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Foro El secreto de Puente Viejo

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Eres mi verdad... Toda historia tiene un principio... Raimundo Francisca.

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#0
lnaeowyn
lnaeowyn
30/09/2012 20:48
Bueno, finalmente me he decidido. En vista del éxito que tiene este relato entre mis queridas Raipaquistas, voy a seguir su consejo. Voy a colgar el relato íntegro aquí. Bueno, íntegro... hasta la página 172 que tiene actualmente. He estado desaparecida casi un año, debido a múltiples motivos, pero he vuelto. Esta novelita no merece quedarse a medias...

Dedicada a todos y todas a los que les guste la electrizante pareja que hacen Raimundo Ulloa y Francisca Montenegro. Porque su historia es muy larga...


Eres mi verdad…

Capítulo 1.

Francisca Montenegro no lo entendía. Por más que su madre, su padre, Rosario, el cura y toda la gente respetable de la comarca se lo dijese, simplemente no lo entendía. No acababa de ver el sentido a aquello. Su distinguida madre se lo había repetido un millón de veces. “- Francisca, hija, recuerda que eres una Montenegro.-“ Había oído esa frase desde que tenía memoria y desde luego que lo recordaba. No lo olvidaría nunca, de eso estaba segura. Y eso le había dicho a su madre, mientras ella la miraba severamente. Su padre también la miraba, pero pese a que en su rostro quería dibujarse un digno enfado, Francisca sabía que tras aquella máscara pretendía asomar una tierna sonrisa.
- Francisca…- volvió a llamarla su madre.
Ella volvió a mirarla.
- ¿Has comprendido lo que te he dicho?- le preguntó severa.
- Sí, madre.- contestó como en una letanía.
- Pues repítemelo.- exigió ella.
Francisca reprimió el impulso de resoplar. Alzó la cabeza y una de sus largas trenzas cayó por su espalda.
- Soy una señorita de alta alcurnia y como tal, debo conducirme. No debo correr por el campo, ni saltar vallas, ni trepar a ningún árbol. No debo juntarme con los muchachos del pueblo ni mucho menos jugar con ninguno de ellos. Siempre llevaré la cabeza alta como corresponde a mi clase y, a partir de ahora, dedicaré a mi tiempo a los quehaceres propios de mi condición.- repitió casi sin detenerse a respirar.
Su madre le clavó una severa mirada. Una cosa estaba clara. Esa muchacha tenía una asombrosa memoria.
- Bien, espero que todo eso entre no sólo en tu cabeza, sino también en tu alma. ¿Entendido?
- Sí madre.
- Ahora puedes retirarte.
Francisca obedeció. Mientras se marchaba, pudo advertir una levísima sonrisa en el rostro de su padre que le hizo sentirse mucho mejor. Una vez que se hubo ido, Alejandro Montenegro miró a su esposa.
- Querida, ¿no crees que eres demasiado severa con ella?
- En absoluto.- ella le miró fijamente.- ¿Olvidas que es la única heredera de nuestra familia? No permitiré que nos deshonre. Quiero que sea una digna sucesora.
- Ya lo es.- insistió él.- Francisca es una muchacha despierta e inteligente.
- No lo dudo, pero no se conduce como debería hacerlo una señorita de buena familia.- rebatió ella.- ¿Acaso es propio de la heredera de los Montenegro que dedique su tiempo de ocio a corretear por los prados como una vulgar campesina?
- Elena, sólo tiene diez años.
La mujer le miró fijamente.
- Con diez años yo era una señorita bien educada, que sabía estar como correspondía. No me dedicaba a trepar a ningún árbol.
Un destello malicioso brilló en los ojos oscuros de Alejandro.
- Te creo, querida. Pero Francisca es una chiquilla llena de energía. Tiempo habrá para que esté sentada bordando sin replicar.- dijo con una sátira amarga.
Elena miró a su marido.
- Alejandro, la culpa de que Francisca sea así la tienes tú. Jamás la regañas por su comportamiento. ¿Qué quieres? ¿Qué se convierta en una joven sin educación, sin distinción? Así no logrará hacer un buen matrimonio.

Alejandro sintió que se lo llevaban los demonios. Siempre le pasaba eso. Odiaba pensar que todo el futuro de su hija se reducía a casarse con un buen partido que se encargase de su patrimonio y que ella enterrase toda su vitalidad, toda su energía y su inteligencia bajo una apariencia de dulce docilidad. Él adoraba a su hija tal como era. Pero sabía que, por más que lo intentase, todo estaba en su contra. Su mujer tenía razón. Francisca debería casarse, simplemente porque en 1864 una mujer no podía ser dueña de ningún patrimonio, ni mucho menos hacerse cargo de él, por muy heredera que fuese. Elena meneó la cabeza, entre desesperada y resignada.
- Si al menos… hubiese podido darte un heredero varón.
Los ojos de él relampaguearon.
- Ningún heredero varón valdría más que ella. Así que no vuelvas a decir una cosa así.- la fulminó con la mirada.- Deberías sentirte mucho más orgullosa de tu propia hija.

