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Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)

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Roberta72
Roberta72
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.

Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1

Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1461
arunda
arunda
13/08/2013 10:53
snifsnifsnifsnifsnif
y ahora camino de arazana.........................gracias Robertasonriente
#1462
Roberta72
Roberta72
13/08/2013 21:21
¡¡¡¡¡¡¡¡Pero no me llores!!!!!!!
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Capítulo 162

- ¿Y pensabas ponerte en camino tú sola? – preguntó Roberto.
- ¿Acaso no me crees capaz? – preguntó a su vez Natalia mientras acunaba a David – Ya lo hice antes una vez.
- Te creo muy capaz de todo lo que te propongas, te conozco demasiado bien para dudar de ti. – Roberto se levantó y se sentó junto a Natalia, en el asiento que estaba frente a él. – Tan solo me preguntaba cómo te las hubieras arreglado para cambiar de tren en Madrid estando tú sola con el niño… llevamos bastante equipaje. – Roberto retiró ligeramente las toquillas que cubrían el rostro de su hijo y lo miró antes de tomarlo de brazos de su madre – Dámelo, llevas ya mucho rato con él en brazos, has de estar cansada.
- No llevamos tanto equipaje… al menos tú y yo. – sonrió la joven entregando el bebé a su padre. En cuanto lo entregó, Natalia comenzó a abrir y cerrar las manos y sacudir los brazos mientras reía – Tienes razón, se me han dormido los brazos. Tú y yo no llevamos gran cosa, pero David necesita bastantes prendas, sobre todo si no podemos parar a lavar su ropita tanto como quisiéramos.
- ¿Y cómo te las hubieras arreglado?
- No lo sé… Algo hubiera pensado. – Natalia se recostó contra el lateral del tren. Luis había tenido una gran idea al reservar el compartimiento completo para ellos solos, en los trenes que tenían que tomar hasta Madrid y de Madrid a Sevilla. Tanto David como ellos habían podido descansar cómodamente y el viaje no se había hecho pesado y largo al haber podido disfrutar de la mutua compañía sin desconocidos que hubieran coartado sus gestos de cariño – Una pobre mujer, sola, con un bebé en brazos, hubiera provocado lástima. Seguro que alguien me hubiera ayudado. – dijo con una sonrisa traviesa.
- Más que la lástima, tu belleza es lo que hubiera hecho que se acercaran a ayudarte.
- ¿Mi belleza? – preguntó ahogando una risa – Tú que me miras con ojos enamorados. Una mujer con un bebé en brazos deja de ser una mujer para convertirse en una madre, y todo el mundo sabe que las madres somos… madres.
- ¿Y dices que por eso dejáis de ser mujeres?
- Digo que por eso deja la gente de vernos como a mujeres, no que dejemos de serlo. Espero que tú no pienses así… al menos que no pienses así… de mí. – dijo ella zalamera.
- Yo nunca pensaré así… de ti. Eres la madre de mi hijo, pero antes de serlo eras la mujer que amaba, eres la mujer que amo y eres la mujer que amaré hasta el día que me muera. ¿Qué te ocurre? ¿Natalia? – Roberto preguntó al ver que la joven se había quedado callada.
- No es nada. – la joven bajó la mirada, ruborizada – Es que…
- ¿Qué?
- Que… que llegué a pensar que nunca más oiría palabras como esas dirigidas a mí.
- Palabras, tan solo palabras… si pudiera explicarte realmente lo que siento por ti… lo que me haces sentir… Lo que te digo es tan simple en comparación de…
- ¿De verdad sientes por mí…?
- Natalia, mi amor, comprendo que aún dudes de mí. Me lo merezco pero, por favor, créeme, David y tú sois mi vida.
- Es una suerte que el tren esté entrando ya en la estación de Sevilla y debamos dejar este compartimiento. – Roberto no entendió las palabras de Natalia. La joven deseaba dejar de estar a su lado, quería salir a la calle, abandonar aquel reducido espacio en el que habían convivido durante tantas horas – Así no me sentiré mal por ser una mala madre.
- ¿Tú una mala madre? ¿Qué estás diciendo? – cada vez tenían menos sentido para Roberto las palabras de Natalia.
- Sí, la peor de las madres. Porque en lo único en lo que puedo pensar en este preciso instante es en qué hacer con David para que tú y yo podamos… - Natalia se acercó aún más a Roberto y apoyó la cabeza en su hombro.
- Sí, es una suerte que estemos entrando en la estación. Aunque…
- ¿Sí?
- Si hubiéramos pensado en esto hace unas horas…
- ¿Sí?
- David está muy cómodo en la canastilla en la que ha dormido los últimos días…
- Sí.
- Y ha estado durmiendo la mayor parte del tiempo…
- Eso es cierto.
- No se hubiera enterado de nada, no le habríamos molestado en absoluto.
- No. Roberto, lo que estamos pensando ¿significa que somos unos malos padres? – Natalia acarició el rostro de su bebé dormido.
- Creo que somos los mejores padres del mundo. Nos morimos de ganas de darle a nuestro hijo un hermanito con el que pueda jugar.
- ¿Solo uno?
- De uno en uno, mi amor, de uno en uno.
#1463
Roberta72
Roberta72
15/08/2013 20:19
En silencio, recostados el uno en el otro, disfrutaron de los pocos minutos que tardó el tren en detenerse por completo en la estación de Sevilla. Natalia cerró los ojos y pensó en lo distinto que había sido su ánimo meses atrás, cuando sola, triste y despreciada tomó un tren que la alejó de la que había sido su vida durante varias semanas. Las ruedas del tren chirriaron, el vapor fue expulsado por los laterales de la maquina y el convoy se detuvo al fin.
- Bien, fin de trayecto. – dijo Roberto tendiendo los brazos para que Natalia tomara a su hijo – Ahora hemos de buscar a alguien que nos ayude con el equipaje.
