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Historia continuada

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#0
vigar123
vigar123
27/10/2012 15:51
Veréis, hace poco que he entrado nueva en el foro, y una de las primeras cosas que primero descubrí la historia que pituii había hecho. Me encanto la idea y quería que alguien la continuara. Esgara se ofreció, e incluso yo podría escribir de vez en cuando, pero viendo que se me ocurrían ideas he decidido continuarla yo misma. Esgara comienzaré desde la última vez que escribí. Para que sepáis de que iba la historia he copiado en un word la historia está escrita y así facilitaros tener que saltaros la cantidada de comentarios que había en ella.¿queréis que os la ponga?
#1
MariaRR
MariaRR
27/10/2012 16:04
sii!
#2
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:40
Bueno va... voy a intentar copiar el word que tengo hecho con todo lo que tenía escrito pituii, es bastante largo
#3
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:41
Le encantaba aquella sensación de luz y calor. En Oxford el clima era muy distinto a Andalucía.
Allí estaba el cielo siempre encapotado y lloviznaba, por eso la tierra era muy fértil y había abundante vegetación. Pero en su conjunto, era una tierra de paisajes tristes, melancólicos…aunque no por ello poco bellos.

Desde que puso un pie en Cádiz al bajar del vapor se dio cuenta que Andalucía era tal y como la describían en las novelas que ella había leído durante su adolescencia.
Cádiz era bullicio de gentes, colores, alegría, calor, pero sobretodo luz y mas luz.

Qué estaba haciendo en España? Definitivamente se había vuelto loca. Su tío Richard no le iba a perdonar esta locura. Había aprovechado para irse de Oxford mientras su tío estaba ausente en un viaje de negocios y solo le había dejado una nota explicándole, que huía de Inglaterra porque no deseaba casarse con Albert, que se iba Andalucía a buscar sus raíces y su libertad, que le que quería mucho y sentía estar haciéndole esto, pero que no se preocupara porque ella iba a estar bien.

Pasó dos días en Cádiz los cuales aprovechó para comprar prendas de ropa mas ligeras, mandar un telegrama a su tío e informarse sobre las diligencias para llegar a Arazana.

Iba en una diligencia con destino a Sevilla, pero ésta se desviaría para acercarla a Arazana. Había decidido ese lugar como primer destino influenciada por todas las novelas de bandoleros que había leído. Le fascinaban esos hombres montados a caballo con trabuco en mano que vivían al margen de la ley, al margen de todo, porque eran libres. Libertad es lo que ella tanto ansiaba y esperaba encontrar lejos de su tío.

El viaje estaba resultando largo y pesado. Parecía que ya estaban llegando a las afueras del pueblo porque veía a jornaleros, mujeres, pastores…andando por el camino.
La diligencia se detuvo a la orilla de en un río. El cochero informó a Sara que solo le podía acercar hasta ahí ya que el pueblo estaba al otro lado y para bordear el río con el carruaje debía dar una vuelta muy larga. Ella cogió sus pertenencias , se despidió de la gente que viajaba con ella en la diligencia y anduvo por el puente de madera que cruzaba el río.

Era una tarde muy soleada, había niños jugando y bañándose en el río. Le apetecía meterse y refrescarse, era algo que una señorita como ella tenía prohibido. Un día de estos lo haría, pero ahora prefería buscar un alojamiento para pasar la noche, estaba cansada.
Una chiquilla se cruzó con ella por el camino y la miró con cara extrañada. Todo el mundo la miraba raro y cuchicheaban a su paso. Pensó que era normal, que a lo mejor por esas tierras no había muchos extranjeros.

Estaba absorta en sus pensamientos cuando de repente oyó unos cascos de caballo, se giró para ver por de donde venían. Lo vio. Vio a un caballo que galopaba desbocado hacia ella con un chico encima que gritaba que se apartara. Parecía que el chico era incapaz de controlar al caballo. Sara reculó hacia atrás pero algo pasó por su lado y le golpeó en la cara haciendo que cayera de bruces al suelo.
#4
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:41
Miguel era un guardia civil, de principios morales muy sólidos y con gran sentido de la responsabilidad y el honor. Él, siendo muy joven había ingresado en el cuerpo de la Guardia Civil y había sido destinado a diferentes lugares, siempre lejos de su familia. Tras el fallecimiento de sus padres pidió el traslado a Arazana, ahí estaba Carlos su hermano menor, del cual debía hacerse cargo, era su responsabilidad. Él era la única persona que Carlos tenia el mundo y este era aun un chiquillo.

Durante los años que Miguel estuvo fuera de Arazana apenas visitaba a su familia, solo en fechas señaladas como la Navidad. Lo cierto es que los echaba muchísimo de menos, en especial a su hermanito. Sentía que se había perdido muchas cosas de su vida al ingresar en la Guardia Civil.

Ahora llevaba alrededor de un año en Arazana. Carlos y él vivían en la que era la casa de sus padres, a las afueras del pueblo. Estaba siendo un tiempo muy duro para él porque de la noche a la mañana su vida cambió totalmente. Pasó de vivir en la casa cuartel con otros compañeros sin mas preocupación que la estrictamente laboral a hacer el papel de padre con su hermano.
Carlos tenía ahora 16 años, estaba en plena adolescencia y con las hormonas en revolución. Era un muchacho tremendamente despierto, intranquilo e incluso un poco travieso. Miguel cuando se comparaba con el, no encontraba semejanza alguna. Él no recordaba haber sido un chiquillo tan nervioso ni avispado como lo era su hermano. A pesar de los quebraderos de cabeza que lo producía el chico, Miguel estaba encantado de estar con el y verle crecer.

Carlos acudía a la escuela del pueblo todas las mañanas y por las tardes, cuando su hermano libraba, salían a cabalgar, a pescar… Él echaba mucho de menos a sus padres pero el echo de que Miguel estuviera con el, que se hiciera cargo de el, que lo educara… para él significaba mucho, aunque durante este año nunca se lo había reconocido. Carlos admiraba a su hermano. Para él, no había hombre mas noble y recto que Miguel. Si bien es cierto que discutían mucho, en el fondo Carlos estaba agradecido que su hermano no perdiera la paciencia con él.

Era una tarde del mes de junio. Como siempre que podían Miguel y él salían a cabalgar. Su hermano mayor era un estupendo jinete y le estaba enseñando a perfeccionar su equitación. Hoy montaba el caballo de su hermano, un pura sangre marrón chocolate. Era un animal con garra, vibrante, hermoso. Se llamaba Bucéfalo y se lo habían regalado a Miguel cuando ascendió a Teniente. Para Miguel ese caballo era el mejor regalo que le habían hecho en la vida. Lo llamó así porque le encantaban todas las historias sobre Alejandro Magno.

Andaban a galope por las afueras del pueblo cuando Carlos perdió el control de su caballo…
#5
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:42
3.-


Sara había caído al suelo y estaba un poco aturdida. Oía voces cerca de ella.

-Señora, señora! Escúcheme! Despierte!- gritaba Carlos asustado.
-Miguel, Miguel! Ven aquí!

Miguel llegó al lugar donde estaba su hermano y desmontó del caballo.
-Qué pasa Carlos?

-Está herida? – preguntó Miguel

-No lo sé. Perdí el control de Bucéfalo y pasé muy cerca de ella, creo que le golpeé con mi pierna en la cabeza. Pero todo ha pasado tan rápido… Cuando me he dado la vuelta, ella estaba tendida en el suelo y parece que no despierta.

-Está muerta, Miguel?. No reacciona. La he matado verdad? –decía Carlos entre sollozos.

-Carlos, ella no está muerta. Está respirando, no lo ves? Y también tiene pulso- dijo Miguel mientras lo comprobaba. La cara de su hermano se relajó un poco.

-Parece que se ha desmayado. Acércate al río, moja mi camisa y tráela - dijo Miguel mientras le entregaba su camisa blanca a Carlos.

-Date prisa!

El estaba arrodillado, así que incorporó a la muchacha y la colocó encima de sus piernas. Tenía sus manos sobre la cabeza de ella. La examinó y no le pareció ver ninguna herida. Entonces…por qué no despertaba? Empezó a preocuparse, mientras, no dejaba de llamarla y moverla para ver si reaccionaba.

Al momento llegó Carlos y escurrió la camisa en la cara de la chica. Esto la hizo reaccionar.
Sara despertó y lo primero que vio fueron unos ojos de un color azul profundo, clavados en su rostro y llenos de preocupación.

-Está bien señora? Cómo se encuentra? - le preguntaba incesantemente el hombre de ojos azules mientras le ayudaba a sentarse.

- Bien, estoy bien. Aunque un poco mareada.

-Señora, lo siento mucho. Perdí el control del caballo. Espero que pueda perdonarme- dijo Carlos.

-No se preocupe, todos tenemos accidentes, sobretodo si montamos un pura sangre como el suyo. Es precioso.

- Ah! Y no me llame señora, me hace sentir mayor. Mi nombre es Sara, Sara Reeves- dijo con una sonrisa mirando a los dos.

- Encantada de conocerla Señora Sara- dijo Carlos.

- Señorita! No estoy casada –le cortó Sara mirando hacia el hombre mas mayor que seguía arrodillado en el suelo, con el torso descubierto y mirándola fijamente pero de manera indescifrable.

- ah! Pues señorita, terció Carlos sonriendo también. Y él es... – dijo señalando a su hermano-. Pero este no le dejó acabar la frase.

- Soy Miguel Romero, el hermano mayor de Carlos – dijo mientras se acercaba a ella-.

- Le ruego le perdone, es la primera vez que tiene un accidente con un caballo.

- No pasa nada, sé de buena mano que estos caballos tienen un carácter difícil, endiablado en ocasiones. Además, me encuentro perfectamente- dijo ella sonriendo a al chico menor que parecía ruborizado por la culpa.

Sara intentó ponerse en pie pero se desestabilizó. Sino llega a ser por Miguel, hubiera caído de nuevo al suelo.

Miguel la tenía agarrada por la cintura. – Se encuentra bien señorita? – preguntó con cara de preocupación. La miró de la misma forma que cuando ella le había visto al despertarse. Cómo podía transmitir tanto una mirada? – pensó Sara para sus adentros.

-Si, estoy bien, aunque un poco mareada- dijo mientras agarraba con sus manos los hombros de Miguel por temor a caerse. Sentía que le faltaban fuerzas para mantenerse en pie.

-Esta bien- dijo miguel estrechándola mas fuerte por la cintura- . Debe descansar.
-Donde se está alojando?- pregunto él.

-Aún no tengo hospedaje. Llego hoy al pueblo.

-El único lugar que hay en el pueblo para hospedarse es la posada de La Maña – dijo Carlos a los dos- aunque... no creo que sea un lugar adecuado para alguien como usted.

