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Foro El secreto de Puente Viejo

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Eres mi verdad... Toda historia tiene un principio... Raimundo Francisca.

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#0
lnaeowyn
lnaeowyn
30/09/2012 20:48
Bueno, finalmente me he decidido. En vista del éxito que tiene este relato entre mis queridas Raipaquistas, voy a seguir su consejo. Voy a colgar el relato íntegro aquí. Bueno, íntegro... hasta la página 172 que tiene actualmente. He estado desaparecida casi un año, debido a múltiples motivos, pero he vuelto. Esta novelita no merece quedarse a medias...

Dedicada a todos y todas a los que les guste la electrizante pareja que hacen Raimundo Ulloa y Francisca Montenegro. Porque su historia es muy larga...


Eres mi verdad…

Capítulo 1.

Francisca Montenegro no lo entendía. Por más que su madre, su padre, Rosario, el cura y toda la gente respetable de la comarca se lo dijese, simplemente no lo entendía. No acababa de ver el sentido a aquello. Su distinguida madre se lo había repetido un millón de veces. “- Francisca, hija, recuerda que eres una Montenegro.-“ Había oído esa frase desde que tenía memoria y desde luego que lo recordaba. No lo olvidaría nunca, de eso estaba segura. Y eso le había dicho a su madre, mientras ella la miraba severamente. Su padre también la miraba, pero pese a que en su rostro quería dibujarse un digno enfado, Francisca sabía que tras aquella máscara pretendía asomar una tierna sonrisa.
- Francisca…- volvió a llamarla su madre.
Ella volvió a mirarla.
- ¿Has comprendido lo que te he dicho?- le preguntó severa.
- Sí, madre.- contestó como en una letanía.
- Pues repítemelo.- exigió ella.
Francisca reprimió el impulso de resoplar. Alzó la cabeza y una de sus largas trenzas cayó por su espalda.
- Soy una señorita de alta alcurnia y como tal, debo conducirme. No debo correr por el campo, ni saltar vallas, ni trepar a ningún árbol. No debo juntarme con los muchachos del pueblo ni mucho menos jugar con ninguno de ellos. Siempre llevaré la cabeza alta como corresponde a mi clase y, a partir de ahora, dedicaré a mi tiempo a los quehaceres propios de mi condición.- repitió casi sin detenerse a respirar.
Su madre le clavó una severa mirada. Una cosa estaba clara. Esa muchacha tenía una asombrosa memoria.
- Bien, espero que todo eso entre no sólo en tu cabeza, sino también en tu alma. ¿Entendido?
- Sí madre.
- Ahora puedes retirarte.
Francisca obedeció. Mientras se marchaba, pudo advertir una levísima sonrisa en el rostro de su padre que le hizo sentirse mucho mejor. Una vez que se hubo ido, Alejandro Montenegro miró a su esposa.
- Querida, ¿no crees que eres demasiado severa con ella?
- En absoluto.- ella le miró fijamente.- ¿Olvidas que es la única heredera de nuestra familia? No permitiré que nos deshonre. Quiero que sea una digna sucesora.
- Ya lo es.- insistió él.- Francisca es una muchacha despierta e inteligente.
- No lo dudo, pero no se conduce como debería hacerlo una señorita de buena familia.- rebatió ella.- ¿Acaso es propio de la heredera de los Montenegro que dedique su tiempo de ocio a corretear por los prados como una vulgar campesina?
- Elena, sólo tiene diez años.
La mujer le miró fijamente.
- Con diez años yo era una señorita bien educada, que sabía estar como correspondía. No me dedicaba a trepar a ningún árbol.
Un destello malicioso brilló en los ojos oscuros de Alejandro.
- Te creo, querida. Pero Francisca es una chiquilla llena de energía. Tiempo habrá para que esté sentada bordando sin replicar.- dijo con una sátira amarga.
Elena miró a su marido.
- Alejandro, la culpa de que Francisca sea así la tienes tú. Jamás la regañas por su comportamiento. ¿Qué quieres? ¿Qué se convierta en una joven sin educación, sin distinción? Así no logrará hacer un buen matrimonio.

