FormulaTV Foros

Foro El secreto de Puente Viejo

Subforo La Casona

HASTA LA ETERNIDAD, una historia de Raimundo y Francisca (by Cris y Ruth) // Raimundo escribe a Francisca

Anterior 1 2 3 4 5 6 7 Siguiente
#0
Kerala
Kerala
14/07/2012 21:58
hastalaeternidadunahistoriaderaimundoyfranciscabycrisyruthraimundoescribeafrancisca


Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes.
Porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

Porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro...

Porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque la noche pase y yo te tenga
y no...

(M. Benedetti)
#81
EspeLuthor
EspeLuthor
02/08/2012 10:22
O.O Me has dejado mal... snif. Ya verás tú, conociendo a la doña seguro que se cree que no vuelve porque no quiere... Bueno niñas, como siempre felicitaros por escribir tan realmente bien, cada vez estoy más enganchada. Y Criis preciosa no te preocupes por tardar, todas tenemos cosas que hacer y no pasa nada, aún gracias por escribir, porque de verdad que nos hacéis disfrutar a todas, en serio. ¡El sufrimiento valdrá la pena!
Un beso y un abrazo muy fuerte guapiiiisimas.guiño
#82
mariajo76
mariajo76
02/08/2012 20:52
Tres meses???? joerrrrrrrrrrr que la Paca va a pensar que pasa de ella. Que mal. Aunque por otra parte...me alegro que se quede jiji
#83
soyi
soyi
02/08/2012 21:23
XD !!!!!!Como me medejais asi a Raimundo!!!!! de incomunicado con francisca , pues estoy con

vosotras que la paca va pensar lo peor .


UN BESITO
#84
Kerala
Kerala
03/08/2012 22:13
Muchas gracias a todas por los comentarios. Como siempre, nos animáis a seguir con esta historia. ¡Gracias de corazón!


..............................................


Tres meses habían pasado desde aquella última y fatídica noche en que ella decidió poner en conocimiento de Raimundo todo lo que estaba pasando. Se sentía superada por las circunstancias, no sabía cómo actuar y la situación se estaba descontrolando demasiado. Aquella noche los ruegos de Soledad surtieron parte del efecto deseado, y aquello, sumado a la férrea vigilancia a la que era sometido Tristán, habían logrado que sus escapadas nocturnas a cualquier tasca de mala muerte hubiesen cesado.

No así su mal humor y los continuos desplantes hacia su persona. Todo parecía estar mal para Tristán. No soportaba su presencia ni cruzaba palabra con ella salvo para dedicarle algún desprecio. Y ella lo soportaba todo. Aguantaba estoicamente sus palabras, a las que devolvía en ocasiones alguna réplica que no hacía sino aumentar el disgusto y enfado de su hijo.

Sabía que había vuelto a trabajar en la Casa de Comidas, ya que Emilia le había puesto al corriente de aquello. Sin embargo, esa noticia suponía un nuevo temor para ella, puesto que Tristán tendría mucho más accesible todo el alcohol que quisiera. La joven Ulloa había tratado de tranquilizarle, diciéndole que Alfonso estaría al pendiente de que Tristán no se acercara a ninguna de las jarras de vino que allí se servían. Tarea un tanto complicada, pensó con tristeza, aunque no hizo ver sus temores a la muchacha. Ella también sufría por la situación de su hermano.

Además, Raimundo seguía sin responder a su petición de auxilio. ¿Es que no le había quedado lo suficientemente claro que su hijo lo necesitaba? ¿Que ella ya nada podía hacer por él salvo ver cómo se iba hundiendo cada vez más en el fango?

Miró su desayuno aún sin tocar encima de la bandeja. Una de las doncellas se lo había servido minutos atrás pero no había logrado probar bocado. Sentía nauseas provocadas por la preocupación que notaba en sus entrañas. Pudo defender como pudo a Tristán cuando todos vivían bajo las garras de Salvador Castro. Pero este monstruo era demasiado fuerte para ella. No podía más.

Se pasó la mano por la frente, dejándose caer derrotada. Aquella mañana se había levantado con una fuerte jaqueca que seguramente, le acompañaría toda la jornada. Escuchó pasos por la escalera y alzó la vista para ver que se trataba del propio Tristán. Algo más aseado que lo acostumbrado las últimas semanas, pero con la misma mirada de tristeza presente en sus ojos. Tristeza que se tornó en rencor cuando ella lo llamó.

- Tristán, hijo… -.

Si una mirada pudiera ser capaz de matar, ella llevaría demasiado tiempo bajo tierra para su hijo. Sentía que cada día le dolía más su indiferencia y su rencor. Pero si a cambio de eso él conseguía superar esa espiral autodestructiva en la que se había sumido, se daba por satisfecha. Aunque en el fondo le doliera el alma.

- ¿No quieres desayunar nada? -.