-Bueno no importa, pasaré la noche en cualquier lugar. Creo que me vendrá bien dormir un poco, estoy muy cansada y me duele bastante la cabeza.

-Si, tiene razón. La acompaño a la posada- dijo miguel-.

-No, no hace falta que me acompañe. Si me indica donde está puedo ir sola.

-De ninguna manera- dijo de modo tajante Miguel-. La posada queda a la otra parte del pueblo y le podría pasar algo por el camino. Usted no se encuentra bien, no tiene buena cara. Así que no insista, le voy a llevar para que descanse. Es lo mínimo que puedo hacer.

-Venga, le ayudo a montar.

-Pero este no es el caballo de su hermano pequeño?

-No, es mi caballo. Pero hoy se lo presté a mi hermano- decía mientras le ayudaba a montar.

-Miguel, toma mi camisa- dijo Carlos. No puedes ir medio desnudo por el pueblo.

-Tienes razón- dijo mientras se la abotonaba.

De un salto montó en Bucéfalo por detrás de Sara. Con una mano sujetaba las riendas y con la otra agarraba a Sara por la cintura.

-Carlos! Recoge las pertenencias de la señorita y llévalas en cuanto puedas a la posada. Nos vemos ahora.
#6
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:43
4.-

Entre el paso ligero de Bucéfalo y los brazos de Miguel rodeándola, tuvo la sensación de que la estaban acunando. Le embriagaba el olor masculino que desprendía Miguel, era plenamente consciente de la mano firme de de él alrededor de su cintura. El sol rojizo se estaba poniendo por el horizonte, le pareció que era irreal lo que estaba viviendo en ese momento.

Ella trataba de mantenerse erguida para no tocarse tanto con él, no era correcto montar con un hombre tan cerca, pero finalmente el cansancio de todo el día hizo mella en ella y se abandonó sobre el pecho de él. Quedó dormida sin darse cuenta.

Notó como el caballo se detenía.

-Señorita, ya hemos llegado- susurró Miguel apretándole suavemente el brazo para despertarla-. Espere, le ayudo a bajar.

El la cogió por las axilas y le ayudó a descender. No es que ella no supiera bajar de un caballo, pero estaba exhausta y se dejó ayudar. Al tocar tierra quedó prácticamente encima de Miguel con sus caras a unos pocos centímetros. Volvió a perderse en esos ojos azules que la miraban intensamente. Le temblaron las piernas, pero hizo un esfuerzo porque no se notara y dio un paso hacia atrás separándose de él.

-Es esta la posada que mencionó su hermano? – dijo señalando hacia la entrada.

-Si, venga entremos, le presentaré a la dueña.

-De acuerdo.

Al entrar, Sara se dio cuenta porque el chico menor había dicho que no se trataba de un lugar adecuado para ella. En la planta baja había una taberna llena de hombres fumando y bebiendo, rodeados de señoritas con vistosos y escotados vestidos. Eran chicas de compañía.

Un hombre con aspecto desaliñado se acercó a ella y se dirigió a Miguel.

-Vaya, vaya… Dónde ha encontrado esta preciosidad? Por qué no alquilo un cuarto y nos divertimos los tres? Está dispuesto a compartirla o la quiere solo para usted? – dijo el hombre entre risas maliciosas mientras cogía a Sara por el hombro.

Sara hizo ademán de quitarse a ese hombre que apestaba a alcohol de encima, cuando Miguel apartó la mano del hombre de encima suyo y le dio un empujón.

-No se equivoque caballero, si es que se le puede llamar así- decía Miguel mientras se ponía un paso por delante de Sara y señalaba con el dedo al tipo pasado de tragos.

-Ella es una señorita respetable y debe tratarla como lo que es. Espero por su bien- decía con el semblante muy serio- que sea la última vez que le falta el respeto de esta manera tan soez. La próxima vez no seré tan benévolo y se buscará un serio problema conmigo. Lo ha entendido?

-Si, si. Disculpe Teniente. Yo pensé…

-Haga el favor de callarse y lárguese de mi vista – sentenció Miguel con cara de poco amigos-.

Así que Miguel era Teniente de la Guardia Civil, lo tendría que haber imaginado nada mas ver el porte tan varonil de él.

-Lo siento señorita, se encuentra bien?- dijo él girándose hacia ella.

-Si, no se preocupe y gracias. Al decir esto se ruborizó y bajo la mirada.

-Hola Miguelico !- gritó una señora acercándose hacia ellos.

-Doña Rosa, le presento a la señorita Sara Reeves. Acaba de llegar al pueblo y quería descansar en la posada. Tiene habitaciones libres?

-Si, me quedan un par de habitaciones en el piso de arriba. Creo que será mas adecuado que estar aquí abajo con todos estos “señores”- dijo la mujer.

- Se lo agradezco- intervino Sara-. Lo cierto es que he hecho un viaje muy largo y me gustaría descansar.

-Por supuesto chiquilla. Si viene con el guardia civil mas guapo de toda Arazana es usted muy bienvenida a mi casa- dijo la mujer guiñando un ojo a Miguel-.

Sara se giró hacia éste y vio como se puso rojo en un instante. Así que el Teniente era un chico tímido- se le escapó una sonrisa por este pensamiento-.

-Señorita, venga conmigo y le enseño la habitación.

-De acuerdo.

Ella se volvió hacia Miguel.

- Muchas gracias por acompañarme hasta la posada, ha sido muy amable- dijo Sara con una tímida sonrisa.

- No, no me de las gracias. Más bien acepte mis disculpas por el incidente con mi hermano. Le ruego nos perdone.

-Ya le he dicho que no hay nada que perdonar, ha sido un accidente.

-Esta bien-dijo Miguel asintiendo y con una amplia sonrisa que le provocó a Sara un escalofrío por el cuerpo- entonces será mejor que acompañe a la Maña y descanse.

-Si será lo mejor. Buenas noches teniente Romero.

-Buenas noches Señorita Reeves.

-Ah! Doña Rosa!- gritó Miguel mientras ellas subían las escaleras hacia el piso de arriba- mi hermano pequeño estará al caer. Trae el equipaje de la señorita.

-No se preocupe. Yo se lo subo a la habitación.

-De acuerdo. Hasta mañana- dijo él a modo de despido.
#7
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:44
5.-

La Maña le acompañó hasta una habitación situada al fondo de un pasillo en el piso de arriba. Era un cuarto simple, muy austero. Apenas tenia una cama, un armario y un pequeño escritorio con una silla. No estaba acostumbrada a esa clase de lugares pero no le importó, el cuarto estaba limpio y las sábanas también, con eso era suficiente para pasar la noche.
A los cinco minutos llegó la Maña con su equipaje y se despidieron hasta el día siguiente. Estaba tan cansada que no perdió tiempo en deshacer la maleta, solamente rebuscó hasta encontrar el camisón. Se aseó un poco y cayó rendida en la cama.

Miguel estaba cenando en la cocina de su casa cuando escuchó el sonido de la puerta.

-Carlos, eres tu?

-Si, ya estoy aquí- dijo entrando en la cocina.

-Has llevado el equipaje de la señorita a la posada?

-Si, vengo de allí. La Maña me dijo que ella se lo daba a Sara.

-Bien. Coge algo del puchero y siéntate a cenar. Perdona por no esperarte pero estaba hambriento.

-Da igual. Aunque ya se yo que es lo que te ha producido tanto hambre- dijo Carlos son sonrisa burlona.

- Se puede saber de que estás hablando?- preguntó Miguel con cara de sorpresa.

- Está claro, no? Hablo de la señorita Reeves. He visto como la mirabas.

- No la he mirado de ningún modo- dijo Miguel secamente.

-Ja y ja! A mi no me puedes engañar. Pero lo cierto es que no te culpo. Es guapísima. Y ese pelo rubio, sus ojos azules, la piel tan fina y delicada. Parece una sirena.

- Carlos te estás oyendo? Cuántas tonterías eres capaz de decir en una sola frase. Acábate la cena y vete a dormir.

- Eh! Tranquilo. No pensaba quitártela. Es toda tuya. Aunque si ella tuviera unos años menos…no dudes en que te haría la competencia por conquistarla. Y seguro que me elegía a mi, porque con ese carácter tan avinagrado que tienes le darías miedo- dijo burlándose de su hermano mayor.

- Deja de decir sandeces!- gritó Miguel mientras se levantaba de la mesa.

- Sandeces o verdades?

-Es que siempre tienes que tener tu la última palabra?

-Si tengo razón, sí- espetó Carlos.

Miguel que estaba saliendo por la puerta se giró al escuchar la última frase de su hermano y le fulminó con la mirada. En ocasiones como esta le sacaba de sus casillas. Había cogido aire para regañarle, pero se lo pensó mejor.

-No tengo ganas de seguir discutiendo contigo y menos por una absurdez. Estoy cansado, me voy a la cama. Tú puedes irte a dormir o… hacer lo que te venga en gana, que es lo que haces siempre.

Carlos se sintió mal al ver como su hermano se iba con la cabeza gacha con actitud derrotista. Él esperaba que Miguel entrara al trapo, pero no fue así.

Se quedó acabando la cena mientras escuchaba como Miguel se iba a dormir. Siempre se divertía picando y molestando a su hermano mayor, pero esta vez se había pasado. Notó a su hermano triste. Miguel siempre peleaba con él, le gritaba, le daba órdenes, pero esta vez había preferido irse.
Carlos no pudo más con el remordimiento de conciencia y entró en la habitación de él.
Su hermano lo miraba con cara de no entender que hacía allí.

- Ahora que quieres Carlos? Ya te he dicho que me quiero ir a dormir- dijo con tono tranquilo mientras se ponía la camiseta del pijama.

- Miguel…yo… quería pedirte… disculpas- dijo con la mirada clavada en el suelo. No quería hacerte enfadar.

Miguel levantó la ceja en señal de incredulidad. Que no querías hacerme enfadar?

- Bueno al principio sí, pero después no. Lo siento soy un bocazas, en verdad no pienso que tengas un carácter avinagrado, aunque sí eres muy serio.

- Anda, ven aquí mocoso- dijo con los brazo abiertos para abrazar a su hermano pequeño-. Un día de estos te voy a tirar de lo alto del campanario- decía riendo mientras achuchaba a su hermano.

- De verdad que lo siento. Pero no me digas que la chica no era guapa? Dijo con tono burlón para romper el abrazo.

-Vete a tu cuarto- dijo Miguel mientras se le escapaba una sonrisilla por el comentario de Carlos.

-Hasta mañana -dijo saliendo de la habitación de su hermano.

