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Foro El secreto de Puente Viejo

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eiza
eiza
23/10/2011 12:32
labibliotecal-z

EL RINCÓN DE LADYG
labibliotecal-z
El único entre todos I, II, III, IV, V

EL RINCÓN DE LAPUEBLA
labibliotecal-z
Descubriendo al admirador secreto
Los Ulloa se preocupan por Alfonso
La vida sigue igual
Los consejos de Rosario
Al calor del fuego I, II, III
Llueve I, II
La voz que tanto echaba de menos
Para eso están las amigas
El último de los Castañeda
No sé
Pensamientos
La nueva vecina I - IV, V, VI - VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV
Sin rumbo I, II, III, IV
Un corazón demasiado grande
Soy una necia
Necedades y Cobardías
El amor es otra cosa
Derribando murallas
El nubarrón
Una petición sorprendente I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII , IX – XII
Deudas, cobardes y Victimas I (I) (II), II (I) (II), III, IV, V, VI,
El incendio
Con los cinco sentidos

EL RINCÓN DE LIBRITO
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Hermanos para siempre. Las acelgas. Noche de ronda
Tertulia literaria, La siembra
Cinco meses I-IV

EL RINCÓN DE LNAEOWYN
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Mi destino eres tú
Eres mi verdad
Raimundo al rescate
Rendición
Desmayo
Masaje
Qué borrachera, qué barbaridad...

EL RINCÓN DE MARTILEO
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Cuenta la leyenda
El amor de mi vida

EL RINCÓN DE MARY
labibliotecal-z
Cumpliendo un sueño I, II, III, IV

EL RINCÓN DE MIRI
labibliotecal-z
Recuperando la fe
La verdad
Una realidad dolorosa
Yo te entiendo
De adonis y besos

EL RINCÓN DE NHGSA
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Raimundo, Francisca y Carmen: un triángulo peligroso
Confesión I, II

EL RINCÓN DE OLSI
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Descubriendo el amor I, II
El amor todo lo puede
Bendita equivocación
Sentimientos encontrados I, II
Verdadero amor I, II, III, VI
El orgullo de Alfonso I, II, III, VI
Descubriendo la verdad I, II
Despidiendo a un crápula I, II
Siempre estaré contigo I, II
La ilusión del amor I, II
El desengaño I, II, III
Sola
Reproches I(I), I(II), II, III, IV
Tenías que ser tú I, II, III
Abre los ojos I, II, III, VI, V
Ilusiones rotas
El tiempo lo cura todo I, II
La despedida

EL RINCÓN DE RIONA
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Abrir los ojos
Su verdad
Si te vas
Y yo sin verte I, II, III, IV, V
Cobarde hasta el final
Un corazón que late por ti
Soy Emilia Ulloa Soy Alfonso Castañeda
La mano de un amigo I, II, III, IV, V

EL RINCÓN DE RISABELLA
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Como a un hermano
Disimulando
Alfonso se baña en el río
Noche de pasión

EL RINCÓN DE VERREGO
labibliotecal-z
Lo que tendría que ser...

EL RINCÓN DE VILIGA
labibliotecal-z
Tristán y Pepa: Mi historia

EL RINCÓN DE YOLANADA
labibliotecal-z
¡Cómo Duele! I, II, III, IV, V, VI, VII

EL RINCÓN DE ZIRTA
labibliotecal-z
El despertar de Emilia Ulloa
Atrapado en mis recuerdos
La última carta
Contigo o sin tí (With or without you)
Tiempo perdido (Wasted time)
Si te vas
El tiro de gracia
Perro traidor
#161
Nhgsa
Nhgsa
20/11/2011 20:28
Hola chicas. He creado una ida de olla que espero que os guste. Ya nos quedan pocos sitios que profanar en Puente Viejo XD.
Por cierto ¿alguien ha leído alguna historia mía? Lo digo por tener más opiniones.

TE DESEO

https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/250/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-aqui-se-admite-a-todo-el-mundo-sin-censura/
#162
olsi
olsi
20/11/2011 22:09
Hola, yo no he leído ninguna, pero prometo hacerlo en cuanto pueda... Ahora no puedo, pero cuando lo haga te doy mi opinión... gracias por traer más historias! guiño

Os dejo la segunda parte de Irremediablemente enamorada

https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/676/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#163
yolanada
yolanada
21/11/2011 00:26
Os dejo el enlace del mii-fic. ****El Beso****
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/675/el-ricon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#164
lapuebla
lapuebla
21/11/2011 13:01
Os dejo la continuación de "La cocinera y el segador". Aunque no me creais, la tenía escrita hace días pero por una vez los guionistas coincidieron comigo y me "chafaron" una escena. He querido rehacerla pero al final no encontraba una alternativa, así que la he dejado como estaba, aun a riesgo de parecer una copia....Bueno, al menos son personajes distintos....

-LA COCINERA Y EL SEGADOR- 2ª parte

Navidad de 1873.
Rosario fregaba la vajilla del almuerzo en un barreño con agua templada que había calentado en la lumbre. Por la ventana de la cocina podía ver los campos completamente cubiertos de nieve. Aquella blancura infinita tenía algo de hipnotizador, porque sus pensamientos de perdieron de tal modo que no escuchó llegar a la señorita Francisca.

-Rosario, ¿en qué piensas?. O mejor dicho, ¿en quien piensas?

