La locura transitoria de Elena cuando suena la alarma en 'Tentaciones': De estampar abanicos a subir escaleras

El reality estrella de Telecinco se caracteriza por regalarnos momentazos que ya pertenecen a la historia de nuestra televisión. Edición tras edición, 'La isla de las tentaciones' cuenta con personalidades de lo más curiosas y Elena Adsuara para nada iba a ser una excepción. Fue durante la segunda gala del formato cuando pudimos apreciar momentos que bien se asemejaban a una especie de locura transitoria cada vez que la alarma comenzaba a sonar. Con los sentimientos a flor de piel, la participante llegó a subir escaleras compulsivamente e incluso estampar abanicos contra el suelo.

A lo largo de una de las fiestas, los espectadores pudimos ver que la castellonense explotaba, mostrando comportamientos del todo inesperados. Pese a que Elena todavía no tenía idea alguna de cuál era el color que confirmaba que su novio David Vaquero había cruzado los límites, la locura se desataba por mano de la participante con cada alarma. Al principio de la noche, el sonido paralizaba a todos los habitantes de Villa Paraíso, mientras que Adsuara gritaba: "¡La rosa, la rosa, tío!". Recordemos que, en un primer momento, ella ya comentó que estaba segura de que esa era la suya.

Minutos después, el complejo de las chicas volvía a iluminarse de amarillo. Mientras que algunas se sorprendían e intentaban disimular la preocupación, Elena resopló y estampó su abanico contra el suelo ante la atónita mirada de Lydia Pérez, una de sus compañeras. Segundos después, volvió a estallar: "¡Oh! ¿Por qué sois tan así? ¡Joder!", reiteraba a voces mientras alargaba las vocales de cada palabra y sin dejar de abanicarse. La escena más jocosa de la segunda entrega llegó justo a continuación: la participante subía las escaleras dando saltos entre peldaños mientras se desgañitaba cantando "Adrenalina" de Jennifer Lopez.

"¡Con lo cachondo que es mi novio!"

"Es la de David, tío... ¡Madre mía, con lo cachondo que es mi novio! Ya verás, tío...", se decía a sí misma en el baño de la habitación. No obstante, la cosa solo podía mejorar con otra alarma encendiéndose: "¡Las hogueras van a ir cargaditas!", aseguraba mientras se frotaba los ojos con los pies en la piscina. Ya con el fin de fiesta, resultaba imposible no reírse ante la espontaneidad de Elena mientras se retiraba: encorvada y sin soltar su abanico, subía las escaleras con una desgana más que patente.