Miguel se echó sobre la cama boca arriba con los brazos levantados por detrás de la cabeza. Lo cierto es que la chica no era guapa. Guapa era un adjetivo que se quedaba corto para alguien como ella. Era la criatura mas bonita que había visto en su vida. Era dulce, amable, aunque intuía que no era tan frágil como aparentaba su aspecto de muñequita porcelana. De dónde vendría? Y, porqué estaba en Arazana?

Recordó el trayecto a caballo a la posada. A mitad camino ella se había quedado dormida sobre su pecho, en esos momentos notaba el dulce aroma a perfume que desprendía su piel y sólo hubiera querido estrecharla mas contra su cuerpo.
Siguió pensado el la misteriosa señorita Reeves hasta que le venció el sueño.
#8
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:44
6-.

Un rayo de luz se coló por la ventana. Sara se despertó augurando un buen día, el hecho de levantarse con tanta luz entrando por su ventana le hacía pensar en positivo.

Salió de la posada con ánimo de ver el pueblo, de conocer Arazana. Lo primero que debía hacer era averiguar si había imprenta y mandar un cable a Oxford para comunicar a su tío Richard donde se encontraba.

Llegó a lo que debía ser la plaza principal del pueblo, allí estaba la iglesia y varios comercios.
En los soportales vio una imprenta con la puerta abierta y se adentró.

-Hola, buenos días- dijo Sara.

Dentro conversaban dos mujeres jóvenes.

-Buenos días. Nunca la había visto por aquí. Es usted forastera?- preguntó una de ellas-.

-Si, acabo de llegar al pueblo. Mi nombre es Sara- dijo inclinando levemente la cabeza a modo de saludo.

- Mucho gusto Sara. Yo soy Eugenia y ella es Flor, es maestra.

-Maestra? Vaya que interesante. Y trabaja en la escuela del pueblo?

-Bueno…si se le puede llamar así, sí. Contamos con pocos recursos, pero gracias a donaciones como las que hace la familia de Eugenia podemos comprar material y algunas cosas.

- Si me lo permite, me gustaría conocer la escuela y ayudar en lo que pueda.

- De verdad? Muchas gracias. Puede pasarse cuando quiera a conocer la escuela y a los chiquillos. Seguro que les encanta conocer a alguien de otro país -dijo sonriendo-. Por cierto, de dónde es usted?

- Soy de Oxford. Lo cierto es que venia a poner un telegrama a mi familia pero…intuyo que ustedes no se encargan de la imprenta, verdad?

- Cierto -comentó Eugenia-, de la imprenta se encarga Peralta, nosotras también lo necesitábamos pero parece que ha salido de urgencia a hacer alguna crónica.

-También es periodista? A mi me encanta la lectura, estudie filología hispánica en Oxford.

- Si , trabaja de corresponsal para la Vanguardia.

-Me encantará conocerle.

-Estoy segura que para él también será un placer conocerla- dijo Flor.

-Bueno, ya que Peralta no está, por qué no vamos las tres hacia la escuela. Así le enseñas todo a Sara y podemos revisar también el último envío de cuadernos. Qué os parece?-preguntó Eugenia-.

-Si no tienen inconveniente, yo no tengo nada que hacer y me gustaría conocer el pueblo.

-Perfecto, pues vamos- dijo Flor saliendo hacia la puerta.

-Flor, y qué tal son los alumnos de la escuela?- preguntó Sara.

-Hay de todo. Algunos están muy motivados, otros regular tirando a poco –dijo la maestra entre risas-. Lo grave es la problemática social. Las familias son muy humildes y muchas no pueden alimentar a sus hijos, así que los chiquillos dejan muy pronto la escuela para ponerse a trabajar y a portar un jornal en su casas.
Eugenia tomó la palabra.

-Para que se haga una idea Señorita Sara, porque no está casada, no?

-No, no estoy casada. Soy soltera.

-Vaya tres solteronas nos hemos juntado- dijo riendo la maestra.

-Lo que le comentaba- prosiguió Eugenia- la mayoría de los niños tienen menos de once o doce años. La única excepción son tres chiquillos de catorce años, son los mas mayores y sus familias hacen un sacrificio importante para que puedan venir a la escuela. Ya hemos llegado, entremos.

Flor se dirigió a donde estaban los alumnos mientras que Eugenia fue con Sara al almacén.
Cuando estaba saliendo del cuarto del material le pareció que la maestra regañaba a alguien cuya voz le era familiar.

-Carlos, no tienes excusa. Es la tercera vez esta semana que no haces las cuentas y los resúmenes de las lecturas.

-Maestra, es que a mi no se me dan bien los resúmenes. Ya sabe que no me gusta leer, es un aburrimiento.

-No me importa si te gusta o no te gusta leer. Para aprender a hacer los resúmenes hay que intentarlo, equivocarse y corregir los fallos, como todo en esta vida. Pero visto que no estas por la labor de hacer lo que te mando, tendré que hablar con tu hermano.

-No. Por favor con mi hermano no. Me castigará y se enfadará mucho conmigo. No le diga nada, se lo ruego.

-Vaya Carlos, tan ogro es tu hermano?- intervino Sara-.

- Señorita Reeves! No esperaba verla en la escuela. Como se encuentra?

-Bien, estoy bien, no te preocupes.

-Os conocéis?- preguntó Eugenia-.

-Si, ayer a mi llegada a Arazana sufrí un pequeño percance y conocí a Carlos a las afueras del pueblo.
-Me ha encantado que me enseñéis la escuela y parte del pueblo. Ahora con vuestro permiso voy a comprar unos enseres y a ver si el Sr. Peralta ha llegado a la imprenta para poder mandar el telegrama.

-Ha sido un placer conocerla Sara, espero que coincidamos pronto- dijo Eugenia-.

-Lo mismo digo, nos vemos pronto-dijo Flor-

-Por supuesto, me encantaría volver a verlas y charlas con ustedes- dijo mientras salía de la escuela-.

-Señorita Sara! Señorita Sara!- gritó Carlos detrás de ella-. Le quería decir que mi hermano no es un ogro, pero sí es muy estricto conmigo. Si la maestra habla con él y le dice que no estoy haciendo las tareas que me manda… me encierra en la casa de por vida castigado, eso seguro.

- Y lo haría con razón.- dijo Sara-. Tienes que hacer las tareas, supongo que tu familia se esfuerza mucho para que puedas ir a la escuela. Creo que es lógico que tu hermano te regañe, no crees?- dijo con tono amistoso.

-Por qué he de regañar a este señorito?

Sara se giró para ver quien le estaba hablando. Era Miguel que se acercó a ellos y se puso detrás de su hermano colocando las manos encima de sus hombros. Su cabeza sobresalía por detrás de la de Carlos.

-Buenos días Señorita Reeves- dijo a modo de saludo.

Sara quedó petrificada al verle. Miguel vestía con el uniforme de la guardia civil. Nunca había visto a nadie que luciera de aquella manera un uniforme. Le pareció todo un hombre. Era fuerte, de espaldas anchas y lo mejor de todo… su sonrisa y su mirada.
#9
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:45
7.-

-Carlos! Carlos! La maestra Flor dice que entres ahora mismo- gritaba Juanito, su compañero de escuela- desde la puerta.

-Mmm…si, mejor me voy. De hecho, no me tienes que regañar por nada, sabes que soy un santo varón-dijo pícaramente girándose hacia su hermano-. Adiós Sara!

-Su hermano es una persona muy despierta, le sobra energía, aunque creo que no la canaliza muy bien-dijo Sara.

Miguel se quedo callado mirando hacia un lado con el semblante triste.

-Lo siento Miguel. Discúlpeme por favor. No tenia que haber opinado sobre asuntos que no me conciernen. Además apenas nos conocemos. Le ruego por favor que me perdone, no quería entrometerme- se apresuró a decir Sara al ver el gesto dolido de Miguel.

-No, no. No tengo nada que perdonarle. Si tiene razón, lo que pasa es que me ha recordado las cosas que mi madre siempre le decía a mi hermano.

-Le decía?-pregunto mirándole-.

Miguel afirmo con la cabeza.

-Yo…lo siento mucho, no sabía que su madre estaba fallecida. De verdad, discúlpeme. Si hubiera sabido que se iba a entristecer tanto por mi comentario jamás lo hubiera dicho.

Sara quedo esperando alguna respuesta de Miguel pero él parecía estar pensando en otras cosas. Tenía la mirada perdida.

Bueno, será mejor que me vaya.-dijo Sara marchándose.


-Espere Sara, no se vaya. - tragó saliva y levanto la vista. En sus ojos se reflejaba mucho dolor.- Mis padres murieron hace casi un año. Para mi es muy doloroso recordarlo y por eso nunca hablo de ello. Hago como si nunca hubiera pasado, incluso con mi hermano. El me pregunta muchas veces cosas de ellos y yo… soy incapaz de responderle. No puedo hablar de este tema con él porque todavía no entiendo por que se han tenido que ir tan pronto. Por qué la vida nos ha puesto en esta situación. Por qué mi hermano es huérfano con solo catorce años. Son preguntas que me hago a diario y sabe qué, no encuentro ninguna respuesta. Espero que me entienda. Antes no he querido ser grosero con usted…pero esto es difícil para mi.

-Claro, que lo entiendo. Cuando de un día para otro los pilares que rigen su vida desaparecen todo se vuelve cuesta arriba. Primero uno piensa el por qué. En que es eso tan malo que uno ha hecho para que le arrebaten a sus padres, a las personas que uno mas quiere en este mundo. Después dejas de sentirte culpable. Te sientes desdichado por la pérdida y los echas de menos en todo momento. Y al cabo de mucho tiempo empiezas a superarlo, a poder hacer una vida mas o menos normal, pero el pensamiento siempre esta ahí. Siempre hay algo cada día que me hace acordarme de ellos. Pero ahora al cabo de los años los recuerdos no son angustiosos como eran al principio, ahora son de añoranza, melancólicos.

-Sara sus padres también están fallecidos?- preguntó miguel angustiado por ella mientras le cogía las manos.

-Si, murieron cuando yo era una niña. Sólo tenia 5 años cuando un día mi tío el ingles al que solo había visto en dos ocasiones vino a por mi para llevarme a Oxford. Me dijo que nos íbamos de vacaciones a Inglaterra y que mis padres llegarían unos días después porque estaban viajando por negocios. Yo me lo creí como una niña tonta.

Aunque apenas la conocía Miguel se sentía terriblemente afectado por el sufrimiento de ella. Se le había olvidado su propio dolor y solo le amargaba el de ella. Que crueldad quedarse huérfana siendo tan pequeña y aunque ahora mismo parecía una mujer frágil al mostrar su sentimientos, estaba seguro de que no lo era. Sara debía ser una mujer muy fuerte por haber sufrido tanto.

-No, no diga eso. Es normal que usted creyera lo que su tío le decía- dijo apretándole cariñosamente las manos intentando reconfortarla-.