-Ah, hola señorita. ¿Se le ofrece algo?-respondió mientras acababa de secar los últimos platos.

-No, sólo venía en busca de un poco de compañía. Además, con este frío, la cocina es el mejor lugar de la casona, aquí al lado de la lumbre.

-Tien razón, la verdad es que con este invierno se agradece un buen fuego con el que calentarse. ¿Quiere que le prepare algo caliente?-le preguntó una vez que tuvo acabada la faena de fregar.

-Pues sí. Quiero un chocolate, siempre que tú me acompañes a tomarlo y charlemos un poco, que con este tiempo poco más se puede hacer-suspiró.-Es una lata el no poder salir a pasear, siempre encerrada en casa-su voz se tornaba más triste.-Y encima padre, que está más taciturno que nunca.

-Ahora mismo se lo preparo-respondió la cocinera mientras ya se disponía a calentar un cazo con leche y unas buenas onzas de chocolate-.Y en cuanto al mal tiempo, ya sabe lo que dice el refrán: “año de nieves, año de bienes”.Así que seguro que las próximas cosechas van a ser buenas y eso ayudará a mejorar el ánimo de don César, que el pobre andará preocupado con todo lo de la finca.

-Gracias Rosario. Tu siempre tienes una palabra con la que animarme. ¡Qué haría yo sin ti en esta casona tan grande!. Pero anda, cuéntame cómo te van a ti las cosas. ¿Has recibido carta de José?

-Sí, llegó una hace dos días-la muchacha sintió sus mejillas rojas de la vergüenza y el nudo en el estómago que se le ponía cada vez que recordaba a aquel jornalero gallego.

-¡Qué bien!. ¿Y qué se cuenta?-preguntó realmente interesada la joven Montenegro.

Al final ambas muchachas charlaron animadamente mientras compartían un tazón de chocolate. Rosario le contó a su ama como le iba la vida a José en Galicia, donde ayudaba en las tierras de su hermano. Pertenecía a una familia de labriegos que vivían cerca de Lugo. Tenían una buena propiedad con varias hectáreas de praderías y carballeiras, que al parecer es como llaman en tierras gallegas a los bosques de robles. Además poseían diez cabezas de ganado, lo que les aseguraba unos ingresos decentes. José tenía dos hermanos. La pequeñas era Dolores, una joven costurera que trabajaba en la ciudad donde andaba medio ennoviada con el dependiente de una sastrería. Y el primogénito era Froilán, quien heredaría toda la propiedad familiar, pues la tradición en tierras lucenses era que el mayor de los hijos varones se quedara con casa y la mayor parte de las fincas. Eso obligaba a los hermanos pequeños a buscarse la vida lejos de sus familias y por eso José había empezado a trabajar como jornalero, allá donde sus servicios fueran requeridos. Normalmente tenía faena en su comarca, pero animado por su amigo Paco el portugués había decidido probar suerte en la siega en Castilla, un trabajo muy duro pero con el que podía juntar unos ahorros. Y ese era el motivo que lo había llevado el verano anterior hasta Puenteviejo.

Sin embargo, aquellas cartas contenían más confesiones que las tribulaciones de un pobre jornalero. Pero eran cosas que sólo le incumbían a la cocinera y que no iba a compartir con la señorita, por muy amigas que fuesen. En las misivas José le decía todo aquello que no se había atrevido a decirle cara a cara porque su timidez le ahogaba las palabras en la garganta.Le explicaba como se había quedado prendado de ella nada más verla. . Él estaba esperando junto al resto a sus compañeros las órdenes del capataz y la vió aparecer por una de las puertas traseras de la casona. Había salido un momento al jardín a recoger hierbas aromáticas y se paró a olisquear una mata de margaritas sin percatarse de que uno de los muchachos de la cuadrilla era incapaz de dejar de mirarla. Durante los siguientes días aprovechaba sus escasos momentos libres para espiar la casona, con la esperanza de que aquella joven de pelo oscuro saliese al jardían o al huerto y poder verla sin ser visto. Pero ni por asomo se había atrevido a hablarla, convencido como estaba de que nínguna joven de Puenteviejo fuese a fijarse en un pobre bracero como él. Y lo único que se le ocurrió fue empezar a dejarle pequeños ramilletes de flores, a modo de regalo. Lo que él no sabía era que aquellos humildes regalos se convirtieron poco a poco en la razón de Rosario para levantarse cada día.
#165
lapuebla
lapuebla
21/11/2011 13:06
La tarde de Navidad transcurrió apaciblemente entre conversaciones en la cocina. Tambien la joven Francisca aprovechó para contarle por enésima vez lo enamorada que estaba de Raimundo Ulloa y como esperaba impaciente a que él se decidiera a pedirle la mano a su padre. Irradiaba felicidad, ajena a los negros nubarrones que se cernían sobre ellos y sus familias.

