FormulaTV Foros

Foro El secreto de Puente Viejo

La Biblioteca (A - K)

Anterior 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 [...] 52 53 54 55 Siguiente
#0
FermariaRules
FermariaRules
17/08/2011 13:26
labibliotecaa-k

EL RINCÓN DE AHA
labibliotecaa-k
El destino.

EL RINCÓN DE ÁLEX
labibliotecaa-k
El Secreto de Puente Viejo, El Origen.

EL RINCÓN DE ABRIL
labibliotecaa-k
El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.

EL RINCÓN DE ALFEMI
labibliotecaa-k
De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.

EL RINCÓN DE ANTOJEP
labibliotecaa-k
Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.

EL RINCÓN DE ARICIA
labibliotecaa-k
Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.

EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
labibliotecaa-k
Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos

EL RINCÓN DE CAROLINA
labibliotecaa-k
Mi historia.

EL RINCÓN DE CINDERELLA
labibliotecaa-k
Cierra los ojos.

EL RINCÓN DE COLGADA
labibliotecaa-k
Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III

EL RINCÓN DE CUQUINA
labibliotecaa-k
Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.

EL RINCÓN DE EIZA
labibliotecaa-k
En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos

EL RINCÓN DE FERMARÍA
labibliotecaa-k
Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.

EL RINCÓN DE FRANRAI
labibliotecaa-k
Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.

EL RINCÓN DE GESPA
labibliotecaa-k
La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.

EL RINCÓN DE INMILLA
labibliotecaa-k
Rain Over Me I, II, III.

EL RINCÓN DE JAJIJU
labibliotecaa-k
Diálogos que nos encantaría que pasaran.

EL RINCÓN DE KERALA
labibliotecaa-k
Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#121
viliga
viliga
26/08/2011 16:48
ya que estoy aqui me gustaria que lass personas que no hayan leido mi historia les invito a que lo hagan y me den sus opiniones y comenteis lo que os gusta y no os gusta
#122
riona25
riona25
26/08/2011 17:05
VILIGA, yo estoy terminando de escribir una cosilla. En cuanto termine me pasaré gustosa a leerlo ;-)
#123
viliga
viliga
26/08/2011 17:18
muchas gracias riona25 es que hay muy buenos escritoras y me gusta saber las opiniones de la gente
#124
riona25
riona25
26/08/2011 17:26
viliga, yo he escrito solo una vez, se llama "abrir los ojos" y está justo antes de la tuya, es que han estado haciendo cambios y se ha traspapelado :p Si te apetece leerla pasate jeje
#125
FermariaRules
FermariaRules
26/08/2011 18:23
Pues no te lo vas a creer Riona, pero en la cabecera, el código está bien, está tu rincón, tu imagen y todo bien, pero por alguna extraña razón, no se visualiza bien.

Voy a pegarle un aviso al moderador a ver qué puede ser.

Lo he cambiado de sitio, y ahora el que no aparece es el de viliga. xD Esto no hay quien lo entienda.
#126
barbareta87
barbareta87
26/08/2011 18:36
fermiarules el de viliga si aparece. Esta por el final.
#127
FermariaRules
FermariaRules
26/08/2011 18:50
Sí, ahora aparece porque lo he vuelto a cambiar, pero ya no aparece el de Mary. No sé por qué.
#128
eiza
eiza
26/08/2011 19:04
Mari, prueba a quitar la imagen de la biblioteca, la principal a ver si es una razon de peso, aunque lo dudo que hay otros post que tienen cuarenta mil cosas mas, de todas formas algo hay mal, porque el boton de avisar al moderaror esta en el quinto pino
#129
FermariaRules
FermariaRules
26/08/2011 20:12
He dado a avisar al moderador a ver si me lo miran, porque yo, por más que miro y remiro el código, no veo dónde está el fallo... :S
Ahora salen todos porque los he movido, pero he tenido que quitar todo el texto. He pensado que podía ser una cuestión de peso, pero como tú dices, hay post que tienen más peso, así que no sé.
#130
Artemisilla
Artemisilla
26/08/2011 21:49
Chicas, me tenían secuestrado el ordenador, así que non podía entrar al foro, y ahora que llego me encuentro con unos relatos magníficos. La puebla o Riona, por poner un ejemplo. Me habéis alegrado el día. Gracias!!
#131
AntojeP
AntojeP
27/08/2011 03:13
A ver que alguien me explique como va esto y que tengo que hacer para publicar una historia que he escrito :) Muchas gracias¡¡
#132
lapuebla
lapuebla
27/08/2011 09:59
-LOS CONSEJOS DE ROSARIO-

Rosario se había quedado muy preocupada al escuchar la conversación entre Ramiro y Alfonso. Era la primera vez que veía a su hijo mayor tan abatido. Si bien era cierto que era un muchacho muy cabal, que no había dudado en echarse a la espalda las responsabilidades del cabeza de familia, no menos cierto era que siempre había sido un zagal divertido y optimista, que intentaba encontrar el lado bueno de las cosas y dispuesto a tirar para adelante, aunque las circunstancias fueran adversas.

