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HASTA LA ETERNIDAD, una historia de Raimundo y Francisca (by Cris y Ruth) // Raimundo escribe a Francisca

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#0
Kerala
Kerala
14/07/2012 21:58
hastalaeternidadunahistoriaderaimundoyfranciscabycrisyruthraimundoescribeafrancisca


Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes.
Porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

Porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro...

Porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque la noche pase y yo te tenga
y no...

(M. Benedetti)
#61
EspeLuthor
EspeLuthor
26/07/2012 23:54
snif"Temor por soñar con aquella vida de la que nunca pudo disfrutar. Una vida a su lado".snif Qué manera de hacer llorar a la gente por Dios. Chicas, tenéis que estar orgullosas de lo que estáis escribiendo, hacéis que tengan más química en vuestro relato, dónde están separados por un océano, que en la serie, ¡que los separa un paseo!
Sois unas fenómenos, las RaiPaquistas valemos un potosí, cómo no vamos a resistir con estas cosas.. ¡Qué cracks!
Un beso y un abrazo muy fuerte chicaaas, RESISTIEREMOS guiño
#62
Crippy
Crippy
27/07/2012 23:01
Buenas noches chicas! Este trocito ha quedado un poco largo, pero esperamos que os guste.
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Con lentitud abrió la puerta del cuarto de su hijo, para después tener que respirar muy hondo. Otra vez.

Bajó las escaleras a la vez que llamaba a Mauricio, quien no tardó en presentarse.

-Sal a buscarlo

El hombre simplemente asintió y corrió a encontrarse con un par de sus hombres, que en los últimos días ya se habían acostumbrado a ser llamados a horas intempestivas para dedicarse a esos menesteres.

Francisca se acomodó en el sofá del salón con un libro. Sabía que lo más probable es que no pasase una sola hoja, pero no perdía nada por intentarlo. Serían unas pocas horas lo que tardarían en volver a traer a Tristán a la Casona, y allí estaría ella para esperarlo.

Durante un par de días, un espejismo de cierta recuperación había rodeado la estancia de Tristán en la Casona. Callado, avergonzado, había vagado como alma en pena por los pasillos de la casa. En ningún momento se había acercado para hablar con ella, pero sabía de buena tinta que si lo había hecho con Soledad, con Emilia e incluso con el mismo Mauricio.

Fue poco después cuando desapareció una de las noches. De nuevo fue el capataz el encargado de buscar en cada taberna y cuchitril de la zona hasta dar con él, para encontrarlo de nuevo como unos días atrás o incluso peor.

Desde entonces, esas escapadas se habían seguido produciendo noche si y noche también. No importaba cuanta gente estuviese en la casa o a quien pusiese fuera para vigilarla; él siempre encontraba la manera de evitarlos y conseguir su objetivo.

Y la vuelta cada día era peor. Ya no volvía lloroso y decaído como la primera vez que lo recogieron. Ahora luchaba y peleaba por no volver allí y el solo ver a su madre esperándolo nada más entrar hacía que gritase lo suficiente como para despertar no solo a los habitantes de la casa sino a todo el pueblo. Y eso, evidentemente, a ella le dolía. Jamás pensó que sus acciones pudiesen provocar semejante odio hacia ella por parte de su hijo. Pero seguía queriéndolo, y por eso lucharía para que saliese de ese infierno. Aunque él no quisiese ni verla.

Al menos un par de horas pasaron hasta que comenzó a oírse el ya habitual estruendo en la cocina. Parecía que ese día se estaba resistiendo más de lo normal. La puerta que comunicaba con el salón se abrió con gran estrépito mientras que el hombre que sujetaba a Tristán lo conducía hacia el interior.

Francisca se levantó de inmediato y caminó hacia ellos. Su mirada se cruzó con la perdida por el alcohol de su hijo. De un empujón, éste se zafó de su apoyo antes de que ella se le acercase demasiado y a trompicones, consiguió llegar a las escaleras. Allí se agarró a la barandilla con todas sus fuerzas para ir subiendo mientras se tambaleaba.

Ella permaneció inmóvil, ni siquiera se atrevió a acercarse para ayudarle. Él no lo hubiese permitido.

De espaldas a los tres hombres y al mismo tiempo que contemplaba el lamentable espectáculo, se llevó una mano a la boca, desesperada. ¿Qué podía hacer si él ni siquiera la quería ver?

Minutos después no se atrevió a entrar en su habitación, aunque sabía que seguramente él ya habría caído rendido. Ese día no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo.
--------------------
Emilia Ulloa entró sofocada en la cocina. La hora se le había echado encima despidiéndose de su hija y leyendo la carta que acababa de llegar de parte de su padre y de su hermano, así que tuvo que hacer todo el camino hasta la Casona lo más rápido que sus piernas le permitieron. Esperaba que doña Francisca no se hubiese percatado de su tardanza.

