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El Secreto de Puente Viejo, una historia del Romanticismo... V El cuchillero de Munia

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anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 01:15
El Secreto de Puente Viejo, una historia propia del Romanticismo es una historia a partir de la original de Aurora Guerra.

Gracias a la ayuda de Martín, Tristán parece recuperarse poco a poco, la vida va haciendo justicia porque a la vez, la malvada y déspota doña Francisca va sucumbiendo en el lodazal que ella misma ha provocado. Pero Puente Viejo es un lugar mágico en el que todos sus habitantes resultan estar conectados, ya sean una malvada cacique, un asesino psicótico o un dicharachero hijo de ex-alcalde. Y es esa interconexión la que llevará a resolver el misterio más oculto de Puente Viejo.

Tristán quiere llenar su vida[/i]
El joven comienza a pasar página después de dieciséis años, pero parece que ésta está atascada. Por lo que Tristán querrá imitar a su hijo e intentará honrar la memoria de Pepa ayudando a los demás, siendo un alma caritativa, algo que sin intención, pondrá en serio peligro a todo el pueblo.

Los planes de Francisca[/i]
Mientras que de principio a fin, la Montenegro tiene planeado hasta el más mísero detalle, su maldad no tendrá límites hasta que no vea que hay alguien que la sobrepasa y no tenga más que buscar protección en Ulloa.

La complicada historia de Martín y María[/i]
Las malas lenguas dominan el pueblo y serán las biográficas del romance entre diácono y señorita, el amor que Gonzalo se esfuerza en hacer imposible quedará expuesto ante una antagónica pareja dispuesta a separar a los tórtolos.

Pepa, personaje omnisciente[/i]
Pese a que no aparece en la historia de forma física. El espíritu de Pepa permanece en Puente Viejo y en el interior de Tristán y Martín. La partera sigue estando presente en todos los habitantes, incluida la doña que aún la teme.

¿Dónde está Fernando[/i]
Mientras que tras dejar una escasa y confusa despedida, Fernando desaparece sin dejar rastro del pueblo. ¿Dónde está? ¿Su marcha es voluntaria u obligada? Sea como fuere, Olmo prefiere ocuparse del hijo que espera con Pía.

La historia alterna tramas entre Francisca, Tristán (en su mayoría), Gonzalo y María, y ya en personajes nuevos o secundarios de siempre (Olmo, Soledad, etc...).

A los personajes de siempre se les suman los de, Luís Ávalos que tendrá una importancia especial, la boticaria de la Puebla y Griselda que se queda como esposa de Mauricio. Mientras que como personajes nuevos:

Marc de Kersabiec
Con todo cuanto podría desear desde que estaba en la cuna, a Marc le faltó lo más importante, unos padres. Y es por ello que tiene ese carácter tan opaco y siempre quiere ir a más. Y es que aunque desde fuera parezca alguien bueno y gentil, puede llegar a ser un manipulador que deje en mantillas al doña Francisca Montenegro y Maquiavelo. Él y su familia no están en la comarca por casualidad.

Marianne de Kersabiec
Una mujer dulce y cariñosa atrapada en un matrimonio concertado. Marianne soñaba con recorrer el mundo, y ahora éste se limita a Puente Viejo. Pero gracias a Raimundo Ulloa, Marianne piensa que es posible ir a mejor, y será eso lo que le cause diferencias con la doña.

Anna de Kersabiec
Es hermana melliza de Marc, y eso no solo se nota en el físico, pues como su hermano ella también es dulce por fuera, pero por dentro Anna es la más perversa y manipuladora, se ve que tuvo un buen maestro. Y lo peor, sabe como sacar partido a sus armas.

Don Marcos de Kersabiec
Frío, manipulador, cínico, negociador agresivo, Marcos de Kersabiec no conoce buenas palabras. Él es quien ordena y manda, siempre lleva razón y tiene la última palabra. No quiere a su esposa a la que no toca, ni siente apego por sus hijos, tan solo quiere ampliar su fortuna, y para ello no durará en extorsionar, chantajear, e incluso podría llegar a matar. Por ello se siente aun más amargado al tener que cambiar Francia por Puente Viejo por culpa de su hijo.

Tristán García Castañeda
Hijo de Segunda, prima segunda de Alfonso y por ende, primo en tercer grado de María en teoría. Tristán fue así bautizado en honor a la partera que atendió a su madre, Tristán Castro. Como sus ocho hermanos, Tristán a sus diecisiete años lleva ya diez en los campos de doña Francisca, lo que ha contribuido en su físico. De carácter generoso y tímido, Tristán será un gran apoyo para Gonzalo, al que quiere como un hermano

Juan
Joven que por azar llegará a Puente Viejo y provocará más de un quebradero de cabeza. Nadie en el pueblo sabe de dónde ha salido, nadie excepto la boticaria que parece conocerlo. Juan tendrá una gran importancia para Tristán quien le acabará debiendo la vida.

Cecilia Rivas La Torre
Inteligente y bella. Desde joven Cecilia ha demostrado que ambos factores pueden residir en una mujer. Verá su visión del mundo cambiada cuando conozca a Tristán y sienta una enfermiza obsesión por él que saque lo peor de ella.

Alicia Velasco Montenegro
Hija de don Rodrigo Velasco, general retirado dedicado a la banca y de Margarita Montenegro, prima de Soledad, la pérfida Alicia es invitada por su tía a Puente Viejo, pronto, tía y sobrina se aliarán contra un enemigo común, Olmo, Pía y el hijo de éstos. Tan solo el principio de un enrevesado plan que doña Francisca tiene en mente y que se asemeja a una complicada partida de ajedrez en la que caen la mayoría de las piezas.

Iré subiendo los capítulos cuando pueda, algunas veces de dos en dos, y otras veces tardarán algo debido a la situación en la que me encuentro, espero que os guste y que pueda terminar ésta definitivamente.
#1
anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 01:21
CAPÍTULO I
“El tesoro del capitán”

La magia es algo que existe en muchos lugares, y Puente Viejo es uno de ellos. Cuando llega el invierno, sus pequeñas casas de pizarra son cubiertas de nieve, sus serrados olmos crujen en los fríos bosques y el agua del lago cercano a la casona se congela y refleja el añil del cielo del crepúsculo, justo antes de que todo se vuelva negro y oscuro.

