IGLESIA PALMARIANA

La vida dentro de 'El Palmar de Troya': Autoflagelación, sumisión y borracheras por un autoproclamado Papa

Clemente Domínguez, también conocido como el papa Gregorio XVII, creó un imperio de la nada en base a la fe de los palmarianos.

Por Fernando S. Palenzuela El 13 de Febrero 2020 | 09:54

La vida y obra de Clemente Domínguez es digna de estudio y análisis. En tan solo unos pocos años, este hombre fue capaz de meterse en el bolsillo a un gran número de adeptos y no solo crear su propia orden religiosa y una imponente basílica, sino también provocar un cisma en la Iglesia Católica y erigirse como papa, renegando de todo lo que vino después tras la muerte de Pablo VI y excomulgando a Juan Pablo II. Una vida calificada por muchos como montaje y sectarismo que Movistar+ analiza en 'El Palmar de Troya'.

Clemente Domínguez con uno de sus estigmas en 'El Palmar de Troya'

Clemente no provenía de una familia destacada ni tenía ninguna relación con la localidad sevillana, sino que apareció como otros muchos curiosos en la zona para comprobar con sus propios ojos las apariciones que decían ocurrir en aquel descampado de El Palmar. Sin embargo, la estrategia de este sevillano iba más allá: observar lo que hacían los videntes, su manera de actuar y moverse durante el éxtasis y así comenzar a experimentar él los suyos propios para hacerse un hueco entre los fanáticos.

Y así ocurrió. Clemente, junto a su amigo Manuel Alonso, empezó a valerse de la fe de la gente para ir creando su imperio, consiguiendo donaciones millonarias, haciéndose un hueco entre los creyentes y comprando el terreno en el que aquellas cuatro niñas decían haber visto a la Virgen. Paso a paso y con paciencia, Clemente lograba imponerse a la Iglesia, establecer amistad con los enemigos de esta y cautivando con su don de gentes a todos aquellos creyentes. Su último objetivo era ser papa y lo consiguió.

Una campaña de desprestigio hacia Pablo VI

Clemente Domínguez tenía la intención de convertirse en la máxima autoridad de la Iglesia, pero para ello tenía que derribar lo que suponía la institución para muchos de sus fieles. Una de las mayores oportunidades le llegó con el II Concilio Vaticano, cuando Pablo VI inició un aperturismo en las liturgias. A esto se le sumó una campaña de desprestigio hacia todas las declaraciones que hacía el Papa, asegurando que estaba bajo los influjos de la droga y de los masones y comunistas. Clemente tenía la oportunidad de llevar a su terreno a aquellos católicos más conservadores para tener la fortaleza suficiente una vez que muriera el Papa.

Así pasó, tal y como refleja el documental dirigido por Israel del Santo, pues nada más fallecer Pablo VI, Clemente se designó como su sucesor por gracia divina tras tener una aparición de la Santísima Trinidad. A partir de entonces comenzó a ser llamado Gregorio XVII y con él se inició el cisma en la Iglesia que había vaticinado, asegurando que la Santa Sede iba a ser traída desde El Vaticano para establecerse en El Palmar de Troya. Asentado en el poder, comenzaba su reinado, uno lleno de controversias y un trato de sumisión hacia sus súbditos.

Las condiciones de formar parte de la Iglesia Palmariana

Fueron muchos los que se adscribieron a la Iglesia Palmariana llamados por la atracción que generaba su papa. Además, era muy sencillo entrar, pues, en comparación con otras órdenes, la de los carmelitas de la Santa Faz permitía subir escalones a una velocidad vertiginosa. "Cuando estuve en El Palmar a los 14 años y vi a las monjas, había una monja que destacaba, era muy guapa y joven, y entonaba los cánticos. A mí me encantó, quería ser una de ellas", confiesa una de las exmonjas de la orden.

Clemente Domínguez, el Papa Gregorio XVII en 'El Palmar de Troya'

"A los 16 años hice mis votos después de estar tan solo 11 meses en la comunidad cuando normalmente en otras comunidades llevas 3 años de preparación (...). Es una gran responsabilidad y sentía temor. Era muy tímida y tenía mucho miedo. No me atrevía a decir que no me sentía preparada y no estaba preparada", explica, asegurando que de negarse la mandarían para casa, una opción que le resultaba más dura. "No estaba preparado para ser sacerdote ni cardenal ni obispo", corrobora Juan Márquez, quien fuera nombrado Padre de la Santa Faz. "Me faltaban más estudios, eché de menos estudios teológicos básicos y luego más profundos".

