministerio de Madrid—dice sin poder esconder su emoción. –Han aprobado la subvención para la construcción de la clínica en Puente Viejo.

- ¡Pero eso es magnífico!—contesto levantando la voz más de lo necesario y llamando la atención de toda la gente del salón. Martín me mira interrogante y se acerca hasta mí, al igual que tía Mariana que parece no estar tranquila al dejar tanto tiempo sin su supervisión a tío Hipólito.

- ¿Qué ocurre?—pregunta intrigado Martín rodeándome protectoramente con uno de sus brazos.

- Algo magnífico, Martín—respondo mirándolo emocionada. –Tío Hipólito me acaba de comentar que la construcción de la clínica es un hecho. Se lo han comunicado hoy mismo del ministerio.

Y con esas palabras descubro ante todos la buena nueva de mi tío. Él parece algo anonadado al ver como se le ha escapado la oportunidad de hacer toda una declaración rimbombante, pero parece recuperarse pronto y sentirse adulado por toda la atención y enhorabuenas que está recibiendo. Así que no tarda en recuperarse, hacerse un hueco en lo alto de las escaleras de la casona e improvisar un florido discurso constantemente interrumpido por aplausos.

No llego a escuchar sus palabras porque Martín tira de mí. Juntos nos escabullimos hacia el jardín donde hallamos un poquito más de intimidad. Allí, Martín me atrapa entre sus brazos antes de inclinarse sobre mi rostro y besarme. Como siempre, sus besos y caricias tienen la capacidad de convertir mis piernas en melaza y dejarme sin respiración.

- No sé si te lo he dicho hoy, Ana, pero te amo—susurra en mi oído haciendo que me estremezca de placer. –Y cuando te he visto entrar en la iglesia tan hermosa, he pensado que había muerto e ido al cielo.

- Pues soy muy terrenal—bromeo ocultando mi rostro en su cuello y aspirando su aroma. –Y puedo demostrártelo cuando quieras—añado mordiendo suavemente la piel que deja expuesta el cuello de su camisa.

Martín ríe, encantado por mi atrevimiento y vuelve a besarme.

Y entre sus brazos siento que voy a ser inmensamente feliz.

Sé que habrá momentos duros y difíciles, y nadie nos asegurará que la tristeza no nos acompañe en alguna etapa de nuestro camino juntos. Pero también sé que seremos infinitamente felices y que nos amaremos por el resto de nuestras vidas porque somos amigos, compañeros y amantes.

Hoy comienza la verdadera historia de Ana y Martín.

FIN
#975
martileo
martileo
28/10/2011 13:36
Aricia te ha quedado precioso, y el final me encanta. Gracias
#976
eiza
eiza
28/10/2011 14:58
ARICIA ES-PEC-TA-CU-LAR

(foro que no estoy gritando, es que el fic se merece las mayusculas leñe, que pesado eres)
#977
colgada
colgada
28/10/2011 14:59
Curando heridas
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Parte 6.-

"Querido Ernesto,

Te escribo mientras me preparo para partir de Puente Viejo hacia la casa de campo de la familia. Acabo de recibir noticias desde allí diciéndome que padre ha sufrido una caída del caballo y se encuentra postrado en cama sin poder moverse. No es grave, no te apures, unos huesos rotos, pero está allí con la única compañía de mi hermanita Alba, y necesitan mi ayuda. Desde que madre murió, Alba ha madurado mucho, pero no quiero dejarla sola en estas circunstancias.

Te confieso que me da mucha pena dejar a mi familia aquí. Los echaré mucho de menos a todos, Raimundo, Sebastián, Alfonso... y a mi pobre Emilia que apenas empieza a salir del tunel en el que andaba metida... No te preocupes, ya le he contado de tu existencia y aclarado que Alfonso siempre ha estado al tanto. ¡Ojalá no hubiera tendido que contárselo con tantas prisas! Aún esperaba poder alargar mi estancia aquí un par de semanas más, pero ¡qué se le va a hacer! Espero que pronto puedan devolverme la visita.

