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HASTA LA ETERNIDAD, una historia de Raimundo y Francisca (by Cris y Ruth) // Raimundo escribe a Francisca

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#0
Kerala
Kerala
14/07/2012 21:58
hastalaeternidadunahistoriaderaimundoyfranciscabycrisyruthraimundoescribeafrancisca


Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes.
Porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

Porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro...

Porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque la noche pase y yo te tenga
y no...

(M. Benedetti)
#101
soyi
soyi
23/08/2012 08:10
Como echaba en falta el relato pero porfavor ya que en la serie no hay encuentro por lo menos tener compasion y darnoslo ya !!!!!



UN BESO
#102
Crippy
Crippy
25/08/2012 22:24
¡Me toca! Siento el retraso, pero estos días están siendo un poco locura.

¡Esperamos que os guste!

------------------------


Francisca observó como Emilia limpiaba con diligencia todos y cada uno de los muebles del salón. Estaba claro que no podría haber encontrado a nadie mejor que cubriese tal puesto. Además, no solo era eficiente, sino que la trataba con un cariño que en ninguna de sus doncellas encontraba. El paquete completo.

Así, lo que había comenzado como una simple treta para mantener a su padre más cerca de la Casona había resultado ser una de sus mejores decisiones en años. Y así pensaba mientras acunaba suavemente a la pequeña María, que teniendo ya un año y pese a ser un terremoto que revolucionaba cada rincón de la casa, nunca desaprovechaba la oportunidad de que la tomasen en brazos y le hicieran algunos mimos.

Al fin había conseguido el nieto que anhelaba y que tanto se había resistido a llegar, pues a pesar de que nada las unía, existía un vínculo especial que le hacía sentir un cariño y un aprecio difícil de explicar hacia esa niña y su madre. Bueno, sí que lo podía explicar. Nunca en voz alta y sólo cuando se permitía ser sincera consigo misma, podía admitir que sentía tal afecto por considerarlas en su fuero interno la hija y la nieta que podrían haber nacido de ese amor de juventud… y no tan de juventud.

La pequeña se removió entre sus brazos y poco a poco fue abriendo los ojillos. Nada más reconocer a quien la sostenía, su boquita se estiró, mostrando esa sonrisa con la que parecía conseguir todo aquello que se proponía, a pesar de no levantar más de dos palmos del suelo.

Con una ternura que solo ella sabía sacar a la luz, comenzó a peinarle el pelo rubio que poco a poco había comenzado a oscurecérsele, recogiéndoselo de nuevo tras la corta siesta. Incapaz de esconder una gran sonrisa al ocuparse ella misma de lo que concernía a la pequeñita, por primera vez. No tuvo la verdadera oportunidad de hacerlo en el caso de Tristán y Soledad, cuando el mal la acechaba por la casa y su mente se encontraba débil y confundida. Tampoco cuando Martín llegó a Puente viejo desde Asturias, pues la perturbada de su supuesta madre apenas dejaba acercarse siquiera al servicio cuando éste no era más que un bebé.

Y sin embargo, en esos momentos y gracias a la complicidad que había surgido entre Emilia y ella, podía disfrutar de ese angelito que había aparecido cuando más necesitaba una alegría y algo que hiciese un poco más soportable su existencia, que se había visto reducida a las tierras y a perseguir a Tristán. Bueno, y a apartarse la indiferencia de Raimundo de la cabeza.

Por unos segundos valoró la posibilidad de preguntarle a la propia Emilia si había recibido noticias de su padre, pero hacerlo dejaría ver que, a pesar de haber pasado ya un tiempo más que respetable, seguía esperando esa contestación que nunca llegaba.

Emilia suspiró en un momento dado y Francisca supo que era el momento de hacerla parar, dejar que descansase y darle algo de tiempo con su hija.

-Parece que alguien quiere que otra personita la coja –musitó con un tono alegre, dirigiéndose hacia Emilia –Tiene ganas de darle un beso a su madre –observó a la pequeña revolviéndose entre sus brazos con sus grandes ojos ya abiertos de par en par.

Poco tardó su madre en acercarse a tomarla para darle los mimos que sabía, le encantaban. Francisca trató de disimular la sonrisa que le provocaba esa escena.

Emilia lanzó una mirada de soslayo a su señora, que simplemente asintió, dándole mudo permiso para que se sentase con la pequeña en una de las sillas. No era ni lo común ni lo más correcto que una doncella se sentase donde lo hacía sus señores, pero hacía ya mucho tiempo que las relaciones habituales entre señora y servicio habían sido apartadas.

-No sé qué le dais de comer para que esté tan hermosa y crecida.

Emilia simplemente sonrió ante el halago y continuó haciéndole monerías a la pequeña, a quien le encantaba jugar con el cuello blanco de su uniforme.

Poco a poco la mente de Francisca fue diluyéndose escuchando los sonidos balbuceantes y las medias palabras de la pequeña. Todo aquello que ella estaba pudiendo disfrutar.

-Y pensar que se está perdiendo todo esto –murmuró sin ser consciente de que no lo decía solo para sí misma.

Se sobresaltó al darse cuenta y miró aterrada a Emilia, confiando en que ésta no se hubiese percatado de su pequeño desliz, mas la mirada esquiva de ella destruyó esa esperanza rápidamente.

