FormulaTV Foros

Foro Bandolera

Mi propia historia de Miguel y Sara.

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Siguiente
#0
Silvania20
Silvania20
10/09/2011 16:05
Bueno, ya os he puesto unos trocitos en el post de los relatos de nuestra parejita, pero os los quiero poner aquí y poder continuarla, ya que quiero contribuir con mi propia historia. Sé que no será tan buena como la de Campanilla, pero espero que os interese =) Os pongo aquí el principio que está en el post de los relatos y después sigo =)

1.

¿Cómo puedo perdonarla?, eso pensaba Miguel mientras caminaba por el inmenso pasillo de la casona en la que vivía su único y verdadero amor, la misteriosa bandolera del rifle. No pudo remediar que una lágrima se abriera paso y descendiera por su mejilla mientras escuchaba a Sara llorar en su habitación. La había dejado tendida sobre la cama, llorando con el corazón en un puño, ¿pero qué me pasa?, ¿por qué no puedo olvidarla?, durante todo este tiempo me ha estado utilizando, me ha mentido, se ha convertido en lo que yo más detesto en este mundo, un bandolero, un criminal. Solo sé que la amo y no puedo dejar que esta vez se me escape…

El hombre al que ella amaba, se había ido, la había dejado allí, sola, llorando, mientras que ella le decía todo lo que le quería. ¿Cómo ha podido olvidar todos esos sentimientos que tenía hacia mi persona?, yo le amo, pero él no me cree. Ahora sí que lo he perdido, pero para siempre. Sara dolida, sin saber que hacer solo pudo acercarse al escritorio y allí encontró el libro en el que había escrito todas, las aventuras que le habían acompañado desde que pisó por primera vez el suelo que la plaza de Arazana, todas las amistades que había hecho en este pueblo y, sobre todo, el inmenso amor que sentía por Miguel. Lo miró con pena y lo abrió. Vio una de las dedicatorias:
“Muchos de los sentimientos que he querido expresar en este libro se lo debo al amor de mi vida, al que hizo que mi estancia en Arazana fuera mágica, el que me robó el corazón y el hombre al que ahora he perdido para siempre”
Tras ver esto, Sara, volvió a derramar más lágrimas. Arrancó la página de cuajo, la hizo una pelota y la tiró hacia el pasillo. Se dio cuenta que debajo del libro había un abre cartas, lo miró y se dispuso a hacer lo peor que podía habérsele ocurrido en ese momento.

Miguel, no podía evitar sentirse culpable por el llanto de Sara, por lo que se dio la vuelta. Vio como una hoja de papel arrugada cayó al suelo. Caminando, fue a mirar lo que ponía en esa hoja de papel. Leyó la dedicatoria. Sara consiguió publicar su libro, y me ha incluido en una de sus dedicatorias. Entonces me quiere de verdad, nunca lo ha fingido… Ahora sí, ahora estaba convencido de que no iba a dejar que Sara se le escapara de sus manos como si fuera un puñado de arena. Caminó con rapidez hacía la habitación de Sara. Cuando llegó, no podía creer lo que estaba viendo.

Mi vida no tiene sentido. Sara no paraba de repetirse estas palabras. Lo he perdido y es culpa mía, solo mía… Las lágrimas no paraban de salir de sus ojos, comenzó a recordar todos y cada uno de los momentos que había disfrutado con Miguel, pensó en el hijo que nunca tendría con él, en el hijo que perdió a causa del ataque de Antonio Villa. No concebía la vida sin Miguel, no lo soportaría. Recordó las palabras que muchas veces le había dicho a Miguel; “Preferiría morir a estar sin ti” Al terminar de repetir esta frase en su mente, alzó los brazos y se dispuso a acabar con su vida, para no ver como el amor de su vida se esfumaba por segunda vez. Pero una sola palabra hizo la sacó de sus pensamientos.
Miguel al verla se quedó perplejo, ¿qué hace? Cuando se dio cuenta de lo que estaba pensando hacer Sara, no pudo evitarlo.
- ¡No!
Su garganta no pudo emitir ningún otro sonido. Tan solo al ver que iba a perderla, comenzó a llorar como un crio.
- Sara, deja ese abre cartas sobre el escritorio, por favor.
- ¿A ti qué más te da lo que me pase?
- Me importa y mucho, lo sabes…
- Solo sé que yo no he sido la que ha fingido todos estos sentimientos…
- ¿A qué te refieres?
- Me refiero a que tú eres el único que ha fingido durante todo este tiempo, sino como te explicas que hayas dejado de lado todos esos sentimientos que decías tener a un lado de un día para otro.
- Nunca los he dejado a un lado, Sara, te amo y siempre va a ser así…
- Mentira – Dijo dolida, acercando poco a poco el abre cartas a su estomago.
- Mi amor, mírame por favor, déjalo sobre el escritorio.
- No, no quiero seguir viviendo sin tenerte a mi lado.
- A tu lado me tendrás, te lo garantizo…
- Mentira – Repitió acercando cada vez más el objeto que en segundos utilizaría para acabar con su sufrimiento.
- No es mentira - Miguel se acercó a ella, no hizo ademán de separarse de él. Bien. Pensó Miguel – Te amo y lo sabes – Se acercó un poco más – Siempre estaré a tu lado, y eso nunca va a cambiar –Y estaba prácticamente a pocos centímetros de su cuerpo, cogió el abre cartas y lo tiró en dirección al escritorio.
- Miguel, yo…
No pudo decir nada, Miguel la cogió por sorpresa y la besó con fuerza, con una irrefrenable pasión. La estrechó contra su cuerpo. Sara se sintió en las nubes, la estaba besando, estaba produciendo en su cuerpo un deseo que jamás había sentido. Todas las veces que habían hecho el amor, se había sentido feliz, cada una de las veces eran especiales, pero esta vez… esta vez no era hacer el amor para hacer disfrutar al otro, esta vez era necesidad, necesidad de sentir el cuerpo de la persona a la que se ama, necesidad de sentir que su amor era mucho más importante que una mentira, un simple uniforme, era más importante que los ideales de cada uno. Se amaban y eso jamás cambiaría.
#1
Silvania20
Silvania20
10/09/2011 16:06
2.