- ¡Espera! ¡Yo sé quién puede ayudarnos! – Natalia se levantó, dejó al bebé de nuevo en los brazos de su padre y, tras abrir apresuradamente la portezuela bajó al andén.
- ¡Natalia! Natalia, ¿dónde vas? – el joven se acerco a la portezuela y desde allí se quedó mirando como la muchacha se mezclaba entre el gentío hasta que la perdió de vista - ¿Tienes idea de a dónde pueda haberse ido tu mamá? – como respuesta, David emitió unos gorgoritos y agitó los puños – Lo que me temía, no tienes ni idea. Bueno, parece que vamos a tener que arreglárnoslas nosotros dos solos…

- Pero esto no es lo que usted me prometió. – el chiquillo miraba las dos monedas que sostenía en su mano abierta mientras le protestaba al hombre que tenía ante sí.
- ¿Y para qué quieres tú más dinero? Seguro que te lo gastas en cualquier tontería. Calla y vete de una vez. – el hombre dio un coscorrón al niño y se dispuso a tomar sus maletas. El niño, decidido a actuar ante el golpe recibido, dejó caer el dinero y tomó una de las maletas del hombre.
- Para qué quiera yo el dinero es cosa mía… y si usted no me da lo prometido yo no dejo que se vaya con su maleta.
- Mira chaval… al final voy a tener que darte un cachete para que dejes de decir tonterías. – el hombre miraba hacia los lados. La gente pasaba a su alrededor sin detenerse, pero si aquel niño seguía metiendo ruido, seguro que alguien se pararía a preguntar.
- ¡Que no! ¡Qué o me da el dinero que me ha prometido, o no se lleva la maleta! ¡Qué no! – el pequeño seguía empecinado en cobrar lo que se le había prometido por el trabajo realizado y no estaba dispuesto a que se aprovecharan de él por ser tan joven.
- Bien hecho, Roberto. No sueltes la maleta de este… señor. Ya he avisado a los alguaciles y no tardarán en llegar. – Una voz que al niño le resultó conocida se escuchó cerca de ellos.
- ¿Y a usted quién le ha dado vela en este entierro? – el hombre miró a Natalia de arriba abajo pero cambió su voz cambió de tono al ver que quien le hablaba era una muchacha joven y bonita - ¿Quieres ganarte unas perras, guapa? – dijo el hombre al verla – Porque tengo un buen rato de espera aún antes de que salga mi tren, y podríamos pasarlo muy bien juntos, tomando unos chatos…
- No lo sueltes, Roberto. – dijo la joven ignorando al hombre y mirando sonriente al niño. Entonces el pequeño la reconoció, era la joven que meses atrás le dio un montón de dinero por ayudarla a llevar su equipaje. Ella también lo había reconocido y, al verlo en apuros se apresuró a ayudarlo – Con las ganas que tenía el comisario de atrapar a alguno de estos… señores que tratan de burlarse de la gente.
- Mira muchacha… si no quieres ganarte unas monedas, allá tú, pero no fastidies. – el hombre se estaba enfadando.
- Ha propuesto pagarme a cambio de que lo acompañe, ¿verdad? – Natalia seguía ignorando al hombre y hablando con el pequeño.
- Verdad. – afirmó el niño aferrado aún a la maleta.
- Supongo que eso se lo tendremos que contar también a los alguaciles. – Natalia se cruzó de brazos y se giró hacia el hombre. La sonrisa que éste vio en el rostro de la joven no le gustó lo más mínimo, era la sonrisa de una mujer que se sabía en posesión de la verdad, la sonrisa de una mujer decidida que no tendría miedo ni reparos a la hora de montar un buen espectáculo si fuera preciso.
- Toma, muchacho del demonio. – el hombre metió la mano en el bolsillo y sacó unas cuantas monedas más, una miseria a fin de cuentas, pero la cantidad que había concertado por el trabajo – Toma y que no te vuelva a ver en toda mi vida. – el hombre le dio el dinero a Roberto. El niño soltó la maleta y se puso a contar la cantidad recibida; sin embargo, antes de que pudiera darse cuenta, el hombre le dio un empujón que hizo que el pequeño quedara sentado en el suelo. Natalia reaccionó rápidamente y pegó una patada a una de las maletas del hombre para que éste tropezara con ella y cayera al suelo.
- No necesita que lo ayude a levantarse, ¿verdad? – la voz de la joven, pero sobre todo su mirada hicieron que el hombre se arrastrara hasta recoger todo su equipaje y saliera corriendo a trompicones. Natalia se encontraba furiosa, debido a su temprana orfandad, siempre se había sentido inclinada a ayudar a los niños y desde que era madre, esa preocupación y el cariño que sentía se habían incrementado. De pronto sintió una mano en la suya y su enfado se disipó, giró el rostro hacia un lado y vio al pequeño Roberto que la miraba sonriente.
#1464
arunda
arunda
16/08/2013 10:46
bravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravo
#1465
Roberta72
Roberta72
16/08/2013 14:40
¿Os pensábais que me iba yo a olvidar de este peque?
#1466
arunda
arunda
16/08/2013 17:20
NO¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡sonriente
niño que recordó a Natalia a SU Roberto

como la niña llamada Natalia a Roberto
a SU Natalia
en su viaje a madrid
#1467
Roberta72
Roberta72
16/08/2013 20:36
Si es que soy más mala... utilizando a unos pobres niños para que los adultos no se puedan olvidar...
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- Gracias, señorita Natalia.
- ¡Cuánto has crecido! – Natalia se arrodilló frente al pequeño y le pasó la mano por el pelo para retirárselo del rostro - ¡Y qué guapo estás!
- Pero qué dice… - replicó el muchachito sonrojándose hasta las raíces del cabello.
