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Éxodo

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#0
bandofan
bandofan
02/05/2012 15:26
Hola!! Aquí empiezo una nueva historia que es la segunda parte de Destino. De hecho el 2º capi comienza justo después del final de éste.

Es Sara-Adolfista, al igual que la anterior.

Para las que os animéis a leer, iré actualizando tan a menudo como pueda. Ahora no podré escribir tan seguido como antes, que viene el tiempo de las ferias y la playa, pero haré lo que pueda para colgar rápido, ok?

He decir también que esta historia no va a estar tan pegada a las tramas de la serie como Destino, porque desde el momento en que se suben al barco no tiene nada que ver y hay personajes nuevos e historias un poco diferentes. Espero que os guste igualmente, pero no recordará tanto a la serie porque es sacar a los personajes de su hábitat arazenense jejeje.

Un beso



Éxodo, por bandofan

exodo

Fotos por ColdCase
#1
bandofan
bandofan
02/05/2012 15:28
Éxodo
Por Bandofan


1. Prefacio


Florida, 1884

exodo

exodo

Sara Reeves llegó a casa tras un largo paseo por la playa. Se habían instalado en una casa colonial, al oeste de Florida. Los pájaros cantaban en el jardín exterior y se respiraba una gran tranquilidad.

exodo

Nada más aparecer por el recibidor, Sara encontró la puerta del despacho abierta y se asomó al ver a Adolfo concentrado escribiendo sobre la mesa. Decidió no llamar y caminó de puntillas para sorprenderle. Sin que percibiera su presencia, lo abrazó por detrás, enredó las manos en torno a su cuello y dejó un suave beso en su nuca, cerca de la oreja. El periodista suspiró y tras cerrar el libro de piel en el que escribía se giró y la miró con una sonrisa que llenó toda la habitación.

Sara: ¿Qué escribes, plumilla?
Adolfo: Es un secreto –dijo enigmático-. Habéis tardado mucho…
S: No sabes lo bien que se estaba remojando los pies en la orilla. Michelle ha jugado un montón.
Ad: ¿Y dónde está la pequeña?
S: Viene un poco más atrás con Jimena. Ya sabes que va a su ritmo…

Adolfo sonrió, soltó la pluma y se levantó del escritorio. Sara dibujó una sonrisa divertida. Sabía que el escritor le ocultaba algo.
S: Y dime… ¿He visto bien cuando he leído de soslayo la palabra fin en tu cuaderno de bitácora?
Ad: Bueno, quizá tu vista te haya traicionado.
El escritor seguía esquivo con el tema, pero Sara lo distrajo dándole un corto beso en los labios, lo abrazó y aprovechó para cogerle de los brazos y cambiar posiciones con él. Quedó ahora delante del manuscrito, lo agarró y lo abrió por la página marcada por la guía, y ahora sí comprobó claramente que Adolfo había acabado el relato.
Ad: Pero bueno, ¡es privado! –la regañó con indignación, y le golpeó las manos suavemente con las suyas-.
S: Nada es privado para tu correctora y editora.
Ad: (se cruzó de brazos, simulando enfado) ¿Por qué quieres adelantar acontecimientos? A lo mejor me apetecía dártelo esta noche con una copa de champán.
S: Adolfo, llevo meses esperando a que termines de escribir nuestras aventuras en el Nueva Esperanza, y no pienso esperar ni un minuto más –declaró con determinación-.

Adolfo fue a responder con igual contundencia, pero Jimena llegó con Michelle, quien agarrada de sus manos daba sus primeros pasos. Todavía no era capaz de hacerlo por sí sola, aunque ya gateaba a gran velocidad. Adolfo entonces sonrió a plena mandíbula, correspondiendo a la gran sonrisa que se había pintado en la cara de Michelle al verle.
Ad: ¡Pero si es mi mini-Reeves…! –exclamó, agachándose y extendiendo los brazos para cogerla-.
Jimena: ¿Quién es? ¿Es papá? – se dirigió a la niña con voz aguda e infantil-.
Michelle: Papá –pronunció claramente, y Jimena la soltó cuando estaba apenas a un paso de él-.
Adolfo la levantó y dejó tres cortos besos seguidos en su mejilla. Para ese entonces Sara ya había vuelto a la página inicial del manuscrito y empezaba a leer, pero les miraba de reojo por encima de las pastas del libro.
Jimena: Bueno, os dejo. Alejandro quería que lo ayudara con algo.
Adolfo: ¿Nos vemos para la cena? –sugirió, y la joven asintió antes de retirarse-.