Miguel, comenzó a desabrochar la blusa de Sara. Sintió como bajo sus manos, su amada, se estremecía. La tiró hacia un lado, dejándola junto a su tricornio. ¡Dios, le necesito tanto! Desató el pelo recogido, con dos paradores, de Sara. Los pasadores cayeron al suelo produciendo un golpe sordo, pero que no consiguió sacar a Miguel y a Sara de su mundo. La falda comenzó a deslizarse por la cintura de Sara, descendiendo por sus piernas hasta llegar al suelo. Miguel se separó y la miró a los ojos, era suya, no cabía ninguna duda.

Cuando Miguel la miró, supo que era su momento para tomar las riendas. Uno a uno, tiró de los botones de la guerrera de Miguel, que cayó al suelo al lado de su falda. Él volvió a besarla. Siguió su labor desabrochando la camisa. Sintió como la lengua de Miguel rozaba sus labios, abriéndose paso. Enredó su lengua con la de su amado, deleitándose con cada roce que esta le propinaba. Consiguió desabrochar la camisa por completo y también la dejó reposando en el suelo. Cuando se dispuso a poner toda su atención al pantalón, Miguel se le había adelantado y también se había deshecho de ellos.
En ese momento sobraban las palabras, con cada gesto se lo estaban diciendo todo. Miguel la acercó a la cama y la depositó en ella, le dio a entender que se girara y ella lo hizo con gusto. Las manos de Miguel estaban recorriendo sus brazos, para terminar deshaciendo el nudo del corpiño y retirando el lazo. Quitó el corpiño dejando al aire la espalda de Sara, en la que depositó suaves besos. Sara volvió a girarse. Juntos se metieron bajo las sabanas, sin dejar de mirarse. Bajo las mismas, comenzaron a acariciarse, a besarse como si la vida se le fuese en ello. Sara sintió como Miguel se zafaba de las enaguas y de sus calzones. Ahora sí estaban tal y como ambos deseaban. Miguel la estrechó más sobre su cuerpo, amoldándolo. Besó suavemente el cuello de Sara, jugó con el lóbulo de su oreja, haciéndola gemir de puro placer.
Sara, por su parte entrelazó una de sus piernas con las de él. Miguel la miró y sonriendo, se colocó sobre ella. La besaba con amor, con locura, con pasión. Sara se separó y sonriendo le dijo.
- Te amo, Miguel Romero.
Este, viendo el brillo que Sara tenía en los ojos en el momento en el que le dijo que le amaba, la besó y no pudo hacer que el momento se retrasara aún más, ese momento que ambos habían estado deseando durante los últimos días. Con una de sus piernas separó las de ella, se colocó y entró en ella, haciendo que los dos sintieran una oleada de calor recorriendo sus cuerpos. Sara lo miraba con unos ojos que reflejaban deseo, cariño, aprecio y amor, sobre todo amor. Se le resbaló una lágrima de felicidad por su rostro Miguel la apresó y sonrió.
- Yo también te amo, Sara.
Tras esto, Miguel comenzó a moverse con un vaivén lento, que más tarde se transformó en un movimiento con mucha más necesidad, se necesitaban, querían sentirse unidos, más que nunca. Querían amarse con locura. Y ambos lo hicieron, se demostraron su amor.
Sara también quería tomar cartas en el asunto así que le empujó hacia un lado para poder colocarse sobre, él. Esto sorprendió a Miguel, que mirándola hizo caso a la petición de la bandolera. Cuando ya estaba donde ella quería comenzó a moverse, igual que antes hizo Miguel. Esto le produjo más placer al Teniente, que no pudo reprimir el gemido que salió de su garganta. Así siguieron durante un rato, dándose placer el uno al otro, prodigándose caricias y besos, amándose como si fuera la primera vez.

Cuando saciaron su sed del otro, Sara se inclinó y se tumbó sobre el pecho de Miguel.
- ¿Te quedaras conmigo?
- Sí.
- ¿Siempre?
- Siempre es un sí, pero un sí que dura eternamente.
- ¿Entonces? ¿Siempre?
- Siempre.
Se volvieron a besar, pensando que desde ese momento su relación era completamente nueva, sin mentiras, solo amor.
#2
Silvania20
Silvania20
10/09/2011 16:07
3.