La vida dentro de la basílica de El Palmar era muy diferente para Clemente y para el resto de religiosos. Pero empecemos por los segundos. En la serie documental revelan varias de las estrictas normas que regían su vida, además de una drástica separación entre hombres y mujeres que se iniciaba nada más pisaban la iglesia. El clero contaba con únicamente 15 minutos para ducharse, vestirse y salir al patio a formar filas, mientras que las mujeres era recomendable que no se ducharan con frecuencia para "evitar que fueran excesivamente atractivas para los hombres de la orden", explica uno de los invitados.

La vida de los palmarianos era un auténtico no parar, realizando tareas continuamente. Las monjas, por ejemplo, se dedicaban a limpiar tanto el recinto como los coches, además de dedicarse a la costura y a fabricar hostias. El tiempo libre del que disponían era ínfimo y solo en esos momentos tenían permitido hablar entre ellos y ellas. Pero lo más duro llegaba con la privación del sueño. "Desde las 6 hasta las 12 de la noche estábamos continuamente rezando", relata una mujer que fue monja. "No les permitían dormir todo lo que necesitaban", cuenta otro. Es más, debían estar atentos a sus compañeros para despertarlos en el caso de que se quedaran dormidos.

Las monjas de la Iglesia Palmariana con el velo negro en 'El Palmar de Troya'

Sin embargo, las normas fueron volviéndose más severas con el paso de los años hasta el punto de establecer una única dieta para todo el mundo, pese a que alguien tuviera unas necesidades médicas concretas. Esto llevó a la muerte del padre Sebastián María. Pero el peor punto se lo llevaban, cómo no, las mujeres, cuyo único objetivo en la vida era procrear. "Te castigaban un día o dos, lo que decidiera la superiora, sin poder salir de tu habitación. Para poder salir al servicio tenías que pedir permiso", explica una de las expalmarianas. "La dignidad humana la dejan por los suelos. He llegado a escuchar que se tenían que autoflagelar". Además, Clemente decidió un día que las monjas debían llevar un velo negro hasta la cintura con el que no se veía su rostro. "Era muy duro. No sé cómo a las ancianas no les dio un infarto", comentan en una de las entrevistas.

¿Cómo era entonces el día a día del papa Gregorio XVII y sus más allegados? Justo todo lo contrario. Clemente era famoso por visitar bares y restaurantes de Sevilla, así como por la cantidad ingente de alcohol que tomaba y las posteriores borracheras en las que se sentía "un miserable pecador", tal y como expresan muchos de los que le rodearon en 'El Palmar de Troya'.

La caída del Papa

El Papa Gregorio XVII el día del milagro de la vista en 'El Palmar de Troya'

Aunque su idea era mantener a todos bajo su control, su imperio comenzó a desmoronarse allá por 1992. El 12 de octubre de ese año, justo cuando se cumplían 500 años del descubrimiento de América, Clemente aseguró que ese día se produciría el milagro con el que recuperaría sus ojos, los cuales perdió en un accidente de coche. Tal y como relatan, los fieles se posicionaron en la iglesia con la esperanza de ver el milagro que les habían pedido, produciéndose un silencio sepulcral. No obstante, esto no llegó a ocurrir nunca, sembrando los primeros gérmenes de la desconfianza en la poderosa figura que se había construido Clemente.

Con el paso de los años, los miembros de la Iglesia Palmariana comenzaron a darse cuenta de las fallas que tenía su credo. "Me di cuenta de que muchas veces mandaba por mandar, de que había injusticias dentro de la orden, no se valoraba a la gente, éramos prácticamente número. Entendí que no tenía sentido seguir allí", revela Xavier Perals, quien pasó de monaguillo a ser una de las personas de confianza de Manuel Alonso. "El haber creído una cosa que era verdadera te suponía un remordimiento increíble. Fuera de ahí no había salvación", cuenta. "Me lavaron el cerebro, me hicieron creer que aquello era verdadero. Cuando yo salí, había más mundo que eso". Esta fue solo una de las bajas que con el paso de los años se sucederían y comenzarían a resquebrajar la orden capitaneada por Clemente, una orden a la que posteriormente le salpicarían varios escándalos sexuales.