¿Cómo era posible que ahora quisiera irse de Puente Viejo porque estaba harto de la vida que llevaba?. Y, sobre todo, como era posible que ella, su madre, no se hubiera percatado antes de que algo le pasaba a Alfonso. Estaba tan absorta en cuidar de Juan y preocupada por los problemas de la casona, que no se había dado cuenta que el mayor de sus hijos tambien necesitaba de su apoyo.

Salió al pequeño patio. Alfonso estaba sentado junto al montón de leña. Era curioso, pero cada vez que estaba preocupado o enfadado se desquitaba partiendo leña. Aquella ardua labor conseguía templarle los nervios. Sin embargo ahora estaba sentado, con los codos apoyados en las rodillas y la vista fija en el suelo.

-Alfonso, hijo, ¿qué haces ahí fuera?. ¿No ves la hora que es?

-Nada madre, no se preocupe, sólo estaba tomando un poco el fresco.

-Pero como no me voy a preocupar, viéndote tan taciturno. Pero si apenas has cenado…con el saque que tu tienes. Algo muy gordo debe rondarte la sesera para que te quite el hambre.

-No es nada madre. Sólo tonterías mías…

Alfonso trataba de disimular su tristeza. Su madre ya tenía bastante con aguantar las humillaciones de Doña Francisca e, incluso, en los últimos días de Soledad. Y por si no fuera suficiente, estaba el descastado de su hermano Juan, que en su desesperación no veía el dolor que le estaba causando a la familia. Así que lo último que necesitaba Rosario era que él le calentara la molleja con sus cuitas amorosas.

-¿Es que no confías en tu madre?..Anda cuéntame que te está pasando…

-Que no madre, que usted ya tiene bastantes problemas encima.

-No seas cabezota. Al final me voy a quedar más preocupada si no sé lo que te pasa. ¿Por qué te quieres ir de Puente Viejo?

-Vaya, ya veo que el bocazas de Ramiro no ha tardado nada en irle con el cuento!!

-No le eches la culpa a tu hermano. El no me ha dicho nada. Es que os escuché mientras hablabais por la tarde….

-Aquí no tengo fúturo… Siempre será un jornalero que no tiene ni donde caerse muerto. Me deslomo por cuatro perras……

-Hijo, no digas eso. Tienes a tu familia y, además, nunca te ha faltado el trabajo. Si hasta el mastuerzo del Mauricio sabe que no hay un hombre más trabajador en toda la comarca y tú y tu hermano sois los jornaleros mejor pagados. Por no hablar de los Ulloa, que te pasas más tiempo trabajando para don Raimundo que en tu propia casa. Nunca te va a faltar un trozo de pan que llevarte a la boca.

-Ya. Pero otra cosa muy distinta es que tenga con qué alimentar a mis hijos. Bueno, en el caso de que algún día tenga hijos….

-Claro que los tendrás!!. El problema es que no dedicas tiempo a rondar a las mozas…..(Rosario esbozó una sonrisa cómplice). Pero si con lo buen mozo que eres seguro que se te rifan las muchachas casaderas de toda la comarca…

-Eso lo dice usted porque es mi madre.

-Por supuesto.. Y tambien porque tengo ojos en la cara y veo un hombre apuesto, que además es trabajador, cabal y con un corazón que no le cabe en el pecho.

Alfonso se abrazó a Rosario. Seguía siendo igual de reconfortante sentir el calor y el afecto de su madre como cuando era un niño y buscaba protección en su regazo.

-Y ahora desembucha!!

-Es que….. me he enamorado….(sentía como su rostro enrojecía con la vergüenza) pero ella ….ella no siente lo mismo por mi.

-¿Y como lo sabes?. ¿Acaso le has dicho a Emilia lo que sientes?

-¿Cómo sabe que estoy hablando de Emilia? .-preguntó perplejo Alfonso.

-Pues, tonto, porque has estado enamorado de esa chiquilla desde que eras un crío. Mira que a las madres no se nos escapa nada…….Pero dime, le has dicho o no lo que sentías?