A la mañana siguiente, ambos, se habían quedado dormidos. Pasaron toda la noche acariciándose el uno al otro, besándose y disfrutando al sentir el roce de sus cuerpos. Sentían que por más hermosas que habían sido todas las noches que habían compartido, esta era la mejor, era la primera noche que habían pasado sin mentiras. Eran las nueve y cuarto de la mañana, cuando Miguel se despertó, sin hacer ningún movimiento brusco, consiguió salir de la cama. Fue a vestirse, pero al ver a Sara allí, tendida sobre la cama, y con, tan solo, una manta que cubría su delicado cuerpo, no pudo evitar acercarse y darle un beso. Sara seguía durmiendo, entonces él comenzó a vestirse.
Mientras se vestía no paraba de pensar en todos los momentos que había pasado junto a Sara, los momentos de felicidad como cuando ella, aceptó su petición de matrimonio la segunda vez que se lo propuso, los momentos tristes, como cuando le contó que a causa del ataque de Antonio Villa había perdido a su primer hijo, o momentos que nunca deberían de haber pasado, por ejemplo la mentira de Lola que los separó durante más o menos cuatro meses. Después de pensar eso se alegró de haber retrocedido, ayer, y no haberse ido de la casa de Sara, sabía que era la decisión acertada, él había nacido para estar con ella y ella había nacido para estar con él, todo estaba escrito.
Al poco rato, Sara se despertó, tranquila, calmada y feliz. Lo primero que vio fue a su amado, vuelto de espalda, abrochándose la camisa. Le estaba observando, sonreía cada vez que le parecía ver sonreír a Miguel. ¿Cómo puedo amar tanto a alguien? Se levantó de la cama, sin hacer ruido, quería sorprenderle. Se acercaba a él, cuando ya estaba detrás de él, antes de que Miguel pudiera darse la vuelta le tapó los ojos con las manos. Miguel se sobresaltó en un principio, pero al sentir la suave y delicada piel de su amada se tranquilizó. Sara besó su nuca.
- Buen día, mi amor.
- Buenos días, Sara, ¿has dormido bien?
- Por supuesto, al tenerte a mi lado no podría dormir mejor – Sara le quitó las manos de los ojos - ¿No llegas tarde al cuartel?
- Sí, pero creo que voy a acercarme, ya que aún no está el Capitán, y voy a decirle a Morales que hoy estoy indispuesto, tengo ganas de pasar el resto del día contigo.
- Vale, ¿quieres qué prepare algo en especial para pasar el día?
- Con que estés tú, me vale.
En ese momento, Miguel se giró para mirar a Sara. Su rostro al verla, fue un poema. La vio prácticamente desnuda, con tan solo una sabana enroscada en su cuerpo.
- ¿Qué pasa Teniente Romero?
- Que al verte así, no puedo pensar con claridad, tan solo deseo tenerte entre mis brazos para poder…
- De acuerdo, más tarde, pero ahora tienes que ir al cuartel antes de que llegue Olmedo.
- Tienes razón, debo irme – Le atrapó la cara entre sus manos – En un momento vuelvo.
- Aquí te estaré esperando.
Sara volvió a la cama, que mirando a Miguel dar vueltas por la habitación, sonreía como una niña pequeña al ver como su madre le estaba preparando un delicioso postre de chocolate.
Miguel terminó de vestirse pero antes de salir del cuarto, se acercó a Sara y la besó con pasión.
- En un rato te veo, mi bandolera.
- Te quiero – A Sara se le iluminó la cara al ver como Miguel la llamaba bandolera sin preocuparse por nada, sin pensar en la mentira que le había estado ocultando durante casi un año.
- Y yo a ti, mi vida.
Miguel salió del cuarto, preparado para soltar una mentirijilla que le permitiría pasar el resto del día son Sara. Esta última, tras reír de felicidad y suspirar unas cuantas veces, se levantó y comenzó a vestirse, pensando a la felicidad que le quedaba por vivir con Miguel, las aventuras que aún le quedaban al lado de sus bandoleros y amigos, El Chato, Juan, El Galeno y por supuesto con El Cuervo Negro de Sierra Morena. Al pensar en este último comenzó a reírse. Escucho unos pasos al fondo del pasillo, pensó que podía ser Chelo, para decirle que ya estaba preparado el desayuno. Efectivamente. Chelo llamó a la puerta de la habitación de Sara.
- Señorita Sara, el desayuno está listo.
- Gracias, Chelo Salió de la habitación, ya preparada.
- El Teniente Romero, acaba de salir, ha dicho que desayunaría más tarde.
- De acuerdo, entonces iré a desayunar.

Miguel estaba junto a la puerta del cuartel, miró a su alrededor y entró en el cuartel. Morales estaba recostado en la silla, Miguel al verlo se acercó con cautela y en el oído pronunció su nombre.
- Morales.
Este, se asustó y se puso en pie.
- Teniente.
- Descanse, Morales.
- ¿Por qué me da estos sustos, Teniente?
- Verá, hoy voy a tomarme el día libre, coménteselo a Olmedo.
- ¿Se encuentra mal?
- No, solo es que no he dormido, en toda la noche, por eso llego tarde.
- Ya, usted ha pasado la noche con My Lady, ¿verdad?
- No sea chismoso, Morales, pero sí, he estado con ella.
- Ya me parecía a mí que esa cara de felicidad se debía a My Lady.
- Bueno, Morales, dígaselo al Capitán, ¿de acuerdo?
#3
Silvania20
Silvania20
10/09/2011 16:07
4.


En ese momento, Olmedo entró por la puerta del cuartel.
- ¿Qué me tiene que decir Morales?
- Capitán – Miguel y Morales saludaron a Olmedo, como todas las mañanas.
- Verá, hoy quisiera que me diera mi día libre, no me encuentro bien, estoy indispuesto.
- Teniente, lo que usted quiera o deje de querer me trae sin cuidado, pero como me ha pillado de buenas, le daré en día libre, aprovéchelo bien y descanse para mañana estar en su puesto de trabajo como corresponde.
- Sí, mi Capitán – Dijo este mirando a Morales, de reojo – Capitán.
- Espere, Teniente. Quiero que mañana esté en forma, le necesito para que ayude a Mendoza y sus hombres a encontrar al Chato.
- Sí, mi Capitán.
Recogió sus cosas y salió por la puerta del cuartel, pero no sin antes susurrarle a morales.
- Que le sea leve.
- Gracias – Este sonrió pero después vio la cara del Capitán y se puso serio – Teniente.
Puso rumbo a los viñedos, para volver a ver a Sara y pasar el resto del día, juntos.