- No se preocupe tanto por mi, Francisca -, recalcó con toda intención. No había vuelto a llamarla madre casi desde que regresó a la Casona. - Ya comeré algo en la taberna. Usted ya hace bastante cobijándome en su fastuosa casa -. Le agradeció irónico.

Francisca tragó saliva, haciendo oídos sordos a sus palabras. - Me alegra comprobar que no has vuelto a probar una gota de alcohol, hijo -.

Tristán se carcajeó ante ella. - ¿Le alegra? Siempre supuse que deseaba mi desgracia por encima de todo, dadas sus actuaciones en el pasado. Así que verme cada día borracho debería ser todo un disfrute para usted… -. La miró fijamente, consciente del daño que le habían causado sus últimas palabras. - Y si no he probado el alcohol estos días, créame que no ha sido por falta de ganas, sino de oportunidad. Estoy harto de que todo el mundo esté al pendiente de mí y no me deje en paz de una buena vez -.

- Pero hijo, todos… -.

- ¡¿Cuántas veces tengo que repetirle que yo no soy su hijo?! -, gritó. - Usted está muerta para mí. Yo no tengo madre -. Escupió las palabras hacia ella. Cargadas de veneno.

Francisca alzó el mentón orgullosa. Tratando de evidenciar que aquello no le había herido. - Ni padre parece que tengas, que te abandonó a la mínima de cambio. Ni siquiera se preocupa por ti -.

Tristán bufó con desprecio. - ¿Sabe algo, Francisca? Mi padre y yo tenemos algo más en común además del alcohol como tuvo a bien referirme hace tiempo -. Entrecerró los ojos antes de dar su estocada final. - Y es el profundo odio y desprecio que sentimos por usted -.

Un silencio sepulcral se instaló entre ellos. Sabía perfectamente que la había hecho daño. Mucho daño, y aunque un resquicio de su conciencia le reprendió por aquello, borró rápidamente ese sentimiento. Nunca podría herirla tanto como ella le había herido a él.

Francisca se levantó y fue hacia él, levantando su mano y estampándola en su mejilla en una sonora bofetada. Nunca unas palabras la habían dañado tanto como aquellas pronunciadas por su hijo, que se frotaba la mejilla a la vez que sonreía, satisfecho de haber cumplido con su objetivo.
#85
Kerala
Kerala
03/08/2012 22:13
Ahogó las lágrimas como buenamente pudo. Se negaba a derramar ni una de ellas delante de Tristán, por eso, espero a que el joven se diera media vuelta y desapareciera por la puerta, para dejarse caer en la butaca rota de dolor.

…………………………………………….


Se pasó el resto del día encerrada en su despacho pidiendo no ser molestada bajo ningún concepto. Pidió nada más a media tarde una infusión a Emilia, que la joven le llevó en cuanto estuvo preparada. A la joven no le pasó desapercibido el mal aspecto que presentaba aquel día la Doña y lo achacó a la discusión que había intuido entre ella y Tristán cuando estaba en la cocina. No había podido escuchar nada de lo que hablaron, pero estaba claro que a Doña Francisca le había dejado profundamente tocada.

- Aquí tiene su infusión, Señora… -, le dijo Emilia dejando la bandeja sobre la mesita. Francisca estaba de pie, junto a la ventana y ni siquiera se volvió al escucharla. - Me he permitido traerle también unas magdalenas de almendra, de las que tanto le gustan. Hoy no ha probado bocado y ha de estar hambrienta -.

Solo entonces Francisca se volvió a ella, sonriéndole de manera imperceptible. - Te lo agradezco Emilia, pero no tengo apetito. Solo una terrible jaqueca -. Se frotó las sienes al tiempo que tomaba asiento. - Gracias por tus desvelos, pero no es necesario. Ahora por favor, que nadie me moleste -.

Emilia suspiró. - Como guste, Señora -.

- Emilia… -. La llamó justo antes de que la muchacha abriera la puerta. - Imagino que a tu padre las cosas le deben ir de maravilla. Tanto como para pasar por alto la situación de su hijo -.

No pudo evitar lanzar su acusación para no dejar ver cuánto necesitaba saber de él. No había tenido noticias de Raimundo a pesar de que le había informado del penoso estado en el que estaba Tristán. No podía entender que después de los reproches que había tenido que soportar por su parte por el hecho de no haberle permitido ser un padre para Tristán, se desentendiera ahora de tal manera. No se arrepentía de haberle escrito, eso no. Y deseaba que Raimundo se presentara en Puente Viejo de un momento a otro. Por Tristán. Aunque en el fondo de su corazón esperaba que regresara por ella…

- Mire Señora, mi padre… -.

- Tu padre, nada, Emilia -. Suspiró meneando la cabeza. - Dejémoslo estar, no tengo ganas de seguir hablando de él. Y ahora por favor, márchate y déjame sola -.