- Tan solo la verdad, estás muy guapo y… - Natalia lo miraba de arriba abajo, realmente el niño había crecido, cogido algo de peso y se le veía más saludable y mejor vestido - ¿Cómo os van las cosas? ¿Cómo están tu madre y tus hermanos?
- Hola. – Roberto se había apeado del tren y había conseguido ayuda para bajar el equipaje del compartimento, uno de los trabajadores de la estación lo había acompañado ayudándolo con las maletas y las había dejado a sus pies cuando se reencontró con Natalia.
- Hola. ¡Qué bien que nos hayas encontrado! – Natalia se puso en pie y miró sonriente a Roberto y a su hijo.
- Vi cómo ponías en franca huida a ese hombre… - respondió él sonriente y preguntándose quién sería y dónde habría conocido Natalia al niño que se encontraba junto a ellos.
- Roberto Pérez. – dijo ella con tono solemne mirando al hombre que amaba – Tengo el honor de presentarte a Roberto Pérez. – e hizo un gesto con la mano señalando al pequeño – Roberto Pérez, – Natalia miró al pequeño y no pudo evitar que se le escapara una risa al ver la cara del niño – te presento a Roberto Pérez… mi marido… y a David, nuestro hijo.
- ¿Roberto Pérez? – preguntó el niño - ¿Su marido se llama como yo?
- Así es… - Natalia miraba al hombre al cual acababa de describir como su marido. Roberto se sentía así y la sentía a ella como su mujer, pero era una de las cosas de las que no habían hablado en los días que habían pasado desde su reunión. El joven no sabía cómo iba a presentarla en Arazana más allá de cómo la madre de su hijo y la mujer por la que daría su vida, pero ella se le había adelantado, dando respuesta a su dudas.
- Encantado, Roberto. – y el mayor de los Pérez le tendió la mano al más joven - ¿Cuándo os conocisteis?
- Hace unos meses la señorita… perdón, la señora necesitaba tomar el tren y yo la ayudé con su equipaje. – el pequeño se sonrojó al recordar que la había preguntado si era una puta, cuando en realidad era una mujer casada y madre de familia.
- Como hoy hacías con ese hombre… - comentó Roberto. Por las palabras del niño, éste y Natalia se conocieron cuando la joven dejó Arazana para volver a su casa, el día que él la había despreciado y abandonado.
- Más o menos… - respondió el pequeño – Yo le traje las maletas, pero él no quería pagarme lo acordado y la señora me ha ayudado… otra vez.
- Ni lo menciones… me vas a hacer sonrojar.
- ¿De verdad se llama usted Roberto Pérez? – volvió a preguntar el niño.
- Pues sí. Qué casualidad, ¿no? – Roberto acunaba en sus brazos al pequeño David que empezaba a revolverse – Creo que tiene hambre.
- Sí, casi es hora de su toma. – dijo Natalia cogiendo al bebé.
- ¡Y tanto que casualidad! Pero no somos los únicos, ¿sabe? Hay otro tal Roberto Pérez que sale en los diarios… Estoy aprendiendo a leer, señora Natalia. – dijo el pequeño bajando el rostro.
- ¡Eso está muy bien, Roberto!
- Sí… por las mañanas voy a la escuela y por las tardes me saco unas perrillas para ayudar a mi madre. Y ya casi sé leer de corrido, - comentó con orgullo - mi madre me dice que para poder hacerlo bien tengo que practicar y me hace leerle una y otra vez los diarios que consigo por ahí. Así es como me he enterado de que hay un Roberto Pérez que es famoso porque ayuda a la gente, mi madre me dice que tengo que echarle ganas para de mayor ser como él.
- ¿Ah, sí? ¿Famoso porque ayuda a la gente? – Natalia miró a “su” Roberto con una sonrisa burlona. Antes de partir de viaje, Luis le había entregado la carpeta que guardaba con recortes de periódico en los que hablaban de Roberto y la joven los había leído una y otra vez en el viaje hasta hacer sonrojar al muchacho y en aquellos momentos tenía una nueva razón para mostrarle, de un modo burlón, lo orgullosa que estaba de él.
- Natalia, por favor. – pidió él en voz baja.
#1468
arunda
arunda
17/08/2013 17:09
asombradoouchasombradoouchasombradoouchasombradoouchasombradocarcajada
#1469
Roberta72
Roberta72
17/08/2013 19:49
- ¿Es usted? – el niño abrió los ojos como platos mientras lo miraba fijamente - ¡Sí, es usted! Es el mismo del dibujo del diario… No se le veía muy bien porque habían usado el papel para envolver el pescado y tenía algunos rotos… pero es usted.
- ¿Nos ayudas con el equipaje? – preguntó Roberto tratando de normalizar la situación. Lo último que deseaba era que la gente se arremolinara a su alrededor; era un gran orador cuando se trataba de su vida relacionada con la política, pero prefería mantener a su familia en la tranquilidad del anonimato.
- Sí, por favor. - dijo Natalia con voz seria – David está intranquilo, parece que se ha acostumbrado al movimiento del tren y ahora lo echa a faltar. Además, tiene hambre y necesito un lugar tranquilo para alimentarlo.
- Estamos en tus manos, Roberto. Llévanos a un lugar cercano donde podamos descansar un rato. – dijo el mayor de los Pérez.
- Síganme. – el niño tomó dos maletas y se giró. Roberto trató de quitarle los bultos para llevarlos él todos, pero el gesto del niño hizo que soltara de nuevo las maletas y se centrara en las que aún tenía a sus pies. Aquel niño era orgulloso, quería hacer bien su trabajo y mostrarse agradecido a aquella joven que lo había ayudado en dos ocasiones y al hombre con quien compartía nombre y por el que sentía admiración. – Mi casa queda muy cerca.
- No, Roberto, no podemos ir a tu casa. – exclamó Natalia.
