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Foro El secreto de Puente Viejo

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FermariaRules
FermariaRules
17/08/2011 13:26
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EL RINCÓN DE AHA
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El destino.

EL RINCÓN DE ÁLEX
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El Secreto de Puente Viejo, El Origen.

EL RINCÓN DE ABRIL
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El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.

EL RINCÓN DE ALFEMI
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De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.

EL RINCÓN DE ANTOJEP
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Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.

EL RINCÓN DE ARICIA
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Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.

EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
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Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos

EL RINCÓN DE CAROLINA
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Mi historia.

EL RINCÓN DE CINDERELLA
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Cierra los ojos.

EL RINCÓN DE COLGADA
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Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III

EL RINCÓN DE CUQUINA
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Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.

EL RINCÓN DE EIZA
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En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos

EL RINCÓN DE FERMARÍA
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Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.

EL RINCÓN DE FRANRAI
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Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.

EL RINCÓN DE GESPA
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La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.

EL RINCÓN DE INMILLA
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Rain Over Me I, II, III.

EL RINCÓN DE JAJIJU
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Diálogos que nos encantaría que pasaran.

EL RINCÓN DE KERALA
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Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#1001
yasmine
yasmine
04/11/2011 17:01
Ains dios mio que preciosidad y cuanto amor ♥ maravillosos!!
#1002
martileo
martileo
04/11/2011 20:54
¡¡Ay colgada, es precioso!!
#1003
olsi
olsi
04/11/2011 23:33
Colgadaaaaa bravobravobravo
#1004
eiza
eiza
05/11/2011 10:53
Ay dios mio!!! mas puesto los pelos de punta!!!!!

Me ha encantado la serenata carcajada
#1005
Kerala
Kerala
08/11/2011 21:10
Chicas,os subo un mini relato que escribí el otro día.Mañana actualizo los capis de "Tu eres mi condena"

"Encuentro en la posada.Historia alternativa"

-Merendará coñac, como si la viera…esta tiene pinta de empinar el codo más de la cuenta -. Estaba más furiosa de lo que quería aparentar. El encuentro inesperado con esa mujer le había dejado mal sabor de boca. Se sentía frustrada por no haber respondido mejor ante ella, pero esos encuentros “fortuitos” le dejaban descolocada. No estaba preparada para ellos, y eso que ella siempre había tenido una sagaz respuesta en la boca para quien osara a importunarla. Pero dese hacía tiempo, no era la misma. Incluso delante de su hija Soledad se había mostrado melancólica, triste, nostálgica. A su pesar, veía como todo su mundo se empezaba a desmoronar y no eran pocas las veces en las que se preguntaba el porqué de tanta lucha, de tanta batalla.
Volvió disimuladamente la mirada hasta la Casa de Comidas. Ahí estaba el motivo de todos sus desvelos, de todas sus zozobras. Sabía muy bien desde cuándo no era la misma, aunque se lo negara una y otra vez.

Regresó de nuevo a la realidad. Miró a la doctora, que aún seguía a su lado, y que le miraba ahora de manera suspicaz. Se despidió de ella rápidamente. Quería estar sola, volver a sus recuerdos.

Suspiró. Volvió su mirada de nuevo a la Casa de Comidas y a su particular mundo de recuerdos. ¿Cuándo empezó a desmoronarse su castillo de naipes? El día que Raimundo le salvó la vida. El día que él le comunicó que aún tenía sentimientos por ella. ¿Y qué fue lo que hizo? Nada Francisca. No hiciste nada. Le dejaste marchar… . Pero ¿qué podía hacer? De la misma forma que él le había revelado sus sentimientos, le había dicho también que seguían siendo enemigos. Enemigos. ¡Qué horrible le parecía de pronto esa palabra para expresar lo que eran Raimundo y ella…!

Como si no fuera dueña de su cuerpo, se dirigió hacia la posada. Ansiaba verle. Eran demasiados los días que habían pasado sin cruzar sus miradas. Aquellas que parecían las únicas que revelaban lo que de verdad sentían el uno por el otro. Mírame Raimundo…mis ojos te dirán lo que mi boca se niega a decirte… . Se quedó parada frente a la puerta. ¡Qué difícil se le antojaba ahora mostrarse ante él! Sentía que cualquier gesto, cualquier palabra podría revelarle que aún le amaba. Estaba demasiado vulnerable y temía mostrarse como de verdad le gustaría. Como de verdad era. La antigua Francisca. La que ella creía muerta hace años y que, por arte de magia, parecía haber renacido aquel día en que se vio de nuevo reflejada en los ojos de Raimundo. Miró sus manos. Temblaba como una chiquilla enamorada. ¿Qué vas a decirle Francisca? ¿Piensas decirle el verdadero motivo por el que estás aquí? . Sonrió temerosa. Imagina su cara si le dices que le extrañas. Que echas de menos su rostro. Sus palabras. Sus miradas. Hasta las absurdas disputas . Sintió de pronto ganas de reír. Sí, imagina su cara si le dijeras…que le amas. Que sientes que un día más alejada de él es un día más que no deseas permanecer en este mundo. Que cada minuto que pasa sin que puedas tocarle, sientes que mueres un poco más… .