Nada más estuvieron a solas, Adolfo volvió a acercarse al escritorio, pues Michelle señalaba su pluma balbuceando y con cara de entusiasmo. Adolfo tomó la pluma azul que Sara le había regalado a su llegada al continente y con ella hizo cosquillas en el cuello a Michelle, que empezó a reír a carcajadas.
Ad: ¿Y tú qué? ¿no piensas hacernos caso? –reprendió a Sara, que seguía absorta en la lectura-.
S: Me temo que no -anunció-. Os compensaré luego, lo prometo -dijo acariciando a la vez las mejillas de los dos, una con cada mano-. Pero ahora no puedo esperar para leer esta historia de piratas, bandoleros, asaltos, polizones…
Ad: ¿En serio? -replicó irónico, siguiéndole el juego-. ¿Y todo eso esperas encontrar en la historia de nuestro viaje desde Arazana?
S: Ajá, y también a cierto periodista loco enredándolo todo.
Ad: Muy bien. En ese caso, ya que planeas estar abstraída durante varias horas, Michelle y yo nos vamos a comer esas pastas de chocolate que ha hecho Lupe -Sara fue a replicar, pero Adolfo se le adelantó-. Y no, no te vamos a dejar ni una.
S: (entrecerró los ojos) No serás capaz…
Ad: No te canses leyendo. No es necesario que lo corrijas todo hoy –sugirió alzando la voz, ya de espaldas a ella, saliendo de la habitación, y en la puerta se giró para tirarle un beso antes de salir-.
Sara sonrió, lanzó otro beso y les dijo adiós con la mano. A continuación abrió el libro con avidez y se adentró en aquellas páginas, las páginas escritas por su compañero, que aún conservaban su perfume y el calor de sus dedos.

Una emoción especial la embargó al pensar que cada una de aquellas palabras había sido escrita por él, que descubriría una nueva perspectiva del viaje que habían realizado hacía apenas unos meses a través del océano. Muchos cambios se habían producido en ese viaje, en sus vidas y en sus corazones, y ahora tendría la oportunidad de ver todas esas modificaciones desde los ojos de Adolfo.
#2
bandofan
bandofan
02/05/2012 15:30
2. Declaración de intenciones


Buque Nueva Esperanza, noviembre de 1883

exodo

exodo

Nada más subir al barco que los llevaría a las Américas, Sara, Adolfo y Michelle se habían reunido con Lupe, el Chato, Alejandro, Jimena y el marqués en la proa para ver la costa de Cádiz durante el mayor tiempo posible.

Conforme se alejaban más y más de los confines de España, Sara abandonaba también los peligros que acarreaba el permanecer allí, o eso creía ella. Todos habían visto ya sus camarotes menos Adolfo y Sara. Jimena tomó a Michelle entre sus brazos, y caminó con Sara hasta su alcoba.

La habitación era amplia y confortable, con bañera -todo un lujo-, y una cuna pequeña para Michelle, petición expresa de Jimena al comprar el pasaje. Sara se dejó caer en plancha sobre la cama, formó con sus brazos cruzados una almohada y apoyó la cabeza sobre ellos. Su cuerpo acusaba el desgaste de los días que había pasado en prisión y del largo viaje nocturno que había emprendido con Michelle a galope por la sierra. La pupila hundió una rodilla en la cama también y tumbó al bebé cerca de Sara.
Jimena: Oye, y ¿cómo ha ido con Adolfo? Ya creía que el barco se marcharía sin vosotros –comentó con una sonrisa pícara-. ¿De qué hablabais todo ese rato?
S: Bueno, hemos hablado del futuro…
J: ¿Y? ¿Vas a compartir camarote con él?
S: No corras tanto –dijo riendo, aunque sin ocultar un brillo de anhelo en sus ojos-. De momento, está bien que él tenga el suyo… Así vamos poco a poco. No hay por qué forzar nada.
J: Tú lo que tienes es miedo, y es normal. Yo también estoy muerta de miedo por empezar con Alejandro.
S: Jimena, no compares. No te lo estoy echando en cara, ni mucho menos, pero Alejandro prácticamente vivía en casa hasta que lo metieron en el calabozo. Yo nunca he convivido con Adolfo, y creo que son lógicos mis temores a que no salga bien –y entonces se relajó, sonrió y jugó con los piececitos de Michelle, mostrando una actitud más positiva-. Pero vamos, quiero y creo que saldrá bien.
J: Seguro que sí –dijo frotando su brazo-. ¿Sabes? Antes he oído que esta noche hay cena de gala. El capitán dará un discurso de bienvenida.
Sara se incorporó de súbito, recordando que había salido de casa a toda prisa, sin enseres ni vestidos.
S: ¡¿De gala?! Pero Jimena, si no tengo qué ponerme…
J: Sí, sí que tienes. Te he traído un baúl con cosas.
S: (suspiró) Menos mal que estás en todo –se volvió a recostar y bostezó largamente mientras se frotaba los ojos-. De todas maneras ahora mismo no tengo ganas de nada… No sé si iré.
J: Claro que irás. Es normal que estés exhausta, pero ¿sabes qué? Me llevaré a Michelle y le daré un gran paseo por el barco. Mientras tanto tú dormirás a pierna suelta, y esta noche en la cena estarás radiante, como siempre.
Sara la miró sin demasiada apetencia, pero pensó que tenía razón. No había por qué perderse la primera ocasión a bordo del Nueva Esperanza. Cualquier cosa menos empezar con mal pie en aquel navío que se llamaba como el nuevo rumbo que había tomado su vida. Dio un beso a Michelle y se la pasó a su protegida.
S: Está bien.