Todo el pueblo descansaba pero entre tanta oscuridad se divisaba un haz de luz en una vieja ventana de El Jaral. La nieve se acumulaba en el alféizar y una lechuza ululaba en la rama de un árbol cercano. Por la ventana se veía a un hombre de unos cuarenta y cuatro años, de pelo cobrizo y canoso, barba abundante y descuidada, como la ropa arrugada de color gris. El maltratado por la vida, don Tristán Ulloa Montenegro, que en otro tiempo fue, capitán del ejército español, atractivo amante y feliz esposo de la inmortal Pepa Balmes. Si bien la muerte de la muchacha dieciséis años antes había cambiado por completo al ex-militar, la llegada de su hijo Martín bajo la identidad de un diacono, Gonzalo Balbuena, lo estaba llevando, muy poco a poco, a ser el de antes, o por lo menos alguien parecido.

Pepa murió al dar a luz a su hija Aurora un fatídico 21 de agosto de 1903. Tristán recuerda como tuvo que abandonar su cadáver para salvar a Aurora, que había nacido débil como los primeros rayos de sol y necesitaba un calor que su padre jamás podría darle. Pero aunque la muerte de Pepa ha sido la mayor tragedia que ha ocurrido en Puente Viejo, en ese momento pasaron otras muchas que hicieron que don Tristán no pudiese contar con nadie. Más que con Mauricio y Raimundo que le ayudaron durante meses a buscar el cadáver de su esposa. Al mismo tiempo, Emilia Ulloa se sumía en una profunda depresión por la culpa que la concomía por haber participado en la muerte de su amiga, porque tras la muerte de Pepa se esconde algo más que un parto complicado. Rosario Castañeda se quedó hundida y más cuando su hija Mariana fue detenida por asesinar a su novio y encarcelada en una cárcel de mujeres, si bien las influencias de su hermano Ramiro en el ejército pudieron salvarla quince años después. Es por ello que, con las mejores amistades del capitán también destrozadas, Aurora en sus primeros meses fuese criada por Dolores Asenjo de Mirañar, la esposa del entonces alcalde del pueblo. Y ya después por la difunta tata Leonor que vino para ayudar a Tristán en lo que se terciara y por Rosario una vez repuesta de tanta tragedia. Si bien todo el pueblo hizo algo por ayudar al militar, hubo alguien que hizo todo lo contrario, alguien cuyo poder doblaba al buen hacer de toda la comarca que se volcaba con el Ulloa. Doña Francisca Montenegro, madre de don Tristán y abuela de la abandonada criatura. Ella, que ahora estaba sola en su casa, después de que su hija Soledad decidiese marchar a un convento y su ex-yerno la abandonase hastiado de Puente Viejo. Ahora sola, doña Francisca se dedicaba por ejemplo a ahogar las tierras de su hijo, como tiempo a, había hecho la difunta suegra de éste, doña Águeda de Mesía, la pobre madre de Pepa que murió vilmente asesinada por su hijastro Olmo.

A los seis años, en 1909, Aurora que apenas recibía atención de su padre, y que se pasaba los días con Rosario y Alfonso, que veía en ella a la hija que doña Francisca le había arrebatado, fue mandada a un internado para señoritas en el Franco Condado, en un pequeño pueblo de la frontera gala llamado Montbéliard, a las orillas del río Doubs, un afluente del Ródano. El internado estaba regido por una congregación de las hermanas de Saint-Jacques y en teoría era uno de los centros a donde las familias pudientes mandaban a sus hijas, pero en realidad solo las mandaban cuando éstas se descocaban…
Tristán sostenía en sus manos una carta de Aurora con fecha de hace casi un mes, del 21 de septiembre. No les echaba mucha cuenta a las cartas de su hija. Había algunas que ni siquiera había leído. Se sentó en la desvencijada silla que crujió y encendió el quinqué. Antaño esa salita había servido de gabinete a doña Águeda, allí se había reunido por ejemplo Olmo con su amigo Felipe una Nochebuena y habían puesto a parir a Pepa que escuchaba con su vestido de fiesta, ese que a Tristán tanto le gustaba. Ahora era un auxilio de despacho con un escritorio una silla, estanterías, escopetas que usaba Tristán para atemorizar a los intrusos y papeles y papeles por los suelos, mesas y por todos lados. El caos y el desorden imperaban ahí y ganaban la pelea a la pobre Rosario. Tristán comenzó la lectura sin ganas, escudriñando la pulcra y estilizada letra de su hija perfectamente milimetrada, sin torcerse, sin tachones, una caligrafía perfecta de la que las monjas son artífices sin duda. Y le vinieron a la mente los vastos garabatos que Pepa llamaba palabras en las clases que él le daba hace años, y para él no pasaba desapercibido que Aurora hiciera la letra “h” igual que Pepa.
#2
anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 01:23
Montbéliard, 21 de septiembre de 1919
Querido padre, le escribo éstas líneas para decirle si es que no leyó mi anterior carta que mi excursión a Ginebra fue muy bien. El lugar es maravilloso y la gente muy amable. Una de las monjas, la hermana Aline que ya le mencionado alguna vez, me dio permiso para poder alojarme en la casa de una las familias, ya que el convento donde nos íbamos a hospedar no podía con todas las compañeras. Tan solo yo y la sobrina de la madre superiora nos hospedamos en particulares, pero no juntas. Pero de vuelta al convento siento algo extraño en mí. Y es que, aunque sigo viviendo en la misma monotonía de siempre hay algo que noto distinto pero que no logro saber que es.
Por otro lado están siendo unos días muy ajetreados por la preparación del festival de otoño, las fiestas de la cosecha que se celebran aquí son bastante divertidas, es como una despedida antes de la austeridad del día de todos los santos. Tendría que verlo padre, el pueblo entero colabora y decora desde la plaza hasta las salidas. Reciben ayuda hasta de los de Kersabiec, los apoderados de Montbéliard, una familia muy rica. Me siento congratulada porque la madre superiora me ha nombrado responsable de los preparativos, aunque eso haya despertado inquinas en su sobrina Beatrix. Pero pese a todo padre, mi deseo sería estar en Puente Viejo, no sabe cuánto lo echo de menos, y también las cartas de María que desde lo de la gripe no me ha mandado más. Dígale a la tía Soledad que la quiero y espero que volvamos a vernos pronto padre, porque ahora más que nunca querría estar a su lado. Le quiere su hija, Aurora Ulloa Molero.