Deseando verte pronto en la casa de campo,

Te ama,

Blanca"
#978
colgada
colgada
28/10/2011 22:12
Curando heridas
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Parte 7.-

Anochecía. La casa estaba silenciosa ya que se preparaba un convite para el día siguiente en la Casona y tanto Rosario como Mariana habían tenido que volver a irse tras la cena, para ultimar los preparativos del festejo. Alfonso estaba sentado en el banco tomando el fresco, como acostumbraba últimamente, mientras acariciaba distraídamente un pequeño objeto entre sus manos. Alguien se aproximaba por el camino. Al acercarse más, distinguió a Emilia, arrebujada en un chal.

-Buenas noches Alfonso...

-Emilia, ¿cómo tú por aquí a estas horas? siéntate... ¿Ha pasado algo? -hizo un gesto señalando el banco a su lado y escondió a su espalda la pequeña figurilla de madera.

-Blanca ha tenido que marchar con urgencia, su padre ha sufrido un accidente, una caída del caballo. Está en cama y ha ido a reunirse con él... Te ha escrito esta carta -se la alargó- Insistió en que te la trajera hoy mismo.

-Vaya... ¡qué mala suerte! -Alfonso cogió la carta y se levantó, acercándose a la puerta para leerla a la luz interior.

Tras terminarla quedo pensativo un rato, sin dejar de mirar el papel. Al levantar la vista hacia Emilia, la vió juguetear con el borrico entre las manos. Se acercó a ella lentamente y al llegar a su lado, distinguió en la penumbra el brillo en sus ojos, llenos de lágrimas silenciosas.

-Emilia...

Ella se secó de un manotazo las lágrimas y ensayó una sonrisa...

-Lo.. lo has guardado todo este tiempo... con lo feo que es...-rió sin dejar de mirar la figurilla, pero un sollozo le partió la risa.

Alfonso se puso en cuclillas a su lado, mirándola y tomando sus manos, que aún sujetaban el borrico. No dijo nada.

-¿Por qué eres tan bueno conmigo? Yo he sido tan injusta... querías protegerme y yo...

-Bueno, ya tenía experiencia con el borrico...-la interrumpió- ¿o no te acuerdas de tus reacciones cuando intentaba ayudarte a tallarlo? -entornó los ojos. Emilia no pudo menos que sonreir.

-Eres el mejor hombre que conozco.

Quedaron mirándose en silencio.

-Emilia...

Emilia se levantó, dejando las manos de Alfonso ocupadas únicamente por el juguete de madera.

-Tengo que volver a casa, Alfonso. Es tarde.

-¡Emilia, no te vayas! Yo...

-No lo digas Alfonso, por favor... te mereces algo mejor, quiero que seas feliz. -dijo sin volverse a mirarlo.

-¡Que cabezota eres! ¿Pero es que no lo entiendes? -casi gritaba- ¡Emilia! - la agarró de los hombros y la atrajo hacia sí, hasta que sus caras se encontraron a pocos centímetros la una de la otra-¡Reacciona!¡Tienes que dejar atrás todo lo que pasó!¡Todo!¡Esa no eres tú! -trató de tranquilizarse al ver el espanto en los ojos de ella- Emilia... por favor... no dejes que ese malnacido siga haciéndote daño... ¡te necesito conmigo!

-No puedo Alfonso...-las lágrimas rodaban por sus mejillas- te mereces...

Alfonso se inclinó sobre sus labios y la silenció con un beso exigente, lleno de todo el amor y todo el deseo que hasta ese momento se había obligado a ocultar. El chal cayó al suelo, junto con la carta. Se podía leer la despedida:

"...Díselo Alfonso.
Os quiere,

Blanca"
#979
lapuebla
lapuebla
28/10/2011 22:53
bravo
bravo
bravo
bravo
bravo
#980
olsi
olsi
28/10/2011 23:21
Bravoooo colgadaaaaa!!!! bravo
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