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Confía en mí

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MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
05/06/2012 21:17
¡Hola, Aguiluchas!

Vuelvo a colgar este mensaje, porque no sé qué ha pasado. Se ha perdido en el ciberespacio... Je,je,je... Bueno, os decía en el anterior que estoy escribiendo esta historia de Gonzalo y Margarita, que he titulado Confía en mí. Una frase que el Amo dice habitualmente. Al principio pensé en centrarme sólo en el CR, pero después me he picado y como le dije a Mar, iré introduciendo personajes para dar más intensidad a la trama. ¡Jó parezco una guionista de la serie! Je,je,je... Iré colgándola poco a poco. Espero que os guste y que disfrutéis tanto como yo al escribirla. Me he basado en algunas imágenes que nos pusieron de la ansiada 5ª temporada, pero el resto es todo, todito de mi imaginación. A ver si los lionistas se pasan por aquí y cogen algunas ideas... Je,je,je. Bueno, allá va... Besitos y con Dios. MJ.

Ya sé lo que pasó. Hay mucho texto y no lo podía colgar... Bueno, aquí os dejo las primeras líneas. Besitos a tod@s. MJ.
#501
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
26/12/2012 18:08
-Otra persona se la entregó para que la leyera.
-¿Quién?
-Francisco de Mendoza y Balboa.
Hernán cerró los ojos durante unos segundos. “¡Maldito hijo de perra!”, murmuró entre dientes. El cardenal estaba implicado en todo. “¡Le mataré!”, se juró enrabietado. Se levantó de la silla y se sirvió la copa. La bebió de un solo sorbo. Beatriz le miró extrañado.
-¿Qué te sucede, Hernán?
Él la miró.
-Nada. Prosigue con la historia, por favor…
Ella asintió.
-Como te decía, Laura regresó a las Españas y los esposos se reencontraron. La reina tuvo una hija; pero, desgraciadamente, Laura murió en el parto y la pequeña no logró sobrevivir.
Hernán sintió que el mundo se le caía encima. Por unos minutos había creído que su madre estaba viva en algún lugar y que él y su hermano la buscarían hasta encontrarla. Sin embargo, las palabras que acababa de pronunciar Beatriz de Villamediana se clavaron como dagas en su corazón. La espalda masculina se arqueó como si le hubiesen golpeado con un garrote. Beatriz se puso de pie, asustada.
-¡Hernán! ¿Qué…?
-Vete a descansar, Beatriz, mañana seguiremos hablando…
-Pero…
-Por favor…
-Está bien. Buenas noches, Hernán.
-Buenas noches…
El Comisario en ningún momento se giró. Se mantuvo de espaldas porque no quería que Beatriz de Villamediana viera la expresión de su rostro ni las lágrimas que surcaban sus mejillas. Cuando sintió que los pasos femeninos se alejaban por el corredor soltó las cadenas que aprisionaban sus emociones. Gritó como un animal herido e hincó las rodillas en el frío suelo. Sus hombros se convulsionaron por el llanto…
#502
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
26/12/2012 18:09
Margarita se levantó aquella mañana con los nervios a flor de piel. Catalina le entregaría la carta a su sobrino y Alonso sufriría al leerla. Estaba segura de que sería así. Suspiró. Gonzalo… “¿Qué hará él?”, se preguntó, acariciándose el vientre.
Manuela la miró tras sentarse a la mesa.
-¿No están buenas las gachas, hija?
Margarita dejó de remover con la cuchara el desayuno y alzó la mirada.
-Están muy ricas, señora Manuela –le sonrió-, pero estoy pensando en mi sobrino y en… -Se calló.
-Y en tu esposo.
-Sí. Hoy Catalina le va a entregar a Alonso la carta en la que le digo que me he marchado de la Villa… -le tembló la voz-, sé que mi niño va a sufrir y me duele tanto, señora Manuela, tanto…
-Te comprendo, Margarita.
-Ellos tienen que creer que… -miró a la mujer- yo quiero a Gonzalo, pero no puedo estar ahora con él, no puedo…
La anciana dejó la cuchara encima de la mesa.
-Cuando nazca tu bebé te sentirás mejor, hija. Luego ya decidirás qué hacer con tu vida…
Un suspiro escapó de la garganta de la joven.
-Mi hijo me ayuda a soportar el dolor que siento.