Al llegar la noche y una vez que la cocina quedó recogida y todo preparado para las comidas del día siguiente, Rosario se fue a dormir a su pequeño cuarto. Como todas las noches en los últimos meses, apagaba la vela y se encogía bajo las mantas dispuesta a disfrutar de sus recuerdos. Cerraba los ojos y a su mente volvían las imágenes de aquel último día de septiembre, cuando los jornaleros gallegos abandonaban las tierras de los Montenegro tras cuatro meses de faena en los campos. Sólo había pasado una semana desde el baile en la plaza pero durante los breves encuentros que habían tenido todas las tardes se habían ido conociendo. José lle llevaba su ramo de margaritas y le contaba como había ido la recogida de la fruta en las fincas de manzanos. Y ella lo agasjaba con algún dulce y le iba narrando su vida en la casona, donde trabajaba desde que le alcanzaba la memoria. Permanecían sentados en un banco de piedra junto a la pared, sin atreverse a mirarse. Ella fijaba la vista en el suelo, esperando algún gesto de él. Pero José, miraba al horizonte preguntándose si algún día tendría algo que ofrecerle a aquella muchacha, además de sus manos endurecidas por el trabajo en el campo. Y mientras sólo podía callar.

Al amanecer del día 1 de octubre Rosario ya le tenía preparado un atillo con provisiones para el viaje de vuelta a su casa. Esa noche no había podido dormir, pensando en que posiblemente jamás volvería a ver a aquel hombre tan callado pero que tanta dicha había llevado a su vida. Se levantó cuando aun faltaban un par de horas para la salida del sol y se afanó en dejar todo listo para el desayuno y así poder estar unos minutos con José, antes de su partida. Mientras preparaba las tazas para el café sentía un nudo que subía del estómago a la garganta. Ahora comprendía a su madre cuando le advertía que el amor podía doler, y mucho.

Sintió unos golpes en los cristales de la puerta. Era él que había venido a despedirese, tal y como le había prometido el día anterior.Sus ojeras tambien delataban su falta de sueño. Pero aun asi, estaba más guapo que nunca. Era un hombre alto, con el cuerpo acostumbrado al trabajo duro. Sus ropas, aunque modestas, siempe olían a limpio. Normalmente siempe vestía camisa y chaleco, pero ese amanecer apareció ataviado con una vieja zamarra de piel marrón. El otoño había llegado y a aquellas horas tan tempranas era necesario ponerse ya ropa de abrigo. Le sorprendió verlo sin afeitar, con aquella densa barba oscureciendo su mentón.

-Te he preparado un poco de comida para el viaje. Hay queso, pan, chorizo y manazanas. Ah, y tambien algo de vino, aunque sé que no te gusta mucho.

-No tenías porque molestarte-dijo esbozando una tímida sonrisa José.

-Tonterías, pero si no he tardado ni dos minutos en hacer el atillo. Por cierto, ¿a qué hora os marchais?

-Partimos dentro de una hora. La mayoría está preparando aun sus cosas y el dormilón de Paco aun quedaba en el catre, aprovechando hasta el último minuto de sueño.

-Bueno, hace bien en aprovechar el descanso, que de seguro que el viaje es largo y agotador.

-Sí, la verdad es que sí. Sólo espero que tengamos buen tiempo, porque con lluvia los caminos se vuelven lameiras

-¿Eh?- preguntó Rosario, a la que aun le costaba entender algunas de las palabras en gallego que utilizaba el muchacho.

-Sí….¿cómo decís aquí?...Ah sí, barrizales. Lo siento, a veces no me salen las palabras en castellano.

-No te preocupes, que a mí me encanta oírte hablar en gallego. Suena bonito….-hizo una pausa intentando buscar ella las palabras adecuadas, pero no se le ocurría nínguna. Así que recurrió a la cortesía más elemental.-Anda siéntate y tómate un café, que seguro que te templará el cuerpo.

-Gracias-fue lo único capaz de decirle José mientras se sentaba en una silla.
Al final compartieron un café y charlaron sobre cosas sin importancia. Ella lo miraba de reojo pero él parecía rehuírle la mirada. Cuando el reloj marcó las ocho de la mañana, Rosario se levantó. Era hora de preparar el desayuno para los amos.

-Bueno, es hora de despedirse-le dijo José.

-Sí……-ella sentía que su voz estaba a punto de quebrarse por el llanto pero decidió aguantarse.-Que tengas un buen viaje y dale saludos a Paco.

-Muchas gracias por todo.-José se acercó a ella y le dio cortésmente la mano. Pero ella no pudo reprimir el impulso y le dio un beso en la mejilla.Él se quedó mirándola incapaz de decirle nada.

-¿Volverás el próximo verano?-le preguntó Rosario con apenas un hilo de voz.

-No lo sé-fue lo único que pudo contestarle mientras ya cerraba la puerta de la cocina tras de si.

La muchacha sintió como las lágrimas que había estado aguantando durante los últimos minutos por fin brotaban libremente. Pero ya no importaba, pues nadie podía verla. Desahogó su dolor entre sollozos tan fuertes que apenas oyó como la puerta se abría de nuevo. Y sin mediar palabra José le agarró el rostro con ambas manos y la besó. Primero en los labios y despues en la mejilla mientras la abrazaba con fuerza. Quería decirle tantas cosas, pero no tenía ni tiempo ni sabía que palabras utilizar. Finalmente la besó de nuevo y la miró a los ojos.

-Volveré, te lo prometo.

Rosario le sonrió mientras salía de nuevo por la puerta de la cocina.
#166
martileo
martileo
21/11/2011 13:59
Joer pepa, si es que ya no se que más decirte. Mira que a mi me gusta mucho Rosario, pero leyendo tu fic me gusta aún más. Ya sabemos a quien ha salido Alfonso ya que su padre utiliza el beso de sopeton para declararse.
¡¡GRACIAS!!
#167
yolanada
yolanada
21/11/2011 23:01
Felicidades , está genial.
Vemos siempre a Rosario como madre entrañable . Pero ella fué tambien alguna vez una muchacha enamorada y tú nos lo has mostrado. Muy bonito.
#168
lapuebla
lapuebla
22/11/2011 16:07
LA COCINERA Y EL SEGADOR (3ª parte)

Verano de 1874.