Ella le miró sorprendida y temerosa. Alejandro Montenegro le dedicó una última mirada, entre furioso y decepcionado. Después se marchó.
#41
Franrai
Franrai
04/10/2012 23:23
¡Ayy! Lourdes, corazón mío, gracias por seguir con esta maravillosa historia sonriente

Reconozco que Elena y Fernando me dan muucho miedo. Pero las otras dos parejas ¡son tan monísimas! Me encanta el rollo que se traen Alejandro y Alicia, aunque me gustan aun más Francisca y Raimundo, no lo puedo evitar... lengua


Sigue sin prisa, que visto está que lo bueno se hace esperar :D
#42
chatosara
chatosara
04/10/2012 23:29
*_* Me encantaaaaaaaaaa.
Franrai, yo sí tengo prisa, bueno, a decir verdad no, pero esta historia me tiene expectante, me he enganchado y quiero leer sin cesar, es muy bonita.
#43
lnaeowyn
lnaeowyn
05/10/2012 00:34
La cena transcurrió en un ambiente completamente distendido. Alejandro por primera vez sentía la calidez propia de un verdadero hogar. Apenas podía concentrarse en el delicioso guiso preparado por Rosario, pues sólo tenía ojos para Alicia, que charlaba sobre cualquier tema, arrancando risas con su desparpajo. Francisca también resplandecía de alegría y por un momento, apenas pudo evitar una carcajada al ver que tanto Raimundo como Alejandro estaban con la misma cara de bobos enamorados contemplando a sus respectivas. Raimundo, a pesar de que a duras penas podía apartar su mente de Francisca, sentada frente a él, no lograba alejar el inquietante recuerdo del día anterior. ¿Qué diablos estaban tramando su padre y Elena Montenegro? ¿Desde cuándo esa diabólica pareja se entendía con esa… confianza? En su cabeza se arremolinaban miles de interrogantes y sospechas horribles. Miró a Alejandro disimuladamente. Tal vez fuese yendo hora de tener una conversación con su suegro. En privado.
- ¿Te ocurre algo, Raimundo? Te has quedado pensando en sabe Dios qué.
Volvió la cabeza. Dos preciosos ojos oscuros le miraban.
- No pasa nada, mi pequeña.- le sonrió tierno.- Sólo que hacía tiempo que no disfrutaba de una velada tan deliciosa. Por cierto, Alicia…- se volvió a su prima.- …tiene que ver la colección de literatura francesa que hay en la biblioteca de la Casona. Estoy seguro de que le encantará.
- ¿En serio?- los ojos chocolate brillaron de emoción.- Me encanta la literatura francesa.
- Estoy seguro de que Francisca se la enseñará con mucho gusto. ¿Verdad, mi pequeña?
Tanto Francisca como Alicia y el mismo Alejandro le miraron sin comprender. Todos estaban de acuerdo en que el candidato idóneo para enseñarle la magnífica biblioteca a Alicia era Alejandro.
- Tal vez Alicia prefiera la compañía de mi padre.- dijo Francisca, intentando adivinar qué diablos estaba tramando Raimundo.
- No lo dudo.- Raimundo inclinó la cabeza educadamente hacia Alejandro.- Pero, con todos mis respetos, nadie conoce esa biblioteca mejor que tú.
Alicia enseguida advirtió que Raimundo quería quedarse a solas un momento con su suegro. No conocía sus motivos, pero sí sabía que debía de tratarse de algo sumamente importante para que su primo quisiera tener una charla privada con el autor de la cicatriz que lucía bajo el estómago. Así que se levantó como un resorte.
- Entonces, ¿a qué esperamos?- se volvió hacia Francisca, ilusionada como una chiquilla.- ¿Vamos?
- Ehm, bueno, está bien.
Alicia casi se llevó a rastras a una sorprendida Francisca. Alejandro parpadeó incrédulo al verlas desaparecer tras las puertas de la biblioteca. Después miró inquisidor al joven.
- ¿A qué viene esto, Raimundo?
El aludido miró en derredor. Estaban completamente solos.
- Tengo que contarle algo. Algo que creo que… es importante y a la vez inquietante.
Alejandro sintió un pinchazo nervioso en el estómago.
- ¿Ocurre algo?
- A decir verdad, sí. Pero todavía no consigo a averiguar el alcance.
- Por lo que más quieras, muchacho, habla claro.
Raimundo respiró hondo.
- Verá señor, ayer regresaba a mi casa cuando de pronto oí voces en el camino. Eran mi padre y su señora esposa. Venían juntos y charlando tan amigablemente.
Alejandro abrió los ojos al máximo.
- ¿Fernando y… Elena?
- Los mismos.- el joven meneó la cabeza.- No quería que me encontrasen allí, así que me encaramé al árbol que tenía enfrente y… escuché gran parte de su conversación.- terminó con el semblante grave.
Alejandro se contagió de esa gravedad. No podía apartar sus ojos del muchacho, instándole silenciosamente a que continuara.
- En resumen, parlamentaban acerca de la desgracia que supone para ellos tener parientes como mi tío Esteban y yo mismo, en caso de mi padre, y… Francisca y usted, en el caso de su “afable” esposa. Jamás había oído tantas calumnias en tan poco espacio de tiempo.- los ojos de Raimundo se oscurecieron de cólera.- Ni tan ponzoñosas. Le aseguro que me quedé con las ganas de…hacer algo más que esconderme y escucharles.
Alejandro apoyó una mano conciliadora en el hombro del joven.
- Te entiendo, pero a estas alturas, no me sorprende.
Raimundo le miró furioso.
- Ese par de desgraciados dijo cosas horribles de Francisca. No me sorprende de mi padre pero… ¡Por todos los…! ¿Qué clase de madre dice algo así de su hija… de su única hija?
Los ojos de Alejandro relampaguearon.
- ¿Qué dijo Elena?
- Eso ya no importa.- Raimundo sacudió la cabeza. No quería revelarle que tanto Fernando como Elena no veían con buenos ojos que Francisca y él pudieran llegar a relacionarlos como consuegros. No sabía por qué, pero ni siquiera era capaz de expresar en voz alta algo que le producía un terror sin nombre.- La cuestión es que me dieron muy mala espina. Parecían muy amigos, como si estuviesen...
- ¿Quieres decir…?
Raimundo meneó la cabeza.
- No creo que haya ningún tipo de “atracción romántica” entre ellos. Dos personas así jamás podrían sentir nada que se le pareciera al amor. Pero conozco a mi padre. Esa forma de galantear a su señora esposa… es posible que encierre una intención mucho más oscura. Mi padre jamás hace nada sin un buen motivo.
Alejandro miró a Raimundo. Estaba claro que conocía muy bien a su padre. Él mismo opinaba igual.
- Crees que Fernando esté tramando algo.
No era una pregunta.
- Eso me temo.
Los oscuros ojos de Alejandro se clavaron en el vacío.
- Ese maldito Ulloa…- gruñó.- ¿Piensas que sospecha algo sobre Alicia y yo?
- No lo creo. Nunca ha visto nada, aunque bien es cierto que, de una forma u otra, estas cosas acaban por saberse. Los chismorreos así corren como la pólvora.
Alejandro asintió pensativo. Una idea empezaba a tomar forma en su mente. Como una pequeña luz entre nubarrones negros.
- Tienes mucha razón…- sonrió a medias.- Los chismorreos a veces pueden ser muy útiles, sobre todo cuando alguno es tan jugoso como que los muy distinguidos Fernando Ulloa y Elena Montenegro hayan sido vistos al anochecer paseando del brazo por un camino poco transitado.
Raimundo clavó la mirada en Alejandro. Él le sonrió con una expresión tan parecida a la de Francisca cuando estaba maquinando algo que el corazón le dio un vuelco.
- ¿Está pensando en…?
- Ante todo, debemos ser pacientes. Tal vez, después de todo, su propia medicina se vuelva en su contra.- miró a Raimundo.- Te voy a pedir un favor. Procura tener a tu padre vigilado en todo momento, especialmente en sus salidas. Si alguna de ellas no es la que corresponde a un caballero, avísame cuanto antes. ¿Trato hecho?
Raimundo miró la mano que le extendía.
- Trato hecho.- dijo estrechándola con una media sonrisa.
#44
mariajo76
mariajo76
05/10/2012 00:49
Muajajaja la liga del bien contrataca, no se dejarán vencer sin pelear.

