CRÍTICA

Crítica de 'Wild Frank: Cazadores': la angustia de una realidad incómoda

El herpetólogo se enfrenta a una cacería en la sabana que busca concienciar.

Por Lara Hombrados El 5 de Noviembre 2017 | 14:14

'Wild Frank' da un paso significativo en su contenido y se enfrenta a ello con lo que los seguidores del herpetólogo nunca se hubiesen querido encarar. La invitación más inesperada de la vida de Frank Cuesta se convertirá en una contraposición de emociones a los que el showman no nos tiene acostumbrados, dando hueco a una de las principales actividades que dañan aquello que él más defiende, la caza.

Frank Cuesta con Stephen Palos en 'Wild Frank'

El programa de Dmax se desplaza a Sudáfrica con la intención de remover conciencias, empezando por la del mismo presentador del espacio. Aunque no es la primera vez que Frank dedica parte del espacio producido por Molinos de Papel para denunciar las malas acciones desarrolladas por el hombre sobre los animales, este especial es realmente diferente a lo que antes se haya podido ver.

El leonés es un simple observador, asistiendo entonces a una cacería de caracter legal donde sus peros son únicamente propios del juicio de cada ser humano, cacerías lejanas a la cultura europea, de aquellas que llegan a nuestra sociedad en forma de reyes eméritos y famosos amantes de la decoración sobre las chimeneas de gusto dudoso, manteniendo durante todo el minutado la tensión y malestar.

El ego es el que dispara

De la mano de dos cazadores experimentados, el programa comprende todas las capas de las que se compone tal ejercicio, porque si algo queda en claro en este especial es que la caza no es únicamente la muerte de un animal. Frank se encuentra con una verdad incómoda: el entendimiento de una sociedad que ve en la caza una forma de sostenibilidad. Y tanto Stephen Palos como Chris Wilken, los cazadores que nos guiarán por este perturbador recorrido, justifican su actividad dejando hueco a la reflexión en cuanto a nuestra propia cultura: ¿es tan asesino el que derrama la sangre como el que come su carne? ¿cómo viven los animales que componen nuestra alimentación?

Frank Cuesta batiendo la sabana en 'Wild Frank'

Consideraciones transcendentales si no fuera porque, a pesar de que se disipan numerosas excusas a lo largo del programa, hay una conclusión evidente: el ego es el que dispara. Que se preparen las conciencias y los frágiles de sentimiento, el programa os enseñará una muerte. Y ni se dulcifica ni se entiende, sobre todo, se sufre. Pero si creéis que la angustia solo llegará con el fatal desenlace eso es solo la nota más conocida, la búsqueda y cada encontronazo con un animal os hará sentir el nervio de si esta vez se despedirá al animal.Pero cuidado, que esto no termina ahí, es dificil explicar que puede ser más duro, el pre, el durante y el post, pero cada momento mantiene un nudo en la garganta.

Y ¿para que ver un programa donde voy a sufrir tanto? Para enfrentarte a una certeza que pocas veces vas a poder mirar directamente a la cara, para concienciarte. 'Wild Frank' te da algunos de los datos de estos safaris de lujo y su precio en el mercado: 50.000 euros cazar un león, 30.000 euros una jirafa o 12.000 un búfalo, entre otros. Y si es cierto que es algo de un mundo lejano que parece no afectarnos, podemos extrapolarlo a las batidas que podríamos ver en Reino Unido o en los mismo montes españoles.

Frank Cuesta: Cohibición e indignación

Al ser un programa diferente, el herpetólogo también se descubre diferente. A ver, la espontaneidad y naturalidad de Frank se mantiene en el programa pero se palpa la tensión y, por tanto, la cohibición a la que él mismo se somete. Frank Cuesta no escatima en términos incómodos para los cazadores pero intenta mantenerse en el lugar que le han otorgado. Por ello, el programa de Dmax os arrancará menos sonrisas de las que suele, aunque hay espacio para esbozarlas, Frank es Frank y muchas de sus acciones os harán sentiros tan identificados que os enternecerán.

Frank charlando con los dos cazadores en 'Wild Frank'

Por su parte es inquietante lo que Stephen Palos y Chris Wilken transmiten. La frialdad en sus explicaciones y forma de mostrar aquello que les apasiona no termina de convencerte. Podría haber empatía en un discurso tan elaborado, y visiblemente practicado, pero sus gestos, su comunicación no verbal les convierte en personas tan lejanas a uno mismo que les hace casi de otro planeta.

La buena noticia es que Molinos de Papel promete seguir indagando y desarrollando esta vía con Frank. Es un cambio de tono muy necesario porque el showman tiene una imagen que debe potenciarse en pro de aquello que defiende y da forma a sus programas, la naturaleza y aquellos que viven en ella. De momento, Dmax ya tiene preparada en el cajón la realidad de los animales en el circo, y según apuntan, esta nueva vuelta de tuerca seguirá girando para concienciar sobre un mundo animal que triunfa en la parrilla televisiva.