En la casona, Sara estaba terminando de desayunar cuando su nuevo capataz, Tobías, entró. Parecía muy contento.
- Señorita Revees…
- Sara, llámame Sara.
- Vale, pues Sara, la plaga está controlada, en un par de días, estará erradicada por completo.
- Esa es una muy buena noticia, veo que no me he confundido con usted, ha hecho un muy buen trabajo.
- Muchas gracias, pero también quería pedirle un favor.
- Dígame.
- Verá, esta tarde llegarán mi mujer y mis hijos a Arazana, me gustaría poder ir a buscarles y…
- Tienes la tarde libre, puedes ir a recoger a tu familia y pasar la tarde con ellos para enseñarles el pueblo.
- Muchas gracias, seño… Sara.
- No hay de qué.
- Permiso.
Tobías salió de la casona sonriendo, por fin volvería a ver a su familia. Sara estaba contenta, era una buena patrona y todos sus trabajadores la adoraban. Aunque su gran motivo para estar feliz era Miguel, el hombre del que se enamoró perdidamente en el momento que llegó a Arazana.
Miguel no tardó en regresar, cuando entró en la casona, solo encontró a Chelo recogiendo el desayuno de Sara.
- Chelo, ¿dónde está Sara?
- Está tomando un baño.
- Gracias.
Fue a la habitación de Sara dónde dejó el tricornio, el sable y la capa sobre la cama. Llegó al baño, dónde pudo ver a Sara con el pelo mojado, intentando relajarse en la bañera. Estaba tan hermosa que Miguel no pudo dejar de admirarla. Fue ella la que se giró y comenzó a hablar.
- Hola, Miguel.
- Hola…
- ¿Te ha dejado Olmedo el día libre?
- Sí, lo ha hecho.
- Entonces, ¿qué quieres hacer?
- Para empezar, quiero hablar de ti y de la banda.
- ¿Cómo?
- Quiero que me cuenten como son, les estoy dando un voto de confianza, quiero que me demuestres que realmente son buenas personas.
- De acuerdo – Tardó en contestarle, pero le había prometido que nunca más le mentiría.
- Bien, pero primero…
Se desabrochó la camisa y dejó los pantalones a un lado. Se quitó los calzones y se metió en la bañera con Sara.
- Primero, ¿qué?
- Primero quiero disfrutar de un baño contigo.
- Vale, ¿está la aguda de tu agrado?
- Sí, y estando tu dentro, mucho mejor.
- ¿No tienes frio?
- Sara, justamente, frio es lo que no tengo cuando estoy contigo.
- Perfecto…
Sara se acercó a Miguel y, acariciándole la mejilla, le dio un beso al que, él, respondió con pasión.
#4
Silvania20
Silvania20
10/09/2011 16:08
Esto ya si es nuevo, lo he escrito hoy espero que os guste =)

5.


Sara le había dado el día libre a Chelo y a los demás trabajadores, quería pasar todo el día con Miguel y sin interrupciones.
Ambos estaban tomando un baño para relajarse. En la bañera, se prodigaban caricias el uno al otro, no querían salir de allí, pero el agua se estaba enfriando. Miguel tomó una de las toallas y se la colocó en su cintura. Sara le miró con el rostro triste. Miguel al verla soltó una risa cariñosa, pero a la vez pícara.
- Mi amor, el agua se está enfriando.
- Pero yo no quiero salir.
- Es que te vas a constipar, además, prefiero tumbarme contigo en la cama, se está más cómodo – Sara comprendió lo que Miguel quiso decir y una enorme sonrisa iluminó su rostro.
- ¿Has desayunado?
- No, en cuanto llegué del cuartel vine aquí, a tomar un baño contigo.
- Vamos entonces, te acompaño a desayunar.
Miguel vio como Sara se colocaba una bata y se acercaba a la puerta del baño para Salir.
- Sara, Chelo está dando vueltas por la casa, ¿no sería mejor que no vistiéramos?
- Miguel le he dado el día libre, y no solo a ellos también a los demás trabajadores.
- ¿Y eso? – La miró sorprendido.
- Quería pasar el día contigo y sin nadie que pudiera interrumpirnos.
- Me parece perfecto, señorita Revees.
Miguel se acercó a ella y la agarró por la cintura, acercándola hacia él para poder depositan en sus labios un dulce y pasional beso. Sara en respuesta se colgó de su cuello haciendo que Miguel se abrazara aún más a ella. Sara sonrió en el filo de la boca de Miguel, ante la respuesta del cuerpo de su amado a causa de ese beso. Se separaron.
- Venga, tienes que desayunar.
- Sí, cierto.
Salieron de la mano de la habitación, pero a mitad de camino, Sara, empezó a reírse.
- ¿Qué pasa, Sara?
- ¿Has visto como vas?
- No, ¿qué pas…? – Miguel se miró y se dio cuenta porque Sara se reía – Ahora vuelvo.
- Vale.
Miguel volvió a la habitación para vestirse, se puso sus calzones grises y una vieja camisa suya que, Sara, había conservado para las noches que Miguel se quedaba a dormir, antes de haberse enterado de su secreto. Salió de la habitación y vio a Sara apoyada en la pared, esperando a que él saliera de su habitación.
- Ya estoy…
- Bien, en la mesa tienes el desayuno, ¿vamos?
- Sí, ahora sí.
En el salón, el desayuno estaba preparado. Miguel se sentó en una de las sillas y Sara se sentó al lado, observando cómo su Teniente desayunaba. Una idea pasó por su cabeza. Sin darle ninguna explicación a Miguel se levantó y rápidamente se acercó al escritorio. Abrió uno de los cajones, bajo la atenta mirada de Miguel. Del cajón sacó algo, lo escondió detrás de su espalda y al estar junto a Miguel se lo enseñó.
#5
Silvania20
Silvania20
10/09/2011 16:09
6.