Ahí acababa la carta, la última que tenía de Aurora. Don Tristán se levantó, apagó el quinqué y se quedó en pie, a oscuras, contemplando la nevada desde la ventana, acechando y esperando a que algo ocurriera, añorando tiempos pasados, rememorando viejos recuerdos…
-Pepa –musitó débilmente. –Mi amor –dijo mientras una lágrima caía desde su ojo. Y así, comenzó a llorar en silencio arrodillándose en el suelo. Porque aunque tuviera toda la pinta de un adulto peligroso y fuerte, en el fondo era un simple ser con excesiva vulnerabilidad…

En la casona, la morada más antigua de Puente Viejo y a la vez la de más raigambre y la que más adelantos tenía, era el hogar de doña Francisca Montenegro, y lo había sido de su familia desde que sus antepasados la construyeran en el siglo XIII, concretamente en el año 1220. La hizo con sus propias manos Rodolfo Montenegro, un sencillo del estamento no privilegiado, un campesino, él fue el que la comenzó para resguardar a su padre que vivía en una destartalada choza en El Candil, unas tierras que se había conseguido agenciar gracias a toda una vida de esfuerzo y servidumbre al duque de Caldas que había dejado esos lares años atrás para servir al rey Fernando III el Santo. Así esa edificación que no estuvo completada hasta setenta años más tarde permanece hoy día en pleno siglo XX.
Doña Francisca está sola en la biblioteca en una fría noche de principios de noviembre en la que los aullidos lobunos no cesan, cansada y agotada, sentada en el sofá que antes estaba en el salón. Viste un vestido violeta con algunos adornos negros y luce su peinado típico. El sueño la está venciendo cuando entonces se oye un ruido, la estantería comienza a abrirse y de ella sale alguien envuelto en una capa negra con una antorcha en la mano.
-Llegas con mucho retraso –dice Francisca dura poniéndose en pie.
#3
anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 01:24
-¿Pero llego no señora? –Responde el encapuchado con un atípico acento en el lugar y con una voz grave y cavernosa que deja en enaguas a la de don Olmo Mesía.
-¿Tienes lo que te pedí?
El otro se quita la capucha y deja ver su rostro, un hombre de mediana edad, calvo y con el corto pelo que le queda blanco. La piel es bronceada y en su mejilla izquierda se ve una cicatriz reciente.
-Aquí tienes Francisca, todo lo que me pediste –saca una carpeta y se la cede.
Ella la coge impaciente, graso error, pues Ayala sonríe satisfecho.
Francisca se da cuenta de ello y suelta la carpeta en la mesa, abre un cajón del escritorio y saca una caja de él.
-Lo acordado Ayala, y recuerda, tú nunca has estado aquí ni hemos tenido ninguna relación.
-Se lo acordado Francisca, y tranquila, jamás volveré a esta singular aldea, con éste dinero tengo suficiente para retirarme de por vida, sin duda traicionar a Raimundo Ulloa sale más económico que ser su aliado, que pena que soy el único que prefiere su sombra.
-No eres el único Ayala –le contesta cortante la doña. –Hace ya unos años también lo traicionó en mi favor un viejo camarada suyo, un tal Melquiades por unas pesetas. Y ahora cumple y márchate para no volver.
-Tengo una última duda Francisca, ¿qué planes tiene preparados para los Ulloa y familia?
-Eso querido Ayala es asunto mío, solo te adelantaré que Raimundo Ulloa se arrepentirá de haber intentado engañarme y de traicionarme por segunda vez.
Ayala sonrió. –Muy bien, pues, hasta siempre doña Francisca, espero que no se le compliquen las cosas en demasía -. Echó una última y fulminante mirada a la Montenegro y se perdió en el pasadizo.
Ahora sí, Francisca abrió la carpeta, por fin la tenía, toda la información sobre los Ulloa, todo lo que habían hecho en América y sobre todo, lo que ella más ansiaba conocer, porque el amor de su vida la había vuelto a traicionar…


Una lujosa carroza avanza a toda prisa por el camino hacia Puente Viejo, ese que es abrupto y peligroso, y nevado aún más. La carroza tirada por cuatro caballos negros rompe el silencio de la noche de luna llena. En su interior van cuatro personas. Una mujer de oscuro y rizado cabello, de no más de cuarenta años, ojos verdes y algunas patas de gallo, tapada con un abrigo intenta en vano conciliar un poco el sueño. Frente a ella una muchacha duerme con la cabeza apoyada en el regazo de una criada que no parpadea ni da muestras de vida. Y frente a la criada un joven que enérgicamente recrimina a su madre las condiciones del viaje cuando podrían haber tomado un coche. La mujer está a punto de contestarle de malas maneras cuando la calesa se detiene. El conductor abre la puerta, nervioso y temblando más de miedo que de frío le dice a su ama:
-Se-se-señora, hay una mu-mujer muerta en el camino-no-no.
La señora sale con elegancia apoyándose en el hombro del chófer que le indica con un tembloroso dedo. La imagen es espantosa, sobre la nieve ahora roja, una mujer con los ojos vidriosos yace en el suelo con el pecho abierto y sangrante y el vestido desgarrado, y alrededor del cadáver, restos del mismo, arrancados por un brutal asesino o por lobos. La señora ahoga un grito.
-¿Qué hacemos? –Pregunta al conductor.
#4
martape
martape
11/11/2012 17:30
Alex!!! hace mucho tiempo que no te veía por aquí, ahora mismo te leo; seguro que en mi tienes a una gran fan...
#5
anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 20:22
Hola martape, si es que he estado muy liado y ya no tengo el mismo tiempo que antes, pero escribir me gusta tanto que he buscado unos huecos para ello y subirla aquí. Espero que te guste sonriente.
#6
anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 20:30
CAPÍTULO II
El crimen