-Lo sé.
Margarita entornó los párpados durante unos segundos. Manuela se levantó y se acercó hasta ella.
-¿Crees que tu esposo te lo podría quitar?
-No. Gonzalo no sería capaz de hacerme eso.
-Entonces…
-No sé qué pasará entre nosotros… Él…
-Temes estar equivocada y que Gonzalo te reproche el abandono de tu hogar y que le hayas ocultado el embarazo, ¿verdad?
Ella no le contestó, pero en su mirada se reflejó todos esos sentimientos encontrados. “Yo te quiero y nunca, escúchame, nunca te engañaría con ninguna otra mujer. Contigo lo tengo todo. Eres mi vida desde que te conocí, lo has sido y lo serás siempre” “Te juro, Margarita, y te lo digo delante de Juan, que no ha pasado nada con Beatriz de Lancaster. Lucrecia y esa mujer lo han planeado todo…”, le vinieron a la mente las frases que Gonzalo le dijera en casa de Catalina. Parpadeó. “¿Y si todo era una mentira como él le había manifestado?”, se preguntó. Pero… Ella había visto cómo besaba a aquella mujer, la cama con las sábanas revueltas, recordaba las insinuaciones de la duquesa, las salidas nocturnas de su marido… Se llevó las manos al rostro.
-No quiero pensar en nada… -murmuró a punto de llorar.
-Ya, mi niña, ya… cálmate. Catalina ya nos lo contará, porque estoy segura de que tu sobrino y tu esposo harán algo…
Margarita se sintió confortada por aquellos brazos maternales que le ofrecían todo el cariño que ahora necesitaba. Manuela López la besó con ternura.
#503
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
26/12/2012 18:10
Gonzalo y Alonso se levantaron con las primeras luces del día. Se asearon y antes de desayunar se dirigieron a la casa de Catalina. Cipri no se había acercado a la casa para avisarle, el maestro pensó que a su amigo se le había hecho tarde y que no había querido molestarles. Además su hijo estuvo preguntándole sobre su vida de soldado hasta que el sueño se personó en la habitación y él también se quedó dormido. Su vecina les abrió la puerta.
-Buenos días, Catalina, ¿está Margarita levantada? –le preguntó Gonzalo.
-Buenos días… -murmuró ésta tras tragar saliva-. Entrad…
Padre e hijo la obedecieron. Murillo, sentado a la mesa, se llevaba la cuchara a la boca. Les miró con expresión dubitativa.
-Margarita… -comenzó a decir su vecina con gesto nervioso.
Gonzalo frunció el ceño.
-¿Qué pasa?
Cata suspiró.
-Tu mujer…
-¿Qué le ha ocurrido? –le inquirió, asiéndola por los hombros.
-No le ha pasao ná, Gonzalo…
-Entonces, ¿por qué estás tan nerviosa?
-Yo…
-¿Tía…?
Murillo fue el que habló:
-Margarita no está en la casa.
Gonzalo y Alonso le miraron fijamente.
-¡Tía Margarita! –gritó Alonso yendo a la habitación que ambos habían compartido. Contempló la cama vacía. Sus labios temblaron. Se giró al oír a su padre, que había elevado el tono de la voz.
-¿Dónde está Margarita –le preguntó.
Su madrina de bodas sollozó.
-Catalina…
-Se ha ido…
Gonzalo la soltó. Su rostro expresaba confusión y dolor.
-¿Qué se ha ido? ¿Adónde?
-¡Ay, Gonzalo, yo no…!
-¿Dónde está mi tía, Cata? –gritó Alonso con el rostro desencajado.
Los dos miraron al niño. El silencio se adueñó de la estancia, éste sólo permitió que se oyera el crepitar del fuego y el sonido que hizo la cuchara de Murillo al caer al suelo. Después el silencio huyó por el tiro de la chimenea… Catalina suspiró y abrió uno de los cajones de la alacena. Le entregó a Alonso una carta.
-Es para ti...
-¿Para mí? –gimió.
Gonzalo no pudo hablar. “Margarita se ha ido…”, le dijo su corazón, pero su mente se negó a aceptar aquel hecho. Mientras su hijo leía con avidez lo que ella le había escrito, él reaccionó y se acercó hasta donde se hallaba Alonso. Un sollozo escapó de los labios del niño. ¡Era verdad, Margarita se había marchado de la Villa…! El maestro cerró los párpados. Alonso echó a correr tras tirar el papel al suelo. Catalina se llevó las manos al pecho y Murillo fue tras su amigo. Gonzalo se agachó y lo cogió. Reconoció la letra de su esposa.