- Si mi madre se entera de que he estado con usted y no la he llevado a casa…entonces seré yo el que no pueda aparecer por allí. – el niño ni siquiera se giró para decir aquellas palabras y continuó caminando hacia la salida de la estación.
- Pero… - dijo la joven indecisa.
- No nos queda más remedio que seguirle, él lleva la ropa de David. – respondió Roberto como si tal cosa y a Natalia no le quedó más remedio que cerrar la comitiva y seguirlos hasta la calle.
#1470
Roberta72
Roberta72
18/08/2013 18:39
El grupo salió de la estación. El pequeño sevillano abría la marcha llevando dos maletas, lo seguía Roberto quien sonreía con admiración hacia el pequeño, tan decidido y Natalia los seguía a los dos con David en los brazos. Cuando salieron a la calle, la luz del sol cegó momentáneamente a la joven, quien se detuvo un instante a cubrir el rostro de su bebé antes de continuar caminando por las calles de Sevilla, a continuación apresuró el paso para unirse al padre de su hijo y caminar junto a él. Los recuerdos se agolpaban en la mente de Natalia, recordaba cómo meses atrás había caminado por calles como aquellas también en compañía del pequeño, recordó cómo la tristeza la embargaba y cómo la charla con aquel niño la hizo olvidarse durante unos minutos de sus problemas para preocuparse por él y por su familia. Tampoco pudo evitar recordar los paseos con Roberto cuando fueron a solucionar los problemas económicos de éste. Recordó el día que pasaron caminando por la ciudad, perdiéndose por sus callejuelas y disfrutando de su mutua compañía; recordó el día que pasaron en la feria, cuando todo el mundo los tomó por una pareja de enamorados y aquel recuerdo la hizo revivir la tormenta que los sorprendió, los besos que se dieron y su primera noche de amor.

A su lado, Roberto caminaba en silencio, sumido en sus pensamientos y en sus recuerdos. Tras la marcha de Natalia, y por asuntos del partido, había tenido que viajar a Sevilla en repetidas ocasiones. Cada uno de los viajes a la capital había sido una terrible tortura para él, prefería asistir a cualquier otro mitin, visitar cualquier otra ciudad antes que Sevilla, pues sabía que sus calles lo harían recordar los días pasados allí con Natalia. En ocasiones había podido eludir las peticiones de sus compañeros, pero en otras ocasiones le había sido imposible. Las veces que se vio obligado a viajar hasta aquella ciudad lo había hecho de mala gana y sus intervenciones se habían visto afectadas. Sus compañeros habían detectado que no era el mismo hombre que ellos conocían, el hombre que arengaba a las masas y los hacía gritar enfervorecidos, sabían que algo le ocurría, pero no se atrevían a preguntarle el qué. Lo veían escabullirse tras la finalización de las reuniones y salir sin despedirse de nadie. En una ocasión, preocupados, llegaron a seguirle, pero se cansaron y lo dejaron solo al ver que tan solo caminaba sin rumbo fijo hasta llegar al solar donde habitualmente se celebraba la feria y que, en aquel momento, se encontraba vacío. También lo vieron caminar, y detenerse durante unos instantes, frente a una sucursal bancaria y frente a uno de los mejores hoteles de la ciudad para después volver a su humilde pensión y recogerse allí. Roberto relacionaba la ciudad de Sevilla con los maravillosos días pasados allí con Natalia y no podía dejar de pensar en ella y en el dolor que la causó.

- Ya hemos llegado…
Tras aproximadamente quince minutos de caminata, el joven sevillano se detuvo frente a la puerta de una casa. Tanto Roberto como Natalia lo habían seguido sumidos en sus pensamientos y no repararon en el camino que habían seguido. La pareja se detuvo y miró a su alrededor. Se encontraban en una calle estrecha, por la que podría pasar un carro pero no mucho más. Las casitas que flanqueaban la calle eran de planta baja, humildes, pero todas ellas estaban bien encaladas y, junto a sus puertas y de sus balcones, colgaban geranios que le daban una alegría especial al lugar. El pequeño dejó una de las maletas con las que cargaba para poder abrir la puerta, al volverse a recogerla vio que Roberto la había cogido y le sonreía, instándole a entrar.
- Pasen, por favor. – dijo el niño en voz baja pasando primero y sosteniendo la puerta. Roberto hizo un gesto para que Natalia pasara primero y él entró después – Madre, ¿dónde está usted? – preguntó el niño alzando la voz.
- En el corral, tendiendo. – una voz se oyó desde el interior de la casa.
- Dejen sus cosas ahí. – dijo señalando el lugar donde él había colocado la maleta con la que cargaba – Siéntense, ahora mismo vuelvo.
#1471
Roberta72
Roberta72
19/08/2013 23:38
Natalia y Roberto miraron a su alrededor, estaban en una amplia estancia que servía de cocina a la familia. Un puchero borboteaba en el fuego y Roberto se acercó para retirarlo ya que estaba apunto de hervir y salirse el cocido de su olla. El muchacho se sintió a gusto desde el primer momento, aquella casa se parecía mucho a la de sus padres, aquella en donde se había criado y en donde aún vivía; un lugar amplio que lo mismo servía de cocina, que de comedor, que de lugar de reunión… Tan distinto y tan sencillo si lo comparaba con la casa de Natalia… La muchacha acunaba a su inquieto bebé mientras miraba a su alrededor, a ella también le recordó a la sencillez de la casa de los Pérez o de la posada de la Maña. Ella era feliz en su gran casa, pero no había echado en falta ninguna de sus comodidades mientras estuvo en Arazana y sabía que no le costaría en absoluto acostumbrarse a vivir de aquel modo. En un rincón de la estancia vio un gran cesto y se acercó a curiosear sin pararse a pensar siquiera en que ello pudiera incomodar a la dueña de la casa.