Para Rosario las tardes de los domingos siempre habían sido su momento favorito de la semana. Ese era el único día libre que le dejaba el trabajo en la casona. Pero desde principios de junio además disfrutaba de los paseos con José. Él había cumplido su promesa y regresó a Puenteviejo con las cuadrillas de temporeros gallegos poniendo fin a los largos meses de separación. Desde su llegada habían recuperado el ritual del verano anterior y todas las mañanas la cocinera tenía un ramo fresco de flores para adornar su jarrón. Eso sí, ahora ya no lo encontraba tirado en la puerta, sino que era el propio José el que se lo entregaba. Ella se lo seguía agradeciendo con algún dulce y con besos furtivos. Por las tardes, cuando el jornalero acababa su faena, y despues de asearse en el río y ponerse ropa limpia, se hacían compañía en la cocina, mientras Rosario preparaba la cena de los señores. Charlaban sobre sus pequeños y grandes problemas, comentaban las novedades de la finca o se reían con alguna de las muchas anécdotas que tenía como protagonista a Paco el portugués. Cuando Rosario por fin lograba acabar sus tareas, aprovechaban la templanza de aquellas nosches de verano para sentarse en el banco de piedra cogidos de la mano, casi sin hablar. Les bastaba con estar así, juntos, mirando las estrellas o escuchando los muchos ruídos provenientes del campo. Normalmente, pasaba ya de la medianoche cuando José se marchaba a dormir con sus compañeros de cuadrilla. Al principio se despedia con tímidos besos, apenas rozándole los labios, temeroso de que ella lo considerara una falta de respeto. Pero poco a poco la timidez dejó paso a la pasión y podían pasarse horas besándose abrazados, escondidos en algún rincón. Lo peor era que despues a ambos les costaba conciliar el sueño.

Los domingos por la tarde acostumbraban a dar paseos por las veredas del río o los senderos del bosque. Normalmente, Rosario preparaba una cesta con viandas de las que daban cuenta bajo una buena sombra que los cobijase del sol abrasador del mes de julio. Les gustaba observar los pájaros y las plantas y él le explicaba que palabras utilizaban en Galicia para nombrarlos. Pero tambien podían pasarse horas y horas en silencio, sin necesidad de hablarse, comunicándose sólo con miradas y caricias. Sin embargo, aquella tarde se celebraba el baile de Santa Ana, y aunque no les gustaba mucho pasearse por el pueblo, habían decidido acudir, presionados sobre todo por doña Francisca, a la que le encantaban ese tipo de festejos.

El reloj del salón anunciaba las siete cuando por fin la joven Montenegro bajaba de su habitación ataviada con uno de sus vestidos favoritos. Justo en ese momento alguien llamó a la puerta. Así que fue Francisca la primera en leer el telegramas que había traído un mensajero desde La Puebla. Eran malas noticias: la madre de José había fallecido en el hospital de Lugo. La señorita bajó a la cocina, donde Rosario y José la estaban esperando. Su rostro compungido fue suficiente para que la cocinera se diera cuenta de que algo malo había pasado.

-Señorita, ¿ocurre algo?, ¿se encuentra bien?-le preguntó alarmada.

-Estoy bien Rosario, no te preocupes. Pero……-tomó aire antes de seguir hablando- tengo malas noticias. Un muchacho acaba de traer un telegrama desde La Puebla. Es para José.

El joven jornalero leyó el papel que le acababa de entregar doña Francisca. No fue capaz de decir una palabra. Tampoco hubo lágrimas ni lamentos pero Rosario vio el inmenso dolor reflejado en su rostro.

-Por el amor de Dios, ¿qué ha sucedido?-preguntó.

-Su madre ha muerte-fue la señorita la que contestó.-Lo siento muchísimo. Y si podemos hacer algo por ti-dijo mirando a José- no dudes en decirlo.

-Muchas gracias doña Francisca-habló por fin el jornalero.-Me basta con que informe a su capataz de que me he tenido que volver a mi tierra.

-Dalo por hecho. Toma este dinero, sé que no es mucho, pero te servirá para pagarte el viaje en la diligencia.

-No es necesario-trató de protestar.

-Es lo menos que puedo hacer por ti. Y ahora os dejo solos. Si necesitais cualquier cosa, ya sabeis donde estoy.
#169
lapuebla
lapuebla
22/11/2011 16:09
Rosario siguió con la mirada a doña Francisca mientras ésta subía las escaleras. Tanto ella como la señorita conocían el dolor que supone perder a una madre, y la noticia de aquella muerte no hizo sino despertar tristes recuerdos. Quiso abrazar a José, para transmitirle todo su cariño y su apoyo. Pero él, que permanecía con la vista perdida, le dijo que tenía que ir a recoger sus cosas del chozo para poder partir al día siguiente en la primera diligencia. Aunque lo cierto es que quería estar solo. Por eso huyó por la puerta de la cocina sin ni siquiera despedirse. Mientras, Rosario se sintió impotente.