“Mi querido Alonso:

Te pido perdón por irme sin darte un beso y sin despedirme de ti. Sé que voy a causarte un gran dolor, pero te aseguro que en este momento yo también lo siento dentro de mí. Aunque ahora no lo comprendas, mi amor, con el tiempo entenderás que esta decisión que he tomado es la mejor para todos.
Sé que algún día volveremos a estar juntos y que el sufrimiento sólo será un mal recuerdo.
Alonso, te pido que respetes a tu padre y que le obedezcas. Él te quiere muchísimo, tanto como yo.
Margarita.”

-Tú lo sabías, ¿verdad? –le preguntó mirándola con fijeza.
-Gonzalo, yo… -comenzó a decir su vecina a punto de llorar.
-¿Adónde se ha ido? –le preguntó con gesto enojado-. ¡Tengo derecho a saberlo!
-¿Por qué no dejas las cosas como están, Gonzalo? Ella no…
-¿Qué deje las cosas como están…? –Soltó un resoplido-. ¿Tú sabes lo que me estás pidiendo, Catalina? –Su vecina fue incapaz de mirarle a los ojos. Él prosiguió-. No, no lo imaginas porque si ahora mismo estuvieses en mi lugar, te aseguro que harías lo que fuera para recuperarla. ¡Yo la amo y no le he sido infiel! –exclamó con el ceño fruncido.
La madre de Murillo pestañeó.
-¡Dime dónde está mi mujer, Catalina! –le exigió.
Ella se aclaró la garganta antes de contestarle:
-Se fue a Sevilla.
-¿A Sevilla…? ¿Por qué?
-Porque necesita estar tranquila y aquí contigo y con lo que ha pasao no…
Gonzalo sintió que su alma se resquebrajaba y que el tiempo se detenía en ese instante.
-¡No! -gritó y se rebeló ante aquella noticia.
Se giró dispuesto a buscarla.
-¡Gonzalo! –bramó su amiga intentando detener su apresurado paso.
Se volvió. La mirada del héroe de la Villa manifestaba toda la desaprobación que sentía en esos momentos por ella. Catalina tembló al oír su voz:
-Jamás te perdonaré que no le impidieras que se marchara… -Y luego salió rápidamente de la casa.
-Gonzalo… -Lloró Catalina rota por el dolor.
#504
MJdeMontalvo
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26/12/2012 18:10
Laura de Montignac y Luis de Ceballos se encontraban aquella mañana en el barrio de San Felipe. La dama quería visitar a sus hijos y el duque la acompañaba, él le contaba el itinerario que iniciaría próximamente.
-Entonces, ¿te irás a finales de mes a Francia, Luis?
-Sí. Fermín ya tiene preparado el viaje. Iremos por la ruta establecida hasta llegar a Vigo, allí nos embarcaremos y llegaremos a tu país, “mon petit rossignol”.
Laura le sonrió.
-Deseo con todo mi corazón que encontréis pistas que os lleven hasta Jonás López.
-Las encontraremos, Laura. Además, ya he establecido contacto con un investigador de Marsella. Te aseguro que…
Luis de Ceballos se calló al ver al nieto de Laura que, pálido, se cruzó con ellos.
-¡Alonso! –exclamó ella asiéndole por un brazo-. ¿Qué te pasa, hijo?
-Mademoiselle…
El niño se arrojó en sus brazos y lloró desconsolado. Murillo les contempló sin decir nada. Gonzalo acababa de salir de la casa de Catalina y les vio. Laura y él se miraron. Su hijo tenía la misma expresión que Alonso en su semblante.
-Se ha ido, mi tía se ha ido… -repetía entre jadeos su nieto.
Gonzalo habló:
-Alonso, voy a ir a buscarla…
Su hijo le miró y se abrazó ahora a él. Laura y Luis les miraron con preocupación.
-Vamos a casa.
-Os acompañamos… -musitó ella decidida.
Gonzalo asintió. Murillo no sabía qué hacer se quedó unos segundos parado en la calle, después unos pequeños le llamaron y, encogiéndose de hombros, se marchó a jugar con sus amigos.
#505
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
26/12/2012 18:11