Rápidamente se colocó el uniforme y se dispuso a preparar la comida del medio día. Se preguntó si Tristán estaría allí. Hacía días que no pasaba ya por la taberna, a pesar de que se suponía que él trabajaba ahora allí. De hecho, era por eso que ella había seguido en la Casona, para que él pudiese ganarse el pan lejos de su madre y sin embargo, por ironías del destino, ahora dormía en esa misma casa, bajo el mismo techo que ella.

Sabía del duro trago que la pérdida de Pepa había supuesto para el que ahora consideraba su hermano. También lo había sido para ella… pero él se estaba dejando llevar por un temible y engañoso enemigo: el alcohol.

Mientras amasaba lo que sería el pan del día, se preguntó a sí misma qué pensaría su padre. Todavía no se había atrevido a contárselo, pues sabía que él ya se sentía culpable por haberse marchado precisamente en ese momento, así que no quería ni imaginarse qué pasaría por su cabeza si supiese de la situación en que se encontraba Tristán.

Palpó el bolsillo de su uniforme para asegurarse de que había guardado allí la carta que había recibido esa misma mañana para Tristán. No sabía si él le había contestado a la anterior pero sospechaba que no. Así que tendría que encontrar un momento de tranquilidad para dársela. Cuando no estuviese irritado. Cosa complicada en los últimos días.

Todos habían tratado de hablar con él para convencerlo de que su comportamiento no le llevaría a ninguna parte, pero él los ignoraba a todos. Rehuyendo los problemas y a su propia gente, que le quería y que solo podía observar impotente como tiraba su vida por la borda.

En cuanto tuvo un poco de tiempo para descansar, con la excusa de subirle algo de comer, se armó con una bandeja y subió las escaleras hasta el segundo piso. Llamó un par de veces a la puerta, aunque no obtuvo respuesta alguna. Se identificó frente a la puerta y solo entonces recibió un gruñido por respuesta. Lentamente abrió la puerta y lo encontró con las manos apoyadas en la cómoda, frente al espejo pero sin mirarse, con la cabeza gacha. Derrotado.

-Don… -dudó durante unos segundos el llamarlo así –Don Tristán…

-Sal de aquí Emilia –murmuró él sin ni siquiera moverse de su posición –No quiero ver a nadie. Y tú no me tienes que servir, ni tratarme de usted ni nada.

-Pero… Tristán…

-Emilia –alzó un poco la voz pero pareció darse cuenta de su comportamiento, porque enseguida volvió a relajar el tono –por favor –sabía que no tenía ningún derecho a tratarla así.

-Pero…pero tengo una carta de padre para usted… de las Américas, Tristán –replicó ella, intentando infundirle con esa información algo de ánimo.

La última frase consiguió que Tristán saliese de su propio mundo y se volviese hacia ella. Emilia no pudo contener un gesto de tristeza ante el estado en que se encontraba. Dicha expresión no pasó desapercibida para él, que siguió la mirada de ella hasta su propio chaleco manchado y arrugado. También podía sentir su barba desaliñada y el pelo enredado. Incómodo, volvió a darse la vuelta para evitar su mirada.

-Déjala sobre la mesilla.

Emilia no tuvo fuerzas para contradecirlo esta vez.

-Está bien.

Y recorriéndolo con una última mirada de lástima, dejó la carta sobre el mueble, saliendo después de la habitación.
#63
Crippy
Crippy
27/07/2012 23:02
Nada más oír el ruido de la puerta al cerrarse, Tristán, ya libre de miradas incómodas, se volvió para contemplar el sobre que contenía las últimas nuevas de su padre.

Dirigiéndose hasta allí, lo tomó entre sus manos y lo observó unos segundos. Abrió el sobre rápido, de malas maneras, pero no tuvo fuerzas. No para leer como su padre era feliz cuando él era tan desdichado. Volvió a dejarla en el mismo lugar.

Necesitaba algo más que fuerzas para leerla. Comenzó a sentir cierta ansiedad, aquella que lo torturaba desde que ya no era él mismo quién controlaba su vida. Nunca se había sentido tan angustiado como en las últimas semanas. Y en esos momentos lo estaba notando especialmente.
Caminó por la habitación encogiendo y estirando los brazos, como si quisiese pegar a alguien. En realidad no era sino una manera de tratar de templar sus nervios. Mas algo en su interior era más fuerte de lo que él creía. Tenía que salir de ahí. Se asfixiaba.