~

Sara llevaba ya un rato medio despierta cuando escuchó unos nudillos en la puerta que la sacaron definitivamente de su sopor.
S: Adelante –anunció todavía adormilada-.
Aunque esperaba a Jimena, Adolfo fue quien entró, con Michelle dormida tumbada entre sus brazos. Sara se sentó en la cama con algo de rubor y se acarició el pelo para peinarlo un poco.
Ad: ¿Dormías aún?
S: No, no, no. Pasa, siéntate conmigo –le pidió, dando unos golpecitos sobre la cama-.
Adolfo asintió sonriendo, dejó a Michelle en la cuna e hizo un ruido suave con los labios para calmarla cuando la pequeña estuvo a punto de despertarse al ser separada de sus brazos. Sara sonrió observándole.
S: Creía que se haría cargo Jimena. Tú también debías de estar cansado.
Ad: Para vosotras nunca estoy cansado –declaró mientras se sentaba a su lado y guiñó un ojo-. Y Jimena sabe que tengo el truco cogido para dormirla.
El periodista estiró la mano sobre la resbaladiza colcha de raso y Sara se la estrechó sin dudar.
S: ¿Has oído que hay cena de gala luego?
Ad: Así es. De hecho venía a pedirte que te sentaras a mi lado en la cena.
S: Por supuesto –concedió-. Por suerte Jimena me ha traído unos enseres y podré ponerme guapa para la ocasión.
Ad: ¿Más aún? –preguntó, y Sara bajó la vista con algo de pudor, pero con una adorable sonrisa-. Bueno, también he venido a hablar de cosas más serias.
La inglesa apretó los labios hacia adentro y contuvo la respiración un segundo.
S: ¿De qué?
Ad: De cómo vamos a evitar ser pobres como las ratas ahora que ambos hemos dejado nuestros medios de vida en Arazana.
S: (asintió seria) Buena pregunta…
Ad: Entonces, ¿a qué nos vamos a dedicar en Florida?
S: ¿No piensas seguir escribiendo? Podríamos investigar qué periódicos hay y si necesitan a un columnista eficiente y mordaz –lo alabó-. A mí también me gustaría retomarlo. Podríamos publicar en la clandestinidad…
Ad: Qué romántico –bromeó con un guiño-.
S: O fundar una editorial propia, incluso.
Ad: ¿Pero es que no compraremos viñedos a nuestra llegada? ¡Vaya! y yo que esperaba que me sacaras de la miseria…
Sara se echó a reír y con el puño cerrado le dio muy suavemente en la mejilla, logrando que Adolfo girara la cara.
S: No he tenido mucho tiempo de pensar en viñedos. Pero de todas formas… en Florida sería complicado competir con la uva de California.
Ad: Bueno, ya lo era en Arazana competir con la de Jerez, y lograste triunfar.
S: Sí. ¿Y todo para qué? Los viñedos se han quedado muertos de risa allí.
Ad: Lo importante es que vosotras habéis salvado la vida.
Sara agachó la cabeza, admitiendo que el escritor tenía razón.
S: Por supuesto. Y sé que todo es culpa mía…
Ad: De eso nada, cariño –replicó, y le frotó el brazo-.