De repente, una cierta incomodidad se instaló entre ellas. Ambas sabían quién era el sujeto, a pesar de que ningún nombre había sido mencionado. Francisca sintió la necesidad de defenderse.

-Aunque lo diga yo, no deja de ser cierto –dejó caer, tratando de simular cierta indiferencia.

A pesar de que no le contestó, pudo observar como Emilia suspiraba con cierta resignación.

-Ni está para ver crecer a su nieta ni para ayudar a su hijo –murmuró, lo que hizo que Emilia se sobresaltase. Tuvo que defender a su padre, puesto que suya había sido la idea de mantenerlo ajeno a los problemas de Tristán para que nada perturbase la paz que con ese viaje había ido a buscar.

-Mi… mi padre nada sabe de lo de Tristán. Yo… preferí omitírselo en las cartas para no preocuparlo… -se vio de repente interrumpida por una Francisca esquiva.

-Tú no, pero yo si.

Aquello dejó a Emilia sin habla, besando suavemente las diminutas manos de su niña cuando, jugando, le rozaban la cara… ¿cómo…? –se preguntaba una y otra vez.

Francisca comenzó a sentirse ridícula por momentos, habiendo reconocido ante Emilia, conocedora de gran parte del pasado, que le había escrito. Rezó mentalmente para que todo quedase enterrado bajo el tema de Tristán.

A Emilia pareció costarle reaccionar, al menos exteriormente, pues su mente bullía y trabajaba sin descanso. Las breves y furtivas miradas que le dedicaba de vez en cuando pusieron a Francisca en alerta.

-¿Ocurre algo Emilia? –se decidió a preguntarle, presa de un intenso hormigueo fruto de la ansiedad. Algo había que la desazonaba sobremanera y la tenía con el alma en vilo. Algo que le afectaba a ella.

La criada se sobresaltó ante una pregunta tan directa e intentó ganar tiempo haciéndole algunas carantoñas a su niña. Pero aún así no pudo rehuir la mirada directa que Francisca dirigió.

-Ha… ¿ha recibido contestación de mi padre? –le preguntó finalmente, sin tan siquiera mirarla a los ojos, distrayendo su propia tensión y la de la situación jugando con la niña.

Esta vez fue Francisca quien se revolvió incómoda en su asiento. Reconocer en voz alta que alguien que le importaba tanto la ignoraba de semejante manera le dolía más de lo que podría haber imaginado. Pero había sido ella sola quién se había metido en semejante jardín. Y saldría con una respuesta.

-No… no he recibido respuesta alguna por su parte –murmuró, tensando su falda y sacudiendo algunas migas que la pequeña María le había dejado tras comerse hacía un rato una galleta. Escuchó a Emilia suspirar y después contestarle algo que aumentó su nerviosismo hasta límites insospechados.

-Lo suponía.

En la mente de Emilia, la preocupación que había sentido al no recibir noticias de su padre en tanto tiempo comenzó a aliviarse, de una manera u otra. Se imaginó a su padre rabioso con ella por no haberle hablado del verdadero estado de Tristán o quizá más, pudiendo pensar que ella misma le había facilitado sus señas a la señora para que pudiese localizarlo. Jamás lo habría dicho de él, pero si había alguien por quien su comportamiento se volviese irracional, esa persona era definitivamente doña Francisca.
#103
Crippy
Crippy
25/08/2012 22:24
Y era ella misma quien ahora la observaba con el semblante confundido, a pocos metros, esperando una explicación.

Lo que todos decían era cierto: le había tomado cariño. Por ello trató de verbalizar los pensamientos que le rondaban la cabeza de la manera más delicada que pudo.

-Cuando… cuando mi padre marchó… quería romper con todo lo que le atase a este pueblo… que no fuese su familia –comenzó, acunando a María, que gimoteaba suavemente –dejó muchas cosas atrás… recuerdos –trató de hacerla comprender.

Francisca la observó intentando que su semblante no variase, a pesar del torrente de sentimientos que revoloteaban en su interior.

-¿Recuerdos? –se decidió a preguntar con un nudo en la garganta -¿Qué tipo de recuerdos?
Emilia comenzó a verse sobrepasada por la situación. La niña gimoteó más fuerte.

-Objetos con… valor sentimental que le ataban a esta tierra –“a usted” –omitió, pero supo que ese matiz había llegado a la señora cuando sus ojos comenzaron a brillar sospechosamente. Se distrajo de esa imagen cuando una de las manitas de su hija le rozó la barbilla. Su atención volvió a centrarse en la niña y en los gruesos lagrimones que caían por sus rosadas mejillas. Percibió un desagradable olor.

-Creo que alguien necesita que la cambien –se levantó del sillón rápidamente. Aliviada por tener una excusa para abandonar el lugar. Una mirada de reojo le valió para saber que quizá su señora siquiera había escuchado sus palabras, pues su mirada parecía estar perdida en algún punto de la pared.

Tratando de hacer el menor ruido posible subió escaleras arriba con la niña sujeta contra su cuerpo. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en toda la casa, al mismo tiempo que una lágrima solitaria caía sobre la mano de Francisca. Un gran nudo en la garganta hacía que le costase respirar. Suavemente hizo desaparecer la pequeña gota con la otra mano, dejando un rastro húmedo. Perdida en sus pensamientos.