Se dio cuenta de que nadie se esperaría que estuviese despierto tan pronto. Por fin algo jugaba a su favor, le sería más fácil salir de allí.

Con sigilo y esquivando a las doncellas que se afanaban porque la Casona estuviese impoluta, consiguió salir por la puerta del servicio. Necesitaba silencio. Escuchar sus propios pensamientos. Después ya vería lo que hacía.

------------------


-Tristán… hijo –llamó Francisca a su hijo desde el otro lado de la puerta de su habitación. Era casi la hora de comer y quería que él tratase de hacerlo con la familia. Sabía que lo más probable era que se negara, pero mucho peor sería dejarlo conducir su vida como si nadie a su alrededor existiese.

Al no obtener respuesta alguna, se decidió a abrir la puerta, dispuesta a enfrentarse a la sarta de improperios con los que su hijo tuviese a bien obsequiarla ese día. Ella le había prometido que no se acercaría a él si no probaba el alcohol; si él, de una u otra manera, conseguía evadirse de la gente de la casa para acabar con todo el vino de la comarca, ella bien tenía derecho a tratar de controlarlo.

Suspiró profundamente cuando observó las sábanas enredadas y la cama vacía. Había esperado encontrárselo todavía durmiendo, dada la hora y el estado en el que había llegado la noche anterior, pero él parecía haberse afanado más que otros días por evitar cualquier tipo de control. Días aciagos eran los que estaba viviendo y los que al parecer, le quedaban. Incapaz de conseguir que su hijo siquiera se dignase a escucharla. Abrumada por una situación que jamás esperó encontrarse.

Se dejó caer con pesadez sobre la cama. Sentada, observando su alrededor, con las manos entrelazadas a la vez que jugaba nerviosamente con el anillo.

¿Qué le quedaba por hacer?

Su mirada se detuvo de repente en un papel sobre la mesilla. Más que un papel… una carta, según pudo apreciar cuando la tomó entre sus manos. El corazón se le aceleró y el estómago se le encogió al comprobar quién era el remitente.

-Raimundo…

La carta estaba abierta y ella… sabía que lo que iba a hacer no era lo correcto, pero en el fondo… no podía resistirse. Además, la situación que tenia en casa era lo suficientemente grave como para necesitar ser consciente de los consejos que su hijo estaba recibiendo del exterior – o así intentó justificarse.

Pero a medida que iba leyéndola, la rabia fue apoderándose de ella.

¿Cómo era posible? ¡Claro que ella iba a estar para Tristán! Pero de él ¿Cómo podía pretender que Tristán se confiase, aunque fuese su padre, en alguien que se encontraba a tantísimos kilómetros de allí? Él, que era una de las personas que más había apoyado su relación con la partera, era quién no estaba allí ahora que se estaban viviendo las consecuencias.

-Tanto le animaste a que amara y… para qué. Para que acabase penando y sufriendo como todos –murmuró para sí misma mientras releía algunas de las líneas.

Pensó que jamás lo haría, pero era en ese momento o nunca. Con la carta en la mano bajó hasta su despacho, donde cogió pluma y papel y se dispuso a contestar ella misma esa carta. Lo más neutral posible. Solo por Tristán. Solo por su hijo. Ni siquiera escribió una introducción. Se negaba a llamarle “Querido”

Parece ser que no tienes un gran contacto con él. Nadie ahora lo tiene. Está destrozado, o mejor dicho, se está destrozando. Bebe, Raimundo, como tú hiciste en su momento. Lo hace para ahogar las penas. Supongo que ni él mismo ni tu hija te lo habrán dicho, pero a mi me parece justo que lo sepas. Al fin y al cabo eres su padre. Y como su padre deberías estar aquí. Mucho me recriminaste el no haberte hecho partícipe de tu paternidad, el no haberte permitido estar a su lado mientras crecía. Pues bien, ahora es el momento, ahora debes demostrar quien eres. A mi ya no me escucha.

Tienes que volver.

Francisca


Dejó lentamente la pluma. Ni siquiera quiso releer la carta. Si lo hacía, lo más probable es que al final no se atreviese a enviarla. Iba a ser ella la que, sin haber recibido una sola palabra de despedida, iba a ponerse en contacto con él. No quería que pareciese otra cosa más que su propia desesperación por salvar a su hijo. Él no debía de darse cuenta en ningún momento de las ganas que tenía de volver a verlo.
#64
thirdwatch
thirdwatch
28/07/2012 00:43
Secundo a Miri: ulloa ya puedes volver y portarte como lo que no has sido con la Montenegro: un hombre
Y otro apunte: Hasta estando separados interactúan más que en la serie. Ozú que ironía
#65
mariajose1903
mariajose1903
28/07/2012 01:30
Ya puedes volver ulloa!!! Ja... A ver como reaccionas ahora cobarde!!!