- Es la navaja de Carranza… - Miguel notó como la voz de Sara se rompía al pronunciar ese nombre, Sara quería mucho a ese bandolero y Miguel lo notó.
- Tranquila – Le dijo esto acercándose a ella y acariciándole la mejilla.
- Carranza, tanto para mí como para los demás fue como un padre, a muchos les ayudó cuando más lo necesitaban y a otros como a mí, nos cuidaba, ¿te acuerdas cuando ocurrió lo del ataque de…Antonio Villa?
- Sí…
- Pues, Carranza me juró que si la guardia civil no hacía nada a ese malnacido, él mismo bajaría al pueblo para acabar con la vida de ese indeseable. Carranza sabía que yo estaba embarazada y que lo había perdido, todos los días me decía que dejara la banda, que debía de estar contigo.
- Entonces, Carranza e decía que no entraras e la banda, ¿no?
- Sí, él quería que yo fuera feliz contigo y que dejara esa vida de bandolera.
- Vaya, no lo sabía… pero, ¿por qué me cuentas esto?
- Tú querías saber sobre los bandoleros, pues yo te lo voy a contar.
- De acuerdo… Te escucho.
- El Chato es un bruto – Sonrió Sara, al recordar muchos de los momentos que había vivido con El Chato – Gracias a él, Mateo estuvo a salvo durante el secuestro del Navajas.
- ¿Cómo?
- Lo que oyes, El Chato, estuvo en esa banda porque yo se lo pedí, le dije que se quedara para averiguar el plan del Navajas. Una noche vino a la casona para decirme que El Navajas quería matarte, por eso él se quedó en la banda, gracias a eso yo podía estar cada vez que intentaba hacerte daño ese animal del Navajas.
- Así que ¿El Chato ha estado diciéndote todo lo que ese malnacido quería hacer?
- Sí, efectivamente.
- Increíble.
- También está Juan, Juan Caballero… - Sara se quedó en silencio al decir ese nombre.
- Sara, puedes confiar en mí, no pienso decir nada, de verdad.
- Está bien, pero tienes que dejar que sea yo la que les digas que ya sabes quienes son en realidad.
- De acuerdo.
- Tú decías que un bandolero es un desalmado y un asesino verdad, pensabas que no se merecen otra oportunidad.
- Eso pensaba, ahora las cosas están cambiando.
- Bien, pues Juan Caballero, es… El Marqués de Benamazahara.
- ¿Cómo?
- Sí, él era el que bajaba al pueblo a sacarle información al Capitán Olmedo y de paso conseguía unos reales.
- Entonces…
- El Marqués, no es Marqués, es un bandolero…
- ¿Hay algún bandolero que me va a sorprender más?
- Sí, El Galeno…
- ¿El Galeno?
- Sí, Marcial Buendía, otro bandolero de la partida de Carranza. Carranza salvó a Marcial antes de que cometiera una locura y así llego a la partida, debiéndole la vida a Carranza.
- Cada vez me estoy sorprendiendo más, un momento, ¿Flor sabe esto?
- Sí, sabe que Marcial es un bandolero y que yo también lo soy….
- No sé qué decir, solo que me he confundido durante todo este tiempo con los bandoleros o al menos con estos bandoleros…
- Pues espera que aún hay más…
- ¿Más?
- Sí, queda uno que creo que va a ser el que más te v a sorprender…
- ¿Quién? ¿Morales?
- No, El Cuervo Negro de Sierra Morena…
- El nombre hace ver que es temible...
- Es Rafalín.
- ¿Es una broma?
- No, es Rafalín…
- Esto es increíble, pero veo que te sientes orgullosa de tener los compañeros que tienes.
- Sí, estoy muy orgullosa, todos somos una pequeña familia.
- Ya veo…
Miguel terminó de desayunar, pensando en todo lo que Sara le había contado. El Chato, el Marqués, el doctor Buendía, Rafalín. Al pensaren este último se lo imaginó en la sierra dando tiros. Sería gracioso poder verlo, pensó Miguel.
Sara lo miraba, Miguel la había escuchado sin poner cara de pocos amigos, le había hablado de los bandoleros y él la había escuchado. Le parecía un sueño, ya no tendría más secretos con él, ahora todo sería más fácil.