Una pequeña multitud se agolpaba en los escalones que conducían al consultorio médico cerrado años atrás. Dolores, con camisón y bata ponía al tanto de lo ocurrido a sus comadres, mientras que Mauricio y Pedro hablaban con el cabo Lagares, hijo del ya jubilado sargento que en su día investigó la muerte de doña Águeda. El resto de pueblerinos intentaban escuchar algo de esa conversación.
El cochero avisó a la guardia civil que decidió llevar el cuerpo de la víctima a Puente Viejo por la cercanía. Poco importaba que la camilla del consultorio estuviera putrefacta tras casi dos décadas a la sombra, o que el polvo comiera los muebles. Otro punto en contra, a parte del deteriorado equipo del dispensario era que el médico de La Puebla no era muy diestro en autopsias, así que cuando salió, después de dos horas tan solo dijo:
-Se hará llamar a un médico de la capital para que investigue la muerte.
Las gentes se dispersaron y cada uno a su casa.
Mientras que en la posada, Raimundo servía una humeante taza de chocolate caliente a la pobre mujer cuyo conductor halló el cuerpo.
-Muchas gracias señog –contestó agradecida la mujer con un cómico acento francés, a pesar de que la situación poco tenía de cómica.
-Repóngase del susto tranquila madame, y no se preocupe, su doncella ya me ha dicho que sus hijos están acostados, las habitaciones corren por cuenta de la casa.
La madame sonrió. –Es usted un hombge gentil monsieur…
-Perdone mis modales, soy Raimundo Ulloa, mi hija Emilia y su esposo regentan esta posada.
-Je suis Marianne de Kersabiec. Enchanté monsieur Gaimundo –dijo levantando una mano que Ulloa besó-. Pego tganquilícese, el susto no ha sido paga tanto.
-¿Y qué hace una dama francesa por aquí? ¿Acaso se ha perdido? –Raimundo examina a la dama, no debe de tener más de cuarenta y tantos años, su pelo es oscuro y rizado, sus ojos verdosos y grandes, con patas de gallo. Su voz es melodiosa y aún más en un idioma como el francés. Porta un vestido blanco que le cubre hasta los tobillos, unos elegantes zapatos y guantes de Grassé. Además de joyas como anillos y un bonito collar de plata.
-No, mi magido decidió venir a l’Espagne y concgetamente a Puente Viejo, así que aquí estamos.
Una mujer apareció en bata de hilo blanco, con el cabello sujeto con varias pinzas para rizárselo.
-Doña Griselda –saludó Raimundo.
-Buenas, es que he oído alboroto en la plaza y me acercaba a mirar si era algo grave.
Madame de Kersabiec bostezó con disimulo.
-Si doña Griselda, ha aparecido una mujer muerta en el bosque.
-Vaya, increíble que eso pase aquí.
-Espego que no sea una especie de Jack el destgipadog, solo de gecogdaglo me dan escalofgíos.
Griselda se dio cuenta de la presencia de la extraña.
-Permítanme, madame, ella es Griselda Capdevilla, una empresaria catalana, y doña Griselda, la señora es madame de Kersabiec, una nueva vecina que viene de la Francia.
Hicieron presentaciones, apuraron sus tazas y cada uno a su alcoba…
#7
anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 20:32
Como era lógico, al día siguiente no se hablaba de otra cosa que del asesinato de Irina Alonso, la campesina como se la acababa de dar a conocer. Y cada versión era más fantástica que la anterior. Lo que comienza como una historia de terror acaba como una gran bola de nieve llena de fantasía.

Francisca arroja furiosa un periódico a Mauricio.
-Es inadmisible Mauricio. ¿Es qué siempre tengo que ser la última en enterarme de todo? ¿Por qué no viniste anoche a avisarme en cuánto te enteraste de ello?
-No quería molestarla tan tarde señora.
-No digas sandeces, sabes de sobra que tú siempre molestas. Pero te digo una cosa, que sea la última vez que…
-Señora –irrumpe Mariana en la biblioteca con un papel en la mano.
-¿Qué?
-Acaba de llegar éste telegrama desde Palencia.
-Léelo.
-“Hacemos noche en Palencia. Llegaremos al mediodía. A.V.M.”
-Muy bien, prepara la habitación de invitados, la que ocupaba Fernando.
-Si señora -. Mariana salió presta.
-Y tu Mauricio, piérdete.
El alcalde salió malhumorado maldiciendo entre dientes.

La nevada de la noche anterior había dejado un ligero manto blanco sobre los bosques de Puente Viejo. Y la imagen que presentaba la pequeña playa del lago era sencillamente maravillosa. Pero esa estampa tan invernal y tan blanca, gris y pura es adulterada por una mancha en el paisaje, un borrón negro con sotana y alzacuellos. Martín o Gonzalo como le conocen ahora va de un lado a otro de la orilla, hasta que oye llegar a una vivaracha muchacha. Rezuma juventud y energía, da saltos y corre hasta donde está el muchacho, lleva un vestido de color azul oscuro y una capa verde botella, el pelo elegantemente recogido y el sombrero en la mano. María Castañeda llega junto a Gonzalo y se abraza a él, pero el gesto no es correspondido y el joven rápidamente la aparta de su lado.
-¿A qué éste desprecio?
Gonzalo baja la cabeza negando con ella. –María lo nuestro no puede ser, yo… Yo voy a ser cura, y debo respetar el celibato.
María no da crédito. -¿Cura? Tu no vas a ser cura, tu estarás conmigo y nos casaremos y…
-Para María, y deja esas ilusiones, olvídame y concéntrate en tu relación con Fernando.
-Fernando se ha marchado, se ha ido, dejó una carta en la que tan solo ponía “adiós” y no ha dado razones ni a don Olmo que ésta que echa sapos y culebras.
-¿Ido? ¿Así sin más? –Pregunta Gonzalo extrañado.
-Sí, pero no me cambies de tema, ¿qué fue entonces lo de la otra noche? ¿Una despedida?
-¿María es que no entiendes? Fuiste la tentación que me atacó en un momento de debilidad, no puedo mirar a don Anselmo a la cara, entiéndelo –la coge de las manos- juntos solo nos haremos daños, mi destino es ser cura y el tuyo…
#8
anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 20:34
-¡¿EL MÍO?! –Grita María furiosa. –El mío es buscar a alguien que no juegue conmigo y que no me use para calentar la cama en un momento de debilidad –le dice entre burla y rabia, a punto de romper a llorar. –Si así eres de diácono no quiero verte de cura, ni de cura ni de ninguna forma, no quiero volver a verte Gonzalo Balbuena. –Y echa a andar, pero a los cinco pasos se para-. Muy bien muy bien, no me detengas y me digas que me quieres.
Gonzalo arquea las cejas.
-Hasta nunca curilla de tres al cuarto, espero que mi madrina te eche de un puntapié en las nalgas –y se va furiosa.
Mientras Gonzalo la observa yéndose, le parece lo más bonito y gracioso cuando se enfada, en el fondo María es una niña infantil. Se da la vuelta para irse cuando ve a alguien más que viene. Enfundado en un abrigo negro, parece vestir bien, tiene la tez clara, los ojos marrones y el pelo castaño y sedoso que ondea con el viento.
-Buenos días padre –dice con acento francés.
-Buenos días –responde Gonzalo contrariado-, ¿forastero?
-Oui, mi familia se va a instalar en Puente Viejo, llegamos anoche.
-Pues bienvenidos, yo soy Gonzalo Balbuena, diácono. –Le tiende la mano -¿y usted?
-No me llames de usted que eres mayor que yo diácono, soy Marc de Kersabiec.
-Encantado ¿y te has perdido?
-¿Es una chanza no? Soy más joven pero no soy un mocoso diácono.
-Perdona, es que siendo forastero me extrañaba que hubieras dado con el lago, está bastante escondido.
-¿A sí? Bueno, en realidad iba hacia un lugar llamado La Casona, mi madre recibió una invitación de una tal madame Françoise, pero como me desperté a deshora ella y mi hermana partieron sin mí.
-¿Quieres qué te acompañe? –Así tendría una excusa para ver a María.
-Agradecido, oniva.