P.d miri no eres tu sola, esto engancha mas que la serie!!
#66
soyi
soyi
28/07/2012 07:53
!!!!HAY!! XD estoy deseando ver como reaciona Raimundo cuando lea la carta


!!!!! Que intriga XD!!!!! como no vamos ha estar enganchadas



UN BESO
#67
mariajo76
mariajo76
28/07/2012 11:02
Pues yo voy a ir a contracorriente y no tengo tan claro que quiera ver como vuelve Raimundo, me gusta que Francisca lo eche tanto de menos y tenga ganas de verlo y a lo mejor una separación larga hace que vea las cosas desde otro punto de vista y lo mismo digo para el Ulloa. Que sí, que Tristán está fatal pero no es un niño, es un hombre que debe aprender a enfrentarse a los golpes de la vida de cara y con la navaja en la boca aunque a mi tanto en la serie como aquí me parece un mindundi.

Así que...Raimundo, no vuelvas, escribe las cartas que te de la gana pero deja que el tiempo ponga las cosas en su lugar, además Tristán no está solo, tiene a Soledad, a Emilia, a Alfonso y a Francisca que se está portando como una jefa, si señor.
#68
EspeLuthor
EspeLuthor
28/07/2012 15:18
jajajjajajaj Yo también quiero que vuelva, por Francisca y por Tristán. Lo que si que estoy deseando ver es la cara de Raimundo al ver quién le responde,vamos chicas, que nos tenéis en un sin vivir.

Pues claro que esto nos tiene más enganchadas que la serie, aquí nos dan lo que nos gusta y Laura estoy contigo, aquí separados por un océano tienen más contacto que en el pueblo, si es que...
Un abrazo chicas y un beso muy fuerte a todas!
#69
Jessicavalido
Jessicavalido
28/07/2012 16:22
Chicas seguid que me muero por que Raimundo reciba esa carta, tenéis toda la razón este relato engancha mas que la serie,por lo menos aqui tenemos escenas que seguro que en la serie nunca nos darantristevosotras sois las que me alegráis los díassonrientemuchas gracias mis tesoros os quiero.
#70
Kerala
Kerala
29/07/2012 18:42
¡Debate! me encantan vuestros comentarios carcajadacarcajada Aunque pobre Raimundo, todas queréis golpearlo... ¡pobrecito mío!

En fin, que de nuevo muchas gracias por vuestros mensajes y vuestro apoyo guiño


....................................

Los días seguían pasando uno tras otro sin que llegara noticia alguna sobre Tristán. Estaba realmente preocupado y no encontraba justificación al extraño comportamiento de su hijo. Emilia le había escrito hacía una semana contándole las últimas novedades del pueblo, de la Casa de Comidas y sobre todo, de la pequeña María, que ya comenzaba a gatear. Una sonrisa se dibujó en su rostro al imaginar a la pequeña, que seguramente en nada de tiempo, comenzaría a dar sus primeros pasos. Y él se lo estaba perdiendo. Por decisión propia, claro está. Nadie le pidió que se marchara. Solo él y su estúpida cobardía. Aunque tampoco nadie le rogó que se quedara…

Ella no sabía tu decisión, le habló aquella maldita voz interior que se empeñaba en torturarle día sí y día también. Igual que la otra vez, se lo ocultaste y preferiste marcharte sin más por temor a que Francisca no quisiera retenerte a su lado.

Pero ¿por qué iba a hacerlo, en realidad? Pensó. ¿Acaso existía algún motivo de peso para que ella creyera que quería estar a su lado?

Francisca. Era imposible arrancarla de su mente, de su corazón. Ni siquiera la distancia había logrado que pudiera olvidarla. Es más, parecía que había surtido el efecto contrario. Cada vez pensaba en ella con más insistencia. La echaba terriblemente de menos. Su voz, su endemoniado carácter… la sonrisa que vio en su rostro aquella tarde mientras estaba con María creyendo que nadie la estaba mirando. Su infinita tristeza ante la indiferencia de Tristán…

Cerró los ojos al recordar de nuevo a su muchacho. No le había pasado desapercibido el hecho de que Emilia evitaba mencionar a su hermano en aquella misiva, algo que resultaba más que sorprendente si se suponía que Tristán trabajaba codo con codo junto a Alfonso en la taberna. Pasaba algo, estaba seguro. Y cuanto más trataba de hallar una explicación más crecía su inquietud.