Sara le miró fijamente. Se sintió profundamente extrañada por su palabra de afecto. Por un lado notó su corazón derretirse con aquel susurro que la hacía sentir querida y amada de nuevo, por otro las expectativas que tuviese Adolfo y la velocidad que pretendiese darle a su relación la llenaban de pavor.
S: Oye, mira... no… no sé cómo actuar contigo -confesó al fin-. Hemos acordado pasar la vida juntos y… claro que estoy empezando a quererte. Pero tampoco quiero que todo sea tan… precipitado.
Ad: No pienso quemar etapas contigo –declaró convencido antes de que Sara se alarmara más-. Quiero vivir todas y cada una de ellas a su debido tiempo. Así que si quieres ir despacio no te preocupes, que lo voy a respetar. Ya te lo he dicho antes de subir al barco… El final de esta historia ya lo sé: vas a enamorarte perdidamente de mí.
Sara sonrió y negó con la cabeza, dejándolo por imposible.
Ad: Lo del medio déjamelo a mí.
Se puso de pie entonces, desconcertando a Sara, que esperaba que se quedara más rato.
Ad: Bueno, te dejo. Tengo que ponerme guapo para luego.
S: ¿Más aún? –preguntó pícara, utilizando las palabras del plumilla-.
Ad: Será complicado, lo sé –dijo con los dos hoyuelos pintados en la cara-. Pero lo intentaré.
#3
Lyra22
Lyra22
02/05/2012 15:36
Te quiero, bandofan!!!!! Muchísimas gracias por seguir escribiendo.
Ahora lo he leído muy deprisa pero ya me encanta. Lo volveré a leer con más tiempo.
Precioso detalle el de las fotos bravo bravo bravo
#4
bandofan
bandofan
02/05/2012 15:37
¿Sorpresa, eh? Quería ponerlo hoy que vuelve Sara para endulzarnos el día :)
#5
Lyra22
Lyra22
02/05/2012 15:39
Sorpresa no, sorpresón!! No me lo esperaba en absoluto. Muchísimas gracias de nuevo sonriente
#6
ColdCase
ColdCase
02/05/2012 16:22
Menuda alegría! no me canso d leer tu historia, es mucho mejor q la serie
#7
Charitito
Charitito
02/05/2012 18:26
Aaaaahhhhh Bandofan, te queremos !!!!!! Eres un angel . De verdad, ya me encanta y eso que acaba de comenzar. Qué principio tan fantástico. Y claro que está mejor que la serie...aquí por lo menos sigue Adolfo !!!
#8
begojigamo
begojigamo
02/05/2012 18:38
que sorpresa mas agradable ,te queremos gracias por seguir esta historia mas bonita ,que ilusion esperar cada dia para saber como sigue ,gracias gracias,bandofan
#9
LadyEle
LadyEle
02/05/2012 23:42
Bandofannn!! me encantaaa! Millones de gracias por seguir la historia! Esta genial! Como echamos de menos a Adolfo en la serie real! Bufff, el nuevo capitan, lo siento, pero no le llega ni a la suela del zapato, es buena gente pero muy sosete!
GRACIASSSSSSSSSS! bravo bravo
#10
coco250
coco250
03/05/2012 00:26
Hola chicas , bandofan que bien que te hayas animado con la segunda parte , encima con fotos para ambientar más la historia ..saludos
#11
bandofan
bandofan
03/05/2012 18:41
Muchísimas gracias por la calurosa acogida que le habéis dado a la historia!! Así da gusto.

También gracias especiales a ColdCase, que me está ayudando con las fotos. Eres un sol!

Bueno, hoy tenemos personaje nuevo. A ver si adivináis en quién está inspirado jajaja (aunque sea muy distinto físicamente). Espero que os guste. Mañana no voy a pasar por casa en todo el día, así que no podré colgar. Espero seguir el sábado si puedo.

Besotes :)
#12
bandofan
bandofan
03/05/2012 18:44
3. El capitán Wright

Cuando Adolfo bajó, Alejandro y el marqués estaban ya en la antesala del gran salón del Nueva Esperanza, con su habitual atuendo de traje y chaleco un tanto dandy. Lo que sí resultaba raro es ver al Chato también ataviado de aquella guisa. Adolfo pudo ver de espaldas al capitán del barco, que saludaba a unos pasajeros e iba moviéndose para conocer al resto.
Ad: Caballeros, buenas noches.
Chato, Alejandro y Marqués: Buenas noches –respondieron casi al unísono-.
Al: Qué elegancia, licenciado… -dijo fijándose en el traje negro de seda que vestía, a conjunto con la camisa. Una corbata de color morado completaba la vestimenta a la perfección-.
Ad: ¿Y las damas?
Ch: Pues emperifollándose. ¿Dónde habrían de estar si no?
Marqués: Es lo que corresponde, Chato. Aunque ya sé que de ser por ti, todos vendríamos en mangas de camisa –bromeó-.
Ch: Pues sí. ¿Para qué sirve tanto pañuelo, tanta pluma y tanto relleno? –dijo aflojándose la camisa, incómodo—. Esto más que una cena de gala es una cena de pavos reales “estiraos”.