En la casona, doña Francisca con uno de sus trajes negros disfrutaba de un chocolate con picatostes junto a madame Marianne, la hija de ésta, Anna, Olmo Mesía y Soledad con su típica cara de amargura.
-¿Y dígame madame qué empujo a su marido a venir a Puente Viejo y dejar un lugar tan hermoso como es la mismísima Versalles?
-Mi magido ama el campo madame Françoise, y pensó en getigagse de los negocios y dedicagse a la vida gugal aquí en Puente Viejo, lo eligió al azag.
-¿Retirarse? ¿Pero qué edad tiene su marido?
-Cincuenta y cuatgo, y bien llevados.
Doña Francisca mira a Soledad que lleva agitando la bolsita del te desde que se lo dieron, y éste humeaba y ahora estaba más que tibio.
-Soledad hija ¿por qué no participas en ésta agradable charla con nuestras invitadas?
Soledad alza la cabeza y mira con odio a su madre, después abate el rostro, mira a las francesas y dice: -¿Sabe qué una vez estuve a punto de irme a vivir a París?
Madame de Kersabiec se sorprende gratamente. -¿Ah? ¿Y no lo consiguió?
-No, verá yo iba a irme con mi esposo, el amor de mi vida, Juan Castañeda, pero lo asesinaron, por eso me ve así.
-Lamento mucho su pérdida.
#9
anfrjaun
anfrjaun
11/11/2012 20:36
Soledad se levanta satisfecha al ver a Olmo mareado y a su madre furiosa. –Si me disculpan.
-Iré con ella –dice Olmo corriendo para alcanzarla.
-Siento de vegas la muegte de su yegno señoga.
-No lo sienta que de eso hace ya dieciséis años, y ni era mi yerno ni lo tenía en estima, por favor, lo que me faltaba es que para una vez que viene una aristócrata francesa tenga que hablar con ella de Juan Castañeda. Ni cuando vino la duquesa de Caldas.
Madame se sorprende, -¿conoce a madame Eloísa?
-¿Usted también?
-Sí, estuvo un tiempo viviendo en Versalles, nos conocimos a través de una amiga en común que nos presentó, la diseñadora Madeleine de Vionnet.
-Bueno pues dejémosla en Versalles y no hablemos de ella tampoco.
-Disculpe doña Francisca pero, ¿sabe usted de alguna chica de mi edad que haya por estos lares? –Dice Anna intentando suavizar el ambiente con su meliflua voz.
-Vaya, hablas bastante bien el español Anna.
-Gracias, mi abuela paterna era de Burgos y nos enseñó el idioma desde pequeños a mi hermano y a mí.
-Pues verás precisamente mi ahijada tiene tu edad, María Castañeda Ulloa, sus padres son los dueños de la posada y me la encomendaron cuando ésta era pequeña.
En ese preciso instante entraban Gonzalo y Marc.
-Doña Francisca.
-Padre Gonzalo.
-Madame, le pgesento a mi hijo mayog, Marc.
Marc sonríe cordialmente. –A sus pies señora, pero no haga caso a mi madre, soy el mayor por minutos.
-¿Perdona muchacho? –Dice Francisca con cordialidad mientras examina al chico.
-Mi hermana y yo somos mellizos.
-¿Y el padge es? –Dice Marianne mirando con avidez a Gonzalo.
-No madame no es padre, es el diácono de don Anselmo el párroco –se apura a decir doña Francisca.
María entra en ese momento. Y su mirada de enojo se endulza al ver a Gonzalo, pero le viene a la mente el momento en el que se enteró de que era cura en una situación muy parecida y los nervios la traicionan y se desploma allí mismo.
#10
martape
martape
12/11/2012 17:47
toma geroma!!! esos mellicillos luego son malos.... ummmm
#11
anfrjaun
anfrjaun
14/11/2012 01:19
CAPÍTULO III
El príncipe y la mendiga

Doña Francisca corrió en auxilio de María y comenzó a gritar pidiendo un médico y llamando a las doncellas. Sería malvada, pero en ese momento demostraba que el cariño y el aprecio que le procesaba a la chiquilla eran sinceros.
Mariana llegó rauda y con ayuda de Gonzalo subieron a María a su cuarto. Abajo la doña despedía a la franca visita.
Pero la cosa no era grave, María despertó al poco y dijo encontrarse bien y no necesitar tantas atenciones. Su hipocondriaca madrina insistía en avisar a don Pablo, el médico de la Puebla, pero ella era más cabezona y se negaba a ser atendida, y finalmente venció a su madrina.


En la humilde residencia de los Fresnedoso, Pía preparaba dos tisanas, una para ella y la otra para don Anselmo que estaba sentado a la mesa.
-Aquí tiene padre –le sirvió con soltura a pesar del nerviosismo que le provocaba la visita del páter- dígame.
-Pía esto es serio, se trata de tu confesión del otro día, ¿estás segura de qué estás en estado de buena esperanza?
-Sí don Anselmo, por desgracia.
-¿Y estás segura de que Olmo Mesía es el padre de la criatura?
-Claro, no he de estarlo, pues es el único hombre que he conocido, porque en tantos años de matrimonio mi marido ni me ha tocado, me casé a los trece, y tengo veinticinco, ocho años padre, y no me ha profesado el amor carnal.
-Si eso es cierto puede haber una manera de anular el matrimonio.
-Pero yo quiero a Roque padre.
-No deberías de quererlo tanto cuando te has encamado con otro, desde luego, y yo animando a Soledad a estar con él –dijo recriminándose a sí mismo- mira Pía, lo dejo en tus manos, se sincera con Roque y cesa las visitas de Olmo de inmediato.
Cogió su abrigo y salió de la humilde cabaña, sin percatarse de que oculto entre la maleza aguardando su marcha, Mesía había oído todo y sonreía victorioso.