-No se. Lo cierto es que yo esperé y esperé, pero nunca llegaron. Cuando me enteré de todo tuve mucha rabia. Rabia hacia mi tío, ni siquiera fui al entierro de mis padres.

A Sara le empezaron a caer lágrimas por la mejilla. No quería llorar y menos delante Miguel, apenas le conocía aunque no sentía eso. Estaba a gusto con él, con los dedos de una mano podía contar a las personas con las que había hablado de este tema pero él le inspiraba confianza.

Miguel ya no pudo contenerse más. Lo intentó, pero algo dentro de él era más fuerte que el decoro o las normas sociales y la abrazó. La estrechó con fuerza mientras ella apoyaba la cabeza en su pecho y lloraba. Hacía mucho tiempo que no se abandonaba de esa manera, pero sentía que él estaba ahí. Sentía sus brazos rodeando su espalda, cuidándola.

-Shh, Sara ya esta-le susurraba miguel.-. Estoy aquí no se preocupe, estoy con usted- decía mientras frotaba suavemente la espalda de ella.-

Sara separo su cabeza del pecho de miguel y todo lo que vio… era el color azul. Los ojos del teniente eran una mezcla entre sufrimiento, preocupación y cariño. Si, la miraban con cariño, de eso estaba segura. Se ruborizó por este pensamiento y se deshizo del abrazo, pero sus manos seguían entrelazadas.

-Sabe una cosa teniente? La rabia que sentía contra mi tío se fue poco a poco. Con el tiempo entendí que para mi tío también fue muy difícil. De un día para otro se quedo sin hermano y con una niña de cinco años a la que cuidar. Para mi él es un valiente, toda la vida ha luchado por mí y supongo que no debe ser fácil hacer de padre cuando uno no lo es.

Miguel asintió con la cabeza.

-Sabe otra cosa teniente?- continuó Sara- para mi usted también es un valiente. Hacerse cargo de su hermano intuyo que no debe ser cosa fácil.

Y acto seguido ella se acercó a él y le besó en la mejilla. Miguel se quedó petrificado ante el contacto de los labios de Sara sobre su piel. No se lo esperaba, pero le encantó la calidez y con la naturalidad que lo hizo.

Al momento alguien los interrumpió. Era Peralta que buscaba a Sara por si quería poner el cable a Oxford.

Sara marchó hacia la imprenta con Peralta y Miguel volvió a sus quehaceres.
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vigar123
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8.-


Habían pasado dos días desde su llegada a Arazana y estaba decidida a quedarse una temporada allí. Se quedaría en la posada de la Maña, pues había hecho muy buenas migas con Rosa, la propietaria, que la trataba como a una hija.

Esa tarde había quedado con Flor para dar un paseo. Anduvieron por la plaza, las callejuelas y fueron hacia las afueras del pueblo. Sara se encontraba muy a gusto charlando con la maestra pues compartían gustos literarios. A Flor le encantaba la literatura tanto como a Sara, a si que estuvieron horas paseando, comentado libros y autores.

Cuando andaban por la orilla del río, Sara le preguntó por Carlos. Quería saber si siempre había sido mal estudiante.
Flor le contó que Carlos perdió el interés por la escuela hace un año, más o menos cuando sus padres fallecieron de forma trágica.

-Flor, y tu como crees que le podemos ayudar?

-No lo sé. Yo ya no sé como volver a captar su atención por los estudios. El está pasando una mala época, yo creo que no asume lo de sus padres y ha escogido estar enfadado con el mundo.

-Es normal lo que el siente. Todo esto lleva un proceso.

-Claro que es un proceso, pero en su caso se está alargando demasiado. Desgraciadamente el no es el primer chico que pierde a sus padres, muchos mueren por accidentes en el campo, por enfermedades… y no se suelen comportar como Carlos. Todos pasan por una fase de duelo más o menos larga…pero no tienen esa ira y ese pasotismo hacia todo. El antes era un chico estudioso con inquietudes…y ahora…todo le da lo mismo. Encima tiene una relación amor odio con su hermano mayor. El pobre Miguel está desesperado ya no sabe que hacer para que estudie y vuelva a ser responsable.

-Me gustaría ayudar a Carlos, estoy segura que es un buen chico y solo necesita que alguien tenga un poco de paciencia con él.

-Puede ser. Lo que no estoy segura es que el vaya a dejarse ayudar.


-Hola buenas tardes!- dijo Carlos acercándose a ellas.

-Vaya, que haces por aquí?-preguntó Sara.

-Vivo aquí cerca y mi hermano me ha mandado a por un poco de leña.

-Y yo que creía que no le obedecías..- dijo Sara guaseando.

- Sólo lo hago porque tengo hambre, y sino me deja sin cenar- contesto riendo.

-Ya…ya… Veras Carlos estaba hablando con Flor que me gustaría ayudarte en los estudios.
Carlos quedo perplejo.

- Sara me estaba comentando que podría ayudarte algún día a la semana, así podrías ponerte al día en la escuela- dijo Flor.

- Yo… a mi no me gusta estar encerrado en la escuela. Ya bastante tengo con ir allí todas las mañanas. Además a mi me aburren los libros, no se que interés tienen un montón de papeles llenos de letras. Yo prefiero pasar las tardes cabalgando, cazando…

-Está bien, haremos un trato-dijo Sara-. Haremos las clases en tu casa, siempre que a tu hermano le parezca bien claro. Y además yo me comprometo a ir contigo alguna tarde y me enseñes como cazas. Qué te parece?

-Usted me enseña con los libros y yo le enseño a cazar? Me parece un buen trato- dijo Carlos estrechando la mano de Sara como si hicieran un pacto.


Sara volvió a la posada, estaba contenta por conseguir que Carlos se dejara ayudar. De momento el muchacho había aceptado.
Empezó a desvestirse para irse a dormir, había sido un buen día…pero estaba agotada de tanto paseo.

-Toc, toc!

Sara se sobresaltó. Quién llamaba a su puerta a estas horas. Instintivamente cogió el Colt.

-Quién es?

-Señorita Reeves, soy Miguel Romero.

El teniente! Qué hacia a esas horas en la posada? Que querría?

-Bueno perdone, la verdad es que es muy tarde para venir. Mejor vuelvo mañana- dijo Miguel desde el otro lado de la puerta.

-No! Espere, enseguida abro.

Sara guardó el Colt en el cajón del escritorio y se miró al espejo antes de abrir. Por qué se había lavado la cara? Tenía unas ojeras horribles sin el maquillaje y justo Miguel la tenia que ver así.

-Hola Miguel-dijo abriendo la puerta.

Ahí estaba, vestido de paisano con una chaquetilla negra y camisa blanca. A Sara le dio vergüenza ver lo guapo que estaba él y pensar en el pésimo aspecto que tenía ella en esos momentos.

-Buenas noches señorita Reeves. Perdone que le moleste a estas horas pero he estado hablando con mi hermano y me ha contado de su ofrecimiento.

-Si, si, pero pase- dijo Sara abriendo mas la puerta para que entrara.

-No, no es necesario, sólo será un momento. No quiero importunarla.

-Insisto. Sino lo hace por usted hágalo por mi, porque con esta corriente que entra me voy a resfriar.

-Si, tiene razón-dijo Miguel entrando.

Miguel se quedó en blanco. De un momento a otro se le olvidó el motivo por el cual había ido hasta la posada . Estaba frente a Sara como un pasmarote, no le salían las palabras. El era bastante tímido pero nunca se había bloqueado de esta manera delante de alguien. Pero lo cierto es que este alguien no era cualquiera.
Ella le miraba con gesto extrañado, estaba esperando a que el dijera algo. Pero Miguel solo podía admirar a la mujer que tenia enfrente. Sara estaba a medio vestir. Seguramente se estaba preparando para dormir cuando el llegó. Solo llevaba puesto las enaguas y el corsé. Su rubia melena ondulada caía por los hombros, su cara resplandecia. Miguel no podía parar de mirarla, estaba fascinado, nunca había visto a una mujer tan bella. Y al mismo tiempo estaba extrañado. Sara estaba ahí como si nada, acaso no se daba cuenta de lo que despertaba en un hombre una mujer como ella?
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vigar123
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27/10/2012 16:46
9-

Sara no entendía nada. Miguel la miraba de forma extraña sin articular palabra, no lograba descifrar su expresión. Él era el hombre mas guapo que había visto en su vida, lo tenía frente a ella y le provocaba unas sensaciones que nunca antes había sentido. Se notaba extraña, qué le estaba pasando? Aquellos ojos azules ejercían una poderosa fuerza sobre ella, una fuerza magnética que le arrastraban hasta ellos sin poderlo remediar.

Miguel era incapaz de articular palabra, sabia que estaba quedando en ridículo delante de Sara…pero solo podía admirarla. Intentaba evitarlo pero sus ojos se posaban sobre su escote. Sentía deseo de alargar la mano y acariciar la fina línea de la mandíbula bajando por su largo cuello siguiendo por sus clavículas que sobresalían, sus hombros, su brazos firmes y sus pechos que asomaban por encima del corsé como queriendo escapar de esa prisión.

Se estaba comportando como un descarado, el había ido a la posada para hablar sobre su hermano y ahora le estaba poseyendo una pasión que no sabia como iba a controlar. El notaba como Sara se acercaba hacia él. Cada vez estaba mas cerca, ella le miraba fijamente a los ojos como si quisiera ver dentro de ellos. Si Sara seguía acercándose, Miguel no iba a poder controlarse más. Estaba haciendo un verdadero esfuerzo para no besarla y estrecharla entre sus brazos. Lo que mas deseaba en ese instante era probar sus labios, unos labios llenos y carnosos que entreabiertos se acercaban peligrosamente a su rostro. Cuando él sintió que ya no podía mas, notó como la piel de la mejilla le ardía.

Sara le estaba acariciando el rostro! No quería que esa caricia cesara nunca. Notaba las yemas de sus dedos abriéndose paso entre su cabello. Ese contacto le estaba quemando. De pronto notó como la mano de Sara bajaba por el lóbulo de su oreja posándose en su cuello y en su nuca. Sara que se encontraba a unos pocos centímetros de su rostro cerró los ojos y se le escapó un suspiro. Esa proximidad fue demasiado para Miguel. En un instante se encontró abrazándola por la cintura y el cuello mientras la besaba. Con una fuerza desmesurada se abrió paso entre sus labios y encontró su lengua. La besaba con tremenda pasión, sintió que dejaba todo su ser en ese beso, como si fuese la última vez que fuera a probar esos labios. Sintió necesidad de ella, necesidad física.
Sus manos empezaron a recorrer la espalda de Sara, sus brazos, su cintura… La cogió por las caderas y la apretó contra él. Necesitaba sentir el cuerpo femenino con el suyo. Dejó una mano sujetando su cadera contra la de él y la otra subió hasta el cuello. Dejó por un instante de besarla y empezó a mordisquearle el cuello. Necesitaba su piel. El aroma que ella desprendía lo estaba volviendo loco, le estaba nublando la razón. Necesitaba sentirla suya, necesitaba hacerla suya.