Tuvieron que dejar la charla cuando el capitán llegó a ellos. Era un hombre alto, fornido, rubio y de ojos claros, sorprendentemente joven para su rango, aunque unas incipientes arrugas en torno a los ojos delataban que su belleza bien conservada no en realidad tan juvenil. Cuando todos esperaban un marcado acento americano, el hombre les sorprendió con un dominio del español asombroso.
Wright: Buenas noches, caballeros. Soy el capitán Francis Wright.
Juan Caballero fue el primero en ofrecer la mano para estrechársela a aquel hombre con pinta de honorable y bondadoso, y todos fueron imitándole.
Wright: Quería darles formalmente la bienvenida al navío e invitarles por favor a que pasen al salón, donde degustarán una suculenta cena de bienvenida.
Ch: Muchísimas gracias señor “Rait”, pero esperamos a las mozas que nos acompañan en este viaje –explicó-.
Wright: Magnífico –dijo abriendo los brazos con aprobación-. Espero que ni ustedes ni sus acompañantes estén sufriendo mareos o náuseas con el vaivén del barco.
Ch: Pues sus disculpas vienen de perlas, Capitán “Rait”, porque la Lupe lleva toda la tarde echada con una fatiga horrorosa.
La falta de tacto le valió al Chato un codazo de Alejandro, que mantuvo la sonrisa y se dirigió más cortés al capitán.
Al: Apenas se nota la oscilación del buque, capitán. Estoy seguro de que en unos días todos estaremos habituados a este suave balanceo.
Ch: ¿Suave? –murmuró por lo bajo, y Alejandro le dio un pellizco para callarlo-.
Wright: Tiempo tendrán desde luego... -comentó, e iba a seguir hablando cuando sus pensamientos se paralizaron-.

Sara, Jimena y Lupe descendieron la escalera en ese instante, ésta última trayendo en brazos a Michelle. Las tres iban engalanadas con fastuosos vestidos. Mientras que Jimena había prestado un vestido suyo a Lupe, la posadera las había maquillado a todas. El Chato abrió más los ojos al ver a su sirena con aquellas finas telas de encaje y aquel precioso sombrero y cogió de sus brazos a Michelle para que ésta pudiera liberar sus brazos y así verla mejor.
Ch: Estás guapísima -susurró admirado. Juan le apretó el hombro y habló cerca de su oído-.
M: Con que está demás tanto arreglo, ¿eh?
Alejandro sonreía mirando a Jimena, que vestía de un rojo muy llamativo, y los ojos de Adolfo se habían posado maravillados en Sara, que había elegido el siempre acertado verde manzana que resaltaba sus ojos y endulzaba sus facciones. Pero el periodista no era el único que mantenía la vista fija en aquella mirada verde marina. El capitán Wright apenas había apartado los ojos de Sara durante el descenso de la escalinata, y parecieron maravillarse más ante el melodioso sonido de su voz.
S: Esperamos no haberles hecho esperar demasiado, caballeros.
Ad: No te preocupes. El capitán Wright acababa de presentarse y amablemente nos invitaba a pasar al comedor.
W: Capitán Francis Wright –anunció de nuevo, mirando primero a Sara, y luego alternativamente a Jimena y Lupe, para acabar de nuevo con la vista fija en la bandolera-. Estaré a su servicio desde hoy mismo hasta nuestra llegada a Florida, para cualquier cosa que dispensen.
J: Gracias capitán, muy amable por su parte.
W: Si les parece, pasemos ya al salón –concluyó al fin, señalando con la mano al enorme comedor, de donde provenía ya el jolgorio del resto de los pasajeros-.
Adolfo cogió entonces a Michelle y pasó hacia dentro hablando con el Chato y los demás bandoleros, mientras que Jimena cogió a Lupe y Sara a cada una por un brazo.
J: Qué cortés y qué afable -comentó-
L: Y qué apuesto -completó la morena-. Me había imaginado a un vejestorio de pelo blanco y grandes barbas, como el de aquel libro que me prestaste, Jimena.
J: “20.000 leguas de viaje submarino” –precisó-.
L: ¡Ese! ¿Tú qué dices, Sara? ¿No es guapísimo?
S: Demasiado gringo para mí gusto, para eso me hubiese quedado en Inglaterra –musitó encogiéndose de hombros, sin darle importancia-. Yo soy más de producto ibérico.