Ya había oscurecido de todo cuando la muchacha, incapaz de soportar la incertidumbre, salió en su búsqueda. Pero no tuvo que ir muy lejos, pues se lo encontró sentado con la espalda apoyada en uno de los árboles del jardín trasero de la casona. Tenía la cabeza apoyada en las rodillas y por la forma en que sus hombros se sacudían pudo ver que estaba llorando. Era como un animal herido, que se esconde para que nadie pueda ver su dolor. Rosario se acercó silenciosamente hasta posar la mano derecha en su nuca. Al sentir aquel contacto, José levantó la vista y al ver a la muchacha se abrazó con desesperación a su cintura. Permanecieron largo rato así: él llorando con la cabeza apoyada en su vientre y ella acariciándolo y susurrándole palabras de consuelo. Cuando por fin las lágrimas cesaron, Rosario lo convenció para que lo acompañara al interior de la cocina y cenase algo. Apenas pudo dar dos bocados cuando apartó el plato. Ella no le dijo nada. Simplemente se sentó a su lado y volvió a abrazarlo. Él necesitaba alquel contacto, a su lado el dolor se mitigaba. Y las palabras que llevaba tanto tiempo queriendo decirle salieron sin permiso de su boca.

-Querote.

Pero se sintió avergonzado; aquella no era ni la forma ni le momento en que había pensado declararse.

-Tengo que irme-le dijo mientras se soltaba de su abrazo y se levantaba de la silla.

-No te vayas, por favor. No es bueno que estés solo, y hoy todos tus compañeros están en el baile.

-Pero ya es tarde y mañana ambos tenemos que madrugar-le dijo mirándola a los ojos y acariciándole la mejilla.

-Pues quedate aquía a dormir. Conmigo.

-¿Estás segura de lo que dices?-le preguntó nervioso. Era todo tan extraño, en medio de aquel dolor tan inmenso ardía en deseos de abrazarla y besarla.

-No quiero dejarte solo esta noche. Además…….-se calló durante unos segundos tratando de buscar las palabras adecuadas para expresar su deseo.-Además mañana te marchas y quiero…….estar contigo. Es la única noche que vamos poder estar juntos.

Rosario le tendió una mano, pero él no se atrevió a cogerla. Pasaron unos segundos y José seguía inmóvil. Avergonzada, ella bajó la vista y cuando empezaba a musitar una disculpa sintiéndose sucia, él reaccionó besádola y abrazándola con tanta fuerza que le hizo daño. Se separó de ella y cogiéndole la cara entre sus manos le volvió a repetir que la quería.

-Y yo a ti-le respondió con los ojos llenos de lágrimas mientras le acariciaba la mejilla.

José la cogió en brazos y la condujo a su pequeño cuarto. No durmieron en toda la noche porque necesitaron aquellas horas para aprender a amarse, llorar por aquellos que se habían ido y pensar en los que tendrían que venir.
#170
CUQUINA37
CUQUINA37
22/11/2011 20:02
Pepa..sigue...preñala de Alfonso...ya puestos...jajaja.
#171
yolanada
yolanada
22/11/2011 23:15
Bueno, bueno Pepa,¡ que atrevida nuestra Rosario!. Y decías que nos parecería soso...
Cuquina... no seas mala.
Gracias por compartirlo
#172
martileo
martileo
23/11/2011 12:13
Pepa que bonito te queda siempre, me encanta.
#173
lapuebla
lapuebla
24/11/2011 23:21
-CON ESO ME BASTA-

Se extrañó de que la puerta estuviera abierta y las velas que alumbraban la taberna encendidas. Sin embargo, no había ni rastro de Emilia o de Raimundo. De repente, un ruído proveniente del pasillo que daba a las habitaciones llamó su atención. Los sonidos de un llanto llegaban desde uno de los cuartos. Sin ser consciente de lo que estaba haciendo, se encaminó hacia la puerta entreabierta que dejaba ver un haz de luz. Se sintió un miserable por escuchar a escondidas.

-Hija, no puedes seguir así. Ese sufrimiento te está matando y puede hacerle daño a la criatura. ¿Por qué te empeñas en seguir castigándote así?. No lo entiendo, de veras que no lo entiendo. Si tú tambien lo amas, ¿por qué lo rechazas?

-Es lo mejor para él-contestó entre sollozos-. No puedo hacer que cargue con el hijo de otro y que sea un desgraciado toda su vida. De seguro que encontrará una mujer que lo hará feliz. Hágame caso, es lo mejor para él.

-¿Pero cómo va a ser lo mejor para él?.¿ No te das cuenta que Alfonso te ha querido toda su vida? Estoy seguro de que jamás se va a enamorar de otra mujer.

-Padre, se lo ruego, dejelo estar así.

-Está bien cariño, pero que sepas que te estás equivocando.
Raimundo se despidió de su hija con un beso en la frente y salió al pasillo. Alfonso seguía paralizado. No podía creer lo que acababa de escuchar y ni siquiera se molestó en buscar una excusa para explicar su presencia allí. Esperaba un buen reproche por parte del Ulloa, pero de su boca no salió ni una sola palabra. Le sonrió y le dio una cariñosa palmada en el hombro. Alfonso supo lo que tenía que hacer.

En el interior del cuarto, Emilia había dejado de sollozar y tenía los ojos cerrados. Quizás aquella noche podría dormir, de puro agotamiento despues de tantos días sin pegar ojo. El cansancio hizo que no lo oyera llegar.