Por eso no se había despedido. Por eso no le contestaba. Había decidido olvidar todo lo que había sucedido entre ellos, reciente o pasado. Y eso le amargó el alma.
#104
EspeLuthor
EspeLuthor
25/08/2012 23:03
¡Amoreeeeeeeees!
¡Cuando he visto que había capítulo nuevo casi me entra un infarto!
Criis que bien escribes jodía hum, pero que triste también.
¿Qué queréis que se suicide la doña? A este paso la matáis del disgusto, y mientras el brazo de mar perdido por Perú, si es que, hombres... Nunca están cuando se les necesita.
A este paso la Paca va a necesitar más mimos que María para perdonar a Raimundo.

Pero bueno que no se diga que yo no confío en vosotras ¿eh? ¡Ojo! Que espero que la situación mejore carcajada.
¡Un beso muy grande y un abrazo muy fuerte a todaaas!
#105
mariajo76
mariajo76
26/08/2012 12:28
Yo os mato...¿No tenéis ni un poquito de compasión por nuestra chica? ¿No os da penica ese corazón roto a cachitos????? Sois malaaaaaaaasssssssssssss. Francisca necesita pero urgentemente una lucecita de esperanza.
#106
MrsT
MrsT
26/08/2012 22:32
Uy, miedo me dais! Emilia también que inoportuna! Ahora todo va a llevar a malos entendidos y la Paca ataca y el otro no se queda corto!! Ay Dios, cuánto sufrí con Paca ese momento final y lo que nos quedará!! No debería caer ya algún flashback que nos aporten un poco de luz a tantas cosas que nos dejan flipping??? Algo que nos haga entender por qué leches se fue este hombre? Please???

Bueno, tengo que decir y he de reconocer que a mí este relato me afecta demasiado, tanto así que dejé de leerlo un tiempo para retomarlo hace poco con un pelín más de fuerza! Sigo angustiosa cada vez que sigo leyendo, pero bueno, os aseguro que mi angustia es el mayor de los piropos!! Qué manera de transmitir!!!
Besos a las dos pécoras!! :P
#107
Kerala
Kerala
31/08/2012 16:06
¡Buenas!

¡Pécoras...! ¡Pécoras! jajaja me parto. Pero en el fondo, que sepáis que me duele en lo más profundo estos ataques hacia nuestras personas... snif

Ahora en serio, de verdad, os agradecemos vuestros comentarios y el que seáis tan fieles a esta historia. ¡Sois las mejores!


.........................................................

Durante el siguiente mes, la impaciencia hizo acto de presencia con más intensidad que nunca si cabe. Los días parecían multiplicar sus horas, y las noches, largas, eternas, se veían privadas del sueño que tanto necesitaba. Se había deslomado con más ahínco durante todo este tiempo, llegando a casa rendido y sin cruzar apenas palabra con Sebastián, que lo miraba entristecido viendo cómo en su padre crecían las ansias por escapar de allí.

Escapar. Ese había sido siempre su tormento y su ruina. Siempre huyendo de todo, incapaz de pelear por aquello que realmente le importaba. Pero las cosas iban a cambiar. Esta vez había aprendido la lección, aunque a un precio de nuevo muy elevado.

Por fortuna, había conseguido reunir los cuartos suficientes para comprar su regreso. Aquella última semana había vuelto a sonreír después de mucho tiempo. La fuerte galerna que los había asolado las últimas semanas, parecía remitir por fin. El cielo despejado y las aguas calmadas, presagiaban con certeza la llegada del carguero español al puerto de Panamá. Con suerte, en poco más de una semana, estaría abrazando a los suyos.

A los suyos. Sonrió de medio lado al incluir a Francisca entre ellos. Suya. Siempre había sido suya, a pesar de todo lo vivido. A pesar de sus bodas respectivas… A pesar de esa ceguera orgullosa que le había mantenido ajeno a la verdad durante tantos años. A pesar de los odios… El tiempo y la distancia posicionan los sentimientos en el verdadero lugar que les corresponde. Y ese supuesto rencor, que había vivido junto a él todos estos años, parecía ya no haberse aplacado, sino diluido como la arena se funde con el mar. La única verdad es que siempre se habían pertenecido el uno al otro, por más que intentaran negarlo.

Acompañando de la mano a la alegría por el regreso, viajaba también un profundo temor. Una angustia irracional por volver a estar de nuevo frente a ella. Sin máscaras. Esta vez, con la verdad. Sabía que debía estar más preocupado por el bienestar de su hijo que por aquellos temores, fruto de las dudas que le seguían acuciando. Pero todo se debía a que tenía la certeza de que Tristán saldría adelante y se recuperaría gracias al cariño de todos. El de Francisca incluida. En cambio, de su situación con Francisca no estaba tan seguro a pesar del ánimo y voluntad que iba a poner por estar junto a ella.

Aquel soleado día llegó al puerto como cada mañana. Se libró de la chaqueta y la camisa, quedando nada más con su camiseta interior y se dispuso para comenzar una ardua jornada de labor en los astilleros. Se concentraba tanto en su trabajo, que apenas escuchaba el vocerío que lo rodeaba cada mañana. Tanto es así, que no se percató de la llegada de Justino a su lado.