Notó una presión en sus brazos, algo le agarraba con fuerza. Cuando levantó la vista del cuello de Sara… notó que el mundo se venia abajo. Era un maldito miserable! Cómo había podido hacer eso? Había estado a punto de hacerla suya sin tan siquiera preguntarle. Y lo peor de todo…si ella no le hubiera detenido, él no habría podido parar, se había vuelto loco. Eso era lo que había pasado, ella le había agarrado por los brazos intentando zafarse de él.
Se sentía el hombre mas sucio y miserable del mundo. Como había podido hacer semejante aberración?

Sara estaba apoyada contra la pared y su expresión era de autentico terror. Quiso acercarse a ella y pedirle perdón mil veces, pero creyó que no era prudente acercarse en estos momentos, a lo mejor malinterpretaba sus intenciones y creía que iba a propasarse de nuevo con ella.
Qué podía hacer para reparar este agravio? Era un cerdo y un cobarde! Sabía que Sara jamás le perdonaría esta falta. Ayer por la tarde confió en él, le contó de la muerte de sus padres cuando ella era una niña, le abrió su corazón mostrando sus sentimientos. No le importó llorar delante de él y que él la consolara abrazándole. Y cómo le pagaba él? Tratándola como un trozo de carne con el que uno puede jugar a su antojo. Se sentía morir!

- Sara- le llamó. Pero ella estaba inmóvil con la espalda sobre la pared y aferrada a esta con ambas manos. Ella lo miraba con miedo, incluso bajó la vista al suelo.

-Sara, yo…yo… lo siento. Se que nunca vas a poder perdonarme, pero te juro que no quería hacerte daño. Se que ahora dudas de mis palabras y no te culpo. Pero créeme que lo siento, lo siento de veras.

Ella seguía mirando al suelo, no quería ni verle. Seria mejor irse.

Cuando estaba abriendo la puerta de la habitación para salir, se giró y le dijo: Asumiré cualquier castigo que creas oportuno. No voy a defenderme, no tengo perdón de dios.

Y con estas palabras salió de la posada
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vigar123
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27/10/2012 16:46
10.-


Sara seguía apoyada en la pared, agarrándose con fuerza, pues sentía que las piernas de un momento a otro le iban a fallar. Qué es lo que había hecho? Porqué Miguel se había comportado así? Porqué creía que le había hecho daño? Le había parecido que él pedía perdón. Pero…perdón porqué?

Seguramente él salió precipitadamente de su cuarto por que se arrepentía de aquel beso. Él habría pensado que ella no se había comportado como una señorita de su clase, sino más bien como una cualquiera. Y eso era cierto. Ella se había comportado como una cualquiera, se había dejado llevar por el momento, había perdido los papeles, la compostura… pero le fue imposible detener a su propio cuerpo.

Desde que Miguel entró en la habitación ella quedó anonadada. Sintió una fuerza irracional que la empujaba a acercarse a él, a mirar dentro de sus ojos, a tocarle, a sentirle. No pudo evitarlo, la tentación era muy fuerte. Lo que ese hombre le producía no lo había sentido jamás. Su parte racional luchaba contra su instinto animal, pero finalmente este último venció.
Su mano se alargó hacia el rostro de él como si tuviera voluntad propia. Acarició su mejilla, su cabello corto pero suave al tacto. Tenía la necesidad de recorrerlo entero con sus manos, los ojos de él la atrapaban, le miraban con tanta intensidad y deseo que su corazón estaba a punto de salirse del pecho.

Sólo un instante después, los labios de Miguel se posaron sobre los suyos. ¡Miguel le estaba besando! ¡Su primer beso! ¡Era la primera vez que un hombre la besaba!

Siempre había creído que un beso debía ser algo hermoso, pero esto era más de lo que nunca había soñado. Al principio Miguel la beso dulcemente, entreabriendo sus labios con cuidado, apenas rozándolos. Esto duró unos pocos segundos, porque después él imprimió ritmo a ese beso y la besó apasionadamente. Para ella, sentir las manos de Miguel en su cintura y el aliento de él en su cuello la hizo vibrar de emoción. Ella notaba como la estrechaba contra su cuerpo. Desprendía un calor…

En ese momento Sara se sintió desbordada, se asustó. Era la primera vez que tenía un contacto tan íntimo con un hombre y no supo como reaccionar. La intensidad del beso era tal que se sintió abrumada, no sabía que debía hacer. Sólo sabía que nunca había sentido nada parecido, nada tan fuerte por nadie y se asustó por estas sensaciones hasta ahora desconocidas para ella. Se bloqueó y se apartó de él.

Qué habría pensado el Teniente de ella? Qué era una mujerzuela? Pues era ella quién le había acariciado y después se había apartado.
Sara quería que la tierra le tragara. Qué situación tan embarazosa!
Aún le temblaban las piernas y su corazón latía demasiado rápido. Decidió sentarse e intentó serenarse.

Se moría de la vergüenza y de la culpa. Cómo había podido perder los papeles de esa manera? Realmente esa era una pregunta absurda, pues conocía la respuesta a la perfección. Ese hombre había despertado en ella amor, ternura, pasión, deseo… no sabía cual era el adjetivo apropiado, pero la había despertado de su letargo emocional desde el primer da que lo vio tras el accidente con el caballo.
Ahí mismo, en su llegada a Arazana, supo que ese hombre no era cualquier hombre, que esos ojos no eran unos ojos corrientes y que se moría de ganas porque él la estrechara entre sus fuertes brazos protectores.
#13
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27/10/2012 16:47
11-.


Era un día muy caluroso, así que Sara decidió salir a pasear a última hora de la tarde cerca del río. Era un lugar que le encantaba. Se sentía en paz caminando por la orilla mientras escuchaba el sonido del agua fluyendo río abajo. También le relajaba el sonido de las hojas de los árboles golpeadas por la suave brisa de la tarde y el alegre canturreo de los pajarillos que sobrevolaban la zona.

Estaba ensimismada en sus pensamientos dándole vueltas a la cabeza en como se habría tomado su tío Richard que ella hubiera escapado a España. Seguro que no lo comprendería. Diría que no es un comportamiento apropiado para una señorita de su clase. Y tal vez tenía razón, era una locura, había huido literalmente de Oxford. Pero allí estaba muerta, y no se arrepentía en absoluto de su marcha. Durante los pocos días que llevaba fuera de Inglaterra había visto otra realidad, otra manera de vivir, que estando “prisionera” en su palacete de Oxford jamás habría conocido. Ahora se sentía viva, se sentía útil, quería hacer cosas para ayudar a la gente del pueblo, tenía ganas y muchos proyectos en mente. Tan sólo había un tema que le preocupaba mas que su tío…Miguel.

De pronto algo la salpicó. Hola Sara- saludó efusivamente alguien desde el río.

-Carlos! Qué susto me has dado! No te había visto.

-Lo siento, no quería asustarla.

-Qué haces ahí dentro?

-Bañarme. Qué pasa que las señoritas no se bañan?

-Claro que nos bañamos pero no el río donde todos te pueden ver.

-Y que tiene de malo que te vean? Aquí hay mas agua que en una bañera y es mucho mas divertido- dijo Carlos con una gran sonrisa.

-mmm…puede ser. Creo que tienes razón. Si debe ser mas divertido.

-Y por qué no se baña ahora y lo comprueba?

-Ni loca- dijo Sara riendo ante la propuesta.


-Carlos! Carlos! Dónde estás?

- Aquí Miguel!

- Ah, no sabía que usted estaba aquí- dijo mirando hacia Sara.

-Si, estaba paseando cuando por casualidad me encontré con su hermano en el río.

-Ah...ya veo. Carlos, por qué no sales ya del agua? No me gusta que andes sólo en el río a estas horas.

-No estoy solo, estoy muy bien acompañado como puedes ver- dijo burlonamente levantado las cejas en dirección a Sara.

-Venga Carlos, haz el favor de salir del agua e ir para la casa a secarte.

-Vale, lo que tu digas- dijo con tono de resignación.


Cuando Carlos ya estaba a una distancia prudencial Miguel se dirigió a ella

-Sara…yo…estaba buscando la ocasión para…para hablar con usted y disculparme.

-Pero… disculparse por qué?- preguntó Sara echa un flan. Aún no entendía por qué Miguel salió pidiendo perdón de su cuarto.

Miguel levantó las cejas en señal de asombro. Acaso no sabía ella porque él se disculpaba o es que quería que él se sintiera más avergonzado recordando lo ocurrido. Le examinó el rostro intentando descifrar su expresión y apreció sinceridad en su pregunta, no vio malicia ninguna, mas bien preocupación.

-Yo…quería disculparme por lo ocurrido el otro día en su cuarto.

Sara seguía con cara de no entender nada. Si alguien debía disculparse era ella por su comportamiento fuera de lugar.

- Verá Sara, yo fui a la posada para hablar de mi hermano. Pero…no se lo que me pasó que de repente la estaba besando. Quiero pedirle disculpas por eso, por mi comportamiento inapropiado. No quiero que piense que no respeto a las mujeres o que alguna vez me he sobrepasado con alguna, pero no se que me pasó. Ya sé que no es excusa, pero créame que no quería hacerle daño ni ofenderla.

Dios! Cómo podía si quiera pensar que le estaba haciendo daño u ofendiéndola? Miguel tenía un corazón demasiado noble, por eso pensaba así. Si supiera lo que ese beso significó para ella… aún sentía escalofríos al recordarlo. Y tener a Miguel solo a dos pasos de ella…no ayudaba demasiado a olvidar.

-Lo sé Miguel, créame que lo se. Usted sería incapaz de hacerme daño, se lo noto en la mirada, usted nunca me haría daño- le dijo Sara tocándole levemente el brazo.

-Si, yo jamás haría nada que pudiera herirla. Antes me moriría que hacerle daño a usted- le dijo mientras cogía la mano de su brazo y entrelazaba los dedos con los de ella-. Pero quiero reiterarle mis disculpas, me siento muy mal por lo ocurrido. Podrá perdonarme?-preguntó en tono suplicante.

-Si, Miguel. Lo mejor es que nos olvidemos de lo ocurrido. Le parece?-dijo Sara con una amplia sonrisa y dándole un apretón en la mano haciendo ver que no pasaba nada malo, pues Miguel estaba muy abrumado.

-Gracias Sara- dijo mirándola a los ojos. Le prometo que no volverá a tener queja de mi.