Decidió alargar su paseo aquella tarde. Necesitaba pensar, o tal vez necesitaba evadirse. Ni siquiera sabía qué era lo que quería exactamente aunque sonrió de medio lado, entristecido, consciente de la realidad. Y es que siempre se desea aquello que no se puede tener. Y él la quería a ella.

Caminó sin un rumbo fijo, perdido en sus propias cuitas hasta que el sonido de las sirenas de los barcos llegó hasta él. Sin darse cuenta había llegado hasta el puerto, que en esos momentos era un auténtico hervidero de gente trasegando de un lugar a otro. Decidió que podía esperar a Sebastián y juntos regresar a casa.

Afortunadamente su hijo había terminado por aceptar que Tristán era su hermano y se mostraba entusiasmado, aunque a la vez temeroso de que este sintiera algo de recelo hacia él por todo lo ocurrido entre ellos en el pasado. Sin embargo en estos momentos, por encima de todo esto, estaba igual de intranquilo por la falta de noticias de Tristán.

Alzó la vista y divisó a uno de los compañeros de Sebastián.

- ¡Genaro! -, lo llamó. - ¿Cómo estás muchacho? -. Se acercó hacia él palmeando su hombro a modo de saludo.

El joven, que había abandonado su Galicia natal para labrarse un futuro mejor, sonrió de igual modo al verlo.

– Don Raimundo, ¿cómo le va? -, se limpió las manos con un trapo que llevaba anudado al cinturón, ofreciéndole después una de ellas a Ulloa, que no dudó en estrechar. – Largo paseo ha decidido usted darse hoy para terminar aquí en el muelle -.

Raimundo sonrió. – No me negarás que hoy hace un día propicio para ello -, afirmó alzando la mirada al precioso cielo despejado de nubes. Después, volvió a dirigirse al joven. – Por cierto, ¿en dónde anda metido Sebastián? Ya que estoy aquí, esperaré a que termine su turno para regresar juntos a casa -.

– Me temo que no va a ser posible -, respondió Genaro. – El jefe decidió encargarle un par de asuntos en la ciudad y marchó hace ya un buen rato. ¡Su hijo llegará lejos, Don Raimundo! -.

Raimundo torció el gesto algo contrariado, aunque en el fondo, se alegraba de que Sebastián se hubiera ido ganando la confianza de su patrón gracias a su buen hacer. Esperaba que en esta ocasión, su hijo actuara con buen juicio y no se dejara llevar de nuevo por su ambición.

– Marcho entonces, Genaro. Saluda a tu esposa de mi parte -.

……………………………

Sebastián había llegado a casa hacía apenas unos minutos. Los últimos metros los había hecho casi corriendo, deseando entregarle a su padre aquello que guardaba celosamente en el bolsillo de su chaqueta. Su desilusión se hizo palpable cuando advirtió no había nadie en casa. Seguramente habría salido a pasear y se le habría echado la noche encima.

Estaba claro que Raimundo parecía perder la noción del tiempo cuando se evadía en los largos paseos que le llevaban hasta la costa. Allí se sentaba en las rocas y dejaba pasar las horas. Respiró algo intranquilo. Sabía que le acuciaba algún mal que nada tenía que ver con Tristán, a pesar de que quisiera enmascararlo con aquello. Hasta él mismo había pensado en escribir a Emilia y preguntarle por aquello que fuera lo que le ocurría, pero conociéndole, estaba seguro de que tampoco le habría referido a su hermana los motivos reales de su marcha.

Lo sintió llegar apenas unos minutos después y salió a recibirle.

– Padre, vaya horas a las que llega…Me tenía preocupado -.

Raimundo arqueó una ceja. - ¿Vas a empezar a controlarme la hora de llegada a casa como si fuera un zagal? -, sonrió ante la expresión severa de Sebastián. – Para tu información te diré que decidí pasarme por el puerto para esperarte, pero Genaro me avisó de que no estabas. De ahí el motivo de mi tardanza. ¿Contento? -. Sebastián se cruzó de brazos, mirándole con recelo, aunque pareció convencerse con su explicación.
#71
Kerala
Kerala
29/07/2012 18:42
– Perdóneme padre, pero sabe que su estado de ánimo me tiene bastante intranquilo. Aunque me temo que eso va a cambiar ahora mismo -. Esbozó una gran sonrisa ante la mirada extrañada de Raimundo.

- ¿De qué hablas? -.

El joven sacó entonces del bolsillo de su chaqueta un sobre algo ajado. – Verá, tuve que acercarme a la ciudad por orden de mi jefe, para enviar unos paquetes. Y en la oficina postal me entregaron esta carta dirigida a usted -. Se la mostró. – Estoy seguro de que se trata de Tristán -.