– Raimundo, ¿me estás escuchando? -. Le habló ya situado apenas a dos palmos de él después de darse cuenta de que no le estaba prestando ninguna atención. Pero nada. - ¡Raimundo! -. Tuvo que zarandearle del brazo para conseguir que le hiciera caso.

- ¿Qué? -. Se incorporó. – Perdona Justino, no te sentí llegar… -.

– No, ni llegar ni escuchar cómo te llevaba llamando un buen rato -, sonrió benévolo el hombre. - No te has enterado aún, ¿verdad? -.

Raimundo frunció el ceño. - ¿De qué se supone que tendría que enterarme? -.

Justino rió con ganas. – Ay Raimundo… si no te enfrascaras tanto en tus cosas, te habrías dado cuenta de que acaba de atracar en el puerto el barco que veía desde España -.

Ulloa sintió que el aire se le atascaba en los pulmones. Sabía que llegaría de un momento a otro, y saber que ya estaba allí, en Panamá, le hacía flaquear las rodillas. Su amigo volvió a sonreírle mientras palmeaba su hombro.

– El jefe me pidió que viniera a avisarte. Es hora de descargar la mercancía. Mañana… -, miró con sincero afecto a Raimundo. -… podrás comprar tu pasaje. Y en unos días, estarás abrazando a todos tus seres queridos -.

Podía notar cómo las lágrimas acudían a sus ojos sin que pudiera remediarlo. Al fin iba a regresar a Puente Viejo, aunque sintiera que se le partía el alma en dos por tener que dejar de nuevo a Sebastián. Pero a fin de cuentas, su muchacho se estaba labrando un porvenir en aquellas tierras. Además, aunque él no se lo hubiera referido aún, sabía de la existencia de una joven y linda muchacha a la que llevaba rondando desde hacía ya unos de meses.

Definitivamente, Sebastián tenía ya su vida hecha en Panamá. La suya, sin embargo, le esperaba en Puente Viejo.

…………………………………

La noche se le había echado encima mientras volvía hacia casa. Aún así, decidió dar un pequeño paseo con el fin de ir despidiéndose de aquellas tierras que habían conseguido ganarse un lugar en su corazón durante los meses que allí había vivido. Casi un año… Apenas un año… Se podía considerar mucho tiempo en la vida de una persona de su edad. Durante ese tiempo había aprendido más de sí mismo y de sus verdaderos sentimientos que durante toda una vida en Puente Viejo. Le había ayudado a reencontrarse. A saber qué es lo que quería de la vida. Qué es lo que realmente quería hacer con su vida.

Suspiró satisfecho mientras se acercaba al porche de su casa. Allí le esperaba Sebastián. De pie, mirándolo con una sonrisa y con las manos metidas en los bolsillos. Se detuvo unos instantes frente aquella imagen, queriendo grabarla en su memoria. Feliz porque su hijo al fin, hubiera encontrado su camino.

– Buenas noches, padre -. Saludó. – Por su semblante intuyo que ya sabe acerca de las buenas nuevas… -.

Él sonrió. – Así es Sebastián… aunque reconozco que me apena tener que dejarte -. El joven suspiró.

– Lo sé, padre, pero no se inquiete. Yo estaré bien. Además… -, le señaló una de las sillas para que se sentaran, y él hizo lo propio frente a él. -… tengo un nuevo proyecto en mente, aunque claro está, necesito financiación para ello. Pero estoy seguro de que lo lograré -.

Su padre lo miró preocupado. - ¿He de preocuparme Sebastián? Ten cabeza hijo y piensa muy bien las cosas antes de actuar. ¿Me lo prometes? Mira que si no, no podré marchar tranquilo -.
#108
Kerala
Kerala
31/08/2012 16:07
Sebastián se rio meneando la cabeza. – No se apure, que no estoy dispuesto a pasar por lo mismo otra vez. Esta vez quiero hacer las cosas bien -. Se dejó caer sobre el respaldo del asiento. – Si le parece bien, le cuento mi proyecto durante la cena. Pero antes… -.

– Antes ¿qué? -, preguntó Raimundo al observar que su hijo se ponía en pie y entraba al interior de la casa. Viéndolo salir segundos después con algo en la mano.

– Antes, le dejaré algo de intimidad para que pueda leer tranquilo la correspondencia -. Sentenció ofreciéndole unas cuantas cartas, todas ellas provenientes de España. Observó cómo su padre las tomaba con mano temblorosa y las movía intentando no parecer desesperado. – Sí padre. Hay una desde la Casona. Espero que me informe más tarde si hay alguna novedad sobre Tristán -.

Sebastián giró sobre sus talones entrando de nuevo a la casa. Dejando a Raimundo mirando sin apenas pestañear el pequeño fajo de cartas que tenía entre las manos. Había misivas de Emilia, de Don Anselmo… Hasta de Hipólito Mirañar. Pero de entre todas, la que le tenía con el alma encogida era aquella en la que ponía…

Francisca Montenegro.