- ¡Venga, madre, venga! – Roberto y Natalia oyeron como el pequeño apremiaba a su madre y caminaron hasta el centro de la estancia, alejándose de la cocina y del cesto.
- Ya voy… no tires así de mí que me vas a arrancar un brazo. – la pareja se miró y rió ante el comentario de la mujer - ¿Se puede saber qué se te ha metido en el cuerpo, chiquillo?
- ¡Madre…! – la voz del pequeño sonó exasperada.
- ¿Quiénes son ustedes y qué hacen en mi casa? – preguntó la mujer al ver a una pareja de desconocidos con un bebé en brazos en el interior de la casa. La voz de la mujer sonó un poco asustada, era madre de cuatro niños pequeños y debía velar por su seguridad, pero también enfadada ¿quiénes eran aquellas personas que se habían atrevido a entrar en una casa ajena?
- Madre, ella es la señora Natalia. – el niño tiró de la mano de su madre para que esta se agachara y él pudiera hablarle al oído – La que nos dio todo ese dinero… y el señor es su marido. ¡Es Roberto Pérez! ¡El que sale en los diarios!
Roberto y Natalia escucharon las palabras del pequeño y no pudieron evitar sentirse avergonzados, no se acostumbraban a ser admirados y reconocidos por acciones que a ellos les salían espontáneamente. La mujer se acercó lentamente a ellos mientras se secaba las manos en el delantal, mientras tanto su hijo se aceró a una de las alacenas y revolvió algunos papeles hasta que dio con el que buscaba, entonces volvió junto a su madre.
- ¡Mire, madre, es él! – dijo refiriéndose a Roberto mientras le mostraba a la mujer el estropeado recorte de periódico. Roberto hizo una mueca sintiéndose aún más avergonzado mientras sentía los ojos escrutadores de la mujer y la sonrisa compasiva de Natalia sobre sí mismo.
- ¡Válgame el cielo, es cierto! ¡Virgen de la Macarena! Pero no se queden ahí, por favor siéntense. – la mujer sacó un trapo de uno de los bolsillos del delantal y golpeó con él un par de sillas.
- Madre… el bebé tiene hambre… - el pequeño estaba atento a todo. Los había llevado a su casa porque sabía que su madre deseaba conocer a Natalia y darle las gracias por todo, y la incomodidad de David fue la excusa perfecta.
- Sí, sí, claro, acompáñeme. – la mujer guió a Natalia hasta lo que era su dormitorio. Una pequeña y sencilla habitación muy pobremente amueblada. Tan solo una cama, un sencillo armario y un reclinatorio ocupaban la habitación. Una ventana que daba al corral era la única fuente de luz - ¿Necesita algo?
- No, no se moleste. Así está muy bien. Gracias. – Natalia dejó en el suelo el maletín que había cogido antes de seguir a la mujer. David no solo tenía hambre sino que estaba también sucio y necesitaba que lo cambiasen. Con una sonrisa, la mujer retrocedió sobre sus pasos y cerró la puerta dejando a Natalia con su bebé. – Y ahora, mi amor… ¿Qué necesitas más, que te limpie o que te dé de comer? Mejor te limpio, – comentó entre risas - porque me parece que hueles un poquito mal…
Natalia extendió una manta que llevaba en su equipaje sobre la cama y dejó a su hijo sobre ella. El pequeño apretaba los puñitos y sonreía mientras su madre buscaba en la maleta una muda de ropa limpia y una bolsa de tela que utilizaba para guardar la ropa sucia mientras no podía lavarla. Cuando ya tenía todo extendido a su gusto, un ruido a su espalda la hizo girarse, la mujer entraba con un barreño y un vaso de agua en las manos.
- Tengo cuatro hijos. – explicó – Sé lo mucho que se ensucian. Por si usted tiene sed. – explicó dejando el vaso al alcance de Natalia.
- Muchas gracias. Es usted muy amable. – la madre del pequeño Roberto hizo un gesto con la mano quitando importancia al hecho mientras Natalia acomodaba el barreño cerca de ella para poder utilizarlo cómodamente
- Es un niño muy guapo. – comentó la mujer – Aunque tiene a quien parecerse, usted es muy bonita y su marido es un real mozo…
- Gracias. – Natalia se sonrojó y trató de disimular su embarazo concentrándose en adecentar a su pequeño. Cuando la mujer volvió a salir, Natalia continuó hablando con su bebé – Y ahora estate quieto para que pueda limpiarte cuando antes y podamos reunirnos con tu papá, que el pobre seguro que lo está pasando fatal, la admiración de Roberto y las atenciones de su madre lo van a poner muy nervioso.
#1472
arunda
arunda
20/08/2013 10:57
- Gracias. – Natalia se sonrojó y trató de disimular su embarazo concentrándose ouchouchouchouch

gracias Roberta
#1473
Roberta72
Roberta72
20/08/2013 18:52
Embarazo como sinónimo de vergüenza, sonrojo, corte...
No liemos más la historia....
#1474
arunda
arunda
20/08/2013 19:25
AH¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Ya decía yoangelangelcarcajadacarcajada
#1475
Roberta72
Roberta72
20/08/2013 20:29
Menudo peligro que tienes, arunda. Y luego decíamos de los lionistas....