-Emilia-le susurró con toda la ternura de la que fue capaz.

Pensó que estaba soñando. Escuchaba su voz como tantas otras noches en su imaginación. Y sonrió. Una mano le acarició el antebrazo. Aquel sueño era más real que los anteriores. Ahora no sólo escuchaba su voz, sino que podía sentir su tacto y juraría que hasta distinguía aquel olor a jabón tan característico.

-Emilia, mírame por favor. Abre los ojos y mírame.

Al menos en sueños podía tenerlo a su lado. Eso era, pasaría el resto de su vida criando a su hijo, cuidando de su padre y de su hermano durante el día y por la noche soñaría que era Alfonso quien cuidaba de ella. Pero aquella voz seguía insistiendo.

-Sé que no duermes…..Te lo suplico, ¡mírame!

Por fin abrió los ojos, pensando que el espejismo se disiparía. Pero no, de esta vez él no se iba al despertar. Estaba allí, a su lado, arrodillado al lado de su cama. Se incorporó sobresaltada.

-¿Qué haces aquí?-

-¿Acaso no lo sabes?

-Alfonso…no empieces, no me hagas repetírtelo de …..-No pudo acabar la frase. Él ya se había sentado a su lado y le cogía las manos.

-Ni se te ocurra echarme de tu vera. He escuchado lo que le decías a tu padre. Y estás muy equivocada si piensas que voy a irme ahora que sé que tú me quieres. No vas a poderme echarme de tu lado.

-Pero ¿cómo vas a criar al hijo de otro hombre?-le preguntó mientras se llevaba una mano al regazo.

-Porque es tu hijo y con eso me basta.

Acercó su rostro tanto que pudo sentir su aliento. Cerró los ojos segura de que la iba a besar. Pero no ocurrió, no sintió sus labios en los suyos. Sin embargo, no hubo decepción. Sintió sus brazos rodeándola y a través de su camisón sintió como la boca de Alfonso besaba su vientre, que ya empezaba a crecer.

-Prometo que te cuidaré tanto como a tu madre.
#174
riona25
riona25
25/11/2011 00:15

OBRAS SON AMORES



Me había dicho que no. Cuando me he despertado esta mañana he querido creer que era un mal sueño pero es una tontería engañarse. Emilia me dijo que no cuando, con el corazón en la mano, le pedí que se casara conmigo.

Me remuevo en el camastro. En realidad, no sé de qué me sorprendo, yo no tengo nada que ver con Severiano. Ni me llaman “el guapo” ni tengo su labia, y eso es lo que encandiló a Emilia. Yo, por el contrario, soy un hombre corriente y más bien parco en palabras, soy más de acciones, así que, difícilmente Emilia podría haberse fijado en mí. Además, siempre me ha visto como un hermano, es de la única forma que ha querido tenerme a su lado y eso mismo vino a pedirme cuando acudió a verme aquel día. Y yo no tenía otra cosa que hacer que estropearlo todo al besarla, un beso que me llevó al cielo para hacerme caer en el infierno al segundo siguiente. Pero creo que ya lo he dicho, soy un hombre de acciones y, a lo hecho, pecho. Sólo me quedaba confesarle todo lo que llevaba guardado dentro durante tanto tiempo, aunque mejor me lo hubiera ahorrado. Lo único que he ganado es perderla del todo, porque ni amigo suyo puedo ser ya, no es eso lo que quiero de ella. Aunque tampoco la he tenido como deseo, sólo ese efímero segundo en el que pude saborear sus labios y eso será lo único que me quede de todo esto, el recuerdo de su dulce sabor en mi boca con el que trato de aliviar la amargura de su rechazo.

Me restriego las sienes que me martillean por esta noche en vela. De poco sirve seguir tumbado así que me levanto dispuesto a asearme y luego vestirme. El agua fría me despeja los sentidos pero no la mente, que sigue llena de Emilia. Oigo que llaman a la puerta. Hace un rato me pareció oír trastear a mi madre así que aguardo, pero vuelven a llamar. Comienzo a abrocharme la camisa mientras salgo a abrir.

-¿Pepa? –me sorprendo al verla en la puerta.

-Espero no ser inoportuna, sé que es temprano.

-Claro que no –la hago entrar. -¿Es que ha ocurrido algo?

La idea de que a Emilia le haya podido suceder algo relampaguea en mi cabeza.

-No, tranquilo. Es sólo que necesito hablar contigo.

-¿Conmigo? –aún me sorprendo más. Le ofrezco asiento y yo lo hago a su lado.

-Venía a hablarte de Emilia.

Lo sabía.

-¿Qué le ha sucedido? –insisto, insistencia que a ella parece hacerle gracia pues sonríe.

-Nada, -me dice por fin, -pero sabe que puedo perder su amistad si le cuentas que he venido.

Frunzo el ceño, extrañado. No suena a chanza así que debe ser importante… todo lo que tenga que ver con ella lo es…

-Y tampoco quiero que tú pienses que me meto donde no me llaman –añade.

-Grave debe de ser si das tanto rodeo –empiezo a impacientarme. –Habla de una vez que me tienes en ascuas.

Ella resopla.

-Emilia te quiere –me dice de sopetón. –Ahí lo tienes.

Me quedo sin habla, sin aliento, de hecho he de hacer memoria y decirme que debo seguir respirando.