-Lo he intentado madre. Pero o no encontraba el momento con todo lo que estaba pasando con Sebastián, o me interrumpía el oportuno de Ramiro o ……..ella me recordaba que somos como hermanos, que la tengo que tratar igual que a Mariana. Y claro, yo me callé y ya no le dije nada. Para qué?

Rosario se quedó pensativa un buen rato. Alfonso esperaba que le dijese algo así como que en el mundo sobraban mujeres y que lo que tenía que hacer era olvidarse de Emilia Ulloa y buscarse una buena moza que lo quisiera. Esa sería la respuesta normal. Pero su madre no era una persona normal, era una persona extraordinaria.

-Y con lo cabezón que eres tú para según que coas, ¿te vas a rendir tan fácilmente?

-¿Y que quiere que haga?. ¿Cantarle serenatas todas la noches? Si aun fuera el Ramiro, que se da maña con la guitarra……Si hasta Hipólito parece darse más maña que yo en estos temas…..

-Anda, déjate de serenatas y no digas tonterías. No puedes rendirte pero, eso sí, tienes que cambiar tu modo de comportante.

-¿Qué quiere decir?

-Quizás lo que tienes que hacer es que ella te eche de menos. Si dejas de estar siempre a su disposición, acabará por darse cuenta de lo mucho que te necesita. Ah, y unos pocos celos tampoco estarían de más…..

-Madre, nunca pensé que la oiría hablar así. Usted siempre nos ha enseñado que hay que ir con la verdad por delante.

-Si, pero en el amor y en la guerra todo vale…..Haz caso a esta vieja, que antes de ser madre tambien fue mujer y joven y aunque no te lo creas, buena moza, y sabe que a veces una no sabe lo que tiene hasta que lo pierde….

Madre e hijo siguieron charlando durante un buen rato, entre risas, anécdotas y, sobre todo, buenas dosis de cariño. Al final, Alfonso recuperó su habitual buen humor y el apetito, puesto que antes de irse al camastro dio buena cuenta de la cena que antes apenas había probado. Mientras, Rosario lo miraba pensando que siempre sería su chiquillo. Además, por primera vez en mucho tiempo un atisbo de esperanza entraba en aquella casa, ya que estaba firmemente convencida de que su hijo mayor acabaría conquistando a la pequeña de los Ulloa, tal y como ella había predicho cuando eran unos chiquillos y los veía jugando a la orilla del río.
#133
mary14578
mary14578
27/08/2011 11:40
AntojeP copia aqui la historia o pon el link del post de Alfonso y Emilia que es donde la has publicado, nosotras te hacemos un banner para hacerte tu rincón arriba y ya Mari se encarga de enlazar el nick :) tú solo tienes que poner el nombre de la historia y el link.
#134
olsi
olsi
27/08/2011 12:46
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/233/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#135
riona25
riona25
27/08/2011 13:14
SU VERDAD

PARTE 1ª

A esa hora, la mayoría de los hombres andaba en el tajo así que la casa de comidas estaba casi vacía. Emilia y Pepa estaban aprovechando ese momento de tranquilidad para, sentadas a la mesa, departir un rato con un poquito de moscatel frente a ellas. De repente, un gran alboroto rompió la calma de la plaza y ambas muchachas se levantaron al unísono para ver que pasaba. No alcanzaban a llegar a la puerta cuando escucharon los gritos de Ramiro.

-¡Pepa! ¡Dónde está Pepa! -voceaba el muchacho lleno de desesperación mientras bajaba de una carreta con las manos ensangrentadas.

Ambas jóvenes corrieron alarmadas al verlo de esa guisa.

-Ramiro, ¿qué te ha pasado? -lo interrogó Pepa tomando sus manos, tratando de encontrar sus heridas, pero él se zafó sacudiendo con fuerza la cabeza.

-¡Esta sangre es de Alfonso! -exclamó sollozando, señalando hacia el carro.

Emilia sintió como el alma se le caía a los pies al ver como, entre Mauricio y dos hombres más, sacaban a Alfonso de aquella carreta, con el pecho ensangrentado y el cuerpo inerte. Parecía un monigote, un guiñapo sin vida, y Emilia no pudo evitar el temerse lo peor.

-Alfonso -susurró con la voz hecha un nudo en la garganta.

-¡Subidlo al consultorio, rápido! -le ordenó la partera a Mauricio quien ya la obedecía, en tanto ella, acompañada por Ramiro y Emilia corrían detrás.

Los hombres lo colocaron con cuidado en la camilla y Pepa se hizo hueco para empezar a revisarlo.