Raimundo se había quedado clavado en el sitio y sin poder despegar los ojos de aquel sobre que tenía frente a él. Había reconocido de inmediato la letra que aparecía impresa en él. ¡No podía creerlo! Reconocería aquella caligrafía aunque hubiera sido escrita en piedra…

Francisca....

Con la mano algo temblorosa por el shock que había supuesto para él saber que su pequeña Francisca se había dirigido a él, tomó el sobre que le ofrecía Sebastián. Durante unos segundos se dedicó a mirar su nombre allí escrito por su mano. Raimundo Ulloa. Respiró con fuerza un par de veces y la guardó en su bolsillo.

Sebastián le miraba atónito. - ¿Cómo? ¿Es que no va a leerla? -.

– Lo haré más tarde Sebastián. Además,no se trata de Tristán, sino de… Don Anselmo -, mintió a su hijo. – Reconozco la letra de ese condenado cura y te aseguro que es la que aparece impresa en este sobre -.

La mirada del joven mostró la desilusión que le ocasionaron las palabras de su padre. – Vaya… tenía esperanza de que esta vez sí fueran noticias de Tristán. Tal vez… -. Dejó la frase suspendida en el aire al tiempo que se apartaba de Raimundo. Este lo miró extrañado por su cambio de actitud.

- ¿Tal vez qué, Sebastián? -, le preguntó acercándose a él.

El muchacho lo miró entristecido. – No me haga caso, padre no es nada -. Pero se vio obligado a continuar ante la mirada insistente de Raimundo. Dejó escapar un suspiro. – Sé que le informó en la carta que envió hace unos días, que yo era conocedor del hecho de que era mi hermano. Quizá no escriba porque no quiera saber nada de mi después de lo pasado entre nosotros -.

– Pero ¿qué tonterias estás diciendo, Sebastián? -, le reprendió. – No te imaginas la alegría que supuso para él saber que su mejor amigo era en realidad su hermano -. Lo tomó por los hombros, obligándole a que le mirase. –Por los dos corre la misma sangre y se que os queréis, asi que olvida ya ese temor absurdo que tienes, ¿me lo prometes? -. Obtuvo una media sonrisa por parte del joven, como respuesta a su pregunta. – Así me gusta. Anda, vamos a preparar la cena -.

………………………………………………….

Casi no había probado bocado durante la cena y cuando Sebastián decidió irse a dormir alegando todo el cansancio que arrastraba del día, agradeció quedarse a solas, y así poder pensar en aquella carta que le quemaba dentro del bolsillo de su pantalón.

¿Cómo era posible que Francisca conociera su paradero? ¿Quién podía haberle hecho entrega de sus señas? Aunque conocía de sobra las artimañas de Francisca, y el hecho de que hubiera sido capaz de cualquier cosa con tal de obtenerlas, le turbaba sobremanera.

Salió al exterior. Necesitaba respirar algo de aire puro. Con cuidado, sacó el sobre y acarició con las yemas de los dedos cada letra allí escrita. Se debatía entre las ansias desesperadas de romper el lacrado y leer su contenido, o partirla en mil pedazos y seguir con su vida, tal y como se prometió a sí mismo cuando se subió a bordo de aquel barco.

– Francisca… -. Susurró su nombre. – Mi querida Francisca… -.

No podía quedarse allí. Necesitaba caminar, salir… escapar. Era como si de pronto el aire que rodeaba su pequeña casita le asfixiara. Por eso, cerró con cuidado la puerta para no despertar a Sebastián y se alejó camino del mar, allí donde sus pensamientos podían vagar sobre las olas. Tal vez ese mismo océano que los separaba, le diera la respuesta que necesitaba.

La brisa le despeinaba el cabello y cerró los ojos dejando que poco a poco llenara sus pulmones y calmara su corazón herido. Se había sentado sobre su roca. Esa misma que ya sentía parte de él, pues en ella había pasado aquellos terribles momentos de soledad que le acompañaban desde que llegó a Panamá y que nada ni nadie podían llenar. Solo ella. Nadie más que ella.

Por más que pensaba, no era capaz de encontrar motivo alguno que justificara aquella misiva. Después de su marcha precipitada de Puente Viejo en la que no tuvo la valentía de despedirse de ella, poco podía imaginar lo que ella podría referirle. Salvo más palabras cargadas de odio y rencor.

- ¿Por qué, pequeña? -. Preguntó, de nuevo moviendo la carta entre sus manos. - ¿Por qué…? -.


*********************

- Vete con él -, murmuró de pronto Raimundo. - Y no lo dejes solo -.

Tristán lo miró desconcertado. Jamás había visto a su padre tan furioso.

- Pero, ¡padre…! -.