Miró hacia el interior de la Casa de Comidas. Solo estaba Emilia. Se entristeció. Tal vez era mejor así. Quizá no era el mejor momento para que Raimundo la viera. No así. No tan vulnerable. Podría ver en ella cosas que aún no estaba preparada para mostrarle. Ella, una Montenegro, tenía miedo de sus propios sentimientos. Del rechazo. De un nuevo abandono. Se giró rápidamente. Lo mejor era marcharse de allí.

Y el tiempo se paró ante sus ojos. Y su respiración se atascó en los pulmones. Raimundo, estaba frente a ella.


*********************************************

La había visto a lo lejos, hablando con la doctora en la plaza. Él volvía de hacer unos mandados y de recoger un pedido que le había encargado Emilia, cuando sus ojos se posaron en ella. Se sintió libre de observarla a su antojo. Ese era su pequeño placer cuando Francisca no era consciente de que la miraba. En la lejanía. ¡Cómo la había extrañado! Llevaba perfectamente la cuenta de todos los días que habían transcurrido sin tenerla tan cerca, a escasos metros. Sin cruzar palabra con ella. 30 días. Un mes. Largos días en los que no podía apartarla de su mente, y eternas noches en las que no lograba dejar de extrañarla. Cálmate corazón mío…sé que la añoras tanto como yo….

Y la mente, la razón, habló por primera vez desde que estaba ahí parado perdido en ella. Lo vuestro ya no puede ser. Son demasiadas cosas las que han ocurrido entre vosotros. Dolor, sufrimiento, desprecios… ¿Y qué Raimundo? La sigues amando como el primer día o incluso más le respondió su corazón. Bajó la cabeza recordando. Desde el día en que le había confesado sus sentimientos, se sentía asustado. Asustado de sus sentimientos, asustado de que ella lo utilizase para hacerle daño. Pero lo que le daba más miedo, es que Francisca, su pequeña, sintiera lo mismo que él. ¡Qué irónico! Sentía temor de que fuera verdad lo que tantas y tantas veces había soñado.

Y entonces ella había lanzado una fugaz mirada hacia la Casa de Comidas. ¿Tal vez buscándole? ¿Tal vez ansiando verle? Rió ante su propia ocurrencia. No te engañes Ulloa. Los felices tiempos en los que ella corría hacia tus brazos, murieron hace demasiado tiempo .

Pero… ¿qué estaba haciendo? .Notó que su desbocado corazón pugnaba feroz contra la dura jaula de su cuerpo por salir. Por escapar. Francisca estaba encaminándose hacia la posada. ¿Buscando acaso un enfrentamiento con él? ¡Por todos los demonios, que muy poco le importaba el motivo! El caso es que ella estaba allí. Sonrió para sus adentros. Esta noche iba a calmar aunque fuera por escasos instantes, las ansias que tenía por escuchar su voz. Por mirar de cerca sus labios. Por percibir el dulce aroma de su cuerpo, aunque no pudiera tocarla.

Caminó lentamente, temeroso de que aquel hermoso instante fuera a desvanecerse. Se detuvo a escasos metros, donde ella aún no se había percatado de su presencia. La adoró cuando se dio cuenta de que ella le buscaba con la mirada en el interior de la Casa de Comidas. Y la amó con locura cuando descubrió la tristeza que le invadió al no encontrarle en el interior. ¿Acaso mis ojos me están engañando? ¿No han visto la pena en los de ella? . Quizá no debía ilusionarse demasiado. Quizá las ganas de que ella le siguiera amando le hacían ver cosas que realmente no eran. Quizá esta vez no Raimundo. Quizá esta vez, tus ojos estén viendo la verdad .

Quiso tocarla. Decirle que estaba allí, con ella. Pero no tuvo tiempo. En un instante, en el que no le dio tiempo a reaccionar, Francisca estaba mirándole a los ojos.


(continua...)
#1006
Kerala
Kerala
08/11/2011 21:12
¿Cuánto tiempo podían permanecer mirándose a los ojos sin que el mundo que les rodeaba se diera cuenta? ¿Sin que percibieran el extraño vínculo que les unía? ¿Odio? Sí, eso es lo que todos pensaban en Puente Viejo. ¡Qué equivocados estaban! Si se molestaran en mirar más detenidamente, si buscaran en lo más profundo de sus miradas, encontrarían amor. Solo así entenderían que detrás del supuesto odio que siempre habían mantenido de cara a la galería, no se escondía más que un profundo amor. Y es que cuando se ama tan intensamente, ese amor no muere nunca. Sobrevive al tiempo, al dolor. Al orgullo.