JOOOOOOOOOO es que son tan adorables, me ha encantado leerlos así tan en familia, como si fueran de verdad y vivieran todos juntos, me encanta que mi Alejandro esté tan feliz, se lo merece y adoro que tenga la misma capacidad que su hija para maquinar, VENGANZAAAAAAAAA.

Oye Lourdes pero donde estas para que te vaya mal internet ¿en una aldea perdida un desierto o qué?

Tía entre esta historia y las escenas raipaquistas estoy que no puedo conmigo misma. SIGUEEEEE cuanto antes por favor.
#45
chatosara
chatosara
05/10/2012 18:38
Cada vez me da más miedo, me da que pronto se declararán la guerra.
#46
lnaeowyn
lnaeowyn
05/10/2012 21:25
Hola mis niñas, siento no poder subir hoy nada. Estoy malica, con un trancazo que pa qué y me duelen hasta las pestañas. Mañana procuraré seguir. Un besete ;-)
#47
mariajo76
mariajo76
06/10/2012 11:41
Tranquila Lourdes que esos catarros son malísimos y te dejan hecha puré, así que tu ponte buena y sigue cuando puedas que aquí te estaremos esperando, de momento yo ya me he releído unas 100 veces el momento Alejandro-Alicia del prado, me parece tan dulce...ains mis chicos, que sepas que de momento es mi parte favorita aunque todo el relato me tiene loca
#48
lnaeowyn
lnaeowyn
06/10/2012 14:23
Ya estoy un poquito mejor ;-)

__________


Al cabo de pocas semanas, la nueva comidilla de todo Puente Viejo era que Don Fernando Ulloa y Doña Elena Montenegro mantenían una curiosa relación de amistad. Aquello llamaba la atención más si cabe que el noviazgo de sus dos hijos y, afortunadamente para Alejandro, le daba más libertad para verse a escondidas con Alicia. Aunque no podía bajar la guardia demasiado, pues las miradas también se dirigían disimuladamente hacia él. Muy pronto, en el pueblo, todos opinaban que Alejandro era un caballero demasiado permisivo para con su esposa. A decir verdad, en Puente Viejo siempre habían estimado mucho a Don Alejandro por su fama de caballero magnánimo, noble y honesto. Todos los labradores, capataces y criados que trabajaban o habían trabajado para él decían que era justo y pagaba un buen jornal por los servicios prestados. Algo que su esposa Elena siempre le había criticado y aducía a ello la causa de que la hacienda Montenegro fuese menor que la Ulloa, suponiendo un agravio para ella. Últimamente, tal vez producto de sus charlas con Fernando, se lo echaba más en cara que nunca. Alejandro no le daba más importancia a ello de lo que le solía dar a las palabras de su esposa, pero para Francisca, oír a su madre decir que “Don Fernando” era un verdadero ejemplo de voluntad y férrea determinación hacía que la sangre se le convirtiera en bilis negra. Más de una vez ardió en deseos de lanzarle el maldito bastidor lleno de agujas a la cara, pero la mirada de su padre la contenía. Alejandro, pese a su aparente seriedad, sentía que le costaba un inmenso trabajo no romper en carcajadas al ver la cara de su niña y sus hermosos ojos ardiendo de furia al mirar a su madre.