- ¡Obedéceme, Tristán! Tengo que hablar con tu madre. Esto… es demasiado hasta para ella -.

- Pero… -.

- ¡Venga! Alcánzalo… -, le apremió. Y sin darle tiempo a responder, caminó hacia las puertas de la Casona.


*************************

Descendió la mirada hacia la carta. Lo mejor era hacer caso de lo que le dictaba su corazón. Ya albergaba una cierta aflicción como fruto de su marcha sin ningún adiós dirigido a ella. No quería cargar sobre su corazón con más sentimientos de culpa y arrepentimiento por lo que pudo hacer y no hizo. Rompió el lacrado y sacó una escueta carta de su interior.

Lo que iba a leer a continuación era lo último que esperaba.
#72
Jessicavalido
Jessicavalido
29/07/2012 20:16
Ruth magnificobravo espero que vuelva después de leer la carta.
#73
mariajo76
mariajo76
29/07/2012 20:30
Me pone muy tierna leer esos sentimientos tan fuertes de Raimundo, la distancia está poniendo las cosas en su sitio y ahora se da cuenta de cuanto la quiere.

No quiero que vuelva, quiero una relación a distancia para que cuando al final se reunan tengan clarísimo lo que quieren y lo que sienten, no quiero que se reunan por tristan que me cae como el culo sino por que llegue el momento que sientan tanta necesidad de volver a estar juntos sin dudas y sin pasado que ni un océano pueda separarlos.

Seguiiiiidddddddddddddddd
#74
Franrai
Franrai
29/07/2012 20:51
No sé si daros un coscorrón a cada una, o aplaudiros por lo sublime del relato.

Los flashbacks me están matando lentamente. Primero Francisca no mira a Raimundo cuando se cruza con él... Y ahora, el Ulloa enfurecido hacia la Casona. ¿Eing? hastalaeternidadunahistoriaderaimundoyfranciscabycrisyruthraimundoescribeafrancisca
Necesito que sigáis, ésto es un sin vivir.

Por otro lado, yo estoy con Mariajo. De momento, ¡no quiero que vuelva el Ulloa! Dejemos que pasen los años, que ambos se echen de menos, y que el reencuentro sea así más emotivo.

Me ha encantao, chicas. He "disfrutado" leyendo, por primera vez, los sentimientos del Ulloa hacia Francisca.
bravo bravo bravo
#75
soyi
soyi
29/07/2012 22:03
CHICAS: que bien habeis plasmado los sentimientos de raimundo !!!!fantastico!!!!

no os imaginais con que ansia leia el relato jajajaj ya estoy deseando leer lo siguiente



BRAVO CHICAS UN BESO
#76
Kerala
Kerala
30/07/2012 16:20
Sobre los flashbacks...

hastalaeternidadunahistoriaderaimundoyfranciscabycrisyruthraimundoescribeafranciscahastalaeternidadunahistoriaderaimundoyfranciscabycrisyruthraimundoescribeafranciscahastalaeternidadunahistoriaderaimundoyfranciscabycrisyruthraimundoescribeafranciscahastalaeternidadunahistoriaderaimundoyfranciscabycrisyruthraimundoescribeafrancisca
#77
Franrai
Franrai
30/07/2012 18:49
-.-' ¡Serás petarda!

Cris, espero tu continuación.
#78
Kerala
Kerala
30/07/2012 19:26
jajajajajajajaja perdón... pero es que os los tenemos que dar así, a cuentagotas, para aumentar la expectación.

Pero somos buenas, ya lo sabéis sisiangel
#79
EspeLuthor
EspeLuthor
01/08/2012 00:00
Bueno bueno yo os perdono, ¡pero si subís otro capítulo! Lo sé, lo siento os metemos mucha presión y tendréis un gran estrés para escribir y tal.
Un aplauso por lo de los flashbacks, sn duda vosotras sabéis cómo enganchar a la gente. bravo
¡Un beso y un abrazo muy grandes para todas y otro individual para los "cerebros pensantes" de esa historia!guiño
#80
Crippy
Crippy
01/08/2012 21:47
¡Buenas noches chicas! Siento el haber tardado más de lo previsto (llevo tres días de gestiones por el tema universidad, sin tener ni un ratito libre), y la verdad es que este trozo no es ni el más largo ni el que más me ha gustado escribir (no tengo la cabeza muy centrada estos días)

De igual manera espero que os guste y se os agradece un montón todos y cada uno de los mensajes que nos dejáis!

Un beso!


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Se quedó paralizado. Sabía que Tristán estaba mal, que el golpe recibido había sido muy fuerte, pero jamás imaginó que pudiese acabar metido en aquel infierno.