Alejandro sintió que se lo llevaban los demonios. Siempre le pasaba eso. Odiaba pensar que todo el futuro de su hija se reducía a casarse con un buen partido que se encargase de su patrimonio y que ella enterrase toda su vitalidad, toda su energía y su inteligencia bajo una apariencia de dulce docilidad. Él adoraba a su hija tal como era. Pero sabía que, por más que lo intentase, todo estaba en su contra. Su mujer tenía razón. Francisca debería casarse, simplemente porque en 1864 una mujer no podía ser dueña de ningún patrimonio, ni mucho menos hacerse cargo de él, por muy heredera que fuese. Elena meneó la cabeza, entre desesperada y resignada.
- Si al menos… hubiese podido darte un heredero varón.
Los ojos de él relampaguearon.
- Ningún heredero varón valdría más que ella. Así que no vuelvas a decir una cosa así.- la fulminó con la mirada.- Deberías sentirte mucho más orgullosa de tu propia hija.

Ella le miró sorprendida y temerosa. Alejandro Montenegro le dedicó una última mirada, entre furioso y decepcionado. Después se marchó.
#81
paquirai
paquirai
29/11/2012 00:24
Ohhhhhhh... gracias señor por escuchar mis plegarias....angel
Gracias, gracias, gracias por haber continuado.... aunque sea un cachito... estoy encantada después de leer semejante burla raipaquista, te agradezco en el alma que hagas el esfuerzo por continuar con tu relato...
#82
mariajo76
mariajo76
29/11/2012 00:27
Lourdes tu me hueles o qué, cuando pienso que ya no vas a volver y me pongo toda loca pensando en llenarte el buzón de privados amenazantes...plafff apareces de nuevo dejándome con la boca abierta.

Aunque ya sabes que el papá y la prima son mi debilidad estos dos me encantan, son taaaaaaaaan monos y describes tan bien lo que sienten cunado está juntos que siempre consigues que se me ponga una sonrisilla boba en la cara.

Para que quiero leer la novelucha esa si te tengo a tí que eres la leche y a este relato tan maravilloso.

Por fa sigue muy pronto que me tienes con ataques de ansiedad, ya no se ni cuantas veces me he podido leer el relato.