Así estaban pues las cosas en Puente Viejo. Todo el mundo apreciaba a Don Alejandro y, por el contrario, Fernando Ulloa no acaparaba ninguna simpatía, al igual que Elena Montenegro. Dolores Asenjo, la prometida de Pedro Mirañar y la cotilla oficial de la región más de una vez lo había pregonado a todo aquel que quisiera escucharla. Elena Montenegro no se merecía a su esposo, un caballero tan intachable y recto. En ello estaban precisamente un grupo de comadres cuando Alicia pasaba por la plaza, una hermosa mañana de otoño. Iba directa al colmado de los Mirañar, mientras contemplaba la nota con los recados. Raimundo le había pedido que le comprase papel y tinta, aprovechando que bajaba al pueblo para comprar seda. Quería hacerle un regalo a Alejandro y había pensado en encargar a la costurera de la Puebla una camisa hecha con la mejor seda de la comarca.
Tan ensimismada iba calculando mentalmente la cantidad de seda que necesitaría que cuando vio el peligro ya era tarde.
- Doña Alicia, buenos días.- la saludó efusivamente Dolores.- Qué sorpresa encontrarla aquí.
- Ehm, buenos días, Dolores. Tengo que hacer… unos recados.
- ¿Ha venido a comprar a nuestro colmado? Mi querida suegra la atenderá con mucho gusto. ¿Qué necesita?
- Creo que es mejor que se lo diga a ella.- dijo apresuradamente. Miró al resto de mujeres.- Queden con Dios.
- Espere, señorita.- suplicó Dolores.
Alicia puso los ojos en blanco. Dolores la cogió del brazo sin ninguna vergüenza y se la llevó a parte.
- Por lo que más quiera, Dolores, tengo prisa.
- Sólo será un minuto.- la miró suplicante.- Quería preguntarle… ya que usted vive con Don Fernando… ¿Sabe si él y doña Elena…? Bueno, ya sabe…
Alicia meneó la cabeza.
- No, no lo sé, Dolores. ¿Cómo diablos se le ocurren tantas majaderías? ¿Cree acaso que me dedico a vigilar la vida de mi primo? Como si no tuviera mejores cosas qué hacer…- gruñó.
- Bueno, no se ponga así, mujer.- Dolores la miró un poquito embarazada.- Sólo era una pregunta inocente. Es que todo el pueblo habla de lo mismo, ¿sabe?
Alicia alzó una ceja.
- ¿De qué, si puede saberse?
- Por Dios, debe ser usted la única que no lo sabe. Pues de eso, de que Don Fernando y Doña Elena son demasiado… amigos, últimamente. Pobre Don Alejandro. Debería ser menos permisivo con su esposa. Cualquier otro marido en su lugar… Pero claro, Don Alejandro es tan caballero, tan educado, tan…
Alicia miró perpleja a Dolores, que parecía a punto de babear. Vaya, su excelencia don Alejandro Montenegro no había perdido su capacidad para romper corazones. Rodó los ojos.
- Dolores, escúcheme bien. Como ya le he dicho antes, tengo prisa. Tengo muchas cosas que hacer, al contrario que usted. Así que buenos días.
Dolores se quedó clavada en el sitio, sin poder evitar que Alicia desapareciera en el interior del colmado. Se repuso enseguida de su desplante al ver que su suegra le mostraba al cabo de unos momentos la mejor seda que tenían en el comercio. Otra vez su insaciable curiosidad pudo con ella y entró en el colmado.
- Esta es nuestra mejor seda…- Hortensia Mirañar la extendió con cuidado.
- Sí, es perfecta.- asintió Alicia.- Necesitaré metro y medio de largo.
- Con eso no le llegará ni para unas enaguas.- intervino Dolores.
Alicia la fulminó con una mirada. ¿Qué diablos le pasaba a esa muchacha? ¿No captaba las indirectas?
- No es para mí.- dijo lacónica.
- Ah, entonces, supongo que querrá hacerle una camisa a su primo Esteban, ¿cierto?
- Sí…- Alicia la miró con cansancio.- Eso es. Es para Esteban. Señora Hortensia, aquí tiene. Buenos días.
Pagó, recogió sus compras y salió del colmado a la velocidad del rayo. Atravesó la plaza y por fin respiró aliviada cuando se encontró en el camino. Meneó la cabeza. Menuda sarta de deslenguados y cotillas que había en Puente Viejo. ¿De dónde diablos habían sacado esa absurda idea sobre Elena y Fernando? “ Menuda imaginación”- pensó.