-Se está haciendo tarde, creo que debería irme.

-Si, la acompaño.

-No, no es necesario. He venido sola y puedo irme igual, me gusta pasear.
-A mi también, así que la acompaño-dijo con una preciosa sonrisa y poniendo el brazo en jarra para que ella se agarrase.

-Está bien, como quiera Teniente- dijo mientras aceptaba su ofrecimiento y se acoplaba a su brazo. Parecían una pareja de novios así cogidos, no lo eran, pero se sentía muy bien a su lado. Por algo que no sabía explicar ahora se sentía totalmente relajada en su compañía.
#14
vigar123
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27/10/2012 16:47
12.-

-Pues vamos- dijo Miguel iniciando el paso. Es un poco tarde para andar por las afueras del pueblo.

- Si, tiene razón. Por cierto Teniente, sobre qué quería hablarme la otra noche cuando vino a la posada?

-Pues de Carlos. El otro día me comentó que se había encontrado con usted y con la maestra Flor. Me dijo que estuvieron hablando y que usted se había ofrecido para ayudarle con los estudios. Es eso cierto?

-Si, le dije que le ayudaría con los estudios para ponerse al día en la escuela, siempre y cuando usted estuviera de acuerdo.

-Yo?

-Claro, usted es como si fuera su padre. No se si le parece bien.

Miguel no dijo nada, siguió caminando en silencio.

-Sino le parece bien sólo tiene que decirlo. No pasa nada. A lo mejor me he metido donde nadie me llama, verdad?-dijo Sara mirándole.

-No, no es eso. Pero…

-No tiene que decir nada más. De verdad que sólo lo propuse por ayudar a Carlos, pero en ningún momento he querido ofenderle a usted. Sino está de acuerdo lo entiendo, al fin y al cabo, es su hermano.

- No Sara, sino me ha dejado terminar.

- Ah…

- Me parece fantástico que quiera ayudar a mi hermano, creo que le vendrá muy bien un poco de ayuda con los libros. Pero…por qué alguien como usted querría ayudar a un muchacho como mi Carlos?

-Alguien como yo? A qué se refiere?

- Pues a una señorita extranjera, de buena familia, que aunque no se muy bien que hace por estas tierras…seguro que tiene mejores cosas y mas importantes que ayudar a mi hermano.

-Mmm…En una cosa tiene razón, yo tampoco se muy bien que hago aquí- dijo sonriéndole-. Pero no tengo cosas más importantes que hacer. De hecho ayudar en la educación de los jóvenes me parece de vital importancia para que la gente prospere. Usted no opina igual?

-Si, y por eso quiero que Carlos estudie, que tenga una formación básica antes de ponerse a trabajar. No quiero que sea ignorante y que en un futuro se aprovechen de él, como ocurre ahora con muchos trabajadores en estas tierras.

-Vaya…me sorprende. No sabía que la guardia civil estaba del lado de los oprimidos, creía que sólo velaban por los derechos de los terratenientes.

- Eso es la impresión que tiene de nuestra institución?

-Bueno…llevo muy poco tiempo en Arazana, pero siéndole sincera…no he oído muy buenos comentarios sobre su capitán.

-Si, nuestro capitán es…digamos que tiene un sentido peculiar de la justicia. Pero no todos los guardias opinamos como él, ni estamos de acuerdo con muchas de sus acciones.

-Entonces usted está del lado de los oprimidos?

-No estoy al lado de nadie, ni contra nadie. Intento ser justo en mis acciones si dependen de mi… aunque no siempre es así. Pero creo que todo el mundo tiene derechos y obligaciones y no por pertenecer a una clase u otra se está exento de cumplir ambas cosas.

-En eso opino como usted, todos tenemos derechos y obligaciones.

-Sabe? Se me hace raro que alguien comos usted opine así, por aquí esas ideas no son frecuentes.

-Otra vez dice alguien como yo. Se refiere a que soy de buena familia?

-Si, la gente de su clase no suele pensar así. No se ofenda, pero la mayoría de los terratenientes creen los trabajadores son de su propiedad y no les reconocen ningún derecho.

-No, tranquilo no me ofendo. Se como son los de mi clase, pero no todos somos así.

-Sabe una cosa? Me alegra que no sea una señoritinga estirada que mira por encima del hombro a la gente, eso le honra.

-Bueno…gracias por el cumplido- dijo sonriendo. Ya hemos llegado.

-Si, ya estamos en la posada.

-Muchas gracias por acompañarme, me ha gustado mucho conversar con usted durante el trayecto.

-Gracias-dijo Miguel ruborizándose ante el comentario. Yo también he disfrutado de su compañía.

-Miguel…le puedo pedir algo?

-Claro, lo que quiera.

-Podríamos tutearnos. No creo que haga falta tanto formalismo entre nosotros, no?- dijo con cara y sonrisa angelical.

- Desde luego que no, a partir de ahora te tutearé- dijo asintiendo con el rostro.

-Mucho mejor. Bueno, lo dicho ha sido un placer pasear contigo. Te parece bien que empiece ya las clases con tu hermano?

-Claro, cuando quieras. Ah, sino te obedece o hace algo fuera de lugar…dímelo por favor. A veces…no se comporta muy bien que digamos.

-No te preocupes, seguro que no tengo problemas con él. Además creo que en el fondo tiene ganas de aprender.

- Puede ser… Bueno es muy tarde, será mejor que descanses Sara. Hasta mañana.

- Hasta mañana Teniente- dijo Sara acercándose un poco más a él y dándole un pequeño y dulce beso en la mejilla.

- Que…que descanses-. Dijo Miguel titubeante mientras ella entraba a la posada. Esta mujer le sorprendía a cada momento. Le había vuelto a besar con tanta naturalidad …
Definitivamente Sara era un ángel, era su ángel.
#15
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:48
13.-

Sara durmió del tirón. El hecho de haber arreglado el pequeño incidente del otro día con Miguel hacia que se sintiera bien.
Despertó contenta, pues un chorro de luz se colaba por la ventana iluminándole la cara. Esto siempre era un buen presagio. Le encantaba la luz, la calidez.

Bajó a desayunar. La Maña le había preparado café y tostadas. Estuvo hablando con ella un buen rato y después fue al pueblo para hablar con Peralta. Le pidió si podía colaborar con él escribiendo alguna crónica y se ofreció para sustituirle en la imprenta cuando él tuviera que salir. Al periodista le pareció genial la ayuda y el ímpetu que trasmitía la joven.
Más tarde fue al cortijo de los Montoro a visitar a Eugenia. Estuvieron dando un paseo a caballo y ésta se quedó asombrada cuando vio como montaba Sara. No montaba como las señoritas, montaba a horcajadas como los hombres! La señorita Reeves no era una chica corriente, de eso se dio cuenta el primer día que la conoció. Qué señorita de su condición viajaría sola a un país extranjero? Ni siquiera había viajado con alguien del servicio. Y cómo era posible que estuviera alojada en el burdel del pueblo? Pero a pesar de todas estas rarezas Eugenia apreciaba a Sara y se estaban haciendo buenas amigas.

Por la tarde había quedado con Carlos en la plaza del pueblo para ir a su casa a dar la clase. Habían quedado allí porque ella no sabía donde vivía el chico.

La casa estaba a las afueras del pueblo, bastante cerca del río. Era una construcción pequeña con fachada blanca y dos alturas. Las ventanas eran grandes y estaban cubiertas por unas bonitas rejas de hierro forjado. En la entrada había un pequeño jardín bastante cuidado y con muchas macetas. Esto le sorprendió un poco. No se imaginaba a Miguel ni a Carlos encargándose de regar geranios.
Entraron por la puerta principal a un recibidor que daba a la cocina y a un acogedor salón. En él había un sofá, una mesita baja, un par de butacas, una librería y una chimenea de piedra en una de las paredes. Desde el salón partía una escalera con la barandilla de madera que subía al piso de arriba.
Se quedaron en la cocina pues allí había una amplia mesa y unos bancos de madera.

Sara estaba contenta. Parecía que lograba captar el interés del muchacho.

-Hola, buenas tardes!- saludó una voz femenina.

A Sara se le encendieron todas las alarmas. Quién era esa mujer que entraba como pedro por su casa saludando tan efusivamente? Acaso Miguel tenía pareja? Estaba casado? No, eso no era posible. La había besado, no podía ser tan miserable. O… si. Por eso le pedía perdón con tanta angustia la otra noche? Sara estaba al borde de un ataque, todas sus ilusiones no reconocidas con Miguel se habían ido al traste en un segundo.

-Hola Marisa. No sabía que venias hoy-dijo Carlos.

-Si, es que me he cruzado con tu hermano en el pueblo y me ha pedido que comprara unas cosas. Así que vengo a dejarlas.

-Ah, no os he presentado. Sara ella es Marisa, nos ayuda con la casa y las comidas. Y ella es la señorita Sara Reeves- dijo mirando hacia la muchacha del servicio.

-Hola, encantada Marisa- dijo Sara poniéndose en pie para saludarla.

-Mucho gusto señorita Reeves. Yo solo vengo a dejar estas piezas de fruta y me marcho.

-Hasta mañana Marisa.

-Adiós Carlos, adiós señorita Reeves- dijo la muchacha saliendo de la cocina.

-Adiós Marisa-dijo Sara.

Así que tenían una muchacha de servicio en casa. Lo debía de haber supuesto porque dos hombres viviendo solos… Era preciso que tuvieran a alguien que se encargara de las tareas de la casa, de lavar la ropa, de cocinar…
Lo cierto es que Marisa parecía una buena muchacha, le había causado buena impresión.

Siguieron con la clase en la cocina. Al cabo del rato otra voz los interrumpió.

-Hola Carlos! Ya he llegado.- dijo Miguel. Dónde estás?

-Estoy aquí en la cocina con...

-Con la señorita Reeves- dijo Miguel con una deslumbrante sonrisa acercándose a ella-. Hola Sara, cómo se está portando mi hermano?

-Hola Miguel- dijo embelesada por la sonrisa de él. Carlos se está aplicando bastante, de momento no tengo queja- dijo mirando al joven muchacho.

-La verdad es que ya estoy un poco cansado, para ser el primer día podríamos dejarlo ya, no?

- Carlos!- se enfadó Miguel. Serás…

-No Miguel, tu hermano tiene razón. Además hemos aprovechado bien el tiempo y nos ha cundido la materia. Carlos, lo dejamos por hoy, pero tienes que leerte las páginas que te he indicado antes para el próximo día, de acuerdo?

-Claro Sara. Miguel puedo salir un rato?

-Carlos es muy tarde, no me gusta que salgas a estas horas. Por qué no preparas las cosas para ir mañana a la escuela y le pones la comida a los caballos y a Motas?