Depositó con cuidado el resto de las cartas sobre la modesta mesita y siguió mirando durante algunos segundos más, aquella que le traía a mal traer. ¿Sería una nueva petición de auxilio dada su supuesta indiferencia en contestarle? ¿Tal vez estaría cargada de reproches hacia él por no haber estado a la altura? Después de saber el esfuerzo que tuvo que suponer para Francisca solicitar su ayuda, el hecho de no haber podido contestarla, aunque fuera por causas ajenas a su voluntad, le había torturado todo este tiempo.

Con el aire faltándole en los pulmones, acercó con cuidado el sobre hasta su nariz y sus labios, aspirando su aroma. Olía a ella. A Francisca. A su piel, a su cuerpo… Miedo le daba abrirla, pero debía hacerlo. Tenía que hacerlo.

Rompió el lacrado del sobre, sacando la nota de su interior. Cerrando los ojos unos instantes buscando quizá las fuerzas para enfrentarse a aquello que Francisca le refiriese en su carta. El presentimiento de que no se trataba de buenas noticias, lo acechaba desde las sombras de su corazón.

A medida que iba leyendo, un dolor, intenso y frío fue adueñándose de su corazón. De sobra conocía que la falta de noticias por su parte durante todos estos meses, habría causado estragos en ellos. En Francisca y en sus hijos, pero ¡qué podía hacer él! ¡Nada!

No es necesario que regreses.

Parecía que Tristán estaba comenzando a levantar cabeza, no sin poco esfuerzo, estaba seguro. Él pasó por una situación similar y sabía que salir de aquel pozo no era tan fácil como se pudiera suponer. Dudaba que Francisca le hubiese mentido acerca del verdadero estado de Tristán, aunque tal vez sí se hubiese precipitado en sus apreciaciones. Cuando uno sufre un dolor tan grande ha de buscar la manera de exteriorizarlo. Aunque su hijo no había elegido la más adecuada.

No es necesario que regreses.

La notó fría. Distante en sus letras, aunque con un deje de dolor oculto que supo ver por encima de ellas. Estaba dolida con él y no podía culparla. Tenía motivos más que suficientes para ello…

No es necesario que regreses.

Se dejó caer sobre la silla mientras la carta caía lentamente al suelo, deslizándose entre sus dedos. Cerró los ojos para no dejar salir el torrente de lágrimas que acudió a sus ojos. ¿Para qué iba a regresar? Tristán se estaba recuperando sin su ayuda. Emilia parecía vivir feliz junto a Alfonso y la pequeña María. Y Francisca… ella ya había sentenciado. No era necesario leer entre líneas para saber que no le quería a su lado.

Nuevamente, el destino había elegido por ellos.
#109
mariajo76
mariajo76
02/09/2012 10:19
¿Pero de que me vais?, lo tengo clarísimo, me quereís matar de un disgusto. Pero pobre Raimundo, un año casi sin saber el uno del otro y cuando reciben noticias...espero que en el tiempo más breve posible Francisca reciba una carta muy larga en la que Rai le explique que si no ha ido a su lado es por que los elementos lo impidieron y que a pesar del tiempo y la distancia ella sigue siendo su chica.

Si es que sois...uffffffffff
#110
melisalaura
melisalaura
09/09/2012 03:58
Chicas felicidades!!!bravobravo son unas artistas!!! la historia está quedando bella, estoy un tilín atrasadita pero si muy enganchada, sigan que me tienen sin uñas (como siempren) besitoss a todass....
#111
mariajose1903
mariajose1903
11/09/2012 13:57
Esto cuando continua??? Vuelve o no vuelve?? Me teneis en ascuas!!!
#112
Kerala
Kerala
11/09/2012 14:37
Chicas, perdonad la tardanza, pero Cris y yo hemos estado un poco ocupadas con otras cosas estos días. Pronto tendréis nuevo capítulo, prometido guiño

Gracias por vuestra paciencia y comentarios!
#113
MrsT
MrsT
11/09/2012 14:53
Señorita Kerala, no considera Usted una osadía y desfachatez pedirnos paciencia?????? ésta la tenemos que dosificar para poder soportar las barbaridades que nos brindan a las RP los guionistas de PV!
Asimismo exigo nos matice con más precisión lo que para Usted significa el concepto 'pronto' porque mire Usted, llevamos once días a dos velas. Tampoco se trata de hacerle honor al título de la historia entre colgar un capítulo y el siguiente!!! lengua
aunque he de decirle que con un 2X1 yo me veo perfectamente compensada! es más estoy dispuesta a olvidar esta contrariedad. carcajada guiño


Chicas, tened piedad!!! angel
#114
Jessicavalido
Jessicavalido
11/09/2012 21:31
Chicas por Dios colgad un nuevo capitulo pronto porfis,no cojáis los malos ejemplos de los guionistascarcajada.Yo tambien me conformo con un 2x1lengua un besito guapas.
#115
Crippy
Crippy
19/09/2012 02:07
Ya estaba yéndome yo a dormir cuando he recordado que esta mañana he hecho una promesa. Aunque ahora por ciertos motivos no tenga el tiempo para seguir escribiendo esta historia, nada impide que de momento no os pueda dejar algo para entreteneros. Algo que llevabais tiempo pidiendo (y que otro tanto llevaba escrito...).

Así que hablándolo con Ruth, hemos decido que allá va (al menos... un trocillo). Esperamos que os guste y lamentamos la tardanza (más que lamentamos... lamento, que tanto retraso es solo culpa mía)

---------------------------------------

No es necesario que regreses.