En el hogar de los Montalvo, Satur miraba, asombrado, al doctor Osuna, que le contaba una de las miles de historias que había vivido en Nueva España. Anabel sonreía al oírles.
-¿Y entonces usted le dijo al dueño de la posada que dejara de golpear a la india?
-Sí.
-¿Y no se enfrentó a usted? Que ya sabemos que los que se creen señores tienen mucha miga… -comenzó a decir Saturno García haciendo aspavientos con las manos.
-¡Claro que lo hizo! Pero la gente que estaba en la hospedería se puso a mi favor y no tuvo más remedio que dejar el látigo.
-¡Qué valiente! –exclamó Anabel orgullosa de él.
Álvaro besó su mano. Satur sonrió.
-Sí, pero varios días después me golpearon unos truhanes en un callejón sin salida. Me rompieron varias costillas y estuve sin poder moverme durante más de dos semanas…
Anabel se llevó las manos a la boca.
-Ya lo sospechaba yo y… -Satur enmudeció cuando Gonzalo y Alonso entraron en la casa. Mademoiselle Gaudet y Luis de Ceballos les acompañaban. El niño lloraba y los rostros de los adultos evidenciaban el disgusto que sentían.
-¿Qué pasa? –les preguntó, poniéndose de pie.
Álvaro y Anabel le imitaron.
-Satur… Mi tía se fue… -Y se arrojó en sus brazos.
-¿Qué la señora se ha…?
El postillón del héroe miró a Gonzalo, que asintió con gesto serio.
-Lleva dos días de ventaja, pero ahora mismo preparo todo y me pongo en camino –dijo él buscando algo en la alacena.
-¡Yo voy con usted, amo!
Gonzalo miró a su fiel escudero.
-No, Satur. Tú tienes que quedarte con Alonso.
-¡Yo quiero ir contigo, padre!
Él asió al niño por los hombros.
-Los caminos son peligrosos, hijo. Es mejor que tú te quedes aquí en la casa. Te prometo que la traeré conmigo.
-¿Me lo juras?
-Te lo juro, Alonso.
Ambos se abrazaron.
-Yo no puedo dejarle solo por esos caminos de Dios... Yo voy con usted –se reafirmó Saturno García.
Laura intervino en la conversación:
-Yo puedo quedarme con Alonso y Anabel en la casa, Gonzalo. Además, tus alumnos no se pueden quedar sin sus clases…
Gonzalo le sonrió.
-¿Y tu trabajo de institutriz en el Real Alcázar?
Ella le contestó:
-El príncipe heredero está de viaje con la reina. Puedo hacerlo.
-Está bien, Satur. Prepara a los caballos.
-Sí, amo.
Satur hizo ademán de salir hacia el establo, pero al oír la voz de la señorita Anabel se detuvo.
-¿Y adónde se ha ido Margarita?
-Eso digo yo. ¿Dónde está la señora?
-Se ha marchado a Sevilla.
-¿A Sevilla? –musitaron al unísono, Satur, Álvaro y Anabel.
-Sí. Allí vivió unos años con su tía Elvira.
#506
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
26/12/2012 18:11
Laura volvió a hablar:
-Gonzalo, no puedes irte así como así…
Su hijo la miró.
-Tengo que encontrarla, Lorelle.
-Lo sé y yo te animo a que vayas tras ella, pero ten en cuenta que los caminos están nevados, necesitáis ropa de abrigo, provisiones… Son muchas leguas las que distan entre Madrid y Sevilla. Todo eso no lo puedes preparar en unas horas. Necesitas un día al menos.
-Mamoselle tiene razón, amo.
-No solo tiene razón, creo que es lo mejor para hacer el viaje en condiciones –habló por primera vez el duque de Villalba-. Si me lo permites, Gonzalo, yo puedo ofrecerte dinero para lo que necesitéis y caballos de mis establos.
Laura le agradeció el gesto con una sonrisa.
-Gracias, señor Ceballos, pero Viento y Roble son buenas cabalgaduras y llevar otros animales nos entorpecerían -dijo el maestro.
-Tienes razón, Gonzalo. De todas formas, vuestros equinos tendrán que descansar al menos varios días y vosotros también.