La joven tuvo que morderse la lengua para no seguir con aquella conversación. Entendía que los ánimos estaban demasiado alterados, pero su padre no tenía conocimiento del estado en el que se encontraba Tristán porque ella misma había tratado de ocultárselo en sus cartas. Tal vez aquello hubiese sido un error, pero pensó que entre todos podrían conseguir que Tristán remontara su vida. Lástima que las cosas en vez de mejorar, habían empeorado con el paso de los días. Además ella misma estaba preocupada por su padre. Tampoco había recibido noticia de él en varios meses.

- A mandar, Doña Francisca -.

Emilia salió del despacho dejándola por fin a solas. Aquella terrible jaqueca se había incrementado tras la discusión de esa mañana. Dio pequeños sorbos a la infusión, pero ni siquiera aquello consiguió templar su ánimo y disimular el dolor de su corazón. Cerró los ojos recordando las últimas palabras de su hijo. Debía ser cierto que Raimundo la despreciaba de manera tan intensa. Es lo único que explicaba que no la hubiese hecho partícipe de su marcha.

Unos suaves golpes en la puerta le obligaron a abrir los ojos.

- Emilia, ya te dije que no deseaba ser molestada. ¿Es que no lo dejé suficientemente claro? -.

Las puertas del despacho se abrieron dando paso a Don Anselmo.

- No soy Emilia, Doña Francisca. Siento tener que presentarme de esta manera, sin avisar. Pero es urgente que hablemos… de Tristán -.

Francisca accedió ofreciéndole asiento frente a ella con un gesto de la mano. Don Anselmo se sentó y cruzó las manos sobre su regazo.

- ¿Y bien? -, le apremió Francisca. - ¿Qué es lo que desea referirme sobre mi hijo? -.

El páter suspiró preocupado. - Tristán se encuentra en un estado lamentable, Doña Francisca. Es necesario que actuemos entre todos para lograr que salga de ese pozo de tristeza en el que ha caído tras la… la desaparición de Pepa -. Bajó la mirada entristecido, pues él mismo había sentido un afecto especial por aquella desdichada muchacha.

- ¿Y qué cree que estoy haciendo, padre? ¿Acaso piensa que es agradable para mí ver cómo mi hijo tira por la borda su vida? Pero a mi ya no me escucha, es más, me… desprecia -. Aquella palabra le raspó la garganta al salir. - No sé qué más hacer… pero le aseguro que no pienso abandonarlo a su suerte -.

Don Anselmo sonrió tímidamente ante aquella afirmación. - Me alegra saberlo, Doña Francisca. Y déjeme decirle que todos pondremos lo que sea necesario de nuestra parte para lograr rescatar a Tristán. Es un buen muchacho -, dejó vagar su mirada hasta dejarla perdida en un punto fijo. - Dios recompensará el esfuerzo que como madre está realizando. Y Raimundo… -.

Francisca se enfureció al escucharle mentar su nombre. Aquello ya era demasiado.

- ¿Raimundo dice? -, se puso en pie completamente furiosa. - ¿Y dónde está si puede saberse? ¿Lo ve usted aquí acaso, junto a Tristán? ¡Huyó! ¡Maldita sea! -. Estaba dejando salir toda la rabia y frustración que llevaba guardada desde su marcha. Y la discusión con Tristán había removido sentimientos en su interior que necesitaban salir de alguna forma. Se movía por el despacho completamente fuera de sí. - Se atrevió a marcharse sin ningún tipo de explicación. Dejó a sus hijos, a su nieta, a… -. Iba a decir “a mí”, pero retuvo con tiento las palabras antes de que estas salieran por su boca. - Es un maldito cobarde que no piensa en nadie más que en él -. Las lágrimas empezaron a hacer su aparición en sus ojos. - ¡Se marchó…! sin pensar en todo lo que dejaba atrás… -.

Quedó el silencio sollozando junto a la ventana. Don Anselmo no se movió de su asiento. Era demasiado inteligente como para saber que nada podría consolarla ahora mismo. Así como para saber el verdadero motivo de aquel arranque de furia y dolor.
#86
soyi
soyi
05/08/2012 11:50
hay chicas como sabia que la paca se iva ha enfadar por no saber nada de raimundo , ahora que

duras las palabras de tritan hacia su madre pero tambien compredo a tristan despues de todo lo

que su madre le hecho sufrir ais que ( francisca esta recogiendo lo que has sembrado)

Ahora megusta mucho esa complicidad que tiene emilia y francisca menos mal que alguie le da un

poco de apollo a francisaca asi como don alselmo que que hombre mas bueno y comprensible ,

bueno chicas estoy deseando ya leer lo siguiente y que en ello diga que por fin raimundo vuelve a pv

para echar una mano asu hijo asalir del agujero que se ha metido y a francisca las dos o lo que se

terdie jajajajaj


UN BESO ARTISTAS
#87
mariajo76
mariajo76
05/08/2012 21:58
como lo esta pasando de mal Francisca, pobrecita, y ese Tristán...que cabrón, que asco de persona de verdad.