Si os va gustando la sigo ^^
#6
Allana
Allana
10/09/2011 16:22
SILVANIA... sigue sigue siiiiiiiiiiiiiiiiiigue...
#7
telenovelista
telenovelista
10/09/2011 16:51
Sigue
#8
sena97
sena97
10/09/2011 16:53
sigue
#9
exilimwi
exilimwi
10/09/2011 16:55
Sigue por favor, sigue
#10
ajose
ajose
10/09/2011 17:16
Muy bonito,gracias por plasmar todo lo que a nosotr@s nos gustaria escuchar,sigue en cuanto puedad por favor
#11
MarinaTRM
MarinaTRM
10/09/2011 18:05
Esto quiere decir que no vas a seguir la historia de Candela y Manuel?? Que conste que a mi esta historia tambien me encanta eh! jeje Pero es que estaba enganchada tambien a la otra =(
#12
Silvania20
Silvania20
10/09/2011 18:07
Sí la historia de Candela y Manuel la voy seguir, no te preocupes =)
#13
Esgara
Esgara
10/09/2011 18:09
Silvania sigue cuando puedas guapa, gracias por alegarme el día
#14
robersurgent
robersurgent
10/09/2011 18:13
yo tambien quiero que la sigas,en estos tiempos que corren estas historias suben el animo,es lo unico que nos va a quedar de Miguel Y Sara proximamente.
#15
juicetv
juicetv
10/09/2011 19:35
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiigue... por dios no nos dejes tirad@s también... angel
#16
Silvania20
Silvania20
10/09/2011 20:55
7.


Sara se había levantado de la mesa antes que Miguel, que había ido a dejar las cosas del desayuno a la cocina. Sara fue a la habitación, preocupada por lo que pensarían los bandoleros de que le haya dicho la verdad a Miguel.
Cuando Miguel entró en la habitación, vio a Sara de espaldas y uno de sus hombros se encontraba al aire. Miguel no pudo resistirse, se acercó a Sara y, rodeándole la cintura, le besó el hombro que estaba al descubierto. Con su mano derecha fue poco a poco, deslizando la manga hasta dejar la mitad del brazo al aire. Sara suspiró.
Todas las preocupaciones que antes habían invadido su cabeza, estaban desapareciendo gracias a los besos que Miguel le daba. Las manos de Miguel habían descendido hasta las caderas de ella, donde consiguieron deshacer el nudo que hacía que esa bata estuviera sujeta a su cuerpo. Lo quitó y la bata cayó a sus pies, dejando a Sara completamente desnuda. Miguel recorrió el cuerpo de su amada con las manos, haciendo que ella suspirara de placer con cada una de sus caricias. Miguel se centró en el cuello de Sara, lo besaba produciendo en Sara la reacción que él quería. Gimió. Ahora podían hacer todo el ruido que quisieran, nadie los escucharía.
Sara se giró hacia él, sintiendo el deseo que producía a su Teniente. Desabrochó la camisa que cayó al suelo junto a la bata, después los calzones de Miguel acompañaron a las otras dos prendas. Sara condujo a Miguel hacia la cama, dónde, una vez allí, Miguel quedó debajo, a merced del deseo que Sara sentía en ese momento. Ambos eran presos de la pasión, en ese preciso instante, Sara se acercó al cuello de Miguel, donde depositó un camino de besos y caricias con su lengua, que hizo que, como ella antes, Miguel gimiera. Al oírlo, Sara, sonrió y siguió con su labor.
Miguel no podía soportar esa espera, y mucho menos sintiendo lo que sentía cuando Sara le hacía ese tipo de caricias. Miguel entró en ella, con toda la naturalidad del mundo, pero con premura. Se necesitaban, se amaban, y a pesar de haber estado juntos hace poco, se anhelaban, anhelaban tocar el cuerpo del otro, anhelaban besar los labios del otro y anhelaban sentirse tan cercanos como cuando hacían el amor. Sara le recibió con un gemido, esto produjo en Miguel la necesidad de aumentar la velocidad de sus movimientos. Comenzaron a girar y esto hizo que cayeran al suelo, pero aún así, no pararon, todo lo contrario. Sara al sentir el frio del suelo en su espalda, se excitó aún más, arañó la espalda de Miguel, dejando un camino rojo en la piel que demostraba la pasión con la que se habían amado.