Álvaro intervino en la conversación:
-Existen ventas y posadas en la ruta de la Plata. Tengo amistad con varios dueños de éstas y podréis quedaros sin tener que pagar ningún maravedí… Enseguida escribo una carta y sólo tendréis que presentársela a los dueños.
Anabel le dio una mano a su prometido y éste le sonrió.
-No sé qué decir… -habló Gonzalo con los ojos brillándole por la emoción.
-Eres una gran persona, hijo, siempre estás favoreciendo a los demás… -Laura se acercó y le acarició el rostro-. Ahora nosotros queremos ayudarte a ti.
-Pero…
-Gonzalo, Lorelle, está en lo cierto. Además, Alonso estará bien con nosotras, ¿verdad?
El niño asintió, abrazándose de nuevo a su padre.
-¿Y si la tía se ha ido a Sevilla con la intención de embarcarse al Nuevo Mundo? –preguntó de repente Alonso con gesto asustado.
Gonzalo no había pensado en aquello. Su rostro expresó la desazón que sintió al oír las palabras de su hijo.
-Eso no es posible, Alonso… -habló Luis de Ceballos-, los navíos suelen salir con el buen tiempo y no ahora.
#507
MJdeMontalvo
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26/12/2012 18:11
Álvaro habló:
-Pero el pasado agosto no zarpó la flota hacia Tierra Firme, lo sé por un amigo que tenía pensado viajar y se quedó en tierra. No sé qué pasó con los aranceles y la Casa de Contratación. Los dueños de los mercantes se negaron a subir a bordo y a navegar. Se perdieron muchísimos alimentos en el puerto de Sevilla. Además, los piratas ingleses y holandeses acechan por el Atlántico, las autoridades no permiten partir si no van al menos 80 embarcaciones.
-¿Existe la posibilidad de que Margarita pueda embarcarse y partir hacia el Nuevo Mundo? –preguntó Gonzalo.
-No lo sé, hijo… -le contestó el duque de Villalba- creo que las autoridades no permitirían un viaje en pleno mes de diciembre, pero no puedo asegurártelo tampoco. Hay muchos intereses de por medio.
El maestro suspiró.
-Esperemos que eso no suceda…
Gonzalo abrió otro de los cajones de la alacena y rebuscó en éste.
-¿Qué buscas, Gonzalo? –le preguntó Laura.
-Sé que por aquí había una carta de Elvira Hernando, la tía de Margarita y de Cristina, pero no la encuentro. ¿Tú sabes algo, hijo?
Alonso le respondió:
-Un día la tía hizo limpieza y tiró todos los papeles que estaban en esos cajones…
-¡Nuestro gozo en un pozo…! -musitó Satur con gesto de enfado.
Gonzalo le miró.
-Tendremos que preguntar por Sevilla, Satur.
-Si ya me lo imaginaba, amo. Entre el viaje y lo que andaremos por Sevilla, nos quedaremos secos. Voy ahora mismo al zapatero a encargarle unas botas para usted y otras para mí. Porque con estas alpargatas me temo que no seré capaz de andar ni cincuenta pasos, ¿verdad? –dijo, palpando los agujeros que tenía en la suela del calzado derecho.
Alonso y Anabel se sonrieron.
-Sí, ve al taller del zapatero y luego acércate a la Plaza Mayor. Encárgale a uno de los sastres dos capotes de buen paño para que os proteja de las inclemencias del tiempo –musitó Laura.
-Pero, mamoselle, de buen género cuesta un riñón y parte del otro…
Ella sonrió.
-Yo corro con los gastos, Satur. Ven con él a la casa para que tome las medidas. Se le pagará el doble si los tiene terminado mañana a primera hora.
Gonzalo asió las manos femeninas.
-Como puedo agradecerte… -miró a Álvaro, a Anabel y a Luis de Ceballos-, a todos… lo que estáis haciendo por mi familia.
Laura le besó con cariño.
-Regresando con Margarita.
Gonzalo la abrazó y Laura entornó, emocionada, los párpados. Los demás contemplaron, sonrientes, la escena.