Las otras dos rieron, sobre todo por lo paradójico de que aquel comentario viniera de Sara, una rubia de ojos claros.
#13
bandofan
bandofan
03/05/2012 18:45
exodo


Entre risas, las tres entraron del brazo al salón. Al igual que las habitaciones, todo estaba decorado con cierto lujo, aunque no excesivo. Un sonido suave de violines y chelos venía de la parte frontal del salón. La pequeña orquesta tocaba junto a la mesa de los mandos de la tripulación. Una mesa redonda con siete sillas a su alrededor les esperaba vacía en uno de los extremos del salón. Adolfo retiró la silla de Sara con galantería, y ésta sonrió antes de aceptar su caballerosidad y sentarse.
S: ¿Me das a mi tesoro? –le pidió, y Adolfo compartió su gran sonrisa al pasarle a Michelle, a quien Sara sentó en su falda-.
El periodista ocupó el asiento de al lado pero se pegó bastante a ellas, y le dio una mano a Michelle, mientras Sara jugaba con la otra.

En cuanto todos estuvieron sentados, el timbre de una cucharilla golpeando una copa sonó, y el capitán del barco se puso de pie.
W: Buenas noches a todos. Aunque todos ya saben mi nombre, soy el capitán Francis Wright, y durante los siguientes dos meses velaré por su seguridad y bienestar a bordo del Nueva Esperanza. Espero que pasen una travesía lo más confortable posible. Debido a las fechas de nuestro embarco, pasaremos la navidad a bordo del Nueva Esperanza, y llegaremos al puerto de Florida poco después de la Epifanía. Atravesaremos el océano atlántico en toda su plenitud y antes de llegar a nuestro destino bordearemos el mar Caribe y las Bahamas -explicó-. He ofrecido esta cena de gala general, pero durante los próximos días espero poder obsequiar con almuerzos privados en mis dependencias a todos los huéspedes para resolver cuantas dudas puedan tener respecto a nuestro itinerario. Sin más dilación, disfruten de la cena y del viaje –dijo con una especie de reverencia, arrancando el aplauso de todos los asistentes-.
M: Parece un hombre muy competente.
Ch: Mientras no nos hunda y se nos pase a todos esta fatiguita de una vez… -protestó-.

Adolfo rió con el comentario del Chato y en seguida miró a Sara.
exodo

La encontró radiografiándole de arriba abajo, pero la rubia disimuló y desvió la vista para otro lado. El escritor sonrió y sin pudor alguno se acercó al oído de Sara, procediéndole un escalofrío al contacto de su perilla con su oreja.
Ad: Tú también estás preciosa –le susurró-.
Sara se giró entonces con una sonrisa pícara y musitó un coqueto “Gracias”.
S: ¿Te has vestido así para impresionar a todas las mujeres de este barco?
Ad: (negó con la cabeza) Sólo a una. Aunque claro, los efectos colaterales son inevitables –comentó irónico, alisando con la mano la elegante camisa y pasándola luego por sus cabellos, y Sara liberó una carcajada-. ¿Me concederás luego un paseo por el barco? He leído por ahí que conforme uno se adentra en el mar, los astros brillan como no podemos ni imaginar y las estrellas fugaces cruzan el cielo como espadas puntiagudas cargadas de sueños que pasan al alcance de quien los quiera cazar.

Sara sonrió, reconociendo aquella cita que había escrito de su puño y letra en “Recuerdos de Arazana” para ilustrar su travesía en barco desde Gran Bretaña a Arazana. Apoyó la mano en la mesa, acercándose más a él y entrecerró los ojos fingiendo ignorar de qué hablaba.
S: ¿Y quién puede haber escrito esa cursilada?
Ad: Pues… una mujer que transforma las cosas más insignificantes en momentos bellos que perduran toda una vida en la memoria de uno.
Sara bajó la cabeza y se mordió el labio inconscientemente.
S: En la proa hay unos asientos desde los que se verán muy bien. Y supongo que en océano abierto las estrellas serán incluso más intensas que las que se avistan en el corto trayecto desde Inglaterra. Podremos ver las constelaciones.
Ad: Soy torpe para esas cosas –anunció-, pero será maravilloso que tú me las señales con el dedo para enseñármelas.
S: Será un placer acabar con tu ignorancia estelar –comentó entre divertida y romántica-