Iba en esas cavilaciones cuando oyó que una calesa se aproximaba. Se apartó del camino y se ocultó tras el tronco de un árbol. Era la calesa de los Ulloa. Sabía que el único que la utilizaba era Fernando. Tanto Esteban como ella misma preferían andar o montar a caballo. Al pasar por su lado, pudo ver por la ventanilla del carruaje el estirado perfil de Elena Montenegro. Alicia sintió que se le descolgaba la mandíbula. “¿Qué diablos…?” Se quedó con los ojos clavados en la calesa hasta que desapareció tras una curva.
#49
chatosara
chatosara
06/10/2012 15:26
:C Que mala espina me dan este par de desgraciados.
Recuperate Lourdes:)
#50
lnaeowyn
lnaeowyn
06/10/2012 20:10
- Pase por favor, Don Anselmo, y siéntese.- dijo Alejandro con infinita cortesía.
El aludido se inclinó.
- Gracias, Don Alejandro.
Anselmo era el nuevo párroco de Puente Viejo. Había llegado hacía poco más de un par de meses, tras el fallecimiento de Don Remigio. Todos opinaban que era un sacerdote más bien poco ortodoxo. Era sencillo y afable y charlaba con todo el mundo, sin distinciones y sin prejuicios. La gente humilde lo adoraba por su dedicación y entrega, pero los poderosos no se sentían tan a gusto con él. Todavía estaban escandalizados porque había dado cristiana sepultura a una mujer que había fallecido la semana pasada y era madre soltera. Tal vez por todo aquello, se había ganado un lugar muy pronto en el corazón de la gente honrada. Y Alejandro, a pesar de que no simpatizaba demasiado con la iglesia, no era una excepción. Apreciaba al joven, enérgico y sencillo párroco y don Anselmo, por su parte, también sentía simpatía por él.
- ¿Le apetece tomar algo?
- Sólo un vaso de agua o de algo que me refresque. Llevo andando sin parar toda la tarde.
Alejandro hizo una seña y Rosario enseguida sirvió una deliciosa limonada fresca. El joven sacerdote bebió complacido.
- Muchas gracias, don Alejandro. Y ahora, ¿podría decirme el motivo de su llamada?
Alejandro miró alrededor. Estaban completamente solos. Se acercó al párroco.
- Verá, don Anselmo. Nunca… me había planteado contarle nada a ningún cura, pero usted… es diferente.- le miró con franca admiración.- No se dedica a criticar las acciones de nadie y sí se encarga de ayudar a sus semejantes.
- Ésa es la tarea de un hombre de Dios.- dijo don Anselmo.- No veo qué tiene de extraño.
- Tiene razón, pero si me permite… y sin que se ofenda, no siempre los hombres de Dios llevan a cabo tan diligentemente sus verdaderas obligaciones.
Don Anselmo se removió algo incómodo. Sí, era una contundente verdad. Él mismo conocía a muchos superiores, obispos y demás, cuyo último interés era la caridad cristiana. Apretó los dientes. Eso le había sembrado de dudas en el pasado, respecto a su decisión de pertenecer a la Iglesia. Pero su fervor por Dios y por el verdadero bien era mayor a todo aquello.
- No me ofende, don Alejandro. La verdad, por dura que sea, no debe ofender. Pero dígame, ¿qué es eso que plantea contarme?
- Supongo que… ya conoce a todos sus parroquianos… especialmente a los más ilustres.
- Así es.
- Y supongo que conoce también a Fernando Ulloa.
Don Anselmo bufó.
- Sí, pero no puedo añadir que sea un placer. En toda mi vida he visto un ser más desalmado y mezquino. El otro día le sorprendí azotando con un látigo a un pobre jornalero que había tenido la osadía de salpicar accidentalmente su capa de barro. Sin embargo, su hijo Raimundo, su hermano Esteban y su prima Alicia me parecen unas magníficas personas… a pesar de que ya conozco sobradamente el ateísmo de los Ulloa.- meneó la cabeza.
Alejandro sonrió.
- Bueno, entonces me imagino que no será necesario que le ponga al tanto de… lo que se viene diciendo en el pueblo. Acerca de él y de mi esposa.
Don Anselmo meneó la cabeza.
- Señor, yo no haría caso de esas habladurías. Su señora esposa no tendrá muchas luces en la cabeza pero no creo que ande con esas tontunas.
- No crea que me importaría demasiado que sí lo hiciera.
El joven párroco le miró con los ojos muy abiertos. Esta vez fue Alejandro quien se removió incómodo.
- Padre, tiene que jurarme que nada de lo que le diga saldrá de aquí.
- Yo jamás quebranto el secreto, sea de confesión o no. Quede tranquilo por eso.
Alejandro asintió y su mirada se perdió en el vacío.
- A decir verdad, esto sí es como una confesión. Verá, padre, yo… nunca he amado a mi esposa. Puede que al principio lo hubiera intentado, pero ¿cómo se puede amar a una persona fría, calculadora, injusta, hipócrita…?
- Creo que ya me hago una idea.- dijo don Anselmo con pesar.
- Y podría soportar todo ello, pero ver que ni siquiera es capaz de tener una palabra cariñosa con su propia hija. No es una madre normal. Una verdadera madre se sentiría orgullosa de Francisca.
- Le entiendo. No quería decírselo antes por respeto pero… le aseguro que guardo una opinión sobre su esposa semejante a la que guardo para con Fernando Ulloa.
- La cuestión es que… nuestro matrimonio es una farsa. Algo que no existe. Y yo…
El párroco le miró fijamente.
- ¿Me está diciendo que quiere anular su matrimonio?
- Sé que la Iglesia no contempla el divorcio.
- No, ciertamente. Y la nulidad no es algo que se pueda obtener así como así.
- Lo sé.
Anselmo escudriñó los oscuros ojos.
- Don Alejandro, entiendo que… la vida al lado de su esposa pueda ser poco halagüeña pero… estoy seguro de que la ha soportado estoicamente durante muchos años. ¿Qué ha cambiado para que ahora quiera tomar una decisión tan drástica?
Alejandro tragó saliva.
- Yo… he descubierto lo que es… el verdadero amor.
El párroco cerró los ojos con fuerza.
- ¿Me está diciendo que quiere anular su matrimonio por un capricho?
Alejandro le fulminó con la mirada.
- No vuelva a decir eso. ¿Acaso no me ha escuchado? Por primera vez en toda mi maldita, solitaria y triste vida he encontrado el amor verdadero, he sentido que a alguien le importo. Yo, mi persona, y no mi fortuna. He encontrado a alguien que habla mi idioma, que comparte mis valores y me hace sentir lo que es la felicidad. Alguien por quien daría la vida sin pensarlo.
Don Anselmo se quedó paralizado al ver el dolor en los ojos de Alejandro. Meneó la cabeza.
- Discúlpeme, don Alejandro. No era mi intención desmerecer sus sentimientos.
Alejandro le miró sintiéndose de pronto un poquito avergonzado.
- No, soy yo… quien le pide disculpas. No debí… tener semejante arrebato.
- Ha sido su corazón quien ha hablado.- Anselmo apoyó una mano reconfortante en su brazo.- No debe pedir perdón por decir la verdad. Y mucho menos por amar a un semejante.
Alejandro bajó la cabeza lleno de pesar.
- No sé que hacer, padre. Anularía sin dudar mi matrimonio. Motivos no me faltan. Elena y yo no somos verdaderos esposos desde…Dios sabe cuándo.- meneó la cabeza.- Hace años que ni compartimos lecho.
- Entiendo… Bueno, ese motivo sí lo contempla la Iglesia Católica. Si la mujer no cumple en el matrimonio, es causa de nulidad. Pero no lo es si es el propio esposo el que no la reclama.- advirtió.
- Elena me odia hasta tal punto que si lo intentara, se negaría igualmente.
- En ese caso, tal vez sí podría pedir la nulidad.
- Lo haría… si tuviera la certeza de que inocentes no pagasen por ello, de la mano de Fernando y Elena.
- Así que… es eso. La persona a quien ama es… Alicia Ulloa.
El silencio y la torturada mirada oscura del caballero lo confirmaron. Don Anselmo meneó la cabeza.
- Si quiere un consejo, sea paciente. Tiene razones para anular su matrimonio pero tal vez pronto tenga un motivo mayor… si las habladurías son ciertas.
- Pero usted dijo…
- Yo sólo dije que dudaba de que su esposa llegara a tanto… pero no dudo de que Fernando Ulloa sí lo hará. Es un hombre sin escrúpulos y, llegado el caso, no tendría ningún inconveniente en satisfacer sus deseos.
Alejandro puso una mueca que reflejaba repugnancia e incredulidad a partes iguales.
- Pues francamente, no entiendo qué deseos pueda satisfacer con Elena. Su difunta esposa, la madre de Raimundo, sí era una gran mujer, honrada y bella. Pero Elena…
- Ya se sabe… Dios los cría y ellos se juntan.- dijo Don Anselmo con retintín.
Alejandro sonrió. Sí, eso era muy cierto.
#51
chatosara
chatosara
06/10/2012 20:51
Que grande es ese cura:)
#52
lnaeowyn
lnaeowyn
06/10/2012 22:02
Raimundo se quedó inmóvil mientras contemplaba el escaparate de la antigua joyería de la Puebla. Tragó saliva. Llevaba varias semanas dándole vueltas a la cabeza y ya no podía retrasarlo más. La parte racional de su cerebro le aconsejaba tranquilidad y que no se apresurase. Eran aún muy jóvenes. Hacía apenas unas semanas que acababa de celebrar su decimonoveno cumpleaños. Pero sencillamente, no podía esperar más tiempo para… pedirle a Francisca que se casara con él. Sus ojos se detuvieron en un anillo increíblemente hermoso, de oro blanco y coronado por un delicado diamante que refulgía como una estrella. Era ese, no cabía duda. Creyó morir de felicidad al imaginarse a su pequeña con el anillo puesto, de su brazo, convertida en su mujer. ¡En su mujer! Sólo el pensamiento le robaba el aire y ardía en deseos de gritar, llorar y reír de alegría. Al diablo la paciencia. Llevaba cinco años esperando, cinco años sintiéndose morir cada vez que tenían que separarse para irse a sus respectivos hogares. Ya iba siendo hora de que ambos crearan el hogar en el que deseaban estar hasta el fin de sus días. Sin más vacilación entró en la tienda.