-¿Pero… qué tonterías dices? –consigo finalmente hilar una palabra con otra. –Tal vez aún no ha tenido la oportunidad de contártelo –empiezo a alterarme, -pero ayer mismo…

-Sé que le pediste matrimonio y también sé que te rechazó –me coge la mano pidiéndome sosiego. –Me lo contó hecha un mar de lágrimas al saber que pierde al único hombre que podría hacerla feliz.

El sosiego está lejos de llegar, y el corazón me golpea el pecho tan fuerte que parece querer ahogarme.

-Pero ella me ha repetido hasta la saciedad que no me quiere –susurro como puedo. –No hace más que alejarme de ella.

-Prácticamente os habéis criado juntos y veo que aún no la conoces –me reprocha con media sonrisa. –Te mienten sus labios mientras te ama con los ojos. Se le iluminan cada vez que te nombra.

Durante un momento pienso que su intención es buena pero está equivocada, aunque ella me sonríe, confiada. Pero, es que, si fuera cierto, no tendría sentido alguno que Emilia me rechazara como lo hace…

-Es por el niño –me dice entonces, como si mis pensamientos se reflejaran en mi cara.

-Pero si ya le dije que me haría cargo de él –no me puedo creer que ése sea el motivo. –Que lo criaré y lo protegeré como un padre hace con su hijo.

-Y está segura de que no tendría un padre mejor –afirma con rotundidad. –Pero también cree que imponerte ese papel no es justo para ti.

-Eso lo tendré que decidir yo –me levanto molesto.

-Así se lo dije a ella –se levanta conmigo y se acerca, -pero puedo entender sus razones. Cree que no te merece, que no es buena para ti.

-Es buena para mí porque yo la quiero –aprieto los puños. –Y si ella también me quiere debería comprenderlo.

-Alfonso, si hubieras sido tú el de la falta, pensarías como ella.

Pepa me roba todos los argumentos porque tiene razón. Yo no le permitiría cargar con mis errores pero...

-Un hijo no es un error –hincho el pecho envalentonado. –Ella ha elegido tener ese niño y yo los elijo a los dos.

-Lo sabías –supone un tanto sorprendida. –Sabías que ella pensó en…

-Con tanta mentira aquí y allá no me costó mucho sumar dos y dos –reconocí. –Y si Emilia es capaz de querer al hijo de un indeseable por el sólo hecho de llevarlo en su vientre, yo soy capaz de quererlo simplemente porque es de ella.

De pronto, Pepa se me echa a los brazos en un gesto afectuoso, aunque se separa con prontitud.

-Discúlpame –dice azorada. –Estimo mucho a Emilia y me alegro de que por fin haya encontrado un buen muchacho que la quiera y la haga feliz.

Sonrío tímidamente y bajo el rostro, ahora el azorado soy yo.

-El problema es que ella no quiere que la haga feliz –le recuerdo. –Y yo ya no sé de qué forma he de hacerle entender lo mucho que la quiero.

-Seguro que encuentras el modo –afirma sonriente. –Debes hacerlo, ambos os lo merecéis.

Sobre todo ella, pienso.

-Y visto que ha que hecho lo que venía a hacer –comienza a despedirse, -yo marcho ya pues tengo varias parturientas que atender esta mañana –va hacia la puerta.

-Muchas gracias, Pepa –le digo a punto de irse.

-Yo sólo soy el mensajero, -me sonríe, -el resto es cosa tuya.

<continúa>
#175
riona25
riona25
25/11/2011 00:15
Cierro la puerta tras de mí y me tomo unos segundos para asimilar lo que Pepa acaba de revelarme. Emilia me ama y a mí se me escapa la sonrisa de los labios. Necesito verla, convencerla de que sólo seremos felices estando juntos, aunque no sé cómo. Con un nudo aprisionándome la garganta, voy hacia mi cuarto en busca del abrigo pero me encuentro de frente con mi madre, quien me mira con preocupación, como si supiese que voy a cometer el mayor error de mi vida sin que ella pueda hacer nada por impedirlo.

-No me mire así, madre –le pido sabiendo lo que me viene encima. –Usted sabe cuánto la quiero.

-Sí, del mismo modo que sé que está embarazada –espeta frunciendo el ceño. –Creía que ya habíamos hablado de esto.

-Usted conoce a Emilia de toda la vida, es buena muchacha –la defiendo. –Y que haya pecado de ingenuidad no significa que deba pagar por ello de por vida.

-No, por el contrario, el que debe pagar eres tú, que vas a criar al hijo de Severiano –me reclama con justa razón. -¿Se te olvida todo el daño que te ha hecho, a nuestra familia? Juan está en la cárcel por su culpa.

-Lo sé, madre –reconozco, -pero no voy a permitir que su sombra no me deje ser feliz –sigo en mis trece, porque mi madre tiene que comprenderme, necesito que lo haga. -Merezco serlo, con Emilia, -continúo, -y ese niño es una criatura inocente que no tiene la culpa de que lo engendrara un desgraciado.

Tomo aire esperando su siguiente reclamo, dispuesto a rebatirlo, pero no hay necesidad de ello. El rostro de mi madre de pronto se torna afable y me mira, casi podría asegurarlo, con orgullo.

-Sabes que pocos hombres harían lo mismo que tú, ¿no? –me sorprende, pero trato de mantener el tipo.

-Cualquiera que ame de verdad lo haría –le aseguro con rotundidad, porque así creo que debería ser.