- Rai…Raimundo -. Se obligó a salir del trance en el que estaba sumida. Raimundo siempre tenía la capacidad de hipnotizarla con esos profundos ojos castaños. Los mismos que la habían enamorado hacía ya tantos años.

- Hola Francisca -. ¿Le pareció que temblaba su voz? Su corazón palpitaba al ritmo de su voz. ¿Cuánto hacía que escuchaba pronunciar su nombre de esa manera? Fue hace unos meses. Cuando Tristán estuvo a punto de morir fusilado y él, en nombre del amor que habían compartido, y que aún sentía, no había podido evitar ir a su lado. A estar con ella. A ofrecerle su corazón. En aquel momento, ella estaba vulnerable, destrozada por la pérdida de su hijo. ¿Y esta vez? ¿Qué es lo que tenía su pequeña? Sintió una opresión en el pecho. Sabía de los numerosos problemas que estaban atravesando los Montenegro gracias a su hijo Sebastián, que le informaba de los últimos acontecimientos. Él le prestaba la mayor atención posible, tratando de parecer indiferente al interés que mostraba por los asuntos de Francisca. Notó unas profundas ojeras en ella. ¿Tal vez había ocurrido algo que él desconociera?. - ¿Qué haces aquí? ¿Me buscabas? -.

¡¡SI!! Te ansiaba…No podía pasar un día más sin sentir tu aliento mientras me hablas…aunque sean duras tus palabras… . – Solo pasaba por aquí Raimundo, y pensé pasar a ver como evolucionaba tu fastuosa posada -. Recorrió con su mirada la estancia. – Parece que todo te va bien -.

A pesar de sus palabras, no encontró ironía ni sarcasmo en su voz. ¿Qué tienes amor mío? ¡Háblame!. Cruzó los brazos sobre el pecho para ocultar el temblor de sus manos. – Si, como puedes ver, todo funciona a las mil maravillas. Pero dime… -. Arqueó una ceja de forma interrogativa. -…¿A qué has venido realmente? Dudo mucho que pierdas tu valioso tiempo solo por venir a ver a un humilde tabernero -. ¡Qué poco me importa el motivo de tu visita. Insúltame…hiéreme con tus palabras…yo solo podré sentirme vivo de nuevo por haber podido verte…

¿Perder su tiempo? ¡Qué más daba el tiempo! Si cada vez que estaban juntos sentía rejuvenecer. ¡Qué el mundo se acabase en ese momento si quisiera! ¡Qué importaba! Estaba de nuevo frente a él . – Siento que no creas que sí me alegro de tu bonanza Raimundo -. Le miró a los ojos con toda la sinceridad de su corazón. En ese momento, solo le importaba que él la creyera.

Esa mirada…esos ojos…mi niña…mi pequeña…. Estaba preocupado. Sus ojeras. El tono de su voz. Sus palabras. Y no lo pudo evitar. Alzó su mano, colocando un mechón que se había escapado de su pulcro peinado. Escondiéndole detrás de su oreja. Rozándole suavemente con la punta de los dedos. - ¿Qué tienes Francisca? -.

Suspiró ante su contacto. Contadas eran las ocasiones en las que sus cuerpos se rozaban. Siempre se rehuían. Esta vez, él tuvo la iniciativa. Y ella, no tuvo las fuerzas de apartarse.

- A veces necesitamos caer en un pozo para poder ver el cielo -. Y en un pozo se sentía ella. Hundiéndose cada vez más en las profundidades y sin posibilidad a la vista de poder salir. Y lo peor de todo: se había procurado tantos enemigos a lo largo del camino, que nadie estaba dispuesto a lanzarle un salvavidas. Se hundiría sin remedio. Pero no se iría sin pelear, a pesar de que cada vez le faltaban más las fuerzas. ¿Por qué le había dicho eso? ¿Esperas acaso que Raimundo sea tu salvavidas, Francisca? . ¡Dichosa conciencia! ¡Maldita voz interior! No dejaba de taladrarle las sienes sin piedad. No dejaba de taladrarle el alma.

Raimundo estaba confundido. ¿Tal vez fingía? . No, ella no podía hacer eso. Muchos eran sus defectos, pero le estaba hablando con el corazón. Y él estaba batallando una intensa lucha interna entre la razón que le pedía alejarse, y el corazón que le instaba a creer. A creer en ella. A confiar en ella. Al menos, por una vez. Se lo debía.