Se dejó caer sobre la silla mientras la carta caía lentamente al suelo, deslizándose entre sus dedos. Cerró los ojos para no dejar salir el torrente de lágrimas que acudió a sus ojos. ¿Para qué iba a regresar? Tristán se estaba recuperando sin su ayuda. Emilia parecía vivir feliz junto a Alfonso y la pequeña María. Y Francisca… ella ya había sentenciado. No era necesario leer entre líneas para saber que no le quería a su lado.

Nuevamente, el destino había elegido por ellos.

Y sin quererlo, pero al mismo tiempo, sin poder evitarlo, recordó el comienzo de tanta desdicha e infelicidad.

-¡No tiene derecho! ¡Es mi madre! –exclamó el Castañeda fuera de si.

-¡Si que lo tengo! ¡Es mi casa! Y estas no son horas para levantar el alboroto que supondría el trasladar a tu madre –le contestó Francisca, dando por zanjado el tema.

Alfonso pareció estar a punto de perder el control, pero se contuvo, no estaba en su naturaleza.

-Mañana a primera acércate con Mariana, que ella la arregle y después, si queréis, os la lleváis a casa.

Alfonso la miró enfadada pero no pudo hacer más. Si lo intentaba, estaba seguro de que los hombres de la Montenegro se le echarían encima sin contemplaciones, así que hizo lo más inteligente que podía hacer en esos momentos, darse la vuelta y marcharse, aunque por dentro estuviese hirviendo de ira.

¿Es que acaso las desgracias nunca cesarían para ellos? Primero… Juan, y ahora su madre. Y esa maldita Montenegro que ni siquiera le permitía llevarse el cuerpo para velarlo en casa. Respiró hondo para tratar de calmarse al mismo tiempo que apuraba el paso para salir lo más pronto posible de allí.

Tan concentrado en sus pensamientos estaba que no se dio cuenta de que a punto estuvo de arrollar a padre e hijo, Tristán y Raimundo, que se habían encaminado hacia allí nada más conocer la noticia, que había corrido como un polvorín por todo el pueblo.

No se hubiesen sorprendido de haberlo encontrado triste, decaído, pero el verlo tan enfurecido les obligó a tomarlo por los hombros para tranquilizarlo, a insistirle hasta que el muchacho les contó lo que le sucedía.

-Es esa Montenegro, que no me deja llevarme a mi madre para que la velemos esta noche en casa. Se empeña en que sea mañana cuando vayamos y yo… yo no quiero que permanezca ni un solo minuto más allí, con ella, que se ha encargado de exprimirla cada segundo en tareas que ya no estaba en edad de hacer… -se le quebró la voz.

Tristán trató de calmarlo sin darse cuenta de que había alguien mucho más enfadado a su lado.

-¿Dónde está tu madre? –preguntó Raimundo, tratando de contener la rabia que se estaba acumulando en su interior ante semejante injusticia.

-En… en una de las habitaciones de arriba, no sabría decirle en cual exactamente –y, rápidamente, antes de que pudiesen siquiera evitarlo, Alfonso se zafó de las manos que trataban de confortarlo y tomó camino hacia el pueblo –He de avisar a Mariana –les gritó ya un poco alejado.

- Vete con él - murmuró de pronto Raimundo - Y no lo dejes solo.

Tristán lo miró desconcertado. Jamás había visto a su padre tan furioso.

- Pero, ¡padre…!

- ¡Obedéceme, Tristán! Tengo que hablar con tu madre. Esto… es demasiado hasta para ella -.

- Pero… -

- ¡Venga! Alcánzalo… - le apremió. Y sin darle tiempo a responder, caminó hacia las puertas de la Casona.

Estaba indignado, ¿cómo podía hacerles eso a una familia que acababa de perder un pilar tan fundamental como era una madre?
Apenas cruzó la puerta, un pesado silencio apenas roto por el ruido de las doncellas trasegando en las cocinas lo envolvió por completo. No encontró a nadie en el salón, y el despacho, abierto de par en par, mostraba que tampoco había nadie en él. Se decidió entonces a subir las escaleras y a acercarse a Rosario por última vez, como había sido su primera intención.

Preparado no obstante para enfrentarse a Francisca si se daba el caso.

Alfonso Castañeda no había sabido darle mayor razón de donde se encontraba Rosario más que en el piso de arriba, pero él supo casi de inmediato dónde era. La habitación de invitados se encontraba al final del pasillo.

El silencio se hizo más marcado una vez se encontró en la planta superior. Incluso él mismo formaba parte de él, pues, inconscientemente, buscaba que ni siquiera el ruido de sus pisadas perturbase la calma que lo envolvía todo. Cuando alcanzó la habitación, temió estar equivocado, por lo que abrió la puerta lentamente y tratando de hacer el menor ruido posible.

Pero no, no se había equivocado.

Tumbada sobre la cama y vestida todavía con la ropa de faena, yacía Rosario. En paz, como si estuviese dormida. Con una suave sonrisa que hacía pensar en un reencuentro más allá de la muerte, con su Juan.

