Camino a Viena

El viaje ha comenzado de lo más desalentador. Catalina está inmersa en sus pensamientos. En su mirada se entrevé tristeza y dolor. No va a conversar mucho, aunque yo tampoco tengo ganas. Lucrecia también está perdida en sus propios pensamientos y yo… yo no puedo quitarme de la cabeza la imagen de Gonzalo, allí en su caballo, pidiéndome que me quedara. Ahora comprendo que mis palabras fueron duras. Le dolieron, de eso estoy segura, pero ¿qué se supone que debía haber hecho? ¿Bajar e irme con él? No… no, él solo es mi cuñado, nada más. Él tiene otra mujer con la que pronto formará una familia junto a Alonso. Mi sitio ya no está con ellos. No me necesitan. Solo me queda irme, mi pobre corazón no lo soportaría.

¿Por qué se detienen ahora? Vaya parece que se ha partido un eje del carruaje. Lucrecia no hace más que quejarse. No le gustamos ninguno y aún así nos ha pedido a todo el servicio que la acompañemos en su nueva vida en Viena. Supongo que en el fondo tiene miedo a sentirse sola.

Mientras intentan arreglarlo me voy acercando a ese acantilado. Las vistas desde aquí son preciosas, voy a echar de menos estos rincones de mi hogar. Mi hogar…. Dios aún no estamos ni aún día de la Villa y ya los echo en falta. Añoro tanto a Alonso, a Satur… a Gonzalo…

Gonzalo…¿Por qué viniste a buscarme? ¿No ves lo que me haces sufrir? ¿No te das cuenta? No puedo estar más a tu lado sin poder rozarte, sin poder besarte. Me duele, me quema las entrañas… no puedo más. Adiós mi amor….siempre te querré. Le grito al viento.

Vuelvo hacia el carruaje pero, ¿Por qué gritan Lucrecia y Catalina? Dios mío!! ¿Quién es ese hombre? Socorro, socorro…..

Hemos encontrado un refugio, nos escondemos en el interior. Los demás se quedan fuera intentando protegernos. Oímos gritos, lamentos, ¿qué está pasando? Estamos asustadas. ¿Pero quien intenta abrir la puerta? Dios es el fin, no llegaremos a nuestro destino. Quiere matarnos… Otro golpe en la puerta…. Tengo miedo. Como me gustaría que Gonzalo estuviera conmigo, abrazándome, protegiéndome… Lucrecia está tratando de calmarnos, pero nosotras estamos muy angustiadas.

¿Por qué hay tanto silencio fuera? Hemos oído un grito desgarrador y ahora solo se oye el silencio. ¿Cuánto rato llevamos aquí? Qué extraño ya no se oye nada. Lucrecia insiste en salir. No me puedo mover, estoy paralizada. Tengo mucho miedo. Gonzalo, Gonzalo…

Hemos salido. Todos los sirvientes de palacio están muertos… esto es terrible…. No queda nadie con vida. Poco a poco intentamos salir hacia el exterior. He tropezado con algo. Dios, es un cadáver pero ¿Qué lleva encima? Un pluma roja, Águila…. Águila nos ha encontrado y nos ha salvado… ¿Dónde estás? ¿Por qué no has abierto la puerta y nos has dicho que todo había terminado? ¿Y si le han malherido? Alguien se acerca, oigo sus pasos. Lucrecia y Catalina se han adelantado y yo me he quedado sola…

No puede ser…. Gonzalo…. Viene corriendo hacia mí, me abraza fuerte, me besa en la frente. Me pregunta si estoy bien, sin soltarme de sus fuertes brazos. No lo sé Gonzalo, no lo sé, antes tenía miedo pero ahora…. Ahora tengo pánico. ¿Cómo has llegado hasta mí? Me dice que volvamos a casa, tenemos un largo camino y mucho de qué hablar.

Me coge de la cintura y me sube a su caballo. El monta detrás y me envuelve en su cálido abrazo. Me susurra al oído que no hay nadie más en su vida. Me dice lo mucho que siente el haberme ocultado que Claudia es una vieja amiga, que está casada y pronto volverá su marido a buscarla. Me besa en el pelo, me suplica mi perdón.

Mi corazón no puede más… me giro como puedo y lo veo… está llorando. Le beso en los labios y me recuesto sobre su pecho, estoy agotada. Él suspira. Ha venido a buscarme…solo a mí.