Espero que llegue pronto una carta que explique el por que de esos tres meses de tardanza...Francisca se lo merece.
#88
EspeLuthor
EspeLuthor
06/08/2012 21:03
Vamos que nuestra Francisca no es invencible, pero es muy fuerte. Ahí está la doña con dos bemoles, aguantando a su hijo, mientras piensa en cierto tabernero que está muy lejos.
Raimundo ya se puede poner la botas a trabajar para conseguir el dinero para el pasaje, que al pobre el desasosiego también se lo comerá vivo.
Bueno chicas maravillosas, como siempre, aunque parezca contradictorio, por muy triste que sea el fragmento siempre es una alegría leeros. bravo
#89
Franrai
Franrai
13/08/2012 18:15
Jummm... ¡¡Ya quiero ver por aquí movimiento!! Que me tenéis comiéndome las uñas después de esas impertinencias de Tristán y esa conversación con Don Anselmo.
#90
Kerala
Kerala
13/08/2012 22:39
¡Pronto un capítulo nuevo! no os preocupeis! O dos, por las molestias y la espera carcajada
#91
Crippy
Crippy
16/08/2012 01:05
Después de tanta tardanza... ¡Aquí os dejo la continuación! Conste que el retraso es culpa mía... además de desastre soy muy distraída y se me olvida colgar las cosas...

Esperamos que os guste. ¡Un beso a todas!

---------------------


Quedó el silencio sollozando junto a la ventana. Don Anselmo no se movió de su asiento. Era demasiado inteligente como para saber que nada podría consolarla ahora mismo. Así como para saber el verdadero motivo de aquel arranque de furia y dolor.

Por eso esperó pacientemente hasta que ella se repusiera para hablarle.

-¿De qué se supone que huyó, doña Francisca? –le preguntó sin medias tintas –Tristán estaba... bien, dadas las circunstancias –continuó, refiriéndose a la trágica muerte de Pepa –Nada hacía presagiar que después caería en esa espiral de autodestrucción.

Por supuesto solo obtuvo silencio.

-¿Qué pasó? ¿Qué pasó para que le esté guardando tanto rencor? Para que a la mínima que alguien pronuncie su nombre –a sus oídos habían llegado otras reacciones similares –usted estalle de ira –le preguntó.

De repente, sintió como una mirada se clavaba en él. Fue suficiente para saber que había dado en el clavo. Pero de nuevo, solo pudo observarla disimular.

-¿Es que acaso no puedo sentir rencor por quién me despreció una y otra vez por no haberle hablado de su verdadera relación con Tristán… cuando ahora que verdaderamente tendría que demostrar quién es, no ha tenido los arrestos de volver y estar a su lado? –estalló de nuevo Francisca. Le costaba controlarse en esos momentos, cuando el dolor amenazaba con desbordarla.

Tanto resentimiento volvió a sorprender al párroco como si fuese la primera vez que lo viera. Y tuvo la necesidad de defenderlo, en esos momentos en que Raimundo no podía hacerlo.

-Quizá… quizá le está juzgando con demasiada dureza –se decidió al fin a hablar –Cuando marchó, Raimundo no estaba bien…

-El marcharse fue su decisión –le cortó Francisca con brusquedad, pero don Anselmo hizo caso omiso a dicha interrupción y continuó tratando de justificarlo.

-La noche antes de su partida, cuando tuve la oportunidad de despedirme de él… -esa vez nadie lo detuvo, fue él mismo quién se detuvo para escuchar el murmullo acelerado que habían provocado sus palabras.

-¿Qué ha dicho? –le preguntó, levantándose del asiento para acercarse a ella, que había permanecido de pie junto a la ventana. Fue gracias al reflejo de los cristales que pudo verla cerrar los ojos y respirar hondamente antes de contestarle.

-He dicho que al menos usted la tuvo –repitió, incapaz de esconder todo el daño que esa afirmación le provocaba.

De nuevo volvió a dejar al párroco con la boca abierta, quien evitó su mirada mirando a uno y otro lado buscando las fuerzas para decir en voz alta aquello que le estaba reconcomiendo.

-¿Por qué le afecta tanto? ¿Por qué… por qué habría él de despedirse siendo que desde que les conozco, y desde mucho antes me consta, solo han hecho que importunarse o ignorarse en el mejor de los casos? –sus miradas volvieron a encontrarse, aunque por poco tiempo.

Aquello provocó una nueva reacción en Francisca. Acorralada. ¿Qué se suponía que podía contestarle? ¿Qué importunarle había sido la única manera de mantenerlo cerca? No, jamás lo admitiría.

-Será mejor que deje el tema don Anselmo y, si no le importa, me gustaría que se fuese y me dejase descansar –cambió de tema rápidamente.