Eres grande grande
#83
lnaeowyn
lnaeowyn
29/11/2012 01:18
Francisca le miró intrigada, mientras se dejaba guiar por él a través del hermoso prado, salpicado de lirios. No comprendía nada.
- ¿Qué quieres enseñarme? ¿Qué estás tramando…? No entien…
Francisca se quedó sin habla. Ante ella había una preciosa alfombra de lirios, violetas y rosas. En el medio, una hermosa cesta que desprendía un delicioso aroma y a ambos lados, dos hermosos candelabros de plata. Raimundo se inclinó para encenderlos.
- ¿Qué… qué es todo esto?
Él se irguió para mirarla. Tomó su mano.
- Es nuestra cena. Creo que esto supera al comedor de la Casona y del Caserón.
Francisca creía que estaba en un sueño. Ciertamente, nada podía igualar siquiera la belleza de ese lugar, realzada aún más si cabe por la puesta de Sol carmesí que ocurría a sus espaldas.
- Pero… ¿qué… estamos celebrando?
Raimundo la miró. Ardía en deseos de revelarle todo de una vez, pero no quería precipitarse. Quería hacer las cosas bien.
- Bueno, ¿acaso no podemos celebrar que te amo más que a mi vida y que pretendo seguir haciéndolo hasta que mi corazón deje de latir? ¿Acaso necesitamos un motivo para que te demuestre que eres mi vida, mi luz y mi existencia?
Francisca sintió temblar el suelo… ¿o eran sus pies?
- Raimundo yo… ya sé… los dos sabemos nuestros sentimientos y no necesitas…
- Amor, sí lo necesito.- la miró con los ojos velados por el más puro sentimiento.- Esto es una nimiedad. Te bajaría las estrellas del cielo si pudiera.
La joven sentía que sus ojos se humedecían. Maldición. Odiaba sentirse tan vulnerable, tan expuesta. Raimundo lo sabía y la envolvió en sus brazos, apretándola contra su corazón.
- Vamos, que como tardemos más, tendremos a los bichos de comensales.
Ella sonrió. Los dos se sentaron sobre la perfumada alfombra. Disfrutaron de una deliciosa cena, charlando y riendo sobre todo y sobre todos. Y brindaron, especialmente por Alejandro y Alicia, aunque también por ellos mismos.
- ¿Sabes?- Francisca sonrió feliz.- En el fondo me siento tremendamente feliz por mi padre. Ya iba siendo hora de que las cosas le salieran bien. Merece más que nadie ser feliz.
Raimundo sonrió.
- ¿Aunque sea con Alicia?- preguntó burlón.
- No tengo nada en contra de Alicia.- replicó ella.- Bueno, es verdad que es un tanto… peculiar, pero me cae bien. No es ninguna boba remilgada, todo lo contrario. A mi padre le hace falta una mujer así.
- Pobrecillo.- casi rió Raimundo.- En fin… Creo que serán realmente felices.
- Yo también lo creo.
Raimundo la miró lleno de amor. Ella le devolvió la misma mirada, pero algo le hizo cambiar la expresión.
- ¿Te ocurre algo, mi pequeña?
- Estaba pensando en… bueno, en tu tío Esteban. Debe ser muy triste no poder olvidar…
Raimundo meneó la cabeza, pesaroso.
- Sí, así es. He hablado con él unas cuantas veces pero… - miró a Francisca.- Nunca ha olvidado a Esperanza, y nunca lo hará.
- Parece mentira que alguien tan… - intentó encontrar las palabras para describir a Esteban, pero no lo logró.- Bueno, tan así como es tu tío, tan jovial y desquiciante, pueda albergar un sufrimiento tan grande por un amor así.
- Las apariencias engañan, Francisca,- él meneó la cabeza.- Pero bueno, mi tío Esteban es un hombre fuerte. Lleva su dolor, cierto, pero no lo ha sepultado en vida. Al menos ahora ya no. Y no te imaginas lo que eso me consuela.
Francisca sonrió. Le miró.
- Si yo me muriese…
Raimundo creyó morir sólo al oír sus palabras.
- Ni lo menciones. Moriría contigo.
- ¿Harías lo mismo que Esteban? ¿No me olvidarías?
- No creo que fuese tan fuerte como él. No creo que pudiera soportarlo.- dijo él con esfuerzo.
- Eso sería al principio… pero sí lo soportarías.- Francisca le sonrió con ternura.- ¿Sabes? No me gustaría que siguieras viviendo con ese dolor. Preferiría que… rehicieras tu vida y fueras feliz, aunque fuese con otra.
Raimundo la miró entre maravillado y lleno de dolor.
- Francisca, por Dios, dejemos de hablar de eso. No puedo ni imaginar perderte… de ninguna manera.
- Has mentado a Dios.- ella sonrió burlona.- Pues sí que te afecta…
Raimundo la miró a los ojos, atravesándola, quemándola.
- No quiero perderte, mi pequeña. Moriría por ti. Moriría sin ti.
Se levantó y tendió una mano hacia ella. Francisca le miró sin comprender pero tomó su mano y dejó que la ayudara a ponerse en pie.
- Vamos, Raimundo, no te pongas tan serio. Sólo era… una suposición remota. No pienso morirme.- dijo burlona.
Él no separó sus ardientes ojos de ella. Francisca empezó a preocuparse ante su grave gesto.
- Francisca yo… - respiró hondo.- Sabes que te amo más allá de lo posible, más allá de la muerte y del tiempo. Te amé desde que te conocí. Y lo seguiré haciendo… siempre. Sé que somos aún muy jóvenes, pero…
Francisca estaba completamente muda. No… no podía ser lo que estaba imaginando. Ante sus atónitos ojos, Raimundo cayó de rodillas, vencido.
- Dime que te casarás conmigo, mi pequeña. Dímelo o mi corazón dejará de latir.

La joven empezó a temblar. Sólo podía oír los furiosos latidos de su corazón y la súplica mezclada con el dolor y la esperanza en los hermosos ojos de Raimundo. La abrumadora carga de sentimientos pudo con ella y también cayó de rodillas, frente a él.
- Cásate conmigo, amor.- él extrajo la pequeña cajita que llevaba guardada en el bolsillo de la chaqueta. Un bellísimo anillo de oro blanco, con un delicado diamante, compitió en brillo con las estrellas del crepúsculo.
Aquello fue la gota que colmó el vaso. Francisca se echó a llorar, cubriendo su cara con sus manos. Él la miró preocupado, aterrado, pensando que tal vez se había precipitado en su proposición. Intentó abrazarla, calmarla, decir algo, pero antes de que pudiera moverse, Francisca se había abalanzado sobre él, derribándolo al suelo, sollozando sobre su pecho mientras se aferraba a él con todas sus fuerzas, cortándole la respiración.
- A…Amor, espera… no puedo… respirar.
Ella se separó. Le miró con los ojos inundados de lágrimas.
- Sí.
Raimundo intentó hablar.
- ¿Sí?
- Me casaré contigo.