______________________________

Alicia sonrió mientras ocultaba francamente mal una voluminosa caja a su espalda.
- Tengo algo para ti.- dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Alejandro se sintió dividido entre echarse a reír por la cara de niña traviesa que estaba poniendo ella o, simplemente acercarse para acorralarla contra la pared y besarla para aplacar la deliciosa tortura en que lo sumergía sólo con verla. “Contente, Alejandro, ni que fueras un chaval”- se reprendió a sí mismo.

Alicia lo había ido a visitar, aprovechando que no había nadie en la Casona. Sabía que no había nadie porque había visto a Elena de compras y acababa de encontrarse a Francisca en el camino. La muchacha parecía un tanto desilusionada, pues venía del Caserón y no estaba allí Raimundo. Alicia tuvo que morderse bastante la lengua para no decirle que Raimundo le tenía preparada una buena sorpresa. Pero había dado su palabra. Su primo le había contado a ella y a Esteban que estaba decidido a dar el gran paso y no pudieron alegrarse más por él. Francisca, al ver a Alicia con semejante paquete, sonrió y decidió no volver a su casa tan pronto. Se despidió de ella en un recodo del camino y Alicia se lo agradeció en el alma.
- Así que… tienes algo para mí.- repitió Alejandro con una sonrisa entre seductora y pícara.
- No me refería a…- Alicia meneó la cabeza.- Los hombres no tenéis remedio, siempre estáis pensando en lo mismo.- dijo ruborizada.
- Claro, porque tú no lo estabas pensando, ¿verdad?
Ella le miró ceñuda y Alejandro no pudo evitar la risa. Adoraba hacerla rabiar.
- Está bien, está bien, señorita. No se altere y disculpe a este maleducado caballero.- dijo inclinándose.
Alicia sonrió divertida. Finalmente sacó la caja que sostenía a su espalda y se la ofreció.
- ¿Qué es?
- Ábrelo.
Alejandro lo hizo. Se quedó sorprendido. Envuelta en suave papel se encontraba una delicada y hermosa camisa de seda. La extrajo con sumo cuidado.
- Creí que… Bueno, sé que te gustan las camisas de seda y…
- Alicia, es… es preciosa.- dijo él mientras una sonrisa le iluminaba el apuesto rostro. – Me encanta.
- ¿De verdad?- ella sintió una burbuja de alegría indescriptible.
- Pues claro.
Alejandro miró a Alicia con tal amor que ella se sintió de pronto como una inexperta y nerviosa muchacha. Sin más, empezó a quitarse el chaleco y la camisa.
- ¿Qué…qué estás haciendo?
- Voy a probármela ahora mismo.
Alicia creyó desmayarse al ver el perfecto cuerpo de Alejandro sólo cubierto por los pantalones. Él se puso la camisa y la abotonó. Le sentaba como un guante. Parecía un verdadero príncipe.
- ¿Qué tal me queda?
- ¿Eh?- Alicia pareció despertar de pronto de su letargo.- Ehm, te queda… muy bien.
Alejandro sonrió, causando más estragos en el maltrecho corazón de ella.
- Es realmente preciosa.- miró el elegante bolsillo a la altura del corazón, sobre el que estaban bordadas sus iniciales “AM”. Ella acarició con ternura esas iniciales, causándole un estremecimiento.
- Las… bordé yo. Sé que no están del todo bien pero…
Alejandro puso su mano sobre la de ella, apretándola suavemente contra su pecho.
- Están perfectas… como tú, mi ángel.
Alicia sintió que explotaba de felicidad al sentir los fuertes brazos de él sobre su cintura. Se besaron como si no pudieran hacer otra cosa.
- Gracias, amor…- susurró él en su oído, haciéndola estremecer.
Se separó suavemente, a riesgo de padecer un infarto. Alejandro la tomó de la mano.
- ¿Te apetecería dar un paseo? Me encantaría estrenar la camisa.
Ella sonrió y le cogió del brazo.
- Será un placer.- dijo inclinándose con una sonrisa.
#53
chatosara
chatosara
06/10/2012 22:31
Le quiere pedir que se case con él.. Dios, me niego a creerme que esto vaya a acabar mal, sí, habrán complicaciones pero... Por primera vez en mi vida creo en un final feliz. Lourdes no es tan desalmada como los guionistas:S.
#54
mariajo76
mariajo76
07/10/2012 14:55
ja ja así que la gente del pueblo habla...no se si alegrarme o tener más miedo por que la venganza de esos dos puede ser...ufffff