-Buenos días padre –dijo Martín entrando en el salón de El Jaral, donde se estaba bastante bien, pues Rosario había encendido el fuego.
-Buenos días hijo –dijo Tristán saliendo del despacho ataviado con abrigo, capa y escopeta.- Me pillas de milagro, ahora mismo iba a salir a cabalgar a… Bueno ya sabes.
-¿Otra vez padre? –Le reprochó su hijo.
-Lo siento Martín, pero algo me llama a ir allí –dijo Tristán saliendo aprisa y dejando a su hijo con la palabra en la boca.
#12
anfrjaun
anfrjaun
14/11/2012 01:20
Roque estaba en el despacho de la textil, que diecisiete años atrás fue el de Sebastián Ulloa, estaba a punto de marcharse a casa cuando Olmo entro de improviso.
-Don Olmo –dijo Roque sorprendido.
Olmo sonrió. –Mira Roque, soy hombre al que no le gusta perder el tiempo así que hagamos de tripas corazón –sacó del bolsillo un cuchillo y lo clavó en el pecho del pintor que intento agarrarse al cuello de Olmo, luego cayó al suelo mientras moría.
Olmo abrió la caja fuerte, su hijo le había dado la combinación antes de irse, cogió el dinero para simular un robo. Y antes de salir echó una última mirada a su víctima.
-Lo siento Roque, pero está en juego el futuro de mi linaje, mi padre nunca me perdonaría que no continuara su legado.
Con un esfuerzo titánico, Roque dijo unas últimas palabras: -Acabará por caer y las pagará todas juntas, y también Pía, hija mía… -Y los ojos de Roque quedaron abiertos pero sin ver, estaba quieto, estaba muerto y no se levantaría nunca más.
Olmo recordó la última vez que hizo algo así, y fugazmente vio como Águeda lo llamaba loco y como él la tiraba por la ventana y se escondía porque Pepa entraba… No le había pasado nada entonces, ahora menos que su víctima era un insignificante trabajador de una fabricucha de pueblo…
#13
anfrjaun
anfrjaun
14/11/2012 01:21
Tristán escrutaba la quebrada recordando los últimos momentos de Pepa, el parto de Aurora, su secuestro por el hombre de ojos claros, sin parar de repetirse una cosa, -Pepa, Pepa –para sí. No había nada, la nieve hacía aún más peligroso el paraje y los aullidos se oían cercanos, cuando de pronto le dio un vuelco al corazón, más allí había alguien, o algo. Se acercó lentamente con la escopeta en alto, y vio un extraño bulto en la nieve, era algo raro, una especie de animal que se movía al suave compás de una respiración sobre una nieve rojiza. Alzó la mano y retiró la piel de animal para descubrir a un muchacho, un muchacho dormido, cubierto por completo de sangre y con un puñal también lleno de sangre en la mano.

Tristán no lo pensó dos veces, si lo dejaba ahí moriría, lo tomó en brazos y lo llevó al pueblo. Y fueron todos los que al verlo entrar en la plaza con el muchacho ensangrentado en brazos, recordaron cuando hizo lo mismo con Aurora. El barullo fue en aumento y Tristán estaba teniendo que esforzarse por llegar a la posada. Emilia le abrió una habitación y Candela que estaba allí fue a buscar a un médico.
Emilia lavó al muchacho que seguía inconsciente, y lo seguía estando cuando llegó el médico. Era moreno, su rostro parecía cincelado cuidadosamente y su pelo salvaje de un negro profundo. Fue cuando Emilia trajo un caldo de gallina para su hermano, cuando el muchacho abrió los ojos, los ojos que eran como el chocolate, solo que la dulzura era falsa.
-Co-comida…
Don Pablo se apresuró a examinarlo y dictaminó que solo estaba débil, a pesar de que tenía muchas cicatrices y heridas en los brazos y las piernas, y oscuros cardenales en las manos y los pies como si hubiese estado atado. Además de marcas de pinchazos de inyecciones que el galeno no supo identificar. Francamente entre esto y lo del asesinato de Irina Alonso, don Pablo dejaba ver qué tipo de médico era.
-¿Cómo te llamas? –Preguntó Tristán.
-Juan –respondió él en un hilo de voz.
-¿De dónde eres? –Preguntó Emilia.
-¿Dónde estoy? ¿Quiénes son? –Preguntó él ignorando a la posadera.
Tristán y Emilia se miraron sorprendidos.
-Soy Tristán Ulloa, y ésta mi hermana Emilia. Te encontré en la Quebrada de los Lobos cubierto de sangre con un puñal. ¿Qué hacías allí?
-Morir…
-¿Cómo? –Preguntaron todos anonadados.
-Un lobo –dijo él con dificultad, yo lo maté y con su piel me refugié del frío, pero quería morir…
-Éste niño no dice más que desvaríos don Tristán.
-¿Dónde estoy? –Dijo tratándose de poner en pie.
-Espera que te ayudo –dijo Emilia yendo hacia él.
-¡No, no me toque señora, no me toque! –Gritó el joven haciendo espasmos.
Emilia se quedó petrificada y vio como el muchacho se sentaba en la cama con las manos en la nuca y la cabeza en el pecho mientras lloraba.
-No me toque, no me toque…
#14
martape
martape
19/11/2012 17:34
continua...
#15
anfrjaun
anfrjaun
22/11/2012 22:25
Capítulo IV
La cruz, el canto y la cara
[/i]

Don Pablo sedó al muchacho debido a su alteración, poco a poco, el joven se fue quedado dormido en la cama. Emilia le dijo a Tristán que sintiéndolo mucho no podía tener al chico allí.
-¿Y qué harás con él hermano?
-Haré lo que haría Pepa –le dijo Tristán a Emilia- lo llevaré a El Jaral a que se recupere, seguro que con los mimos de Rosario se pone bien en un periquete.
-Espero que así sea, pasaré a verlo cuando tenga un rato libre.
Tristán se lo llevó en una carreta y lo instaló en una de las habitaciones de invitados.


Con los años, la Posada de María se había convertido en un famoso punto de referencia para todos los viajeros que pasaban por la comarca, y no era de extrañar que por ello, los de Kersabiec, aguardando la llegada de don Marcos que seguía en la Francia se hospedaran allí. Lo que era todo un alivio para Marianne el estar rodeada de gente. Ella salía de su habitación con un ejemplar de La comedia humana de Balzac. Había quedado con Raimundo para dar un paseo y comentar la novela. Marianne acababa de salir cuando su hijo se acercó a ella.
-¿A dónde va? –Preguntó él con brusquedad sujetando a su madre por el brazo.
Ella miró el brazo de su hijo. –He quedado con don Gaimundo paga comentag el libgo.
-¿Le parece de recibo ver a otros hombres cuando su marido no está presente? Eso es de ínfima clase –le dijo su hijo con desprecio.
-¿Pego qué dices? Suéltame o…
-¿O qué? Cállese y métase en su habitación con sus libros.
Pasaron unos viajeros y Marianne creyó conveniente guardar las formas.
-Yo ya soy mayogcita, y voy a ig a…
Marc le retorció el brazo y su madre guardó silencio.
-Cállese ya estúpida. Yo le digo que se queda en su habitación y usted obedece sin rechistar ¿me ha entendido? –Le retorció la muñeca.
-Si –respondió ella.
-Pues ea, y no moleste, que tengo asuntos más importantes de los que ocuparme.
La soltó y la dejó en la habitación. Ella derrotada se echó a llorar en la cama pensando en que había hecho para que su propio hijo la tratara así.
Mientras Marc se encontraba en la plaza a su hermana saliendo del colmado.
-¿A dónde vas hermano?
Él se tocó el sombrero. –A La Casona, voy a interesarme por la tal María.
-¿Para qué?
-Por favor no seas estúpida, primero se siembra y luego se recoge. Es posible que en esa encontremos una solución.
Su hermana asimiló la información. -Está bien, pero ten cuidado, recuerda que tuvimos que marcharnos del pueblo por lo que ocurrió con Aurora Ulloa, y que si estamos aquí…
Su hermano no la dejó terminar. –Será padre el que se encargue de don Tristán, tú ocúpate de madre, que no salga de su cuarto.
#16
anfrjaun
anfrjaun
22/11/2012 22:26
Doña Francisca entraba acompañada de una mujer. Era pálida y sus ojos de un verde acuoso muy claros. Su pelo castaño recogido en un moño con un sombrero blanco con adornos rosas y verdes, joyas y un vestido rosa palo de media manga con guantes de encaje blanco. Su claridad desentonaba con doña Francisca que era más bien oscura.
-Lamento esta simple bienvenida, sin duda una Montenegro merece.
-Tranquila tía, se como están las cosas, la prima Soledad deprimida, y el primo Tristán…
-A ese ni me lo nombres. Pero bueno está María para compensar, lo que pasa es que se encontraba indispuesta y…
-Señora –Mauricio entraba a prisa.
-Dime Godoy.
-Ha ocurrido una desgracia en la fábrica.
-¿El qué? ¿Un trabajador ha tenido un accidente acaso?
-Es Roque, lo han asesinado.
La noticia cae como un jarro de agua fría para la Montenegro.