¿Qué demonios se suponía que iba a hacer? Cuando marchó, lo había hecho con la voluntad de no volver jamás, y sin embargo, en esos momentos, era consciente de que su hijo era mucho más importante que cualquier recuerdo que quisiese dejar atrás. Y había tenido que ser ella precisamente quién se lo dijera… aunque por lo menos tuviese el convencimiento de que estaban tratando de ayudarlo, pues Francisca, a pesar de sus más que discutibles acciones, quería a su hijo y no lo iba a dejar hundirse.

Y sin embargo… qué podía hacer él cuando Sebastián y él apenas tenían los cuartos necesarios para vivir al día. Su propio pasaje, la casa… habían supuesto un desembolso importante que, gracias a los trabajos que ambos habían conseguido podían sobrellevar, pero ni mucho menos podía plantearse el comprar un nuevo pasaje de vuelta. Tampoco podía pedírselo a Emilia, que se había matado a trabajar los últimos meses para procurarle un futuro mejor a su hija.

Una brisa demasiado fuerte, que apunto estuvo de llevarse la carta consigo lo sacó de sus pensamientos. Con ella bien sujeta entre las manos, caminó siguiendo la línea del mar hasta el puerto. Tenía que saber por lo menos cuanto sería el dinero que tendría que conseguir.

La luz fue haciendo acto de aparición y con ella, la actividad en el puerto. Esperando estuvo hasta que vio aparecer a uno de los muchachos que se encargaba de descargar la mercancía de los barcos que iban llegando cada día hasta allí y que, en más de una ocasión, le había puesto en contacto con algún paisano que pudiese necesitar de su ayuda para ponerse en contacto con sus seres queridos.

El muchacho le sonrió ampliamente cuando vio que Raimundo se acercaba hasta él.

-Don Sebastián todavía no ha llegado –le informó antes incluso de saludarlo.

Raimundo le quitó importancia a ese hecho con un gesto.

-No vengo por él hoy –le aclaró.

-Usted dirá entonces –se mostró interesado.

Su mirada volvió a perderse en el horizonte al mismo tiempo que jugueteaba nerviosamente con la misiva.

-Tú… tú estás al corriente de los barcos que llegan desde España, ¿verdad? –le preguntó.

-Bien sabe usted que si, que ni un paisano dejo de enviarle cuando veo que puede necesitar su ayuda –le sonrío, sonrisa que Ulloa le devolvió.

-Lo sé, lo sé, y bien agradecido te estoy pero… -decidió ir directo al grano - ¿sabrías decirme cual es el precio de los pasajes para volver? –se encontró con una mirada extrañada por parte de su interlocutor.

-¿Ni seis meses lleva aquí y ya quiere abandonarnos? –se interesó de chanza, pero el rostro grave de él le hizo darse cuenta de que no era el momento adecuado, así que se lo soltó sin más.

Muchos cuartos. Demasiados cuartos. Más de los que le había costado a él llegar. ¿Cómo podía escribirle a Francisca y decirle que no podía volver porque no tenía el dinero suficiente? Su propio orgullo le empujaba a no hacerlo.

Sus pensamientos debieron de ser lo suficientemente transparentes para el zagal.

-No se apure, Don Raimundo. Ya verá como consigue el dinero antes de que parta el próximo barco –trató de animarle.

Él forzó una sonrisa ante la energía del muchacho.

-Dudo que un par de semanas sean suficientes para reunir semejante cantidad –sentenció, extrañándose después por la expresión de desconcierto del joven -¿Ocurre algo?

-¿Es que acaso no lo sabe? Ningún barco sale de aquí ni de allí durante los próximos tres meses. El tiempo es malo y el viaje sería más peligroso de lo que ya es –le dio razones.

Confundido y horrorizado se quedó Raimundo.

-Pero… pero… ¿Y las cartas? –exclamó incrédulo.

-Tampoco tenemos correo, como íbamos a tenerlo sin transporte…

Raimundo tuvo que mirarlo dos veces para convencerse de que lo que le estaba contando no iba de broma. Realmente no iba a poder comunicarse con su hijo cuando éste más lo necesitaba, ni saber de él… por no hablar de que su fuente de ingresos, cuando más la necesitaba, iba a desaparecer.

-Tranquilícese… -le ayudó a sentarse sobre unos sacos que se apilaban a un lado –Ya sabe que si puedo ayudarle en algo, en lo que sea… -una mano agarrándole el brazo con fuerza lo detuvo.

-Puedes… -el muchacho lo observó turbado ante esa reacción tan extraña y repentina –Necesito conseguir un trabajo… de lo que sea. Tengo que volver.
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