Observaba a Raimundo con el alma apretada en un puño. ¡Qué puedes reprocharle! Te apresuraste Francisca . Sintió llorar su corazón. Yo solo quería su consuelo…Solo él puede calmar mi angustia, mis desvelos…Solo tú Raimundo. Siempre tú. Pero solo había obtenido silencio. Despertó de aquel sueño, de aquel momento de unión que habían vuelto a sentir después de tantos años.

- ¿Qué intentas decirme Francisca? -. Mi cielo, ¡ábreme tu corazón! Déjame calmar el dolor de tu alma…dolor que en parte sé que yo mismo he causado. Confía en mí de nuevo. Apóyate en mí. No voy a volver a fallarte…pero solo ¡pídemelo amor mío!.

Ella miró sus ojos. Nadó en su profundidad. ¿Debía confiar en él? Se encontraba sumamente débil. Se veía a la legua que ella, Francisca Montenegro, no estaba bien. Raimundo siempre había sabido leer en ella. Siempre había sido capaz de conocer cómo se sentía con solo mirarla a los ojos. Así. De la misma manera en que lo estaba haciendo en ese momento. Pero… ¿confiar de nuevo? ¿Quién me asegura que no volverás a abandonarme Raimundo? ¿Qué no volverás a romper mi corazón en mil pedazos, de tal manera que nunca podrá recomponerse? Bastante duro fue hacerlo la primera vez. Demasiadas grietas quedaron cuando tuve que encajar de nuevo las piezas para salir adelante…No…No puedo .

- Será mejor que me vaya. No fue una buena idea venir por aquí -. ¡Huye Francisca…huye! Pero tus sentimientos te perseguirán eternamente. Luego no te atrevas a reprocharle a él que es un cobarde…Cobardía es lo que tu demuestras ahora mismo…. ¡Basta! No podría escuchar ni un instante más a su conciencia o terminaría por desmoronarse junto a él. Intentó moverse, salir. Casi lo había conseguido.

Raimundo sintió que la perdía de nuevo. ¿Por qué?...te he sentido tan cerca de mí hace un momento mi niña…no huyas de mí, no me dejes… No puedo permitirlo . La batalla interior había finalizado. El corazón al fin acalló a la razón. Raimundo elevó su brazo, apoyándole en el quicio de la puerta y evitando cualquier posibilidad de escape.

- No te vayas…Francisca… -. Palabras susurradas que viajaban por el viento hasta encontrar su meta, hasta llegar a ella.


(continua...)
#1007
Kerala
Kerala
08/11/2011 21:13
- No me hagas esto Raimundo… -. Sintió que se rompía. Podía seguir fuerte si él no se mostraba tierno con ella. ¿No es lo que querías? ¿Qué él te retuviera a su lado? ¡Ya lo tienes! ¿De qué tienes miedo? .

- ¿Hacerte qué? ¿No nos lo estamos haciendo los dos, mi pequeña? -. Volvió a pronunciar aquellas dos maravillosas palabras que jamás pensó que volvería a pronunciar. Aquellas prohibidas para otra que no fuera ella. Su niña. Su Francisca. Miró sus ojos adorándola. Amándola.

“Mi pequeña”. Palabras que jamás pensó volver a escuchar. Palabras que jamás hubiera consentido a nadie que no fuera él. Raimundo. Eran palabras sagradas. Y su batalla también quedó perdida. Le miró a los ojos adorándole. Amándole.

El mundo se silenció a su alrededor. Solo escuchaba sus respiraciones, la sangre fluyendo por sus venas. Volvieron a sentir que revivían otra vez. Raimundo se acercó a Francisca, sin dejar de apoyar su brazo en la puerta. Sin dejar que ella escapara. Quiero besarte. Necesito besarte para poder seguir viviendo… .

No iba a escapar. No quería escapar. Bésame Raimundo, por favor… déjame sentir de nuevo el calor de tus labios sobre los míos. Quiero besarte… .

Las palabras no salieron por sus bocas. Pero sí las pronunciaron sus corazones, que escucharon juntos los latidos del amor. De su amor. Raimundo deslizó sus labios por su mejilla. Tan dulce…tan suave… . Llegó casi hasta su boca. [/i]. Tan tierna…tan apasionada… [/i]
Sus labios apenas la rozaban. Volver a notar el cosquilleo en la boca del estómago. Subió la mano por su pecho hasta detenerse en su barba. Enredando sus dedos en ella. Sintiendo como él temblaba bajo su toque.

Un milímetro. Esa distancia separaba ahora mismo sus bocas. Respiraciones entrecortadas, alientos entremezclados. Pasión. Amor. Bésame Raimundo. [Bésame Francisca[/i]. Y sus labios obedecieron. Se rozaron con timidez al principio. Con ternura después. Con anhelo al final. Retrocedieron casi 30 años. Volvieron a la ribera del río, la que fue testigo de su último beso. El último recuerdo de un amor que les atravesó el alma cuando eran apenas unos niños.