Se quedaron abrazados, extasiados, en el suelo donde se habían amado como nunca lo habían hecho. Sara hacía círculos con sus dedos sobre el pecho de Miguel, y este último acariciaba el pelo de Sara. Ninguno hablaba, pero tampoco había necesidad de hacerlo. Con sus caricias se lo habían dicho todo.
- Miguel…
- Dime, amor.
- ¿Vas a decirle a alguien lo de los bandoleros?
- Sara – Abrió los ojos para mirarla – No voy a decir nada, me has demostrado que no son malas personas, no pienso dejar que Olmedo encarcele a personas así…
- Gracias, mi amor.
- Gracias a ti, eres increíble, me has abierto los ojos…
- ¿Cómo?
- Que me he dado cuenta que los verdaderos bandoleros, los tenemos nosotros en el cuerpo, por ejemplo Olmedo.
- ¿De verdad?
- Sí, y eso no es todo, si puedo ayudarte… ayudaros en algo dímelo, porque lo voy a hacer.
- Tengo miedo…
- ¿Por qué?
- Por Morales, fui yo la que le disparó y casi acabo con su vida, tengo miedo a que se entere y no me perdone.
- ¿Te he contado qué me hizo cambiar de idea sobre ti?
- ¿Qué?
- Morales, le pregunté si él perdonaría al misterioso bandolero del rifle y me dijo que no lo sabía, pero me lo dijo con esa cara que él pone cundo es un rotundo sí…
- Morales…
- Sí, Morales, todo gracias a él…
- Creo que le debo la verdad.
- ¿Se lo vasa a contar Sara? ¿No crees que es peligroso?
- Sí, pero él se lo merece…
- Tienes razón, se lo diremos.
- Bien.
Sara estaba asustada, ya no solo por la reacción de los bandoleros, sino también por la reacción de Morales, el hombre que indirectamente le ha ayudado a conservar a Miguel a su lado.
A Miguel había una cosa que le rondaba la cabeza, tenía que ver con los bandoleros pero no le quería decir nada a Sara para que no se sintiera presionada por él. Debía preguntárselo pero todo a su debido tiempo. Sara notó que el semblante de Miguel se volvía serio, y decidió preguntarle.
- Miguel, ¿qué te pasa?
- Nada.
- Miguel te conozco, sé que te pasa algo.
- No es nada, de verdad…
- Miguel…
- Está bien, solo me preguntaba que dónde vivían los bandoleros…
El silencio se apoderó de la habitación. Sabía que era una mala idea preguntarle, pensaba Miguel. Sara no dijo nada, tan solo se levantó y se acercó a la mesa, de encima de ella cogió un libro, del que sacó un papel doblado. Un mapa. Lo puso encima de la cama y le señaló a Miguel el lugar.
- Aquí.
- ¿Ahí?
- Sí, hay unas cuevas, ahí fue dónde Carranza los llevó después de enterarse que el antiguo teniente estaba infiltrado y os había estado pasando información.
- ¿Sabes toda la historia?
- Sí, Carranza me la contó uno de esos días en los que estuve raptada por culpa del Chato.
- ¿Por culpa del Chato?
- Es que Carranza no sabía nada sobre el plan del Chato, se enteró cuando ya nos habían secuestrado y claro, no nos pudieron soltar, pero nos trataron lo mejor que pudieron, sobre todo Carranza, El Chato fue un bruto en todo momento, pero bueno con el tiempo eso ha ido cambiando y él me ha ido cogiendo cariño.
- ¿Y esa vez que El Chato asaltó la posada?
- Ya, ¿te acuerdas que La Maña te dijo que yo fui detrás de él?
- Sí…
- Verás, uno de los civiles le apuñaló y él intentó escapar, yo subí lo agarre por el brazo y lo metí en mi habitación. Más tarde vino El Galeno y le curó la herida. Un par de días después se fue y volvió al monte con Juan.
- Vaya, ahora entiendo mejor el genio que tienes…
- Gracias…
- De nada.
En ese momento Miguel se levantó y la ayudó a ella a levantarse, para poder besarla.
#17
bllanca32
bllanca32
10/09/2011 21:46
Silvania, me encanta!!!!!!!! sigue por favor. Menudos calores tengo. Me temo que esas conversaciones sobre las bandoleros no las vamos a escuchar jamás. Qué penita diosssss.
#18
happy23
happy23
10/09/2011 22:02
estaa muy bieen!
siguee cuando puedas por favor ;)
#19
Silvania20
Silvania20
11/09/2011 10:31
Os dejo un trozo, me voy a la playa con mis tíos. Cuando venga os prometo que os pongo uno mucho mejor!! =)
Besitos!!

8.


Sara había decidido ir a los viñedos, tenía que verlos. Sabía que gracias a Tobías, la filoxera se había erradicado en su gran mayoría y que dentro de pocos días, se habría exterminad por completo. Miguel estaba en el salón leyendo, Sara se levantó del sofá y fue a la habitación a vestirse. Al rato Miguel la vio pasar y la paró.
- ¿Dónde vas?
- Voy a…
- A ver a los bandoleros, ¿no?
- Pues no, iba a ver los viñedos, quiero ver como están, según Tobías están mucho mejor, quería echarles un vistazo.
- ¿Puedo ir contigo?
- Sí, claro.
Salieron de la casona y fueron a los viñedos. Sara disfrutaba de la naturalidad con la que Miguel había escuchado todas las historias de los bandoleros. Y Miguel disfrutaba de la sinceridad de ella en ese tema. Ambos pensaban que sería más complicado, pero afortunadamente, no fue así. Los viñedos estaban tranquilos, solo andaban por allí algunos trabajadores que habían preferido quedarse, para trabajar horas extras y ellos. Cuando pasaban por su lado, todos los jornaleros la saludaban contentos, sabían que era una gran patrona, que no se parecía en nada a Álvaro Montoro.
Sara y Miguel eran la viva imagen del amor, iban abrazados y los trabajadores sonreían al verlos juntos. Sabían que Sara y Miguel habían estado distanciados un tiempo, ya que hacía dos noches que él no la pasaba en la casona y Sara, durante esos días, se había pasado todo el tiempo andando por la casa y los viñedos como un alma en pena.
Llegaron a la casona, tras ese largo paseo. No se quedaron en el salón, directamente fueron a la habitación, donde se tumbaron uno al lado del otro. Se estaban acariciando, cuando Sara escuchó la voz del Chato.
- Sara, ¡Sara!
Miguel se sobresaltó, cuando escuchó esa voz, instintivamente cogió su arma y se puso en pie.
- Miguel, tranquilo.
Sara apartó el arma de las manos del Teniente y salió de la habitación. Cuando llegó al salón, se sorprendió.
- Chato, ¿qué ha pasado?
- Este es mi amigo Pirri, nos conocimos hace unos años en…
- Chato, creo que eso no importa ahora mismo, está herido.
- Sí, han sido los hombres que me dijo Juan, el tal Mendoza y sus hombres.
- ¿Cómo os han encontrado?
- Le estaba acompañando a los caminos, ha estado unos días con nosotros en la cueva pero iba a irse cuando esos malnacidos le dispara…
En ese momento Miguel apareció por el pasillo, El Chato se levantó y le apuntó con el trabuco.
- Chato, baja el trabuco, Miguel lo sabe todo.
- ¿Todo?
- Sí, todo.
- Le has contado a un miguelete donde está la guarida y quienes somos.
- Sí, pero no te preocupes me ha prometido que no iba a decir nada.
- Jefa hace unas horas este civil te dijo que daba 24 horas para que dejaras el pueblo o te detendría y ahora te fías de él. ¿Qué pasa, te acuestas con él y se te nubla el entendimiento?
- Mira Chato… - Miguel comenzó a hablar, pero no pudo terminar, Sara le cortó.
- Chato, ya vale, te he dicho que no va a decir nada, soy tu jefa así que deja de hacer el imbécil y hazme caso de una vez, joder. Tu amigo se está muriendo así que préstame atención, ¿queda claro?
- Sí, jefa – El Chato contestó sin quitarle la mirada a Miguel
- Bien, Miguel y tú os quedareis aquí, mientras que yo voy a buscar al Galeno, ¿vale?
- ¿Pr qué me tengo que quedar con él?
- Porque es un civil y sabe cómo mantener a raya las heridas de bala…
- De acuerdo, Sara, vete tranquila, no ocurrirá nada.
Sara miró al Chato.
- No ocurrirá nada, jefa.
Sara salió corriendo de la casona. Debía de encontrar a Marcial.