jejejejeje
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El niño pareció entender el ruego de su madre, pues se mantuvo quieto durante todo el tiempo que duró su limpieza y después comió con avidez antes de quedarse plácidamente dormido. Natalia lo tendió de nuevo en la cama y procedió a abrocharse el vestido, le pareció extraño que Roberto no estuviera con ellos en aquel momento; desde que volvió a sus vidas habían tratado de estar juntos el mayor tiempo posible y, el trayecto en tren había hecho que Roberto formara parte de momentos de tanta intimidad como aquel, Natalia sentía como si los meses de embarazo, los meses de tristeza y soledad lejos del amor de su vida nunca hubieran tenido lugar. Cuando Natalia comprobó que toda la ropa de su hijo había quedado recogida y que ella estaba correctamente vestida, tomó al pequeño y se acercó a la puerta, desde el umbral pudo observar cómo Roberto era objeto de las atenciones de toda la familia. La mujer trajinaba en la cocina mientras no perdía de vista a sus hijos ni a la conversación que éstos mantenían con el visitante. A Natalia le maravillaba la relación que Roberto tenía con los niños, en Arazana nunca lo había visto con ninguno, pero le fue muy sencillo acostumbrarse a tomar a David en brazos y después, el día que lo acompañó a la escuela de la señorita Garay, también lo vio muy cómodo. En aquellos momentos, Roberto charlaba animadamente con Roberto y sus dos hermanos, mientras sostenía a la niña pequeña en sus rodillas. Roberto les preguntaba, interesado, por sus amigos y por los juegos que compartían con ellos. Los animaba a que estudiaran, a que se formaran y les contaba cómo él no había tenido oportunidad de estudiar pero que su hermano pequeño sí que la tendría y algún día sería un gran ingeniero. Los pequeños lo miraban entusiasmados, más porque un adulto estaba hablando con ellos y escuchaba sus respuestas, que porque supieran quién era aquel adulto.
- Sujétalo un momento. – Natalia se acercó a Roberto y le tendió a su hijo. El muchacho la miró, ya tenía a la hermanita de Roberto en sus rodillas y tuvo miedo de que uno de los dos se le cayera – No pienso tener un solo hijo… así que ya puedes ir haciéndote a la idea y practicando.
Sin esperar a su respuesta, Natalia volvió al dormitorio que acababa de abandonar mientras escuchaba las risas de los niños y cómo su madre los reprendía. Segundos más tarde salió con la maleta en una mano y el barreño de agua sucia en el otro, dejó la maleta a un lado y se encaminó a la que ella suponía la puerta que daba acceso al corral. Aquel espacio servía tanto de patio trasero, como de huerto lavadero y tendedero; Natalia estaba segura de que muy pocas casas dispondrían de un espacio así en el centro mismo de Sevilla y se apresuró a tirar el agua sucia en un rincón del huerto.
- Deje, señora, no vaya a ensuciarse. Ya lo hago yo.
- Ni pensarlo. – la joven Reeves se negó a soltar el barreño y se acercó al lavadero dispuesta a limpiarlo y devolverlo en condiciones para un nuevo uso. También tenía en sus manos la ropa de su hijo, tenía toda la intención de al menos enjuagarla, antes de guardarla para poder lavarla a conciencia.
La dueña de la casa había salido tras Natalia al verla acarrear el barreño. Pensaba que Roberto y Natalia formaban una pareja cuando menos… peculiar. Su hijo le había hablado de la joven que le entregó una cantidad tan elevada de dinero por tan solo acompañarla a llevar un equipaje que ella misma había acarreado. La mujer había interrogado a su hijo durante mucho rato, pues le extrañaba que le hubiese regalado tanto dinero a cambio de nada, se oían tantas cosas últimamente… aún recordaba el caso de un hombre al que habían ejecutado un par de años antes por asesinar niños para sacarles la sangre y las mantecas; sin embargo el pequeño hablaba con tanta amabilidad de la joven que no sabía que pensar. En cuanto a Roberto… era un honor que un hombre como él pisara su casa. Todo el mundo hablaba de él, las crónicas decían que era un orador nato que conseguía arrastrar a las masas con sus ideas de liberación e igualdad frente a los terratenientes explotadores. Era bien sabido que hasta hacía poco tiempo él mismo había trabajado como jornalero y que un capitán de la Guardia Civil había estado a punto de matarlo. ¿Cómo habían llegado a conocerse? Parecían tan distintos: ella de rasgos y modales suaves, educada, una señorita fina de la alta sociedad… y él… pero se veía a la legua la complicidad que había entre ellos y el amor que se profesaban. Ella lo miraba con admiración y él adoraba por donde ella pisaba.
#1476
arunda
arunda
21/08/2013 16:32
Roberta
el señor cagaleirodiablo tiene la culpa................snifsonrienteasombradotristeouchcarcajadaangel
#1477
Roberta72
Roberta72
21/08/2013 19:07
Cagaleiro.... jejejeje
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- Ha de ser muy cómodo tener un lugar así en casa. – Natalia dejó el barreño a un lado y se acercó al pozo que ocupaba una de las esquinas del recinto. Dejó caer el cubo en su interior y, cuando lo tuvo lleno de agua, comenzó a tirar de la cuerda para subirlo. Natalia se desenvolvía bien, pareciera que fuese algo que hubiera hecho toda su vida, aunque sus cuidadas manos dijeran todo lo contrario.
- Si, Paco es albañil. Él lo hizo todo. – aclaró la mujer mientras dejaba una pastilla de jabón al alcance de Natalia.
- ¿Paco?
- Sí, mi marido.
- ¿Su marido? Creí que su marido… - Natalia se percató de que la mujer hablaba de su marido en presente y la pregunta salió de sus labios sin pensar. Al darse cuenta de la indiscreción cometida, bajó la cabeza y se afanó en limpiar el barreño – Perdón, yo pensé que…
- Que había muerto. – sentenció la mujer. Natalia asintió y comenzó a limpiar la ropita de David – Es lo que creen los niños, al menos los tres pequeños. Roberto ya era lo suficientemente grande como para darse cuenta y entender… ciertas cosas. Paco no es mal hombre, a decir verdad se le daba demasiado bien lo de ser hombre, mire qué cuatro churumbeles me hizo en cinco años. – a la mujer se le escapó una sonrisa – Lo que no sabía ser es padre. Trabajaba mucho por ahí y cuando volvía a casa quería tomarse unos vinos y no ocuparse de nada, pero los críos querían estar con él y él no lo soportaba… hasta que un día cogió cuatro cosas y se fue. Me dijo que me mandaría parné… pero hasta hoy.