Te quiero tanto Raimundo…nunca dejé de hacerlo amor mío. Solo sufría sabiéndote de otra. Yo nunca fui de él. Pudo tener mi cuerpo. Pero nunca poseyó mi alma. Esa ya tenía dueño. Tú, Raimundo…

Te quiero tanto Francisca…jamás he podido dejar de hacerlo. Nunca, he querido dejar de hacerlo. Moría de celos solo con saber que dormías cada noche en su lecho. Con saber que podía tocar tu piel. Mi corazón siempre fue tuyo mi niña, mi amor .

¡Ojalá pudieran escucharse los pensamientos! ¡Ojalá volvieran a tener 15 años! Todo era tan fácil entonces…

- No me dejes ir Raimundo…retenme al menos esta noche… -. Déjame reposar en tus brazos. Dame las fuerzas que necesito para mantenerme en pie, para poder despertarme mañana y sentir que mi vida tiene algún sentido….

- Intenta escapar de mí Francisca…te perseguiré hasta el fin del mundo para poder estrecharte entre mis brazos -. Permíteme amarte cielo mío… con gusto renunciaría a mi vida solo por verte sonreír de nuevo. Como antes. Como entonces....

Solo entonces Raimundo quitó su brazo de la puerta. Ella no se iría. Ambos sonrieron. Ambos temblaron de anticipación. Raimundo le ofreció su mano. Dame la mano mi pequeña…Volvamos a amarnos como si el tiempo no hubiera pasado. Como si nunca nos hubiéramos separado.
Ahora no existen las dudas. Ahora no quiero pensar en nada que no seas tú. Amor de mis pensamientos. Amor de mi vida… . La mano de Francisca reencontró el camino tantas veces recorrido en el pasado.

Y juntos subieron a la habitación. Y juntos volvieron a sentir el amor. Como no podía ser de otra manera. Las prisas terminaron por consumirles. Se sonrieron con nerviosismo mientras las manos luchaban por librarse de las molestas ropas. Y solo cuando estuvieron completamente desnudos, se abrazaron pegando sus cuerpos. Sintiéndose de nuevo piel con piel.

Adoro tu cuerpo. Seguían presentes en mi memoria cada uno de los centímetros de tu maravillosa piel. Tu olor. Tu suavidad. El lugar donde deseo permanecer. El lugar donde deseo reposar. Para siempre, contigo mi amor

Siento tus manos recorriendo mi cuerpo. Recordando lugares que ya fueron conquistados por tu boca. Tus huellas permanecieron grabadas en mi piel. Solo abrazándote, sintiéndote dentro de mí encuentro mi hogar. Mi mundo. Todo lo que de verdad me importa. Tú.

- Hazme tuya de nuevo, pues tuya soy -.

- Hazme tuyo de nuevo, pues tuyo soy -.

Unieron sus cuerpos en la expresión más pura y sincera del amor. Se amaron con tanta ternura como desesperación.

Raimundo, mi vida, mi amor. ¡Cuánto te he echado de menos!.

Francisca, mi pequeña, el centro de mi mundo…¡No permitiré que me alejes de tu vida!

Llegaron juntos a la cumbre del placer, mientras permanecían con las manos entrelazadas y sus labios amándose con la intensidad de tantos años perdidos. Amor con mayúsculas derramándose por sus cuerpos. Las aguas parecían volver a su cauce. Raimundo y Francisca volvieron a ser uno. Como nunca debió dejar de ser.

Ella abrió los ojos viéndose reflejada en los de Raimundo. No ha sido un sueño. Estás conmigo. Eternamente .

Raimundo abrió los ojos sintiendo en su cuerpo la calidez de la sonrisa de su niña. No ha sido un sueño. Estás conmigo. Eternamente


FIN
#1008
colgada
colgada
08/11/2011 21:39
Una nueva vida
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Parte 1.-

-Oye Emilia, y.. ¿cuánto tiempo vas a estar fuera?
-Pues no lo sé. Quizá meses o menos...
-¿Meses? Pero.. ¿qué barbaridad es esa?

----o----

Mil ideas se agolpan en mi cabeza y las palabras se articulan en mi boca para justificar este viaje. Alfonso insiste e insiste, y yo ya no sé que decir. Recito una y otra vez lo ensayado durante horas, sin apenas oirme, sin oírles a ellos... tengo calor, me ahogo, tengo que salir... me doy la vuelta y abro la puerta. Alfonso me toma del brazo pero me libero y salgo al aire libre. Apenas puedo respirar, pero alejarme es más urgente, asi que echo a correr. Oigo a Alfonso gritando a mi espalda, pero no dejo de correr. Me cuesta mucho respirar... apenas veo dónde piso y todo a mi alrededor se oscurece.