Adolfo enarcó las cejas, preparando una réplica vengativa, pero la llegada de Francis Wright le interrumpió. El uniformado capitán se colocó frente a ellos, junto a la mesa.
W: Señoras, caballeros… Espero que estén pasando una velada agradable.
Al: Así es, capitán –informó el duque-.
W: Ya que contamos en esta mesa con pasajeros tan distinguidos y respetables, me permito la licencia de invitarles mañana a un almuerzo en mi camarote. Si son tan amables de acudir, les enseñaré el puente de mando, las máquinas y les presentaré a los trabajadores.
M: Será un placer, capitán –aceptó el marqués, mientras los demás asentían gustosos-.

Cuando el capitán se retiró, Adolfo no ocultó su entusiasmo. Aquello satisfacía su naturaleza de curioso nato, ávido de conocimiento.
Ad: Será fabuloso descubrir de primera mano cómo funciona este gran juguete de vapor.
Lupe: Yo no sé si pueda ir –anunció, con el rostro amarillento y un leve sudor por el pecho-. La idea de permanecer de pie mientras este chisme se mueve me produce náuseas. No acabo de acostumbrarme a este contoneo…
Ch: ¿Quieres que nos vayamos al camarote?
Lupe: Será lo mejor –reconoció al fin-.
J: Espera, Lupe. Te daré un remedio muy bueno que me dio Marcial -dijo levantándose-. Es el mismo que tomaba Sara durante su embarazo.
Sin dar explicaciones, Jimena extendió los brazos hacia Michelle, indicándole a Sara que se la pasara. La inglesa la dejó en sus manos. Probablemente su pupila la había observado durante su conversación con Adolfo y se ocuparía de la pequeña para que pudiera tener más intimidad con él.
#14
bandofan
bandofan
03/05/2012 18:47
4. Bajo las estrellas

Después de la cena, en la sala contigua se organizaban partidas de cartas sobre elegantes mesas de roble con tapete verde. El resto de la estancia se convertía en un improvisado salón de baile. Los violinistas tocaron algo más alegre. Adolfo miró a Sara con cara de circunstancia, se aflojó el nudo de la corbata y extendió la mano para sacarla a bailar. La inglesa sonrió y tragó saliva algo nerviosa, como si fuera a pasar un examen, pero pronto se dio cuenta de que se encontraba frente a un bailarín bastante lego, por decirlo suavemente.

Antes de que se hiciera demasiado tarde fueron a comprobar que Michelle estaba perfectamente, durmiendo en el camarote de Jimena y Alejandro. Adolfo se quedó en la puerta mientras Sara intercambiaba unos susurros dentro con Jimena. Cuando Sara salió el escritor le ofreció la palma de su mano y ella la tomó, estrechando sus cinco dedos entre los suyos. Le provocaron ganas de besar su mejilla, algo rosada tras el calor del baile, y sus labios se posaron ruidosamente en el cachete de Adolfo mientras caminaban hacia la proa notando el viento gélido de noviembre.
S: ¿Dónde has aprendido a bailar así? –preguntó conteniendo la risa-.
Adolfo trató de evitar reír también, sabiéndose criticado con razón.
Ad: ¿Original, eh?
S: Bueno, las tres primeras veces que me pisaste lo fue. A la cuarta me las arreglé para esquivar el factor sorpresa.
El periodista liberó una carcajada y Sara sonrió mirándole. Cualquier otro hombre habría evitado el baile a toda costa si tuviera las nulas cualidades de Adolfo para aquel arte, y sin embargo había sido él mismo quien la había sacado y mostrado sin pudor su arritmia y su falta total de oído. Algo le decía que la conquista de la que hablaba Adolfo no iba a ser nada convencional, y eso despertaba su curiosidad y ponía su ilusión a flor de piel. De hecho, no podía esperar para ver sus próximos movimientos.

Fue entonces cuando Adolfo se detuvo delante de su camarote.
Ad: Espera un momento.
Sara se quedó parada en la puerta, desconcertada al ver cómo deshacía la cama entera para coger una gruesa manta y volvía hasta ella corriendo.
Ad: Ya está –dijo, y contempló la expresión de extrañeza de Sara-. No creerás que voy a tenerte a la intemperie con este frío, ¿no?