-No es verdad –me dice ella sin embargo, con una sonrisa en los labios. Pero yo sigo con el alma en vilo, esperando su bendición, que llega cuando toma mi rostro y hace que me incline para poder besar mi frente. –Anda, ve.

Ahora el que sonríe soy yo. Corro a por mi abrigo y, mientras me lo pongo, le doy un beso en la mejilla, agradecido, pues mi felicidad siempre estaría incompleta si ella no aceptase mi decisión.

Cuando salgo, la fría brisa matutina golpea mi cara de forma agradable aunque, tal es mi entusiasmo que ni los nubarrones más negros podrían ensombrecer este día. Camino con determinación pero disfrutando de este cosquilleo que me recorre fruto de la anticipación. Entonces vuelvo a caer en la cuenta de que no sé que voy a decirle, qué palabras utilizaré que no haya utilizado ya para convencerla de que nuestros destinos van de la mano. Ya se me ocurrirá algo y, si no, puedo repetirle día tras día, hasta la saciedad, cuanto la quiero.

Empiezo a cruzar la plaza y me veo llegar con las manos vacías, tal vez un pequeño manojo de lavanda habría sido un buen embajador, pero ya es tarde para dar marcha atrás. Estoy llegando a la puerta y ya la encuentro en mitad de la taberna, jarra en mano, sirviendo vino a algunos de los parroquianos que han acudido a tomar un buen desayuno. Se gira para servir en la siguiente mesa cuando repara en mí. Pepa tiene razón. Está negando con la cabeza pero sus ojos me sonríen alegres al verme, como si creyese que no me iba a tener frente a ella nunca más. Me acerco, me quedan apenas unos segundos para pensar un alegato convincente, pero no, eso serían sólo palabras y, como dicen por ahí, obras son amores y no buenas razones. Llegó hasta ella que me mira sorprendida, expectante y encandilada. Deslizo una de mis manos por su nuca y la otra la anclo en su cintura mientras mis labios se prenden de los suyos. La beso, con ansia, como si no pudiera hacerlo nunca más y escucho el estallido de la greda contra el suelo. De seguro, esto llamará la atención de los pocos que no nos estaban mirando, pero tanto me da, sólo verán a dos que se aman y se entregan el alma con los labios. Porque Emilia también me besa, con mi mismo anhelo, siento que me corresponde mientras noto hundir sus dedos en mi pecho a través de mi camisa y pega contra mí su cuerpo, ése que en poco se redondeará bajo mi protección y mi cariño.

Oigo un carraspeo tras de mí. Sé que es Raimundo y sólo por eso me separo de Emilia. Volteo la cabeza y, con mirada pícara, inclina la cabeza señalándome el patio, así que, como un niño travieso, tomo la mano de Emilia y la arrastro conmigo.

-Esto está mal –la escucho, aunque ya sé que se queja de boquilla para afuera.

Apenas ponemos un pie en el patio, estrecho su cintura entre mis manos y ella hace un mohín al ver que hago oídos sordos. Me inclino sobre ella.

-Alfonso… -quiere detenerme y yo vuelvo a amar la curva de sus labios al decir mi nombre y la forma en la que mira los míos.

Vuelvo a entregárselos y ella los acepta de nuevo, igual que los aceptó antes y entreabre su boca para me sumerja en ella, a lo que yo obedezco con toda la intención de robarle el aliento. Así es cuando nos separamos. Apoya su rostro en mi pecho y la siento sollozar. No tiene por qué.

-No te merezco –susurra.

Yo tomo sus mejillas y cubro de besos los surcos húmedos que dejan sus lágrimas.

-Te equivocas –digo mientras acuno su rubor entre mis dedos –Ojalá me alcance la vida para darte todo lo que te mereces.

-¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? –se aferra a mis hombros.

-Como que es de día –sentenció. –Sólo déjame intentarlo –le pido mirándola ahora a los ojos que titilan como pequeñas estrellas. -¿Qué me dices?

Mas no dice nada. Simplemente me besa. Porque obras son amores…
#176
martileo
martileo
25/11/2011 21:55
Lapuebla que bonito tu fic, y Riona que preciosidad por dios
Muchas gracias a las dos por estas joyas de relatos.
#177
Triestrellasara
Triestrellasara
26/11/2011 01:06
Yo tengo mi historia aquí
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/1492/1/bueno-os-voy-a-dejar-por-aqui-mi-historia-alternativael-secreto-de-puente-viejo-historia-alternativa/
#178
Triestrellasara
Triestrellasara
26/11/2011 14:20
A mi me encantan vuestros fic os les curráis, ¿alguien a leído mi fic? Si alguien le a leído que me diga que le parece.
#179
LadyG
LadyG
26/11/2011 23:36
Lapuebla, tengo mucha curiosidad por saber que pasa... por favor la continuación pronto!!
y Riona pff simplemente MARAVILLOSO ojalá vieramos a Pepa hacer de mensajera en la serie y ocurriera eso.
Sois geniales y gracias a vosotros soñaré esta noche con los angelitos ;)
#180
yolanada
yolanada
27/11/2011 12:56
Riona
Me preguntaba dónde andabas, que hace días que no pasabas por el post ;me enamoré de tu relato "Serenidad" me encanta como escribes,y este último , genial.
Es precioso-
Voy a ver si leo más por ahí-
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