-¿Una herida de bala? -se alarmó Pepa. -¿Pero que diantres has hecho, borrico? -acusó duramente a Mauricio.

-Ha sido Virtudes -lo defendió Ramiro, tal vez por primera vez en su vida.

-¿Virtudes? ¿Pero no había muerto? -se asombró la partera.

-Estábamos en el campo y...

-¡Da igual! -cortó Emilia la cháchara. -Pepa, ¿cómo está? -le preguntó con el corazón en un puño.

-Mauricio, haz el favor de acabar tu buena obra y avisa al cirujano de La Puebla -le pidió ella.

-Debo llevar a esa anarquista al cuartelillo -le rebatió.

-Pues que la escolten veinte de tus hombres si es necesario para cumplir ese cometido -se le encaró Pepa. -Contigo basta para avisar al médico y más te vale que aligeres porque como algo le suceda al zagal, ni la Montenegro te salva de ésta.

El capataz se tragó las ganas de replicarle y se marchó.

-¿Tan mal está que no puedes hacer nada? -preguntó con temor Ramiro.

-Ve a avisar a tu madre -respondió ella con ambigüedad.

-Pepa, por Dios, dime algo -le cuestionó Emilia una vez estuvieron solas. Tenía tanto miedo que apenas le salía la voz.

-Tráeme esas tijeras y ayúdame -le pidió entonces su amiga y ambas comenzaron a descubrir el pecho de Alfonso. Había tanta sangre que Emilia casi no alcanzaba a ver la herida.

-Pepa, no soy tonta -dijo Emilia con un hilo de voz. -A este paso, si sigue sangrando así no habrá galeno que llegue a tiempo. Tienes que hacer algo.

-Maldita sea mi suerte. Y la historia se repite -masculló entre dientes mientras buscaba trapos para parar la hemorragia. -Soy partera ¿qué demonios he de hacer con una herida de este calibre? -negaba con la cabeza.

-A Alberto lo operaste.

-Era en una pierna, Emilia -le recordó. -Alfonso tiene atravesado el pecho. Además, a la postre no pude salvar a Alberto tampoco de la herida del vientre.

-Pero lo intentaste, Pepa -le insistió. -¡Y si no haces algo, Alfonso se muere sí o sí! -le agarró los brazos, con exigencia y desesperación.

-Yo... -titubeó. -Haré lo que pueda.

-Si fuera Tristán el que estuviera tirado en esa camilla y yo la que tuviera su vida en mis manos, ¿te bastaría con un “haré lo que pueda”? -la soltó entonces, declarando en aquella demanda ni lo que ella misma sabía. Y a Pepa tampoco le hizo falta mucho para entender lo que había tras sus palabras. Asintió y comenzó a subirse las mangas.

-Tráeme aquel maletín...
#136
riona25
riona25
27/08/2011 13:14
SU VERDAD

PARTE 2ª

El sol de la madrugada comenzaba ya a iluminar el consultorio. Emilia se removió en el butacón desde el que había velado el sueño de Alfonso. Tenía todo el cuerpo agarrotado de la tensión y de no haber pegado ojo en toda la noche, aunque no creía ser capaz de dormir hasta que no lo viera levantarse de aquella camilla. El galeno había llegado tiempo después de que ellas le hubieran extraído la bala y no pudo más que alabar la labor de ambas y decirles que nada más se podía hacer, salvo esperar.

No sabía cómo lo había hecho, pero había conseguido que Rosario le cediera el privilegio de cuidar de él aquella noche dándole un sinfín de razones absurdas, aunque la madre del muchacho había comprendido sus verdaderos motivos en cuanto le había pedido que le permitiera quedarse con él con la angustia dibujada en su rostro. Porque había sufrido con la enfermedad de su padre, sufría ahora con su hermano encarcelado, pero ver que perdía al amor de su vida cuando acababa de encontrarlo le desgarraba el alma.

Era irónico; Rosario había entendido en un segundo lo que a ella le había costado años. Siempre había mirado hacia otro lado, el equivocado y distraída con tonterías, primero con Alberto y luego con aquel admirador secreto del que nunca más se supo, sin percatarse de que, el hombre que le quitaba el aliento, estaba justo enfrente. Y lo peor de todo era que estaba tan ciega que había tenido que verlo medio muerto para darse cuenta de que ella se moría con él si eso llegaba a pasar.