-Quién es Motas?- preguntó Sara.

-Una perra que tenemos desde hace unos meses- dijo Miguel.

-Está bien Miguel, voy a ponerles algo de comer. Hasta mañana Sara-dijo despidiéndose Carlos.

- Yo me marcho ya a la posada, la Maña seguro que me está esperando para cenar. Que pase buena noche Teniente.

-Sara…no te vas a ir sola hasta la posada. Te acompaño.

-No hace falta Miguel, no me voy a perder.

-Sara… por favor. No es muy seguro que vayas sola por el camino a estas horas. Déjame acompañarte, a mi no me cuesta nada y me quedo más tranquilo. De acuerdo?- dijo Miguel ofreciendo su brazo para que Sara se agarrara.

-Está bien- dijo cogiéndose de Miguel- Tu ganas.

Sara estaba feliz porque Miguel se preocupaba por ella y quería acompañarla a la posada. Le encantaba estar con él. Se sentía en las nubes paseando agarrada de su brazo. Deseaba que el camino de vuelta durara una eternidad pues se moría por pasar más tiempo con él. Sólo había pasado un día desde la otra noche en la que le acompañó a la posada pero ya le echaba de menos. Necesitaba verlo, estar con él, hablar con él. No sabía a ciencia cierta que producía Miguel en ella, pero tenía claro que lo necesitaba. Necesitaba la proximidad de su cuerpo y oír de sus labios ese “que descanses” que le dijo la noche anterior.
#16
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:48
14.-


Fueron pasando los días y todo seguía más o menos igual. Sara seguía alojada en la posada de la Maña. Cada día conversaba con ella a la hora del desayuno o de la comida, era una mujer de armas tomar y eso le gustaba. Algunas mañanas se encargaba de la imprenta y en sus ratos libres escribía. Solía escribir su diario y artículos de opinión para la Vanguardia. Le agradaba estar con Peralta e ir con él a pueblos cercanos para escribir crónicas. Él era un periodista consolidado e inteligente del que Sara estaba aprendiendo mucho. Le interesaban mucho los temas sociales y de bandoleros, cosa que a Sara también.

La joven estaba haciendo mucha amistad con los vecinos de Arazana. Compartía un café de vez en cuando con Pepe, Julieta, el Padre Damián, Cosme, Carmen, Roberto, Don German Montoro, Marcial… Pero con las personas que estaba forjando una gran amistad era con la maestra Flor y con Eugenia Montoro. Pasaban mucho rato las tres juntas hablando de su pasado, de sus proyectos, de sus ilusiones, de hombres…

Ahora bien, a la persona que más estaba conociendo era a Miguel. Varios días a la semana Sara iba a su casa para dar clase a Carlos. Cuando estaban finalizando la clase Miguel solía llegar a casa. A Sara se le iluminaba la cara cada vez que lo veía aparecer por la puerta de la cocina. Esto se había convertido en el mejor momento del día pues sabía que después él la acompañaría hasta la posada. Los primeros días ella intentaba negarse, le daba apuro que él se viera en la obligación de acompañarla sólo porque daba clases a su hermano y más aún, después de estar todo el día de servicio. Pero ahora ya ni lo intentaba, sabía que no servía de nada decir que no porque él no aceptaba un no por respuesta y la acompañaba siempre. Poco a poco, durante los trayectos a la posada, iba conociendo a Miguel. Era muy buen conversador y hablaban sobre muchos temas. Sobre algunos tenían las mismas opiniones, sin embargo, había otros en los que diferían. Pero ahí estaba la riqueza de la conversación, cada uno expresaba sus puntos de vista y esto era muy interesante para el otro.
Cuando llegaban a la posada ella siempre le daba un beso en la mejilla y él se despedía con un” que descanses”. A Sara en más de una ocasión le había dado la impresión que el iba a besarla pero después se arrepentía y le decía “que descanses”. Desde aquel incidente en su cuarto Miguel no la había vuelto a besar. Ahora se comportaba como un caballero de los pies a la cabeza. Incluso demasiado para el gusto de Sara. Cada noche cuando se iba dormir pensaba en aquel beso, en los abrazos, en sus ojos encendidos por el deseo… y se le erizaba la piel. Estaba deseando que volviera a ocurrir. Cada noche cuando se despedían en la puerta de la posada Sara tenía la esperanza de que Miguel la besara…pero luego sólo había un “que descanses”. Ella pensaba que él si sentía algo por ella, pero a lo mejor solo era cariño o amistad.
#17
vigar123
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27/10/2012 16:49
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Habían pasado unas pocas semanas desde que Sara llegó a Arazana y la vida de Miguel había dado un giro importante. Ahora solo deseaba que fuera la hora de llegar a casa para ver si Sara ese día había ido a dar clase a Carlos. Se daba cuenta que estaba enganchando a ella, pensaba en ella en todo momento, solo pensaba en verla y en pasar tiempo a su lado. Por otra parte le gustaba mucho como se portaba con su hermano, realmente las clases le estaban yendo muy bien y empezaba a recuperar interés por temas de la escuela.

Su mejor momento del día era cuando llegaba a casa y estaba ella sentada en el banco de madera de su cocina con una taza de café en la mano. Decía que estaba harta del té de su país, que el café era una bebida mucho más sabrosa y que el aroma del café recién hecho era uno de sus olores preferidos. Así que Miguel había ordenado a Marisa que cada vez que la señorita Reeves llegara a su casa le prepara uno.

Otro de sus momentos preferidos era cuando llegaban a la posada y Sara se despedía dándole un beso en la mejilla. Adoraba ese momento. En más de una ocasión había estado tentado en devolverle el beso aunque en la boca, pero estaba seguro que Sara no tenía esa clase de sentimientos hacia él. Ya tuvo bastante con aquel malentendido en su cuarto y no quería que ella se alejara de él por nada del mundo. Así que se conformaba con tenerla cerca y pasar tiempo a su lado.

Era temprano cuando llegó al cuartel y se dispuso a revisar el papeleo. A los pocos minutos entró el señorito Álvaro Montoro hecho una furia.

-Dónde narices está Olmedo?

-Buenos días Don Álvaro. Olmedo no ha llegado todavía. Puedo ayudarle en algo?

-Buenos días serán para usted. Y dónde está ese holgazán? Para una vez que lo necesito y no está en el cuartel.

-Llegará enseguida supongo. Don Álvaro insisto, puedo ayudarle en algo? Le noto muy alterado.

- Y cómo quiere que esté? Esos hijos de mala madre han secuestrado a mi hermana.

- A la señorita Eugenia?

- Pues claro! No tengo mas hermanas!

-Claro tiene razón. Y ha visto usted a quiénes la han secuestrado?

-No, no los he visto, sino los hubiera matado con mis propias manos.

-Por favor Don Álvaro, tranquilícese.

-Como se nota que no es a su hermano o a algún ser querido para usted a quien han secuestrado. A saber que estarán haciendo con ella esos desalmados!

-Bueno y cómo sabe que la han secuestrado?

-Han dejado esta nota en mi casa.


El Teniente la cogió para leerla. En la nota decía: “ Si quieren volver a ver con vida a Eugenia Montoro y a Sara Reeves les costará 100 monedas por cabeza. Si no pagan pasado mañana a las tres de la tarde en el cruce del camino que va a Antequera, las señoritas morirán. Firmado la Banda de Carranza”.

Miguel se quedó mudo, quedo perplejo al leer la nota. Sara, su Sara, estaba secuestrada! No podía creerlo. Se le revolvieron las tripas y la ira se apoderó de él. Juró para sus adentros que la encontraría sana y salva y que daría caza a toda la partida de bandoleros. Esos mal nacidos se habían equivocado de víctima y lo iban a pagar muy caro.
La habían tenido que secuestrar hoy muy temprano porque él anoche la dejó en la posada. Pero qué hacían Sara y la señorita Montoro a esas horas? Y dónde estaban?

Álvaro le explicó a Miguel que las muchachas habían quedado al despuntar el alba para ir a Ronda a comprar unos libros que hacían falta en la escuela. Iban acompañadas de Rocío una muchacha del servicio.

-Y a la sirvienta también la han secuestrado?- preguntó Miguel.

-No a ella no. Le dijeron que volviera a casa y nos contara que la Banda de Carranza había secuestrado a mi hermana y que pronto tendríamos noticias. Pero antes de que ella llegara ya habíamos recibido la nota que le he enseñado.

-Bien. A qué hora y donde ha sido el secuestro?

-Rocío dice que serían las seis de la mañana porque estaban esperando la diligencia para ir a Ronda.

-Y cuantos hombres eran?

-No sé. No le he preguntado eso. He venido corriendo al cuartel.

-Pues creo que lo mejor será que vayamos a su casa para que Rocío nos cuente todo lo que ha visto y así poder actuar en consecuencia.

-De acuerdo. Vamos.

El Teniente interrogó a la mucha de servicio y después mandó un cable a la Embajada Británica.
Volvió al cuartel e informó al Capitán y a Morales sobre lo ocurrido. Decidieron ir a peinar la serranía con un puñado hombres mientras venían los refuerzos desde Sevilla.

Fue frustrante. Recorrieron bastante extensión y ni rastro de ellas. Miguel seguía empecinado en continuar la búsqueda pero Morales le convenció para que regresara a casa y descansara un rato. Ya se había hecho de noche y era imposible ver nada.
El Teniente llegó a casa destrozado moralmente. Nada mas entrar por la puerta Carlos le dio un abrazo.

-No te preocupes, todo va a salir bien. Seguro que la encuentras muy pronto.

-Eso espero Carlos. No paro de pensar lo que esos cerdos estarán haciendo con ella.

-Miguel no te martirices. Además Sara es fuerte, seguro que sale de esta. Quieres comer algo?

-No, no tengo hambre. Voy a echarme un rato, a ver si consigo dormir un poco.

-Está bien, intenta dormir. Si puedo hacer algo…me lo dices.

-Si, si puedes. Ven. Dale otro abrazo a tu hermano mayor.

Carlos sonrió y le dio un fuerte abrazo a su hermano. Era la primera vez en su vida que Miguel le pedía un abrazo. La verdad es que tenía muy mala cara, estaba descompuesto. El secuestro de Sara le había afectado muchísimo. Él también estaba muy preocupado, no quería que le pasara nada malo. Se reía mucho en las clases con ella, era muy divertida y ocurrente. Carlos sospechaba que su hermano se estaba enamorando de Sara. Nunca le había visto comportarse así con otras mujeres y además tenía muchas atenciones con ella. Pero como Miguel nunca hablaba de estas cosas…pues sólo tenía sus sospechas.
#18
vigar123
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27/10/2012 16:49
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Miguel no pegó ojo en toda la noche. Cada vez que conseguía dormirse empezaba a soñar con Sara. Se la imaginaba maniatada en una cueva rodeada de hombres con el rostro cubierto que intentaban propasarse con ella. Entonces se despertaba agitado y muerto de la preocupación por si su sueño se estuviera convirtiendo en realidad.