--

Me despierto y no sé dónde estoy... tumbada en algún sitio mullido, pero.. no es mi habitación. Me doy cuenta de que me encuentro en el dispensario y al poco veo aparecer delante de mí la cara de la Doctora Casas. Una sonrisa suaviza su gesto, y me acaricia el pelo. Me pregunta como me encuentro y al ir a responder siento la boca seca. Ella lee mi gesto y me acerca un vaso de agua que lleva hasta mis labios.
Me habla con calma, tranquilizándome, explicándome que he sufrido un desmayo pero que es del todo normal en mi estado... la miro inquisitiva y asiente... el bebé está bien. Gracias a dios. Me acaricio la tripa saludando a mi pequeña... intuyo que va a ser niña. La Doctora abre la puerta y hace pasar a mi padre... se acerca y me besa la frente, y no puedo evitar que se me salten las lágrimas. Él me chista sin dejar de besarme y acariciarme el pelo. Miro a los pies de la cama y allí está Alfonso, mirándome de hito en hito mientras estruja la gorra entre las manos.
Ya lo saben, por supuesto que lo saben. No lo soporto. Esto no debería ser así. Ellos no. Quería evitarles esto. La vergüenza, la pena, la decepción. Vuelvo la cara hacia la pared y no puedo evitar que un sollozo salga de mi garganta, y lo sigue otro, otro y otro más...

Al poco siento una mano en el hombro que me obliga a girarme. Es la doctora. Ha hecho salir a todos y pasaré la noche en el dispensario para que pueda descansar sin más emociones. Me da un poco de agua y me pregunta si creo poder pasar la noche sola. Asiento con decisión y trato de esbozar una sonrisa para acompañar el gesto. Acerca un vaso y una jarra con agua para que los tenga a mano... me conviene hidratarme. Apaga las lámparas y se va.

Mañana no me encontrará aquí. Mi tío Eulalio me dejó dicho que si algún día necesitaba encontrarlo me pusiera en contacto con Ramón "El Tenazas", el herrero de Puente Viejo. No necesitaría nada más, él se ocuparia de todo. Así que eso es lo que haré, en cuanto despunte el alba.
#1009
colgada
colgada
08/11/2011 23:33
Una nueva vida
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Parte 2.-

Ahora trabajo en un restaurante de la capital, mi tío Eulalio me encontró el puesto como cocinera en un negocio del que antaño fue socio. La cocinera de aquel entonces acaba de jubilarse, y ahora Julia y yo trabajamos por turnos para cubrir su vacante.

Hoy es jueves, uno de los días más ajetreados de la semana, y trabajamos las dos. Todos los días son días de hombres de negocios, pero los jueves se unen los estudiantes de la universidad, que ya se las van prometiendo felices para el viernes y empiezan a festejar desde vísperas. Me gusta la algarabía y el buen ambiente, y la mayoría son clientes que repiten una semana tras otra, así que no me cuesta trabajo pasar el día.

Preparo las comidas mientras con el rabillo del ojo vigilo el moisés que he dejado en un rincón protegido de corrientes y malos humos. Mi dulce Lucía, la luz de mi vida, duerme tranquila ajena a todo lo que la rodea... aunque no tardará mucho en despertarse reclamando sustento. Cuando la miro, sé que todo ha merecido la pena. La separación, los engaños a mi familia, enviando cartas a mi primo en Burdeos para que las remitiera desde allí a Puente Viejo. Suplicando que no me buscaran, sabiendo que aunque quisieran, si me creían allí, les sería del todo imposible hacerlo. Ha sido duro estar sin ellos, aunque aquí no me hayan faltado apoyos. Mi tío, mis primas Blanca y Alba... son una bendición del cielo y no me han dejado sola ni un momento.

La única persona que sabe la verdad de mi paradero es Pepa. Necesitaba tenerla como aliada, y sé que no me delatará. Me mantiene informada de todo lo que acontece, y gracias a ella sé que tanto padre y Sebastián como Alfonso están bien. Me pregunta qué voy a hacer ahora, pero ni yo misma lo sé... tendré que reunir mucho coraje para volver y presentarme en Puente Viejo con una niña en brazos.