Por enésima vez en esa noche, se levantó y se acercó a él, despacio, posando con suavidad su mano sobre el vendaje que le habían colocado Pepa y ella cubriendo su torso. Contuvo la respiración y aguardó, observando su mano, suspirando con alivio al ver cómo oscilaba, arriba y abajo, en un ritmo que la llenaba de esperanza. Entonces, acercó una de las sillas a la camilla y se sentó, tomando una de sus manos entre las suyas; era fácil ser valiente estando él así, inconsciente, pero es que era casi imposible que ella se atreviera a mostrarle sus verdaderos sentimientos de frente.

Tal vez era la mujer más egoísta sobre la faz de la tierra pero no se arriesgaría a confesarle su verdad, porque si la rechazaba, que era lo más seguro, se romperían todos los lazos que existían entre ellos. Prefería conservar a su amigo, a aquel que siempre había estado a su lado en todos los devenires de su vida, viéndolo llegar cada día con Ramiro a tomarse un par de vinos y seguir viendo su rostro y escuchar su voz aunque fuera de lejos, saber que podía seguir contando con él aunque nunca supiera cuál era el sabor de sus labios o recibir de ellos un te quiero. Ella podía renunciar a todo eso, pero no a tenerlo cerca, aunque para eso, él debía superar aquella prueba y vencer a la muerte.

Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, tanto había llorado aquella noche que no creía que le quedasen más. Se sentía inútil, impotente, desvalida, como si él debiese salvarse para salvarla a ella.

-Alfonso, no puedes dejarme sola -sollozó en un susurro. -No te atrevas, ¿me oyes?

Apoyó su rostro en la camilla, cerca de su brazo, y comenzó a acariciárselo con suma lentitud. Y esperó, esperó a que la Diosa Fortuna tuviera a bien concederle aquella gracia, hasta que fue otra mano la que comenzó a acariciar la suya.

-Emilia... -escuchó murmurar a Alfonso y la muchacha se levantó de la silla dando un respingo, llena de alegría.

-Alfonso, por fin despiertas. ¿Cómo te sientes? -comenzó ella a palparle la frente por si tuviera fiebre.

-Como si una carreta me hubiera pasado por encima -levantó la cabeza intentando incorporarse. -¿Qué ha pasado?

-Ni se te ocurra moverte o se abrirá la herida -se lo impidió ella. -¿No recuerdas que Virtudes...?

Alfonso agitó una de sus manos, interrumpiéndola.

-Ya me acuerdo -dijo llevándose la mano a lugar donde había recibido el disparo. -Estábamos trabajando cuando, de no sé donde, apareció esa mujer y se me plantó enfrente pistola en mano. Luego un fogonazo me atravesó el pecho y ya no recuerdo nada más, sólo el pensamiento de que no lo contaba.

-Pues imagínate lo que pensé yo cuando te vi llegar con todo el cuerpo ensangrentado -rememoró ella, volviéndole también a la memoria el sufrimiento acaecido.

-Siento haberte hecho padecer -le dijo con suavidad. -No llores más -le pidió alzando su mano para enjugar sus lágrimas.

-Es que aún tengo el miedo en el cuerpo -trató de excusarse. Ni siquiera se había dado cuenta de que lloraba de nuevo. -Pensarás que soy boba -bajó el rostro avergonzada pero Alfonso le hizo alzar la barbilla para que lo mirara.

-Pienso que eres preciosa -declaró él en un impulso y la vergüenza de Emilia se tornó en profundo sonrojo, aderezado con una sonrisa nerviosa.

-No me puedo creer que, conforme estás, aún tengas ganas de chanzas.

A Alfonso no se le escapó ni el nerviosismo de su voz ni su rubor. Tal vez, aquella verdad dicha sin pensar ponía fin a semanas de incertidumbre.

-Porque me has visto al borde de la muerte, tú misma deberías saber que no bromeo -le dijo con suma seriedad. -Ya no quiero perder más el tiempo.

-Alfonso, no termino de entenderte -repuso ella llena de cautela, no queriendo leer entre líneas.

-O acaso tú no quieres verlo -supuso imaginando que ella quería evadir el tema.

-Tal vez temo confundir las cosas -siguió con la prudencia, deseando con todas sus fuerzas no equivocarse y esa misma inseguridad de ella le dio el aplomo suficiente a él para dar el siguiente paso.

-Entonces te lo diré con todas las letras. Te quiero, Emilia, y si tú quisieras...

-Sí que quiero -lo cortó ella con una gran sonrisa de felicidad en la cara.

-Ahora soy yo el que debería asegurarse -bromeó Alfonso, sonriente.

Emilia no pudo evitar reír.

-Que te quiero, tonto.

Alfonso rió con ella, lleno de alegría.

-¿Eso significa que puedo besarte? -preguntó con fingida inocencia.