Esta vez las lágrimas traicionaron a Raimundo. Deseaba gritar con todas sus fuerzas, tirarse al río de cabeza, correr por todo Puente Viejo diciendo a voz en cuello que ella se casaría con él… pero sólo pudo tomar el anillo y colocarlo en el dedo de Francisca. El pequeño brillante refulgió como el sol. Se miraron. Ni siquiera pudieron decir nada. Simplemente se besaron y se amaron bajo las estrellas como si no hubiera más amanecer.
#84
mariajo76
mariajo76
29/11/2012 01:28
Ríos, mares, océanos de babas, muerta me hallo, ¿pues no me he emocionado y todo?. No hay palabras, solo se me ocurre GRACIAS GRACIAS GRACIAS, impresionantemente maravilloso y dulce.

No puedo decirte nada más
#85
nicuxy
nicuxy
29/11/2012 02:09
Sinceramente y tras leer el último, decir que si lnaeowyn u otras raipacas que también escriben de maravilla, hubieran escrito Promesas Incumplidas........"otro gallo cantaría". Lo que he echado de menos estos momentos descritos de los dos o ese mi pequeña en el libro.

Mil gracias lnaeowyn, un lujo y una maravilla leerte. Espero leerte pronto de nuevo.
#86
paquirai
paquirai
29/11/2012 12:04
Y ya no sólo eso... hay mil detalles que cualquier persona que haya visto Puente Viejo, sea o no Raipaquista,sabe que están ahí porque se han mostrado y en el libro ni siquiera hacen mención... si que es verdad que hay pasajes muy bonitos en el libro, pero creo que se centra demasiado en cosas que quizás tampoco tienen más interés que el que contar un poco la historia, y lo verdaderamente importante para saber la pasión y el amor que estos se tuvieron lo pasa por encima....


Mil gracias de nuevo lnaeowyn... es fantástico...
#87
chatosara
chatosara
29/11/2012 14:16
eresmiverdadtodahistoriatieneunprincipioraimundofrancisca

Te amo. Te amo. Te amo. Es PRECIOSO. Y coincido con mariajose, para que queremos el librucho ese teniéndote a ti.
#88
EspeLuthor
EspeLuthor
13/12/2012 20:33
¡Buenaaaaaaaaas!
Lourdes, nunca pierdes tu toque sonriente.
Ha sido genial, es que me encanta leerte porque para mí ellos son tal y como los describes tú. Me emocionas siempre mucho, y como a mí creo que a todas, así que no dejes nunca de escribir aquí ¿eh? jajajajaj
Un beso a todaas, sobretodo a la autora de esta maravillosa historia guiño
¿Se ha quedado bien el traslado?
#89
paquirai
paquirai
17/12/2012 13:37
Gracias a ti me ha entrado el gusanillo de la escritura y lo estoy intentando... aunque no me va a salir como tu, pero ni de coña vamos... jejejejej

Sigue así, que eres una máquina.
#90
paquirai
paquirai
23/12/2012 21:16
Lnaeowyn... te llamas Lourdes no???

Que tal, si aprovechamos que nuestros jovenes tortolitos se han prometido, y que ests fechas tan seÑaladas que hacen que una esté más sensible de lo normal y ya que en la serie la nochebuena navidad de estos dos va a escasear por los 4 costados y que van a ser mas bien tristes.... que tal un capítulo o dos... o lo que la imaginación te dé?????
carcajada angel
#91
lnaeowyn
lnaeowyn
24/12/2012 19:43
Chicas, mis queridas chicas. En primer lugar, muchísimas gracias por vuestra paciencia. Sé que voy escribiendo esta historia muy despacito, pero no puedo dedicarme a ella todo el tiempo que querría. Ya lo sabéis. Pero ahí sigo... y seguiré hasta lograr un relato que os merezca.
En segundo lugar, muchíiisimas gracias también por vuestras palabras. Creo que exageráis en vuestras alabanzas hacia mis habilidades con las palabras. ¡Gracias!
En tercer lugar, Paquirai, es un honor y una alegría que te hayas animado a escribir al leerme. ¡Eso es genial!! Y sí, mi nombre es Lourdes. Un placer ;-)

En cuarto lugar, muy FELICES FIESTAS a TODAS/OS! Que lo paséis de lujo con vuestra familia, amigos, amores, etc, y que el nuevo Año sea, al menos, mejor que este que termina.

Va por vosotras.