-En el siglo XVII se establecieron dos flotas anuales que zarpaban desde el puerto de Sevilla: una en abril que se dirigía hacia Nueva España (Veracruz, México) y otra en el mes de agosto hacia Tierra Firme (Nombre de Dios y Portobelo, Panamá). Ambas pasaban el invierno en las Indias y en el mes de marzo se reunían en el puerto de la Habana para emprender juntas la travesía de vuelta a la península. Esto se mantuvo así hasta el siglo XVIII. (N. de la A).
#508
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
26/12/2012 18:14
Irene se hallaba sentada en una silla junto a una cama del hospital.
-Recítelo otra vez, señora Irene –musitó el enfermo.
Ella le sonrió y su voz sonó armoniosa y dulce a oídos del paciente y de Juan de Calatrava, que la observaba junto al vano de la puerta de su despacho.

“Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
Huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.”


-Es muy hermoso.
-Sí, lo es. Lope de Vega era un gran poeta.
-¿Y usted ha sentido todo eso que dice el poema? ¿Ha amado así?
Ella no le contestó. Juan les interrumpió:
-Demetrio, no es de caballeros abrumar a una dama con esas preguntas tan íntimas…
El hombre se sonrojó.
-Discúlpeme si la he molestado, señora Irene.
-No se preocupe, Demetrio, no lo ha hecho. Una vez creí que le había conocido, pero sólo fue un sueño.
-Entonces algún día conocerá lo que es el verdadero amor. Usted se lo merece, señora Irene.
La esposa del Comisario le sonrió y luego se puso de pie.
-Descanse, Demetrio.
El hombre asintió. Juan le indicó que le acompañara hasta su privado.
-Necesito hablar contigo, Irene.
-Claro.
-Siéntate, por favor.
Ella le obedeció.
-¿Qué te ocurre? –le preguntó, poniéndose de cuclillas a su lado.
-¿A mí?
-Sí. He advertido que últimamente estás triste. Atiendes a los pacientes con la misma dulzura de siempre, pero tus ojos expresan preocupación, melancolía, desánimo… Me considero amigo tuyo y por eso me atrevo a hablarte así. Puedes confiar en mí, Irene, si necesitas conversar de cualquier cosa, yo…
Ella soltó un sollozo. Juan la abrazó.
-¿Qué pasa?
-Me siento tan sola, Juan… Hernán no me ama y sé que nunca lo hará. Además, tengo que soportar a Lucrecia todos los días, sufrir sus exigencias, sus humillaciones… No puedo más…
Él le acarició con suavidad las mejillas.
-No llores, Irene. Eres una mujer muy fuerte y…
Juan se perdió en los ojos de ella. Lentamente se acercó hasta los labios femeninos y la besó. Irene correspondió al beso con ardor. Cuando se separaron se miraron asombrados, pues ninguno de los dos imaginó nunca que sus cuerpos temblarían al recibir aquella caricia inesperada ni que el deseo renacería en sus pieles. Irene se levantó.
-Tengo que irme, me esperan en… -dijo con la voz entrecortada y las mejillas encendidas por el deseo y la timidez.
Juan no le contestó. Se había quedado tan sorprendido como ella. Irene bajó las escalinatas con el corazón golpeándole el pecho. Él se agachó y cogió el libro que se le había caído a la esposa del Comisario de la Villa. Lo abrió por la página que Irene tenía señalada. Leyó en voz alta la última estrofa del poema de Félix Lope de Vega:

“Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.”