Me encanta don Anselmo, en la serie y en tu relato es un jefazo y de mi Alejandro ¿qué te voy a decir?, es tan así...quitándose la camisa y el chaleco (Dios Lourdes,¿por qué me haces esto?) y cuando le coge la mano y se la pone en el pecho...que dulce, me encanta cuando la llama mi ángel, es como el mi pequeña de su yerno.

Y nuestro Rai que por fin va a dar el paso...mmmm¿qué le contestará Francisca? carcajada

Espero que te encuentres mejor del trancazo, cuídate y sigue cuando puedas
#55
chatosara
chatosara
07/10/2012 15:11
Mariajo, ¡le dirá que sí! Por favor, solo una tonta le diría que no a nuestro Raimundo. Y Francisca de tonta ni tiene un pelo.
#56
lnaeowyn
lnaeowyn
07/10/2012 20:16
Alicia y Alejandro paseaban por el sendero mientras charlaban sonrientes y felices. Él reprimió la tentación de tomarla de la mano. Ardía en deseos de llevarla del brazo, de la mano o ceñir su delicada cintura, pero sabía que no era conveniente. Si alguien los sorprendía, no habría excusa posible. En cambio, mientras caminaran como dos buenos amigos, no habría peligro de maledicencias. Alicia sonrió sin percatarse de la tortura interna de Alejandro y siguió a lo suyo.
- Pues… ¿sabes una cosa? En el pueblo la pandilla de cotillas con lengua viperina no hace otra cosa que hablar sobre lo mismo.
- No me digas…
Ella meneó la cabeza.
- ¿Te imaginas que estuvieran en lo cierto? Madree, no puedo siquiera ver una escenita romántica entre dos personas más…Agghhh!
Alejandro no pudo reprimir una carcajada. Únicamente Alicia era capaz de expresar tanto utilizando onomatopeyas certeras.
- No te rías.- dijo ella, totalmente seria y con cara de espanto.- Es cierto. Imagínate a Fernando y a Elena compartiendo un… beso. ¡Puaaahjjjj, para vomitar!
Alejandro intentó parar de reír. Ella no se lo estaba poniendo fácil.
- Bueno… sí, tal vez tengas razón.- pudo decir al fin. Alicia le miró de pronto con los ojos muy abiertos. Él parpadeó.- ¿Ocurre algo?
- A…Alejandro… tú…Esto…¿Qué se siente al…besar a… esa cosa?
Él la miró con una ceja ladeada.
- Alicia, por Dios… menudas preguntas tienes.
- No, en serio.- ella se plantó frente a él, mirándolo entre atónita y casi con admiración.- Hay que tener mucho valor.
Alejandro meneó la cabeza.
- Alicia… ni siquiera me acuerdo de la última vez que besé a mi esposa. Creo que han pasado tantos años como… los que tiene Francisca.
Ella parpadeó.
- Pues suerte que tienes… Oye, ¿y ella nunca ha intentado besarte ni acorralarte? ¿Es posible que teniéndote a su lado todas las noches, ni se acerque a ti?- preguntó perpleja.

Alejandro la miró con la boca abierta. Nunca había conocido a… ninguna mujer como ella. Era capaz de preguntar y hablar sobre todo con tal aplastante naturalidad que, por un lado sentía que hasta se ruborizaba y por otro, llegaba al convencimiento de que no estaba mucho en sus cabales. Aunque…¡Qué diablos! Adoraba su locura, su sinceridad… la adoraba por completo.
- Bueno…- empezó, todavía algo avergonzado.- Es que… Elena y yo dormimos en… habitaciones separadas.
Alicia le miró atónita.
- Y no me digas más… desde hace tantos años como los que tiene Francisca. En serio, que esa chica haya nacido es realmente un milagro.- añadió burlona.
Él enrojeció y Alicia no pudo evitar echarse a reír. “¡Era tan mono cuando se ponía colorado!”- pensó. Esa loca de Elena debía estar mal de la cabeza para estar casada con semejante príncipe y desaprovecharlo de aquella forma. –“Bueno… peor para ella, y mejor para mí”
- ¿De qué te ríes?- dijo Alejandro un poquito irritado.
- De ti, excelencia.- le sacó la lengua burlona.- Estás tan mono cuando te ruborizas…
- Yo no me… ruborizo.- dijo él ya herido en su orgullo.
Alicia rió con más ganas. Se acercó hacia él para peinarle como si fuese un niño pequeño.
- Valee, muy bien, no te sulfures.
Él la tomó de la muñeca, con delicadeza y firmeza a la vez.
- No me trates como a un niño, Alicia.- dijo con un susurro ronco.
- ¿Por qué no?
- Porque no lo soy.- terminó peligroso, con los ojos clavados en sus labios.
Alicia se quedó sin aire al verlo tan cerca, con esa ardiente mirada que la reducía a cenizas en pocos segundos. Estaban en el medio del camino, cualquiera podría verles. Pero Alejandro no estaba muy dispuesto a ceder.
- Alejandro…
Él la llevó casi en volandas hasta desaparecer tras un árbol. Lo siguiente que pudo percibir era que estaba acorralada entre el grueso tronco de un roble y el firme pecho de Alejandro. Alicia jadeó cuando él le robó la respiración con un apasionado beso. De pronto, un ruido les hizo separarse. Se miraron con temor. Alguien venía por el sendero.
- Son Fernando y Elena.- dijo Alicia en un susurro inaudible.