__________________________________

La noche caía estrellada en Puente Viejo, en una helada Nochebuena. En la Casona, había un ambiente especial. Francisca miró a través de los centenarios cristales, apoyando la cabeza en el frío vidrio mientras veía los primeros copos caer, puros, brillantes. Sonrió mientras acariciaba el delicado diamante que competía en fulgor en su dedo. Después se volvió. La Casona resplandecía hermosa, limpia, con todas sus luces encendidas y una bellísima mesa puesta en el comedor. Nunca había visto tantos platos en ella en esas fechas. Siempre recordaba todas las Nochebuenas como una obligada celebración, carente de la calidez necesaria, aunque siempre adoraba sentarse en las rodillas de su padre para comer el turrón. Al menos era un recuerdo feliz. Pero ahora… ahora era distinto. Había cinco platos, con sus correspondientes servicios, todo perteneciente a la exquisita vajilla de sus antepasados. Por vez primera, se sentiría como en una familia completa y era triste y extraño a la vez que su madre no estuviera presente. Tras el inicio de la anulación matrimonial, Elena había buscado refugio en el convento del que, precisamente, había huido Alicia. No tenía ni fuerzas ni valor para mantener la cabeza alta y hacer frente a las murmuraciones. Siempre había sido una mujer tan estirada y fría como cobarde. Francisca arrugó el entrecejo al pensar en ello, alejando la absurda tristeza. Su madre nunca se había comportado como tal con ella. No merecía un ápice de compasión.
- Francisca, deja de mirar para las musarañas y échame una mano con esto.

La joven vio bruscamente interrumpidos sus pensamientos cuando una refunfuñante Alicia apareció con una sopera enorme, mientras Rosario se hacía cruces y procuraba ayudarla sin éxito.
- Señorita… deje que…
- Rosario, vuelve a la cocina que bastante tienes ya allí. Francisca, eh, ¡despierta!
Francisca parpadeó, entre perpleja y divertida.
- ¿Puedo hacer algo por usted, señorita Ulloa?- dijo con un retintín burlón.
- Muy graciosa…- Alicia sopló un rebelde rizo rubio que le ocultaba los ojos.- Aparta esa fuente de la mesa, para que pueda poner esto.
Francisca obedeció. El delicioso aroma del contenido de la sopera llegó hasta ellas.
- Bueno, esto ya está.
- Señorita Alicia, debería ir a arreglarse…
Alicia torció el gesto. Arreglarse no era algo que le gustara demasiado.
- Está bien…
- Puedo ayudarla, si quiere…- se ofreció Francisca.
La mujer alzó una ceja.
- Odio que la juventud me trate de usted… Me hace sentir vieja y no lo soy.- puntualizó.

Francisca emitió una risita. Alicia se la devolvió y asintió. Las dos subieron escaleras arriba. A mitad del camino, se encontraron con Alejandro, que ya estaba listo con un elegantísimo traje de color burdeos. Alicia se quedó embobada mirándole, pero Francisca la tomó de la mano.
- Vamos a arreglarnos, padre, enseguida bajamos.
Alejandro sonrió mientras su hija metía casi a rastras a Alicia en su dormitorio y cerraba la puerta tras ellas. Se volvió y bajó hasta el enorme salón, asintiendo satisfecho. Todo parecía perfecto. Sonrió a Rosario, que no paraba de llevar viandas y fuentes de comida hacia la mesa. Después, se encaminó hasta la puerta y salió hacia el cobertizo, donde su capataz y los jornaleros que trabajaban sus tierras esperaban.
- Tenga.- alargó un sobre hacia el capataz. – Aquí tiene el aguinaldo para que lo reparta. Y feliz Navidad a todos.

Se oyó una feliz algarabía. Alejandro se volvió hacia uno de los trabajadores. Un hombre joven, humilde, trabajador y extremadamente honrado. José Castañeda. Apoyó una mano en su hombro y, aprovechando la confusión, lo llevó a parte y le entregó un pequeño sobre. El joven le miró sorprendido.
- Es un pequeño “extra” para ti y tu familia.- dijo Alejandro.
- Pero señor, ya he recibido lo que me corresponde y…
- No digas bobadas, José. Eres el trabajador más honrado que tengo y mereces tu recompensa. Además, te vendrá bien si es que algún día quieres casarte con Rosario y formar una familia.
José se ruborizó levemente. Alejandro sonrió.
- Gracias, señor.- dijo mirando a Alejandro con franco respeto.
Alejandro apretó amistoso su mano y se despidió del resto. Pero antes de entrar en su casa, una conocida voz le hizo volverse. Esteban y Raimundo estaban entrando en su finca.
- Buenas noches, excelencia.- dijo Esteban con una burlona reverencia, imitando sorprendentemente bien a Alicia. Alejandro apenas contuvo la risa y le dio un ligero empellón.
- Buenas noches, bribón.- dijo a su amigo. Después se volvió hacia Raimundo.- Buenas noches, hijo. Por favor, pasad. Ya está casi todo listo.
Los tres entraron y desaparecieron tras las enormes puertas de madera.
#92
paquirai
paquirai
24/12/2012 21:40
Oh, ohhhhhhh.... que bieeeeeeen..... ya que respondes con tanta prontitud.... voy a aprovechar para pedirte continuació más a menudo... jejejjejeje...