Rosario camina por el pasillo de El Jaral junto a Tristán que iba con un humeante tazón de cacao.
-Desde luego señor, se le ve como mejorado ocupándose del muchacho.
-Bueno, siento que haciendo esto es como si recuperara un poco de la presencia de Pepa.
Abrió la puerta y cuál fue su sorpresa al ver el cuarto vacío.
Lo buscaron por toda la casa, y al final como último recurso, Tristán fue al cuarto que un día ocupó Pepa. Y Allí estaba, tumbado sobre la colcha, tapado con el camisón de Pepa cuya fragancia aún conservaba.
La mirada de Tristán se enterneció con la estampa, y pensó en Aurora, en Pepa, y por un instante en el bebé que habría nacido de su relación con Gregoria Casas, no había querido a la doctora, pero se habría ocupado del bebé. Pero el colofón fue el recuerdo, uno tan fuerte que creyó encontrarse de nuevo diecisiete años atrás, en la habitación de Angustias viendo como Pepa le hacía el boca a boca al pequeño Tristán… ¿Acaso el altísimo había puesto a ese zagal en su camino? Lo cierto era que algo lo conectaba a él.

La taberna estaba llena, una lluvia que deshacía la nieve obligaba a los parroquianos a quedarse más de lo debido en el local, lo que aumentaba las consumiciones. Raimundo estaba solo en una mesa leyendo el ABC. Su hija se le acercó.
-¿No había quedado con madame Marianne padre?
-Sí pero, no se ha presentado, y he ido a su alcoba y nada.
Alfonso entraba empapado, se quitó el sombrero y el abrigo. Traía una cara de desangelado…
-¿Qué ocurre marido. A qué esa cara?
-Roque ha muerto.
Emilia se llevó las manos al pecho. –Pobre Pía…
Me he encontrado con Lagares, me ha dado esto para que lo colguemos aquí.
Eran unos bandos. Emilia cogió uno y leyó:
-Se busca por asesinato múltiple. Muy peligroso, no retener y alertar de inmediato a las autoridades. Se recompensará con 1500 pesetas a quien entregue al “Cuchillero de Munia”. Fugado del Sanatorio de León.
Miró el rostro dibujado, y a pesar de que la muerte de Roque era cosa grave ésta lo era más. Pues el cuchillero ese no era otro que el muchacho que Tristán tenía en El Jaral.
#17
anfrjaun
anfrjaun
08/12/2012 01:32
Capítulo V
El cuchillero de Munia
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A toda prisa, Alfonso y Emilia se dirigieron a El Jaral a alertar a Tristán, a Emilia se la llevaban los demonios, su hermano corría peligro, mientras que Alfonso mantenía la calma y la tranquilizaba. Una vez allí, la Ulloa irrumpió en el salón a gritos llamando a Tristán, que salió extrañado del despacho.
-¿Ocurre algo hermana? ¿A qué esos gritos?
Rosario llegaba también, alertada por el escándalo de su nuera.
-He pasado tanto miedo –dijo Emilia rompiendo a llorar en los brazos de Tristán.
Sorprendido por la reacción de su hermana, Tristán la correspondió y miró extrañado a Alfonso.
-Verás Tristán –comenzó éste- los migueletes están repartiendo unos bandos en los que se dice que el zagal que tienes hospedado, el tal Juan, es un asesino, el cuchillero de Munia para más inri.
Rosario se llevó las manos al pecho y miró a Tristán, que sorprendido recibía el bando, efectivamente era él.
–Dios santo, no puede ser, parece un chico indefenso, pacífico –pero recordó que lo encontró ensangrentado y con un cuchillo, ¿y si era el asesino de la mujer que encontraron los Kersabiec?
-Hermano, debemos alertar a los civiles ya –dijo Emilia.
Pero entonces alguien entró en el salón, y todos se quedaron mirándola ante la sorpresa, pues nadie habría apostado nunca que esa mujer fuera a El Jaral.
-Buenas tardes, la puerta estaba abierta y, me urgía parlamentar con el señor Ulloa.
-¿Griselda que hace aquí? –Preguntó Emilia.
Ella la respondió entregándole otro bando.
-Rufina me dijo que don Tristán lo tenía en su casa, y yo lo conozco.
-¿Conoce a Juan? –Le preguntó Tristán.
-Años a, tantos como tiene él.
-Cuente por favor.
Ella se aclaró la garganta. –Sepan que no es agradable la historia –tomó asiento-. Hace ya dieciséis años, volvíamos mis padres y yo de un viaje, cuando llegando a Barcelona encontramos a una mujer. Le habían dado una brutal paliza y apenas se podía mover, suplicaba a Dios ayuda para su hijo. –Los demás escuchaban con atención-. Mi padre, alma caritativa donde las haya, la llevó a nuestra masía y allí se repuso, gracias al altísimo el bebé no había sufrido daños. La joven se llamaba Raquel, y parecía estar de entre cuatro y cinco meses, pues en enero dio a luz a un niño, al que llamó Juan como, el que ella decía que había sido, el amor de su vida. Mi familia determinó contratarla como doncella y que se quedara en la casa. Y allí estuvo hasta hace poco más de un año, una noche sin previo aviso se marchó y ya nada supimos ni de ella ni de su hijo.
-¿Y cómo era el muchacho? –Preguntó Rosario.
-Bueno, la verdad es que la pobre Raquel se deslomaba y apenas pasaba tiempo con él, Juan siempre estaba solo, paseando por la casa, pero su comportamiento era inusual.
-¿Perdone?
-Verá don Tristán, Juan trataba a todos como si el fuese superior, como si fuese un marqués y los demás lacayos, era muy raro pero se lo atribuimos a que al ser tan humilde soñaba con llegar lejos. Pero con los años fue empeorando, la relación con su madre era muy fría y el odiaba que lo tocaran eso lo recuerdo, y tampoco tuvo nunca contacto con otros niños, ni salió jamás fuera de la casa, estuvo allí hasta que se marchó. Las únicas personas con las que entabló relación fueron su madre, las doncellas y criados, y unos profesores que tuvo el chico, porque a pesar de sus rarezas era muy inteligente, recuerdo que en dos semanas, doña Marita Delgado ya le había enseñado las declinaciones, el tiempo de presente y los adjetivos. Además de que…
El grito que Emilia profirió calló a Griselda y casi provoca un infarto a todos, cuando le preguntaron que qué le pasaba ella levantó un tembloroso dedo señalando a Juan que observaba en el umbral.
Tristán fue hacia él.
-Deténgase –le dijo Juan avanzando hacia los presentes.
-¿Por qué no cuenta la historia completa Griselda? ¿Por qué no dice que mi madre era una borracha, una furcia, una puta que ejerció en su propia casa, una rabiza a la que ustedes le perdonaron todo? –Le gritó el chico con dureza.
-Juan intento mejorar tu posición, tu madre estaba en una situación difícil, ella…
#18
anfrjaun
anfrjaun
08/12/2012 01:35
¡CÁLLESE! -Gritó- ¿Quieren saber cuál fue mi crimen? –Miró a Griselda-. Matar, yo maté a mi padrastro, y a mi madre también. Mi madre, era una vulgar ramera, una fulana, una zorra que metía en su cama a todo Dios, y que no tenía reparo en ocultárselo a su propio hijo, al que maltrataba con su indiferencia y con desprecios. –Una lágrima caía por su rostro –ella era horrible, y yo la odiaba con todo el alma, y la sigo odiando. –Con cada palabra demostraba profunda animadversión hacia su madre-. Un día me llevó de viaje, a Madrid y nos quedamos en la casa de un hombre muy rico, ella quería venderme, quería darme a ese señor, y yo me alegré. Ese hombre era rico y parecía decente, pero entonces, apareció mi padrastro, un borracho indeseable que le sorbió la sesera a mi madre, se casaron y nos fuimos a vivir a Munia, donde ella tenía conocidos. Y tras varios días aguantando palizas de ese cerdo, exploté y lo maté, lo acuchillé, y después hice lo mismo con mi madre. Ella quería denunciarme, pero yo no lo iba a consentir, así que acabé con ella. Aquello hizo que me encerraran en el sanatorio con el doctor Mendívil, que impone duras torturas a sus presos más peligrosos, además de los baños fríos y las escarificaciones. Yo tan solo quería salir de allí y vivir la vida que se me escapaba de las manos, y pude hacerlo gracias a la ayuda de una de las locas de allí. La Felisa me contó que ella había escapado una vez, la imité y anduve hasta llegar a Puente Viejo, donde le juro por mi alma no he matado a nadie, yo no le hice eso a la mujer que encontraron en el camino. –Miró a todos de forma suplicante, triste, rogando con los ojos el no ser denunciado. Y entonces se arrodilló ante Tristán y le pidió quedarse-. Por favor don Tristán, no deje que me encierren, no lo soportaré –dijo llorando.