- ¿Hace mucho de eso? – se atrevió Natalia a preguntar.
- Con decirle que no sabe que tiene una hija… Creo que lo último que hizo en esta casa fue dejarme preñada.
- Lo siento. – Natalia trató de ponerse en su lugar. Una mujer con tres hijos y otro más en camino, abandonada por su marido y en una situación económica precaria. Debió de haber sido muy difícil salir adelante - ¿Cómo lo hizo? Salir adelante usted sola, quiero decir…
- Déjelo ahí, con la solana que hace se secará enseguida. – la mujer señaló la prenda que Natalia ya había lavado – Bueno… cuando se me pasó el berrinche y me di cuenta de que a mi Paco ya lo había visto el pelo, pensé que tenía que espabilarme. Ya sabe, camarón que se duerme se lo lleva la corriente… así que con tres críos y otro en camino tuve que ponerme a buscar faena, y no es fácil, nadie quiere contratar a una mujer con mis problemas. Pero aún hay gente buena por el mundo y, bueno… salí adelante.
Natalia terminó de lavar la ropa de David y la extendió sobre una piedra para que se secara, después lavó el barreño y lo dejó apoyado escurriendo, por último se lavó las manos y las sacudió para secárselas. Estaba a punto de pasárselas por la falda del vestido que llevaba cuando la mujer que la acompañaba le tendió una punta de su mandil para que lo utilizara y se secase en él.
- Gracias. – dijo avergonzada ante el gesto.
- No hay por qué darlas. No va a estropear ese vestido tan fino… Vamos adentro que aquí pega demasiado el sol. Además mi Roberto es capaz de volver loco a cualquiera, su marido tiene que tener la cabeza ya…
Pero cuando volvieron a la casa, Natalia se quedó mirando la bella estampa que formaban Roberto y los niños. Los tres mayores estaban sentados alrededor del hombre, mirándolo con admiración, mientras él les explicaba cómo era el mar, David seguía dormido plácidamente en uno de sus brazos mientras la niña estaba sentada a horcajadas sobre una de sus piernas y él la sujetaba firmemente contra su cuerpo con la otra mano. Por un momento, Natalia imaginó que aquellos cinco niños eran sus hijos, hijos suyos y de Roberto y que aquella era la casa de los Pérez en Arazana. Era la estampa de la felicidad para alguien que, como ella, se había tenido que criar casi sola.
#1478
arunda
arunda
21/08/2013 19:24
Bonita estampa Roberta
bonitasonrientesonriente..........gracias
#1479
Roberta72
Roberta72
23/08/2013 16:23
- Antonio, anda, levanta y deja que la señora se siente. – el menor de los tres niños se levantó y cedió su asiento a Natalia, quien lo tomó en sus brazos y lo sentó en su regazo. No tendría más de cuatro años, tenía el cabello castaño y los ojos grises, era un niño muy guapo y con el correr de los años se convertiría en un hombre muy atractivo… siempre y cuando aprendiera a quitarse los mocos que en aquellos momentos le ensuciaban toda la cara. Natalia sacó un pañuelo de la manga y se lo puso al pequeño en la nariz.
- Hala, suénate, con fuerza. – el niño obedeció. Natalia dobló el pañuelo y se lo puso otra vez en la nariz – Otra vez, ¿o quieres guardarte algo para luego? – el niño se rió ante la pregunta y volvió a sonarse con más fuerza – Así está mejor.
- Andrés, Antonio, coged a vuestra hermana y acercaos a casa de la señora Teresa, esta mañana me ha dicho que tenía unas torrijas para vosotros.
- Si, madre. – respondió el niño que era casi de la misma edad que Roberto – Venga Antonio, vamos, coge a Macarena. Ambos niños se pusieron en pie, tomaron a su hermana uno de cada mano y caminaron hacia la puerta. Mientras Andrés la abría, Antonio se giró y se despidió de Natalia con la mano que le quedaba libre, gesto al que la joven respondió.

En cuanto los niños salieron de la casa, su madre se acercó a la misma alacena en la cual el pequeño Roberto había encontrado los recortes de periódico, tomó uno de los botes en los que almacenaba los alimentos y se acercó a la mesa. Cuando llegó a ella, tomó asiento, depositó el tarro sobre la mesa y lo abrió; de su interior extrajo un trozo de tela cuidadosamente doblado y lo dejó sobre la mesa, tendiéndoselo a Roberto.
- ¿Qué es esto? – preguntó el joven mientras se cambiaba a su hijo de brazo.
- Hace unos meses su esposa se lo entregó a mi hijo. – respondió la mujer. Sin abrir el pañuelo, Roberto lo empujó hasta dejarlo frente a Natalia. Cuando llegaron a la casa, el niño presentó a Natalia a su madre como la señora que les había dado todo ese dinero. Natalia no le había hablado de ello, y no sabía lo que para un niño podía ser una gran cantidad de dinero, pero teniendo en cuenta lo que su amada había hecho por él… la cantidad podía ser muy abultada.
- Pero yo… - protestó la joven.
- Por favor… - insistió la mujer.
Natalia dejó de retorcerse las manos en el regazo tal y como había estado haciendo hasta entonces y desdobló cuidadosamente el paquetito, había dinero en su interior, una cantidad abultada que hizo que Roberto abriera mucho los ojos.
- Pero… está casi todo lo que…
- Sí. - dijo la mujer con seguridad – Al principio me negué a tomar nada, no sabía realmente de dónde lo había sacado este truhán, pero aunque la historia que contaba fuera de lo más rara… no acostumbra a mentir.
- No madre, yo no miento nunca. – se apresuró a afirmar el niño.
- ¿Nunca? – preguntó su progenitora revolviéndole el pelo.