Para nada exageramos... al menos yo.... tu no sabes lo decaÍda que me quedé al leer "Promesas Incumplidas" el tuyo lo leo y releo un millÓn de veces y no me canso nunca....

Así esque... ya sabes... continua, continuaaaa...
Un placer, yo me llamo MarÍa.... mi relato tardará... pero hago una pequeña mención a dos personajes de los tuyos... carcajada ejejjeejje...

FELIZ NAVIDAD para ti tb y para todas.... un beso. Y a disfrutar de la noche....
#93
chatosara
chatosara
24/12/2012 22:52
SIIIIIIII, tenemos regalo de nochebuena:3 Está genial, no tardes en seguir, es muy cruel para nosotras tener que esperarD:
#94
nicuxy
nicuxy
25/12/2012 01:25
Como siempre, una maravilla Lourdes. Gracias por el regalazo!!!!

María ya sabes....pide más a menudo que estos relatos vienen como agua de mayo!!!! Felices fiestas a todas
#95
mariajo76
mariajo76
26/12/2012 11:15
Que regalo más bonito nos has hecho Lourdes, me ha encantado la alegría que hay en la casona con la preparación de la Nochebuena, que diferencia cuando estaba la estúpida de Elena por ahí y además ya sabes que cada vez que aparece en tu relato mi Alejandro ufffffff, si es que cada día lo adoro más.

Bueno pues sigue cuando puedas por que esta historia es una auténtica pasada, y no tardes mucho en poner la siguiente parte por fa.

Felices fiestas para todas
#96
paquirai
paquirai
31/12/2012 14:43
Pues aquí llega la pesada otra vez... Lourdes... año nuevo, escena nueva... jejejejeje... a ver si al menos podemos terminar de ver esa cena familiar tan maravillosa y una buena nochevieja para nuestros amores,,,
un beso artista!!!!carcajada lengua
#97
lnaeowyn
lnaeowyn
31/12/2012 22:37
Tus deseos son órdenes :-)