El duque de Velasco y Fonseca entornó los párpados.


-El capote era una especie de capa de paño, barragán u otra tela que protegía al que la usaba del frío y de la lluvia. El interior estaba forrado por un revestimiento consistente. Unas tenían mangas y otras aberturas laterales por las que se sacaban los brazos holgadamente. Las de camino o viaje se abrochaban con alamares y tenían capuchón. (N. de la A).
#509
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
26/12/2012 18:14
Margarita abrió el postigo del ventanuco y miró hacia el exterior. La noche había tejido su manto de oscuridad en el firmamento y las estrellas parpadeaban resplandecientes. Margarita sintió que la soledad intentaba abrazarla y apoderarse de su corazón; sin embargo, desechó aquel triste pensamiento y acarició su vientre. “No, no estaba sola, su bebé estaba con ella”, se dijo tras sonreír. El redondo y plateado astro nocturno nació ante sus negros ojos. Margarita habló a su hijo:
-¿Ves, mi amor? La luna siempre nos iluminará. Tu padre y yo nos prometimos que… -se calló y rozó con su dedo índice la adularia-, él me regaló este anillo que posee su luz. Ella es mágica, mi vida, y nos protegerá…
Margarita alzó una de sus manos y tocó al planeta con sus dedos. “Ella representa el poder femenino, es la Diosa Madre, la Reina del Cielo… como tú”, le había dicho él en una ocasión. “Gonzalo…”, murmuró. Una lágrima surcó su mejilla izquierda.
En ese mismo instante, Gonzalo se hallaba en el patio de la casa. Todo estaba preparado para salir al amanecer, pero él no podía dormir. Las emociones y el dolor se lo impedían. Miró hacia el cielo y vio al satélite de la Tierra. Alzó la mano derecha hacia el infinito. Sus dedos la rozaron. Cerró los ojos y suspiró. Tuvo la sensación de que estaba muy cerca de su mujer. “Margarita…”, susurró.
#510
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
26/12/2012 18:17
La mañana amaneció triste. El sol se ocultaba entre las nubes y el frío se adhería a los huesos de todos los que caminaban a aquellas horas por las calles. Satur dio doble ración de heno a Viento y a Roble y luego les puso las riendas y las sillas de montar. A continuación vio las provisiones, el trabuco y los mapas que guardaba en su talego. Luego comprobó que la ballesta, una de las espadas que el Águila Roja tenía en la guarida y las dagas permanecían en la alforja de su amo. Acarició el lomo de Viento, que relinchó.
-¿Qué pasa, bonito? ¿Estás preparao pá el viaje que vamos a iniciar? –Saturno García sonrió-. Sí, tú eres un buen caballo.
Su alazán bufó.
-Y tú también, Roble, no te enceles… Os voy a dar un poco más de heno porque el camino que nos espera hasta que descansemos esta noche es de aúpa…
Gonzalo se acercó hasta la cuadra. Le acompañaban Laura, Anabel y Alonso. El héroe de la Villa se había puesto el capote con aberturas laterales que mademoiselle Gaudet le había regalado. Traía el de su escudero en las manos.
-¿Está todo listo, Satur?
-Sí, amo.
-Entonces ponte esto.
El criado asintió. Alonso se abrazó a su padre. Gonzalo entornó durante unos segundos los ojos. Luego miró a su hijo y le sonrió.
-Te prometo que la traeré con nosotros.
-Confío en ti, padre.
-Yo también en ti, hijo. Obedece a Lorelle y a Anabel y procura no meterte en ningún lío, ¿de acuerdo?
El niño asintió. Volvieron a abrazarse. Alguien llamó a la puerta del establo. Satur deslizó la falleba. Álvaro les saludó y entró dentro.
-Aquí está la carta. Preséntala en la posada de Olías y en la venta del Molinillo en Almodóvar. No tendréis ningún problema.
-Gracias, Álvaro.
El doctor Osuna asintió y le apretó la mano que Gonzalo le ofreció. Alonso rió al mirar a Satur.
-¿Qué pasa, chiquillo? –le preguntó, frunciendo el ceño.
-Lo tienes mal cerrado… -Le señaló los alamares.
-¿El qué…?
Satur miró, extrañado, la mejor prenda de abrigo que había tenido jamás. Anabel, sonriente, se acercó hasta donde se encontraba y le abrochó correctamente los alamares.
-¿Ves, Satur? Se abrochan así.
-Muchas gracias, señorita Anabel, si no es por usted…
Ella le besó.
-¡Buen viaje y cuida a Gonzalo!
El criado le sonrió, llevándose la mano derecha al rostro. Laura y su hijo se miraron.
-Ya es la hora… -comenzó a decir él.
-No te preocupes por nada, Gonzalo. Alonso va a estar bien y los niños de la escuela se comportarán, te lo prometo.
-No lo dudo, Lorelle, tendrán a una gran maestra.
Ella le sonrió y le acarició la mejilla izquierda. Después se abrazaron.
-La encontrarás, lo sé.
Gonzalo asintió. Sonrió a Anabel y ofreció su mano al doctor Osuna, que le correspondió con afecto.
-Todos cuidaremos a Alonso.
-Gracias.
-Tened precaución por esos caminos… -musitó Anabel.
-La tendremos –le respondió el maestro.
-Estaremos de vuelta muy pronto, Alonsillo… Ya verás…. –le decía Satur.
Gonzalo revolvió los rubios cabellos de Alonso. Su hijo le estrechó fuertemente.
-Te quiero, padre.
-Y yo a ti, Alonso.
Se miraron, emocionados, después Satur y él subieron a sus caballos. Álvaro abrió de par en par las puertas del establo. Todos salieron al exterior. Alonso no pudo contener las lágrimas. Laura le abrazó. Gonzalo les contempló desde la grupa de Viento. Alzó su mano izquierda a modo de despedida. Satur les sonrió. No sabían cuánto tiempo estarían fuera de la Villa ni tampoco las aventuras que el destino les depararía. Gonzalo de Montalvo tenía un único pensamiento en su cabeza: regresar a su casa con Margarita, el amor de su vida. Comenzó a nevar…