-Significa que, si no lo haces, acabaré contigo yo misma -lo amenazó en broma pero deseando en serio aquel beso.

Alfonso tiró suavemente de ella y Emilia no se hizo de rogar, inclinándose sobre él para dejar que sus labios se encontraran con los de él, cálidos y exigentes. De nuevo lloraron sus ojos aunque, esta vez, descubrió que había lágrimas dulces, las de felicidad.
#137
riona25
riona25
27/08/2011 13:15
SI TE VAS


Ya era de noche cuando Alfonso salió de su casa. Tal vez era demasiado tarde para hacer visitas pero no quería marcharse sin despedirse; partiría al alba y entonces sí que no podría hacerlo. Cuando llegó a la casa de comidas, Raimundo ya estaba terminando de subir las sillas para cerrar.

-¿Qué haces aquí a estas horas, muchacho? -le preguntó al verlo entrar.

-Perdone que lo importune...

-No lo haces -le replicó. -Es sólo que es muy tarde y mañana es día de labor.

-Verá... -titubeó. -Es que vengo a despedirme de usted.

-¿A despedirte? -le cuestionó dejando a un lado la tarea que realizaba. -¿Es que te marchas?

-Sí, Don Raimundo, parto al alba.

-Pero, ¿por qué, muchacho? -lo miraba lleno de incredulidad. -¿Y adónde?

-No lo he decidido aún, donde me lleve el camino. Lugares habrá en donde necesiten un bracero.

-Pues si no me confundo es el mismo trabajo que tienes aquí -se cruzó de brazos, disconforme. -Normalmente, cuando uno deja su casa es para labrarse un futuro mejor, que no es tu caso, así que me queda la opción de que escapas de algo o de alguien -citó con énfasis la última parte.

Alfonso miró hacia el suelo sin contestar.

-¿Es que mi hija te ha rechazado? -quiso tantear Raimundo.

-No le ha hecho falta -negó el muchacho. -Me ve como a un hermano y eso es algo con lo que yo no puedo lidiar y menos aún ver como, las miradas que quisiera para mí, se las dedica a otro.

-¿De quién hablas?

-De Severiano, que tremendo gran amigo a resultado ser -masculló entre dientes.

-Pues no sé que decirte -se lamentó Raimundo.

-Es que no hay nada que decir -se encogió Alfonso de hombros. -Sólo quería despedirme de usted y agradecerle todo lo que ha hecho por mí todos estos años.

-¿Eso significa que no te vas a despedir de ella?

-Ni siquiera me echará en falta tan entretenida como andará con ese mal agradecido -habló con rabia.

-Alfonso...

-No me lo tenga en cuenta -se apuró el muchacho en disculparse. -Es el desencanto el que habla por mi boca. Si algún día Emilia pregunta por mí, dígale que lo único que quiero es que sea feliz.

Y dicho esto, abrazó a Raimundo en una despedida definitiva. Luego se separó de él y, sin mirar atrás, se dirigió a la puerta.

-Buena suerte, Alfonso.

-Gracias -le respondió desde el umbral, tras lo que salió.

Se detuvo un momento a contemplar la plaza vacía y comenzó a atravesarla por última vez. Pensó en las palabras de Raimundo diciéndole que estaba escapando y era la pura verdad pero no sólo huía de Emilia sino del sufrimiento de verla cada día sabiendo que él no significaba nada para ella.

-¿Y es en serio que no vas a despedirte?

Alfonso paró en seco al escuchar la voz de Emilia a sus espaldas. Cuando se giró, la vio frente a él con los brazos cruzados y expectante.

-Adiós -dijo él entonces.

-¿Y eso es todo? -ironizó ella.

-¿Qué más quieres que te diga? -replicó con desgana.

-¿Por qué me hablas así? -preguntó entonces con un deje de tristeza. -¿Es que te he ofendido de algún modo?

-No, Emilia -habló aún con más desdén. -¿Puedo irme ya?

La pena se dibujo en la cara de la muchacha y a Alfonso le dolía en el alma tratarla así pero le dolía aún más el saber que nunca sería para él. Poco importaba que esas fueran las últimas palabras dichas entre ellos, si el rencor la ayudaba a olvidar, mejor, él haría todo lo posible por olvidarla a ella aunque le costara toda la vida.

-¿Por qué te vas, Alfonso? -susurró entonces Emilia con un nudo en la garganta. -Yo no quiero que te vayas.

-Y yo no quiero seguir aquí haciendo para ti el papel de hermano -le reprochó con dureza.