Esteban, Raimundo y Alejandro charlaban distendidamente en el salón de la Casona, disfrutando de una copa de coñac antes de la cena.
- Y… ¿Habéis dejado a Fernando solo en el Caserón?- preguntó Alejandro. – Debería daros vergüenza, en una noche tan familiar como ésta.- añadió con tan inesperado sarcasmo que Raimundo le miró perplejo. No conocía esa faceta de su futuro suegro. Siempre había creído que era un pozo de seriedad y corrección. Aunque, pensándolo bien, estaba claro que la afilada ironía de la que hacía gala Francisca no podía haberla heredado de Elena. Para eso se requería inteligencia, y la estirada señora no podía presumir mucho de ella.
Esteban soltó una risita como un niño travieso.
- ¿Qué significa eso en boca de un hombre que ha mandado a su mujer al convento a cambio de otra?- respondió con un guiño burlón.
Alejandro le fulminó con la mirada, pero no pudo evitar contagiarse de la risa de su amigo. Pronto los dos se estaban riendo a carcajadas. Raimundo seguía mirando asombrado a Alejandro. Desde que había conocido a Esteban, y por supuesto, a Alicia, Alejandro había dejado de ser aquel caballero tan mortalmente serio que le atemorizaba de niño al verlo por la plaza del pueblo. Había cambiado tanto que ya ni siquiera le atravesaba con la mirada cuando abrazaba o besaba a Francisca y podría decirse que hasta había rejuvenecido.
- Además – prosiguió Esteban.- A mi querido hermano nunca le han gustado las celebraciones familiares. Y menos con semejante familia de descastados que se gasta, ¿verdad sobrino?
Raimundo soltó una mezcla entre gruñido y suspiro. Muy cierto.
- No nos amarguemos la cena pensando en… quienes no lo merecen.
- Tienes razón, muchacho.- convino Esteban.
Alejandro meneó la cabeza y tomó un sorbo de su copa. De pronto, una inconfundible voz llegó hasta ellos.
- Pero… ¿Te has vuelto loca niña? ¡No puedo bajar así vestida!
- No diga tonterías, Alicia. Le sienta como un guante.- la voz de Francisca llegó más amortiguada.
- Ya, claro, un guante con un escote que en cuanto tu padre lo vea, se va a manchar toda su ropa de excelentísimo señor. ¡Pero si se me ve todo el canalillo!
En ese punto, Alejandro se atragantó con el dorado líquido de su copa y empezó a toser violentamente. Eso hizo que sus boquiabiertos acompañantes le dedicaran toda su atención. Después, tío y sobrino intercambiaron una mirada y sin poderlo evitar, estallaron en carcajadas.
- No tiene… ninguna… gracia.- dijo Alejandro, un poquito irritado, procurando aclararse la garganta. Raimundo intentó contener la risa por respeto, pero Esteban acabó recostado en el sofá, sujetándose el estómago. Alejandro le miró enfadado y un tanto ruborizado.
- Vamos, hombre, no te lo tomes así. Aún encima que mi prima se está poniendo sus mejores galas para ti... No sabía que se había comprado un vestido nuevo… y tan provocativo.- dijo burlón.
- Creo que no se lo ha comprado.- Raimundo frunció el ceño.- Alicia aborrece comprarse vestidos.
- ¿Entonces…?
Alejandro se quedó lívido. No, no podía ser. Se levantó lleno de furia.
- ¡Francisca!!- tronó.
- Cálmese, señor.- Raimundo tragó saliva. Alejandro le apuntó con un dedo amenazador. - ¿Acaso mi hija ha comprado ese vestido? ¿¿Se lo ha puesto en público?? ¿Se lo has visto??
Raimundo no sabía qué contestar ante los furiosos ojos de Alejandro. No, no había cambiado tanto como él pensaba. Su niña seguía siendo su niña. Esteban suspiró.
- Vamos, Alejandro, estás exagerando por una nimiedad. Y escandalizarse de que Raimundo la haya visto con un vestido escotado es un poco ridículo a estas alturas…
El joven miró un tanto enfadado a su tío. Sí, el sugerirle a Alejandro que había visto mucho más ligera de ropa a Francisca de lo que podía mostrar un escote era una gran ayuda por su parte. Desde luego.
Antes de que Alejandro volcara su furia en el pobre Raimundo, Alicia apareció bajando las escaleras y refunfuñando.
- Así que como un guante, ¿eh?- bufó.- ¿Y desde cuando demonios los guantes te impiden respirar? ¡Demonio de corsé!
Alejandro creyó que el corazón se le había parado. Allí, delante de él, una impresionantemente hermosa Alicia maldecía por lo bajo su atuendo. Un ceñido vestido escarlata que revelaba cada una de sus curvas y no dejaba nada a la imaginación. Dios, no podía ser real. Era perfecta, como una diosa griega. El corazón de Alejandro empezó a latir tan furioso que resonaba en sus costillas.
- Alicia…
Ella se volvió ante la caricia de su nombre pronunciado por esa voz. Alejandro clavaba sus ardientes ojos en ella, esos ojos que parecían mirarla más allá de su alma. Alicia tragó saliva. No acababa de acostumbrarse a que un príncipe la mirara con ese ardor y devoción, como si fuese una criatura celestial. Por vez primera, Alejandro olvidó el protocolo y al público presente. Se acercó a ella. Acarició su rostro y le levantó delicadamente el mentón para atrapar su boca en un beso exquisito. Alicia se olvidó de su vestido y sólo pudo abrazarle y devolverle el beso. Esteban y Raimundo sonrieron ante la hermosa escena. Francisca, que había bajado las escaleras tras Alicia, también sonreía feliz. Su presencia arrastró irremediablemente la atención de Raimundo.