Sin embargo y para su decepción, el padre se había vuelto a sentar y seguía observándola fijamente desde el butacón.

-Hace unos meses y… como bien sabe, muy a mi pesar, le demostré que para mi el secreto de confesión es más que… sagrado… ¿Cree que va a encontrar a alguien más discreto que yo para compartir sus cuitas? –trató de convencerla, mientras la observaba retorcerse las manos con nerviosismo. Era su trabajo aliviar las almas de sus feligreses y si había algo que tenía claro era que el alma de Francisca Montenegro era una de las más atormentadas que jamás había conocido. Y de las más tozudas.

-¿Y quién le dice que yo tengo alguna, más que el bienestar de mi hijo? –se defendió ella, tratando de enmascarar sus verdaderos sentimientos.

-Las ganas de escabullirse son una gran indicación… vamos, doña Francisca –intentó persuadirla -Ya es hora de que deje a un lado todo ese orgullo que le impide apoyarse en los demás. Le prometo que nada de lo que usted me cuente saldrá de estas cuatro paredes –la observó moverse intranquila desde la mesa del despacho hasta la ventana y deshacer el camino andado después, todo ello mientras le lanzaba miradas de reojo, fruto de la lucha que se estaba librando en su interior.

Pareció decidirse al fin cuando ocupó la butaca que la situaba frente al cura. Sin embargo, desde que empezó a hablar, su mirada volvió a perderse en algún punto del paisaje que podía contemplarse desde la ventana de su despacho.

-Antes… antes usted ha mencionado cuando le confesé quién era el… el verdadero padre de Tristán –comenzó.

A pesar de no sentirse cómodo porque ella no le hablase mirándolo directamente, no quiso decir nada. Bastante había conseguido con que cediese a departir con él.

-¿Usted se acuerda de las palabras que le dije? –esperó durante varios segundos hasta que don Anselmo recordó y comenzó a murmurar.

-Del amor de… -empezó, pero se vio rápidamente interrumpido por un susurro.

-Del amor de mi vida –continuó ella con la voz quebrada, pero tratando de mantener la compostura. Mirando a todos y a ningún lado al mismo tiempo. Angustiada por verse revelando algo que jamás esperó hacer –cómo se sentiría usted si… -de repente sonrió, sintiéndose estúpida –qué cosas le estoy diciendo, cómo va a saber usted lo que es que… que el amor de tu vida se aleje de ti y ni si quiera se digne a… a despedirse –concluyó con los ojos brillantes.

Don Anselmo quedó entonces en silencio, incapaz de comprender por qué, después de tanto tiempo, Raimundo Ulloa seguía vivo en los sentimientos de aquella mujer.
#92
Crippy
Crippy
16/08/2012 01:08
-Pero… doña Francisca… si llevan la mitad de su vida odiándose, evitándose y luchando el uno contra el otro… ¿cómo? ¿Cómo es eso si de verdad todavía siente algo por él?

Francisca se removió incómoda en su butaca. ¿Es que acaso no podía entenderlo?

-Y de donde cree usted que surge tanto odio... De dónde, si no del mayor amor que pueda sentir una persona… Del que nos permitió compartir las mejores cosas de nuestra vida... o al menos… de mi vida –susurró - Del que nos permitió tener a Tristán… lo único que consiguió que no dejase de luchar cuando él se fue la primera vez. Lo más hermoso que me quedó de él… y que ahora se niega incluso a tratarme como su madre… –se lamentó de nuevo.

Todo ello bajo la atenta mirada de un don Anselmo que todavía no podía creerse el estar escuchando una confesión de amor de aquella mujer a la que todos consideraban sin sentimiento alguno. El párroco se debatió durante unos segundos entre contarle lo que verdaderamente pensaba. Al fin y al cabo, querer hacerle ver que Raimundo todavía compartía sus mismos sentimientos, ¿no sería aumentar su dolor por tenerlo lejos? Pero él sabía que así era, pues no en vano había visto la preocupación de Raimundo cuando la doctora Casas tuvo que operarla a vida o muerte.

-¿Y por qué… por qué si tanto lo sigue amando no ha intentado decírselo? Superar el pasado… -decidió exponerle al fin.

De nuevo unos ojos brillantes se clavaron en él.

-Cada vez que Raimundo y yo hemos vuelto a acercarnos ha sido… solo ha servido para… para alejarnos más… cada vez más – pareció perderse en sus propios recuerdos hasta que fue consciente de ello y retiró la mirada, respiró hondo y se limpió una tímida lágrima que se había atrevido a hacer aparición –Ya está bien, don Anselmo. No quiero hablar más. Él se ha ido y quizá haya sido lo mejor –zanjó la cuestión –Y ahora si me hace el favor… me gustaría estar sola.

El cura la observó todavía sentado pero sin poder hacer nada más que marchar. La dejó sentada tras la mesa del despacho, realizando algunas cuentas o al menos, fingiendo realizarlas.