Al llegar al banco del que hablaba Sara, Adolfo tendió la enorme manta sobre él. Le indicó a Sara que se sentara y cuando lo hizo, se sentó muy pegado a ella y dobló la manta sobre ellos, envolviéndolos a ambos con ésta. Sara rió por sus rápidos movimientos, que hacía sin poder de tiritar por el frío. Adolfo pasó la mano por detrás de su espalda, la frotó para calmar la gelidez nocturna, pero en vez de ofrecerle su hombro para que apoyara la cabeza fue él quien reclinó la suya sobre el de Sara, quien notó de inmediato el cosquilleo y el embriagador olor de su pelo junto al cuello. Sara lo miró sorprendida, pero Adolfo contemplaba ya las estrellas. No pudo más que sonreír y abrazarle bajo la manta.

S: Mira, Orión puede verse muy claramente hoy.
exodo

La inglesa utilizó su mano libre para señalarla, tratando de dibujar la armadura de aquel "guerrero" con sus dedos.
S: Y más arriba tienes Virgo -prosiguió-.

exodo

Ad: Lo que tú digas, pero yo sigo sin poder ver una forma ahí.
Sara dejó de abrazarle y se giró, algo molesta.
S: ¿Cómo que no? Venga ya... Tú no eres tan estrecho de mente como para no ver más que puntos brillantes.
Ad: Es que es complicado concentrarse para distinguir cuerpos en el firmamento cuando el que tengo al lado me gusta tanto.
Sara entreabrió los labios, encajando su picardía con una mirada sagaz. Adolfo sonrió entonces y se acercó a sus labios sin prisa. Le dio un beso lleno de ternura, pero cuando las manos empezaron a quemarle bajo las mantas con ganas de recorrer su cuerpo decidió dejarlas donde estaban y no alargar más el contacto con su boca. Sara sonrió cuando se separaron y ambos miraron al cielo de nuevo. Una estrella fugaz atravesó frente a ellos a gran velocidad.
S: ¡Rápido, pide un deseo!
Adolfo cerró los ojos con cara de concentración, y cuando los abrió la incandescencia del astro desaparecía ya.
Ad: ¿Quieres que te cuente qué he pedido?
S: No –censuró contundente, sellando sus labios con su dedo índice-, si no no se cumple.
Ad: A lo mejor ya se ha cumplido -dijo simplemente guiñando un ojo-.
Volvió a abrir sus brazos, y esta vez Sara se refugió entre ellos. Pasaron horas hablando de todo y de nada bajo aquel techo estrellado, sin que el tiempo les resultara percibido.

Pasaban de la una de la madrugada cuando caminaban por el pasillo exterior del ya desierto barco de vuelta a las habitaciones, envueltos en aquella manta. Al llegar a la puerta de su camarote, Sara dejó de reír por las ocurrencias de Adolfo y una tensión incómoda flotó en el aire cuando puso la mano en el pomo de la puerta, pero el escritor disipó aquella sensación antes de que se volviera tirante entre ambos.
Ad: Buenas noches –declaró sin más, y dejó un tímido beso, casi imperceptible sobre sus labios, al tiempo que se apartaba de ella-.
Sara le correspondió con una sonrisa, y Adolfo esperó a que abriera la puerta para retirarse de inmediato a su camarote, cinco puertas más a la izquierda.
#15
ColdCase
ColdCase
03/05/2012 19:06
Muchas gracias bandofan, me encanta, lo leo lentamente imaginando las escenas :)
#16
Lyra22
Lyra22
03/05/2012 19:18
Muchas gracias!! Jajajaja yo también esta a radiografiándole de arriba abajo. No te preocupes, sigue cuando puedas.
Besotes sonriente
#17
Charitito
Charitito
03/05/2012 23:17
Bandofan gracias de verdad... Qué romántico !!!! bravo. Por cierto el detalle de las fotos me encanta.
#18
coco250
coco250
03/05/2012 23:19
Ahhhhh que boníto bandofannnn.....
#19
bandofan
bandofan
03/05/2012 23:42
Ey! No me déis las gracias, de verdad. Si lo hago porque me gusta :) El sábado seguimos!
#20
begojigamo
begojigamo
03/05/2012 23:50
Grancias por estos relatos que nos haces,son super bonitos y nos haces soñar con una historia realmente bella,cada vez que escribes nos dejas con la miel en los labios.muchas gracias
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