-Alamar es una presilla con botón que se cose a la orilla de una prenda de vestir. Los capotes de viaje se abrochaban así. (N. de la A).



Mis queridas y preciosas amigas, la segunda parte de "Confía en mí" regresará con muchas emociones, intrigas, aventuras y amor en el 2013. Besosssssssssssssssssssssssssssssssss a todas y un millón de gracias por leer esta historia que un día empezó gracias a esta maravillosa serie llamada Águila Roja. MJ.
#511
Kaley
Kaley
27/12/2012 13:12
Gracias a ti por el regalo de poder leerte ...

Hay madre, que se nos pierde el héroe y el postillón, que nervios ....

Feliz año nuevo a ti tabién ....
#512
littlenanai
littlenanai
27/12/2012 21:38
Ohh que penita que se acabe esta primera parte...esperaré la segunda impaciente :P un beso!!!
#513
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
02/01/2013 15:46
¡¡¡Hola, preciosas!!!!

¡¡¡¡¡Feliz año 2013 para todas!!!!!

Muchas gracias, Kaley y Littlenanai, me alegro que hayáis disfrutado de esta primera parte de "Confía en mí". Pronto regresaré con la segunda parte. Muchos besossssssssssssssssssssssssssssss a las dos y a todas las chicas del foro. MJ.


A más ver.
#514
Meular
Meular
08/01/2013 12:34
Me lo voy a imprimir, el portátil ¡plof! y los reyes ya han pasado snif que voy a leer de camino al curro.
#515
Kaley
Kaley
09/01/2013 18:11
Bueno no te preocupes, verás que pronto te actualizas guiño
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