No hizo don Anselmo más que atravesar las grandes puertas de la Casona cuando ella se levantó y lentamente cerró las de su despacho. Suavemente. La conversación mantenida la había dejado exhausta.

Se sentó de nuevo, apoyando los codos sobre la mesa, al mismo tiempo que se pasaba las manos por la cara, frotando sus ojos y tratando de aliviar el incipiente dolor de cabeza. Había hablado demasiado. No podía confiar en nadie. No debería haberle dicho que todavía seguía sintiendo por Raimundo. Que sufría por él. Por un nuevo desprecio.

Habían pasado más años separados que juntos, pero bien complicado le resultaba olvidar lo mejor que había tenido en toda su vida. Mas ya estaba harta de penar por él. Era cierto que la rabia había ido desapareciendo conforme las semanas y los meses habían transcurrido, pero el dolor de no tenerlo, de que no diese señal de preocuparse por su hijo y de tenerlo tan lejos la estaba consumiendo poco a poco en silencio. Tenía que conseguir olvidarlo y no esperar que a cada día y a cada momento le llegase una carta de él diciendo que volvía. No, ya no más. Había conseguido controlar a Tristán, que era lo único que debía preocuparle en esos momentos. Ya no lo necesitaba.

Tomó entonces papel y pluma dispuesta a escribirle la que pensaba sería la última carta. Preparada para hacerle ver que su vuelta ya no era necesaria. Y sin embargo, a pesar de tanta determinación, tuvo que pensar largamente cuales serían sus palabras y controlar el temblor de sus manos.

Raimundo

Han pasado ya casi tres meses desde que te avisé de la situación de Tristán. No sé si es que no te has decidido o no has querido venir, pero tengo que decirte que tu regreso ya no es necesario. Si bien no está recuperado del todo, está mucho mejor. Ya no tienes de qué preocuparte si es que en algún momento lo has hecho. Sigue viviendo tranquilo allá donde estés. Yo me encargaré de que nuestro hijo vuelva a ser quien fue.

Francisca


No quiso que el rencor se apoderase de ella y de sus palabras, pero necesitaba volcar todos los sentimientos que luchaban por rebelarse contra ese amor que día tras día seguía atormentándola.

Con cuidado, dobló la nota y la guardó en un sobre, copiando después las señas que guardaba celosamente en uno de los cajones.

-Mauricio –llamó al capataz tras haber abierto las puertas del despacho.

Solo hubo de esperar un par de minutos para que el capataz hiciese acto de presencia desde las caballerizas.

-Aquí estoy señora ¿Ocurre algo? ¿Necesita algo? –se ofreció presto.

Su señora simplemente le entregó la carta, ordenándole después que la llevase cuanto antes a la estafeta de correos. Con una inclinación de cabeza, el capataz hizo ademán de marcharse, mas una súbita llamada lo detuvo.

Francisca había estado dándole vueltas durante unos días a ese tema. Seguía dolida por las palabras de su hijo, pero por mucho que a él le pesase, seguía siendo su madre y seguiría preocupándose por él.

-Mauricio… ¿Podrías hablar con mi hijo después? –le pidió al fin –Ofrécele que vuelva a trabajar en las tierras… me preocupa que el estar en la taberna, tan cerca de la tentación, pueda hacerle recaer de nuevo –le explicó rápidamente mientras observaba cuidadosamente a su alrededor que su hijo no estuviese presente –Si es menester dile que yo no estoy de acuerdo, seguramente eso le anime a hacerlo… -suspiró.

Mauricio sonrió ante la chanza de su señora y volvió a asentir, marchando poco después a cumplir las órdenes. Francisca por su parte se sentó en el sillón del salón. Volver a su despacho sería reencontrarse con una soledad que la abrumaba con recuerdos y malos pensamientos.
#93
mariajo76
mariajo76
16/08/2012 11:27
Que sufrimiento niñas, de verdad, esa Paca frágil me apasiona pero a ver si le dais un respiro y un poquito de cancha que la pobre está para los restos, creo que necesita una carta de Raimundo explicándole por que se comportó como un gilipollas al marcharse y por que no ha vuelto, y de paso que ponga una lucecita en la oscuridad que rodea a nuestra chica.
#94
mariajose1903
mariajose1903
16/08/2012 15:57
De verdad... Cuanto me gusta esta paca!! Pobre...