El dueño del comedor asoma la cabeza por la puerta y me hace gestos para que salga. Al parecer un cliente quiere felicitar a la cocinera por sus huevos amorcillados... salgo secándome las manos en el mandil, con una sonrisa en la boca, cuando al levantar la vista descubro delante de mí a Alfonso, que me mira desde el otro lado de la barra y sonríe. Está vestido con sus mejores galas y creo que nunca lo había visto tan guapo. En ese momento Julia llega a mi lado con Lucía llorando en sus brazos. En cuanto me ve, la niña extiende sus manitas hacia mí. Agradezco poder cogerla y ocultar la cara tras su cuerpecito, porque me estoy sonrojando.
#1010
eiza
eiza
09/11/2011 01:13
Anita precioso!! Continua!
#1011
CUQUINA37
CUQUINA37
09/11/2011 11:29
Por dios sigue que bonito
#1012
martileo
martileo
09/11/2011 11:51
colgada, precioso pero no nos dejes con la incertidumbre mucho tiempo.
#1013
olsi
olsi
09/11/2011 21:13
ay, colgada qué arte tienes!!! para cuando la continuación??? no es por darte presión... jajaja lengua
#1014
colgada
colgada
10/11/2011 00:28
Una nueva vida
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Parte 3.-

Me acerco a dónde está y le tomo la mano con la que me queda libre de sujetar a Lucía. Nos saludamos con cariño, él está un poco aturullado, supongo que por la niña, a mí me tiemblan las piernas,... pero tan pronto Lucía intenta agarrle de la perilla, nos echamos a reír y parece que se rompe el sortilegio. Le presento a mi pequeñina y él le hace carantoñas, aunque la muy glotona pronto deja de hacer caso a la novedad y berrea reclamando su comida. Me disculpo y le pido que me espere, que a lo que quiera invito yo... pero Don Paco se nos acerca y dice que nada de eso, que invita la casa, que los amigos de Emilia son sus amigos. Le doy un beso en la mejilla y me retiro a la cocina para dar el pecho a Lucía.

Allí me espera Julia, que ha estado observando todo desde la puerta. Me sigue hasta la silla que tenemos preparada junto a la ventana para las tomas de la niña. Me interroga sobre Alfonso y logra ponerme aún más nerviosa porque en realidad no puedo decirle nada. Este diablillo que ahora calla mientras chupa, ha sido la gran protagonista de nuestro reencuentro. Beso su frente mientras jugueteo con sus deditos. A partir de ahora debe ser así. Lucía es lo más importante. Ya se ha quedado dormida. En cuanto llena la panza se duerme como una bendita. La despierto para sacarle los aires porque si no más tarde protestará y la acuesto en el moisés. Por suerte no hay que cambiarla... todavía. No tarda en quedarse dormida otra vez. Me acerco al espejo y trato de poner un poco en orden mi pelo y mi ropa... suspiro, porque no hay mucho que hacer. Desde que tengo a la niña no consigo llevar una camisa limpia ni medio día.

Julia se acerca con algo en la mano. La miro sorprendida cuando veo que se trata de una camisa. La beso y corro a cambiarme. Mientras, ella me comenta que la comida ya casi está y que de seguro se las arreglarán bien sin mí... que ha salido a servir a la barra y ha visto a Alfonso muy desamparado. Le pregunto si está segura y ella asiente. La beso emocionada... gracias, gracias, gracias. Pongo a la niña en el carrito y salgo por la puerta de atrás. Al salir pido a Julia que avise a Alfonso, pero a mitad de la frase me detengo porque lo tengo delante mío. Algún día esta trapacera de Julia me las va a pagar todas juntas.

Echamos a andar en silencio, le indico por donde ir y él asiente. Me mira y yo trato de concentrarme en el carrito. Le pregunto por padre y por Sebastián y por Rosario y sus hermanos... él me va contando brevemente lo sucedido durante mi ausencia y poco a poco la conversación va haciéndose más fluída. Me pregunta sobre mí y sobre la niña, y no dejo de notar una pincelada de dolor en su voz, pero ningún reproche sale de su boca.

Nos sentamos en un banco a la sombra de un castaño y tras colocar a resguardo a la niña, me decido y le tomo de las manos para pedirle perdón por lo que haya podido hacerle sufrir. Es un peso que llevo acarreando desde la mañana que me fui de Puente Viejo, porque sé que lo defraudé, como defraudé a mi padre y a mi hermano. Pero no podía luchar por mi hija y contra la maledicencia a la vez. Él mira fíjamente nuestras manos y no dice nada. Quizá es demasiado tarde para el perdón... trato de apartarlas pero las retiene entre las suyas.

Levanta los ojos hacia mí y murmura no sé qué sobre que esta vez nadie lo va a a parar... ¡y me dice que me quiere!¡a mí!.. una madre soltera, caída en vergüenza, con más errores a sus espaldas de los que puedo recordar... él.. el mejor hombre que he conocido en mi vida... quiere que regrese con él a Puente Viejo. Dice que me quiere y que acaba de enamorarse de Lucía, que es igual que su madre... Casi no lo veo, las lágrimas me nublan la vista. No puede ser verdad... Le llamo loco, chalado, chiflado, majareta... él pone sus manos en mis mejillas y me calla con un beso.
#1015
eiza
eiza
10/11/2011 01:08
Anita es lo mejor que podias regalarme antes de irme a dormir, bueno y PATO que no se me olvida jejeje.