El Chato se quedó en la casona con Miguel y Pirri. Miguel estaba junto a este último presionando la herida para que se cortara la hemorragia, por suerte la bala no estaba en su interior había sido un roce, profundo pero sangraba mucho, si Marcial no llegaba pronto ese chico moriría.
Sara no tardó en llegar a la imprenta, allí encontró a Marcial hablando con Flor.
- Marcial, necesito que vengas a la casona, es El Chato.
- ¿El Chato?
- Sí, ha venido con un viejo amigo que ha resultado herido de bala en un enfrentamiento con Mendoza y sus hombres.
- Vamos…
- Yo voy con vosotros.
Flor, Marcial y Sara, pusieron rumbo a la casona. Debían darse prisa, el muchacho no aguantaría mucho más.

Miguel seguía aplicando presión en la herida, pero esta no paraba de sangrar. Preocupado llamó al Chato que no se atrevía a acercarse, creía que la culpa de lo sucedido había sido suya, solo suya.
- ¡Chato!
- ¿Qué pasa? ¿cómo está?
- El paño se ha empapado, necesito que vayas a la cocina y me traigas otro…
- No me fio de ti, miguelete.
- Escúchame, este muchacho se está desangrando, necesito otro trapo para poder cortar la hemorragia, por favor.
- Sí veo que le haces daño o intentas….
- No voy a hacer nada, yo no soy como Olmedo, no asesino a sangre fría y nunca lo haré y mucho menos a los amigos y compañeros de Sara.
- Vaya, si al final que Sara sea la jefa nos va a salvar el pellejo.
- Lo que os salvar el pellejo, y en concreto a ti, es ser buena persona y haber salvado a Mateo, eso demuestra que no sois ningunos asesinos, ahora tráeme el paño.
- Sí, mi teniente – Y con esto se llevó la mano a la cabeza en señal de saludo, Miguel sonrió, pero segundos después escuchó a Pirri quejándose, se había despertado, ahora todo iba a ser mucho más doloroso.
Al poco rato llegaron Sara, Marcial y Flor a la casona. Lo primero que vieron fue al Chato salir de la cocina. Flor se sorprendió al verlo.
- Jefa, Galeno. El Pirri está fatal.
- Vamos a verlo, Chato – El Galeno se acercó al salón donde vio a Miguel a tendiendo al muchacho.
- Déjame ver la herida, Miguel.
- Sí.
Miguel se puso en pie dejando al doctor hacer su trabajo. El Chato se acercó a ellos para ayudar, Marcial se sorprendió cuando El Chato le puso la mano en el hombro. Al ver como nadie de la sala le parecía raro, comprendió que Miguel ya sabía que él también formaba parte de la banda.
- Chato, necesito que traigas agua caliente, Flor ayúdale – Al principio se asustó al pensar que tenía que acompañar al Chato, pero pronto se tranquilizó al ver que no parecía tan animal, como le ponían.
- Marcial, ¿cómo está?
- No te voy a negar, Sara, que está muy mal, es solo un rasguño pero es muy aparatoso y la hemorragia no se corta, le voy a poner unos paños calientes para ver si así deja de sangrar.
Flor y El Chato aparecieron con un balde lleno de agua caliente. Marcial introdujo los paños y después se los colocó al chico en la herida. Al cabo de un rato la herida dejó de sangrar era hora de coger los puntos. En cada momento el muchacho se quejaba, pero cuando terminó Marcial le dio unos calmantes y dejó de dolerle la herida.
- Gracias, Galeno.
- De nada Chato, pero ahora debería de descansar, igual me lo llevo al dispensario para que descanse allí, no es buena idea que lo vean en casa de Sara, podrían sospechar y en el dispensario puedo observar su mejoría.
- Vale, pues yo me vuelvo pa las cuevas, que Juan se estará poniendo nervioso.
- Bien, pues Sara me llevo a este chico, ¿flor, me ayudas?
- Sí, claro.
Cada uno siguió su camino, pero El Chato se iba con la certeza de que a demás de haber salvado a un viejo amigo, ha conseguido otro nuevo. El Teniente Romero se había comportado como un compañero y buen amigo.
#20
juicetv
juicetv
11/09/2011 17:51
bravobravo
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Siguiente