A Ver chicas que la historia esta emocionante pero yo necesito ya un encuentro a ver que se dicen y como se miran..! Ay yo lo estoy deseando!! Espero que no tardeis mucho por fa...
#95
EspeLuthor
EspeLuthor
16/08/2012 19:01
Me encanta Francisca, aunque sufro tanto como ella. Pero me gusta verla en esta tesitura (ya que hace muucho tiempo que no la vemos así en pantalla). Aaaaaay Raimundo, que vuelva pronto aunque sea solo para que halla una mirada entre ellos.
Y ese don Anselmo... ¡Que ya sabe lo que hay que se ponga a ayudar a una de sus feligresas y a su amigo el hereje!
Como siempre felicidades a ambas escritoras, valdrá la pena engancharse a esta historia, ¡lo presiento! sisi
Un beso muy grande y un abrazo muy fuerteee.
#96
soyi
soyi
17/08/2012 09:21
Como me guasta ver ha francisca a si de sincera diciendo que es lo que siente verdadreramente por Raimundo y mas que se lo contarra a Don anselmo .

Chicas una vez mas !!!!!FANTASTICAS!!!!

UN BESO
#97
Kerala
Kerala
19/08/2012 21:45
¡Gracias por vuestros comentarios! (hasta los que recibo por whatsapp jajaja) Nos alegramos mucho de que os esté gustando la historia, a pesar de que hasta ahora solo os hemos dado motivos para llorar un poquito. Peeeeeroooo como me dijo un día una vez cierta personita encantadora, maravillosa y a la que adoro: "Lágrima con gusto, no duele..."

Bueno, aquí os dejamos otro capítulo que espero que os guste. ¡Disfrutadlo!


...................................


Tres meses. Tres largos y duros meses donde se habían intercalado días penosos con otros aún más míseros. Había llegado a Panamá dispuesto a empezar una nueva vida, huyendo de un pasado y un presente que nuevamente se había torcido y complicado demasiado. ¿Y qué había conseguido? Nada. Desesperarse por no poder estar en el lugar que realmente le correspondía. Junto a los suyos. Debería haber aprendido con los años que alejarse y huir de los problemas no supone la solución de los mismos. Estos te persiguen allá donde vayas como una losa de la que es imposible desprenderse.

Se pasaba gran parte del día trabajando en el muelle, de sol a sol. A pesar de ser uno de los de edad más avanzada, trabajaba y se dejaba la piel igual que cualquiera de los más jóvenes. Sus motivos para ello eran imperiosos y no ponía mala cara a la hora de arrimar el hombro donde fuese menester.

Sebastián no había estado del todo de acuerdo con la decisión de su padre. Incluso él mismo se había ofrecido a buscar un nuevo empleo a mayores del que ya poseía en los astilleros, con tal de que su padre no tuviera que deslomarse cada día. Sin embargo, Raimundo se había negado en rotundo. Bastante carga tenía ya Sebastián como para buscarse una más. Además, aunque así hubiera sido, no habrían sido capaces de recaudar el dinero necesario para comprar aquel condenado pasaje que le llevara de nuevo a casa.

Aquel jueves había amanecido más taciturno y decaído de lo normal. Se había levantado al alba como todos los días para llegar el primero al muelle y comenzar a trabajar. Muchas embarcaciones necesitaban ser reparadas y aunque él no poseía conocimientos de carpintería, la necesidad le había obligado a su edad a tener que aprender de todo para sobrevivir.

Se preparó un frugal desayuno y se encaminó hasta el puerto dando un pequeño rodeo. Esa noche había sido incapaz de pegar ojo y necesitaba despejarse. Cada vez estaba más próximo el día en que llegara aquel barco desde España por fin, y aún no tenía los cuartos suficientes para hacer frente a aquel desembolso. Había pensado en ofrecerse para trabajar a bordo del barco durante el tiempo que durase el viaje, para cubrir de esa manera la parte de cuartos que faltaban para su pasaje.

Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y acarició como cada día la carta que Francisca le había enviado ya hace meses. Conocía cada palabra de memoria. Hasta había sido capaz de recrearla en su mente con la entonación propia de su pequeña. Dejó escapar un largo suspiro al pensar en ella. A estas alturas debería estar odiándole sin descanso. Más aún de lo que ya lo hacía por su repentina marcha. Pero había decido que todo iba a cambiar tras su regreso al pueblo. La distancia le había permitido afrontar sus sentimientos por ella y había llegado a la conclusión de que prefería pasar un día a su lado que toda una vida sin ella. Saber que había sido capaz de solicitarle aquella petición de auxilio después de que… Respiró con fuerza. Esa carta, lo había cambiado todo.

– Pequeña mía… Si supieras que lo que más deseo es estar junto a ti y nuestro hijo… -.

Musitó en un susurro dejando que sus deseos se filtraran con la suave brisa del mar. La angustia que
sentía oprimiendo su pecho por no haber podido comunicarse con ella, le asfixiaba hasta casi hacerlo desfallecer. ¿Qué pensaría Francisca de él? Se sentiría nuevamente abandonada a su suerte. Igual que la vez anterior. La gran diferencia entre una y otra es que esta vez ella le había informado de la verdad de la situación. Y él… él no había podido acudir a su lado. Meneó la cabeza tratando de animarse, creyendo que las cosas cambiarían muy pronto.