Ya estaba cansado de dar vueltas en la cama así que se vistió, se tomó un café y decidió salir al monte a buscar a Sara antes de ir al cuartel.
Pero nada, no encontró nada. Estaba desesperado, ya no sabía donde buscar. A este paso tendría que esperar al día siguiente en el que se iba a hacer el intercambio de dinero por las secuestradas. Los bandoleros pedían mucho dinero pero la familia Montoro estaba más que dispuesta a pagar por su hija y la embajada Británica comunicó que pagarían el rescate de la señorita Reeves.

A medio día llegaron los refuerzos y organizaron otra batida por la serranía. Ahora eran más hombres y cubrían más terreno pero fue en balde. Otra vez ni rastro de ellas.
Miguel estaba furioso, sentía que se estaba volviendo loco. No podía resignarse a perderla, además, no se fiaba en absoluto de los bandoleros y temía que aunque pagaran el rescate las mataran de todos modos. Fue un día agonizante para él. Es cierto que si solo hubieran secuestrado a Eugenia él estaría preocupado y la estaría buscando también, pues su trabajo era ser guardia civil. Pero el hecho es que habían secuestrado a Sara, una preciosa inglesa que se había metido en su vida y en su cabeza más de lo que él mismo imaginaba.

Era ya muy tarde cuando salió del cuartel. Habían estado planeando como llevarían a cabo el intercambio. Miguel no quería dejar ningún fleco suelto así que barajaron muchas posibilidades.
Al llegar a casa se sirvió un plato de comida, estaba hambriento. Tenía los nervios destrozados por lo que pensó que leyendo un rato igual se relajaba. Carlos ya estaba durmiendo en el piso de arriba. Se sentó en una butaca del salón intentando no pensar en Sara. Abrió la novela que estaba leyendo pero le era imposible concentrarse. Empezó a oír como su perra ladraba en el jardín. Le extrañó que lo hiciera porque no era lo habitual y pensó que no tardaría en callarse. Pero no fue así. Motas siguió ladrando con mucha insistencia. Miguel decidió salir para ver que le sucedía. Al abrir la puerta principal se encontró con la perra muy envarada y sin parar de ladrar. Se acercó a ella y la acarició para ver si se calmaba pero nada. Miró si tenia agua y si tenía. Pensó que a lo mejor ladraba porque quería estar dentro de casa, así que abrió la puerta y le hizo gestos para que pasara, pero la perra seguía de frente a él ladrando. Fue al patio trasero para ver a los caballos por si les había ocurrido algo y tampoco. Ya se estaba poniendo nervioso, qué demonios quería la perra? Nunca se había comportado así. Volvió al jardín y cuando se acercó a ella la perra salió fuera de los límites de la casa ladrando. Se paró en seco y miró hacia atrás. Al ver que Miguel no la seguía se acercó a él y le mordisqueó el pantalón tirando de él. No entendía nada, ni sabía que quería la perra pero decidió seguirla. Ya llevaba un rato andando por el bosque detrás de ella cuando se paró en seco y pensó que era una tontería seguir a un perro a media noche. Se dio la vuelta y empezó a caminar para volver a casa, pero la perra fue tras él una vez más y le volvió a mordisquear el pantalón tirando de él. Sólo dejó de ladrar cuando Miguel la siguió de nuevo.

Continuó caminando un buen rato. Total…no podría dormirse y a lo mejor caminando por el bosque encontraba alguna pista sobre Sara. Y si daba con los bandoleros? Mierda! Había salido desarmado, sólo llevaba la navaja guardada en la bota. Aunque pensándolo bien… no encontraría nada, ya habían peinado esa zona con los refuerzos.
#19
vigar123
vigar123
27/10/2012 16:50
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Estaba muerta de miedo, sino hubiera sido por el jefe de la partida ahora estaría muerta. Ese tal Pernales era un salvaje. Estando ella con Eugenia y su dama de compañía esperando la diligencia temprano para ir a Ronda habían sido atacadas por ese bandolero. Llegó apuntándolas con un trabuco montado a caballo y acompañado de otros dos hombres.

-Vaya, vaya, vaya…Mirad a quien tenemos aquí. No es nada más ni nada menos que la señorita Eugenia Montoro con otra damita. Díganos señorita de Montoro, a dónde se dirige con esa bolsa llena de perras?

-Tome el dinero si es lo que desean pero déjenos en paz. No nos haga nada por favor.

-Claro que queremos el dinero.

-Tome-Eugenia extendió el brazo para darle la bolsa.

El bandolero le agarro fuerte por la muñeca.- Pensándolo bien…las damitas se vienen con nosotros, un poco de compañía femenina no nos vendrá mal- rió socarronamente. -Por cierto…no quiero que digan que no soy un caballero. Me presento, mi nombre es Francisco Ríos, pero todos me conocen como el Pernales. Y ahora señoritas se vienen con nosotros sin rechistar. Están ustedes secuestradas por la Banda de Carranza.

-Qué?! Cómo que secuestradas? Quítenme las manos de encima rufianes!-Sara intentaba escaparse de uno de los hombres que la había agarrado por el cuello.

-Estate quieta o te vas a arrepentir- le gritó el Pernales- Cómo te llamas preciosa?- Se acercó a ella tocándole la cara y el escote.

-No me toque, cerdo asqueroso! Eres tú el que se va a arrepentir- y le escupió en la cara.

-Maldita zorra!- dijo limpiándose el escupitajo con la manga y acto seguido le dio una bofetada rompiéndole el labio.

Eugenia y Rocío estaban llorando abrazadas la una a la otra y temblando de miedo.

-Bueno ya está bien de tanto lloro. A ver tú, la criada, te vas a ir ahora mismo a la casita de los Montoro y vas a decir lo siguiente: que la banda de Carranza ha secuestrado a su hija y a su amiguita. Y que pronto recibirán noticias de cómo recuperarlas. Vamos lárgate!-gritó empujando a Rocío. Y tú, Montorito…dime como se llama la perra de tu amiga?

-Me llamo Sara, Sara Reeves- interrumpió Sara de manera altiva.

-Muy bien, así me gusta que colabores preciosa. Ahora, andando!

Les taparon los ojos y las maniataron. Estuvieron andando un buen rato hasta llegar a algún sitio a cubierto, parecía una cueva. Les ordenaron sentarse y ahí se quedaron las dos muertas de miedo. Qué iban a hacer con ellas? Se conformarían sólo con el dinero?
Eugenia lloraba desconsoladamente, estaba aterrorizada de estar en un sitio tan frío y húmedo y con esos bandoleros que eran unos salvajes, sobretodo el tal Pernales.
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vigar123
27/10/2012 16:50
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El Pernales se acercó a las muchachas y ordenó que les destaparan los ojos.

-Hola preciosa, la verdad es que me gustas más que tu amiguita la rubia. Ella es un poco arisca-dijo cogiendo por el cuello a Eugenia mientras miraba la reacción de Sara.- Creo que tu y yo podemos pasar un buen rato. Qué me dices, Montorito?

Eugenia no era capaz de decir nada, esta muerta de miedo. Solo lloraba, no paraba de temblar y llorar. A estas alturas estaba segura de que la violarían para después matarla. No tenía la más mínima esperanza de salir con vida de esa fría cueva.

-No te atrevas a tocarla desgraciado!- Sara salió en defensa de su amiga.
-Y quién me lo va impedir? Una señoritinga como tú? A lo mejor lo que te pasa es que tienes envidia y quieres estar con un macho como yo, verdad?
-Ni en tus mejores sueños!
-Mira rubita, ya me estás cansando!- le agarro con fuerza un brazo y con la mano libre le empezó a tocar la pierna- Esta noche te vas a abrir de piernas para mi!
-Jamás!- y le dio un rodillazo en la entrepierna.
El Pernales le miró con un odio…- Eres una hija de mala madre!- empezó a zarandearla y golpearla. Sara se defendía como podía…estaba maniatada

-Qué pasa aquí? Quiénes son estas dos?- Un hombre entró en la cueva seguido de otros tres. Parecían bandoleros también.
-Hemos secuestrado a la señorita Montoro y a su amiguita cuando iban a coger la diligencia- contestó el Pernales al hombre que acababa de entrar.
-Y a santo de qué? Quién coño ha dado esa orden? La he dado yo acaso ?
-Carranza, es una buena oportunidad, hemos pedido un buen rescate. Seguro que pagan.
-Me da igual si pagan o no! Nosotros somos bandoleros no secuestradores! Ahora por tu culpa vamos a tener a todos los civiles pisándonos los talones. Espero que sea la última vez que alguno de vosotros hace algo sin consultarme. Soy el jefe de esta maldita banda! Y al que no le guste…que se abra! Estamos?
Todos agacharon la cabeza. Le debían respeto a Carranza, al jefe de la banda.
El bandolero se acercó a las muchachas y vio a Sara tirada en el suelo sangrando.
-Quién ha hecho esto? Dijo el jefe de los bandoleros señalando a la muchacha.
-He sido yo jefe.- le contestó el Pernales- La damita es una gata en celo y pretende chulearme.
-Venir aquí todos de una puñetera vez!- ordenó Carranza.

Sara escuchó como los hombres iban a un recoveco de la cueva y susurraban. Parecía que no se ponían de acuerdo y de vez en cuando levantaban la voz. Lo cierto es que ella estaba un poco aturdida, le dolía mucho la cabeza y el brazo, y no lograba concentrarse en lo que hablaban los bandoleros. Veía borroso, se pasó la mano por la cara y la notó mojada. Entonces miró al suelo y se dio cuenta de que toda esa sangre que había desparramada debía ser suya, con razón le dolía tanto. Intentó incorporarse y se sentó de nuevo al lado de Eugenia.

Los hombres volvieron donde ellas estaban y el jefe les habló.

Señoritas, mi nombre es Carranza y soy el jefe de esta partida de bandoleros. Mis hombres han pedido un rescate por vosotras y el intercambio se hará mañana, sin embargo, quiero pedirles disculpas por lo ocurrido- y miró a Sara-. Usted será liberada de inmediato, uno de mis hombres le tapará los ojos de nuevo y la dejará en la sierra. Tengo esta deferencia con usted porque mis hombres no han actuado correctamente, nosotros somos bandoleros, somos ladrones, pero no secuestramos ni violamos mujeres. Tenemos un código de honor, aunque no lo parezca- dijo esta última frase mirando de reojo al Pernales-.

Sara se abrazó a Eugenia y le prometió que volvería con ayuda.
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