Se apretaron contra el roble, escondiéndose. Sí, allí estaban. Elena iba del brazo de Fernando y reía estúpidamente sobre algo que había dicho su compañero. Fernando sonreía con esa sonrisa que daba pavor sólo con verla. De pronto, él se detuvo y se volvió hacia la mujer. Le susurró algo que hizo que Elena se pusiera como la grana. Después, él se inclinó sobre ella y la besó nada delicadamente en la boca.
La mandíbula de Alicia se descolgó completamente y se tapó a sí misma la boca, temerosa de que no pudiera evitar una exclamación de pura perplejidad. Alejandro, a su lado, estaba en completo silencio mientras no perdía detalle. Nunca había imaginado que semejante escena le causara una mezcla de asco e indiferencia. Pero así era, y no hacía más que corroborar lo que ya sabía. Que el poco aprecio que pudiera haber llegado a albergar hacia su esposa hacía ya mucho tiempo que se había esfumado. Nunca la había amado.
La furtiva pareja se separó. Elena estaba tremendamente sofocada mientras Fernando sonreía perversamente, sin un ápice de emoción. Continuaron su camino hasta que desaparecieron. Tras un tiempo más que prudencial, Alejandro y Alicia salieron de su escondite.
- Yo… Alejandro, siento que… hayas tenido que ver eso. A decir verdad, debería estar prohibido que esos dos se… besaran.- dijo con asco.- Dios, creo que esa asquerosa imagen me va a perseguir en mis pesadillas.
Alejandro rio sin poder evitarlo.
- No te preocupes, Alicia. Me importa un soberano comino lo que hagan. En realidad…- una enigmática sonrisa apareció en sus labios.- esto me va a venir muy bien. Ya va siendo hora de que mi querida esposa y yo tengamos una charla.
#57
mariajo76
mariajo76
07/10/2012 20:29
Lourdes eres la leche, mira que liar a esos dos...la verdad es que me pasa como a Alicia, se me revuelve el estómago sólo de pensarlo, que ascazo, por favor. Solo faltaba que esos dos también se enamoraran. Bueno no, no tienen ni alma ni corazón, eso es imposible.

¿Conversación Alejandro-Elena?, ayyyyyyyyyy, Alejandroooo, leña al mono hasta que hable inglés.

Cada capítulo que pasa tengo más miedo a lo que pueda ocurrir
#58
lnaeowyn
lnaeowyn
07/10/2012 21:17
Ayy, mis queridas niñas...! Yo también tengo miedito. Jo, no os quiero hacer sufrir, pero... Ais, me cuesta escribir porque las cosas se van a torcer... Es todo un dilema y no creáis que es fácil. Pero tiene que ser así. Todavía faltan muchas escenas... Veremos nacer a Tristán, a Sebastián, a Emilia (por cierto, en mi historia Emilia NO es adoptada, hasta ahí podíamos llegar) y a Soledad. Nuestra pareja lo va a pasar muy mal, cierto. Creo que si no fuera así, aunque todas seríais muy felices, esta historia perdería bastante de su esencia. Pero no os preocupéis. Os aseguro que procuraré suavizar el final... y enlazarlo con el principio de "Mi destino eres tú". Y colgaré por aquí también el enlace de esa segunda historia que nos muestra por fin un hermoso fin, así que no te preocupes, Chatosara.

Respecto a mi otra pareja... No te preocupes, Mariajo. Alejandro y Alicia serán más afortunados que nuestros pobrecicos Rai y Paca.
#59
mariajo76
mariajo76
07/10/2012 21:28
Jo pues me dejas chafada, pensaba que al final te decidirías por "lo que pudo ser" en vez de "lo que
fue", pero bueno, tu eres la escritora...

Jooooooo es que me hubiera gustado tanto que pudieran estar juntos, que Alicia y Alejandro hubieran podido disfrutar de Raimundo y Francisca juntos y de sus hijos de tristán, soledad Emilia y Sebas ¿te imaginas los cuatro, hijos Rai y Paca?, que Esteban hubiera hecho de tío de un hijo de Alejandro y Alicia y abuelo sustituto de los otros...

Que Salvador, Elena y Fernando pagaran muy caro todo lo que hicieran...

Bueno, tu eres la jefa y tu mandas, pero me da una pena horrible
#60
chatosara
chatosara
07/10/2012 23:17
'No te preocupes, Mariajo. Alejandro y Alicia serán más afortunados que nuestros pobrecicos Rai y Paca.'
NOOOOOO ME DIGAS ESO. No. No. No. No.
eresmiverdadtodahistoriatieneunprincipioraimundofrancisca
Me niego, no, no, no, no. Raimundo y Francisca tienen que ser felices, pete quien pete. Final feliz, ven a miD:

¿Dónde puedo leer 'Mi destino eres tú'? A ver si me da más alegrías, hm.

Fernando&Elena = Asco, caca, vómitos y repulsiones.
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