Francisca estaría ahora muy lejos de creerse sus buenas intenciones para con ella y Tristán cuando en tres meses no había recibido noticia alguna de él cuando se había solicitado su regreso. Y aunque todo se debía a causas ajenas a su voluntad, el resultado era que una vez más, él no estaba a su lado. Francisca no querría verlo ni en pintura. Y eso era algo que no podría soportar.

Todos estos negros pensamientos le torturaba sin descanso, minando su espíritu y convirtiéndolo en poco más que una piltrafa.

Llegó al fin al puerto y se dispuso a empezar su labor, pero antes saludó a unos hombres que andaban ya faenando por allí. Compañeros suyos de labor y ya amigos.

– ¡Buenos días! Mucho habéis madrugado hoy -. Les sonrió de medio lado. – Se nota que muy pronto mejorará el tiempo y podrán llegar los grandes barcos hasta el muelle. Incluso el proveniente de España… -.

Pensar en que ya dentro de poco podría regresar a Puente Viejo le hacía flaquear las piernas. Francisca no querría tenerlo a su lado, pero él estaría junto a Tristán. Y cuando estuviese recuperado, ya se encargaría de ella. Jamás debió creerse ese estado de resignación que su hijo les había hecho creer a todos. Es cierto que se había sorprendido sobremanera por la entereza con la que Tristán estaba afrontando lo de Pepa, pero él, sumido en sus propias cuitas, quizá no supo ver el grito de auxilio que escondía aquel supuesto y fingido temple.

Frunció el ceño al observar el semblante de sus compañeros ante sus últimas palabras. Ninguno parecía querer mirarlo de frente.

- ¿Es que ha ocurrido algo? -.

Justino, uno de los hombres que más amistad había trabado con Raimundo, fue el único que se atrevió a hablarle.

– Verás Raimundo… -. Su tono era titubeante en demasía y es que no sabía cómo exponerle la situación. – Todos sabemos las ganas que tienes de regresar a España para estar junto a tu hijo, pero… -.

Raimundo dejó casi de respirar, asustado ante lo que podrían referirle. – Pero, ¿qué? -.

Justino apoyó su mano en el hombro de Ulloa y decidió hablarle sin tapujos. – Se ha recibido aviso de galerna para pasado mañana. Ningún barco podrá atracar en el puerto en las próximas semanas. Quién sabe si algo más. Lo siento, Raimundo pero tu viaje de vuelta no va a poder ser todavía -.

- ¿Qué estás diciendo? -, se volvió a él medio trastornado por la noticia. - ¡Tengo que regresar! ¿es que no lo entiendes? Mi hijo me… necesita… Tiene que haber otra solución. Además el barco salió de España ya hace una semana. ¡Tiene que llegar hasta aquí! ¡Maldita sea! -.

– Raimundo, cálmate. No hay otra solución. Atracará donde pueda, esperando que pase la galerna, pero no será aquí -. Se volvió hacia el resto, señalándoles con la mano. – Todos aquí sabemos de tu afán por regresar, pero no se puede hacer nada…salvo esperar -. Miró a Raimundo compasivo. – Lo siento. Lo sentimos de verdad -. Se corrigió.

Él levantó la mirada con los ojos humedecidos por las lágrimas. – Más lo siento yo, Justino… más lo siento yo -.

Se pasó el resto del día como en una burbuja. Ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor y moviéndose casi por inercia. Perdido en su propio mundo. De nuevo una contrariedad y contra la que no podía luchar… aunque, bien pensado, dispondría de más tiempo para conseguir el dinero suficiente para comprar su regreso.

Cuando llegó la hora del almuerzo, se apartó del resto de sus compañeros para recluirse aún más en su interior. Extrajo de su bolsillo la carta de Francisca, acariciándola con la yema de los dedos.

– Solo espérame un poco más, pequeña mía… Pronto estaré en Puente Viejo -.
#98
mariajose1903
mariajose1903
19/08/2012 23:49
Pero por dios!! Que angustia!!! Chicas me encanta pero por favor que vuelva ya y haya encuentro!!!
#99
MrsT
MrsT
20/08/2012 18:04
que el barco qué???

anda ya! que ya os empezais a parecer a los guionistas de PV!! Alargaaaaaaando hasta la saciedad y angustiaaaaaaaaaaando al personal y pa mas inri disfrutando del sufrimiento de las que os leen!!! no doy crédito!! asombrado
qué sois buenas?? sois buenas pécoras, eso sí! lengua


que me bajo del carro el 21, eh!!!!!!!!!!!!!!!!! es una amenza!! jajaja
#100
MrsT
MrsT
22/08/2012 21:38
... lo confieso, no me he bajado del carro!!! Pero cuánto vamos a tener que esperar por el próximo capi
Hasta la ETERNIDAD?????

es que de verdad, veis como no tenéis piedad......
Anterior 1 2 3 4 5 6 7 Siguiente