- Bueno… - aceptó él mientras bajaba la cabeza y se sonrojaba – Solo si no importa mucho colar alguna mentirijilla que otra. – Aquella respuesta hizo que los adultos rieran.
- Después tomé unas monedas prestadas. - continuó hablando la mujer – Lo suficiente como para comprarles algo de ropa a los chiquillos este invierno y… ¿Sabe? Yo, antes de casarme era costurera… y no se me daba mal del todo, pero ya sabe como son las cosas: una vez que te casas hay mucha faena en casa cuidando del marido y los hijos, así que lo dejé.
Roberto y Natalia seguían atentos el relato de la mujer. En el mundo en el que Natalia se había criado las señoras no trabajaban, ella era la excepción y tan solo por su especial situación. El resto de mujeres trabajaban como sirvientas y era habitual que lo dejaran al casarse, tan solo las viudas o las esposas de los mineros, debido al escaso jornal que pagaban por ese trabajo, se veían obligadas a trabajar. El caso de Roberto era distinto, él estaba acostumbrado a ver a mujeres de todas las edades trabajando en el campo, Arazana era un pueblo muy pobre en el cual todos debían afanarse para llevar un dinero a las casas; incluso su madre había trabajado toda la vida.
#1480
Roberta72
Roberta72
25/08/2013 16:54
- Pero… - la mujer continuó hablando – hace ya varios años que Paco nos dejó. – Roberto y Natalia miraron de reojo al pequeño para ver su reacción al mencionar a su padre, éste tan solo cerró los ojos durante un segundo y bajó la cabeza, pareciera que se avergonzaba del comportamiento del hombre que lo engendró – Por lástima la gente te ayuda, pero… con el tiempo todo el mundo se cansa. Podría haber buscado un buen hombre que cuidara de nosotros y fuera un padre para mis hijos pero… gato escaldado, del agua fría huye y tampoco es justo para un hombre hacerle cargar con los hijos de otro. Así que tomé un poco más de dinero para comprar unas telas y hacer unos vestidos que pensé que las vecinas podrían comprarme, y así fue. Al principio sé que me los compraron por compasión, para que tuviera algo que echar en el puchero para éstos… pero luego empezaron a venir a hacerme encargos… - la mujer hizo un gesto hacia el cesto que llamó la atención de Natalia desde el momento en que entró en la casa, aquel cesto contenía las telas e hilos que la madre de Roberto utilizaba para coser los vestidos que posteriormente vendía.
La mujer continuó hablando, pero Natalia no la escuchaba, y Roberto tampoco. Cuando habló de lo injusto que sería hacer que un hombre se tomara a su cargo unos hijos que no eran suyos, Natalia miró a Roberto y pensó inmediatamente en Tomás Pérez. ¿Habría sospechado Tomás alguna vez que Roberto no era hijo suyo? Y si lo hizo, ¿se lo reclamó alguna vez a Carmen? Roberto se puso pálido y miró a su hijo, aún dormido entre sus brazos. ¿Qué pasaría en aquellos momentos por su mente? ¿Estaría pensando en Tomás, quien lo cuidó como si realmente lo hubiera engendrado? ¿Pensaría en Germán Montoro, quien quiso deshacerse de él antes incluso de que naciera para despreocuparse después? ¿Pensaría en David y en que podía haberse perdido toda su vida?
- … yo le devolveré lo que he tomado, no se preocupe. No sé cuanto tardaré pero… - Natalia había perdido el hilo de la conversación durante unos segundos, pero había vuelto a prestar atención a tiempo de comprender que la mujer estaba intentando devolverle el dinero que le había dado al niño meses atrás.
- No, no, - Natalia negaba con la cabeza – ese dinero se lo di a Roberto para que usted lo utilizara del modo que estimara más conveniente. Él me contó que su situación era… complicada.
- Pero este dinero es demasiado…
- Es cierto que se trata de una cantidad elevada pero… su hijo me hizo un gran favor. Yo necesitaba que alguien me ayudara con el equipaje y él estaba allí para hacerlo. – Natalia sonrió al pequeño que la miraba con verdadera adoración.
- Aún así es demasiado dinero para un trabajo tan…
- No fue solo por las maletas. Yo no estaba pasando por el mejor momento de mi vida – Natalia no quiso mirar a Roberto, pero se dio cuenta de que él la miraba y de que sus ojos se entristecían – y su hijo me dio nuevas esperanzas. Si él, que vivía con… - Natalia no sabía cómo hablar para no ofender a la mujer que tenía frente a ella – tanta estrechez… tenía tanta energía, tanto optimismo… yo no podía dejarme hundir. De verdad, por favor quédese el dinero. – Natalia tomó el pañuelo con los billetes y lo puso en las manos de la mujer, cerrando las suyas sobre las de ella. Usted misma ha dicho hace un momento que tomó dinero para comprar ropa para sus hijos… Hágalo por ellos, cómpreles ropa, calzado, aproveche el dinero y déles una oportunidad. Tal vez pueda comprar una máquina de coser y…
- ¿Una qué? – preguntó la mujer.
- Una máquina de coser… he visto unas cuantas, le ayudará a coser más rápidamente, mejor, verá cómo así consigue más encargos…
- No sé, no sé…
- Por favor. Por favor, piense en ello. Lo de la máquina de coser era tan solo una idea, utilice el dinero en lo que mejor le parezca. – Natalia tomó la mano de la mujer entre las suyas – Hace unos meses no sé lo que le hubiera dicho, pero ahora… Desde que soy madre pienso de otro modo; ahora, para mí, mi hijo es lo primero. No importa lo que me pase a mí o qué necesite yo, David es y siempre será lo más importante. Y estoy segura de que usted piensa igual, si no fuera así… no habría hecho tantos sacrificios por ellos. Por favor, quédese con el dinero y empléelo bien.
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