- Estás preciosa, mi pequeña.
Tomó su mano para besarla y el pequeño diamante relució en su dedo. Francisca sonrió cómplice de su secreto y acarició la barbilla de él antes de besarle en los labios.
- Bueno, ya estamos todos. Sentémonos que esa deliciosa cena espera.
#98
lnaeowyn
lnaeowyn
31/12/2012 22:38
Esteban tenía razón. Todos se acomodaron alrededor de la mesa para disfrutar de la deliciosa comida de Rosario en aquella Nochebuena tan especial. El suculento cordero, los bizcochos y dulces, el vino… todo estaba perfecto. Francisca no podía dejar de sonreír al ver a su padre con los ojos brillantes, risueño, intercambiando chanzas con Esteban y miradas de cordero degollado con Alicia, mientras ésta le embromaba con la misma habilidad que su primo. Después miró a Raimundo, que también reía de algo que Esteban le había susurrado. Sí, era una noche memorable. Y era el momento más adecuado para anunciar ese secreto que tenían tan oculto. Francisca tomó la mano de Raimundo bajo la mesa. Él la miró y después miró a todos los presentes. Carraspeó levemente y se levantó, logrando la atención de todos.
- Yo… bueno, nosotros.- miró a Francisca, procurando dominar los nervios.- Queríamos aprovechar esta noche para comunicaros algo.
- Vaya, cuánta ceremonia.- dijo Alicia.- ¿Qué es?- preguntó con inconfundible curiosidad.
- Pues…- Raimundo respiró hondo.- Yo…
Los demás le miraban tan fijamente que el pobre zagal no daba encontrado las palabras.
- Vamos, hombre, arranca.- le apremió Esteban.
Francisca se levantó a su lado, intentando ayudarle. Pero advirtió que no era fácil al ver ahora todos los rostros fijos en ella. Raimundo le dirigió una cariñosa sonrisa. Respiró hondo y se dirigió a Alejandro.
- Señor.- inclinó levemente la cabeza en un cortés gesto de respeto.- Lo que queremos decir es que… le he pedido a Francisca que me conceda la felicidad plena casándose conmigo… y ella ha aceptado. Por eso ahora le pido a usted que me conceda su mano.
Esteban y Alicia soltaron exclamaciones de sorpresa y alegría, mientras les miraban boquiabiertos. Alejandro disimuló la sorpresa, pero con poco éxito.
- ¿Quieres…? ¿Queréis casaros?- preguntó atónito.
Ambos asintieron. Alejandro meneó la cabeza.
- No es que me sorprenda tu petición, Raimundo. – Alejandro le miró serio.- Era algo esperado pero… ¿no creéis que sois aún demasiado jóvenes? Tenéis todavía mucho tiempo para dar ese paso.
- Lo sabemos, padre.- intervino Francisca.- Pero ya hemos esperado bastante. Concretamente, casi diez años.
Alejandro resopló. Sí, tal vez su hija tuviera razón. Pero sólo pensar que su niña, su Francisca, fuera a casarse…fuera a separarse de él. Le dolía el corazón. La miró. Vio como sus hermosos ojos castaños brillaban al mirar a Raimundo con expectación. Francisca le amaba con todas sus fuerzas y sabía que era correspondida en la misma medida. Sabía que su hija sería muy feliz al lado de aquel muchacho tan responsable y a la vez tan travieso como Esteban. A decir verdad, no podría dar la mano de Francisca a otro que no fuera Raimundo.
- Está bien…- suspiró.
Los dos jóvenes se quedaron sin respiración.
- ¿Q… qué?
Alejandro miró a Raimundo.
- Te concedo la mano de mi hija Francisca. Sé que la harás feliz.- dijo con una sonrisa.- Porque como no sea así, te aseguro que ese perdigonazo que tienes en el abdomen será una caricia comparado con lo que te haré.
Alicia soltó una risita. Raimundo estaba tan feliz que apenas pudo preocuparse por la amenaza que le dedicó Alejandro, medio en broma, medio en serio. Esteban abrazó a su sobrino lleno de dicha y alzó la copa.
- ¡Por Raimundo y Francisca!
Todos brindaron repitiendo las palabras de Esteban. Raimundo abrazó a Francisca con todas sus fuerzas y la levantó, haciéndola girar mientras ella reía. Finalmente, ambos se besaron entre los aplausos y vítores de los presentes.
#99
chatosara
chatosara
01/01/2013 02:52
Nooo mierda, demasiado bonito. ¡Por Raimundo y Francisca!. ¡Qué mejor manera de empezar el año!:DDDD Me encanta, estoy tan poco acostumbrada a momentos tan felices en la serie que tu historia me hace inmensamente feliz. Necesitamos dosis de alegría y de amor.
#100
paquirai
paquirai
01/01/2013 06:50
Wooooooooo.... Lourdeeeeees!!!! Te quiero, te quiero, y te quierooooo!!!! Muchas gracias.. . Si es que no creo que haya ortr manera mÁs magnifica para empezar el año que leerte a ti y más si es una continuación de Eres mi verdad....


Ainsss... es verdad... demasiado bonito... jooooo.... ñ

Que ganas de que sigas!!!! Boda, hijos... todo, todo....

De nuevo GRACIAS y MIL GRACIAS!!!!!

Muaks.
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