Tristán asimilaba la información como podía. –Pero, ¿por qué los mataste?

-Porque se lo merecían, ambos. Mi madre era un monstruo, un mal bicho, ¿saben lo que hizo? Antes de conocer a mi padre se quedó preñada, y ella misma se lo sacó. ¿Qué clase de monstruo hace eso?

-Está bien está bien, Juan estás muy alterado y eso no conviene…

-¿Acaso teme que yo les haga daño? Nunca, yo nunca les haría nada, ustedes son buenos, no son como era mi madre, ustedes son buenos, por favor don Tristán, por favor…

Tristán miró a los presentes, y dijo: -Rosario, que venga el doctor Mendívil –y añadió al ver la expresión de Juan- tengo que proponerle algo.


Pasaron los días, y ya noviembre acababa, y en ese par de semanas habían pasado muchas cosas. Tristán había consentido que Juan se quedara en El Jaral, pero antes habló con el doctor Mendívil, que estuvo de acuerdo en que el chico hiciera terapia allí, cosa que no agradó mucho a los civiles. Por otro lado, Olmo Mesía parecía haber desaparecido, y también Pía que se había marchado pocos días después del funeral de Roque. Madame Kersabiec había roto todo trato con los Ulloa y no salía de su cuarto, y la sobrina de doña Francisca, Alicia Velasco Montenegro se había instalado definitivamente en La Casona.
Y allí estaban desayunando, doña Francisca, su sobrina y María, ésta última con mala cara, mientras Mariana servía el café. Era una mañana fresca, el invierno se acercaba, y aunque no había nieve apenas, el frío era omnipresente, y por más chimeneas que encendieran las doncellas, éste no se iba.

-María querida, -dijo su madrina. -¿Acaso te has propuesto quitarle a Soledad el papel de mártir? ¿Llamó a don Luís?

Ella no la oía, pensaba.

-¡María!

María salió de su ensimismamiento, -perdone madrina ¿decía algo?

-¿Qué te aflige? Ten confianza.

-Pensaba en, en la propuesta de Hipólito –mintió- me ha pedido ayuda con el coro de los niños para Navidad.

Oyeron una tos a sus espaldas y vieron a don Olmo, sonriente como nunca, a la par que elegante.

-Buenos días señoras.

-Olmo –dijo Francisca sorprendida-. ¿Qué hace aquí? Pensé que había desaparecido como su hijo Fernando, ¿acaso ha estado buscándolo?

-No, no a él. Verá doña Francisca, han sido muchos los años que he estado tras Soledad, y finalmente me he cansado de esperar, y también creo que he abusado de su confianza. Por lo que me marcho de Puente Viejo y vuelvo a mi palacete de El Pardo, aunque deberé esperar unos días antes de ir, quiero vender mis últimas propiedades.

-No entiendo –dijo María.

-Señoras, me congratula presentarles a mi prometida.

La sorpresa hacía mella en todas al ver entrar en el salón a Pía, vestida con un precioso vestido rojo y el pelo suelto y ondulado cayendo elegantemente bajo su tocado negro.
#19
martape
martape
09/12/2012 13:54
pía la prometida del olmoseco???