Demasiado tiempo le costó advertir que ambos no eran los únicos que estaban en esa habitación. Solo tuvo que seguir el brazo inerte de Rosario para descubrir quién le sostenía y acariciaba la mano desde un pequeño sillón, muy cerca de la cama.

Sintió como su furia se desinflaba poco a poco al reconocer quien era. Llorando. Pero no un llanto normal, sino un llanto silencioso, de quién se ha acostumbrado a hacerlo sin que nadie se dé cuenta… o para que nadie se de cuenta. Y sin embargo, ahí estaba él, para ver como esos ojos anegados en lágrimas dirigían una mirada de cariño y afecto a quien, hasta hacía pocas, era la única persona aparte de él que la conocía de verdad. Que sabía como era antes de convertirse en ese ser amargado y solitario.


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Continuará...
#116
mariajo76
mariajo76
19/09/2012 11:28
voy a ser breve: os odio y sois malas
#117
chatosara
chatosara
19/09/2012 23:40
Me he leído todos los capítulos hoy. Por favor, continuad:3 Por cierto, los fans fics que yo he leído, no de ESDPV si no de otras cosas generalmente gustan porque sucede lo que no puede suceder en la realidad, no sé si me explico. En la historia original parece muy difícil la relación entre Raimundo y Francisca a pesar de que se amen... Yo os animo a que seáis locas, tampoco escribir sinsentidos, pero, ya que no podemos ver en la tele lo que queremos que suceda, dejadnos leerlo por lo menos. Me ha encantado y espero más capítulos, a mi me me gusta mucho escribir, pero me falta el compromiso. Ésa responsabilidad de hacer algo, no sé, digamos que no hace para mi. Os felicito, está genial y ya tenéis una raipaquista lectora de vuestro fanfic. Tengo que deciros que con algunas partes me he emocionado, y como leo por ahí no he sido la única, éso tiene mérito.
Nos vemos n.n
#118
Kerala
Kerala
24/09/2012 23:13
¡Buenas! Mil gracias por vuestros comentarios guiño

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Francisca…

Estrujó la hoja entre su puño casi al mismo instante de haber escrito su nombre en ella. Frío. Le parecía demasiado frío para comenzar una disculpa que, lo más probable, no fuese bien recibida. Aun así, debía hacerlo.

Querida Francisca…

Respiró hondo antes de continuar. Por más que deseara dejar aquellas palabras, no podía. No serían las más adecuadas dada la situación actual entre ellos. De nuevo, el papel quedó aplastado entre sus manos. Tantas cosas que decir y sin embargo, tantos silencios que guardar… Ojalá hubiese hablado cuando tuvo oportunidad. Ojalá hubiera actuado de manera diferente con ella en aquella ocasión. Sus vidas serían bien distintas y no sería un océano el que separaba sus destinos.

Estimada Francisca…

Ni demasiado distante ni muy comprometedor. Además, no pretendía incomodarla teniendo en cuenta que el enojo que seguramente la embargaba. Hasta existía la posibilidad de que su carta fuera destruida en cuanto llegara a sus manos. Sonrió con tristeza. Tan solo esperaba que no fuera así…

Estimada Francisca…

Sé que es probable que te sorprendan estas líneas justo ahora. Cuando es notorio que ya nada precisas de mí. Cuando ya nada esperas de mí… Más, permíteme tan solo explicarte los motivos de mi silencio, que aunque ni buscados ni deseados, no pudieron ser más que inevitables…

Has de saber que estaba dispuesto a abandonar mi nueva vida por acudir a tu llamado, preso como me sentía de la angustia y zozobra que embargaba mi espíritu, tras conocer la serie de desdichados sucesos que estaban acaeciendo en la vida de Tristán. Nuestro hijo, Francisca… Pero el destino, de nuevo cruel y dispuesto a poner todo en contra, no quiso evitar que un clima desasosegado unido a una terrible galerna que asoló nuestras costas, impidiese cualquier posibilidad de regreso a… a vuestro lado.

Me atormenta cada día que he pasado alejado de mi hijo sabiendo que me necesitaba. Espero que puedas llegar a entender y comprender que nada sabía yo de su ánimo desgraciado y autodestructivo cuando decidí marcharme. Me congratula saber que a pesar de lo ocurrido, ha podido contar contigo para comenzar a levantar cabeza. En realidad siempre supe que no lo abandonarías a su suerte.

Consideremos ahora acertada o errada mi decisión, nada se puede hacer por volver el tiempo atrás. Te pido… No, más bien, te ruego que tengas a bien informarme de los progresos que puedan darse en la recuperación de Tristán, dado el hecho de que no existen motivos para mi regreso… ¿me equivoco, Francisca…?

Cuídate mucho.

Raimundo.


Ojalá hubiese podido expresar la despedida deseada. Dejó la pluma sobre la mesa y tomó la nota entre sus manos, acariciando cada vez que aparecía su nombre allí escrito.

Francisca… su pequeña Francisca…


********************

El aire bajaba espeso y denso aquella mañana. Acompañando casi sin saberlo al momento reinante en Puente Viejo. Duro. Amargo. Silencioso sin apenas buscarlo. Nadie parecía tener ánimo de esbozar más que un simple “Buenos días”. Sobraba preguntarse entre ellos cómo estaban, pues por todos era de sobra conocido.