-Es que yo no quiero que lo seas -se defendió ella aunque con voz temblorosa. Cuanto más se alzaba él, más se apocaba ella.

-Por favor, Emilia -rió con sarcasmo. -Hace muy pocos días me dijiste que era así como me veías -le recordó. -¿Me vas a decir que me he convertido en el hombre de tu vida de un día para otro? -se mofó.

-De un día para otro no -sacudió la cabeza. -Me han bastado unos pocos segundos, los que has necesitado tú para decirle a mi padre que saldrías por la puerta y no volverías más.

El rictus endurecido de Alfonso se destensó con el desconcierto.

-Se dice que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, -continuó ella, -y yo he visto que te perdía con cada paso que dabas.

Alfonso se veía incapaz de reaccionar ante esa confesión. Ya lo había dado todo por perdido y ahora Emilia le estaba dando a entender que lo quería... así, sin más, cuando esa misma tarde la había visto riéndole las gracias a Severiano.

-No me crees -afirmó Emilia al vislumbrar la duda en sus ojos. -¿Qué debo hacer para que entiendas que no hay nadie más que tú? -comenzó a desesperarse al ver que no reaccionaba. -¿Quieres que diga a viva voz aquí en mitad de la plaza que te quiero? ¿O que te ruegue de rodillas para que me creas?

-No hagas tonterías -le pidió él sujetándola por los brazos temiendo que se humillara arrodillándose frente a él.

-¿Qué he de hacer para que me perdones por haber estado tan ciega? -continuaba ella al borde del llanto.

-Emilia...

-¡Eres un embustero, Alfonso Castañeda! -explotó de pronto la muchacha, cerrando los puños y descargando sendos golpes sobre el pecho del muchacho que la miraba sorprendido. -Acabas de decirle a mi padre que querías mi felicidad...

-Emilia...

-...bien pues, mi felicidad eres tú y poco te importa porque, aún sabiéndolo, igual me quieres dejar. Eres un...

Y ya no pudo continuar. Alfonso atrapó su boca con la suya callándola y estrechándola con fuerza contra él para detener los brazos enrabietados de Emilia.

-¿Me quieres dejar hablar y decirte que te quiero? -le pidió él mientras ella trataba de recuperar el aliento. Aunque poco le importaba desfallecer. Ante la confesión de Alfonso, y rebosante de dicha, le echó los brazos al cuello y esta vez fue ella quien lo besó, separándose al momento.

-Alfonso, ¿lo de los doce hijos iba en serio? -preguntó con ingenuidad.

Él le lanzó un pícara sonrisa y se acercó de nuevo a sus labios.

-Todos los que sean menester.
#138
Artemisilla
Artemisilla
27/08/2011 14:56
Riona, ha sido un placer descubrir a una escritora como tú, en serio. Me gusta ver cómo Emilia se ha dado cuenta de lo que siente. Ojalá sea así en la serie.
#139
eiza
eiza
27/08/2011 15:14
Pepa, yo no se si sera culpa del aire acondicionao, pero no es normal que cuando lea tu fic se me pongan los pelos de punta!!!

Riona, mandaselo a los guionistas, para que aprendan, porque es un placer descubrir todas las perlas que nos dejas.

mari, revisa el codigo, no estoy yo muy segura que no haya un error, porque si te fijas, falla hasta el primer comentario, una vez publicado ese comentario no se trastoca nada mas, es raro de narices, y los moderadores yo creo que hasta el lunes....

Las dos Marias, (mari FM y Mary) yo ya no vengo hasta el domingo noche, asi que haced el favor de no ser perras y hacer los banner para olsi y antoje!!!! (Como me gusta meterme con vosotras)
#140
lnaeowyn
lnaeowyn
27/08/2011 15:43
Buenooo, qué maravilla hay por aquíii. Genial todoo. En serio, esto parece una colonia de magníficos escritores.

En fin... voy a aportar algo. Concretamente, cómo me gustaría que fuese la escenita del lunes entre Francisca y Raimundo ;-) Lamento cortar en dos el relato, pero es demasiado largo.