Buenas noches.

Por cierto no lo he dicho en el foro y ya no tengo ganas de volver alli, pero una de las cosas que mas me ha gustado del capitulo ha sido oir a Alfonso decirle MOCOSA a Mariana....

Muchos besos
#1016
olsi
olsi
10/11/2011 22:51
oohhh colgada.... ME ENCANTAAAAA!!!!
#1017
Kerala
Kerala
12/11/2011 17:09
Actualizo,y perdón por la tardanza. Ya está puesto al día.

TU AMOR ES MI CONDENA

Capitulo III
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Capítulo IV
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Capitulo V
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Capitulo VI
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Capítulo VII
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Capitulo VIII
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Capitulo IX
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Capitulo X
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Capitulo XI
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Capitulo XII
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Capitulo XIII
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Capitulo XIV
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Capitulo XV
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Capitulo XVI
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#1018
FermariaRules
FermariaRules
16/11/2011 20:30
No sé cómo ni por qué he escrito esto, pero ahí está.

***

Repiquetean sus tacones mientras se adentra tras el guarda por el pasillo lúgubre, la cabeza alta, uncida a sus apellidos. Soledad Castro Montenegro percibe la humedad del suelo, o acaso sea la desazón que se respira en el lugar, trepando por sus piernas e inundándole el cuerpo. Camina erguida, sin más indicio de que acaba de huir sin doncella ni ambición que el rubor que se le extiende por las mejillas. La voz categórica de su madre, ensayada hasta la extenuación en la crueldad, resuena en su cabeza.
Al malnacido lo van a fusilar. Lo maldice otra vez y prosigue enlazando un paso tras otro. Y el lugar, como su alma, se va tornando más oscuro, más sucio y más falto de compasión a medida que avanza.

Al despuntar el alba cada día, se le olvida a Soledad la noche. O hace como que la olvida, y aguarda paciente otra luna. Porque al caer el sol marcha a su retiro, y en la madrugada, las cicatrices de su espalda se encienden de nuevo y la atraviesan, la queman las lágrimas mientras se abraza el vientre, vacío de su hijo, vacío de Juan, y se deja mecer por su recuerdo. A veces cree atisbar una sombra en la ventana, y termina por creerse que esa noche él vendrá, como lo hacía antaño, y se colará por la balconera para desnudarla otra vez, con los ojos, el pincel y las manos.

Todavía no sabe por qué va a su encuentro, pero cuando el guarda se detiene frente a la reja, a ella se la para el pulso. Bajo las enaguas y el tocado, Soledad vuelve a ser la niña que le suplicó a Juan que la ayudara a huir, y él vuelve a ser el único que la escondió y compartió el peso de su secreto. Se le resisten los pasos que aún le faltan para agarrarse a los hierros y no desfallecer bajo el temblor de sus piernas. Juan permanece sentado en el camastro, ligeramente reclinado sobre la pared, con la cabeza entre las manos. Soledad resiste el impulso de lanzarse sobre él, Dios sabe si para abofetearlo, a besarlo, o asfixiarle el alma con las manos. Intercambia dos palabras en voz baja con el hombre del uniforme, que tras abrir el portón, gira sobre sus talones y marcha por donde ha venido.

Él levanta el rostro, ligeramente aturdido, y al encontrársela de frente, trata de reunir fuerzas para asestarle el último golpe, para hundirla definitivamente o quizá, para hacerle más llevadera su ausencia. Trata de escupir un odio que no siente, pero al ponerse en pie y mirarla a los ojos, descubre lágrimas en ellos y se da cuenta de que ante sí está Soledad. Como su nombre. Sin apellidos, ni madre, ni hermano.

Ella trata de hablar, pero no sabe qué decir, ni cómo tragarse el nudo que le cierra la garganta. La silencia su rostro blanco como el mármol, la barba de cuatro días que muestra más heridas de las que esconde. A él le duele el mismo dolor, y por eso calla. Alarga el brazo y se estremece al contacto con su cintura, y ya no se resiste a tirar de ella y estrellarse contra su cuerpo, a dejar que el de ella se enrede con el suyo. Se abrazan con violencia y el tocado que la cubre cae junto al orgullo al suelo polvoriento. Juan vuelve a percibir su perfume y se le pierden las manos por su pelo, tan anhelado. Soledad reconoce el olor de la piel de su marido bajo los días de interrogatorios e insomnio.
#1019
eiza
eiza
16/11/2011 22:56
maria, una maravilla, como tú enterita entera!!!
#1020
martileo
martileo
17/11/2011 12:14
Es precioso, que bonito.
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