Había salido hasta la plaza en busca de un momento de soledad que no podía encontrar en la taberna. Rodeado de tanta gente. Observando el rostro triste y alicaído de Alfonso, a quien ni siquiera Emilia, con sus amorosos cuidados, lograba proporcionar consuelo.

Suspiró apesadumbrado mientras buscaba con la mirada algo que ni él mismo sabía definir. Hacía una semana que Rosario había fallecido y una semana desde que acudió hecho una furia a la Casona. Una larga y triste semana desde que su camino se había cruzado con Francisca.
#119
Kerala
Kerala
24/09/2012 23:14
No podía olvidar su imagen junto al cuerpo inerte de Rosario. Sus mudas lágrimas descendiendo cual muestra de dolor lacerante. Aquella visión se había grabado en sus retinas, arrasando con furia desmedida el muro de supuesto rencor hacia ella que habitaba en su corazón. Había sido incapaz de olvidar lo acontecido aquella noche. Lo que quedó encerrado entre aquellos fríos muros de piedra. Lo que los silencios habían guardado entre sus notas…

Cerró los ojos apenas un instante, para encontrarse con la figura turbadora de Francisca a pocos pasos de él cuando de nuevo volvió a abrirlos.

- Francisca… -. La llamó tímidamente. Anhelante. - ¿Cómo…? ¿Cómo estás? -.

Le fue inevitable disimular el tono preocupante de su voz. Sabía con plena consciencia que ella no estaba pasando por uno de sus mejores momentos. Aunque tratara de ocultarlo bajo una faz de indiferencia.

- Deja de fingir que eso te importa, Raimundo -. Le respondió suavemente fría. - Que alguna vez te ha importado… -. No le miró a los ojos. Permanecía con la cabeza gacha, evitando en todo momento su mirada. Rehuyéndola. - Además… -, prosiguió. -… no es de mi estado de ánimo de lo que quería hablarte -.

Él dejó salir el aire que llevaba atascado en sus pulmones desde el mismo momento en que Francisca se detuvo frente a él. Algo más delgada y con unas más que visibles y profundas ojeras surcando su rostro, su aspecto era tristemente mortecino. Consecuencia inequívoca del dolor que padecía y ocultaba a la vista de todos. De las noches que llevaba sin poder conciliar el sueño.

- Te ruego que no me interrumpas, pues solo voy a decírtelo nada más una sola vez y no lo repetiré -. Volvió a hablar ella tras breves segundos en silencio. Había alzado su pequeña y delicada mano enfundada en un sencillo guante de encaje negro para acompañar su petición.

- Como desees -, había terminado por responderle él tras verse incapaz de negarle lo que a duras penas le pedía. Bastante mal se encontraba ya después de su funesto comportamiento el otro día como para volver a causarle un nuevo pesar.

Pudo percibir cómo ella tomaba aire antes de comenzar su discurso, aunque seguía evitando su mirada a toda costa. Temió hasta pedirle que al menos lo mirase a los ojos, pues tal vez ella no encontraría las fuerzas necesarias de las que se había revestido para bajar hasta el pueblo y enfrentarse a él después de lo que pasó.

- Por si algún resquicio de duda albergabas en tu interior, Raimundo, quiero que sepas que nada me debes ni nada necesito o espero de ti -. Vio cómo se tensaba su espalda y ocultaba más aún su mirada para que él no pudiera ver su afectación. Craso error para alguien que se había mantenido a lo largo de los años observándola en silencio. Era capaz de reconocer cada uno de sus gestos, aunque sus últimas palabras estaban causando estragos en su ya culpabilizado espíritu. - No te esfuerces por mostrar un afecto que no sientes, ni brindarme un consuelo que es más que evidente que no estás dispuesto a dar… con gusto -.

Quedó en silencio. Él espero pacientemente por si ella deseaba continuar, pero se dio cuenta de que no pensaba hacerlo cuando hizo ademán de marcharse.

- Creo que al menos merezco decir algo al respecto -. Le dijo suavemente.

Fue ese el único momento en que ella lo miró a los ojos. El velo de dolor que los recubría no fue suficiente para disimular el triste y oscuro vacío que encontró en ellos.

- Creo que tus actos hablan mucho más que tus palabras -. Francisca se mordió el labio para no llorar. - Y fueron más que elocuentes no hace demasiados días. Adiós Raimundo -.



*********************

Guardó la carta en el sobre y escribió rápidamente las señas. Depositó un dulce beso y la dejó sobre la mesa. En ella viajarían hasta España unas líneas que a duras penas ocultaban el amor de su corazón. Mientras tanto, seguiría soñando que algún día, podría ser él quien navegaría hasta ella.


Continuará....

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#120
EspeLuthor
EspeLuthor
25/09/2012 16:42
Vale... vale. Menos mal que dentro de media hora empieza Puente Viejo y por lo menos los veremos de nuevo "enamoradísimamente enamorados" y juntos en el pueblo.
Yo ni quiero ni puedo decir mucho más de lo que ya te he dicho Ruth, siempre me dejas sin palabras, tanto en la historia de amor más romántica, como en la más pasional... Y cómo no en la más dramática también snif.
En serio niñas vaya pedazo de historia.
Un beso muy grande y un abrazo muy fuerte a todaaaaaas.
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