SPOILER (puntero encima para mostrar)

Raimundo Ulloa sentía que el corazón acabaría por explotarle en el pecho. Ardía de rabia, dolor, confusión y un sentimiento al que ni siquiera tenía el valor de nombrar. Sus pasos le llevaban a la Casona como si sus pies tuviesen voluntad propia. Esa tortura le mataría. Estaba seguro de ello. Sebastián le había perdonado por acabar con Virtudes. ¡Le había perdonado! Y sabía que lo había hecho de corazón, no como mero trámite. Recordaba cómo Sebastián y Emilia le habían abrazado. Recordaba sus palabras, diciéndole por décima vez que no se sintiera culpable por haber hecho lo que… le dictaba su conciencia. Recordaba sus rostros. En ellos había amor, indudablemente, pero también había unas expresiones de compasión que no hacían sino atormentarle más. Todo el mundo parecía mirarle de la misma forma, incluso los Castañeda. Como si en el fondo supieran que la tortura que arrastraba ya no tenía que ver con el crimen que se había visto obligado a ejecutar.
Apoyó su mano en la madera de la puerta de la Casona. La contempló como si fuese la primera vez que la veía. Antes de que pudiese arrepentirse y dar media vuelta, la puerta se abrió. Rosario salía un momento a sus recados diarios y se quedó asombrada al verle allí.
- ¡Raimundo!- la buena mujer le contempló sorprendida.- ¿Qué estás haciendo aquí?
Él la miro. Después sus ojos se perdieron en el vacío.
- A decir verdad… ni yo mismo lo sé.
Ella le miró. Sintió una enorme pena por él, por aquel hombre tan extraordinario como valiente. Rosario apoyó una mano en su brazo. Siempre le había apreciado muchísimo. Y siempre había dicho que no existía en toda la comarca un corazón más noble que el de Raimundo Ulloa.
- Raimundo…- él la miró. Rosario le sonrió cariñosa.- ¿Recuerdas la primera vez que entraste en la Casona?
Él se quedó inmóvil, sintiendo una daga en el corazón. ¿Qué si lo recordaba? Dios, tan nítidamente como si hubiese ocurrido ayer y no hacía treinta y tantos años. Rosario le apretó la mano.
- No dudaste ni por un momento cuando cruzaste el umbral. No lo hagas ahora tampoco.- dijo ella. – Sea lo que sea y… pase lo que pase… no lo hagas.
Se miraron como si compartiesen una vida de secretos. Como si no necesitasen palabras para entenderse. Raimundo le sonrió un tanto triste. Rosario le devolvió la sonrisa. Después, él apretó el puño, como si buscase ánimos en lo más hondo de su orgulloso ser. Alzó la cabeza y entró.
Francisca estaba sentada en la mesa de su despacho. Sostenía un libro entre sus manos. Su mente no dejaba de rememorar cada escena vivida allí el día anterior. Todavía veía frente a ella a Raimundo, apuntándola con un arma. Al principio creía que no podía existir peor dolor que ver a… él dispuesto a dispararle. Si la odiaba hasta ese punto francamente, no le importaba morir. Pero después… Las imágenes se sucedían en su mente. Virtudes apuntándola, con una determinación de matarla en verdad real. Raimundo interponiéndose. Había cerrado los ojos, esperando su final, cuando él, sin dudarlo ni un instante, disparó a Virtudes, salvando su vida justo cuando casi la oía apretar el gatillo.
Francisca creyó morir por la avalancha de sentimientos. Apretó el libro entre sus manos. Los poemas de Rosalía parecían mitigar siempre sus dolores, pero en aquel momento, no surtían efecto. Ella le había agradecido a Raimundo su heroicidad, descubriendo irremediablemente sus sentimientos ante él. Le había tomado la mano y acariciado su rostro. Por un instante, ella pudo ver que nada había cambiado, que él la miraba con esos mismos ojos de siempre, con ese amor y pasión incontenibles. Habían estado tan cerca… Pudo sentir su respiración. Pudo respirar el aire que él respiraba. Pero finalmente, él había retrocedido. Esa separación fue peor que recibir el tiro de Virtudes. Una vez más, había roto su ya pulverizado corazón.
- “Me repugna tu forma de entender la vida”
Francisca sintió que las lágrimas acudían a sus ojos.
-“Todo lo que tocas lo conviertes en podredumbre, Francisca Montenegro”
Esta vez, ni su orgullo pudo evitarlo. Se deshizo en lágrimas, que cayeron en el libro de Rosalía de Castro. Su tenaz carácter la reprendió, pero ella no pudo hacer otra cosa que desahogar ese dolor ocultando su rostro entre sus manos. ¿Por qué? ¿Es que no dejaría de sufrir esa tortura hasta que la muerte la llevase? Apretó los ojos, los puños y los dientes, luchando contra su corazón. Se secó los ojos casi con rabia. Tomó furiosa el libro y por un instante se sintió tentada a arrojarlo con todas sus fuerzas por la ventana. Pero el impulso cedió. No podía… no podía…

Anterior 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 [...] 52 53 54 55 Siguiente